Prólogo
Frío y oscuridad. Eso era lo único que podía percibirse en aquel tenebroso lugar. Donde parecía que todos los miedos se arremolinaban para dar forma a las peores pesadillas. Se oían a lo lejos los gritos de lamentación provenientes de las almas en pena que vagaban miserablemente sin un destino fijo, sin una salida. Todo eso fue suyo, su reino. La tierra, la oscuridad, las almas y el frío, todo lo que se encontraba ahí le pertenecía por derecho.
Hacía eones que aquel paraíso perdido se encontraba sin supervisión, desde que la desterraron al encierro. Kailani se encontraba sola, caminando por aquellos senderos que conocía tan bien. Ella era una mujer hermosa, esbelta, de cabellos color obsidiana. Sus labios rojos contrastaban con su pálida piel y sus oscuros ojos marrones, tan oscuros y tenebrosos como la tierra por la que paseaba.
Había vuelto para recuperar su puesto, para volver a tener en sus manos todo aquel poder que un día tuvo y que era merecedora de tener. En lo más profundo de aquel lugar se encontraban aquellas puertas que ,custodiadas por quienes fueron sus propios ángeles, escondían a su ejército. Ese ejército que solo despertaba cuando ella reclamaba su ayuda.
Los custodios la atacaron al verla aparecer, siguiendo órdenes de aquellos dioses que habían desterrado a su hija. Kailani no podía hacer nada contra esos ángeles que podían neutralizar sus poderes, bendecidos con los dones que las constelaciones de Escorpio y Tauro les entregaron.
Kailani se defendió, esperando el momento para actuar. Una luz cegadora iluminó por completo aquel reino lleno de penumbras durante apenas unos segundos. Sekh se encontraba despojando las alas a los ángeles guardianes, quienes gritaban desde el suelo, sufriendo el castigo del Sol. El primer guardián, el primer ángel.
Una sonrisa apareció en el rostro de la mujer ante la mirada sin sentimientos del viejo astro. Se acercó a las puertas que aguardaban a su ejército y canalizó su poder. El marrón se sus ojos adquirió un color amarillo brillante cuando comenzó a recitar unas palabras en una lengua antigua, despertando a sus siervos.
Reyes tiranos, soldados sin corazón, mercenarios, bandidos, todo tipo de seres que en vida merecieron el castigo eterno se encontraban entre sus filas. Los seres del abismo, aquellos que solo eran posibles de verse en las peores pesadillas salían de su encierro, llenos de maldad y dolor, alimentados por el miedo.
Su ejército se desplegaba ante su llamado, dispuesto a matar pero no a morir, mientras ella se encontrara en la tierra no habría manera alguna de derrotar a sus filas. Su venganza podría completarse.
Observó a lo lejos el castillo que se alzó en su nombre, donde su poder residía. Algún día regresaría a recuperar su trono, aún tenía una guerra que librar contra los hijos de las constelaciones. Debía eliminarlos como lo había hecho en ocasiones anteriores.
Cuando el cielo se tiñó de los colores que traen consigo el anochecer, Kailani regresó a aquellas catacumbas donde toda su religion se practicaba. Las personas se apartaban al verla llegar, aterrorizados y maravillados por su presencia. Ella solo veía futuros siervos en aquella gente que estaba dejando su futuro en sus manos. Con Sekh vigilando a sus huestes, podría reunirse con su familia y comentar todo aquello que habían logrado individualmente.
— El hijo de Ofiuco se encuentra ya con los Signa —. Malak posó la mirada en Aleph y Kailani. Sus ojos rojos como el fuego brillaban con orgullo —. Va a seguir los pasos de su medio hermano Jules.
— Podrían descubrirle —. Aleph habló con voz serena y fría —. Sería más seguro que volviera aquí para estar a salvo, con nosotros.
— Él no es importante —. Kailani habló jugueteando con un mechón de su pelo —. Los humanos son mortales. Su paso por esta vida es efímero, su tiempo de vida es un pestañeo para nosotros. Eraser no es diferente a sus antiguos hermanos.
Un silencio incómodo se dió lugar, las miradas entre Kailani y Aleph eran frias, desafiantes.
— ¿Vas a despertarlos? —. Malak la miró a los ojos desviándose del tema, para llegar a uno que le gustaba mucho más y que llevaba un siglo esperando.
— Ya lo he hecho —. La voz de Kailani sonó dulce en comparación a sus actos y a lo fría de su mirada.
Las puertas de la sala se abrieron en par en par, mostrando doce cuerpos en descomposición, deteriorados por el paso de un siglo. Al avanzar y recibir la luz lunar, adquirieron la ilusión de estar vivos, en perfectas condiciones.
Malak vio en aquellos rostros, las personas que estuvieron apunto de ganarles. Y dos de ellas fueron las causantes de su encierro. Sonrió para sus adentros. Contento del resultado, saboreando la victoria que cada vez era más y más evidente.
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