11
Acabo de descubrir que es un vibrador, y no fue por internet. Fue por Finn Lamberg.
Juro por los bizcochos de mi madre que Emma estará en un buen problema con una minion vestida de rojo infierno.
La vergüenza no me dejará en paz. La ocasión sigue reproduciendose en mi cabeza como un disco:
—¡Ya voy! —corrí escaleras abajo al escuchar el timbre. Esperaba recibir a los amigos de mis padres o a la señora Brown con uno de sus reproches innecesarios, pero su grata visita fue inesperada.
—Hola, Jess... —saludó el castaño con una expresión bastante nueva para mí, ¿qué le causó vergüenza?
—¿Finn? No dije que me verías dentro de mi casa.
—Sí, lo sé, pero se te quedo esto —me entregó la bolsa donde estaba el regalo de Emma, pero algo andaba mal con él—. No fue mi intención ver el contenido, albondiga la arrastro fuera.
¿Decidió llamarlo albondiga?
—Es solo un juguete —aseguré, y sus ojos se abrieron de par en par.
—No creí que te gustaban esa clase de cosas, y que fueras tan... directa.
Enarqué una ceja hacia su dirección, y el enigmático y perspicaz Lamberg comprendió el asunto. Suspiró y se pasó las manos por el rostro.
—Demonios, Jess, eres tan inocente e ignorante.
Emma me dijo lo mismo, y empecé a creer que ese no era cualquier juguete inocente.
—¿Por qué?
—¿Tienes idea de que va el juguete?
—No tiene instrucciones —La saqué de la bolsa y comencé a inspeccionar de nuevo. Quizás ambos tengan razón y no sé con qué clase de artefacto estoy tratando.
—Mira esto —Me entregó su celular. Lo leí y lo releí un millón de veces hasta que mi rostro comenzó a arder, y explotó cuando mi padre apareció y vió la escena de dos sexos opuestos con un artefacto femenino en mi mano.
—Trágame tierra —Mi súplica se obstruye por la almohada, y mi madre tuvo que volver a preguntarme lo que dije.
—Ya areglé las cosas con el muchacho —avisa papá, momentáneamente, para luego volver a su oficina. Después de que echaran al castaño de mi casa con varias amenzas incluidas tuve que explicarle todo desde el principio. Claro, mi padre se lo esperaba de Emma y eso lo tranquilizó. Ahora mi madre está dando una charla sexual de la cual no estoy prestando atención porque Finn Lamberg me saluda desde su habitación con albondiga en brazo.
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