
9 - Parte 2
Eris y Poe se van y en la sala de monitoreo solo quedamos Tate, Archie, Damián, Verne y yo.
Debo decir que la visión que tenemos a través de las cámaras es muy buena. Podemos ver los gestos y expresiones de Poe desde la transmisión de Eris y los de Eris desde la transmisión de Poe. Cada uno tiene asignada una pantalla.
Los seguimos como espectadores entonces. Cuando salen a la superficie, la visión nocturna de las cámaras se enciende de forma automática. Es un panorama verde, blancuzco y negro, pero se distingue que la noche está oscura y que los árboles se alzan, imperiosos, como siluetas ramificadas, cómplices del secreto que se oculta bajo sus tierras. Se oyen algunos grillos y animales nocturnos de fondo.
Es otra dimensión, pero parece el mismo aterrador bosque de Asfil.
—Nos separaremos cuando Amadeus te "compre", por desgracia —oigo que Eris le comenta a Poe mientras caminan. La grama, tierra y algunas ramitas crujen bajo sus pasos.
—Puedo desenvolverme bien solo —replica Poe con ese tono distante que tiene reservado para ella.
Van caminando uno al lado del otro, por lo que por ahora no puedo ver las expresiones de Eris. Aunque sí escucho su risita.
—¿En todos los sentidos?
—En el sentido de una misión.
—Eres algo gruñón, ¿verdad? —Eris suena encantada con cada característica de Poe.
—Soy de pocas palabras —se limita a decir él.
Pero no, no lo es. Eso no es cierto. Le encanta hablar, solo no quiere hablar con ella.
De nuevo me cuestiono si no es exagerado, y eso me lleva a fijarme por primera vez de una forma algo analítica en que la personalidad de Poe no es la misma en todos los sentidos. Algo cambiado, y ese algo... es en realidad inquietante.
Mirando a fondo, no es solo el cómo me trata ahora (que sé por qué), también es su actitud muy fría y dura hacia ella; y está menos relajado, como más a la defensiva, algo alerta y algo serio.
Claro que en cierto modo podría ser porque estamos en terreno desconocido, pero presiento que esa no es toda la razón. La primera vez que lo conocí no esperé nunca que pudiera ser diferente al tipo lascivo y despreocupado, pero ahora veo toda una faceta suya que, a ser honesta, resulta escalofriante.
Me pregunto si siempre la tuvo y solo era muy difícil de detectar por estar oculta bajo sus comentarios sexuales y sus perversiones, o si en serio es nueva...
De pronto lo pienso: «estoy empezando a temerle a Poe de verdad. Nunca lo hice, hasta ahora...».
—Qué mal, porque sé que querías saber sobre la relación entre mi padre y yo, y pensaba contarte sobre eso ahora que no está el amargado de Damián —le comenta Eris mientras van por el bosque.
—Dije que soy malo para hablar, no para oír —especifica Poe, nada tonto.
En la sala de monitoreo me atrevo a mirar a Damián y su reacción es que gira los ojos, cruzado de brazos en su silla. Sospecho que se esperó que Eris fuera a hacer algo así en algún momento, por lo que no lo sorprende.
Según lo que ella susurró tras el incidente del vestido sé que está frustrada porque ninguno de sus coqueteos funciona con Poe. ¿Esta es una movida para acercársele? ¿Le dirá algo que quiere saber para despertar interés en él?
—¿Puedo confiar en ti? —le pregunta ella con un tono juguetón.
—Soy tan confiable como Padme —asegura Poe.
Otra pulla.
Creo que ya lo estoy entendiendo. Pareciera que quiere... torturarme.
—Bueno, las cosas entre mi padre y yo son... tensas y a la vez no —confiesa Eris.
—¿Cómo pueden ser tensas y a la vez no? —pregunta Poe, tranquilo. Bueno sí, al menos ha funcionado para despertarle la curiosidad sobre el tema, una que descubro justo ahora que yo también tengo.
Eris cambia su rumbo, como si se hubiera aburrido de la caminata genérica, y empieza a caminar alrededor de Poe. La vemos a través de la transmisión de él. Le sigue el paso, pero bordeando los árboles, balanceándose aferrada a los troncos, perdiéndose entre la oscuridad por momentos y volviendo a ser visible en otros.
—Además de otras cosas, mi padre no creería que yo estuviera traicionándolo, pero al mismo tiempo sabe que no estoy de acuerdo con las cosas que hace —responde ella con simpleza.
—Mm, ¿y qué cosas hace? ¿acaso es tu padre quien quiere atrapar a Damián? —A Poe se le despierta esa duda.
—Mi padre quiere atrapar a Damián, pero sus motivos... —Por un momento parece que tantea en su mente lo que va a decir, hasta que rodea un árbol mientras que lo resume en—: sus motivos van más allá de sus propios deseos. Pero el punto es que yo no estoy de acuerdo, y toda la vida ha sido así. Siempre ha querido que yo sea como él. Cree mucho en la diferencia de posiciones, en Novenos superiores e inferiores y en que, si alguien no está de acuerdo con su palabra, lo mejor es matarle.
—Y tú no crees lo mismo. —Poe lo deduce.
—Yo creo en la unidad entre Novenos —confirma ella con una nota orgullosa, apareciendo desde detrás del árbol.
—No me digas —suspira Poe, y murmura—: Este lugar sí que está de cabeza...
—¿Eh? —Eris, por suerte, no lo oye bien.
Pero yo he entendido la razón de su comentario. En nuestra dimensión ella nos traicionó por su naturaleza Novena reprimida, dejándose llevar por los ideales de su padre de ser superior, ¿y aquí no cree en eso sino en que los Novenos pueden unirse? Es curiosamente contradictorio.
Ella sigue siendo toda una inquietante contradicción a la Eris que conocemos.
—Nada, sigue. —Poe le quita importancia a su murmullo.
—Bueno, mi padre cree fielmente en que los Novenos no deben ir en manadas, sino que debe de haber un líder para todos. Su deseo es que todos sean regidos por una sola persona, y lo peor es que de algún modo ha logrado una parte de eso. Ha conseguido reunir seguidores que creen lo mismo. Tiene... a una buena parte del pueblo con él, y por eso las manadas se han ido disolviendo. Quedan pocas.
—Qué curioso, ¿y qué ha impedido que finalmente todo el pueblo se una a él? —comenta Poe, interesado en todo el asunto.
—Espera, poco a poco, rubio. —Ella le obstaculiza la respuesta desde algún punto, divertida. Poe ya no puede verla, se ha perdido entre la oscuridad—. Ya te dije algo sobre mí. Ahora tú debes decirme algo sobre ti.
—¿En serio? Pues lo siento, pero no dije que fuera a hacer eso —se niega Poe con una nota desinteresada. Es obvio que como no ahondarán en el tema, su interés se esfuma en un santiamén.
—Pero es por cortesía. —Eris se ríe—. ¿No lo sabes? Si comparten secretos contigo, tú compartes secretos también.
—Pues de cortés no tengo nada, ma'am, y si quieres que te revele secretos, te equivocas de hombre.
Eris entonces sale de detrás de un árbol inesperadamente, y, con la mano aferrada al tronco, queda parada justo frente a él, considerablemente cerca, de modo que Poe se ve detenido.
Las dos pantallas que transmiten lo que graban sus cámaras nos muestran cada rostro. Ella tiene una juguetona sonrisa extendida y los párpados ligeramente caídos, delineados sensualmente, y sus ojos apuntan a la cincelada boca de él, como si la tentara demasiado como para poder disimularlo.
Poe se ha tensado. Su mandíbula lo delata. No esperó que ella se le fuera a acercar así. Lo curioso es que otra vez puedo darme cuenta de cómo le altera los nervios. Sin embargo, en este momento también creo presentir cómo se remueven las cosas en su interior. Se refleja una inusual mortificación en la forma en la que su boca hace una mueca de inquietud.
Ella le causa cosas. Cosas que... ¿posiblemente le molestan mucho? Pero... no estoy demasiado segura.
—De todas formas, una de las cosas que quiero saber es muy simple —continúa ella, con la voz más baja por la cercanía—. ¿Te parezco hermosa?
—Por todo lo que existe... —Damián resopla con fastidio en la sala de monitoreo—. Están perdiendo el tiempo.
Pero yo no pienso lo mismo, porque esto me permite analizar el asunto de Poe con respecto a Eris. Me doy cuenta de que por un momento las defensas de Poe son destrozadas, y él también mira sus labios, como si ya no pudiera seguir ignorándolos, como si ya no pudiera seguir resistiéndose a todos los atributos de ella que están expuestos ante él, como si sí la viera y ya fuera suficiente de hacer parecer que no.
—Eres hermosa, sí —responde Poe, aunque es un susurro casi inconsciente.
La confirmación hace que los labios de Eris se extiendan con satisfacción, por fin con una honda y placentera realización. Las ramas crujen bajo el nuevo paso que ella da, haciendo la cercanía entre ambos mucho más pequeña.
Y ella suspira. Lamentablemente, un suspiro enamorado, ilusionado, de fascinación. Adora verlo tan de cerca, lo sé. Está grabándose cada detalle de él en la memoria.
—Me gustas, Poe. —Ella es directa, tal y como parece serlo siempre. Pasa a mirarlo a los ojos, que ahora le arden de deseo. Se muerde el labio inferior por el jugueteo de la proposición—. Esta noche, después de atrapar a Amadeus, ven a mi habitación.
Esto sí se lo esperó. Él sabía que iba a pasar y por eso cierra los ojos, rígido, y suelta aire por la nariz, como conteniendo un «contrólate, Poe, contrólate», aunque en otro acto atrevido Eris lo toma por la muñeca y lleva su mano enguantada a su cintura. Hace que él la pose allí, tocándola, sosteniéndola.
—Y no, no me equivoco en lo absoluto con respecto a ti, en nada —añade ella con voz sugerente—. Sé que eres un caballero.
—¿Ah sí? —Su respuesta es un murmullo tenso—. ¿Y qué te lo dice?
—No lo sé, algo —confiesa Eris—. Siento algo sobre ti. Es muy extraño. Siento algo sobre Padme también. Es como una certeza... de que ustedes no son malos.
—¿Qué tal si te llevas una gran decepción? —replica él, queriendo plantar un contraste en la situación.
—No lo creo... —Ella niega en un susurro, y luego ladea la cabeza en un gesto coqueto—. ¿O... piensas que realmente eres malo, Poe?
Poe abre los ojos y baja la mirada lentamente hacia la mano que tiene sobre la cintura de Eris y su palma la aprieta con suavidad. Y un asomo de esa sonrisa perversa, medio temblorosa, alza su comisura derecha. Se absorbe. Deja de estar mentalmente ahí, de ser consciente de la realidad y de sus límites. Se abstrae en los oscuros y perversos deseos del Poe Verne adicto al sexo, al erotismo, a la seducción, ese que jamás habría rechazado una insinuación de Eris.
Ese que ansió tenerla así. Ese que ansió tocarla. Ese que ansió oír una aceptación de su boca, una que está sucediendo y que se oye deliciosa a sus oídos, tan tentadora, tan atractiva... Él lo quiere. Por un momento no me queda ninguna duda de que él no se negaría a ir a su habitación.
Pero bruscamente sus iris grises suben a sus ojos, porque algo se recuerda a sí mismo, algo se alerta a sí mismo, así que de nuevo su mirada se transforma en una distante y fría, y sus comisuras pierden fuerza y vuelven a enseriar sus labios.
—Si te educaron bien sabrás que todos los Novenos somos malos —es la respuesta de Poe, y entonces aparta su mano del cuerpo de ella, rompe la cercanía y la rodea para continuar su camino por el bosque.
Eris vuelve a seguirlo, solo que ya no se pierde entre los árboles, sino que camina a su lado.
—¿Y tú crees en la unidad entre Novenos? —también le pregunta.
—Creía —se limita a decir Poe.
—¿Creías? ¿Qué sucedió?
—Mejor vayamos en silencio por aquí, que ya casi llegamos al pueblo. —Él evade el tema.
Eris solo se mantiene en silencio unos pocos minutos mientras avanzan por el bosque. Luego sus pensamientos vuelven a ser mucho como para contenérselos.
—¿Al menos puedes decirme cómo es la Eris de tu dimensión? —le pregunta a Poe, interesada—. Le pregunté a Padme, pero en ese momento llegó Damián y quisiera saberlo todo... Para empezar, ¿soy igual de hermosa?
Solo yo entiendo la razón por la que Poe tensa la mandíbula y afinca las cejas tras esa pregunta. Los pensamientos que lo abordan sobre la Eris de nuestra dimensión no son agradables.
—Será mejor que se lo preguntes a Padme —es lo que dice con una nota amarga—. Después de todo, ustedes son mejores amigas en nuestra dimensión.
Me quedo helada.
¿Le ha dicho...?
Sí...
Siento que todos en la sala de monitoreo me están mirando, pero mantengo la vista en las pantallas.
Llegan al pueblo y más rápido de lo esperado, al club. Al entrar, luces de color neón se entremezclan con un ambiente oscuro y propicio para baile e intimidad. Hay una gran barra de licores en al fondo y una plataforma de baile en el centro del lugar, en donde un chico que solo viste una tanga está haciendo un baile sensual para el público. La música retumba en las paredes.
Los Novenos están de pie, alrededor de la barra, en mesas, bebiendo, hablando, y aunque hay unas pocas mujeres, la mayoría son hombres. Por los rostros demasiado relajados y los ojos perdidos de algunos yo diría que incluso están bajo los efectos de drogas y mucho alcohol.
Eris y Poe se abren paso entre esas personas, pero me fijo en que Poe empieza a llamar la atención. Cuando pasa a sus lados, algunos voltean las caras o dejan de bailar y fijan sus ojos embriagados para verlo caminar, como si detectaran de inmediato la diferencia de su olor.
—Se están fijando mucho en él. —No puedo evitar mencionar, inquieta.
—Supongo que por ahora es bueno que llame un poco la atención —me contesta Tate, sentado frente a la pantalla—. Si es deseado, Amadeus lo querrá más rápido. —Luego presiona una tecla para hablarle por el micrófono a Eris y darle la indicación—: Ve directo hacia él, no pierdas tiempo y negócialo.
Vuelvo la atención a la pantalla para verlos avanzar hacia el fondo, cerca de la barra, donde ahora se revela que hay una sección privada, cercada por cordones rojos y con dos tipos que parecen unos guardaespaldas apostados en frente, resguardando que nadie se cuele.
Eris llega hasta ellos. No sé por qué pienso que le sería difícil entrar, pero es la hija del alcalde, ¿no? Es importante, y al parecer popular.
—Eris Hanson —se anuncia ella—. Traigo algo para Amadeus.
Uno de los tipos abre el cordón para dejarla pasar...
Pero entonces se presenta el primer inconveniente.
En cuanto Poe avanza tras de ella, para entrar también, uno de los guardias le pone una mano en el hombro para impedirle pasar. Eris se gira ante el percance.
—Viene conmigo —les aclara al verlos detenerlo.
—Solo tú. Nadie más —dictamina uno de los tipos.
—Pero él es la mercancía —especifica Eris.
—Podrá entrar si Amadeus solicita verla. —Es la respuesta del otro guardia.
—He traído muchas cosas para Amadeus antes, así que siempre tengo el permiso de... —intenta defender Eris, pero la interrumpe uno de ellos:
—La seguridad ha cambiado. Ya no es igual. Podrá pasar si Amadeus quiere verlo.
Aquí en la sala, frente a las pantallas, Tate queda algo asombrado.
—¿Cambiaron la seguridad...? —murmura él.
—La reforzaron —lo corrige Damián con su voz lóbrega. De algún modo sé que ahí sentado, en silencio, está analizándolo todo—. Significa que la manada se siente en peligro. Tuvimos cuidado cuando matamos a sus compañeros, pero ya se dieron cuenta de que las muertes no fueron casualidad.
Sé que antes de que Poe y yo llegáramos, Damián y su manada estuvieron asesinando poco a poco a los miembros de esa manada que los persigue. Son las personas en las fotos de la pirámide en la sala de estrategias. Era una manada de diez personas, bastante grande. Seis ya están muertos.
En la pantalla, en el club, los guardias están reacios y negados a que Poe entre, por lo que Eris se voltea hacia Poe.
—Hablaré con Amadeus —le indica sin que resulte sospechoso. Parece una simple orden de dueña a "mercancía"—. Tú espera aquí.
Deja a Poe allí en la entrada de la sección, con los guardias, y se adentra sola. Al fondo, el área privada de Amadeus es una mesa exclusiva a la que se accede subiendo unas escalinatas y que tiene vista a todo el club. Él está sentado en una silla estilo sofá, solo, con los brazos extendidos sobre el reposa cuello, mirando fijamente hacia el chico en tanga que baila en la plataforma.
Quedo algo impresionada porque el aspecto real de Amadeus es muchísimo más intimidante e inquietante que en la foto de la pirámide. En aquel instante pensé en él como un vampiro, y ese sigue siendo mi pensamiento por su largo cabello marrón, que en este momento tiene atado en una coleta. Su piel oliva que casi destella entre las luces del club, y sus ojos ambarinos que destacan por su claridad.
También, su contextura es peligrosa. Aun sentado cualquiera puede darse cuenta de que es bastante alto. Las líneas de su cara son inexpresivas pero duras. Tiene un rostro impertérrito. Queda claro que su estado favorito es la seriedad.
Eris se detiene junto a su mesa sin obstruirle la visión de la plataforma de baile. Tengo la impresión de que ella también mira hacia allá por un momento, debido al comentario que le hace:
—¿No te cansas del mismo espectáculo todo el tiempo? —Tiene una nota divertida en su sugerente voz.
Amadeus ni siquiera aparta la templada mirada del bailarín.
—Es lo que hay en este pueblo tan pequeño —le responde él. Su voz es profunda, demasiado, y neutra, sin emoción reconocible—. Si tan solo no nos tuvieran aislados como unas escorias con las fronteras cerradas y con todos esos anuncios de peligro para que ninguna presa entre, algo nuevo aparecería.
—Bueno, pues hoy es tu día de suerte, te traje algo bastante nuevo. —Eris va al punto—. Tanto que casi roza lo... raro.
—¿Tan raro como que estés por aquí? —replica Amadeus—. Hace tiempo que no te veía. Llegué a pensar que estabas fuera de Asfil, porque a veces... desapareces.
Por detrás de la imagen de Amadeus, por encima de su hombro, que también se puede apreciar gracias a la amplitud de la cámara de Eris, de pronto creo avistar un movimiento extraño, como que alguien se voltea a mirarlos de una forma... inusual.
Solo que como es tanta la gente en el club y como la intermitencia de las luces bloquea un poco la vista, se me pierde la persona y termina pareciendo más bien que la gente solo está hablando y bailando.
Miro de inmediato a Damián y a Tate para comprobar si han notado lo mismo que yo, pero se mantienen en silencio, solo mirando.
He debido de equivocarme.
—Sabes que, contrario a mi padre, a mí no me gustan las exhibiciones continuas —replica ella con una risita—. No soy del pueblo. Soy más... exclusiva. —Avanza y se sienta en el sofá junto a él, cruzando las piernas—. Para que veas cuanto te aprecio, a ti te visito cuando a los demás no los dejo ni verme.
—No me interesa nada hoy —la corta él, aun mirando hacia el frente, como si ni siquiera valiera la pena dedicarle algo de atención.
—Pero si es bastante diferente a ese novato en tanga que siempre está de turno... —Eris trata de seducirle con la idea, solo que de nuevo él se niega:
—No estoy de humor.
Eris amplía la sonrisa.
—Créeme, cuando lo veas vas a cambiar de opinión —susurra, incitante—. Es algo que...
—¿Qué sabes de las muertes que han estado ocurriendo? —la interrumpe Amadeus, sacando el tema de forma tan pero tan inesperada que Archie de inmediato gira la cabeza hacia Damián y Verne, sumamente tomada por sorpresa.
—¿Qué? ¿Por qué le pregunta eso a ella? —Archie se pone nerviosa.
Hasta a mí se me despiertan unos nervios. Otra vez creo ver algo en el fondo, pero en esta ocasión... ¿son dos personas de entre la gente que se fijan en Eris y en Amadeus?
—No lo sé, pero no me gusta... —Es Tate quien responde con un semblante ahora preocupado, y espera alguna indicación de Damián, pero él solo se inclina hacia adelante en la silla, más atento que nunca.
Se crea una atmosfera de expectativa en la salita de pantallas. Sé de inmediato que no han contado con esto.
—¿Las qué? —pregunta Eris con desinterés.
—La mitad de mi manada está muerta, pero supongo que ya lo sabías —especifica Amadeus.
Su profunda voz es tan seca, insípida y vacía que da miedo. Me hace pensar en alguien que jamás experimenta ninguna emoción. Algo peor que el caso de Damián, porque al menos él a veces demuestra obstinación o indiferencia, pero Amadeus... parece ser un cuerpo andante, un terrorífico envase de carne y huesos.
Eris recarga la espalda en el sofá, relajada.
—No lo sabía —suspira, indiferente. Es una mentira que debo admitir que suena muy natural—. Me importa muy poco quien vive o muere en este pueblo, y eso no es un secreto.
—Bueno, es por eso por lo que ahora mi seguridad está reforzada. Han estado sucediendo asesinatos inexplicables.
Eris vuelve a reírse en un resoplido.
—No vivimos entre vecinos amigables, Amadeus. Los Novenos se matan entre sí a veces por nada, ¿o lo olvidaste?
—No es el pueblo más santo del mundo, sí, pero sin duda alguna nadie se atrevería a meterse con mi manada —señala él, todavía sin observarla—. Lo sabrías si no estuvieras muy ocupada desapareciendo
—¿Y qué hay con eso? ¿A quién le importa?
—A nadie, pero porque no se han fijado bien.
Tate abre mucho los ojos al escuchar ese comentario.
—Oh no, ¿qué es toda esta conversación? —Suena preocupado y confundido.
—¿Acaso está... sospechando de ella? —Archie, por su lado, ya está siendo víctima de la angustia.
Presumo que Eris se le queda mirando un momento a Amadeus, aunque no sé con qué cara, pero estoy segura de que ella está dándose cuenta de lo mismo que nosotros: que el tema es muy abrupto y que posiblemente él tiene inusuales sospechas.
Sin embargo, Eris mantiene la calma.
—¿Entonces te importa a ti? —Suena entretenida—. ¿Tú te has estado fijando en si estoy por ahí o no?
—Suelo fijarme en lo que otros no. —Es su seca confirmación.
—¿Y por qué ahora soy de tanto interés para ti? —Eris vuelve a echarse hacia adelante, intrigada.
—Porque, extrañamente, nadie sabe lo que haces. Y a mí me parece que sí estás haciendo algo.
—¿Qué? —Eris lo pregunta con una incredulidad divertida—. Disculpa, pero, ¿qué insinúas, Amadeus? ¿Qué hago cosas en secreto?
—¿No estarás haciendo cosas con gente en secreto? —replica él.
Eris resopla.
—¿Qué ganaría con eso?
—Todos saben que no te llevas bien con tu padre.
—¿Y?
—Podrías estar tratando de molestarlo.
Ella suelta un «¡já!» de risa.
—Puedo molestarlo en su cara si quiero, así que no me es necesario hacer nada a sus espaldas...
Finalmente, Amadeus desliza la mirada hacia ella. La cámara nos permite ver cómo entorna los ojos con suspicacia. Yo ni siquiera estoy allí, pero percibo cómo las cosas cambian y el ambiente se pone tenso.
—¿A dónde vas cuando desapareces? —le suelta la pregunta sin más.
Y no estoy equivocándome. De nuevo lo veo por encima del hombro de Amadeus: dos tipos salen de una puerta del fondo, mirando hacia Eris, y por como uno de ellos se reacomoda su cinturón, puedo avistar un cuchillo que guarda en él.
—Miren, hay personas atentas a lo que está pasando entre ellos. —Me apresuro a señalarlos en la pantalla, sin importar si Damián se molesta o no.
Aunque no se enoja, porque tengo razón, y Tate lo comprueba también.
—De seguro están esperando alguna orden de Amadeus —se alarma él. Vuelve a girar la cabeza hacia Damián—. Puede retenerla. No sé por qué, pero desconfía de ella.
Damián parece estar devanándose los sesos. Se pone en pie, con el codo apoyado del dorso de la mano y los dedos en la barbilla.
—Que se vaya de ahí —finalmente lo decide.
Tate obedece y con rapidez presiona el botón para hablar por el micrófono. Se lo comunica:
—Sal de ahí.
Supongo que Eris le sostiene la vista a Amadeus sin flaquear o, si es que está nerviosa, sin demostrarlo, porque su tono de respuesta es firme:
—No tenemos la confianza suficiente como para que yo te responda eso. Ahora, si hoy no te interesa hacer negocios porque estás de malas, prefiero volver después.
Se pone en pie, pero antes de dar un paso, inesperadamente él la toma por el antebrazo y vuelve a sentarla. Eso fulmina todo el aire de camaradería o negociante/consumidor, porque la situación pasa a sentirse riesgosa.
—O simplemente no puedes responderlo —la cuestiona él.
—¿Qué demonios te está haciendo pensar todo esto? —refuta ella, ya sin nada de diversión en su voz.
A Amadeus le arden las pupilas de desconfianza.
—He estado tratando de convencer a los demás de que se fijen en ti —le dice entre dientes—, pero nadie sospecha nada porque creen que la hija de Hanson jamás lo traicionaría. Solo que algo dentro de mí me hacer dudarlo. Mucho.
—Pues nada de lo que crees es cierto. —Eris intenta jalar su brazo para liberarlo, pero Amadeus la tiene tomada con la fuerza de una garra de acero y no puede zafarse.
—Entonces supongo que no te molestará que vayamos a un lugar más privado para que me respondas unas cuantas preguntas, ¿no? —A pesar del tono de interrogante, queda claro que es algo a lo que ella no podrá negarse o de lo que podrá librarse solo levantándose.
Aun así, Eris se rehúsa:
—No tengo por qué ir a ningún lugar contigo, suéltame.
—No te preocupes, vamos a llevarte sin que muevas ni un dedo —le promete Amadeus.
Él alza la otra mano con la que no la está reteniendo y los tipos que están por todo el club, bajo sus órdenes, entienden el gesto y comienzan a moverse en dirección a la sección privada.
—No creo que Amadeus previniera que ella asistiría esa noche —dice el Verne enmascarado. Es la primera vez en todo el rato que se oye su cohibida y decaída voz—, pero sin dudas estaba listo para cualquier momento en el que apareciera. —Pone su atención en Damián. —¿Qué hacemos? —le pregunta.
—¡¿Es posible que vayamos a ayudarla?! —Salta Archie, levantándose de la silla. La profunda preocupación ha afligido su semblante y sus grandes ojos tienen un destello de desesperación, de que es capaz de hacer cualquier cosa en estos momentos—. ¡Puedo ir yo!
—¡¿Qué?! ¡No, no saldrás sola de aquí! —Tate se niega al escuchar su idea, que le parece de lo peor. Entonces, se postula él en su lugar—. ¡Escuchen, yo puedo ir!
Archie sacude la cabeza, viendo esa idea como la verdadera absurdez.
—¡No, a ti podrían atraparte muy rápido! —Se opone a la réplica de Tate. Gira la cabeza hacia Verne—. ¡Soy escurridiza, puedo entrar al club sin que me vean, ustedes lo saben!
—¡Que jamás te dejaría ir sola! —insiste Tate, contraponiéndose con una determinación firme. Archie va a refutar, abre la boca, pero entonces Damián interviene:
—¡Basta! —Su fuerte y autoritaria voz reverbera en la sala y hace callar a Tate y a Archie al instante, que se quedan tiesos, solo mirándolo—. Nadie irá a ningún lugar —dictamina, poniendo control la situación. Pasea sus incisivos ojos por cada uno de los miembros de su manada—. Tenemos la ventaja de que Eris tiene una cámara con un rastreador indetectable. Si la llevan a algún lugar sabremos dónde es y entonces en ese momento podremos considerar ir a ayudarla. Sin embargo, hemos hablado de esto muchas veces, ¿no? Hemos hablado de los riesgos, de que pueden capturarnos cuando menos lo esperemos, ¿y qué dijimos que haríamos? ¿Qué fue lo que les dije que haríamos?
—Que no pondríamos en peligro a los demás —recita Archie, pasándose la mano por un brazo con desánimo—. Si nos atrapan, no esperaremos ser salvados, buscaremos nuestra propia forma de escapar si es posible, pero no haremos que ninguno de nosotros salga del refugio y sea asesinado.
—Exacto, así que no se dejen llevar por la desesperación. En todo caso de que lleven a Eris a otro lugar y logremos ubicarla, yo mismo iré a ayudarla, pero ninguno de ustedes saldrá —concluye Damián—. ¿Se entiende?
Archie y Tate asienten a pesar de las preocupaciones en sus rostros. Es entonces cuando me doy cuenta del poder que realmente tiene el Damián Fox de esta dimensión sobre su manada, la forma en la que de verdad cumple el papel de líder.
Puede que Verne sea muy inteligente como Poe, o que Tate sepa de tecnología (es lo que he notado en todo el rato por su manejo de las cámaras), o que Archie sea capaz de matar a alguien en segundos con sus propios dientes, pero Damián tiene la capacidad de guiarlos, de calmarlos, y... ¿de cuidarlos?
¿Él decidió que no se pondrían en peligro intentando rescatarse?
¿Él solo se arriesgaría por Eris?
La idea de un Damián preocupado por alguien más que no sea él mismo es extraña para mí. La idea de un Damián consciente de su liderazgo, consciente de una responsabilidad, es tan anómala que por unos segundos siento cierto shock y veo a este Damián con mucha extrañeza, como se ve a algo incomprensible.
Es posible... ¿Qué haya algo diferente en él? Que aun siendo idéntico al monstruo que conozco, que aun con los mismos ojos negros, el mismo cabello azabache, los mismos rasgos obstinados y oscuros... ¿este no sea tan egoísta?
Mis pensamientos se ven bruscamente interrumpidos porque de pronto me fijo de nuevo en la pantalla que muestra la transmisión de Poe, a la que nadie ahora le está prestando atención. Algo está pasando. Desde su cámara ya no se ven los guardias, sino que se ven a todas las personas del club como espectadoras.
¿Se ha movido? Ya no está fuera de la sección privada de Amadeus, cerca de los cordones. ¿En dónde está parado ahora?
De repente se oye la voz de alguien que, en el club, anuncia por un micrófono:
—Ahora, esta noche tenemos una nueva presentación. No quiso decir su nombre, ¡así que den la bienvenida por primera vez al misterioso chico del sombrero!
Eris y Amadeus giran la cabeza de inmediato hacia la plataforma ubicada en el centro del club. Resulta que el bailarín semi desnudo que estuvo dando su espectáculo ya no está, porque mientras estuvieron discutiendo y esperando por los hombres de Amadeus, alguien más tomó su lugar.
Ese alguien es Poe. En realidad está situado en la plataforma, en el centro de un círculo de luz proveniente de unos focos que lo apuntan, con un micrófono delante de él, sobre el que tiene una mano puesta, y la cara semioculta bajo su sombrero.
—¡Miren! —les señalo a todos las pantallas. Giran sus cabezas hacia ellas, prestando atención.
Damián hunde las cejas al reconocer a Poe en la plataforma, iluminado como un artista a punto de llevar a cabo un espectáculo.
—¿Qué está haciendo? —pregunta, molesto y confundido—. ¿No le dijimos que no llamara la atención?
—Creo que va a... —Tate entrecierra los ojos, sospechándolo al igual que todos.
—Ser Poe —completo yo en un susurro, sabiendo lo que se avecina.
Entonces, Poe empieza a cantar.
Ahora que lo pienso, tuve pocas oportunidades de ver las verdaderas habilidades de Poe. Es decir, siempre está usando sus mañas para atraer personas, coquetear, seducir, y siempre está emanando ese característico y sutil aroma que lo distingue y que debilita a la gente. También lo vi pelear durante La Cacería en la mansión Hanson, cosa que hace muy bien.
Pero me refiero a las habilidades más fuertes, las que se pueden llamar «poderosas», esas que confirman que Poe sí es muy peligroso, en especial porque tiene algo de Andrógino, y me doy cuenta muy rápido, quizás más rápido que los demás (por alguna razón inexplicable) de que esta es una de ellas.
Porque su canción comienza a hipnotizar a las personas.
Al empezar a entonar la canción, reconozco que es un Jazz Blues que suena sorprendentemente masculino. Las estrofas le salen divertidas y seductoras, en notas perfectas, un poco carrasposas, que primero bailan a su alrededor y luego flotan por todo el salón.
Lo percibo de esa manera porque en la pantalla que transmite el punto de vista de Poe, se puede ver que las cabezas de las cientos de personas presentes en el club que estuvieron hablando, tomando, bailando, se han detenido y se han girado hacia él.
Se han transformado en un público, con toda la atención anclada en Poe, en cómo sostiene el micrófono; en cómo sus labios se mueven, extendidos en una gatuna pero discreta sonrisa; en el misterio de su rostro bajo su sombrero; en la forma en la que de repente hace un chasqueo de dedos y en cómo su figura se mueve sutilmente al ritmo de la música.
Eris también está prendada. Desde la transmisión de Poe se alcanza a ver que está al fondo del salón, en la plataforma privada, sentada al lado de Amadeus, el cual, a pesar de que todavía la tiene agarrada del brazo, ahora también lo mira fijamente, sin poder parpadear.
Aunque... la voz de Poe no solo envuelve a la gente del club. Aquí en la sala de pantallas, los enormes ojos de Archie se han quedado mirando la imagen sin parpadear, asombrada.
Tate tampoco deja de observarlo, y tiene los labios un poquito entreabiertos.
Verne... bueno, supongo que también está viendo la transmisión, porque su máscara está fija en esa dirección.
E incluso (y esto sí me sorprende bastante) ha tenido cierto efecto en Damián, porque sus cejas se han arqueado un poco, y tampoco aparta la vista de la pantalla.
Creo que soy la única tanto aquí como en el club que no se ha quedado embelesada por completo. Sí siento algo un poco extraño, como si mi cuerpo se relajara a medida que el sonido entra por mis oídos. Es como si me quitaran cierto peso de encima, y se me hace agradable su voz. Llena mis pensamientos, aunque no todos. Todavía puedo enfocarme.
Pero los demás no. Puedo darme cuenta, fijándome en los rostros de la gente del club, que sus pensamientos están nublados. En especial de los hombres de Amadeus que estuvieron moviéndose hacia la sección privada.
Ya no caminan. Se han detenido, y sus miradas están perdidas, sus labios separados, porque la forma en la que Poe canta la canción, el cómo pronuncia las palabras, sus gestos faciales y los sutiles y masculinos movimientos de sus manos y su cuerpo están perfectamente coordinados para tener ese efecto.
—¿Quién es él?
Eris vuelve su atención a Amadeus, porque es él quien se lo ha preguntado. Veo en la transmisión de Eris que está suspendido en el hipnotismo, con los ojos fijos en el Poe que canta las notas de Jazz Blue con un swing natural. Eso lo ha deslumbrado a tal nivel que ha logrado algo que creí imposible: despertar chispa en su frívola mirada.
Se ve el deseo en ella. No, más que eso. Sus ojos arden, flamean, por lo que no diría que en este momento Amadeus «quiere» a Poe. Diría más bien que lo ansía, lo ambiciona, lo necesita.
El cuál es el objetivo, ¿no? Sospecho que Poe se dio cuenta de que Eris estaba en un problema y que por eso la misión de venderlo no iba a funcionar, así que decidió intervenir usando sus habilidades para que, como dijo, lo viéramos en acción. Con eso ha logrado lo que por un momento pareció que no se lograría.
—Él... es... —Eris va a responder, solo que por un momento las palabras se le cortan o se le dificultan, y es tan extraño que hasta nos parece escuchar que en realidad susurra—... es mío... —Hasta que lo corrige más alto, aunque con una rara nota de recelo—: Es lo que traje para ti.
—¿Él es la mercancía? —Amadeus suena algo asombrado. ¿O más bien fascinado? Aunque lo importante es que la suelta del brazo—. ¿De dónde lo sacaste?
—No, no es una mercancía. —Eris frunce el ceño, y esta vez el recelo es más notable en su pronunciación.
Al escucharla decir eso, Damián despierta de la inconsciente hipnosis del canto de Poe, y se molesta de inmediato, pues una respuesta así no es parte del plan.
—¿Qué hace? ¿Por qué dice eso? —se queja, desconcertado.
—Pero si acabas de decir que lo trajiste para mí —replica Amadeus en el club. Aunque sé que le ha extrañado la contradicción, no demuestra sospecha de nada. También es raro su estado. Es como que quiere mirar a Eris por lo que ha dicho, solo que no puede quitarle los ojos de encima a Poe.
—Es que no puedes comprarlo como todo —bufa ella.
En la sala de pantallas, Damián abre mucho los ojos, indignado por esa inesperada actitud.
—¿Pero qué demonios le pasa? ¿Por qué se niega?
A mí me parece que las palabras solo están saliendo de su boca sin ser pensadas. No conectan con su expresión, que a pesar de que despide algo de disgusto también muestra algo de extrañeza. Hay una opacidad de ausencia en su mirada, como si una parte de ella también se sintiera algo confundida por los escupitajos verbales que no puede evitar arrojar.
—¿Lo trajiste para mí o no? —pregunta Amadeus, ahora hundiendo el cejo, como si su subconsciente estuviera percibiendo algo a pesar de estar hechizado.
—Eris está celosa —nos dice Verne—. La canción la ha seducido tanto como a Amadeus. —Tengo la sensación de que pasea la mirada oculta bajo su máscara por la gente que se ve de fondo en la transmisión del club, y luego disimuladamente por los presentes en la sala—. Y tanto como a todos, así que debe de estar sintiendo unos celos inconscientes por el hecho de que él lo desea. Háblale, recuérdale lo que debe hacer. —Le pide a Tate.
Tate acciona la tecla para hablar y se acerca al micrófono:
—Eris, recuerda que el objetivo es que Amadeus compre a Poe —le informa cuidadosamente—. Está funcionando, síguele la corriente.
Pero Eris sigue mirando a Amadeus con molestia. Sus cejas rojizas están ligeramente hundidas y su boca en una mueca. Es como si se le hubiera olvidado por completo la misión y solo quisiera lanzársele encima con rabia a Amadeus para que deje de ver a Poe con tal embelesamiento.
Ella incluso se pone en pie. Me pregunto si va a golpearlo o algo, porque tengo esa impresión. ¿Acaso porque el canto también tiene la capacidad de nublar la mente de las personas hasta el punto de hacer cosas irracionales?
En ese caso corrijo: este no es el poder más asombroso de Poe. Es el más peligroso, porque es capaz de dejar sin razón a alguien. Actúa como una droga y los despoja de su juicio.
—No importa, ¿cuánto quieres por él? —El efecto de la voz de Poe hasta le quita la paciencia a Amadeus.
—No quiero... —Eris va a negarse otra vez, con la sensatez encandilada. Pero entonces, Verne se levanta rápido de la silla y se acerca al micrófono. Él mismo toca la tecla y le habla a ella:
—Eris, debes aceptar. Es la misión por la que fuiste. Realmente no va a quedarse con Poe. Solo queremos atraparlo.
De algún modo funciona. Apenas escucha a Verne, algo despierta en Eris, lo veo claro en la pantalla. El brillo del juicio vuelve a encenderse en sus ojos, y ella recuerda por qué está ahí.
—Me refiero a que no puedes comprarlo por un bajo precio como siempre quieres —corrige astutamente el error que ha cometido antes, aunque ese deje de desazón por lo que implica la misión con respecto a Poe no se va de su semblante—. No quiero poco.
—Pon el precio que desees entonces, porque lo quiero. —Amadeus se levanta del sofá. Con sus ojos aun clavados en el espectáculo que es Poe, alza una mano hace un gesto diferente. El tipo que estuvo parado en la entrada sin hacer nada llega corriendo hasta la mesa. Amadeus le da una orden clara—: Pagale a Eris lo que desee y mándalo a él a la habitación.
—¿Pero no íbamos a...? —Creo que intenta recordarle que se iban a llevar a Eris. Pero Amadeus lo interrumpe:
—Pagale a Eris y llévalo a mi habitación. Ya.
El tipo asiente y Amadeus sale del área privada, en todo momento viendo a Poe cantar.
La cara que le queda a Eris... bueno, ella es consciente de la intención de Amadeus al pedir que lleven a Poe a su habitación, y tengo la impresión de que le preocupó, le asusta y le disgusta, todo al mismo tiempo.
Pero tiene que quedarse callada y proceder a lo siguiente con el guardia de Amadeus: pactar el precio y recibir el dinero.
Justo en cuanto eso se concreta (Eris pide una suma grande como le han indicado), Poe termina su acto. Sus labios por fin se cierran y queda esbozada su característica sonrisa bribona tras el micrófono.
Todo mundo en el club permanece suspendido por un momento, sin reacción alguna, solo contemplándolo.
Y luego estallan en aplausos y silbidos, eufóricos de fascinación, seducidos, víctimas de un enamoramiento imprevisto, deslumbrador, encantado. ¿Quién es este tipo? ¿Por qué su voz es tan sensual? ¿Por qué él se percibe tan sensual? Cada pregunta se refleja en sus maravillados rostros.
Poe hace una reverencia y, altivo y satisfecho, baja de la plataforma.
Es hora de ir con Amadeus.
Si descubre que todo es un plan, estoy segura de que va a matarlo.
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