Capítulo 11
Sentía unas suaves caricias tocar sus mejillas, solo existía una persona en su vida que lo despertaba con esa sutilidad y ternura.
Se removió un poco entre lo que parecía ser el edredón que envolvía su cuerpo, en esos momentos pensó en su pareja, Kardia siempre procuraba tratarlo como una joya valiosa.
- Estoy exhausto Ka...
Ni siquiera terminó aquella frase cuando sintió cerca de su lóbulo izquierdo un susurro con aquella voz grave que le resultaba ser desconocida.
- Despierta preciosura...
Abrió totalmente sus párpados, intentaba incorporarse de la cama pero las manos del contrario lo detuvieron.
- ¿Pero que?
- Oye tranquilo preciosura... Estás en muy buenas manos - Esa voz grave, imponente, sensual y sobre todo demandante hizo que su cuerpo se estremeciera.
Camus caía en cuenta que no estaba en su casa acompañado de su amado Kardia; se encontraba en una habitación desconocida rodeado de sábanas blancas, una cortina de colores claros adornaba la ventana de la derecha; al observar su entorno se trataba de la habitación de un hotel. No recordaba mucho pero tenía algunos vagos recuerdos de aquella cercanía entre Milo y él.
Era su labor, llegó a dónde querían y lo logró pero la gran pregunta ahora era ¿Dónde estaba el español?
- ¡Shura! - Exclamó preocupado, de inmediato intento quitarse las manos de encima para levantarse de la cama pero Milo lo detuvo.
- ¡Oh preciosura de aquí no sales! Ahora estarás bajo mi custodia.
Le respondió con una voz autoritaria invitándolo de nuevo a que se acostara en el mullido colchón.
Uno de los puntos importantes que Camus había aprendido a la perfección era ese tema de intentar ser accesible para ganarse la confianza de sus objetivos.
Respiró profundo intentando calmarse, solo esperaba que en todo ese disturbio de la noche Milo no se percatara del micrófono que llevaba, ni mucho menos algún objeto que lo delatara como un detective en busca de pruebas para llevar a Milo ante la justicia.
- Entonces debe existir una buena razón para no dejarme ir - Dicho esto Camus tomó de la camisa a Milo para acercarlo - No me conoces y me tienes encerrado en estas cuatro paredes.
Milo sonrió ladino al escuchar las palabras de ese hermoso pelirrojo, movió su cabeza de un lado a otro sin perder ese toque de sensualidad en su mirada.
- Creo que no sabes con quién estás hablando ¿Verdad? Déjame decirte que todo lo que deseo lo obtengo.
Ese hombre era peligroso, sus actitudes mostraban a un hombre dispuesto a jugar con su presa, por más que Camus sentía doblegarse ante la presencia cercana de Milo, tuvo que poner de nuevo en práctica su entrenamiento, intentó mantenerse firme y sereno para que su agitada respiración no lo delatara.
- No, realmente no sé quién eres. Lo mejor será que me dejes ir antes de que venga mi pareja...
Milo no pudo evitar soltar una tremenda carcajada ante el comentario de Camus.
- Mira lindura - Lo tomó con rudeza del mentón para acercarlo más a él - Aquí yo tengo lo que quiero y deseo. Tu tienes la culpa de tener todo lo que me gusta así que será mejor que te hagas a la idea que jamás vas a regresar con el españolito ese.
Camus cerró sus párpados por unos momentos, curveo ligeramente sus labios; de una noche para otra logró entrar demasiado rápido a los dominios de Milo, el plan saldría más rápido de lo previsto.
Haría su trabajo y regresaría de nuevo con Kardia para seguir con sus planes a futuro dejando a un lado ese trabajo que solo terminaba causando más cansancio.
Si realmente logró que Milo se interesará en él, se metería a la boca del lobo de una vez por todas.
- Debo admitir que me gustaba más tu amiguito de anoche - Respondió Camus intentando causarle celos a Milo. Si realmente estaba interesado lo que esperaba a continuación es una escena de celos posesivos después de este comentario.
- ¿Saga? - Cuestionó con malicia - Déjame decirte que quién se atrevió a salvarte del desastre de ayer fui yo.
Había caído en la pequeña trampa de Camus, si esto seguía de esta manera esperaba que Milo estuviera en algunos días tras las rejas.
- ¿En serio? Por qué tu amiguito luce más...
Milo no dejó que Camus terminara aquellas palabras, en ese momento tomó con rudeza ambas manos y lo acorraló sobre el mismo colchón.
- ¿Pero qué?
- Te lo dije y te lo vuelvo a repetir... Más te vale que no te quieras hacer el listo conmigo preciosura, en este momento estarás bajo mi cuidado, vete olvidando de todo lo que tienes, de tus seres queridos por qué de ahora en adelante serás la pareja Milo Schizas.
"Qué rapido cayó" fue lo que pensó el galo al ver la orden de Milo.
Ahora solo necesitaba buscar una manera de contactar de nuevo a Shura o a Él Cid para dar el aviso pero sin su rastreador, ni su micrófono cerca le daba una gran desventaja.
- ¿Y que ganó yo?
- Necesito alguien que me acompañe, que me consientas en mis días más difíciles, en mi mundo puedes tener todo lo que desees... Viajes extravagantes, dinero, joyas, todos tus sueños pueden hacerse realidad, solo pide belleza.
Camus sabía que todo aquello que Milo le ofrecía tenía un alto costo, no por nada aquellos sujetos que viven en ese mundo de la mafia y los crímenes organizados tienen como ley principal los castigos como la tortura y la muerte.
Era la peor misión que le encomendaron, no quitaba el hecho de que Milo además de lucir adorable y muy sensual no pasaba desapercibido que se trataba de un hombre peligroso.
- ¿Cuál es tu truco Milo Schizas?
- No hay ningún truco, es simple lo que pido... Cualquiera daría todo por tener tu lugar.
La rodilla del griego rozaba lentamente entre las piernas de Camus, su tibio aliento podía sentirlo a escasos centímetros de su piel, por unos momentos recordó a su pareja pero la realidad le volvía a mostrar que estaba muy lejos de su hogar.
- Debes guardar algo por si en dado caso yo falle ¿No es así?
- Mmm quizá - Susurró Milo cerca de su oído recorriendo con la yema de sus dedos la piel de los brazos del pelirrojo - Cuando alguien me traiciona lo paga muy caro. Vamos que estoy esperando tu respuesta...
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