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9 - Parte 1


*ADVERTENCIA*: mención de drogas. Proceder con discreción. 

Nota especial: quiero dedicarle este capítulo a Katy, una linda, fiel e increíble lectora que tuve y que lamentablemente murió. Una de sus amigas me escribió contándome la historia y la verdad es que me puso muy triste. Katy amaba mis libros, y sé que era muy amada por su familia. Este capítulo de Damián, un libro que ella quería mucho, va para ella con todo mi amor. Katy, siempre serás recordada, y yo siempre estaré agradecida de que fueras mi lectora y siempre me sentiré honrada de que hayas elegido una de mis historias. Espero estés descansando en paz.  


El siguiente en la pirámide de la muerte: Amadeus


¿Por qué Damián temblaría cerca de mí?

Me lo pregunté toda la noche, y no dormí casi nada porque traté de darle una respuesta, aunque fue difícil.

A ver, es obvio que él no podría tenerme miedo, así que «por temor» queda descartado.

Tampoco siendo más fuerte, más alto y capaz de matar a cualquiera, se pondría nervioso cerca de una chica, así que eso también lo descarto.

Quizás... ¿por frío?

¿O es que en esta dimensión es de las personas que tiemblan inconscientemente por algún problema del sistema nervioso?

¿O no tembló en lo absoluto y yo lo imaginé?

Le di vueltas hasta que pude dormirme, pero fue una pobre media hora porque luego amaneció.

Esta mañana hace algo de frío en las profundidades, y descubro que durante lo poquito que dormí Eris entró a mi habitación y me dejó más ropa, así que escojo la más abrigada posible, aunque solo es una camisa con mangas tres cuartos.

Mientras me la pongo no puedo evitar pensar en el momento de la noche en el que Damián se quedó mirando mi escote, el cómo la atmosfera se tornó extraña a nuestro alrededor y cómo dos contradictorias emociones me confundieron...

Pero sacudo la cabeza, porque, ¿por qué pensaría en eso? No fue nada. Además, él es inhumano y cruel. No debo volver a parecer vulnerable ante sus ojos. Lo de tratarlo de la misma forma que él a mí y ser desafiante volvió a funcionar, así que lo seguiré aplicando.

Cuando estoy lista, quien aparece para guiarme al comedor es Eris. Todos entonces nos encontramos reunidos de nuevo en la gran mesa de madera. Damián está mirando un periódico que debe de ser el de Asfil (quizás para encontrar información que se pierden por vivir escondidos). No nos presta atención. En cambio, yo si me fijo en que hoy no lleva su chaqueta de cuero, sino una camisa negra mangas cortas y unos pantalones grises oscuro, con sus botas trenzadas.

Igual a la primera vez, Poe ha escogido la silla que queda justo frente al Verne enmascarado, y mientras esperamos la comida otra vez no le quita la vista de encima. Sentado con el codo apoyado en la mesa y los gráciles dedos en la barbilla, solo lo observa con fijeza, pensativo.

Tengo la impresión de que está en el mismo nivel de intriga que yo estoy con el asunto del temblor de Damián, nada más que en su caso sin parar de intentar darle una explicación al porqué de la máscara.

—Poe, ¿dormiste bien? —Eris le pregunta a la vez que toma asiento, sin mirar a nadie más que no sea a él con esos ojos embriagados de atracción. Una sonrisita traviesa surca sus labios—. Aquí abajo puede hacer demasiado frío, ¿sabes? Hay que tener una cobija gruesa o... algo que dé calor...

Pero es tanto el ensimismamiento de Poe que ni la oye. Sin entenderlo, ella sigue la dirección de la mirada de Poe hasta su punto final: el enmascarado. Ahí se da cuenta de que Verne tiene su total atención.

Una expresión de extrañeza tiñe el rostro de Eris, como un insonoro: «¿eh?».

—Poe. —Ella repite su nombre para hacerlo despertar.

—Sí, sí dormí bien; no tuve nada de frío —dice Poe con cierta indiferencia. Bueno, sí la escuchó, pero, ¿quiso ignorarla?

A ver, yo me siento incómoda con el hecho de que aquí haya una Eris exacta a la que nos traicionó. Admito que el solo verla me afecta. Aunque con ella no pierdo los estribos y no se me tuerce la realidad, puedo notar que me pasa algo similar a lo que siento al ver a un Damián idéntico al otro. Algo se remueve en mí con molestia, dolor y aversión.

Pero Poe ha dicho que lo que a él le molesta es que esta Eris lo desee con obviedad. En ese caso, ¿no está exagerando al ser tan frío con ella?

Bueno, igual, ¿qué voy a saber yo sobre eso? No creo que a Poe le guste siquiera que yo intente descifrar sus actitudes.

Tate aparece con el desayuno. Esta vez son panqueques con miel para todos, y no hay manera de que tengan carne humana, por lo que no vuelvo a pasar la vergüenza de tener que vomitar, así que me quedo sentada, disfrutando de ellos en cada bocado con verdadera hambre.

—Poe, hay algunas cosas que debes saber sobre el plan de esta noche —Tate va a decirle apenas se sienta, pero Poe alza una mano en una señal de: «para», luego mueve el dedo índice en negación:

—Tú mismo lo has dicho, es el plan de esta noche, así que dejémoslo para su momento. —Entonces él finalmente le habla a Verne a la vez que toma sus cubiertos, listo para empezar a comer—: ¿Cuánto tiempo llevas ocultando tu cara? —le pregunta. Tiene una sonrisa abstraída, de que está navegando por un relajado mar de pensamientos sobre ese asunto, por lo que cualquier otra cosa es insignificante.

No parece que el Verne enmascarado, que está cortando sus panqueques, le vaya a contestar, pero tras un momento lo dice con su voz baja:

—Mucho.

—¿Y por qué? ¿Qué tienes ahí? —Poe entorna un poco los ojos felinos, divertido.

—Si estás tan intrigado, tengo un rostro y eso es suficiente. —Es la respuesta de Verne, tan suave y serena que a la vez suena algo cortante.

Poe emite una risilla.

—Pero es que no tiene sentido —confiesa por fin lo que ha estado pensando—. Al menos yo no se lo encuentro. —Hace un elegante movimiento de la mano, señalando su cara—. Soy hermoso. Somos hermosos, y nos gusta que vean que lo somos. ¿Sabes la satisfacción que eso produce? —Poe suspira hondo, como si por su mente pasara la respuesta y fuera deliciosa y ensoñadora—: Diría que es... inigualable. Empezando por ver la admiración en la mirada de alguien cuando se encuentra con la inusual transparencia de los iris de mis ojos; siguiendo por cómo se impresionan porque nunca han visto nada igual y cómo esos mismos pensamientos casi se reflejan en sus pupilas: «es tan alto... su cabello es tan dorado... sus facciones tan perfectas... su olor tan embriagador...» y sienten algo nuevo, desconocido, pero fuerte, una atracción que no entienden, que no pueden explicar, pero que hace emerger sus más profundos y oscuros deseos, los más perversos, pecaminosos, retorcidos, sucios, escandalosos. Deseos reprimidos, ocultos, que nunca pero nunca podrían contarle a nadie, pero que les tientan hasta hacerles arder la piel. —Mientras lo explica, los ojos de Poe están absortos con un brillo que por alguna razón encuentro parecido al del placer erótico, como si lo que él siente al poder influir en las personas equivaliera a una experiencia sexual, en cierto punto al éxtasis, o incluso a algo superior. Finalmente ladea la cabeza, demasiado curioso—. ¿Por qué tú te privas de ello?

—Porque contrario a lo que crees, tú y yo no somos iguales —replica Verne, inconmovible a pesar de esas palabras.

Sigue llamando mi atención que hasta la forma en la que come es cohibida. Hace delicados cortes a los panqueques y con una elegancia natural se los lleva al agujero de la tela en su boca. Nada es apresurado en él. Es como un suave soplo de viento en todos los aspectos, exageradamente contrario a la tormenta que es Poe.

—Sí lo somos. —Poe lo contradice, negando con la cabeza, y con un dramatismo divertido se pone una mano sobre el corazón—. Lo siento aquí y...

—¿No sientes más bien que eres imprudente? —lo interrumpe Verne.

Me suena algo áspero el comentario, como si él no estuviera muy de acuerdo con la conversación que Poe está provocando.

Pero Poe alza la barbilla y extiende la sonrisa.

—La imprudencia a veces es solo exceso de curiosidad, y tú me tienes muy curioso. —Niega él con la cabeza.

Aunque la opinión de Verne es distinta:

—La imprudencia es solo imprudencia.

De nuevo a mí me suena algo cortante, pero Poe se ríe, tranquilo.

—Muy bien, nunca pensé poder ser tan misterioso, pero tú me demuestras que sí, y eso me agrada. —Pasea la vista sobre todos con suficiencia—. Ya puedo decir que en esta dimensión soy el más genial de todos, lo cual no me sorprende. —Termina posándola en Verne de nuevo, y le guiña un ojo—. Siempre supe que el fetiche de las máscaras también me va, no me has decepcionado ni un poco.

Pero no estoy malinterpretando la situación. Sí hay algo en la conversación que a Verne no le gusta, por eso suelta sus cubiertos y rebate a las palabras de Poe con un:

—En cambio a mí me parece que no hay nada más en tu cabeza que no sean comentarios sexuales. ¿Es lo único que eres?, porque eso sí es decepcionante.

Dicho eso se levanta de la mesa y se va, dejando atrás el desayuno.

Yo... quedo anonadada. ¿Qué acaba de pasar? Aunque me parece que peor ha quedado Poe. Lo veo congelado, con su sonrisa solidificada y los ojos fijos en el asiento vacío que Verne ha dejado de imprevisto.

—Bueno, hay mañanas en las que no me despierto de buen humor... —Pestañea tras unos segundos en un claro intento de disimular que eso lo ha tomado por sorpresa, o quizás afectado un poco. Y sé que es de disimularlo porque creo advertir que sus comisuras quieren perder fuerza, pero la sostiene, y él mantiene su ánimo característico.

Aunque esto no ha sido indiferente para todos. Todos lo hemos escuchado. Tate y Archie comparten una mirada incómoda, tal vez tan perdidos como yo sobre qué pasó. Sin embargo, una persona en específico captó la situación mejor que nadie.

—No contaste con que le caerías mal a tu otra versión, ¿no? —habla Damián, aun con la apática atención fija en su periódico. Aunque queda implícito que la pregunta es para Poe.

—No le caigo mal. —Resopla él.

Como cosa extraña, me parece que la comisura derecha de Damián reprime una pequeña y maliciosa sonrisa, algo que por alguna razón yo interpreto como un «já, eso crees tú...».

Y pienso que tiene razón. No creo que Poe haya contado con caerle mal a sí mismo.

O que un Poe Verne pudiera ser tan diferente...

—Ignóralo. —Eris interviene con un gesto de desinterés. ¿Tratando de explicarle a Poe por qué ha pasado lo que ha pasado?—. Verne es así. No le gusta hablar con nadie, si estás en una habitación con él apenas notas que existe, es como si no tuviera personalidad o vida. —Se estremece en lo que parece un escalofrío, y entiendo que no, que en realidad está dando su opinión de él, y que es una que tiene una ligera nota de aborrecimiento—. A veces supera los límites de lo aceptablemente raro.

Se hace un silencio en la mesa por un momento.

Hasta que Poe carraspea la garganta, se repone como si lo de Verne no hubiera pasado, y vuelve a mover sus cubiertos para comer.

—Bueno, bueno, ¿y cuándo empezarán a ayudarnos con nuestro asunto? —Lanza la pregunta, refiriéndose a lo de regresar a donde pertenecemos.

—Como dijimos, eso lo haremos después de que tú nos ayudes con lo de Amadeus —le responde Tate—. Probaremos cuan confiables son ustedes si la misión es un éxito.

—¿Y si no lo es? —Poe entorna los ojos, travieso y juguetón.

—¿Por qué no lo sería? —Tate lo mira con algo de desconcierto.

Poe se encoge de hombros y curva la boca hacia abajo en uno de esos gestos elegantemente atrevidos de él.

—No lo sé, muchas cosas pueden salir mal en una misión, lo digo por experiencia...

—Nada tiene que salir mal si haces bien tu trabajo —le dice Tate, sin entenderlo.

—Bueno, es que alguien dijo que soy inferior y no sé qué... —comenta Poe, balanceando la cabeza, como si jugara con las palabras. Sus dudas son falsas y dramáticas—. ¿Y si lo hago mal?

Entonces es Damián quien se lo aclara, lóbrego:

—No volverán a su dimensión.

—Uh, ¿es una amenaza, chico oscurito? —Poe solo deja la cabeza ladeada y sonríe con picardía.

—Es un hecho —responde Damián con indiferencia, aun con la vista en su periódico.

Paso a masticar lento porque me pregunto si en caso de que la misión falle nos encerrará o nos matará o qué...

Por su parte, Poe emite una risita, muy tranquilo, nada intimidado.

—Tú en verdad no crees que yo pueda lograrlo, ¿cierto? —le pregunta a Damián. Parece muy entretenido con todo.

Damián no le dice nada, pero hasta yo siento su silencio como una confirmación. Para Poe, en cambio, esa desconfianza y carencia de creencia en él parece muy entretenida. Incluso aparece algo en su mirada, no lo sé, un brillo travieso pero a la vez vivo de una manera inexplicable, como si algo se acabara de encender dentro de su alma bribona y la estuviera haciendo bailar con pillería.

—Bien, hagamos algo. —Poe se inclina hacia adelante en la mesa; sus engañosos ojos grises clavados en Damián—: Un trato. Si cumplo con la misión exitosamente, me dirás qué hay debajo de la máscara de tu amigo Verne.

Damián sigue leyendo su periódico.

—No hago juegos estúpidos —se niega, seco. Aunque la boca vuelve a traicionar a Archie, escupiendo cosas con una rapidez que delata que no las piensa:

—¡Qué divertido, pero él no puede decirte lo que hay porque tampoco lo sabe! ¡Nadie lo sabe!

Damián la aniquila con los ojos de tal manera que hasta parece un ultimátum: «si sueltas algo de nuevo, voy a arrancarte la lengua con mi cuchillo».

Poe no pierde el espíritu competitivo.

—Entonces aún mejor: si cumplo la misión con éxito, vas a retractarte de lo que dijiste sobre mí —propone, y sus pupilas arden con una llama algo sombría, que delata que esto en realidad se ha quedado hincado en él silenciosamente y que ha esperado el momento perfecto para cobrarlo. Lo especifica—: eso de que soy débil e inferior.

Damián devuelve la vista a su periódico, aburrido, y niega con la cabeza a la vez que lo afinca con una lentitud apática:

—No. Juegos. Estúpidos.

—¿Por qué? —Poe ahora apoya el codo en la mesa y la barbilla en su mano, y lo canturrea—. ¿Te da miedo perder?

—No me dan ganas en lo absoluto —zanja Damián.

Poe piensa por un momento...

Luego alza las cejas y amplía la sonrisa de guasón por el arribo de una idea.

—A ver, a ver, ¿y si lo hago más interesante? —vuelve a proponer—. Además de retractarte, el que pierda le deberá un favor al otro.

—¿Crees que soy así de estúpido como para pactar algo contigo? —Damián resopla. Pero Poe completa la otra parte, inesperadamente:

—Incluso si ese favor es matar a Padme.

Damián por fin aparta la vista del periódico para ponerla con interés en Poe. Archie, Eris y Tate se ven sorprendidos, deteniendo sus bocados a medio camino. Yo por mi parte suelto mis cubiertos y me levanto de la silla de sopetón apenas lo oigo.

—¡¿Qué?! —chillo, indignada y muy mal tomada por sorpresa. Paso la vista de uno a otro—. ¡No, ¿cómo se les ocurre?! ¡No pueden apostar nada que me incluya, no es...!

—Hecho. —Escucho a Damián decir de repente.

¡¿Qué?! Me le quedo mirando solo a él de golpe, perpleja. Lo que me devuelve son sus ojos fríos, indescifrables, en los que no puedo encontrar la respuesta al porqué ha aceptado y por qué tan rápido. Pero claro, es algo que él amaría, ¿no? Verme muerta.

Pues quiero refutar, negarme, prohibirle que haga algo que me inmiscuya ya que no tiene derecho a apostar nada sobre mí y mucho menos algo así, pero estoy tan atónita que termino solo por soltárselo en reclamo a Poe, que es quien ha propuesto eso:

—¡Poe! ¿¡Qué demonios te pasa?!

—Ay por favor, Padme, relájate. ­—Poe hace un gesto de indiferencia con la mano, todavía sonriente—. Este tipo de apuestas sobre matar a otros son muy comunes para los Novenos. —Hace como que se lo susurra a todos los presentes en la mesa—: Aún metida en este mundo, ella todavía desconoce muchas cosas. —Después vuelve a mí—. Lo hacemos todo el tiempo.

—Oye, pero eso de matarla no suena muy bien... —comenta Eris. Me da la impresión de que por unos segundos no sabe si es juego o verdad.

Poe no ayuda a su confusión.

—No te preocupes, a Padme no le molestará en realidad —miente, y lo pronuncia de tal manera que suena como un chiste para los demás, pero como una pulla cruel para mí—: También le gustan los juegos sobre muerte. Así que no va a enojarse. Si lo hace solo pierde el tiempo.

Pero sí, si estoy enojada, tanto que aprieto un puño.

—Poe Verne... —pronuncio su nombre entre dientes, preparada para también aplicar la de «chica dura» con él y prohibirle usarme en su juego. Pero él gira la cabeza hacia mí y me interrumpe:

—¿Qué? —Suena un poco sombrío a la vez que entorna los ojos. La sonrisa se le transforma en una mueca amarga—. ¿Vas a detenerme de algún modo, Padme? —Peor todavía, me reta sin parecer que me reta, porque es de una forma que solo yo puedo entender—: ¿Quieres decir algo sobre mí? Porque yo también puedo decir cosas sobre ti.

Me deja fría. No me caben dudas de que estoy viendo al Poe Verne más diabólico que existe. Su parte más maligna, cruel, vengativa. El Poe al que hay que temerle, y que me gané de enemigo en el instante en el que clavé la daga.

Esto es parte de su venganza. Si creí que me mataría a sangre fría, sin piedad, me equivoqué por mucho. Se asegurará de que yo sufra antes de eso. Se asegurará de que yo sufra como él está sufriendo internamente.

Aunque no sabe que yo ya sufro lo suficiente.

Nuestras miradas chispean algo inentendible para los demás, de su parte un: «anda, di algo, que yo diré algo peor: le confesaré a todos lo que le hiciste a Damián».

Hasta que no me queda de otra que volverme a sentar. Lentamente, con un sabor amargo en la boca y el estómago revuelto de incomodidad, voy recuperando mi postura anterior, ya sin hambre, sin ganas de nada más que poder hacer algo que sé que no puedo hacer: defenderme.

«Estás respetando su dolor, Padme. Por eso no eres capaz de decirle nada. Sabes que mataste a Damián porque era un monstruo, pero recuerdas que también fue su amigo, y no quieres matar eso. Pero, ¿en verdad tienes que ser así de sensible?».

—¿Cosas como qué? —pregunta Archie, pestañeando.

Está flotando un aire muy raro en el comedor. Todos están confundidos, y Damián está peligrosamente intrigado. Siento que puede decir: «sí, ¿qué puedes decir sobre ella? ¿algo que les dé peso a mis sospechas y confirme que hay que eliminarla?».

Y puede hacerlo.

Pero Poe aparta la atención de mí y vuelve a su actitud descarada normal.

—Lo cierto es que no tengo nada que decir sobre ella además de que es muy dulce y especial, por eso la incluimos en la manada —se ríe, por supuesto, mintiendo sobre lo que opina de mí—. Además, Padme, rara vez alguien termina muerto, así que tranquila —añade para mi "calma". Luego se frota las manos, cambiando el tema—. Bueno, bueno, entonces necesitaré algunas cosas para cumplir la misión de esta noche. ¿Podrían conseguírmelas?

Eris alza la mano de inmediato, entusiasmada.

—¡Yo te hago el favor! —Tras pronunciar eso, y ser consciente de cómo ha sonado, afila la sonrisa con picardía—. Todos los que quieras. Cuando quieras.

Sé que Poe esperó que alguien más se ofreciera, no ella, porque al escucharla prácticamente entregándose a él de nuevo, otra vez se le ha quedado congelada la sonrisa y le tiembla ligeramente el labio superior. Un tic que delata el cómo Eris altera sus nervios.

Bueno... creo que ella se va a esforzar mucho por acercarse a él.

Y que él se va a esforzar por mantenerla lejos.

No imagino lo mal que va a terminar eso.

Aunque pareciera que no importa la dimensión, todo siempre termina peor para mí.

*****

Llega la noche y Poe y Eris deben irse a la misión de seducir/atrapar a Amadeus.

Y creo que no llegué a considerar por completo lo bien armado que podía estar todo el plan de matar a la manada que persigue a Damián hasta que lo veo con mis propios ojos:

Así como tienen una sala de estrategias, que es donde están los planos y la pirámide de fotos, también tienen una sala de monitoreo.

Cuando entro en ella (porque Archie me trae), Damián está presente, sentado en una de las sillas. Tiene la espalda recostada en el espaldar, el codo apoyado en el reposabrazos y mira las pantallas. En esta ocasión tampoco me presta atención, lo cual es demasiado familiar para mí. El otro Damián apenas me veía cuando estábamos en un mismo lugar.

Me enfoco entonces en la sala. Es del mismo tamaño que la de estrategias, pero está llena de pantallas. Archie me explica que algunas muestran imágenes en vivo de las afueras del refugio, es decir secciones del bosque de Asfil en donde ellos instalaron cámaras de seguridad.

Otras pantallas permiten vigilar los accesos del refugio, que están todavía más protegidos pues tienen sensores que se activan y avisan si alguien se acerca.

Está todo bien asegurado, organizado y armado para que si alguien se encuentra muy cerca de descubrir el refugio ellos se enteren de inmediato.

—Nos turnamos para vigilar —me aclara Archie, sentándose en una de las sillas frente al panel de pantallas al igual que Damián—. Pero es tan aburrido... —Se sincera con respecto a la guardia—. Una vez le pregunté a Damián si podía ver algo más en una de las pantallas. Solo mira nada más, hay siete. Bien podrías ver un programa en una y vigilar en otra. Pero dijo que no, como siempre —resopla.

Damián no reacciona a ser expuesto. Archie se sobresalta, cambiando de una emoción a otra con una rapidez perturbadora.

—¡Ah, pero Padme, tenemos que esperar a que Eris y Poe estén listos! ¡Siéntate si quieres!

Lo voy a hacer por reacción automática, por eso de que cuando te dicen que te puedes sentar solo te sientas y ya, pero resulta que la silla que tengo en frente es la que está junto a Damián.

Y casualmente cuando pongo una mano sobre el espaldar para apartarla, él decide estirar las piernas, así que monta sus grandes botas sobre ella.

No me mira, pero es un claro y odioso: «no quiero que te sientes a mi lado».

Me deja cortada por un momento. ¿A que así serán las cosas? ¿Nos empeñaremos en marcar el desagrado del uno hacia el otro?

Bien. Decido solo quedarme parada, aunque sin olvidar ni esto ni el hecho de que aceptó el estúpido trato con Poe. Sobre lo cual... ¿debería tener miedo? Siento que sí, pero ya estoy llena de miedos. No sé ni cómo albergar tantos. Supongo que mi única esperanza es que Poe gane para que no sea Damián quien le pida matarme.

Aunque... creo que no importa quien gane o pierda, es doble pérdida para mí.

Me pregunto si puedo evitar de alguna manera la venganza de Poe. Solo que la verdadera pregunta es: ¿quiero evitarla?

¿O es que en el fondo, muy en lo profundo, sientes que debes ser castigada por lo que hiciste y por eso te quedas callada, Padme?

Sacudo la cabeza, alejando los indicios de la vocecita.

Eris no tarda demasiado en aparecer.

—¡Por fin llegó el momento, estaba muy ansiosa! —Es lo primero que dice apenas entra en la sala de monitoreo—. ¿Qué tal me veo? —Nos pregunta, exhibiéndose a sí misma con cada paso—. Me puse este vestido que nadie podría ignorar. Y cuando digo nadie es porque nadie, nunca, lo ha hecho —añade, guiñándome un ojo. Claramente se refiere a que Poe no podrá pasarla por alto.

Debo admitir que tiene razón. Sí que destaca en ese vestido negro con mangas largas, cuello alto y que le llega hasta los muslos. Me hace pensar que nunca fui consciente a plenitud de su belleza hasta que caí aquí. ¿Tal vez porque en mi dimensión nunca se interesó por su aspecto? ¿O porque su personalidad seca y dura hacía que su físico se viese igual?

No lo sé, pero en esta dimensión ella brilla. Su pelo rojo es más rojo, sus ojos verdes más verdes, su piel pecosa más pecosa, y su aura intimidante está más acentuada, haciéndola ver más alta y enérgica. Hace que todo lo demás parezca pequeño, simple.

—¡Te ves hermosa, eres como una preciosa gangrena! —exclama Archie, alzando pulgares en aprobación a su ropa.

—¿Gangrena? —Eris se pone una mano en la cintura y enarca una ceja.

—¡Sí, sí! —Archie asiente rápidamente—. Esos tonos rojizos, negros, violetas de la piel muerta son preciosísimos y estás toda hecha de esos colores...

—Ya, ya. —Eris la interrumpe, negando con la cabeza como si no tuviera remedio—. Gracias, Archie, sí. —Aparta la atención de Archie y entonces se acerca a mí. Me toma de los hombros, ignorando mi espacio personal. —¿Sabes algo, Padme? Las cosas eran demasiado aburridas aquí antes de que ustedes llegaran —me dice. Es demasiado extraño para mí cómo sus ojos arden de felicidad al decir eso—. Todo era escondernos, planear, en mi caso salir de aquí, investigar, vigilar, volver, pero ahora... ¡Ahora voy en una misión con el amor de mi vida llamado Poe...!

—¡...Verne! —Archie completa el nombre en una risita traviesa, como si fuera demasiado divertido y no hubiera que olvidar el detalle de que su apellido es el mismo que el del miembro de su manada.

Pero por un momento se va el entusiasmo de la cara de Eris y hace una mueca de desagrado. Me parece que a ella no le gusta la idea de que Poe y Verne sean el mismo. No lo ve así, y no quiere. Me queda más claro porque carraspea la garganta:

—Solo será Poe para mí. —Y luego vuelve a sonreír, encantada por la misión.

Recuerdo cuando en la mesa habló sobre cómo es Verne, y el tinte despectivo en su voz. Sumado a esto me hace pensar: ¿es que a Eris le desagrada el Verne enmascarado?

—¡Bueno, ¿y en dónde está Poe?! —Eris no puede esperar más o estallará de ansias—. ¡¿Por qué tarda tanto?!

Justo hace acto de presencia, como si solo hubiera estado esperando a ser demasiado deseado por alguien, y... Eris se queda boquiabierta.

Viene acompañado por Tate, y vestido de una forma que no me esperé. Sospecho que esa ropa es lo que pidió que le consiguieran: una camisa blanca de mangas largas que se abotona en frente, lo cual le permite tener desabrochados tres botones a la altura del pecho; sobre ella un chaleco negro; un pantalón también negro perfectamente ceñido en las caderas y que le llega a la altura de los tobillos; unos guantes de cuero oscuro; sus zapatos de punta con los que llegó a esta dimensión, y como toque final un sombrero estilo fedora color negro también.

No estoy muy segura de por qué el sombrero, pero es Poe, no vale la pena ni cuestionárselo.

En fin, se ve bastante bien, y casi brilla de pulcritud. ¿Está como para seducir a alguien? Siempre, pero justo ahora muchísimo más, tanto que Damián presiente lo mismo que yo estoy presintiendo.

—No puedes llamar la atención —le advierte, estricto—, de ninguna manera.

—Ya se lo dije, debe de ser discreto para que nadie se pregunte de dónde salió —concuerda Tate, delatando que mientras venían le estuvo dando instrucciones a Poe—. La idea es que solo le interese a Amadeus. Es lo que hay que lograr a toda costa.

Poe esboza una sonrisa de labios pegados que aunque quiere dar una impresión ejemplar y de chico obediente, a mí me crea cierta desconfianza.

—Entendido —asiente, y le agrega un pícaro guiño de ojo—: Como tú mismo lo dices: cumplir la misión a toda costa.

—Yo no creo que haya algún problema, porque ambos lucimos muy bien para la ocasión, ¿no crees? —Eris se acerca unos pasos a Poe, deteniéndose frente a él.

Como ha dicho que se puso ese vestido que nadie podría ignorar, sé que su intención es mostrarse para que la admire. Y sí que la admira. Poe repara en ella, no como si no la hubiera visto en la sala, sino como si no la hubiera visto a detalle, y de forma inevitable sus ojos de un gris casi transparente bajan desde su cara maquillada hasta el escote de su vestido y luego a ver cómo este se le ciñe en la cintura y revela sus piernas.

No quedan dudas de que ella capta su total atención, tal y como quería. Pequeños gestos en su cara, como la forma en la que aprieta su perfecta mandíbula y la fijeza que mantiene en su figura, que por un momento hace que se arqueen sus cejas rubias, delatan que es plenamente consciente de lo hermosa y sensual que se ve.

Hasta me atrevería a sospechar que por un instante su aspecto rompe la cúpula que Poe ha estructurado entre ellos, y entra a donde el verdadero Poe, ese incapaz de resistirse a tratar de conquistar a una belleza, a unos pechos, a unas buenas piernas, a unos labios rojos, está resguardado.

Pero es por unos pocos segundos. La fijación, la admiración que le causa, no dura nada. O al menos así se ve, porque Poe aparta la mirada, mostrando solo una indiferencia fría hacia ella.

—Muy bien, ¿ya tengo el micrófono y la cámara? —Le pregunta a Tate, recuperando su sonrisa entusiasmada para él.

Eris se queda de piedra por un momento, como si le hubieran echado un balde de agua helada encima. Luego se devuelve hasta detenerse a mi lado.

—No lo entiendo... ¿por qué nada funciona? —La oigo susurrar, algo confundida.

Yo hago como que no me he dado cuenta de nada.

—Sí, de acuerdo, yo mismo instalé todo en sus ropas —asiente Tate a la pregunta de Poe y se inclina hacia el teclado de la laptop con la que controlan las pantallas—. Los veremos desde aquí.

Teclea, mueve el cursor y tras un momento aparecen dos nuevas imágenes que nos muestran a nosotros mismos en esa sala, ya que eso es lo que transmiten las cámaras en el vestido de Eris y en la camisa de Poe.

Me impresiona porque no hay absolutamente nada que haga sospechar que pueden tener cámaras. Deben de ser diminutas.

—Entonces repasemos por última vez lo que pasará, ya que Poe no me dejó explicárselo esta mañana. —Tate se gira hacia ellos de nuevo—: Primero, Eris, le ofrecerás a Amadeus un trato por Poe. Recibe el dinero que te dé, como una transacción normal. —Pasa a girarse hacia Poe—: Poe, Amadeus es un hombre fuerte y con mucha resistencia. No es fácil pelear contra él o intentar derribarlo, así que consideramos que la única forma en la que se le puede debilitar es utilizando algún tipo de estupefaciente. —Tate se mete una mano al bolsillo y saca dos cosas: una bolsa transparente que tiene dentro un pañuelo blanco, y otra bolsa que es mucho más pequeña y oscura. Se las muestra a Poe—. Lo único que Eris pudo conseguir fue esto: escopolamina —le revela lo que contienen a pesar de sus diferentes presentaciones.

—Aunque el tipo que me la vendió la llamó de una forma graciosa: «burundanga». —Eris soltó una risita.

—Bueno, tienes dos opciones para usarla cuando estés a solas con él. —Alza la bolsa en la que está metido el pañuelo—. Impregnada en este pañuelo, es decir que necesitas ponerla en contacto con las fosas nasales de Amadeus y tener especial cuidado de no tocarla tú con tus manos desnudas, ya que el más mínimo roce con el producto con el que está humedecido hará que pierdas la consciencia. —Luego alza la bolsita oscura—. O en polvo, es decir que necesitarías echarla en alguna bebida. El problema es que estamos seguros de que Amadeus no beberá nada que le ofrezcan, ni siquiera uno de sus sumisos. Sería más difícil en ese caso.

Poe contempla las dos opciones, divertidamente pensativo.

Piensa...

Piensa...

Piensa...

—Me quedo con el pañuelo. —Toma la bolsa de la mano de Tate con su mano enguantada y se la guarda en el bolsillo.

En este momento llega Verne a la sala y maquinalmente solo toma asiento en la silla junto a Damián. No dice por qué ha tardado ni nada. Solo me fijo en que Poe lo sigue con la mirada chispeando una curiosidad todavía más intensa que en la mesa del desayuno.

Sospecho que las palabras que tuvieron solo han hecho que el interés de Poe por su secreto crezca.

Se me hace curioso que a mí me pasó algo parecido y no terminó nada bien...

—De acuerdo, entonces está todo listo —suspira Tate, paseando la vista por la Eris lista y el Poe listo para irse, y por sobre los demás que, frente a las pantallas, serán espectadores de lo que sucederá. Entonces él procede a tomar asiento frente a la laptop y el micrófono, y lo anuncia—: Misión "atrapar a Amadeus": iniciada.  

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Yo sé que muchxs están como: Poeee pero por qué eres asi con Padmeeee. Pero esta trama entre ellos se debe construir, ya que son diferentes dolores, diferentes reacciones y diferentes personajes y puntos de vista. Tengan paciencia y esperen que las cositas pasen ;) 

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