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Dan:
Tengo dos manos,
no hay razón para aferrarme a la tuya.
El pedazo de mi corazón que te robaste,
lentamente vuelve a encajar en su lugar.
Las lágrimas que alguna vez derramé por tu pérdida,
hoy son sonrisas al recordar los buenos momentos que tuvimos.
Tú me enseñaste que nada es para siempre,
y no sé cuánto vaya a durar esta independencia, pero pretendo disfrutarla hasta el último momento.
Porque es lo mejor que me ha pasado desde que tú dejaste de serlo.
Gracias, Dan.
Gracias y adiós.
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