6
Los cazadores que cazan a los cazadores
—No vamos a sedarlos ni a atarlos esta vez. Si es verdad que quieren que los ayudemos, tienen la oportunidad de seguirme tranquilamente. Si por el contrario intentan algo como huir o atacarnos, les aseguro que no van a lograr salir de aquí —nos advierte Tate, alternando la mirada entre ambos—. ¿Están de acuerdo?
Desplazo mi mirada hacia Poe, pues antes ha dicho que lo deje encargarse de la situación porque tiene un plan, solo que no estoy segura de si se trata de obedecer o correr como locos.
Pero él asiente, indicando que obedezcamos.
—Muy bien, vengan conmigo. —Aunque antes de emprender la marcha, la atención de Tate vuelve a detenerse un momento en Poe, un poco entornada y al parecer algo desconfiada, porque a pesar de que habla en plural, es como si se lo enfatizara a él—: Les daré la espalda confiando en ustedes.
Poe de inmediato alza las manos como quien suelta el arma para entregarse a la justicia.
—Sé que eso es un gesto bastante serio para un Noveno, así que no tengo la intención de atreverme a hacer nada —asegura con ese brillo de diablillo en los ojos y su afilada sonrisa de colmillos marcados.
Solo que como las sonrisas de Poe siempre se ven malévolamente juguetonas, como si él fuera parte de una baraja de cartas andante que al voltearse revelaría al comodín, no sé si lo dice en serio o no.
No tengo idea, pero empezamos a seguir a Tate hacia la salida, y voy atenta a todo. Por una parte, a si Poe hace algo que nos cueste la vida, y por otro lado al camino que vamos recorriendo, porque no me esperé que el lugar en el que nos encontramos fuera así.
Entiendo totalmente el por qué Tate dijo: «no van a lograr salir de aquí». El sitio es como un laberinto con ramificaciones de caminos que resultarían enredados para quien no conoce el lugar. Por ejemplo, nosotros vamos por un pasillo y cada diez pasos hay cruces hacia otros.
Además, es subterráneo. Lo sé porque se siente así, y porque las paredes y el techo son de una piedra oscura y lisa.
Pero Tate no se confunde. Nos va llevando a través de ellos, cruzando a veces en la izquierda y a veces en la derecha.
Por suerte, al cabo de un momento se va poniendo menos siniestro y menos encerrado. De repente subimos unas escaleras de piedra y aparecemos en una sala amplia. Podría decirse que funciona como una sala de estar, en donde, a pesar de seguir siendo todo de piedra, el techo es más alto y las decoraciones son de un minimalismo moderno. Y no soy la única en apreciarlo.
—Ah, me gusta el minimalismo —comenta Poe, admirando todo con interés, como si esto fuera un paseo por un museo y no nuestro desfile hacia una posible muerte—. Me desentonan un poco las paredes. —Hace un gesto con la mano de "más o menos"—. Pero lo demás está muy bien decorado. ¿Puedo saber de quién es tan exquisito gusto?
—Pues gracias, y es mío —responde Tate con una sonrisa que tiene un tinte de sorpresa. Me da la impresión de que jamás esperó que alguien fuera a elogiarlo por eso—. Nadie aquí se molestaría en decorar nada porque nunca nos quedamos demasiado tiempo en un solo lugar, pero debo admitir que yo lo hago en todos con lo poco que puedo conseguir. Así pasemos unos tres días, me gusta poner algo que le quite lo deprimente al lugar. Aunque este es el sitio en el que hemos pasado más tiempo, por eso tiene más cosas.
—¿Están constantemente cambiando de ubicación dentro de Asfil por eso de que los quieren matar? Eris lo mencionó —me atrevo a preguntar yo.
En parte porque ya sé que Tate es la versión de Tatiana de esta dimensión, y al igual que ella, su vibra es tranquila, amigable y cálida. No causa miedo como Damián, desconfianza como Eris o un misterio perturbador como el Verne enmascarado, por lo que no me siento amenazada o desconfiada de comunicarme con él.
De hecho, recuerdo a Tatiana como una amiga pues en varias ocasiones me ayudó a sentirme un poquito menos desencajada en la manada. Después de todo, ella nunca fue Novena, sino que se metió a ese mundo por su amor a Archie. Un caso... más o menos similar al mío. (Menos feo, mejor dicho, ya que ella misma lo eligió).
Al final, en la mansión, ella cometió una especie de traición. Pero descubro que no le tengo ningún tipo de resentimiento. Lo hizo para proteger a Archie, su prioridad.
Y su alma gemela. Lo sé porque incluso en esta dimensión están juntos. Aún con los papeles invertidos, parece que se aman.
Ahora me pregunto... ¿qué habrá pasado con ella luego de esa noche...?
—Sí, es justo por eso —responde Tate a mi pregunta mientras vamos caminando ahora por un nuevo pasillo que, por falta de bombillas, está algo oscuro—. Suelen descubrir muy rápido en dónde estamos. Aunque como dije, hemos pasado bastante tiempo en este lugar, y no sabemos si es suerte o algo raro... —Eso último lo dice como si fuera más un pensamiento para sí mismo que una respuesta.
Mm, ¿algo raro?
—Pero, ¿por qué quieren matarlos? —Tengo esa curiosidad desde que Eris lo soltó—. Es decir, dijeron que aquí todos se mataban entre sí, pero me pareció que es que tienen algo específico contra ustedes.
Solo que el oír la respuesta a eso queda en segundo plano porque al fondo del pasillo hay una puerta que está abierta unos milímetros, y unas voces susurrantes que vienen del interior se oyen inevitablemente mientras nos acercamos. Al parecer, están discutiendo:
—No está por ninguna parte. Fui a comprobarlo. ¿Y entonces de casualidad ella aparece? Está fingiendo. —Oigo decir a la que reconozco como la obstinada voz de Damián.
Al instante sé que está hablando de mí.
—No puedes estar seguro de que no encontraste lo que buscabas porque esté aquí. —La otra voz, frágil como el murmullo de las hojas en una brisa suave, es la del Verne enmascarado.
—Está mintiendo, Verne —insiste Damián, otra vez pronunciando las palabras con un desdén despiadado que no comprendo—. No sé cómo es que estás siguiendo esto, pero yo no haré lo mismo. Me da asco el simple hecho de estar en el mismo lugar que ella.
Una incomodidad visceral me revuelve las tripas. ¿Cómo es que puede decir esas cosas sobre mí si no me conoce? ¿Por qué lo hace de esa forma tan horrible?
—Sé lo que te pido, pero no será por mucho tiempo.
—Ella los está engañando. Olvida eso. Ustedes tienen que irse de aquí ahora que hay tiempo.
—¿Y si nos vamos qué harás? —Esa inesperada pregunta también se cuela por la puerta con una claridad que me impacta—. ¿La matarás?
Unos aprensivos hilos de hielo me envuelven el cuerpo. De pronto no quiero seguir avanzando hacia el final del pasillo, sino huir de la respuesta.
Pero es tarde. Ahora Tate carraspea la garganta con fuerza en lo que entiendo que es un aviso para que los que están tras la puerta sepan que llegamos (y que paren esa conversación), y con su mano nos señala el interior con cordialidad.
No me queda de otra que entrar junto a Poe, aunque lo hago tragándome los nervios.
Apenas ponemos el pie adentro, no podemos evitar recorrer con mirada curiosa esa nueva sala, porque está abarrotada de cosas. Todos los pasillos anteriores estuvieron vacíos y con pocas decoraciones, pero aquí es todo lo contrario. Hay varios libreros llenos de libros de aspecto antiguo, y el resto de libros que no caben en ellos, están apilados por todas las esquinas.
También está situada una gran mesa de madera en el centro con muchos papeles encima, otros libros abiertos y algo que parece un gran mapa extendido para analizar. (¿Tal vez un mapa de Asfil?).
Finalmente, en la pared del fondo está colgada una gran pizarra. Pienso que es igual a una pizarra policial, porque tiene fotos colgadas en una posición que forma una pirámide, hilos que conectan palabras que no me detengo a leer por ahora, y algunas preguntas encerradas en óvalos.
Otra cosa curiosa es que algunas de las fotografías de la pirámide están tachadas con una equis roja.
Es todo tan raro. Se siente como... una sala de tácticas.
Y bueno, efectivamente se encuentran los que estaban teniendo la conversación, Damián y Verne, pero también Eris. Ella está recargada en una de las paredes con los brazos cruzados. Hasta en esa pose relajada su aura es sensual y sugestiva.
En cuanto a Verne y Damián, se hallan sentados en unas de las sillas, solo que Damián tiene las piernas y las rústicas botas trenzadas sobre la mesa, una encima de la otra, y los brazos cruzados. Sus cejas fruncidas marcan sus ojos apáticos, y delatan que está molesto. Ni siquiera nos mira.
Pero yo, por el contrario, no puedo evitar mirarlo. A pesar del mal sabor que me han dejado sus palabras despectivas sobre mí, de la tortuosa condena que siento que representa en mi vida, no puedo ignorarlo porque su presencia destaca de forma irónica en el lugar, ya que entre todo el desorden, él es un elemento de perfección.
Mechones de cabello azabache perfectos sobre la frente. Piel perfectamente blanca. Facciones cinceladas a perfecta precisión. Una belleza siniestra.
Siempre, cruelmente perfecto.
—Honorables hombres. —Poe se apresura a tomar la palabra antes de que cualquiera lo haga. Todas ponen su atención en él. Su sonrisa sigue estampada en su cara, como si parte de su estrategia fuera el mantener su modo encantador activado cuanto fuera posible—. Antes de que procedan con su decisión, que de seguro será la adecuada, permítanme decirles que entiendo perfectamente que es difícil creer algo como lo que Padme y yo estamos asegurando. De hecho, si unos desconocidos aparecieran diciéndome lo mismo yo tampoco les creería, los consideraría una amenaza y los mataría sin chistar. Pero si me permiten, quisiéramos solicitar otra oportunidad. Esta vez no es nada indecoroso, lo prometo. Verán, Padme vio...
—Les creemos —lo interrumpe el Verne enmascarado de forma inesperada.
Tanto Poe como yo quedamos atónitos. Creo que por un momento incluso dudamos de haber oído bien.
—¿Qué? —emiten los labios de él en sincronización con mi pensamiento. Sí, ¿qué?
—Que les creemos lo que dicen sobre de dónde vienen —aclara ese al que decido llamar solo Verne a partir de ahora para no confundirme.
Seguimos enajenados. De nuevo compartimos una mirada, porque... ¿así tan... fácil? Un rato atrás (no tengo ni idea de los lapsos de tiempo) nos tenían atados, dudando de nuestras palabras e intenciones.
¿Ahora no?
—Es cierto lo que dices —agrega el Verne enmascarado ante nuestra evidente perplejidad, con esa voz baja y suave que solo me hace tener la impresión de que si él pudiera vivir bajo una piedra, lejos de cualquier persona, lo haría—. Algo acerca de provenir de otra dimensión no es fácil de creer. Lo más lógico al escuchar algo así sería tomarlo como una burla, y si un Noveno desconocido llegara a nuestro refugio asegurando eso, algo aún más lógico sería matarlo, que es lo que Damián propone sin contemplación. Sin embargo, tienen dos ventajas. —Me señala a mí—: La primera es su olor de presa, que es genuino, algo en extremo raro. —Luego señala a Poe—: Y la segunda es tu olor.
—¿Mi olor? —Poe hunde un poco las cejas en una mezcla entre confusión y gracia. Me parece que piensa que una mención a la forma en la que huele solo puede implicar algo nada serio—. ¿Qué tiene mi olor? Es decir, pasaron muchas cosas antes de llegar aquí. —Lo enumera con los elegantes dedos—: Estuve en una Cacería, un accidente, aunque luego me cayó la lluvia y me limpió un poco, por lo que pude quedar algo remojado, pero les aseguro que esta piel jamás va a expedir ningún hedor purulento. Solo denme una bañera, unos minutos y...
—Hueles débil —lo interrumpe Damián. Así. Seco. Directo.
Eso deja congelada la expresión de gracia y la boca parlanchina de Poe.
—Mis disculpas, ¿qué? —Es lo que suelta, pestañeando.
Eris le dirige una mirada de reproche a Damián desde su lugar.
—No es así, insensible —le reclama. Luego vuelve su atención al Poe congelado, y suaviza su voz, como si para ella él mereciera el trato más sutil del mundo—: Significa que tú, rubio precioso, eres un Noveno diferente a nosotros. Por tu olor podemos percibir que tu naturaleza es algo...
—Inferior. —Damián vuelve a interrumpir.
—Distinta —corrige Eris, sonriéndole a Poe—. Y es algo inusual, o mejor dicho...
—Patético. —Otra vez Damián lo completa.
Los ojos de Eris saltan hacia él, precisos como flechas, con un destello fulminante, de entrada al enfado. Siento que es capaz de ponerse tan roja como su cabello.
—Estás molestándome mucho el día de hoy —le suelta ella a Damián con los dientes apretados. De nuevo veo ese cambio de carácter que me causa un revoltijo de rechazo en el estómago, ya que la hace muy parecida a la Eris de mi dimensión.
—¿Para qué voy a mentir? —dice Damián con frialdad y fastidio—. Al menos le estamos haciendo saber que no se compara a nosotros.
Miro a Poe porque también me impacta lo que están diciendo sobre él. Me da la impresión de que entre Novenos podría ser algo ofensivo, por lo que creo podría molestarle o incluso dolerle...
Pero me topo con que ni le ha dolido ni lo ha ofendido, todo lo contrario, su semblante y sus ojos han pasado a brillar viendo a Damián, tan conmovido como solo podría estarlo alguien que presencia una emotiva escena.
—Aw, sus insultos suenan igual de humillantemente lindos... —susurra Poe en un hilo de voz.
...
¿Por qué no estoy sorprendida?
Aunque lo que sí estoy es desconfiada. Me estoy esforzando para que esa descontrolada paranoia que se me despierta a causa del cambio de dimensión no me domine de nuevo. Pero no puedo evitar dudar de todo este vuelco. Así que lanzo la pregunta:
—¿En verdad creen lo de la otra dimensión?
—Sí, de hecho, ya había leído sobre eso antes —me responde el Verne enmascarado, y lo encuentro como una enorme casualidad. ¿O será más bien cosa del hecho de que son el mismo?, porque Poe dijo que también leyó del asunto—. ¿Ustedes tienen una biblioteca de historia de Novenos? —inquiere antes que nada.
—Como dijimos, allá los Novenos viven escondidos —le explico—. Hay un lugar en donde se reúnen en secreto. Está en el bosque y se llama La Cabaña. Tiene un nivel donde hay libros y muchos de ellos contienen la historia de los Novenos.
Verne asiente apenas. Tiene las manos entrelazadas quietamente sobre la mesa. Si no hablara, cualquiera pensaría que es un muñeco de Halloween tamaño real.
—Aquí la biblioteca del pueblo está repleta de libros sobre nuestra naturaleza e historia —revela él tras un momento, como si los segundos anteriores hubiera estado reuniendo valor para comunicarse, algo que creo que no le gusta mucho, pero empieza a contarnos—: Hace años, cuando no tenía que vivir escondido, yo iba allí todo el tiempo. Estaba muy interesado en aprender lo que fuera posible sobre nuestras habilidades, así que leí absolutamente todo, hasta que un día no hubo más que leer. Pensé que no era posible, por lo que me metí al sótano de la biblioteca en busca de otros libros, entonces descubrí que había un almacén secreto, cerrado con seguridad. Me pareció tan sospechoso que hice lo posible para acceder a él, y lo logré. Lo que estaba resguardado allí era un libro escrito por un hombre llamado Zacarias Carson.
—¡Lo conozco! —interrumpo sus palabras sin medirme, exaltada porque el recuerdo me aborda de golpe.
Me acuerdo de él, el científico que descubrió el secreto y escribió sobre ello a escondidas. Me acuerdo de sus artículos, de sus palabras sobre la naturaleza de los Novenos y súbitamente del Hito.
El Hito, ese momento por el que pasa todo adolescente Noveno, una especie de pubertad propia de su naturaleza en donde la parte humana y la parte Novena luchan por equilibrarse. A veces lo logran, pero otras veces la parte Novena gana, se esparce por todo el cuerpo como un virus, domina la mente y la conducta de la persona produciendo un hambre voraz de muerte, y al final lo convierte en un monstruo sin conciencia, ansioso de sangre.
Lo que le pasó a Damián.
El Hito lo consumió, y a ese monstruo transformado fue que yo maté.
Un momento.
Las palabras de Poe sobre que este Damián es más adulto, llegan a mi mente, entonces busco la confirmación de eso en sus detalles, en cada línea de su (inevitablemente) atractiva cara:
De nuevo me fijo en los labios, dos líneas de un color carne normal. En su cuerpo, que aún delgado, en realidad parece un poco más fortalecido con músculos suaves; y en las ojeras que son más tenues y combinan mejor con su pálida piel. No lo hacen ver enfermo, sino naturalmente apático.
Eso. No tiene ningún rasgo que haga a uno pensar que podría estar sufriendo de algo. Más bien, su vitalidad acentúa su figura oscura, otorgándole una apariencia de poder, de que está presente, oye, decide y acciona tal cual lo haría el líder de un ejército de sombras.
Así que resulta idéntico al otro pero a la vez diferente porque esto es lo que iba a ser Damián de superar el Hito. Por eso tiene algo que hace que parezca más maduro, como que ha vivido más cosas, adquirido más conocimientos y profundizado más su enigmática existencia, porque aquí él le ganó.
Por un momento, el hecho de estarme fijando en todos sus detalles (que tanto me hipnotizaron en el pasado) me recuerda a cuando en mi habitación fantaseaba con él.
Deseando seguirlo hasta el bosque...
Deseando desesperadamente encontrar algo que me uniera a ese chico de aspecto misterioso que tanto me atraía...
Deseando que él se enamorara de mí...
Vuelvo a pensarlo. Vuelve a venir a mí, causándome un peligroso e intenso ramalazo de curiosidad:
Él tiene un secreto. Guarda algo. Y no es la verdad de ser Noveno. Es otra cosa.
De pronto Damián siente el peso de mi mirada cargada de pensamientos, por lo que sus profundas y frías pupilas se deslizan de sus botas hacia mí, y caen directo en mis ojos.
Veo hacia otro lado de inmediato, como si su mirada pudiera abrasarme la piel a fuego vivo. El deseo de alejarme de cualquier lugar en donde esté él, me retuerce el estómago, pero me mantengo quieta.
—¿Cómo que lo conoces? —me pregunta Verne ante mi prolongado silencio.
—Es decir, conozco su nombre —corrijo. También recuerdo que todo lo de Zacarias lo descubrí con Eris, pero a ella la omito porque no quiero explicar lo que hizo. Siento que no puedo hablar de eso. Así que lo cuento a mi manera—: En mi dimensión me interesé por los orígenes de los Novenos, aunque allá no es fácil dar con la información porque es muy importante que nadie descubra nada. Pero la investigación me llevó a ese hombre que descubrió el secreto y lo estudió. No recuerdo bien, pero él dio con el asunto de que hay un fallo en Asfil que causa que se abra una grieta en el bosque. La grieta sirve de entrada y salida entre dimensiones y emana una influencia mala en el pueblo. Él teorizó que por esa influencia nacen los Novenos cada nueve del nueve. Quería revelarlo todo, pero lo mataron antes ya que era una presa. ¿Aquí sucedió lo mismo?
—En parte —asiente el Verne enmascarado—. Aquí Zacarias descubrió muchas cosas sobre nuestra naturaleza. De hecho, trabajaba en la biblioteca y era uno de los hombres más importantes y sabios del pueblo. Pero no era una presa, sino un Noveno, y no se sabe quién lo mató hace dos años.
Admito que me toma muy por sorpresa. Recuerdo que él detallaba a los Novenos como monstruos a los que había que eliminar.
Irónico e impactante que aquí fuera uno...
Aunque en ambas dimensiones se dedicó a investigar lo mismo, y de nuevo lo encuentro curioso como lo de que los dos Verne leyeron lo mismo sobre las dimensiones. ¿Es algún tipo de conexión? Tal vez, aunque todo está al revés, ¿hay sucesos exactos e inevitables?
Verne continua:
—El punto es que todos sus descubrimientos estaban públicos para lectura en los pisos superiores, pero ese libro en específico estaba guardado en una caja en el sótano, como si lo hubieran escondido a propósito. Al leerlo entendí por qué. Eran los escritos de Carson en donde hablaba sobre lo mismo que acabas de decir: una grieta que se abre en el bosque de Asfil y que da paso a otras dimensiones. Y lo importante: que es más fuerte el nueve del nueve. Entonces, me parece que esto fue lo que pasó. Ustedes dos entraron conduciendo a Asfil justo cuando dieron las doce en punto del nueve. La grieta estaba tan abierta en su máxima energía e influencia que la atravesaron, y por eso terminaron aquí.
—Un momento, ¿cómo era ese libro? —Poe finalmente se une a la conversación, ya despierto de sus ensoñaciones sobre Damián—. ¿Acaso tenía tapa de cuero dorada y una gota de sangre dibujada en relieve en la portada?
—Sí, así mismo. —Asiente el Verne enmascarado.
—¡Fue el que yo leí! —exclama Poe, alternando la vista entre él y yo—. Lo encontré en una sala oculta de la cabaña mientras hurgaba. También quería algo interesante, pero no pude llevármelo para terminarlo. ¿Decía cómo podemos volver? ¿y entonces van a ayudarnos?
—No lo sé porque yo tampoco pude terminarlo —confiesa Verne—. No pude llevármelo porque estaba encadenado a una base. Lo leía allí escondido, solo que cuando volví un día, la puerta del sótano estaba doblemente asegurada y ya no me fue posible seguir entrando. Pero podemos averiguarlo todo si lo buscamos. Tal vez en él está la respuesta para que puedan regresar a su dimensión.
—Aunque, ¿por qué no consideran quedarse aquí? —interviene Eris, y a pesar de que nos ha hecho la pregunta a ambos, es obvio que va dirigida más que nada a Poe porque su atención está fija en él. En verdad lo mira como si su cuerpo estuviera hambriento de contacto con el suyo.
Pero Poe desvía los gatunos ojos grises por el comentario. Me parece que cree que el alejar su mirada de ella también podría alejar todo lo que proviene de su parte.
Niega con la cabeza.
—No, queremos volver —dice con una determinación seria—, así que estoy de acuerdo. ¿Qué tenemos que hacer para conseguir el libro?
Pienso algo extraño sobre eso. Incluso mis labios se entreabren un poco, como si mi boca quisiera decir algo que no he ordenado.
Pero... solo se va.
—Sabemos qué hacer, pero solo los ayudaremos si ustedes nos ayudan a nosotros. —Verne suelta la parte que no nos esperamos.
Porque, ¿en qué podríamos ayudarlos? Quedo intrigada, y creo que Poe también, así que voy a preguntarlo, pero antes Tate avanza hasta la pared del fondo, esa en donde está colgada la pizarra que tiene adheridas las fotos que forman una pirámide, algunas tachadas con unas "X" rojas.
Solo ahora que mi atención se queda fija en ella, descubro que dos de las fotos no se ven porque están volteadas, así que nada más se aprecia el papel fotográfico en blanco:
Una que está ubicada en la segunda línea de la pirámide.
Y la última foto, la del tope.
Tate empieza a señalar con los dedos y a explicarnos:
—Las caras que ven en estas imágenes pertenecen a los miembros de una manada que desde hace varios años ha intentado matarnos. Ellos son la razón por la que tenemos que vivir huyendo y a escondidas: porque han convertido a Asfil en una trampa mortal para nosotros.
»Ponen esas trampas cada mes, a veces cada semana, y a veces cada varios días. Son variadas y muy creativas. Han creado incendios, enviado personas, armado acertijos, escenarios falsos, puesto cámaras y drones por todas partes, etc, pero hay algo especial que hacen: dejar mensajes, y siempre dichos mensajes son para dejar en claro una cosa: que no nos dejarán en paz hasta que...
—Les entreguemos a Damián —lo revela Eris.
Así que toda su manada vive de esta forma por su culpa...
Veo a Damián en busca de una reacción de su parte, pero él sigue con la mirada obstinada fija en sus botas y los brazos cruzados. Aunque sí avisto cierta tensión en su mandíbula, y eso me hace sospechar que él está sintiendo algo con respecto a ese hecho, pero que lo contiene.
Aunque algo como que le afecte solo tendría sentido si él tuviera un ápice de empatía. Y no creo que sea así. Ya demostró que es igual al que yo conocí, tan inhumano y gélido como solo lo sería alguien que ha vendido su alma al diablo. Tan vacío como un cuerpo que se mueve mecánicamente por el motor de su oscura naturaleza.
—Sí, ellos quieren específicamente a Damián —confirma Tate—. Su propuesta es que se los entreguemos. Así liberarán al otro miembro de nuestra manada al que capturaron hace un año y nos dejará a todos vivir en paz. De lo contrario este pueblo seguirá siendo un infierno para nosotros.
Claro, Archie dijo que hay otro miembro, solo no dijo que fue capturado. Se me despierta mucho la curiosidad. ¿Quién podría ser? El que Eris pertenezca a esta manada tiene algo de sentido porque al fin y al cabo en nuestra dimensión sucedió que ella llegó a unirse.
¿Pero qué otra persona podría tener lugar con Damián y los demás? No se me ocurre ninguna.
—Han logrado todo esto porque ellos no son una manada cualquiera —continua Tate—, son la que lidera Asfil, es decir que la mayoría de los Novenos que viven aquí responden a sus deseos. Entonces, bajo sus órdenes cualquiera que nos vea debe capturarnos. De modo que para sobrevivir a todo esto nosotros...
—Nos hemos convertido en cazadores de Novenos —también lo revela Eris.
Poe se muestra genuinamente asombrado, y admito que yo también.
—¿No son Novenos que cazan presas sino Novenos que cazan Novenos? —pregunta Poe como si nunca hubiera esperado oír tal cosa.
—Exacto.
—Wow, aquí sí que está volteada la tortilla. —Emite él con una risita atónita—. En nuestra dimensión por regla no nos podemos meter con otras manadas. Solo si ocurre algo como que le robas una presa a otro Noveno se crea una guerra que puede terminar en muerte. Pero de resto podría decirse que vivimos prácticamente como "colegas".
—Tal vez es porque comparten la situación de vivir escondidos y eso de algún modo los une como raza —determina el Verne enmascarado, aunque tan bajo que casi no lo oímos.
Tate nos hace devolver la atención al tema de la pizarra, esta vez señalando la pirámide de fotos:
—Bueno, nuestros principales objetivos son estos, los miembros de esa manada, y hemos llegado a entender que no dejarán de tratar de capturar a Damián ni dejarán libre a nuestro otro miembro hasta que nosotros los matemos a ellos. Eran diez. Ya eliminamos a seis. —Señala a los tachados con equis rojas—, y faltan cuatro. Es aquí en donde necesitamos la ayuda de ustedes, pues el siguiente es este hombre al que llaman Amadeus.
En la foto del tal Amadeus, que no está tachada, se puede ver a un hombre de cabello largo y marrón hasta los hombros, piel oliva, cejas finas y una mirada inclemente de ojos ambarinos.
Lo que puedo pensar al ver esa cara es que ese hombre no conoce la palabra «piedad», que si le ruegan solo escucha con frialdad, que si lo engañan solo mata sin pensar. Tiene todo el aspecto de un vampiro, no sé por qué.
—Ah, y quieren que los ayudemos a matarlos —dice Poe, creyendo entender el punto. Luego entorna los ojos centelleantes de picardía—. Pero no entiendo por qué si acaban de decir que mi olor es débil y...
—Queremos que lo seduzcas. —Tate suelta la verdadera intención.
Por todos los.... Abro mucho los ojos, tomada por completa sorpresa. Por el contrario, por supuesto, la boca de Poe se ensancha lentamente de una forma tan afilada que permite leer muy claro lo que cruza por su perversa cabeza:
Está sucediendo la casualidad más divertida y diabólica del mundo.
—Tu olor te delata como un Noveno diferente, sí, pero tienes algo que nadie más aquí tiene —le dice Tate—. Y es que se pueden percibir en ti las mismas feromonas que las de un Androgino, y no ha habido uno en Asfil desde hace años.
—¿No? —Poe alza las cejas rubias—. ¿Por qué?
Eris se aleja de la pared en la que ha estado recargada, y con ese paso parsimonioso pero contoneante se mueve por la sala.
—Todos fueron asesinados, por lo que podríamos decir que ahora el único Andrógino en todo Asfil eres tú —le explica ella, arrastrando las palabras con una suavidad misteriosamente erótica. Mantiene la ardiente mirada fija en él—. ¿Y sabes lo que es ese poder, no? Sexualmente atraes de forma poderosa a hombres, a mujeres, a cualquier persona que posea un mínimo de líbido. Puedes hipnotizar, encantar, atrapar. Eres una tentación andante; el fruto prohibido del jardín del Edén hecho hombre.
—Ah, por favor, no hay que decir tal verdad así... —Poe hace un ademán de "modestia". Aunque su amplia sonrisa, que ahora parece narcisista y orgullosa, delata que adora la idea de ser casi la serpiente que corrompió a Eva.
Tate carraspea con fuerza la garganta para que la situación no se vaya por los caminos perversos de Eris.
—Como sea, eso te dota de un poder muy útil e incomparable —resume—, porque no nos quedan dudas de que si deseas seducir a alguien, lo lograrás en cuestión de minutos.
—Segundos —corrige Poe con un dedo alzado, aún hinchado de egocentrismo.
—Eso entonces nos puede ayudar a atrapar a Amadeus, porque no queremos matarlo de inmediato, sino sacarle información sobre en dónde tienen oculto al miembro de nuestra manada —sigue Tate, experto en su papel de expositor—. El problema es que hasta ahora ha sido el más difícil porque es astuto, inteligente y está rodeado de protección. Es el comerciante de su manada. Logra que ellos importen armas a Asfil. No se le escapa nada. Lo único que conseguimos descubrir de él fue esto: que es gay. Suele reunirse en el club del pueblo y tener encuentros allí.
—Creemos que esa podría ser una debilidad —puntualiza Eris—, porque el tiempo que pasa en el club es excesivo, y lo que dicen por ahí es que le gustan chicos diferentes cada noche. Se aburre con facilidad, quiere lo peculiar, lo perverso, lo retorcido. —Ella suspira mientras le hace el... ¿décimo repaso a Poe?, y es como un suspiro de deseo carnal contenido—. Entonces... imagina que se tope con la rareza de un Andrógino. No lo va a dejar pasar. ¿Quién lo haría?
Poe sigue sonriente por los "halagos", pero hace un gesto de pausa con las manos con intención de aminorar el ritmo de la información.
—Okey, okey, déjenme ver si entiendo... —Pasea la mirada sobre todos los presentes en la sala—. Ustedes quieren que yo vaya a ese club y seduzca a ese hombre, no lo sé, ¿y que lo lleve a algún cuarto en donde puedan atraparlo?
—Sí —afirma Tate, parado junto a la pizarra.
—¿O sea que quieren usarme como un prostituto?
—Básicamente.
Se hace un silencio en el que los ojos grises de Poe solo siguen deslizándose de uno a otro, y los demás esperan en suspenso lo que él puede decir, si aceptará o no.
Yo no necesito ni siquiera tratar de adivinarlo. Lo sé perfectamente, y siento que en verdad no saben lo que piden.
—¡Me encanta! —Poe rompe la expectativa con esa exclamación entusiasmada—. ¡Claro que sí! —Suelta una exhalación de alivio, dejando caer los hombros—. La verdad ya estaba sintiendo la incomodidad de no tentar a una presa. En este caso sería a un Noveno. —Mueve la cabeza de un lado a otro y chasquea la lengua—. Pero bueno, igual es algo, necesito descargarme.
—Pero si para eso puedes usarme a mí —ronronea Eris desde su lugar—, para cargarte, descargarte, lo que sea...
Veo el raro temblor que genera ese comentario en el labio superior de la amplia sonrisa de Poe, que extrañamente no sé si es de «ella está a punto de quebrar mis nervios y mi tolerancia» o de «estoy conteniendo demasiado mi lado perverso porque sí me la follaría».
Pero él hace como que no lo ha oído.
—Bien, ¿y cuándo haremos esto? —pregunta Poe con su expresión de diabólica felicidad.
—Mañana por la noche —indica Tate—. Amadeus está fuera de Asfil y regresa en la mañana. Irá al club a eso de las veinte horas.
—¡Ah, esto es magnífico, me verán en acción! —suspira Poe, deleitado por la fantasía de sus propias habilidades. De repente señala a Damián, como quien va a dar un aviso—. Que por cierto, solo para que sepas, en mi dimensión soy considerado uno de los Novenos más poderosos.
Damián, aún cruzado de brazos, desvía la mirada con aburrimiento. No me parece que se lo crea.
—¿Y yo en qué ayudaré? —Solo me sale la pregunta, como si fuera el peón que espera ser movido.
Incluso pienso con extrañeza un: «¿por qué...?», y creo que eso es lo que también pensé antes, cuando Poe dijo algo y se me fue...
Pero se va otra vez.
—¿Tú? No, tú no puedes salir de aquí, lindura, eres una presa. —Eris me responde con voz aterciopelada mientras niega con la cabeza—. Te olerían en segundos. Al menos Poe huele a Noveno y solo podrían considerarlo diferente. Tú eres la completa anomalía.
Me doy cuenta de lo que eso significará para mí.
—¡¿Qué?! ¡¿Tendré que quedarme... encerrada?! —suelto, tan turbada por la idea que la voz me suena algo alterada, aunque esa no es mi intención.
—No los encerraremos, solo esperarás aquí —me corrige Tate, como queriendo alivianar el asunto para que no me asuste.
Pero la idea de quedarme sola en este laberinto subterráneo no me gusta. E igual no sé muy bien por qué. No es que con Poe esté mejor. No somos los mejores amigos y nuestro equipo solo está sostenido por el hilo de ser los únicos en esa situación. Arriba con los Novenos o abajo con Poe podría ser igual, solo...
¿No se supone que tengo que ayudar también? Debo, ¿no? Sí, debo.
—No, es que Poe y yo somos un equipo y tenemos que estar juntos para poder volver... —niego con la cabeza.
—Tampoco estarás sola. —Eris llama a la calma, y otra vez se dirige a mí con una afabilidad que no consigo hacer encajar con ella—. A partir de ahora trabajaremos juntos para lograr que vuelvan a su dimensión, así que no nos veas como enemigos.
—Les daremos habitaciones a ambos para que puedan descansar esta noche —concuerda Tate, echándonos una mirada que da la impresión de que se nos nota mucho que necesitamos recostar el cuerpo en algún lugar.
Y solo gracias a eso soy consciente de lo cansada que en realidad estoy, así que sí, al menos yo lo necesito.
Bueno, diferente dimensión, sí, pero mismo hecho de que soy una presa y solo lo empeoraría todo. Así que ponerme terca solo entorpecería las cosas.
Termino por asentir con cierta resignación.
Aunque... de repente me llega una realización. Es algo tardía, pero se trata de que hay una parte de toda la conversación que no ha quedado clara y que resulta muy importante. ¿No necesitamos saberlo?
—Eh, ¿por qué esa manada quiere que les entreguen a Damián? —Hago la pregunta.
Poe también se da cuenta de que nos hemos saltado eso, y espera la respuesta tanto como yo.
Pero, ¿por qué Tate y Eris al oírme comparten la mirada entre ellos y finalmente la desvían a otro lugar? Todo con un aire extraño, misterioso...
¿Acaso no me lo dirán?
Al parecer no, porque el silencio solo se corta con el arrastre de la silla de Damián. En un segundo, él se pone en pie. Su altura proyecta una sombra siniestra bajo la luz de la bombilla mientras camina con los pasos de sus botas imponiéndose sobre el suelo de piedra.
Quiero mirar a otro lado, ignorarlo, pero es que de manera imprevista se detiene frente a mí y no me queda de otra que alzar los párpados hacia su lúgubre rostro, con un súbito nudo en el cuello.
Me encuentro con su mirada incinerándome.
Sus pupilas son el fuego, y mi reflejo se retuerce en ellos.
¿Es que va a intimidarme de nuevo? ¿Solo por preguntar? ¿O algo peor? Porque es capaz. Ya lo ha dicho. Yo le doy asco. Me detesta, y la forma en la que me está mirando solo lo confirma.
Siento otra vez ese revoltijo visceral. Pues no es el único. Yo también siento rechazo hacia él, tanto que teniéndolo en frente, la necesidad de alejarme late contra mis oídos.
«Esta vez me defenderé. Esta vez estaré en control...».
—Muévete —pronuncia él con esa voz despojada de cualquier emoción.
Solo entonces caigo en cuenta de que todo el rato estuve parada en medio de la puerta de entrada a la sala, como una piedra que estorba en medio del camino, y si no me muevo, él no puede salir.
Ah.
Fría y con la cara ardiendo de una forma incomprensible, le doy la orden a mis piernas de hacerme a un lado. Me responden con cierto temblor, pero responden al fin y al cabo.
Damián pasa de largo. Su figura corta el aire con el filo inclemente de un cuchillo. Aunque antes de dejarme completamente atrás, fosilizada, murmura algo con una nota de fastidio, y yo, por desgracia, lo escucho bien:
—Ruidosa...
Y sucede al instante en el que dice la palabra. Su figura parpadea ante mí. En un segundo es ese Damián frío que se aleja, pero al otro es el Damián con la daga clavada en el pecho, chorreando sangre, la piel de un gris mortecino, los ojos negrísimos como los de un demonio, que me apunta con el mentón y que con su pálida y retorcida boca extendida en una maligna sonrisa pronuncia lo mismo:
Ruidosa.
Se me dispara el corazón, y en los oídos, un pitido agudo me ensordece.
—¡No, aléjate! —Se me escapa un grito ahogado a la vez que me echo hacia atrás, espantada.
Mis pies se tropiezan con uno de los libros desperdigados en el suelo, y casi me caigo, pero mantengo el equilibrio de alguna manera. Alguien se preocupa, tal vez Eris o Tate, porque oigo lejanamente que me preguntan algo, pero yo aprieto los ojos, intentando borrar la imagen del Damián que ahora se ha detenido, y que me mira, sin entender qué pasa.
Solo que al abrirlos vuelve a alternar su imagen, y de nuevo está la sangre escurriendo de la tela de la camisa a la altura de su pecho, y su boca sonriente de un pálido mortecino lo repite como una sardónica burla, en mi cara, contra mi sanidad:
Ruidosa.
La pregunta de Verne hace eco en mi cabeza:
—¿Y si nos vamos qué harás? ¿La matarás?
—¡¿No es suficiente para ti lo que han dicho de las dimensiones, no?! —El grito me sale con alteración y horror.
Una mano quiere agarrarme, tal vez ayudarme porque estoy mareada, pero la manoteo, temerosa de cualquier contacto que solo se sentirá dañino como el de él. Creo que también escucho la voz de Poe diciendo que me controle, pero no puedo, porque de nuevo mi cerebro se ha desconectado de mi boca, de mi razón, y alguna parte desestabilizada de mí está ordenando una defensa contra un ataque que no se ha lanzado.
¿Es otro brote del miedo? Pero se me es imposible detenerlo:
—¡No estoy mintiendo y no estoy fingiendo, pero por alguna razón intentas e intentarás encontrar algo que te permita matarme, no?! —le suelto, respirando a bocanadas que hacen subir y bajar mi pecho. Las palabras me tiritan en los labios. Tengo las manos acalambradas. El mundo va muy rápido, es como si la habitación girara a mi alrededor, y en frente solo lo veo a él, a su figura maligna, a quien le grito, desbocada—: ¡¿Quieres una prueba entonces?! ¡¿Necesitas algo más que lo que el miembro de tu propia manada te ha dicho, Damián?! —Lo apunto con el dedo tembloroso—. Te conozco. Eres un Noveno, pero el que menos alma tiene. Eres egoísta, manipulador y mentiroso. Eres un monstruo que está muy ocupado odiando la vida como para entenderla. No hay espacio dentro de ti para nada que no sean tus propios deseos. Harías cualquier cosa solo para que el mundo gire a tu alrededor, y no te importaría acabar con la vida de cualquiera si eso sacia tu insana necesidad de dominio. —Por último, lo arrojo como si otra vez tuviera el cuchillo en la mano y lo quisiera directo en su pecho para hacerlo desaparecer—: Y tú, Damián Fox, estoy segura de que en esta dimensión también mataste a tu padre.
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¡Hola caraotas! Qué fuerte todo, bueno, este fue un capítulo de explicaciones necesarias. Ya sabemos en qué condiciones están estos Novenos, y ya sabemos por donde irá la cosa. Tengan un poco de paciencia con Padme, su mente está muy alterada y ya irá descubriendo por qué.
¿Cuál creen que es la reacción de Damián a esto que le acaba de soltar Padme?
¿Y qué piensan de la manada que acecha con trampas? Leo sus teorías ;)
Gracias siempre SIEMPRE por su paciencia
Besos de cazadora de Novenos,
Alex
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