Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

4 - Parte 1


Ustedes son nosotros

Nosotros somos ustedes


¿El cadáver se ha levantado de la tumba para perseguirme y atraparme?

¿Su fantasma ha aparecido para caminar tras mis pasos y atormentarme?

¿El psicópata ha venido para vengarse en este preciso lugar, torturarme, sacarme las vísceras, luego guardar mi cuerpo disecado en una vitrina y así asegurarse de que le pertenezco?

Esas horribles y paranóicas posibilidades se disparan en mi cabeza en el instante en el que veo su silueta enfundada en ropa enteramente oscura...

Esos desenfadados mechones de cabello azabache cayéndole sobre la pálida frente...

Esos párpados con forma de cazador y esos delgados labios cuyas comisuras pasan más tiempo rectas que expresando alguna emoción.

Y resulta inevitable. Atada a esta silla de metal, en este cuarto de cuatro paredes grises (que seguramente sirve para torturar ya que tiene manchas de sangre secas en el suelo) mi afectada percepción toma su aparición de una sola forma:

Como si se tratase de un solo Damián: el monstruo, y estuviera vivo.

¿Lo está? ¿En realidad fallé cuando clavé el cuchillo?

Por un momento no lo sé, porque mi mente sufre un impacto y seguidamente una distorsión similar a cuando no comprendí por qué la rara mujer que estaba en mi casa se parecía a mi madre pero no actuaba como ella.

El problema es que debo admitir que aquí es peor, porque el preciso hecho de que a primera vista la figura es tan igual a la que ya conocí, causa otra vez ese choque de realidades que Poe me dijo que debo controlar ya que puede llevarme a la locura.

Solo que, ¿cómo lo hago? Su fuerza es como la explosión de una granada aturdidora. Soy golpeada por unos flashes mentales que me marean y me hacen ver, superpuestas, las imágenes de este Damián y del otro, al mismo tiempo haciéndome experimentar, superpuesto también, lo que una vez llegué a sentir y lo que estoy sintiendo ahora:

El Damián del Asfil al que pertenezco entrando «aquel día» por la puerta de la cafetería: mi corazón retumbando reavivado por el deseo insano pero ardiente de acercarme a él.

El Damián de este Asfil entrando por la puerta en este momento: mi corazón retumbando también, solo que reavivado por un aterrado deseo de que no se acerque a mí, de que mantenga a kilómetros de distancia la monstruosidad y la crueldad que su aspecto representa.

Me remuevo entonces sobre la silla con el corazón martillando contra mi pecho, la piel helada, mis pulmones inspirando hondo, y con ganas de escapar a pesar de que sé que no puedo soltarme (sí, una acción ilógica, pero disparada por el miedo de que el Noveno consumido por el Hito, al que ya me enfrenté, tenga toda la intención de vengarse de mí).

¿Lo hará?

Tal vez sí. Tal vez no. Aún no lo sé, porque él entra a paso indiferente pero firme, con una mirada muerta, inexpresiva, eclipsando el ambiente a su alrededor con su intimidante e invisible coraza de gelidez que haría a cualquiera entender que es mejor no atravesarse en su camino.

Pero en cuanto se encuentra con mi presencia como rehén, sus botas trenzadas se detienen.

Sus ojos negros recorren con cada detalle mi cara, y a medida que me procesa veo aparecer una confusión y estupefacción en ellos, como cuando te encuentras un objeto fuera del lugar al que pertenece, y cuya mal posición precisamente te genera preguntas: ¿quién lo puso ahí? ¿cuándo? y en especial, ¿por qué?

Pero, ¿por qué me miraría así? No lo entiendo, aunque de golpe experimento otra cosa:

«Guarda un secreto», me viene ese pensamiento; un suave e intrigante susurro.

Aunque la intriga no dura mucho. Su mirada cambia. El breve aire de «ser tomado por sorpresa» que ha inspirado, desaparece. Las cejas a juego con su cabello azabache se fruncen, eso hace que toda su expresión se endurezca, que su mirada se cargue con una intensidad severa y...

Listo, de golpe queda convertido en ese ser oscuro de aspecto peligroso y aura amenazante que bien podría ser un demonio hecho hombre, porque supongo que en cualquier dimensión su estilo de ropa y su pelo negro desordenado (que aquí tiene un poquito más corto a los lados) siempre dirán: «Soy el chico malo que en lugar de tener una motocicleta tiene un cuchillo ensangrentado. Soy la perdición que en lugar de dirigir una pandilla de calle, dirige una manada de asesinos».

—¿Qué es esto? ¿Qué está sucediendo? —pregunta él a la vez que pasa la mirada hacia Eris y a Tate, exigiendo explicación.

Hasta la voz... Para mí es otro shock escuchar que tiene la misma pronunciación arrastrada y malhumorada, y el mismo tono algo profundo y frío, ese de que no podrías tener una conversación con él porque solo te ignoraría y se iría.

—Es lo que te vengo diciendo —le explica Tate en un suspiro, y entonces, con las cejas algo arqueadas, mirándolo expectante pero precavido como si en el fondo no supiera qué tipo de reacción va a salir de Damián después de lo siguiente, extiende la otra mano hacia mí de la misma forma que se hace para presentar a alguien. Se lo anuncia—: Ella es la chica que Eris encontró inconsciente en el bosque.

—¿Eris hizo esto? —Damián afinca más el entrecejo, pronunciando su nombre como se pronuncia el de un culpable inesperado.

Se oyen los tacones dar unos pasos hacia adelante.

—Sí, yo tengo el crédito de este gran descubrimiento, y no lo negaré a pesar de que sé lo que esa cabecita oscura tuya está pensando, Damián, porque no, obviamente no me arriesgué sin antes comprobar muy bien la situación —le dice ella. Con la barbilla en alto, los delineados párpados en una caída relajada tal cual distinguida reina del mundo y su amplia sonrisa, sí parece orgullosa de ser la responsable de mi captura—. Primero, cuando la encontré inconsciente la examiné con cuidado y parecía haber sido golpeada genuinamente, nada fingido. —Le aclara ese... ¿importante? detalle.

—Es cierto lo del golpe —coincide Tate apenas ella dice la última palabra, asintiendo vertiginosamente, aunque por su lado todavía atento a Damián con ese aire de precaución—. Yo también revisé la parte trasera de su cabeza y pude comprobar que tiene una pequeña herida con sangre real.

—Es decir que fue un ataque bien intencionado —destaca Eris, alzando un dedo.

Pestañeo. ¿Qué? ¿Así que el dolor que siento es porque me dejaron una herida?

—Luego fui con Eris al lugar en donde la encontró —sigue Tate—. Ambos inspeccionamos con cuidado el perímetro y no pillamos a nadie oculto o espiando.

—Y buscamos cámaras, micrófonos, drones, cualquier tipo de instalación o aparato eléctrico cercano —suma Eris a lo que ya me empieza a sonar como un reporte de soldados hacia un general.

—Pero no hallamos ninguna clase de equipo, pista o rastro, es decir, nada que indicara trampa o engaño —declara Tate, y tras asegurarle eso último al Damián que los sigue mirando con el ceño fruncido y una máscara de seriedad, de nuevo se nota eso de la cautela, de ir con cuidado, porque así pronuncia las próximas palabras—: Por eso, antes de que tomes una postura, debes saber que Eris únicamente trajo a la chica aquí porque ella huele a presa, lo cual...

—¿Presas entrando solas a Asfil? —El lento énfasis con el que la interrupción sale de la boca de Damián, le hace una marca absurda a lo que Tate acaba de testificar.

Tate se traga el resto de sus palabras no dichas, otra vez con un nerviosismo que llena su semblante de una preocupación que no termino de entender.

¿Es que le tiene miedo? ¿Este Damián es tan temible? Porque eso percibo, miedo a algo.

Bueno, excepto de parte de Eris. Desde que abrí los ojos ella ha demostrado no tener filtro para nada, y sigue sin transmitir la misma inquietud.

—Sí, yo también me lo pregunté: ¿olor de presa? —Es ella la que responde, como si fuera una curiosa y divertida casualidad que Damián justo soltara esa interrogante. Se pone una mano en la cintura, adoptando una postura naturalmente sensual—. Porque no te creas, en primer momento desconfié ya que sabemos que ninguna presa pisa estas zonas por su propia cuenta, así que consideré lo que es obvio que se puede pensar apenas la ves. Entonces te juro, pero te juro que por eso yo no iba a hacer nada al respecto, solo que por alguna razón cuando me acerqué y le aparté el pelo del rostro tuve la sensación, ya sabes, no, bueno, tú no sabes, pero es ese tipo de punzada que te da en el corazón de que debes hacer algo sin pensarlo mucho, y... listo decidí traerla. —Hasta los ademanes que acompañan sus elocuentes palabras tienen un aire coqueto y elegante—. El pobre Tate fue el primero en verme cuando llegué, y claro que quiso detenerme diciéndome: «¿qué demonios haces? Damián se va a enojar hasta el culo», pero yo le respondí: «ay, nada nuevo, él siempre está enojado hasta el culo y mucho más al fondo». —Ella emite una risita que nadie más comparte y que tampoco parece interesarle que sea compartida, porque la detiene tras unos segundos con disfrute—, pero, en fin, Tate quería sacarla sin que te dieras cuenta, esa es la verdad. Él se negó a ponerse de mi lado, pensando sobre todo en cómo tú ibas a reaccionar, así que tengo que confesar que presioné presionó mucho para convencerlo, diciéndole: «sé que durante toda mi vida he pedido cualquier cosa solo por capricho, pero es que esta vez no es así...».

—Eris... —Tate carraspea la garganta en un intento de que corte el cuento que se le está yendo por las ramas, porque resulta que Damián lleva cada segundo mirándola con una intensidad asesina.

Pero ella, sumida y disfrutando la fluidez de su propio relato, ni le presta atención y sigue:

—«...Yo siento aquí en mi tan deseado pecho que tenemos que ayudar a esta chica...» —Pone la mano dramáticamente encima de su busto.

—Eris... —Tate vuelve a intentarlo con disimulo, alternando la vista preocupadamente entre ella y el silencioso y expectante Damián.

—«...porque lo que experimenté al verla fue algo que jamás había sentido. Es decir, no sé cómo, pero necesité asegurarme que no le pasara nada malo» —Una brusca determinación la hace apretar los puños en alto.

—Eris, ya... —El reclamante susurro de Tate aumenta de la misma manera que la pasión que ella va poniendo en cada palabra y gesto.

—«...Así que me vi ahí, en medio del bosque, viviendo la realización de que esa chica debía venir con nosotros sin importar el riesgo que requiriera». —Ella mira a la lejanía con los ojos brillantes por la excitación de su relato, imaginando un escenario que nosotros no podemos ver—. «Y fue tan inexplicable e impactante, como si... como si...»

—Eris, déjalo...

—«¡Como si el universo mismo hubiera enviado el mensaje a mi...!»

Ya ahí el Damián cuyos ojos matarían si fueran cuchillos, finalmente le arranca la palabra con la facilidad y la dureza que tendría un líder al ver necesario intervenir porque las cosas son demasiado absurdas como para seguir escuchándolas:

—¿Intentas decirme... —Ni siquiera grita, de hecho, pronuncia la pregunta con una irónica lentitud que acalla a Eris y domina el lugar—... que en Asfil, un pueblo lleno de Novenos con hambre infinita de carne, precisamente en su bosque, una zona por donde pasan con toda la capacidad de ver hasta el más mínimo bicho que cruce, encontraste a una presa inconsciente? O para ser más específico: ¿viva? ¿Y que la trajiste aquí porque algo tan estúpido como una "corazonada" te impulsó?

Tate cierra los ojos y silenciosamente suelta aire por la boca, porque creo que acaba de suceder algo que obviamente también consideró y que yo sospecho que quería evitar: que Damián ha marcado la GRAN ironía de una situación así, como cuando le preguntó: «¿presas entrando solas a Asfil?».

Y hasta yo lo entiendo, porque, ¿cuánto duraría una presa en el bosque del pueblo de los Novenos? El récord seguramente podrían ser dos segundos.

—De acuerdo, si hablamos solo del hecho de que actualmente es considerado imposible que una presa entre a Asfil sin ser detectada o sin pertenecer a alguien, sí suena como que hicimos algo muy pero muy estúpido que tendrá terribles consecuencias, pero, escucha... —dice Tate, haciendo un pedido de pausa con ambas manos, de vuelta a su intento de proceder cautelosamente con Damián. Solo que él no lo deja:

—"¿Como que hicieron?" —repite Damián con la mandíbula tensa, ahora sí sacando a relucir su molestia, una que conozco y recuerdo con mucha claridad—. ¿O sí lo hicieron? —Su mordaz mirada los barre a ambos—, porque llevamos meses esperando a que lancen la trampa, y cuando finalmente lo hacen, ustedes caen en ella, se creen que encontraron a una persona inocente e ignoran la regla de que nadie debe descubrir en dónde estamos solo para traerla aquí. —Las palabras le salen tan tensas y a la vez tan impasibles que eso es lo que asusta—. ¿Qué les pasó por la cabeza al creer que sería lo correcto? porque oxígeno parece que no fue.

Ahora es Eris la que intenta traer la calma con un movimiento de la mano. Aunque en su caso no es tan cuidadoso como el de Tate. El de ella es más como si un joven le intentara decir a un adulto enojón: «relájate, viejo».

—No, es que ese es el punto, ella no es la trampa que esperamos, e intento explicártelo. Tú sabes que yo no traería a ningún desconocido aquí tras todo lo que ha pasado, en especial bajo las circunstancias en las que estamos, pero esta chica... —dice de forma indiscutible, pero Damián habla sobre sus palabras, ahora con los ojos entornados, incapaces de creer algo:

—Ah, ¿sí? ¿En verdad pensaste en las circunstancias bajo las que nos encontramos? ¿Esas por las que tanto tú como yo tenemos que hacer lo que hacemos? —Sus obstinados iris se deslizan inesperadamente hacia Poe y hacia mí, señalándonos de esa manera, y sus palabras salen algo apretadas de su boca—: ¿Entonces por qué está esta gente aquí?

—¡Que por el olor! —exclama Eris, poniendo los ojos en blanco debido a lo que Damián no quiere comentender de sus razones—. ¿No lo captas? Es decir, sí, por encima la chica tiene un aroma a Noveno, pero estoy segura de que se lo puso el rubio guapo. Su olor natural está disfrazado, y es de presa, entonces...

—Eris. —Damián vuelve a cortarla. Se está conteniendo, lo sé. La simple discusión le molesta mucho, pero intenta no encolerizarse, lo cual es raro para mí. Aun así, es claro que su tolerancia va en rápido descenso, tanto en el tono ronco de su voz como en la severidad de su semblante—. ¿Se te olvidó que hay técnicas para que un Noveno se infiltre como presa en los pueblos en donde nuestro acceso está prohibido? ¿De verdad se te olvidó que es posible neutralizar nuestro olor y fingir una personalidad distinta e inocente para cruzar los bloqueos, lo cual se hace todo el maldito tiempo?

Tate se rasca la nuca ante lo que uno y otro están arrojando. Hace una mueca de duda. Creo que hasta ha empezado a sudar un poco.

—Demonios, tal vez sí hicimos algo incorrecto... —lo oigo murmurar. Y Eris también lo oye, solo que ella cruza los brazos y sacude la cabeza sin mostrar arrepentimiento por su decisión. Sus rizos se mueven al mismo tiempo.

—No, no se me olvidó nada de eso, porque no estoy loca; todo lo contrario, estoy segura de que esto no es una trampa. Su olor natural es de presa, así que esta chica es una muy real. —Ella alza la barbilla y se lo arroja, desafiante—: Pero si no nos crees acércate y compruébalo tú, Damián.

Un puño de él se endurece al oír esa —aparentemente— osada invitación. Hasta se le marca una vena azulada en la piel pálida de la sien.

—No, no pienso acercarme a nadie ni mucho menos a ella —replica Damián con irritación, y para sumarle más dureza a su rechazo no solo hacia mí sino hacia toda esta situación, nos da la espalda. Eso deja clara su intención de no seguir la discusión, pero no se va sin antes girar a medias la cabeza. Con la mirada sesgada, lanza la orden—: Cometieron un error. Uno grande. Yo avisaré a los demás y me ocuparé rápido de encontrar otro sitio para escondernos. Ustedes aprovechen que ella está atada, sédenla, sáquenla de aquí y suéltenla en el pueblo.

No se oye claro porque estoy amordazada, pero de mi boca sale lo mismo que sale de las bocas libres de Tate y Eris, un:

—¡¿Qué?!

E incluso nuestras expresiones son muy parecidas. Bueno, no sé por qué ellos reaccionan así. Sí sé por qué yo lo hago (no quiero que me seden ni me suelten en ningún lado), pero ellos también se quedan mirando la parte trasera de su chaqueta de cuero, con los ojos como faroles, aparentemente sin comprender por qué acaba de pedir eso.

—Aunque si están tan desesperados por probar que es una presa, despedácenla ustedes mismos —añade Damián con frialdad en lo que no sé si es un intento por terminar de sacarme el alma del cuerpo, ya que así lo siento.

Se me despierta un temor nuevo, por lo que otra vez comienzo a removerme con urgencia en la silla, pero ahora intentando decir muchas cosas en mi defensa pese al trapo que me impide hablar. Claro que solo me salen sonidos atropellados, lo cual empieza a ser frustrante, pero es que no puede irse así. No puede ordenar que me lancen a la calle.

Bueno ya lo ha hecho, pero, ¿van a obedecerle?

Rápidamente busco los rostros de Tate y Eris. Están pasmados como si les hubieran tomado una fotografía con flash en el momento más inesperado.

—Pero no podemos hacer eso —dice Tate, gracias a todos los cielos. ¿Por qué? Tampoco tengo idea, pero sí, gracias a todos los cielos.

—Si es una presa como dicen, ¿por qué no podrían hacerlo? —espeta Damián sin la más mínima emoción en la voz, deteniéndose junto a la puerta debido a la objeción. Otra vez gira la cabeza y pasa su mirada afilada y malhumorada de uno a otro—. Somos Novenos, no nos molesta ver a una presa morir. ¿O a ustedes sí?

—No, no nos molesta —asevera Tate muy rápido, poniéndose rígido.

—Yo de niña no podía dormirme sin ver una mutilación... —Eris chasquea la lengua y se pone una mano en la cadera con suficiencia.

—Pero igual, me refiero a que este caso es diferente... —Tate vuelve a hablar desde su confusión, y al parecer, también desde cierto nerviosismo. Otra vez.

Damián niega con la cabeza y pone la mano en el pomo de la puerta.

—Si es así como su supuesta "corazonada" les dice, váyanse de aquí y no vuelvan hasta que esté muerta.

—Ah, pero Damián, sabes que eso podría ser un problema... —Tate vuelve a lanzar un obstáculo que no entiendo, pero que se ve como algo que él no quiere enfrentar.

—Sería un problema solo si en verdad no es una presa, pero ustedes dicen que sí lo es, ¿no? Entonces como dije: no vuelvan a buscarnos hasta que esté hecha pedazos que puedan poner ante mis botas. Solo así tendrán todo el derecho de decirme en mi cara que tenían razón —concluye Damián con un detenimiento que pauta que eso ya no se discutirá más, que no se añadirá otra palabra u otra objeción porque de ser así todo se pondrá feo.

Y me parece que Tate lo entiende, y que está de acuerdo con lo mismo de no abrir más la boca para no empeorarlo, porque todo el ambiente sí se percibe cargado de un peso de error, de que la han cagado, por lo que es mejor que ya no...

—Pero es que, a ver, ¿por qué se pondría así de pálida y de desesperada si no fuera una presa? —Eris no se contiene y me señala, ya que ahora prácticamente soy un gusano humano suplicando e intentando ser vista, pero en especial no ser echada a la calle. Así que ella, sin miedo, lo reclama y lo enfatiza—: No queremos jugar a quien tiene la razón. Queremos saber quién es esta chica, así que primero hagámosle preguntas. Pidámosle su nombre, más información. No lo sé, pero, Damián, no podemos dejarla ir porque esto que está pasando es real. Ella es real.

Los pasos dados por las rústicas botas trenzadas de Damián se detienen de nuevo.

¿Puedo confirmar que conozco su personalidad y sus posibles reacciones en todas las dimensiones existentes? Quizás sí, porque advierto que en esta ocasión su paciencia se ha acabado. No hay más contención. La tolerancia llega a cero, entonces todo pasa muy rápido:

De forma abrupta se gira y avanza hacia mí a la vez que, con agilidad, su mano saca de la parte trasera de su cinturón un cuchillo de empuñadura negra.

—¿Real? ¿Que esta ridiculez es real? —gruñe él. A una velocidad experta e impetuosa, hace un corte al ras con la hoja afilada del puñal a las cuerdas que atan mis brazos, y luego otro a las que atan mis tobillos, todo mientras les sigue reclamando—: ¿En verdad hemos llegado hasta aquí para que ustedes dos caigan en uno de estos juegos? porque quise pensar que es que ella es muy inteligente, no que ustedes son muy estúpidos.

—Damián, por favor no pierdas el control y no cruces los límites, recuerda que no podemos, que no puedes... —dice con la voz súbitamente preocupada, porque parece saber lo que va a suceder y por eso quiere advertirle algo con cierta preocupación.

Pero es algo que, si acaso Damián también sabe, en este momento no le importa, porque él me libera, bruscamente me alza por el cuello trasero de la camisa tal cual muñeca de trapo que no pesa nada, y luego me lanza hacia la pared. Mi espalda da contra ella, no con tanta fuerza como para lastimarme (de hecho, ni siquiera es doloroso), pero sí con el ímpetu suficiente para descontrolar mi brújula interna.

—Estoy harto de sus malditas burlas. ¿Una presa en Asfil? ¿A ese nivel de estupidez creen que llegaría? ¿O es que ya se les acabó la grandiosa creatividad? —pregunta entre dientes. Su mano me agarra del cuello para mantener mi cabeza inmovilizada contra la pared y mantener mi rostro encarando el suyo.

Y es impresionante, porque pienso que usará el cuchillo para apuntarme el cuello o para advertirme de no intentar algo. Pero no es necesario, ya que su cuerpo entero, al acorralarme, emana un calor de por sí depredador e intimidante que deja en claro que darle la vuelta a esa situación sería imposible y que cualquier intento sería una ridiculez porque su fuerza y su altura son mayores en todos los aspectos.

Lo que ha dicho Poe sobre que aquí los Novenos son más poderosos... lo confirmo en este momento. No necesita una hoja afilada para intimidar. Su sola postura lo hace.

Aunque de todos modos estoy helada de terror. Hasta la respiración se me ha cortado. Bueno, me entra poca por la boca amordazada, porque pensé que esto no volvería a suceder, pero sí está pasando:

De nuevo estoy siendo sometida por Damián.

De nuevo estoy bajo sus impulsos, bajo el control de sus grandes manos, y de nuevo en el foco de sus característicos ojos negros, esos tan oscuros que a veces parece que la pupila se funde con el iris, convirtiéndose en uno solo como lo sería la nada de la muerte misma.

De hecho, nos encontramos en la misma posición en la que estuve con el Damián de mi dimensión cuando le clavé el cuchillo: uno ante otro, mirándonos cara a cara. Y por supuesto que esa gran similitud actúa como mi enemiga. Otra vez lo que Poe me ha advertido y que estoy tratando de controlar, sucede:

Mi percepción se tuerce, mi mente juega contra mí, los rostros (el de éste y el del otro) se superponen ante mis ojos, y se me desbloquea un recuerdo en un aturdidor flash:

Aquel momento en el que lo apuñalé, su mirada se quedó flotando en la suspensión del shock. No hubo emoción alguna en el reflejo de ella. Hasta funcionó como un espejo, por lo que solo me vi a mí misma paralizada en el acto.

En este instante en el que su mano rodea mi cuello y su rostro está a centímetros del mío, su mirada llamea de rabia. Una intensa y dirigida totalmente hacia mí, hacia mis párpados, mi nariz, mi boca, hacia cada punto de mi rostro que él no para de enfocar. Aunque, espera, no, ahí, en mis labios, por unos segundos hay un flaqueo en su expresión al fijarse en ellos. Es extraño, como que su ira vacila entre algún tipo de contradicción que lo hace apretar la mandíbula e incluso afincar más el ceño.

Pero de golpe sube la mirada y vuelvo a encontrarme con el enfado, y con que aquí ni siquiera puedo ver mi reflejo de lo enturbiados que están sus ojos. Son un mar negro y revuelto de hastío, disgusto, aversión. Me hacen pensar en una persona que está harto de otra, que la detesta, que la considera una maldición y una condena, y que por esa razón solo siente mucha rabia.

Oigo una distorsionada voz mental de mí misma sin desearla:

¿Esta es la rabia con la que me miraría de ser el Damián que acuchillé? ¿Así de decidido a lastimarme me acorralaría si ese estuviera aquí en este momento?

—¿Quién pensó que yo me creería que una presa sobreviviría más de un segundo en este lugar? —agrega él. Ni siquiera grita, sino que la forma en la que pronuncia cada palabra con una irónica lentitud también expresa lo concentrado de su ira. Siento sus dedos presionando con lentitud mi yugular y mi carótida, la cual delata vergonzosamente el acelerado temor de mis pulsaciones—. ¿O este iba a ser de esa asquerosa clase de juegos en los que yo debía usar mi imaginación?

Su respiración sale pesada de su nariz mientras que sus ojos intimidantes siguen recorriendo mi rostro desde su altura (tengo la ligera impresión de que ya evitando mi boca), pero como si buscara algo con minuciosidad en mis expresiones, porque da la misma impresión que un detective cuando necesita urgentemente pistas de un crimen, y está analizando, indudable de que las hallará.

Pero solo estoy fría con los sentidos agitados, repitiendo en mi mente la diferencia de realidad para que esta no vaya a torcerse más de lo que ya lo está intentando, para que mi voz mental no tome más fuerza, incluso cuando ya está empezando a hablar más:

¿Yo no debería tener el valor para defenderme si este fuera el Damián al que maté?

«Pero no se trata del mismo con el que tienes ese pasado», me esfuerzo en convencerme internamente.

—Claro, es de esos juegos, ¿no? Porque todos en este pueblo saben que son los que más odio y los que más van a molestarme. —Parece que halla su respuesta, aunque no creo que nada en mi cara se la haya dado, pues sé que tengo los ojos llenos de horror, anclados a los suyos. Sus párpados bajan unos milímetros, volviendo su mirada más sombría. Su cejo aún está fruncido, pero su comisura derecha se alza unos milímetros en una amarga y maliciosa sonrisa—. Bien, funcionó, entonces muéstramelo. Enséñame la obra que planearon. ¿Cómo se supone que debía ser? ¿Yo debía ir por el bosque cuando de pronto me toparía con una indefensa chica tirada en el suelo con toda la pinta de estar herida? ¿Sintiendo curiosidad y preocupación yo debía acercarme a ella?

Después de todo el valor que reuní para enfrentarme a él y a la verdad del por qué me metió en su mundo, ¿yo no debería poder hacer algo más que mirarlo horrorizada y asustada? ¿no debería poder empujarlo lejos de mí en este momento? Quiero hacerlo, pero, ¿por qué mis brazos no me obedecen?

Me repito que debo convencerme: «no es igual. No es igual. Este Damián no ha hecho lo mismo».

—Luego, al agacharme para evaluar su estado, ¿debía detectar un inusual olor proveniente de ella? ¿Uno que me hiciera pensar: «pero esto es imposible»? —Sus dedos alrededor de mi cuello reacomodan su posición, dándome la impresión de que quiere apretar más. Pero no lo hace. ¿Se contiene a pasar del deseo?

Si yo acepté luchar contra su maldad, si yo decidí no dejarme consumir y someter por él, ¿por qué estoy aquí congelada, permitiendo que sus manos me retengan? Mis piernas no están atadas, yo podría patearlo en la entrepierna, no para salir corriendo porque Tate y Eris me detendrían, pero sí para defenderme y dejarle en claro que no soy la misma, que ya no soy débil y que no soy su pertenencia. También quiero hacer eso, pero, ¿por qué mis piernas tampoco me reaccionan?

Sigo tratando de alzar la voz correcta por sobre la engañosa voz de la inestabilidad: «No es el mismo Asfil. No pasaron las mismas cosas. Este Damián no me hizo lo que el otro me hizo. Y ahora puedo defenderme. Soy capaz. Aunque este tenga su rostro, ya no le tengo miedo. Envía el impulso, Padme. Hazlo con fuerza».

—Que lo es, es imposible, pero yo debí haber dudado de ello, debí haber dejado volar mi imaginación, sensibilizarme como lo hizo Eris y traerte conmigo al lugar en donde mi manada y yo nos escondemos, ese que nadie conoce pero que todos quisieran localizar, ¿no? —Damián continúa relatando lo que está seguro de que es la verdad. Esa vez sí aprieta un poco mi cuello, pero precisamente con su pulgar debajo de donde mi pulso late con fuerza. No es un aumento de compresión grande, pero me hace emitir un sonido proveniente de mi garganta que sale como un quejido ahogado por el hecho de seguir amordazada.

Mis manos y dedos que aún siguen juntos por las ataduras de las muñecas se tensan. Todo mi cuerpo contra la pared lo hace porque advierte que, si a él se le ocurre empezar a apretar más, nos comenzará a quitar aire. ¿Y será esa su intención? ¿Intentará ahorcarme?

Él percibe esa reacción, el temor a ser lastimada, y se delata que precisamente lo estuvo esperando. Puedo notarlo porque a la rabia de sus ojos se le suma un brillo expectante. También por el leve y amargo alzamiento de su labio superior. Pero esto, en contraste con la forma en la que aguarda, hace que su intención sea algo confusa y que me venga de golpe la impresión de algo.

¿Acaso él... desea que yo reaccione de alguna manera? En realidad, ¿con todo esto él me está provocando porque espera que, ante su intento de hacerme sentir atacada, yo haga algo? ¿Esa es la razón por la que no usa el cuchillo ni me ahorca con fuerza, porque lo que quiere con el acorralamiento y las preguntas es que me... defienda?

Al igual que yo lo espero. Si ya no soy débil como me aseguré a mí misma al tomar la decisión de matarlo, ¿por qué estoy quieta de la misma manera que lo estuve durante todo el tiempo que me manipuló? Es cierto, ¿por qué no me estoy defendiendo? ¿Por qué no me muevo ni un poco? ¿Acaso soy la misma debilucha que lo siguió al bosque?

Un «¡no!» intenta salir de mi boca, pero no se entiende tampoco. E igual no logro determinar si es para mí o para él, porque a la par de su retención, yo estoy luchando contra la torcedura de mi mente:

«Mis pensamientos están jugando conmigo. No debo tener el mismo miedo paralizante. Aquí él no sabe quién soy, porque no ha reconocido mi cara. Entonces, aquí él no está obsesionado conmigo. Puedo defenderme. Empújalo. Empújalo».

—¿Y a partir de ese punto qué? No lo tengo claro. —Él finge algo de confusión—. ¿Se suponía que yo debía pensar que hay algo diferente en ti como Tate y Eris están creyendo y... qué? —Ahí formula la pregunta con una intención provocadora, confirmando que mis sospechas son ciertas: sí quiere que yo reaccione de vuelta.

Pero la voz habla como si proviniera de vociferadores dentro de mi mente, e instintivamente aprieto los ojos, mareada:

¡¿Por qué justo ahora siento que no tengo ni el más mínimo control de mis músculos como no lo tuve aquel día que me acorraló en el bosque y me confesó su secreto?!

«¡Él no tiene poder sobre mí en este lugar! ¡Él ya no existe! ¡Yo lo maté! ¡Ya no es igual! ¡No es igual!».

—¿Debía confiar? —Y oigo que Damián afinca las siguientes palabras con cierta aversión—: ¿Debía ser considerado con la pobre chica en desgracia, traerla conmigo y ponerme a mí y a toda mi manada en peligro?

¡Solo reaccioné cuando él me dijo que me fuera e hice lo que me ordenó! ¡¿Por qué se siente como si él otra vez fuera a decidir lo que pasará conmigo?!

—¿Yo debía ser un estúpido y pensar que no eres parte de una trampa? ¿Y luego tú qué harías? ¿En cuántas horas aparecería una tanda de Novenos a tomar este lugar y llevarnos como tanto desean? —Su voz se impone, ya perdiendo la paciencia—: ¿Así debía ir el juego? ¿Esta fue la nueva idea maestra? ¡Habla!

Me arranca el trapo de la boca, liberando con brusquedad a mi mandíbula de la incomodidad de estar semi abierta, solo que lo que sale inmediata e inesperadamente de mis labios va a la par de mis pensamientos, que son los que me tienen aturdida, ensordecida y confundida dentro de mí misma:

¡¿Por qué si el monstruo está muerto yo soy tan manipulable como cuando me atrapó?! ¡¿Por qué siento que él me sigue controlando?!

—¡Pero no es él! ¡No es él! ¡No es igual! ¡No pasaron las mismas cosas! ¡Ya no está, se terminó, y no va a lastimarme! ¡No debo tenerle miedo! ¡No debo tenerte miedo! —Por supuesto, cada palabra que digo suena baja pero rápida, con falta de aire, asustada, parecida a un ruego desesperado por convencerme a mí misma de algo. o mejor dicho: sí luce totalmente como palabras para mí, no para nadie más.

Eso causa impacto tanto en Damián como en Eris y Tate, quienes obviamente han estado presenciando todo con tensión y preocupación. Los veo por encima de su hombro en cuanto abro los ojos de golpe, súbitamente consciente de lo que he hecho:

Están tiesos, con las cejas alzadas y los labios entreabiertos. Parecen no poder creer que lo que acaba de salir de mi boca fue algo así de... ¿débil? ¿o sin sentido?

No estoy segura, pero se nota más en Damián. Toda la rabia y el enfado de su cara han sido sustituidos por esa perplejidad y extrañeza en las que las cejas se hunden y los ojos no paran de mirar, con algo de horror, los diferentes puntos de la causa de la sorpresa (en este caso yo), otra vez como si tuviera frente a sí algo fuera de lugar.

Pero creo que esta vez lo he desconcertado de tal manera que bruscamente abre la mano con la que está agarrándome el cuello, me suelta y da unos pasos atrás, como lejos de algo que no comprende.

De inmediato me pongo una mano en el cuello para protegerlo a pesar de que no ha sucedido un ahorcamiento en sí, mientras que mi pecho sube y baja obteniendo el aire necesario para descender los niveles de miedo. Aunque a mis sentidos les costará más lograr eso, por lo que me quedo alerta contra la pared, pasando la mirada de uno a otro.

Y por un momento todos me ven así, entre ese silencio que quizás es la reacción a mi extraño estado, a las palabras que dije o a todo junto. Se podría comparar perfectamente con un escenario en el que unas personas están contemplando a un bicho raro que acaba de aparecer por una ventana. Hasta creo que será así para siempre...

Solo que Tate da un paso adelante, y con una clara inquietud tanto en sus ojos como en la mueca de su boca, intenta preguntarme:

—¿Tú... estás bien...?

—No soy ninguna trampa ni ningún juego. —Reacciono con un sobresalto y a la vez con firmeza apenas escucho su voz. Esto tampoco lo estoy pensando, solo lo escupo y no puedo contenerlo. Desgraciadamente, es la valentía que necesitaba cuando Damián me estaba inmovilizado contra la pared, pero llegando muy tarde. Me hormiguea en la piel y me seguir, algo sin aliento—: Me encontraron tirada en el bosque porque alguien me golpeó la cabeza, es cierto, pero no sé quién lo hizo. Tampoco tengo ni idea de cómo sobreviví más de un segundo, porque sí soy una presa, solo que no una cualquiera. Soy una que viene de otra dimensión y que los estaba buscando a ustedes para pedirles ayuda. —Por un instante logro volver a sostener los todavía perplejos ojos negros del demonio protagonista de mi infierno personal, y lo digo—: Y mi nombre es Padme. Padme Gray.

Tras mi brusca y... rara presentación (lo admito), mi mirada vuelve a pasar de uno a otro, ya que los tres prolongan el pesado silencio por casi un minuto. No sé si es porque están pensando que no estoy bien mentalmente, lo cual tendría sentido, pues con lo que solté es lo que quizás he dado a entender...

Hasta que lentamente y al mismo tiempo, Eris y Tate giran la cabeza para ver al paralizado Damián. Ambos alzan las cejas en un gesto que hasta yo entiendo con qué aire va: «¿y esto qué? ¿vas a seguir negando que hay algo diferente aquí?».

Esperan a que él diga algo, o que dé alguna orden, o que se retracte, pero al parecer la confusión en la que se ha sumido es desconcertante de tal manera que lo mantiene solo con la mirada ceñuda y fija sobre mí.

«Anómala» pienso, porque así me hace sentir la forma en la que me ve, como si yo fuera una anomalía.

Como sea, me gana. Tras unos segundos no puedo evitar desviar mi vista, ya incapaz de sostener la suya.

Así que Tate, al entender que tras mi confesión no obtendrá nada de Damián (ni de nadie más), habla:

—De acuerdo... —dice en un suspiro, mirándonos a todos en esa aún más extraña situación—... creo que ya tenemos que llamar a Verne. 

----

Hola caraotas, lamento mucho mi gran tardanza. Sigo batallando con mi salud y con mis tratamientos que han hecho mi vida más lenta y más triste.

 Espero que les haya gustado el capítulo, quiero comentar algo sobre lo de hoy:

Ya lo había puesto en mi insta. Sé que este Damián parece más duro y más insensible (en cierto modo lo es) pero hay una razón detrás de su actitud en este capítulo. No se va a revelar todavía, así que tengan paciencia. Y creo que también lo dije en mi instagram, pero esta segunda parte tiene enemies to lovers. Así que... la cosa estará fuerte, no esperen suavidad desde el inicio. Todo se irá dando. Recuerden que esto estará plagado de humor negro, chistes algo crueles, drama, oscuridad y... no les diré qué más para no arruinar la sorpresa. 

Trataré de estar más activa en mi Instagram y en mi Tiktok para dar pistas y adelantos de los próximos capítulos. Ambos usuarios son: @ alexsmrz 

Por desgracia la dictadura de mi país acaba de bloquear el acceso a Twitter. Dicen que por 10 días solamente pero no sé si se extenderá, así que no daré muchos comunicados ahí. Es decir, me descargaré un VPN para poder seguir publicando, pero me concentraré más en Insta y en Tiktok. 

Besos de no saber qué demonios está pasando en este otro universo,

Alex 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro