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17

—El chico de la heladera me rechazó —confiesa, y la gente aplaude. Yo enarco las cejas y me llevo la bebida a los labios mientras veo como todos están fuera de sí y hacen confesiones. Emma dió la inciativa, y no está ebria.

—Mi vecino y yo tuvimos la mejor noche, pero me dejó al día siguiente –confiesa una pelinegra con los pies cruzados y una cerveza de lata en mano.

—Ayer me cayó la tarta de mi vecina en la cara, era de algún cítrico y todo mi rostro se hinchó como un globo —comenta Dave—. ¡No pude ni abrir los ojos!

—Eso no es una confesión, Anders —le reclama un pelinegro mientras niega con la cabeza, haciendo que su cabello roze con sus delgados hombros. 

—Ah, entonces me gusta una chica, y está en esta fiesta... —confiesa, pero parece a que a nadie le sorprende. Debe notarse a kilometros porque la mayoría sabe de quién está hablando.

Después se escuchan más y más confesiones donde una termina siendo más impresionante que la anterior hasta que llegó mi turno. Todos los ojos están posados en mí que no sé como pararme siquiera. Me quedo muda, por un momento pienso en disculparme y salirme del juego, en la que nunca me metí, o inventarme una confesión. Sin embargo de mis labios solo sale aire.

-—Déjenla, ella es nueva en esto de las fiestas —me defiende Emma y pasan al siguiente sin importarles mi presencia. 

—Gracias —le susurro y ella lo recibe con un choque de vasos.

—Salud, amiga —Se lleva la bebida a los labios de una manera exagerada.

–Salud...

—Me gusta un chico, pero él parece pelarle bola a otra.

Mi cabeza gira automáticamente a la dueña de esa voz: Jade Davis.
Su atuendo es totalmente casual con unos jeans blancos y una blusa acampanada que va con la cabellera de Emma. Si hubiese sabido que ella vendría, definitivamente conseguiría otra manera de atraer clientes. Pero me alivia saber que ambas estamos pensando lo mismo: ignorar su presencia.

—Me gusta una chica de hace años, pero ella no parece notarlo —confiesa Finn, y Emma no pierde la oportunidad para darme un codazo en el brazo. 

—¿No es contigo? —susurra, y yo niego automáticamente. 

—No lo creo, él solo me molesta, eso es todo. 

—De esas cosas, nacen el amor. 

—No entre nosotros. 

—Oh, vamos Jess, he visto como lo miras.

—Sí, con los ojos.

—¿No te parece lindo? —esquiva mi sarcasmo con facilidad. Suspiro.

—Voy por ponche —comento antes de que pierda los estribos. Cruzo el umbral de la ya conocida cocina y me encuentro a Dawn sirviendo la comida. Hago un intento por pasar desapaercibida y salir de ahí, pero ella ya levanto la vista de las aceitunas. 

—Hola, Jessie, ¿vienes por ponche?

—Sí... —Me acerco vacilante y sin saber qué hacer—. De hecho, gracias por invitarme. 

—De eso nada, me alegra que hayas venido. 

Asiento descoordinadamente hasta que se forma el momento incómodo. 

—¿Crees que sea muy poca comida? —indaga mientras le da varias vueltas al plato con arroz blanco y un pedazo de pollo con salsa encima.

—No, parece suficiente —titubeo, y me sirvo mi ponche de frutas. 

—¿Enserio? —pregunta vacilante—. Supongo que tienes razón, iré a servirlas.

Sale de la cocina, vuelve a medio minuto y se va con otros dos platos de quince que sobran en la mesa. Ella, al no regresar en el mismo tiempo que la primera vuelta, dejo el vaso en el fregadero y decido lavarla después. Tomo una bandeja y coloco los platos suficientes para servir.

La mayoría me ve salir como una mesera y los otros parecen hablar con Dawn. Comienzo a inquietarme un poco porque la cumpleañera está cabizbaja y las demás tienen la postura de estar reprochandola en su propia casa.

—Te ayudo —dice Finn mientras me quita la bandeja y comienza a repartirla.

—Iré por más —habla Emma cuando pasa a mi lado y me regala un guiño que recibo con un arqueamiento de cejas. Sin darme cuenta he quedado clavada al piso viendo a Dawn encogerse de hombro más y más. Barro con la mirada el lugar y no encuentro a Dave. La mayoría ignora la situación y otros están metidos en su celular.

—¿Te pasa algo, Jess? —pregunta el castaño, y comienzo a balbucear. Dawn está pasando lo mismo por lo que yo pasé con Jade. Siempre diciéndome que no me acercara, que no le hablara y que no la tratara como si fueramos conocidas y amigas de toda la vida. Localizo a Jade Davis sentada junto a un chico mientras mira de manera despreocupada su teléfono e ignora lo que le comentan—. ¿Jessie? —Vuelvo mi mirada a su rostro y trago con fuerza.

—Tengo que ayudarla, Finn

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