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7 - Parte 2


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No estoy muerta, pero lo parezco.

Es la primera vez que me veo en un espejo desde... ¿el día de la Cacería en la mansión Hanson? Sí.

Tan solo hace un minuto me he metido en el baño de la habitación con la toalla dada por Eris, me he desnudado y me he parado frente al lavabo.

He quedado en un shock trémulo, porque la imagen que encontré es... espantosa. No solo contribuye a la percepción de que puedo estar loca, sino que también me hace desagradable a cualquier primer vistazo:

Mis ojeras hundidas y violetas. Mi cabello oscuro con frizz y despeinado. Mi piel algo opaca, como si estuviera enferma. Y me veo más delgada. Un poco más y comenzaré a parecer un cadáver.

Pero lo peor es mi mirada. Luzco exhausta de pensar, de vivir, de existir. No es el cansancio que podría reflejarse en alguien que ha trajinado durante un largo viaje o que ha dormido poco. Es un cansancio de cuerpo y de alma.

Alzo una mano de dedos temblorosos y me la llevo a la mejilla. Parpadeo, atónita, y hasta admito que entiendo por qué Damián me vio vulnerable, como alguien para intimidar.

Primero, porque parezco... desvalida, patética, una miserable y pobre criatura víctima de horribles infortunios.

Segundo, porque mostré debilidad al no hacer nada cuando me acorraló.

Y eso tiene que ser, porque, por ejemplo, a Poe no le ha gritado o lo ha acorralado o interrogado. A él no lo ha acusado como a mí. Sé que es porque en cierto modo lo debe de ver a su mismo nivel, ya que sigue siendo un Noveno. Por el contrario, a mí, la presa, me ve como la fácil de asustar.

¿Será que al conocerme se le ha despertado la misma necesidad que la del Damián de mi dimensión de usarme para saciar su hambre de miedo?

Ah, pero fue diferente en un momento. Uno solo, hace un rato atrás cuando él entró a la habitación y me interrogó. Primero, mis nervios y el temor automático que quedó en mí por todo lo vivido con el otro Damián me hicieron actuar como siempre: la sumisa que responde a todas sus preguntas.

Pero de pronto tuve el arranque de enfrentarlo, y cuando lo hice, no pudo más conmigo. Fue muy distinto, él se fue. Y se sintió... increíble.

Se me ocurre de golpe. Solo me viene. ¿Y si eso es lo que debo hacer en todo momento? ¿Y si... por primera vez...? ¿Y si por primera vez arrincono a la fuerza mis temores y lo trato como si ambos fuéramos de naturalezas iguales?

En estos momentos es como si el miedo se resistiera a abandonarme, pero, ¿y si lo fuerzo todo? ¿Y si tuerzo mi personalidad de la misma forma que se me está torciendo la realidad?

¿Y si me convierto finalmente en una Novena?

No para matar, porque sigo teniendo claro que no le haría daño a personas inocentes, sino para que parezca que ninguna naturaleza superior o inferior nos hace diferentes, y que Damián deje de sentir que puede intimidarme.

¿Serviría? ¿Acaso de esa forma en esta dimensión lograría lo que no logré en la otra: evitar que el monstruo juegue conmigo?

—¡Padmeee! —El grito de Eris al otro lado de la puerta me hace sobresaltarme frente al espejo del lavabo—. ¡Te esperamos para cenar en diez minutos!

Me aparto de mi reflejo y me ducho rápido. Me pongo la ropa que Eris escogió para mí, y solo cuando la tengo puesta es que soy inquietamente consciente de cómo me queda.

Es una camisa de tirantes color vinotinto que se ciñe al cuerpo y deja un escote. No es pronunciado. No es vulgar, es discreto, pero en lo justo para insinuar que tengo unos pechos moderados. Yo diría que causa curiosidad, y es algo sensual.

¿Esto es lo más neutro en el closet de Eris?

Definitivamente no es mi estilo, pero no puedo ponerme exigente.

Los jeans me quedan algo holgados en las piernas, pero justos en las caderas, y al menos con ellos sí me siento cómoda. Por último, me ha prestado unas converse.

Listo. No sé cómo me veo, pero estoy seca y limpia, y eso es lo que importa.

—¡Quién diría que podías ser un desastre tan lindo! —opina Eris apenas salgo, satisfecha con mi aspecto y la ropa.

Nos vamos a cenar y tardamos casi un minuto en llegar por todos los pasillos.

Apenas entramos en lo que es el comedor, lo primero en lo que me fijo es en la gran mesa de madera ubicada en el centro. Es vieja, se nota, pero su madera es gruesa y todavía pulida en ciertas partes. Es de unos doce asientos, ideal para que coman bastantes personas, aunque solo Damián, Verne, Archie y Poe (el de mi dimensión) están sentados allí. Hay cubiertos y platos ya puestos.

—¡Padme, ven, siéntate aquí! —exclama Archie con entusiasmo al verme. Me señala la silla junto a ella que a la vez está junto a la de Poe y que, a la misma vez, queda frente al asiento de Damián.

Él se encuentra mirando con suma concentración un gran papel que parece un plano. No es el mismo de la habitación de los libros que parecía de Asfil. Este es otro.

Bueno, no deseo sentarme frente a él, pero para no ser grosera con Archie (quien honestamente me causa inquietud y a quien en definitiva no quiero alterar), voy hacia la silla que ella desea para mí.

Al caminar me fijo por unos segundos en Poe, que también se ha bañado porque tiene el rubio cabello húmedo y desenfadado, y ahora lleva una camisa negra y unos jeans que no son de su estilo lujoso y de diseñador. Tiene el codo apoyado en el reposabrazos de la silla, la mejilla apoyada contra los nudillos y su vista está anclada en el Verne de esta dimensión, o bueno, en su máscara, ya que lo tiene sentado en frente. Sus labios están alzados en una sonrisa discreta, y parece estar cavilando.

¿Tal vez tratando de entender qué hay tras la máscara?

—¿Cómo vas a comer? Vas a tener que quitarte la máscara —le dice Poe, confirmando mis sospechas.

El Verne está tan tieso que podría pasar por un maniquí. No hace nada. No responde. No sé ni a dónde está mirando.

—¡La ropa te queda increíble, y está muy limpia! —Archie me halaga mientras descorro mi silla.

—Claro, si la escogí yo. —Eris se atribuye el "éxito" a barbilla alzada, y a la vez que se sienta al otro lado de Archie, con una sonrisa pícara, se lo pregunta solo a Poe—: ¿Tú qué piensas, rubio precioso, lo hice bien?

Poe sale con desinterés de sus pensamientos.

—Sí, sí, ahora hasta parece viva —opina con un gesto indiferente de la mano, sin quitarle la vista a Verne.

Al sentarme pillo el momento exacto en el que Eris nota la atención que Poe le tiene puesta a Verne, y eso la hace fruncir ligeramente las cejas en dirección al enmascarado.

Pero luego se reacomoda en su silla y vuelve a su postura insinuante y divertida.

—Bueno, ¿y tú qué opinas, Damián? —la pelirroja le pregunta inesperadamente—. ¿Cómo se ve Padme ahora?

¡¿Por qué ha preguntado eso?! Inevitablemente miro a Damián, y entonces experimento un incómodo déjà Vu, porque a la mente me viene el recuerdo de aquella vez que cambié mi estilo para lucir como una Novena y él ni siquiera me miró.

Precisamente la Eris de mi dimensión me ayudó en esa ocasión...

Bueno, aquí Damián tampoco me mira ni de reojo. Solo frunce un poco las cejas, pero ignora por completo la pregunta de Eris y mantiene la atención en su plano.

Cada similitud de este Damián con el otro es peor...

—Qué odioso —resopla Eris con un giro de ojos.

Pero, ¿qué importa si me mira o no?

—¡Muy bien, ya vine! —Tate aparece animadamente en el comedor, sosteniendo con guantes de cocina una bandeja tapada y humeante. Lleva puesto un delantal azul que lo hace desencajar en todo este ambiente subterráneo y Noveno porque da más la imagen de un chico dulce de familia.

Y empiezo a notar que así mismo es, que Tate es el que cocina para todos, se preocupa y cuida.

—Damián, nada de tácticas y planes en la mesa, por favor, ya lo hemos hablado —lo regaña Tate suavemente mientras que se inclina para poner la bandeja en el centro de la mesa.

Damián suspira con fastidio y cierra el plano. Lo deja sobre la silla vacía que está a su otro lado.

—Los viernes es noche de la cena favorita de Verne —explica Tate para los que no sabemos cómo son sus... digamos agendas hogareñas. Luego, sin más, levanta la tapa y con orgullo muestra lo que ha cocinado—. ¡Corte de carne en salsa de vino y champiñón!

Tanto Poe como yo nos sorprendemos, pero no por la misma razón y no de la misma manera. Los ojos grises de Poe se iluminan con un asombro fascinado; los míos con un asombro espeluznado.

—No puede ser —dice Poe, impresionado, pasando la vista desde la bandeja al Verne enmascarado con su puntiaguda y casi vampírica sonrisa—. ¡También es mi cena favorita! Aunque, claro, mi versión tiene algo especial y es que la carne es...

—¿Humana? —completa Tate, lanzándose a adivinarlo. Poe asiente, y él se lo confirma—: Esta también. Así es la favorita de Verne.

Yo ya lo supuse. Por eso mi sorpresa no fue buena. Haber visto todos aquellos trozos humanos colgados en el pueblo me dejó en claro que en este Asfil comer carne humana es muy normal.

—¿Lo ves? —le pregunta Poe al Verne enmascarado, deleitado por tal coincidencia—. Todo sigue indicando que somos el mismo.

—Disculpa, Tate, yo no... —intento decirle, porque por supuesto que esta no es ni por cerca mi comida favorita. Pero Tate se apresura a hacerme una señal de pausa con la mano:

—Lo sé, Padme, no lo olvidé, así que también preparé algo diferente.

Se pierde de nuevo hacia lo que debe ser la cocina, prometiendo que hay algo para mí.

—¡Yo quiero comer ya! —Archie está ansiosa, mirando la bandeja con el hambre destellando en sus grandes ojos tras las gafas.

En verdad, la carne y la salsa de champiñones lucen increíbles, como la perfecta preparación de un chef. No hay diferencia visual con un platillo normal, pero yo sé lo que es, sé de dónde viene, y por eso el solo contemplarlo me revuelve el estómago.

Tate regresa rápido y pone un plato frente a mí en la mesa.

—Espaguetis —los presenta con tal amabilidad que entiendo que los ha preparado con placer—. Normales. Nada de carne, solo salsa. —Después se endereza y anuncia para todos—: ¡Listo, a comer!

Va a sentarse frente a Archie, y todos comienzan a servirse. Tanto Poe como yo estamos atentos a la misma cosa: ¿cómo comerá el Verne enmascarado? La idea de que se quite la máscara nos llena de expectativa.

¿Lo hará?

Sí, de hecho, se la quita.

Solo que no es como esperamos.

Verne se saca la máscara y la deja sobre la mesa, a un lado de su plato. Por supuesto que tampoco vemos su rostro, ni siquiera sus ojos, porque usa una tela negra (similar a un pasamontaña, aunque no lo es precisamente) que le cubre el cabello, el cuello, la cara y solo tiene una abertura en la boca por donde puede comer.

Lo único que alcanzamos a ver son sus labios delgados y rosáceos, que sí se parecen muchísimo a los de Poe, aunque es difícil de distinguir bien...

Bueno, hoy no será el momento en el que nos revele qué es lo que esconde.

Yo entonces tomo mi tenedor y miro mi plato. Trago saliva. Okey, sí, los espaguetis parecen bastante comunes, el problema es que el asco ya está atorado en mi garganta por el simple conocimiento de lo que todos están a punto de llevar a sus bocas.

—Es increíble que todos aquí coman carne humana. —Poe, por su lado, está feliz mientras pasa a servir trozos de carne y salsa en su plato—. En nuestra dimensión está muy mal visto. —Gira los ojos, divertido—. Es ilegal y todo eso. Pero es doble moral. ¿Comerse a los animales sí está bien, pero a una persona está mal? Ambos son seres vivos, ¿no? Como sea, eso de asignar valor por razas es cuestión de la absurda autoimpuesta supremacía del hombre.

—No es algo bueno para las presas —comenta Archie. Ya está comiendo su carne con las manos, con tanta ansia que parece que lleva meses sin alimentarse, aunque estoy segura de que no es así—, pero aquí no es ilegal.

—Poe, en cuanto a tu misión de mañana, te pondremos una cámara y llevarás un micrófono en el oído para ayudarte a desenvolverte con mayor facilidad en el lugar a donde vas. —Tate pasa a ese tema de repente. Me fijo en que él está comiendo la carne, y que Damián también. En mi dimensión, Tatiana no era Novena. Entonces, ¿aquí Tate sí lo es?

Y según recuerdo, a Damián no le gustaba la carne humana. ¿Aquí sí?

Pero no voy a preguntarlo. Lo único en lo que pienso ahora es: ¿cómo me como esto si tengo unas nauseas terribles? Podría tener una arcada...

—Uhh, muy de doble agente. —Poe se muestra juguetonamente entusiasmado con la idea, y hace uno de sus comentarios que nadie espera oír—: He tenido fantasías así. —Lo visualiza en un coqueto ronroneo—: Decir: Soy Poe, Poe Verne.

De forma muy adecuada, Tate ignora eso.

—Igual no correrás riesgo de perderte porque irás con Eris —le revela.

El bocado que Poe está llevando a su boca, se detiene, y toda su cara cambia de la divertida ensoñación al más puro estupor.

—¿Qué? —emite, obviamente queriendo que le digan que ha oído mal.

Yo intento enrollar los espaguetis en el tenedor, de disimular la expresión de incomodidad y de contener una arcada, todo al mismo tiempo.

«La salsa es tan roja que me recuerda a la sangre...».

Eris emite una risa en su lugar, tentada.

—Yo también he tenido fantasías así. —Ella imita a Poe, demostrando que está más que deseosa de que tengan esa experiencia juntos, y lo visualiza también—: Decir: soy Eris, Eris Hanson.

Pero Poe niega con desconcierto, bajando el tenedor al plato.

—Pero, ¿por qué iré con ella? ¿No se supone que ustedes no pueden salir de aquí? —pregunta.

Yo alzo mi tenedor lentamente. Debo llevármelo a la boca. Vuelvo a tragar saliva.

—Eris es la hija del alcalde de Asfil. —Eso lo confiesa el Verne enmascarado—. Nadie sabe que forma parte de nuestra manada o que tiene relación alguna con nosotros, ni siquiera su padre. Él también nos busca, pero la posición de Eris como su hija le da el privilegio de no ser investigada o seguida, así que no tiene que estar escondida. Va y viene, averigua cosas para nosotros, investiga gente. Es nuestra conexión con lo que pasa afuera. Por eso te vio en la feria de Asfil.

Poe hace un asentimiento lento, con un gesto irónico que por supuesto que solo yo distingo.

—El alcalde es su padre y ella les sirve de doble agente, eh. —Me mira mientras lo procesa—. Qué curioso.

Esta revelación me hace caer en cuenta de por qué Damián le dijo a ella: «¿En verdad pensaste en las circunstancias bajo las que nos encontramos? ¿Esas por las que tanto tú como yo tenemos que hacer lo que hacemos?».

Porque Eris desempeña un doble papel. Tiene que engañar a su padre. Pero, ¿es el mismo Hanson que conocemos? ¿Ese que en nuestra dimensión convirtió su mansión en toda una cacería contra nosotros? Entonces aquí es el alcalde del pueblo, y ella vivió toda su vida con él.

¿Pero esto significa que aquí Eris no está de su lado sino en su contra? ¿Por qué?

Como sea, es una Novena ante los ojos de Asfil, y una Cazadora de Novenos debajo de sus tierras.

No me equivoqué al percibir que ella puede cambiar fácilmente de personalidad. Es lo que hace todos los días, y resulta más que irónico, es casi una burla al hecho de que en nuestra dimensión también vivió una doble vida, y que al final nos traicionó.

¿Cómo puede confiar en ella? ¿Y si aquí termina por hacer lo mismo?

Dios, debo llevarme el bocado de espaguetis a la boca pero a mis oídos llega el sonido de Archie masticando la carne y se me está haciendo más difícil contener la arcada...

—Conozco bien el lugar al que iremos —alardea Eris, y le guiña el ojo a Poe—. Soy la perfecta compañera para ti.

Pero ya Poe se ha puesto medio de mal humor. Su sonrisa de comodín ha desaparecido y está cortando la carne con una seriedad que, de conocerlo bien, asusta.

—¿Cómo es la relación con tu padre si le mientes siendo parte de unos cazadores de Novenos? —le pregunta Poe a ella, directo. Tal vez ellos no van a notarlo, pero yo sí capto la desconfianza con la que va su interés—. Si se puede saber.

Por supuesto, a Eris le encanta que esté formando una conversación con ella. Va a responderle, pero Damián habla antes:

—No revelamos nada personal. —Su voz es como el filo de una cuchilla, cortante y precisa—. Apenas los conocemos.

Eris gira los ojos, pero asiente. Se lleva mal con Damián, pero ya estoy notando que a veces le obedece.

Cada vez él parece más el líder, aunque el asiento de la cabecera de la mesa, en donde debe de ir la persona más importante, está vacío, y él ocupa uno de los laterales.

Poe le sonríe a Damián, aceptando su orden, y entonces se fija en lo mismo que yo. Señala su plato con el cuchillo, muy elegantemente.

—¿Te gusta la carne humana? —le pregunta con curiosidad—. ¿O eso también es muy personal como para responder?

—La estoy comiendo, ¿no? —Es su sarcástica respuesta.

«Vamos, Padme, alguien notará que no has comido nada. Solo ponlo en tu boca. Hazlo. Ya».

Solo meto el bocado de espagueti en mi boca, sin respirar, sin pensar.

—Al Damián de mi dimensión no le gusta —le revela Poe a Damián con una risita que, por desgracia, suena muy nostálgica—. Él dice que es demasiado inferior e inmunda como para considerarla comestible.

Tate suelta un risa suave y niega con la cabeza.

—Vamos, Damián, di la verdad —lo anima.

Intento masticar, mirando a todos para comprobar que nadie me está observando de vuelta. Pero veo la carne en los platos, las bocas masticando, a Archie con toda la boca sucia, y me viene una arcada más fuerte.

Me cubro la boca para contenerla.

«¡Trágalo, Padme, trágalo!».

—¿Cuál verdad? —Poe también lo invita a decirla con un tonillo cantarín.

—No hay ninguna verdad —Damián quiere cortarla.

Pero a Archie se le escapa por él, vociferándolo:

—¡A él tampoco le gusta, pero tenemos un trato de que si Damián come carne humana un día, nosotros también comeremos carne normal un día! ¡Y él propuso ese trato!

Aferro una mano al borde de la mesa.

«Mastica. Traga. No puedes vomitar. No es sangre, son espaguetis normales».

Damián deja los cubiertos y mira a Archie de forma fulminante. Ella abre mucho los ojos y baja su cara a su comida para seguir en lo suyo.

—Ah, entonces son muchísimo más iguales de lo que ya parece —comenta Poe con deleite, como si estuviera hablando de un delicioso pan en un mostrador.

Damián está molesto por la intromisión de Archie, pero entorna los ojos, con la vista fija en Poe.

—Bien, ya que sabes algo nuevo, yo también quiero saber algo —le dice, y sin que ninguno de los dos nos lo esperemos, lanza la pregunta—: ¿Cómo es que terminaron solo ustedes dos aquí? ¿En dónde estaba su Damián la noche de esa Cacería que no huyó con ustedes?

Yo no puedo más. Me levanto de golpe de la silla con la mano contra la boca, y salgo corriendo de ahí a vomitar.

Lo peor es que como no me sé ningún camino, termino haciéndolo en el pasillo por el que Eris y yo entramos.

Todos en el comedor me oyen...

*****

«¿De dónde saliste...?

¿Oigo una voz a lo lejos?

«Tengo la sensación de que hiciste algo muy malo...».

¿Estoy siendo arrastrada...?

Esa noche estoy durmiendo en la habitación que me otorgaron cuando de pronto alguien me pone una mano contra la boca y me retiene un brazo. Recostada en el colchón me despierto de golpe, asustada y alerta, sintiendo que estoy siendo aprehendida.

En la oscuridad de la habitación, veo una oscura figura inclinada sobre mí.

—No grites —me ordena.


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