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NUEVO EXTRA MUY PERVERSO


IMPORTANTE, LEER ANTES DE LEER EL CAP EXTRA:

Hola! Espero estén bien. Me entristece mucho que este extra lo estuve preparando hace un mes para agradecerles a ustedes por todo el amor que le están dando al libro de Damián en físico (por si no saben, la historia ha salido en físico con ilustraciones, está en librerías y ha sido un éxito increíble, en mi Instagram encuentran info para comprarlo) pero la cosa es que me enfermé muy feo de repente y no he podido terminarlo. Tuve covid, neumonia y ahora por esto he tenido inflamaciones y mucho dolor. 

Mi salud está bastante mal justo ahora, y no sé cuándo va a mejorar. Estuve unos días en el hospital pero ahora estoy en casa y en cama. Me preocupa que no he podido escribir desde entonces. He estado muy triste por eso, así que como esto tengo escrito gran parte de este EXTRA decidí traérselos con la esperanza de que cuando me mejore (crucemos dedos para que así sea) pueda traerles lo siguiente.

Esto va con todo mi amor y mi gratitud para quienes compraron el libro, piensan comprarlo y que me apoyaron. También va para quienes no tiene el dinero pero leen la historia aquí. El punto es que la única forma de agradecerles por su apoyo y su amor es escribiendo, y me esforcé para darles más de la mente de Damián que tanto lxs intriga. 

Hay un misterio en este extra que se aclara en la siguiente parte, pero como dije, espero mejorarme para terminarlo. No se adelanten... 

Este extra en BASTANTE largo. Lean con calmita.

ADVIERTO QUE: hay contenido fuerte, pensamientos fuertes, lenguaje fuerte y contenido para adultos escrito aquí. El mundo de Damián y su mente son oscuros y retorcidos, así que me dedico a expresar su personalidad tal y como es el personaje. Sus deseos son intensos y pueden no tener mucho sentido, pero los Novenos son criaturas profundamente desconcertantes y cada uno funciona diferente. Ya saben, los instintos de Poe no son los mismos de Damián. Así que por favor disfruten de este perverso extra que sé que por años han estado esperando.

Me disculpo si hay cosas no editadas. No he tocado esto desde que me enfermé.

¿Se han preguntando cómo funciona la mente de Damián en cuanto a lo sexual? Lo descubriremos...


EXTRA.

DAMIÁN (esto significa que todo este extra está narrado desde su perspectiva o POV).


—Quiero que esto quede escrito en los archivos del tiempo y de la historia de los Novenos de Asfil: Damián Fox, el amargado, solitario y obstinado enemigo número uno del hecho de que el oxígeno ayuda a sobrevivir a la humanidad, ha venido a una fiesta. Y no, su oscuro cuerpo no está haciendo implosión.

Obviamente eso lo dijo Poe como una de sus juguetonas burlas.

Está ahí parado como un "encantador" anfitrión porque acaba de abrirnos la puerta de su enorme casa.

Tiene el cabello peinado hacia atrás y lleva puesto un raro pantalón de tela hasta por encima de la cintura como si estuviéramos en alguna estúpida época victoriana en la que él fuera dueño de un castillo, con una camisa blanca mangas largas abierta en el pecho. Pecho en el que le cuelga un collar de plata sencillo y en el que se le ven unos chupetones hechos por quien sabe qué individuo por quién sabe qué asquerosa razó

Es de noche y él ha organizado una fiesta exclusiva para las personas de la cabaña que mejor le agradan (sí, a veces hace eso porque es el más sociable de la manada).

Yo, siendo el otro extremo, por supuesto que no tenía ganas de venir a esta ridiculez.

Nunca vengo a las fiestas de Poe. Tatiana y Archie sí asisten todo el tiempo, por lo que tiene sentido que ambos estén parados a mi lado, pero por alguna condenada razón, Padme decidió unas horas antes que también quería venir.

Entonces yo tuve que sacrificarme para acompañarla porque:

Padme sola problemas.

Y Padme sola + una fiesta de Poe = el doble de posibilidades de que los problemas sean peores.

¿O tal vez es que no he querido dejarla venir sola a la casa de las perversiones?

Quizás eso también...

Sé que las fiestas de Poe pueden ser muy impredecibles. Su casa se convierte en un cuenco en el que la mano del rubio arroja un poco de todos los extremos viciosos inimaginables. Sé que en ellas puede pasar de todo. Que puede morir cualquiera. Que puede aparecer cualquiera. Que pueden beber Ambrosía en niveles peligroso. Que pueden...

El punto es que Padme sola allí es un verdadero riesgo. Así que aquí estoy para evitar un mal resultado, y mi humor es el peor.

Por eso intento pasar por la puerta para enfrentar esa mierda rápido.

Pero Poe me jala del brazo para hacerme retroceder.

—No tan rápido, Mi Villano Favorito —dice, divertido—. Hay condiciones para entrar a esta exclusiva fiesta.

No estoy sorprendido por el hecho de que ha salido con algo así, pero frunzo el ceño igual para demostrar mi desacuerdo.

—¿Condiciones? —repito, esperando haber oído mal. Pero obvio que con Poe cada cosa es así de perversa como se oye.

—Algo que los invitados deben hacer o de lo contrario no pueden pasar —asiente él.

—Si sales con una estupidez te voy a golpear —le advierto.

—Si lo haces sabes que voy a gemir. —Poe se encoge de hombros con una retadora malicia.

Entorno los ojos.

Él entorna los suyos.

Un momento de suspenso entre mi odio por la fiesta y su diversión por tenerme allí...

Maldito.

Me aguanto la rabia.

—Habla —le exijo.

Él sonríe, orgulloso. Incluso carraspea la garganta para darnos la explicación a Tatiana, Archie, Padme y a mí con su dramatismo habitual.

—Bueno, cada una de mis fiestas es muy especial —dice Poe con voz carismática, como si necesitara atrapar al público—. No lo sabes porque nunca vienes, Damián, pero igual te explicaré: antes de entrar, cada persona debe lanzar el dado de verdad o reto. Si sale verdad, deberá contarle una verdad muy impactante a todos los invitados de la fiesta para que se corra el chisme. Si sale reto, el reto que hará dentro de la fiesta lo impondré yo, el guapo y misterioso anfitrión.

Verne ensancha los labios para mostrar una sonrisa de dientes. Se le ven los colmillos medio afilados, pero por un momento solo le miro la cara con la mejor expresión que tengo de seriedad.

Luego soy claro:

—No haré nada.

—¡Pero es algo divertido! —opina Archie, súbitamente desconcertado por mi rechazo—. Tatiana y yo lo hemos hecho y créeme que le da un toque diferente a la fiesta. Te enteras de cosas que ni te esperas, y los retos... son entretenidos. Bueno, cuando no te toca uno horrible a ti.

—Igual no creo que el concepto que tú tienes de diversión sea el mismo de Damián... —le comenta Tatiana a su lado, reprimiendo una risa.

Claro, esto debe ser gracioso para todos: «Damián vino, ¿qué pasará si no le gusta hacer nada?».

Hasta para Padme lo es. A pesar de que solo está tiesa ahí, escuchando, puedo notar que los labios le tiemblan sutilmente y creo que es porque también intenta reprimir una risa.

—Ya dije que no —sostengo.

—Pero, ¿cómo que no, Damián? —resopla Poe, cruzándose de brazos como una figura madura capaz de regañar—. Los dados son algo que creamos para nuestra manada y los respetamos dentro de ella, ¿no? —Espera mi respuesta, pero no pienso darle nada, así que insiste como a un niño al que se le ha enseñado algo sagrado—: ¿NO?

Se hace un silencio.

De acuerdo, los dados son algo que sí respetamos. Hay varios, entre esos uno de «trago o reto» (para cuando pasamos la noche en la cabaña bebiendo Ambrosía) y otro de «verdad o reto» (para juegos sin bebida como cuando estamos en el bosque o en la fogata).

Fueron idea de Poe, por lo que hace años juramos que nunca nos negaríamos a lo que diera el dado porque nos ayuda a no ser algo que él llamaría «una manada aburrida».

Porque, sí, las manadas también son como una especie de convivencia que se debe mantener. A veces Poe lo llama «matrimonio sin sexo» y es asqueroso y no tiene sentido, pero se entiende el punto. Tenemos que "relacionarnos". Por eso hay pequeñas cosas a las que no podemos decir que no.

Aunque aquel día juré respetar los dados porque no me quedó de otra. Mi «no» nunca iba a ganar contra los demás «sí, suena divertido». Al parecer, a todos les divierten esos juegos.

—Sí respeto el dado —termino por decir sin más opción— pero no haré ningún reto en una fiesta ni diré ningún secreto a gente que no conozco.

—Mm... —emite Poe, pensativo, aún con su sonrisa de la que puedo esperar cualquier cosa. Y no me equivoco, porque de repente sus ojos grises se deslizan hacia Padme y le pregunta con suavidad—: ¿Tú tampoco harás nada, pastelito?

Padme pestañea porque no lo ha esperado. Mira a Poe, que sonríe como un maldito astuto, y luego ella me mira a mí.

Espero de verdad que note que toda mi cara seria intenta transmitir un: «no lo hagas, no lo hagas, no lo hagas».

Pero esa jugada ha sido inteligente de parte de Verne, porque ella quería venir a la fiesta, por ende...

—Yo quiero hacerlo —admite, medio tímida.

Ah, me podría ahorcar aquí mismo.

Poe emite una risilla y vuelve a observarme, tranquilo.

—Ella es todo un sueño, ¿no? —comenta de forma intencional con malicia—. Bueno, Fox, si no cumples no puedes entrar, pero Padme sí entrará. —Se aleja un poco de la puerta, confiado en sus pasos, y se detiene cerca de mí para decir algo confidencial. Susurra cada palabra lento y disfrutando de lo astutas que son—: La pregunta entonces no es si vas a hacer los retos o no. La pregunta es: ¿vas a dejarla sola ahí adentro con todos esos Novenos cachondos? Archie y Tatiana se van a distraer en cualquier momento y estarán comiéndose en la sala; y yo podría estar tan ebrio que ni siquiera recordaré su existencia. En resumen, nadie va a poder cuidarla. ¿Vas a dejarla sola en ese caso? Para que la vean... Para que la analicen... Para que se le acerquen... Para que la huelan... Para que la deseen...

Verne ladea un poco la cabeza con una malévola diversión mientras espera mi respuesta.

En este momento estoy apretando tanto la mandíbula que siento que se me va a reventar. Primero, porque ha dicho todo a propósito. Segundo, porque tiene razón y no consideré todo eso que por supuesto que no voy a permitir.

Parece que sí tiene sentido que Poe sea el miembro más sabio de la manada.

Me trago todo el desagrado por la fiesta.

—Lanza el dado —pronuncio con los dientes apretados.

Poe sonríe ampliamente, triunfante.

—Así me gusta mi mejor amigo. —Me palmea el hombro, orgulloso—. Tan tóxico que no le queda de otra que obedecer.

Archie se ríe de forma estrepitosa.

—Lanza el maldito dado, Verne —repito antes de que me haga perder la poca paciencia que me queda.

Lo saca de su bolsillo. Un pequeño dado de color negro y puntas redondeadas con las palabras «verdad» y «reto» grabadas al azar en los lados. Lo alza con un estúpido misterio y después lo lanza al aire con elegante habilidad.

El dado gira y gira hasta que finalmente cae sobre su palma, pero Poe es tan dramático que mantiene el puño cerrado para darle suspenso.

Cuando por fin abre la mano, vemos que ha dado en reto.

No puedo amargarme más de lo que ya estoy.

—Ah... podría inspirarme mucho —suspira Poe, deleitado porque la suerte lo favoreció a él— pero para que veas que no soy un mal mejor amigo, te daré un reto muy simple: solo debes quedarte en la fiesta hasta que sean al menos las seis de la mañana del día siguiente. No importa cuán aburrido, obstinado o enfadado estés, no puedes abandonar esta casa hasta esa hora. ¿Queda claro?

En este momento lo único que quiero es arrancarle el collar ese que tiene en el cuello y ahorcarlo en el marco de la puerta, porque él sabe que si no puedo irme de un lugar que no me gusta, me estreso y mi malhumor llega a sus límites.

Pero al mismo tiempo tiene razón. Me ha dado retos peores antes, esto es leve.

Lo cual a su vez es medio sospechoso... ¿O estoy tan enfadado que solo necesito una razón para desconfiar?

—Pastelito, tu turno —le dice Poe a Padme.

Ella da unos pasos hacia adelante y le cedo el lugar frente a Poe.

Está vestida como una Novena, con un pantalón negro, una chaqueta gris oscuro y unos zapatos trenzados. Se ve discreta. No levantará sospechas si se queda así de callada como ha estado desde que salimos de nuestro vecindario.

Pero Padme callada es algo raro, por lo que no entiendo la razón de su extrema pasividad. Aunque ese estado a veces es interesante, porque así parece la mezcla de una chica tímida que contiene sus misterios.

Muchas veces, cuando la miraba salir con sus amigas o relacionarse con los demás, eso era lo que más me fascinaba, la forma en la que todos pueden estar interactuando a su alrededor, pero ella puede mantenerse inmóvil, reservada, con un aspecto de chica buena.

Algo irreal, engañoso, fascinante, porque toda Padme, así, es como una trampa: cualquiera caería en ella porque luce como un lugar seguro, cuando en realidad es un pozo oscuro de demonios y fijación.

Poe lanza el dado.

Hay unos segundos de suspenso...

Cae en reto.

Odio la simple existencia de la vida.

—Verne. —No espero ni dos segundos para advertirle con la pronunciación de su apellido que, si sale con una mierda loca, la voy a jalar del brazo y me la voy a llevar de aquí.

Pero él resopla como si lo hubiera ofendido.

—Damián, ya respétame, ¿sí? Soy un caballero —replica él con una indignación que sé que es fingida—. No me excedería nunca con Padme. De hecho, le daré el reto más inofensivo de todos. —Su indignación desaparece y le sonríe a ella—. Esta noche haré un acto de magia para mis invitados. He estado practicando mucho porque la faceta de mago no la he probado antes... Así que tú serás mi asistente durante el acto.

Desconfío al instante.

—¿Qué hará exactamente? —pregunto.

—Moverá las cajas, dirá mi nombre para presentarme, me pasará los pañuelos, ya sabes, todo ese tipo de cosas que hace la asistente —asegura como si no fuera casi nada. Luego, otra vez, la mira solo a ella con una actitud de hombre encantador y considerado—. ¿Te molestaría eso, Padme?

Padme baja un poco la mirada. No sé por qué me da la fuerte impresión de que esa timidez y pasividad que se le nota justo ahora está tapando otra cosa.

Analizar a Padme es una de mis cosas favoritas. Vigilarla, verla desenvolverse en la vida con su curiosidad y sus misterios. Así entiendo mejor cómo moverme dentro de su entorno, qué puede liberar sus más oscuros instintos, qué le gusta, qué odia, qué funciona para ella, qué no...

¿Qué estará pensando?

No sé si es que está sintiendo algo humano en este momento que quiere reprimir o que ha hecho algo en secreto y no lo sé, pero me empieza a intrigar más si es que estoy en lo cierto o no.

Porque en ese caso, ¿por qué actuaría así tan reservada y silenciosa a mi alrededor en lugar de estar preguntando todo lo que no debería preguntar?

Es curioso...

A veces, eso es lo que más me inquieta y molesta, la forma en la que ella puede ponerme a pensar obsesivamente en ciertas cosas.

—Suena divertido —responde Padme tras un momento con un ligero encogimiento de hombros.

—Lo será —asiente Poe—. Así que nada de qué preocuparse. Ahora, pastelito, dale espacio a los loquitos para que lancen el dado. —Y susurra muy bajo con una risilla discreta mientras mira a Tatiana y a Archie—: A estos dos sí los voy a reventar.

Archie se queja porque los ha llamado loquitos, pero solo empiezan a molestarse entre ellos como es habitual mientras Poe lanza el dado.

Tras los lanzamientos, a ambos les sale «verdad».

Archie casi celebra a saltos que no serán víctimas de la maligna creatividad de Poe para hacer sufrir a los demás. Y cuando ya todo está dictado, se inclina con caballerosidad en la puerta para decirnos:

—Por favor pasen a mi humilde morada.

Claro que no hay nada humilde por ninguna parte. Todo es lo más excesivo que se pueda pensar.

Hay música electrónica, las luces han sido cambiadas para ser más bajas y de un tono azulado, lo cual hace que el lugar parezca algún club perverso pero elegante. Hay bebidas por todas partes, botellas de Ambrosía, y lo peor: gente.

Gente en los sofás, gente parada hablando, gente bebiendo, gente riendo, existiendo, respirando. Muchas voces, caras, cuerpos muy cerca de los otros, y lo único que eso me produce de inmediato son ganas de salir por la puerta por la que entré.

Hasta miro a Padme con el deseo de que su cerebro se haya arreglado y que también demuestre querer largarse de ahí.

Pero por supuesto que no está sintiendo lo mismo que yo.

Camina junto a Tatiana mientras ella le dice algo. El aire medio tímido y contenido aún se percibe en el hecho de que se está estrujando los dedos índices con sutileza.

Si, definitivamente quiere tapar algo, pero las otras emociones las delata su cara:

Sus ojos están unos milímetros más abiertos y brillantes (lo cual realza sus pestañas) porque mira todo lo que hay alrededor con cierto interés y curiosidad, como si le pareciera un poco fascinante el ambiente o como si la idea de enfocar las distintas escenas dentro de la fiesta le pareciera un poco divertida.

Eso significa que apenas entrando ya le ha gustado la situación, por lo que no se irá.

Por lo que yo tampoco podré irme.

Mi humor empeora.

Pero trato de mejorarlo para mí, así que para evitar sentirme obstinado al extremo, camino en dirección al jardín en busca de algún espacio sin mucha gente desde el que igual pueda monitorear a Padme mientras disfruta su maldita fiesta.

Pero claro que si yo odio la vida, ella también a mí, y me topo con que hay más Novenos en esa área.

Es como si Poe los hubiera criado en su sótano para liberarlos en este momento, porque están por todas partes. Hasta la piscina está llena de cuerpos asquerosos en traje de baño. Hombres, mujeres, personas sin género específico, una mujer envuelta en látex negro que no sé cómo respira, y alguien que lleva un traje de oso. ¿Eso es un fetiche o qué?

Y espera, ¿esos dos están teniendo sexo en esa esquina de la piscina sin que nadie se dé cuenta? Porque el tipo se está moviendo raro.

Qué asco. Todos se están bañando en agua de semen.

¿Cómo puede ser esto algo que disfruten? A mí el simple hecho de que estoy respirando el mismo aire en el que se mezcla el aliento de tantas personas, me revuelve el estómago.

Por suerte, un mesero pasa cerca de mí con una bandeja y aprovecho para agarrar una copa de Ambrosía. Al menos voy a tratar de aligerar el momento con eso.

No es que la Ambrosía me cambie, porque a los Novenos nos hace un efecto menos alocado si la bebemos con normalidad, y también tengo bastante control de mí mismo, pero me ayuda a no sentir tanto desprecio por lo que tengo alrededor.

Eso es igual a: más resistencia para quedarme.

También miro la hora en mi teléfono.

Apenas son las nueve de la noche.

Maldigo por no tener la capacidad para morirme y revivir. Supongo que eso es lo único malo de ser Noveno...

Igual paso el tiempo en una esquina más o menos libre, bebiendo y vigilando que Padme no esté poniendo en riesgo toda nuestra existencia.

Va bien, la veo hablar con Tatiana y Archie. Intenta buscarme a veces con la mirada tan misteriosa que tiene hoy, pero no me encuentra porque soy bueno camuflándome y porque también quiero dejarla a su propia cuenta durante un rato para que practique cómo comportarse alrededor de los Novenos si yo no estoy.

Creo que pasan varias horas así:

Critico mentalmente todo lo que veo, pero me aburro.

Me obstino.

Me enfado por haber aceptado.

Camino de un lado a otro.

Evito a un imbécil ebrio que cree que puede hablarme.

Dejo en plena palabra a una mujer que también cree que puede hablarme.

Me siento en un banco y tengo una pelea en mi cabeza con Verne por invitar a tanta gente innecesaria.

Me amargo solo como no me he amargado antes.

Luego me doy cuenta de que Tatiana y Archie han empezado a besarse y que están casi que comiéndose la cara en el sofá e intercambiando su asquerosa saliva. Padme se ve medio incómoda, porque no sabe a dónde mirar, por lo que es momento de acercarme para salvarla.

Se me ocurre que puedo intentar sacarle la verdad. Hay algo que está ocultando. Tal vez hasta puedo molestarla un rato y hacerla perder la paciencia solo para verla alterada, que es algo entretenido.

Pero mientras avanzo hacia ella, Poe aparece no sé de dónde. Se le acerca antes que yo, le extiende una mano con caballerosidad, le dice algo al oído con su sonrisa tramposa y se la lleva.

No entiendo por qué ha hecho eso, y me enfado hasta el punto en que estoy dispuesto a buscarla para arrancársela de la mano, hasta que recuerdo la mierda esa de la magia.

Y no me equivoco, esa es la razón. Tras unos minutos, la gente empieza a comentar que hay que ir hacia la terraza de la casa porque Poe hará algo especial. Así que por primera vez sigo a la multitud para ver qué sucederá.

La terraza se llena. Es bastante grande. Han puesto una especie de tarima pequeña, lista para un show de magia con el telón rojo cerrado.

Ni siquiera recuerdo que Poe tuviera una tarima. Me parece un poco fuera de lugar, pero toda su existencia es impredecible y sin sentido, por lo que me limito a tomar un asiento que está cerca de la esquina.

Alrededor la gente habla, ríe, bebe, espera. Es tan fastidioso que por un momento me cruzo de brazos, me disocio y me imagino cómo sería si varios de los que están apoyados en los bordes se caen desde esa altura...

Hasta que se abre el telón de la tarima, y me toma por sorpresa lo que veo en el escenario. Una sorpresa que me hace fruncir el ceño, abrir más los ojos y ladear ligeramente la cabeza con incomprensión.

Hay una gran mesa de tabla redonda en el centro del escenario.

Poe se ha vestido como un estúpido mago.

Y Padme se ha cambiado la ropa.

Pestañeo al ver que ahora tiene puesto un vestido negro de tirantes delgados, muy ceñido al cuerpo que le cae hasta los talones. Su oscuro cabello está suelto hacia atrás, y sus labios tienen el brillo de algún tipo de maquillaje sutil. La piel le brilla un poco, como si estuviera muy limpia y radiante. Calza unos zapatos de tacón alto, muy elegantes. Y todo eso contrasta con su postura reservada y produce una mezcla mucho más curiosa de la Padme que conozco.

Una combinación que te puede hacer pensar con fuerza: ella tiene un secreto.

De acuerdo, no estoy sorprendido de que Poe la haya hecho cambiarse. Es muy obvio que esto lo ha planeado él, y decido no enojarme demasiado porque es algo que saldría de su perversa creatividad, quien por cierto ya ha empezado a hablar con su gracia y diversión exagerada:

—¡Durante meses estuve pensando qué podía hacer de especial para esta noche! He hecho muchísimas cosas a lo largo de mis fiestas, saben que me encanta probar miles de temas, pero me di cuenta de que la magia era algo que todavía no había interpretado...

Las personas lo oyen, atentos y encantados. Yo, aún cruzado de brazos, me hundo más en la silla y siento que voy a morirme de aburrimiento. Mi cara es justo esa, la de alguien que no está ni un poco fascinado o interesado por lo que ve.

Incluso vuelvo a desconectarme y dejo de entender lo que dice Poe para pensar en gente cayéndose por los bordes...

Hasta que, un par de minutos después, mi cerebro capta solo seis palabras:

—Por favor asistente, trae los cuchillos.

¿Los qué?

¿Qué?

Algo dentro de mí se pone en alerta. Me anclo muy rápido a esa realidad y mantengo el ojo atento al escenario sin entender qué pasará.

Veo a Padme perderse tras el telón abierto y luego la veo volver empujando un carrito plateado que tiene al menos seis cuchillos del mismo tamaño, bien acomodados.

Ella detiene el carrito junto a Poe. Él le sonríe y le ofrece su mano de forma caballerosa.

—Ahora, asistente, por favor déjame llevarte a tu lugar.

Padme pone su mano sobre la palma de él y entonces ambos avanzan hacia esa mesa que he visto en el centro del escenario.

Al estar frente a ella, Padme se sienta sobre la mesa con su ayuda y luego se recuesta.

¿Cómo no lo he notado antes?

No es cualquier mesa...

Es una mesa giratoria. Una rueda.

Poe se inclina y desde abajo extiende unas correas como si fueran un elemento que siempre estuvo en secreto.

Sé perfectamente lo que hará y tampoco me equivoco: empieza a amarrar las muñecas, los tobillos y el cuello de Padme a la mesa. Incluso pasa una correa sobre sus rodillas para evitar que el vestido se le alce con el movimiento.

Luego hace que la tabla se incline de forma automática hacia arriba hasta que Padme queda a la vista de todos, inmovilizada por completo.

Durante un momento quedo perplejo, pero porque se me hace imposible no detallarla de forma profunda en esa posición de «víctima»:

No le es posible mover la cabeza hacia los lados por la correa del cuello. Sospecho que Poe se la ha apretado un poco más de lo normal, por eso ella está alzando la barbilla.

Sus piernas están separadas en la distancia suficiente para que las aberturas del vestido permitan ver un poco más de sus muslos y de la longitud de sus piernas, pero para que al mismo tiempo no exhiba el resto de su piel por completo.

Sus brazos no están por completo extendidos como si estuviera crucificada. Puede doblar sus codos, así que es más como si estuviera sometida. Y las correas de las muñecas también están un poco más apretadas, por lo que sus manos están hechas puños.

Está vulnerable, subyugada.

Hablando y pensando como un Noveno: una presa atrapada.

Mierda, no...

Llega de forma inmediata. Lo siento latir de improviso sin mi control: la súbita intensidad que me produce la necesidad de captar a esa Padme amarrada con mayor profundidad. La exigencia de mirarla, de fijarme en ella por horas para percibir hasta el más minúsculo gesto que puede hacer en esa situación.

La exigencia de analizarla como un Noveno a una presa.

La ansiosa necesidad de estudiarla, de absorber los detalles de su existencia, de gravitar alrededor de su mundo para inundarlo con la esencia del mío. Algo en lo que puedo perderme sin retorno.

Recuerdo parpadear porque he dejado de hacerlo, y también aprieto los labios que se me han entreabierto sin darme cuenta. Trago saliva. Me esfuerzo por todo eso. Me esfuerzo por alejar el repentino cambio de perspectiva que puedo sufrir ante esa imagen de ella, y me reacomodo sobre la silla.

Sin embargo, sigo medio atónito. ¿Por qué Poe ha hecho esto? ¿Por qué la ha puesto así ante todos y, peor todavía, ante mí?

Maldigo por haber aceptado entrar y por no haber desconfiado más de eso de que ella sería su asistente cuando todo tenía un truco. ¿Qué demonios me pasó?

Ya entre enojado, confundido y a la expectativa, veo que Poe se acerca al carrito de los cuchillos. Su explicación al público es que va a lanzar los cuchillos sin herirla.

Con los ojos vendados.

Me paso la mano por la cara.

¿Por qué tampoco me esperé esto?

No dudo de que Poe sea bueno lanzando cuchillos. Yo soy mejor, claro, pero siempre hay un pequeño riesgo de fallar al menos uno. Siempre.

Y la simple idea de que él la lastime me estresa de forma instantánea. Una ira brusca que se mezcla con la inestabilidad que estoy sintiendo me hace querer levantarme, llegar al escenario y parar todo, pero estamos ante cientos de novenos y eso solo sería delatarnos, porque ella es de nuestra manada, por ende, no debería haber ningún tipo de peligro real en esto. Él no la mataría.

Pero, en realidad, ni siquiera es ese peligro lo que me atormenta tanto en este momento.

Es que ella es mía.

Y yo soy el único que puede ponerla en esa posición de sumisa.

Nadie más. Ni siquiera la persona en la que de verdad confío.

Creo en Poe y sé que no va a lastimarla. Pero eso no significa que le cedo mi poder sobre Padme.

Mientras pensaba todo esto he apoyado el codo en el reposabrazos y ahora me estoy rascando la comisura del labio con el dedo pulgar porque ya estoy peligrosamente enfadado.

Creo que si aprieto más la mandíbula se me va a romper. Es una contención demasiado fuerte. Hasta vuelvo a considerar arriesgarme y detenerlo todo, pero admito que sería una cagada de Noveno tonto.

Solo me queda hacer lo peor: calmar mis impulsos y mirar aun con todo el cuerpo tenso de rabia.

Poe agarra varios de los cuchillos, avanza hacia la rueda en donde Padme está atada, la hace girar con fuerza y con rapidez toma una distancia considerable. Luego se venda los ojos para dar inicio a su acto.

Se hace un gran silencio entre el público expectante.

En su posición, Poe alza el primer cuchillo. Una sonrisa perversa está dibujada en su cara. Incluso se relame los labios como si estuviera ansioso.

Hay un momento de suspenso en él que él quizás calcula mentalmente la distancia y la fuerza con la que lo lanzará...

Padme traga saliva.

Poe lo arroja.

El cuchillo da vueltas en el aire y se clava perfectamente en la madera, justo a un lado de la correa que aprieta su muñeca derecha.

El público aplaude.

Poe alza otro de los cuchillos.

Lo arroja.

Atina sin error junto a la correa que aprieta su muñeca izquierda.

El público aplaude con fascinación.

Hace lo mismo con el resto. Lanza los cuchillos y acierta en los lugares indicados: junto a cada correa que le ata los tobillos, sobre sus brazos y a ambos lados de su cintura.

Cada lanzamiento lo ejecuta perfecto con una gracia que a la gente le encanta.

Al final le queda un solo cuchillo.

Asumo que lo va a arrojar, pero ya comprendo que todo está diseñado para ponerse peor para mí.

Poe se quita el pañuelo de los ojos y avanza hacia la rueda que ya se ha detenido por completo. Mira a Padme inmovilizada con una vacilación divertida.

—Me pregunto a dónde debería arrojar el último... —pregunta, aunque por su voz alta también es una interrogante para el público.

Padme se mantiene callada, tal vez porque antes de entrar al escenario, esas fueron las instrucciones de Poe.

Él se le acerca más, como tanteando el terreno, analizando, pensando de qué forma proceder.

Admito que la manera en la que esto me molesta es impresionante. Hasta tengo que mirar a mi alrededor para comprobar que nadie ha notado que estoy a punto de reventarme de ira. Mentalmente no puedo parar de decírmelo: es algo tan fastidioso, tan chocante, tan...

Mis pensamientos se suspenden.

Mi propia voz dentro de mi cabeza se calla en el instante en que veo que Poe apoya una mano en la madera de la tabla redonda y se inclina hacia Padme. Alza el cuchillo y con la punta de la hoja toma uno de los mechones de su cabello negro. Luego empieza a deslizarla hacia abajo.

—Mm... ¿Qué tal sobre su cabeza? —pregunta en voz alta, otra vez para el público.

Y debería estar el doble de enfadado, ya que la gente del público se siente libre de decir «sí» o «no» como si tuvieran algún maldito derecho sobre ella, pero toda mi rabia se pone en pausa de manera brusca.

El revuelo de inestabilidad entre enfado e impotencia se pone en pausa.

Porque mis ojos se quedan mirando fijamente la manera en la que la hoja del cuchillo se está deslizando por el mechón de cabello.

Incluso el tiempo se ralentiza en mi mente, y de nuevo me es imposible controlar el intenso impulso de detallar solo eso.

Otra vez, y en esta ocasión ya sin que yo pueda detenerlo, el pensamiento obsesivo/analítico se apodera de mi razón y mi mente trabaja solo en beneficio de eso:

Padme está nerviosa, porque su cuello demuestra una ligera tensión y porque su barbilla se ha alzado unos milímetros más.

Por cierto, esa correa en el cuello... ¿Qué tan fuerte latirán las venas apretadas por ese cuero? ¿Su ritmo cardiaco estará rápido o lento? Podría poner el pulgar sobre uno de los lados de la parte frontal del cuello, debajo del ángulo de la quijada, que es justo encima de la arteria carótida, solo para comprobarlo.

Como sea, sus iris y sus pupilas miran en dirección solo a Poe a pesar de que la gente habla, por lo que quizás en el fondo está temerosa de que él haga algo que no le mencionó antes.

Por cierto, no creo haber visto a Padme con las pupilas dilatadas, pero la idea suena interesante. Quizás así se vería más "inocente".

Métodos para dilatar pupilas: colirios midriáticos, menos luz (pero no es tan apreciable), drogas que afectan a los receptores de serotonina en el cerebro (pero nunca la drogaría), niveles altos de oxitocina, es decir, ver algo que despierta en la persona sentimientos de excitación o apego (lo que vulgarmente llaman enamoramiento o deseo sexual) y sobre todo: el miedo, el pánico.

Siguiendo, sus puños se han apretado más, así que se está conteniendo de pedirle a Poe que pare, que la suelte.

Por cierto, ¿y si fuera yo el que la tuviera así de retenida, ella sería capaz de pedirme lo mismo? ¿Tendría el valor para pedirme que me detenga? ¿O solo se quedaría callada temblando, porque ese mismo miedo en el fondo le gusta?

A Padme le gusta el miedo, o creer que lo siente.

En realidad, ella es más valiente y masoquista de lo que asume.

Y eso es porque lo que en verdad le gusta es que traten de corromper su inocencia, que la pongan en una situación en donde su moral se ve acorralada. Le gusta el «no debería estar haciendo esto», porque eso la libera.

Entonces, en conclusión, a Padme le encantaría esa posición de sometida.

Pero solo si fuera conmigo.

—¿O junto a sus caderas? —escucho que Poe vuelve a preguntar.

Él suelta su mechón de cabello y baja el cuchillo.

En esa ocasión desliza la punta de la hoja por la curva de su cuerpo que conecta la cintura con la cadera.

Más detalles saltan como si mi cerebro necesitara encontrarlos para afincarse en ellos:

El vestido es de una tela fina y delicada que le marca cada línea del cuerpo. ¿Algodón? ¿Satén? ¿Terciopelo? No. Es seda, una costosa, y marca una separación milimétrica entre tela y piel. Entre piel y órganos. Entre órganos y muerte. Separaciones que en realidad no son casi nada, tan solo una capa.

Una capa que es su cuerpo, cuerpo que la forma a ella en específico.

Y toda su forma es... atractiva.

Descubro que nunca he usado esa palabra en mi mente para Padme. Y también pienso de golpe que el vestido en realidad le queda muy bien. Realza partes de ella que jamás he visto descubiertas. Partes que, en un dibujo, constituirían una anatomía perfecta para mí, perfecta para memorizar.

Sí, las líneas de su cuerpo deberían ser repasadas por la punta de un cuchillo, justo como lo está haciendo Poe.

Aunque incluso él desaparece para mí, porque estoy tan hipnotizado por el movimiento lento y descendente de la hoja del cuchillo sobre sus caderas que me pierdo, me ausento, me voy a la posibilidad de que el filo puede rasgar la tela y que lo que quedaría sería el roce punta/piel...

Se pueden crear líneas rosadas sobre la piel cuando pasas algo puntiagudo sobre ella, una uña, un lápiz, un cuchillo. A veces desaparecen, otras veces se quedan por un rato, depende de cuán sensible o hidratada esté.

Ver cómo se forman, es algo que me gusta.

Y pensar en lo que me gusta, en que yo haría algo parecido con mi daga, de repente me hace apretar los dedos contra el reposabrazos de la silla.

De hecho, estoy más hundido en el asiento, súbitamente tenso con mi cerebro absorbiendo cada detalle de Padme. Incluso la voz de Poe se oye medio lejana cuando pregunta con diversión:

—¿O qué tal... entre sus muslos?

Veo que la punta del cuchillo llega hasta el inicio de una de las aberturas de la tela del vestido.

Por la forma de ese vestido, si Padme se sentara, tanto sus muslos como el resto de sus piernas quedarían al descubierto en lo que un hombre llamaría «una forma sensual».

Pero lo que me hipnotiza a mí no es ese concepto tan básico, es que el vestido es negro como mis ojos, como su cabello, como mi color favorito, como los guantes que podría ponerme en las manos para ser yo quien apriete las correas que la atan.

Y podría ser yo el que estuviera pasando la punta del cuchillo por la abertura, podría rasgarlo hacia arriba y el vestido podría caer, y toda su piel desnuda estaría ante mí para hacer las líneas que quisiera, las marcas que quisiera. Marcas rojas, rosadas, de las púrpuras que se forman cuando algo succiona.

Podría marcarla para que nunca nadie más sienta que tiene el derecho a ponerla así, porque es algo que solo puedo hacer yo.

Debería ser yo.

Tendría que ser yo.

Quisiera ser yo.

Tengo que ser yo.

Mis ojos de repente notan que Poe me está mirando. Estoy como flotando entre la irrealidad fantasiosa de todo lo que estoy pensando, por eso me toma unos segundos procesar que me observa por una razón en específico.

La sonrisa en su rostro es amplia, malvada, divertida y satisfecha mientras dice:

—Ah, creo que he dado en el punto. Ahí estaría perfecto, ¿no?

Se oye para el público, pero comprendo que es para mí.

Entonces lo entiendo todo. Descifro de golpe y con una fuerza desconcertante y agobiante por qué él ha hecho esto.

No ha sido para molestarme, no ha sido porque cree tener poder sobre ella. Ha sido para causar el efecto que estoy experimentando en este momento:

Bajo la mirada hacia mi entrepierna, apenas dándome cuenta de lo que he estado ignorando por estar tan ido con mis pensamientos.

Estoy...

Excitado.

Me he puesto duro mientras detallaba todo.

Siento el peso, la presión en mi pene. Pero no solo eso. De una forma súbita y pasmosa también soy consciente de que mi cuerpo entero está tenso, que mi respiración está algo agitada y que mis latidos se han acelerado.

Y Poe lo sabe. Sabe que esto quería ocasionar, por eso todo el teatro, por eso está satisfecho.

Malditas sean sus perversiones...

Malditas sean sus habilidades para descubrir los instintos sexuales más profundos de los demás... ¿Cuánto estudió para llegar al punto en que ver a Padme siendo acariciada por un cuchillo me pondría así? ¿Cuánto analizó para entender que ella, sometida, puede causar un descontrol de fantasías en mí?

¿Y cuán débil soy para no poder controlarlo? ¡¿Qué demonios pasa conmigo?!

Me siento mareado. Me siento tan extraño, caliente, descentrado, que mi único impulso es levantarme de la silla y alejarme de ahí.

Es lo que hago, salgo de la terraza a paso apresurado, tratando de disimular mi erección al mismo tiempo. Aunque nadie me presta atención porque todos se mantienen hipnotizados con el escenario.

Bajo las escaleras muy rápido, sigo por el pasillo y entro en el primer baño que encuentro. Cierro la puerta más fuerte de lo que espero y me apoyo en el lavabo.

Abro el grifo y me echo agua en la cara. Ni siquiera está fría, está tibia. ¡¿Acaso también modificó el agua?!

Me veo al espejo. Tengo los labios entre abiertos. Mi cara, que es habitualmente inexpresiva, en este instante delataría que estoy sorprendido y frustrado por mi propia reacción, ya que mis cejas están entre hundidas y arqueadas, y mis ojos medio horrorizados. En el movimiento de mi pecho se nota mi respiración acelerada, y mis propias pupilas están algo dilatadas. Hay tensión en mis brazos. Tensión en mis venas. La erección es un bulto notable.

Hasta veo un poco borroso...

A veces, aunque quiera creer que solo soy un Noveno, mi cuerpo me recuerda que también tengo un maldito sistema humano, que tengo un pene y que la sangre puede bombear hacia él sin mi consentimiento.

Pero me esfuerzo en tratar de alejar los pensamientos de Padme atada a esa maldita tabla para que la erección baje, para que mis ojos enfoquen la realidad y me saquen de las fantasías.

Solo que los trozos de los detalles que capté están anclados a mi mente, y pasan entre flashes:

Sus muñecas apretadas por las correas, su cuello tenso e inmovilizado, el vestido negro, sus labios entre abiertos, la piel que podría marcar, la tela que podría romper, sus nervios, el cabello que podría oler, el cuchillo, Padme. Padme. Padme.

Vuelvo a mirar el bulto de la erección en el reflejo del espejo y suelto un suspiro frustrado de: «esto no puede ser posible».

El bulto está más grande. Siento cómo a mi pene le molesta estar atrapado, y cómo quiere solo extenderse. Ya hasta siento la inquietud de lo que se está acumulando. Soy consciente de esa sensación de llenura hasta el punto en que exige ser descargado, y me molesto conmigo mismo por no poder controlarme.

Estar excitado es una de las reacciones humanas más frustrantes para mí, porque es como si el deseo del pene de descargarse dominara al cerebro, lo cual a su vez hace que toda razón lógica quede inactiva.

No me pasa todo el tiempo. Me da fastidio admitirlo, pero cuando tengo estas erecciones no pienso con claridad, porque solamente pienso en que necesito el alivio, y al final soy solo un maldito hombre común más que quiere meterlo.

Así que aunque quisiera evitar eso, me cuesta. Aunque quisiera tener el poder de que la sangre no fluya hacia allí, me cuesta. Aunque quisiera no sentir la ansiedad de aliviarme, me cuesta.

Y también me cuesta negarme a mí mismo que quisiera bajarme la cremallera, sacarlo y...

No.

Basta.

Necesito aire.

Esto es absurdo. No voy a masturbarme en la casa de Poe. Si eso es lo que él quería, no va a pasar.

Salgo del baño a zancadas. La puerta da contra la pared por la agresividad con la que la abro. Frustrado, enfadado, revuelto y mareado, avanzo por el pasillo hasta donde sé que hay un balcón.

Cada paso es más tortuoso que el anterior porque mi pene está hinchado y sensible contra la tela de mi pantalón, así que los roces por el movimiento de mis piernas son mortales.

Pero estoy decidido a no dejarme llevar por lo bien que se siente la fricción, y finalmente llego a ese espacio libre del balcón. Apoyo los antebrazos en el borde de seguridad. Inclino mi cuerpo y la cabeza hacia abajo. Me quedo muy quieto en esa posición para no causarme ni un pequeño placer inconscientemente. Entre abro los labios, cierro los ojos, me concentro en la oscuridad y empiezo a tomar aire hondo.

Pero ahí están las correas...

Suelto el aire retenido.

Pero ahí están sus manos frágiles hechas puños...

Respiro hondo otra vez.

Pero ahí está el vestido negro...

Exhalo con fuerza.

El cuchillo sobre su piel...

Inhalo con mayor profundidad.

Sus ojos asustados que ocultan la satisfacción de estar inmovilizada...

EXHALO CON LENTITUD.

La idea de llenar su piel de mordidas, succiones, de marcarla con la palma de mi mano...

Tomo aire con la boca entreabierta.

Sí... Empiezo a sentir menos presión.

Me concentro más en la oscuridad, en quedarme solo en negrura, en la paciencia, en el poder.

Aunque estoy tan mal que ya hasta la escucho diciendo mi nombre.

Escucho el «Damián» con su voz insegura.

¿Cómo lo gemiría? ¿Con ese tono de dolor, pero de placer al mismo tiempo?

Suelto el aire.

No, espera.

¿Sí me está llamando?

Vuelvo de golpe a la realidad y al frío de la noche. Oigo la pregunta:

—¿Damián?

Me volteo muy rápido como si me acabaran de descubrir en el peor momento y me encuentro con Padme allí parada en la entrada del balcón. Padme real.

Espera, ¿lo es? Sí, por desgracia. Aún lleva el vestido, tiene las cejas arqueadas y se ve un poco nerviosa. No entiendo por qué hasta que lo noto.

Es lo peor.

Miro fijamente y paralizado lo peor.

Lo que es capaz de empeorar mi estado actual.

Sangre.

—Poe lanzó el cuchillo y acertó, solo que fue muy cerca de la piel y me cortó un poco —dice ella, afligida.

Entiendo que Poe quiso lanzar el cuchillo entre sus muslos, por lo que esa parte del vestido está rasgada. Se le ve piel de la parte interior del muslo derecho y tiene algo que parece una línea fresca y horizontal causada por la hoja.

Una línea que sangra.

Creo que se me cierra un ojo y otro no.

—¿Me escuchaste? ¿Por qué tienes esa cara de horror? —suelta ella ante mi silencio.

La piel es tan blanca que la sangre se ve tan roja...

—¿Damián? —pregunta otra vez al no obtener nada.

—¿Qué? —Casi no reacciono.

—Poe dijo que sabes dónde hay un botiquín —aclara ella, agobiada y confundida.

—¿Yo?

—¡Sí, ¿quién más se llama Damián?! —casi me grita porque estoy absorto.

Entonces regreso a la realidad de nuevo.

La veo herida.

MALDITA SEA, POE VERNE.

¡¿Cómo se atrevió siquiera a cortarle un milímetro de piel?!

¡¿Y cómo la va a mandar con sangre a buscarme?!

—Voy a matarlo —me sale con toda la rabia que puedo expresar. Incluso avanzo con toda la decisión violenta del mundo, pero ella me toma del brazo y me jala con fuerza.

—¡No! —Trata de impedir que me vaya—. ¡Me arde, y lo que necesito en este momento es un botiquín, no una pelea!

—¡Y yo necesito partirle la cara en su escenario! —rebato, enfadado.

—¡Ni siquiera lo hizo a propósito! —replica—. ¡Además, ¡¿por qué no lo evitaste?!

Frunzo el ceño, porque no esperé que eso saliera de su boca.

—¿Ah?

—Cuando Poe apareció para llevarme no estabas ahí —me enfrenta en un reclamo—. Yo quería que estuvieras ahí.

—¿Lo que querías no era estar en la fiesta? —digo con simpleza—. Te dejé en la fiesta.

—Pues tal vez solo quería que me dijeras que no viniera —suelta muy rápido.

¿Qué...?

¿Por qué esta noche está siendo tan extraña?

Acaba de decir algo que yo quisiera que ella dijera, y tiene un efecto distorsionante en mí, porque que Padme me pida que la domine es de las cosas con las que más fantaseo. De hecho, por un segundo solo quiero avanzar hacia ella, ponerle la mano en el cuello, pegarla contra la pared en esa semi oscuridad, hundir mi nariz en su cabello y...

Detengo mis pensamientos. Me quiero dar un puñetazo a mí mismo por estar siendo tan débil e inestable.

—Sé que ibas a armar un escándalo si hacía eso y que ibas a venir igual —zanjo.

—¡Ya, Damián, esto no tiene sentido, solo ayúdame! —Ella pierde la paciencia como si la discusión fuera absurda, y mueve la pierna hacia mí para exponerla—. ¡Mira, está muy mal!

No quiero mirar la sangre.

No quiero mirar la sangre.

Por todo lo que existe, no quiero mirar la sangre.

Pero ella se queda en la misma posición, a la espera, alzando un poco el muslo para que yo lo compruebe.

Aprieto la mandíbula. Me fuerzo a no gesticular ni una expresión.

Solo hecho un rápido vistazo...

Todo lo que estuve intentando bajar, vuelve. De nuevo la presión de la sangre empieza a fluir hacia mi entrepierna y comienza a pesar, a hincharse. Menos mal que todas las luces están bajas o de lo contrario lo notaría.

Pero maldita sea, sí necesita un botiquín.

—Ven —logro decir con los dientes apretados.

Camino delante de ella para conducirla rápido. Hay que bajar las escaleras hacia los pisos inferiores y, otra vez, cada paso que doy es una tortura que ni siquiera sé cómo logro ocultar porque la imagen de la sangre en su muslo es tan vívida en mi mente que la dureza se mantiene ahí, presionando y exigiendo, y la sensibilidad a los roces de la tela se hace más intensa.

Padme no se da cuenta, pero voy con la mano hecha un puño y clavándome los dedos en la palma para no irme por completo de la realidad.

Intento pensar mientras tanto en otras cosas. Enumero todos los huesos del cuerpo humano para distraerme.

Bajamos las escaleras.

Columna. Veintiséis huesos.

Pasamos por el pasillo de la planta inferior.

Siete cervicales, doce dorsales.

Abro una de las puertas. Enciendo la luz.

Cinco lumbares, sacro, coxis...

Okey, mi erección ha bajado un poco para este momento.

—¿Qué es este lugar? —pregunta Padme apenas todo se ilumina.

—Una de las salas especiales de Poe —respondo. Al menos sueno serio, normal.

—¿Para matar...? Es muy extraña.

Es una sala amplia, subterránea, con muchos estantes, repisas, cajones y una camilla en el centro. También hay un sofá al fondo. Todo está limpio, huele a alcohol y aquí se podrían encontrar los implementos posibles para hacer cualquier cosa, todos los contenedores posibles, absolutamente cualquier cosa absurda que sea necesaria para un Noveno.

Sí, supongo que para ella es extraña.

—Aquí saca los órganos que se come a veces —resumo—. Tipo forense.

—Ah.

Me acerco a uno de los estantes. De reojo veo que Padme está muy ocupada girando sobre sus pies para analizar la sala con cierto nerviosismo. Puedo notar cómo el vestido marca cada línea de su cuerpo, y por primera vez me fijo especialmente en su trasero, porque la tela se le ajusta muy bien allí.

De nuevo me nublo.

¿Qué pasaría si recibiera una nalgada lo suficientemente fuerte como para que cada dedo quede marcado? ¿Cómo se enrojecería la piel? ¿Por cuantos días? O mejor: una nalgada tan fuerte que no le queden más ganas de querer venir a fiestas ridículas.

No tengo nada de razón por un segundo. Hasta imagino uno de mis dedos manchado de la sangre que le corre por el muslo, deslizándose por la piel de sus nalgas, marcando un camino mientras ella tiembla porque...

Abro un cajón con algo de fuerza y saco lo necesario para la herida.

—Siéntate —le ordeno. Mi voz suena seca y más grave. Qué molesto.

—¿En la camilla?

—¡No! —suelto, tomado por sorpresa. Y suena tan alto y tan inusual que ella solo se asombra, confundida, porque, ¿por qué he hablado así como con algo de pánico?

Es que no puedo verla en esa camilla.

Perdería todo mi control.

Carraspeo la garganta.

—No —corrijo con moderación—. En el sofá.

Percibo que ella se mueve en esa dirección. Con las cosas reunidas, sé que tengo que voltearme, pero por un momento no quiero enfrentarme a su sangre.

Así que tomo aire. Ni siquiera creo que de verdad estoy tratando de reunir valor para esto como si fuera un estúpido soldado a punto de ir a una guerra en la que deberá dar todo de sí mismo para no morir.

Y me volteo para acercarme.

Doy pasos hasta que me agacho frente a ella. Aún ni siquiera la estoy mirando, pero debo parecer imbécil con la indecisión de mis ojos de enfocar la parte baja del vestido, luego la pared, luego más arriba del vestido, luego otra vez la pared, luego su rodilla, otra vez la pared.

Entre eso hasta se me pone la visión medio borrosa, y creo que no es mi razón la que habla, sino un impulso:

—Álzate el vestido —pronuncio, inexpresivo.

Padme asiente, con cuidado abre sus piernas y separa la abertura del vestido.

El interior del muslo y la longitud de su pierna quedan desnudos ante mí. La zona entre las piernas no, porque ahí reposa su mano y ahí ha acumulado la tela negra para que la cubra, pero aun así ese panorama es suficientemente fatal para lo que intento no sentir.

No solo porque puedo ver toda su piel desde el inicio del muslo, sino porque, de seguro mientras estuvo caminando hacia la sala, la sangre de la herida formó una línea que se deslizó como un camino hasta casi llegar a la rodilla.

Maldita sea.

Ahí está. Una línea larga, roja, vertical, que hace que se intensifique la erección que no puedo controlar y que se apriete mucho más contra mi pantalón.

Menos mal estoy agachado con una rodilla apoyada al piso y la otra no, porque en esta sala sí hay bastante luz y se daría cuenta.

Por un lado me pregunto qué haría Padme en ese caso. ¿Se asustaría? ¿Saldría corriendo? ¿Discutiría conmigo? Porque la explicación sería extraña para ella: «me excita ver la sangre sobre tu piel, verte en ese vestido como si acabaras de dejar atrás tu vida como presa para entregarte a mí como Novena. Me excita que te ves como si quisieras que te pidiera que hagamos cientos de cosas que tus padres y tu humanidad considerarían "malas". Me excita la idea de marcarte, de controlarte, de que me ruegues que haga todo lo que quiera contigo».

No es todo, es solo una pequeña parte, pero sé que se escandalizaría.

Por otro lado, ¿tal vez si repito la cantidad de huesos humanos podría concentrarme y controlar mi sistema? ¿O si hago una lista mental de filósofos oscuros?

Me obligo a centrarme en eso, ignoro la línea y me limito a limpiar la herida vertical. Con la mandíbula tensa, dirijo la mano hacia su muslo y paso el algodón.

—¿Sabes? —menciona ella de repente, medio divertida—. Antes solía pensar que eras un vampiro.

Mm...

Pero tal vez una conversación superficial ayude.

—Déjame adivinar, como Crepúsculo —suspiro—. Qué novedad.

—No... —se ríe con cierta discreción—. Nunca fui fan de Crepúsculo, y la verdad ahora creo que mis fantasías eran un poco más... —Lo siguiente le sale más bajo, pero alcanzo a entenderlo—: intensas que eso.

¿Qué acaba de decir?

—¿Mm?

—Es que... —Duda durante unos momentos hasta que lo confiesa—: a veces imaginaba que succionabas mi sangre.

—La imaginación está hecha de deseos —suelto casi al instante.

Ni sé por qué lo he dicho. Sonó mejor en mi mente, pero se acaba de oír peor.

—No era un deseo... —se defiende ella, medio tomada por sorpresa—. O... no lo sé. Igual, eres un Noveno, ¿a ti no te gusta la sangre?

De repente quiero decirle que su maldita herida me tiene el pene a punto de explotar.

Me desconozco.

Odio las reacciones humanas.

—No succiono sangre, Padme —suspiro—, porque no soy un vampiro y eso ya lo sabes.

—¿Pero sí te gusta?

Evito mirarla a la cara, porque, ¿por qué quiere saber eso? Un momento, ¿acaso se nota la erección y quiere llegar a eso?

Con disimulo acomodo mi pierna para que mi entrepierna se oculte más, y mantengo mi inexpresividad.

Pero no sé por qué no puedo evitar no mentir:

—Sí me gusta.

—¿Cómo te gusta? —pregunta también de forma inesperada.

No, una conversación no va a funcionar.

—No seas ruidosa y déjame hacer esto en silencio —me limito a responder.

Pero claro que ella no se va a quedar callada. No sería Padme entonces. Así que su siguiente pregunta es peor:

—¿Acaso... te gusta lamerla?

—¿Eh?

—Tocarla —especifica como si ese fuera el acierto—. Te gusta tocarla, ¿no?

¿Le puedo meter el algodón en la boca para que se calle?

—¿Por qué estás preguntando esto?

—Quiero saber —dice, simple. Pero no le creo.

—¿Por qué quieres saber?

—Me gusta saber cosas de ti.

—No soy un chisme que puedes disfrutar.

—¿Entonces sí te gusta sentirla? —pregunta como si mi negación se lo confirmara—. Quizás lo que te gusta... ¿es la consistencia?

Me quedo paralizado.

Y lentamente, mi mirada sube hacia su rostro.

Me asombra (pero no lo demuestro) que tras decir eso sus ojos tienen un brillo interesado pero al mismo tiempo reservado.

Y maldigo en mi mente, porque ahí está. Es esa intensa dualidad entre su curiosidad y su ingenuidad que tanto me gusta, eso que me hace pensar obsesivamente en cómo puedo transformarla, en cómo puedo liberar lo que en su interior puede ser una oscuridad satisfactoria.

Es fatal. Cuando miro a Padme así, quiero sentir todo el poder que tengo sobre ella.

Porque sí, tal vez mi cuerpo puede reaccionar como un humano. Pero mi mente trabaja como un Noveno.

Y un Noveno excitado...

—¿Quieres que toque tu sangre, Padme? —pregunto con una lentitud y una tranquilidad que sé que la va a afectar—. ¿Es eso?

Ella abre mucho los ojos. Detecto cada gesto de su rostro. Cómo traga saliva, cómo se relame los labios.

—Ah... solo... la verdad es que...

Sé que quiere decir algo. Quiere soltar algo, pero la inquieta.

Me gusta inquieta. Es cuando están a punto de salir sus secretos más oscuros.

—¿Te causa curiosidad? —le pregunto. La miro inexpresivo, porque así no sabe qué esperar de mí.

—Ya sé que no te gusta el contacto —dice. Toma aire, y como no dejo de observarla fijamente, eso hace el efecto esperado y no logra contenerlo—: Pero a mí sí, así que pensé que si aceptaba venir a la fiesta porque tú no querías, me ordenarías que no viniera, lo cual me gusta. Solo que no lo hiciste, así que se me ocurrió aceptar lo del dado y lo de ser la asistente de Poe para molestarte. Es todo, nada más quería fastidiarte para sentir esa adrenalina o para que tal vez nos besáramos o algo...

Si pudiera cerrar los ojos lentamente y soltar todo el aire que he estado conteniendo por la erección, lo haría. Pero solo me le quedo mirando, porque esto también me acaba de permitir entender lo que no entendía antes.

—¿Por eso has estado callada toda la noche? —pregunto.

—Mi plan no funcionó de todas formas —casi susurra, mirando en otra dirección.

Bajo la vista de nuevo hacia su muslo. Aún tengo el algodón puesto alrededor de su herida, sostenido por mi dedo pulgar y mi dedo índice.

Otra vez veo distorsionado, llevado por el deseo intenso de mi naturaleza y de mi erección.

¿Besarnos?

No...

Claro que no quería solo eso.

Y lo peor es que solo besarnos no me habría hecho llegar a este punto.

Paso a sostener el algodón con mi dedo índice y medio, y libero mi pulgar para hacer una cosa en específico.

Sin uso de razón, deslizo el pulgar desde el inicio de la delgada línea de sangre que ha chorreado. Lo hago lento para permitirme sentir el líquido y al mismo tiempo la piel. También lo hago con una ligera presión para apreciar la carne de su muslo. Hasta me dan ganas de hundir los dedos en ella hasta que se enrojezca.

Realmente, lo que a mí me gusta es tocar la sangre.

Mucha sangre me molesta.

Poca sangre me sirve para cosas creativas...

—¿Así que estás admitiendo que querías fastidiarme? —le pregunto. Mi voz suena tan calmada que eso solo advierte del peligro de mi excitación—. ¿O estás admitiendo que en realidad querías que yo te ordenara no venir, porque eso es lo que te gusta?

—¿Qué haces? —Emite en un aliento por el hecho de que la estoy tocando de esa manera.

Al parecer, todo sí está conspirando en mi contra en este instante, porque puedo ver en sus ojos pasmados cómo se dilatan sus pupilas. Al final no necesité el miedo.

Aprieto un poco más su muslo con mi pulgar y ahora con el resto de mis dedos, y me inclino hacia arriba para acercarme a su rostro.

Hipnotizado, mi vista recorre su cara. Qué curioso, incluso su piel tiene un tenue sonrojado.

No me queda duda de que puede llevar ese vestido negro y verse como una Novena, pero me necesita para sacar sus demonios más satisfactorios.

Y lo sé porque aunque está nerviosa, inconscientemente se muerde el labio inferior.

—¿De verdad, Padme? —Le exijo ser clara con una voz que no admite silencios—. ¿Te gusta que yo te domine?

—Sí me gusta, pero sé que tú...

La interrumpo, severo:

—Entonces supongo que no te molestará que te castigue por haber hecho un plan contra mí y por haber aceptado ser la asistente de Poe.

—¿Castigarme? —Abre más los ojos.

Qué interesante es su confusión.

—Castigarte —le confirmo.

—¿Qué? ¿C-cómo?

Esa ni siquiera debería ser la pregunta.

Su pregunta debería ser: cuánto la castigaría.

Pero ella no tiene ni idea. Mi inocente pero perversa Padme no tiene ni idea.

Y quisiera negarme. Por eso estuve intentando controlarme. Una parte de mí quería evitarlo porque lo que necesito para complacerme es más fuerte de lo que ella espera, pero ya no puedo. Mis instintos están demasiado descontrolados como para detenerme. Ya ni siquiera puedo enojarme.

Es decir, me molesta mucho esta debilidad, pero he alcanzado un límite absurdo de excitación y necesito esto. Ya necesito verla cumpliendo esta faceta que ha dicho que le gusta. Necesito conocer sus gemidos, si su expresión será de placer o de dolor o de los dos al mismo tiempo. Necesito ver su piel desnuda y sobre todo: dejar en claro que lo que Poe le hizo no lo puede hacer ni él, ni nadie más de nuevo.

Antes, le concedo algo que sé que le va a gustar, solo por el valor que ha tenido de intentar molestarme.

Acerco mis labios a su frente y le doy un beso allí.

—Veamos si de verdad quieres que yo te domine —le susurro cuando separo mis labios.

O cuánto aguanta.

——

Envíenme mucho amor para curarme rápido. Extraño actualizar. ¡Gracias por hacer el libro de Damián un éxito en librerías!

Estoy en insta como @alexsmrz y Twitter como @MirezAlex para recibir sus mensajes hermosos.

Por cierto, me enteré que en México hay una nueva tanda de 1000 libros que vienen con regalos! Lo pondré en mis historias de insta para que sepan dónde comprarlo así :D ya lamentablemente no hay regalos para otros países porque eran en la preventa. México lo quiso hacer especial, amo a México!

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