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Bueno, no estás sola en esto, pero tampoco diríamos que estás muy bien acompañada...
Es... ¿Poe?
—Si te suelto no vas a gritar, ¿no? —me habla de nuevo contra el oído.
Oh por todos los cielos, creo que sí, porque al menos recuerdo su voz que se oye como un ronroneo elegante y juguetón; y el olor embriagador y peligroso que emana, como si estuviera usando un perfume muy caro pero distintivo capaz de atrapar y cegar a cualquiera cuando se escabulle por las fosas nasales.
Pero, ¿es posible?
—¿Vas a gritar o no? —insiste con cierta lentitud, aunque es obvio que a pesar de que hay dos opciones, todo se reduce a que sea "no". Así que niego con la cabeza—. Muy bien, entonces lo haré —dice como si me lo estuviera concediendo.
Apenas me suelta me giro para verlo, la figura está frente a mí:
Alto, portador de esa figura gallarda. Su cabello rubio dorado está empapado sobre su frente. Sus ojos que deben ser de un gris muy claro están oscurecidos por la noche turbia, pero aun así se nota lo felino de su mirada y lo fino y atractivo de sus rasgos. En especial, su boca delgada y curvada hacia arriba, siempre en un gesto de coquetería. Un astuto gato transformado en hombre para engañar y capturar a las almas tan indefensas como ratoncitos.
De acuerdo, de esa forma lo recuerdo, por lo que durante un momento mi angustia disminuye ante la idea de que pueda ser él, porque su cuerpo se ve definido y palpable, lo cual en cierto modo personificaría las confusas memorias que hay en mi cabeza, siendo una muestra de que no es posible que lo haya soñado todo.
Pero al otro segundo, el mismo hecho de que realmente se tratase de él, me aterroriza, porque en ese caso no sería solo Poe Verne, sino Poe, el mejor amigo, hermano y compañero de manada de Damián.
A quien yo maté.
¿A quien de verdad yo maté?
Me echo hacia atrás, presa del incomprensible y súbito miedo que me ataca, pero inevitablemente mis pasos se enredan por la tierra blanda y caigo de culo sobre el pasto mojado.
—¿Por qué huyes, pastelito? —lo oigo preguntarme con una falsa confusión a la vez que avanza lentamente—. ¿Te asusta verme? No creo ser tan feo como para causar algo así...
Me arrastro hacia atrás instintivamente al verlo acercarse. No es que esté amenazándome, pero se siente de esa forma. Y si se siente de esa forma es porque él sabe lo que hice, lo que me tiene los nervios de punta.
Aunque, si él lo sabe, ¿entonces fue real? ¿O esto también es mentira? ¿También despertaré en cualquier momento, de nuevo en mi habitación? ¿Es tal y como ha dicho mi "madre", que estoy demasiado cansada y mi mente está jugando conmigo?
No lo sé... Sigo sin saber qué es cierto o falso. No sé qué veo o qué imagino. Estoy tan confundida que la cabeza me da vueltas. Ahora todo a mi alrededor parece surreal, y muy espeluznante. Quiero vomitar.
—No, no parece que estés huyendo porque soy feo, ya que eso es imposible —Poe emite una risilla baja. La lóbrega y lluviosa noche ensombrece más su rostro a medida que se acerca, como un depredador experto—. Más bien parece que estás huyendo porque hiciste algo malo. A ver, ¿qué será? ¿O jugamos a adivinar?
—¿Esto es cier...cierto? —Las palabras me salen como tartamudeos de shock—... ¿Eres tú de v-verdad?
—No creo que haya ningún otro como yo. —Él alza los hombros con simpleza. La camisa blanca de botones que lleva puesta está tan empapada que se adhiere a las suaves pero torneadas líneas de su torso, haciéndolo más real—. Pero ese no es el juego. ¿O fingirás no recordar?
Me sigo arrastrando hacia atrás con las manos apoyadas del pasto mojado. La helada lluvia contra mi cara casi me ciega, pero estoy temblando de miedo.
Aunque... ¿por qué tendría tanto miedo de algo irreal? ¿No debería estar segura de que si aprieto mucho los ojos podré volver a despertarme?
Eso hago. Los aprieto mucho.
Pero al abrirlos sigo en el mismo lugar, con la lluvia, con el cielo oscuro, con él frente a mí.
Si es falso, ¿será esto una trampa de mi consciencia, manteniéndome en la pesadilla?
Si es real, ¿cómo sabe que hice algo malo? Tengo la confusa pero latente sensación de que Poe no estaba en ese momento. Lo que no recuerdo bien es en dónde, pero algo me dice que no se encontraba presente cuando le clavé el cuchillo a Damián.
Igual parece que aun así lo sabe todo, y que vino a buscarme a mí, la asesina de su más preciado compañero.
Eso también me llega a la mente. Puedo recordarlo, verlo en mi memoria: que el cariño y la preferencia de Poe hacia Damián siempre fueron obvias. Hasta podría decir que lo amaba en la torcida forma que puede amar un Noveno a los miembros de su manada, a sus amigos, a sus todo.
¿Qué me espera entonces? Algo horrible. Seguramente una venganza.
—Él... —Es lo que sale de mi boca en un aliento trémulo. Solo el pronombre. No sé por qué el nombre no, pero queda implícito.
—Ah, sí recuerdas lo qué hiciste. —La sonrisa de Poe se extiende más, como la de un gato malicioso. Uno perteneciente a la noche, porque se funde perfectamente con ella.
Tanto que ni siquiera noto bien si es que sus pasos se hacen más rápidos o yo soy demasiado lenta, solo sé que en lo que me pongo a gatas para intentar levantarme y correr, él llega hasta mí, me agarra por el hombro para voltearme y luego me toma la mandíbula con una de sus manos.
Es un agarre brusco, con la intención de que lo mire a la cara y enfrente mis actos. Aun así, lo que me inmoviliza más rápido es la afilada hoja de cuchillo que de repente alza y apunta directo a la vena de mi cuello.
—Admito que me gustan mucho las chicas malas —dice con los dientes apretados. Entonces, con una rapidez demencial, la sonrisa se desvanece y de repente solo queda un enfado peligroso en su cara mientras lo pronuncia lentamente—: Pero tú has sido muy, muy, muy pero muy mala. Tan mala que superaste el límite de lo que me gusta y cruzaste a la zona de lo que me molesta. Dime, ¿por qué? ¿Por qué lo mataste?
—Yo... es... esto... —intento decir, pero sus dedos se ahíncan en mi mandíbula al mismo tiempo que presiona con insistencia la afilada punta del cuchillo contra mi cuello.
—¡¡¡Habla y deja de balbucear!!!
—Damián...
—¡Era mi amigo! —completa él, colérico—. ¡Era mi familia! ¡¿Con qué derecho creíste que podías destruirla, Padme?! ¡Dime, ¡¿con qué maldito derecho?! —Sus ojos maniacos, mirándome fijo, demuestran un dolor capaz de hacerle perder cualquier juicio. Eso, más su ceño demasiado fruncido y los dientes apretados, lo hace la viva imagen de un ser inclemente que puede ser tanto un dulce ángel como un terrible demonio.
¿Qué es en este momento? El demonio, por eso siento la fuerza de su rabia agarrarme como a una copa que se desea reventar; la punta de su cuchillo contra una muñeca a la que se le quiere perforar el cuello. Son las cosas que hará si no respondo. Si no digo algo.
Pero, de todas maneras, no es por eso que el terror me late en el pecho y por lo que respiro por la boca. Es por lo que esto me indica, así que solo una frase pronuncia mi temblorosa boca con ingenuidad y asombro mientras pestañeo, como una necesidad de confirmación o negación:
—¿Entonces todo fue... fue real? —No sé por qué, pero la comisura derecha de mis labios se alza con cierto temblor.
—¡¿A qué demonios te refieres con que si fue real o no?! —replica Poe con furia y desconcierto al mismo tiempo.
—Es que... es que simplemente d-desperté en mi cama y parece que él no existe —digo todavía tropezando las palabras por la mezcla tan abrumadora de desorientación y confusión. Incluso miro hacia abajo, tratando de ordenarlo todo ya que mi mente son un montón de piezas de rompecabezas desperdigadas—. T-tengo los recuerdos de los Novenos, de haber estado en La Cacería de la mansión, y de haber... —Trago saliva, temiendo pronunciar el hecho por el que Poe me tiene amenazada con un cuchillo en ese momento, pero lo hago—: de haberle clavado el cuchillo a Damián. Pero entre eso y luego de eso no... no hay nada. Solo desperté, bajé a la cocina y salí corriendo a su casa, pero una mujer me dijo que nadie vive allí desde hace ocho años. Entonces volví y le... le pregunté a mi madre y ella preguntó quién era Damián. Y después... después todo estaba diferente.
A mi última palabra le sigue un extraño resoplido de mi parte, que podría ser una risa, pero no tiene nada de gracia. Es porque todo es tan raro que admito que no me creo ni el simple hecho de que estoy viva.
Y Poe nota eso. De hecho, ahora sus ojos grises han pasado a mirarme con una extrañeza afincada, como si yo estuviera balanceándome sobre la cuerda floja de la cordura, a punto de caer en el abismo de la demencia.
—Todo esto es real —confirma él tras un momento en un tono siniestro y nada empático—. No soñaste nada. Yo soy real. Damián también lo era, y lo mataste.
—¿Así que tú vas a matarme por eso? —pregunto, aunque sé la sentencia.
Y la verdad... ya no me asusta, porque su respuesta me ha llenado de un alivio liberador. Todo es real. Todo lo fue. No lo he soñado. Mis sentidos siguen alterados, pero dentro de mí hay calma. Una muy profunda calma igual a cuando la tormenta, los torbellinos y los tsunamis terminan. Ha habido destrucción, se han perdido cosas, hay consecuencias que jamás serán olvidadas, partes muertas y un pasado irrecuperable, pero al menos se sabe que la causa ha acabado.
Inclino un poco la cabeza hacia atrás y miro al cielo. Está negro, vacío y lleno a la vez, justo como me siento ahora, pero de nuevo mis comisuras se curvan hacia arriba. Parpadeo algo lento porque me marea la inmensidad, pero se siente bien.
Puedo aceptar la muerte entonces. Una que me merezco.
—Vas a hacerlo, yo lo sé —añado a su silencio, porque sé que Poe me sigue mirando con odio—. Pero fue real. Ya sé que no lo soñé, así que por favor libérame, Poe, vengalo. Es lo que debes hacer en su memoria.
Cierro los ojos. Me pasa un flashback del rostro de Damián sorprendido por mi traición; asesinado por su propia obsesión.
El silencio se extiende.
—No, no voy a matarte —suspira Poe finalmente. Siento que la afilada punta se aleja de mi piel, y él me suelta con desprecio—. Pero solo porque tú y yo somos los únicos en este lugar al que no pertenecemos.
También me marea su empujón, por lo que me tambaleo pero al mismo tiempo me quedo en pie.
—¿Qué? —Niego con la cabeza, porque no lo comprendo, pero esta confusión se siente un poco graciosa.
Poe mira hacia los lados. No quiere ser escuchado. Esto es un secreto, y solo las personas reales pueden tenerlos. Nadie tiene secretos con cosas que no existen.
—No estamos en nuestro Asfil —me dice, y suena tan impactante que yo nada más me quedo mirando cómo su explicación es elegancia pura, con ademanes de sus refinados dedos en lo esencial—. Esto fue lo que pasó desde mi perspectiva: nunca me fui ni me alejé a ningún lado. De algún modo tuve la intuición, la sensación, de que algo pasaría. O mejor dicho: que tú podrías causar algo malo, porque La Cacería tenía que haber dejado algún tipo de shock en ti, era lógico, y porque acababas de descubrir la verdad sobre sus intenciones contigo. Entonces espié y te vi clavarle el cuchillo a Damián. Pensé en matarte. De hecho, estaba muy seguro de hacerlo, así que esperé a que salieras del lugar de los hechos. No sé si recuerdas esto, tal vez lo tienes borroso o lo bloqueaste de tu mente, pero lo siguiente fue que tu propio miedo te llevó a escapar. ¿Y en qué? En lo único que había cerca: un auto, así que antes que tú, porque lo deduje, me metí en el maletero. Tenía pensado cortarte el cuello apenas bajaras de ese auto, pero sucedió el accidente.
—¿El accidente? —Otra cosa que no comprendo. Siento que dice todo muy enredado.
Pero mis manos están cosquilleando. Pienso que estoy viva. No ha elegido matarme. Sangre fluye por mi cuerpo. Nací. Crecí. Moriré algún día pero no hoy.
La lluvia se siente tan bien. Viene del cielo. ¿El cielo está enojado? ¿Con quién?
—Cuando huiste estaba lloviendo mucho. Me pareció que perdiste el control porque sentí el auto zigzaguear y salirse del camino. Luego solo sentí el choque. Me golpeé muy fuerte la cabeza y perdí la consciencia... —Poe detiene su explicación, porque a mitad de todo ha pasado algo—. ¿Qué demonios haces?
Resulta que entre sus palabras me perdí y me agaché para tocar la grama mojada. No sé cómo, pero solo necesité hacerlo. Necesité sentir que está empapada de agua, pastosa y fría, y toda mi atención se quedó allí.
—Es real —sonrío a pesar de que mi boca sigue temblorosa—. No estoy loca.
Poe se harta y vuelva a tomarme por el brazo con brusquedad para que me levante.
—Escucha, sí vas a terminar loca si no te concentras. —Me aprieta los hombros como si yo fuera una antena a la que arreglar—. ¿Sabes qué te pasa? Estás tan confundida porque estás sufriendo una especie de desfase. El pasar de tu Asfil a este ha desajustado el reloj interno de tu cuerpo. Las señales de tu cerebro están desincronizadas. Todo te va a distraer, las cosas que pasen te van a alterar, no las vas a entender, tu entorno se va a sentir diferente, y pensando en si algo es real o no podrías caer en una verdadera demencia. Tienes que esforzarte en enfocarte, aceptar la realidad y recordarte quién eres. —Su voz es dura al decir lo siguiente—: Si no lo haces te voy a dejar tirada porque serás solo un estorbo, ¿me entiendes? Así que ubícate en tu centro y ordena tu brújula, que no estás loca.
El regaño me deja en un silencio paralizado, mirándolo sin parpadear.
—Repítelo —me ordena, severo—: no estoy loca.
—No estoy loca —obedezco.
—Ahora repítelo en tu cabeza en todo momento —dictamina, de nuevo sonando algo enfadado—. Te va a ayudar a no perder la cordura. Y deja de preguntarte si algo es falso o de querer comprobarlo. Ya te dije lo que estamos viviendo es real.
Asiento. ¿Tal vez necesitaba esta amonestación? Porque se ha sentido como una cachetada. Un: «¡¡¡ya basta, joder!!!», así que me limpio la mano llena de barro con mi pantalón, de pronto me oriento un poco, y pensar en que me agaché a tocar el suelo me parece algo raro. Algo... sin sentido.
Pero es que tampoco sé cómo alejar la duda tan rápido...
—Prosigo. —Suelta Poe aun con la mirada atenta y juzgante sobre mí por si vuelvo a hacer otra cosa estúpida—. Cuando desperté del accidente y salí todo desorientado te busqué, pero tú ya no estabas en el asiento de adelante, y el auto estaba destrozado contra un árbol. Pensé solo unos segundo a dónde podrías haber ido y luego entendí que eres lo suficientemente impulsiva como para venir a tu propia casa.
—Pero yo solo desperté en la cama. —Me esfuerzo en decir los hechos. Ya fuera de mi ilusión, me doy cuenta de que me trepidan los labios del frío.
Poe mira de nuevo hacia los lados. A pesar de que la lluvia es tan fuerte que no deja entrever la lejanía y hace difícil saber qué hay en los alrededores de las otras casas, él parece muy desconfiado del entorno.
—Ven, ya no podemos quedarnos aquí afuera más tiempo. —Me hace un gesto con la cabeza para que lo siga.
Camina adelante, y no sé a dónde va, pero voy también, porque debo admitir que sí, como ha dicho él al elegir no matarme ya que somos los únicos dos en este lugar, de algún modo se siente... menos aterrador y menos extraño estar acompañada de alguien a quien ya conozco y que no actúa extrañamente perturbador.
Es decir, este es un lado de Poe que recuerdo nunca haber visto. El lado amenazante, serio, desconfiado, porque lo que más está en mi memoria sobre él es su personalidad juguetona, graciosa, coqueta; pero le encuentro sentido a que eso no se esté mostrando en este momento, ya que apuñalé a su persona más preciada. Más que enfado, debe sentir odio.
¿Esta es la forma completa en la que Poe Verne odia a alguien? Tal vez sea peor, pero puede que se esté conteniendo.
Cuando llegamos a algún lugar, me estoy frotando los hombros del frío. Poe abre una puerta con cuidado. En donde entramos no está lloviendo, pero sí está oscuro. Lo que se oyen son los golpes de la lluvia contra el techo y cómo caen las gotas de mi ropa empapada sobre la madera del suelo.
Solo luego de frotarme los ojos y las pestañas mojadas con una mano, descubro que es la casa de Damián, esa a la que fui a ver corriendo y que me dijeron que estaba abandonada.
Pues sí lo está. No hay ni una luz encendida. Huele a polvo, la estructura está rota en ciertas partes, y lo que queda de muebles como un sofá y algunas mesitas están cubiertas de sábanas muy viejas. Básicamente una casa desierta, olvidada.
Su interior se siente hasta melancólico, triste.
—Es cierto que no ha vivido nadie aquí desde hace ocho años —digo, impresionada, mirándolo todo—. Pero es exactamente igual a la casa que visité varias veces, todo, la escalera, la sala, el techo... ¿Cómo es posible?
—Es posible porque esta sí es su casa —afirma Poe, moviéndose por la sala, observando qué hay y que no—, con la única diferencia de que aquí pudo haber pasado algo distinto, y por eso no hay nadie. —Sin importarle que está empapado, se sienta en el sofá polvoriento, cruza las piernas como un aristócrata y apoya el codo del reposabrazo. Las puntas de sus dedos acarician su barbilla en un gesto muy pensativo. Una mente explotando las posibilidades para obtener respuestas—. Dijiste que despertaste en tu cama, ¿crees que alguien pudo haberte traído hasta tu casa?
—No lo sé. No recuerdo haber sido cargada o secuestrada o ayudada —soy honesta. El frío me está matando. Siento que me cala los huesos y que mis labios deben estar color púrpura—. ¿Podemos encender algo calien...? —No lo termino, porque él me interrumpe:
—No, si llegan a ver aunque sea una luz aquí vendrán a cortarnos la cabeza. Ya te dije que este no es nuestro Asfil, y lo sé porque mientras venía para acá vi cuerpos colgando de una tienda en el pueblo. Y luego alguien que sé que era un Noveno trató de atacarme solo por cruzar una calle.
El frío se me paraliza por un momento. Es más, toda yo y todo lo que existe se detiene, y parada detrás del sofá solo puedo mirar su silueta en la oscuridad.
De nuevo la mala sensación y el desencaje amenazan con causarme un ataque de pánico, pero recuerdo lo que él dijo. Debo centrarme. Debo aceptar lo que me rodea, que es real, no una ilusión como el miedo me está haciendo creer. No estoy loca.
—¿Cómo así que viste cuerpos en el pueblo? —pregunto, aunque lo he entendido muy bien, pero necesito una explicación más amplia.
—Escucha, hace un año exploré los archivos ultrasecretos de la cabaña —me confiesa—. Claro que no es algo que le dejen hacer a cualquiera, pero yo tuve ese privilegio por obvias razones. —Por un momento el Poe de antes va a divagar, pero él trae su seriedad otra vez—. El punto es que descubrí cosas sobre una grieta interdimensional que desde hace muchísimos años, tal vez unos cien, se abre en el bosque cada nueve del noveno mes, expulsando una energía muy extraña que influye poderosamente en lo que la rodea, es decir en el pueblo de Asfil. Por eso, durante ese día, debido a la apertura de la grieta nacemos de esta forma, siendo una magnífica y superior mezcla de asesinos y humanos. Aun así, científicamente es un error, una grieta así no debería abrirse nunca. Entonces, no se sabe cómo se hizo en primer lugar, pero Novenos pertenecientes al círculo científico estudiaron esto durante muchísimos años, hasta que dieron con algo crucial: que no es solo que se abre la brecha y esa energía sale y ya; sino que esa energía viene de alguna parte. Llega hasta aquí desde algún lugar. Tiene un punto de orígen que, por física y no sé qué más, debe ser uno igual a este. —Suspira, consciente de la complejidad de sus palabras—. Entonces, para hacerlo más simple: hay dos Asfil y entre ellos hay una grieta que permanece cerrada. Cuando esa grieta se abre, la energía influyente del primer Asfil pasa al segundo. Nosotros somos de ese segundo, y si no me equivoco, este es el primero. Pasamos de una dimensión a otra.
Trago saliva. Hasta el frío se me va por un momento, como si mi shock puede calentarme.
—¿Cómo estuvieron tan seguros de que este es el principal? ¿Cómo puedes saberlo?
—Porque uno de ellos logró atravesar la grieta, envió un mensaje muy claro, y luego no volvió jamás —responde con simpleza.
—¿Y qué decía el mensaje? —El tema me asusta, pero a la vez deseo saber, algo que dentro de mí me dice que ya me ha metido en problemas antes.
—Decía: este es el Asfil original, porque aquí no somos monstruos —revela—. Y bueno, en base a eso los científicos entendieron que el nuestro era como un segundo porque nos consideraban una abominación. De acuerdo a todo nuestro mundo somos un error, ¿no? Así ellos entendieron que la energía que pasaba por la grieta era solo una pequeña parte de la original. —Poe suspira con un pesar algo dramático—. Pero era todo muy complejo. Había más informes, artículos, reportes, y en medio de mi lectura la supervisora de los archivos me propuso masturb@rm3 con un libro, así que me distraje y no profundicé en otra cosa que no fuera en ella. —Alza los hombros con incredulidad—. ¿Qué iba a saber yo que esto pasaría?
—Creo que en cierto momento Eris y yo investigamos algo así, tengo la sensación... me viene algo a la memoria... —susurro ahora pensativa, ignorando la asquerosidad que Poe acaba de soltar—. Pero no lo recuerdo por completo. —Aprieto los ojos, forzándola a traer algo, pero solo traigo un dolor de cabeza—. Agh, mi mente tiene muchos vacíos. No sé bien qué descubrimos.
—A Eris ni me la recuerdes —resopla Poe con un ademán de fastidio—. Está en el número uno de mi lista de traiciones. E imagina lo larga que es esa lista para un Noveno...
Me viene otro flashback, pero de eso: Eris traicionándome, usando un vestido que nunca habría esperado que usara, eligiendo a su revelado padre al tope de esa escalera, eligiendo que Alicia, nuestra amiga, muriera.
Alicia...
Un nudo se forma en mi garganta. Cada escena late en mi memoria, pero también en mi corazón, tanto que de repente quiero llorar. Otra vez me siento extraña, quiero tratar de tocar algo para comprobar que todo esto es falso, que Eris no hizo lo que hizo, que yo no lastimé a Damián, que Alicia no murió, que mi vida se destruyó. Incluso me muevo un paso con los dedos extendidos hacia el sofá.
Pero no lo palpo. Alejo la mano, porque vuelvo a recordar a Poe diciendo que realmente me volveré loca si no me obligo a mí misma a aceptarlo todo.
—Lo que sea, tenemos que salir de aquí —dice Poe. Se levanta del sofá tras su pensar, y me lo dice urgente—. Hay que lograr volver a nuestro Asfil, porque todo aquí es como lo reportó la persona que atravesó la grieta. Dijo que en ese lugar no éramos considerados monstruos, y por lo que vi, sí, aquí es así. Aquí los Novenos son libres. Estamos en el lugar de origen. Por eso aquí son más poderosos.
—¿Los Novenos ya no eran muy poderosos? —digo lo que tenía entendido.
—Es que fíjate, esto es como si tú convirtieras a tus amigos en lo mismo que tú eres: amantes de la tarta de fresa. Entonces tú compras una tarta de fresa y le das unas migajas a esos amigos que la adoran gracias a ti. Técnicamente estás compartiendo porque ahora tienen el mismo gusto, ¿no? Pero no les estás dando partes iguales, por lo que a pesar de que todos van a recibir algo de la tarta, tú poseerás más que ellos. —Lo enfatiza, serio y preocupado—: Aquí siempre estuvieron los primeros amantes de la tarta, Padme. A través de la grieta también nos convirtieron en amantes de ella y luego nos dieron migajas, y ellos se quedaron con los trozos más grandes, por lo que tenemos menos. Entonces, somos Novenos gracias a los Novenos de aquí. Estos son los originales, por eso son más poderosos, y creo que no respetan la regla de no matarse entre manadas. Así que cualquiera querrá matarme, y luego sabes qué te pasaría si yo estoy muerto, ¿no? Porque eres...
—Una presa al fin y al cabo —completo. Supongo que es algo que no cambiaría en ninguna dimensión—. Pero, ¿cómo volvemos si ni siquiera sabemos cómo llegamos?
Su preocupación cambia y creo que veo su sonrisa extenderse un poco entre la oscuridad. ¿Le ha venido una idea tan mala que resulta graciosa o una tan buena como para celebrar?
—Bueno, es sencillo si lo piensas. O de hecho, si ves a todas partes. —Su cabeza hace un repaso por nuestro alrededor—. Esta casa es igual a la de Damián; la tuya es igual a la que conoces; la calle es idéntica a esa por la que siempre pasaste; tu madre, a pesar de que actúa raro, se ve exactamente como la conoces. —Se detiene en mí—. Si todas esas cosas existen aquí, si todo este pueblo tiene lo mismo y tiene las mismas personas pero se encuentra en otra dimensión significa que...
—Nosotros también existimos. —Lo entiendo perfectamente, tanto que me hace sentir estúpida que estuviera allí y yo no lo procesara por estar asustada.
Es decir, la actitud de mi madre era porque aunque parece ella, en realidad es la versión de esta dimensión. Todo lo que nos rodea es la versión de este Asfil, por lo que viéndolo desde nuestra perspectiva...
Sí, este es un Asfil al revés.
—En otras dimensiones siempre hay otras versiones de nosotros —asiente Poe. Extiende los brazos, dándole simpleza y obviedad a sus palabras—. Entonces, ¿quién mejor que nosotros mismos para salir de esto? Eso es lo que tenemos que hacer: encontrarnos y pedirnos ayuda.
Suena tan grandioso que ni siquiera siento que pueda haber ningún inconveniente. Hasta me parece emocionante, pero... terrorífico al mismo tiempo.
¿Otra Padme?
¿Otro Poe?
Y en especial... ¿otro Damián?
Un escalofrío me recorre la espalda. Otra vez sus ojos negros marcados en mi memoria, mirándome con ese cuchillo clavado, como si quisiera decirme: «Padme, ¿qué me has hecho?».
Parpadeo fuerte. Concentrarme. Necesito eso. No puedo perderme a mí misma. Esto realmente está sucediendo.
—El problema es, ¿en dónde estamos? —Surge de nuevo el Poe pensativo mientras se pasea por la polvorienta y oscura sala. Afuera la lluvia es un torrencial que no dejaría que nadie nos viera por las ventanas—. En tu casa solo estaba tu madre, porque las espié.
—Ah, eras tú —digo sin revelar que creí que era Damián dispuesto a vengarse. De repente me fijo en algo—. Aunque esta madre estaba muy segura de que yo era su hija. ¿No debió notar las diferencias?
—Bueno es que puedes ser exactamente igual aquí —asegura Poe—, tanto como ser muy diferente pero al mismo tiempo ser tú. ¿Me entiendes? Tal vez no hay mucha diferencia entre Padme y tú en este lugar. También puede ser que alguno de nosotros haya muerto o no sea parte de los Novenos o no viva en este pueblo. Puede ser todo muy distinto... —Ya aclarado, retoma la búsqueda mental—. En cuanto a Damián, aquí no vive. Tampoco podemos ir a mi casa porque, como dije, hay Novenos que nos pueden matar en las calles. Y la cabaña... asumo que tampoco es un lugar en el que podamos entrar sin que detecten que somos diferentes. Si esos Novenos son tan superiores, lo sabrán en un segundo. Hay que ser muy cuidadosos. —Sus ideas le parecen complejas—. Mm, pero podría arriesgarme a ir a mi casa... La mejor opción soy yo mismo, solo yo entendería este enredo...
Me canso de aguantar frío y tomo una de las sábanas que cubren los muebles. Está sucia, huele mal, me hará oler mal a mí también, pero me rodeo los hombros con ella y me envuelvo.
Y no sé si es el suave y reconfortante calor que relaja mi cerebro y me permite pensar mejor, pero de pronto me viene el recuerdo. O debía venir, pero puedo decirlo.
—¡La fecha! —exclamo. Si no se ha encendido una bombilla sobre mi cabeza es porque no es posible.
—¿Eh? —Poe sale de su pensar.
—¡Estaba muy asustada porque mi madre no parecía mi madre de una forma perturbadora, así que quise irme a mi habitación, pero de reojo vi el calendario! —Le explico—. ¡Lo bloqueé en ese momento, pero ahora lo recuerdo! ¡Decía 31 de julio! ¡Mañana es 1 de agosto, el día de la feria, es decir, el día que Damián apareció en la cafetería y me hizo seguirlo al bosque!
Poe alza las manos como si acabara de tener una idea magistral.
—Ambos estarán allí —concuerda conmigo—. Podemos ir e interceptarlos antes de que se adentren en el bosque. Damián me reconocerá de inmediato. —Yo asiento. Él también—. Bien, es una buena idea. Entonces, creo que podemos descansar aquí hasta mañana.
—Los sofás parecen cómodos... —voy a decir, porque hay dos que podemos ocupar tranquilamente, pero él niega con la cabeza y de repente sale de nuevo el Poe frío, ese que claramente está enfadado conmigo, que internamente me odia, que no me asesinó solo porque el auto chocó y terminamos aquí.
—Yo iré arriba —sentencia.
Lo veo caminar hacia las escaleras. Algo dentro de mí quiere hablar del tema, porque a pesar de que sí, yo maté a Damián, y sí, me duele, hubo motivos específicos. No fue solo porque quise. No fue solo por traición. No fue porque no lo amara.
Existe mi verdad, y quiero decirla. Quiero que sea escuchada. Quiero que salga de mi boca lo que Poe se debe de estar negando a sí mismo en este momento.
—Poe, sobre Damián... —digo antes de que desaparezca. Él se detiene un momento en un escalón, y por supuesto que no me deja terminar:
—Lo mataste. Eso es lo único que hay sobre él.
Luego sube y desaparece por completo. Yo me acerco al sofá y me dejo caer ahí. Sé que tengo que quitarme la ropa en la cocina o en algún lugar y esperar a que se seque, pero por el momento solo me hago bolita sobre el cojín polvoriento, mirando una chimenea que parece que jamás fue ni será encendida.
Porque no sé qué será peor:
Si intentar aceptar que todo terminó con la muerte de Damián.
O si tener que vivir otra vez el día en el que él me atrapó.
Ese en el que toda nuestra historia empezó.
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¡Hola! Como siempre les pido que tengan paciencia para que se vaya desarrollando la historia. No insulten a Padme que ya es bien intenso pasar de una dimensión a otra después de que apuñalaste a tu novio asesino y despertaste en tu cama. Tiene algo de derecho de estar muy confundida. Pero lo que me emociona es que veremos desarrollo de personaje :D
Así que lxs amo!
Besos de Asfil al revés,
Alex.
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