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12

—¿Por qué albondiga? —pregunta la campana con el animal en su brazo—. ¿Acaso tenías hambre?

—Le queda el nombre —dice Finn. Ambos quedamos en llevarla al veterinario después de mis escasas ventas de limonada, y de mi intento fallido de explicarle lo del aparato que sigue trayéndome vergüenza.

—Me lo comeré —sentencia el pelinegro—. A besos.

De camino lo encontramos andando con su bicicleta, y no ha dejado de mirar por encima de su hombro. Estoy casi segura que estaba siguiendo a alguien.

—¿Esa no es Dawn? —cuestiona el castaño, y mi vista deja de repasar al extraño juguete de un ratón para mirar como una chica trata de arreglar su esponjoso cabello por culpa del viento mientras que con la otra mano lleva una bolsa de dulces. No la reconozco, quizás no sea de nuestra escuela.

—¿Me veo bien? —Dave, la campana, se pasa varias veces las manos sobre el cabello para después volver a colocarse la gorra.

No entiendo, si con la gorra no se nota que se la arregló.

—Eh, sí.

—Tomaré a la bola de carne como préstamo —Y abandona el lugar para detener a la chica en el camino. Por su expresión, no le sorprende.

—Ella es su amiga de la infancia, Dawn Becketh —explica—. Le gusta desde que se chupaba los dedos.

Vuelvo mi atención a los dos jóvenes y conozco todos esos movimientos de incomodidad que Finn no tarda en cortar.

—Hola, Dawn —saluda, llevándome arrastras con él—. ¿Ya conoces a la mascota?

—Oh, Finn —eleva sus cejas con asombro cuando aparecemos—. No tenía idea que tenían una linda perrita, ¿cómo se llama?

—Albondiga.

—Gato.

Tanto Dawn como yo elevamos las cejas. Y ambos chicos se miran entre sí.

—Está bien —sonríe, mostrando unos hoyuelos cada vez que lo hace—. Te llamaré bolitas —Acaricia su barbilla y le termina gustando el nombre.

—Me gustas mucho —habla Dave, y automáticamente se corrigue—. Digo, me gusta el nombre. Sí, bolas —farfulla.

—Bolitas —recalca Finn dándole un codazo para que reaccione.

—Ah, por cierto —La morena saca algo de su bolso y la entrega—. Estaré de cumpleaños en unos días y...

—Con gusto iremos —replica el pelinegro con una sonrisa de ensueño.

—Genial, espero verlos ahí... —Me da una palmada—. Tú también, Jessie Sparks.

Asiento con desconcierto. Pero, ¿cómo es posible? Nunca he visto esta chica antes. ¿Y acabo de aceptar una invitación?

—Yo también. Ah, digo yo tambien espero no faltar.

El pelinegro la ve partir, y se guarda las invitaciones en el bolsillo de su camiseta.

—¿Te vas a quedar con el nuestro? —pregunta su amigo.

—Tanto como quiera.

—No te preocupes por si no quieres ir, Dawn no suele invitar a mucha gente —comenta el castaño a mi lado y me limito a mirar al animal que no deja de lamberle la mano a Dave.

Dawn Becketh... su nombre me suena, pero nunca he visto una chica tan destacada como ella en los pasillos o en mis clases. Si es que llegamos a compartir alguna durante todo el año escolar.

—Ella es hermosa —dice el pelinegro, aún con la vista donde partió.

—¿Gato? ¿A un perro? —Se burla su amigo.

—El tuyo es de una comida —se defiende, y le restamos importancia al nombre para volver dentro. Bolitas necesita vacunas.

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