04
—Ya me iré a trabajar, Jessie —dice papá en un tono apagado para luego depositarme un beso en la frente. Desde que le encomendaron el trabajo de redactar los siguientes artículos sobre unos millonarios, no ha podido dormir las seis horas que normalmente me comenta. Mi papá ama su trabajo y casi siempre hace las mejores redacciones, pero está vez no lo pudo lograr porque la información de aquellas personas ha sido borrada y con lo poco que tiene no puede llegar a publicarla.
Dejo reposar la jarra de limonada—que mamá me enseñó a hacer—, sobre la madera. Vender se me esta haciendo tedioso. Es aburrido mirar la desierta carretera y ni un cuerpo pasar. Quizás la señora Brown tenía razón y nunca terminaré de conseguir el dinero suficiente. Si tan solo hubiese buscado otro trabajo y mis padres no fueran tan sobre-protectores, estaría haciendo maletas.
Suspiro. Sé que en el fondo intentan protegerme y hacerme feliz, es por eso que no objetaron cuando les conté sobre mis planes futuros.
Al sentarme veo a Finn recostado junto al árbol. Desde ese incidente no ha vuelto a acercarse, solo se dedica a verme desde lejos. Odio admitirlo, pero este chico hace que las horas vayan saltando de dos en dos. Sin embargo, no puedo ir y pedirle que siga como antes. Eso sería perder mi dignidad.
Aparto la vista y busco entre todos los periódicos—que papá trajo de su trabajo—, algún juego disponible, pero todos los crucigramas y sudokus las había llenado.
Resoplo de frustración y mi mirada vuelve a caer en Finn. He visto las expresiones que hace cuando digo las palabras más crueles que haya oído jamás. De algún modo, la expresión que proyecta ahora—que difiere de las demás—, no debería afectarme en lo absoluto.
Esquivo su mirada y la centro en mis dedos. No me gusta como estoy pensando sobre él. ¿Debería solo perdonarlo?
Finn Lamberg es la criatura que quiero lejos de mí. No obstante, desde que se alejo las horas en este lugar son insoportables, es peor que escucharlo parlotear.
Si él me utiliza para divertirse, ¿Por qué yo no lo uso también?
Me levanto de golpe y me acerco al borde que separe el césped y el cemento.
—Haré como si lo de la ventana no paso —añado y al dar media vuelta puedo escuchar como se acerca a pasos largos.
—Creí que nunca sería perdonado, dama de hielo —comenta divertido.
—No me llames de esa manera —le advierto mientras me acomodo en la tabla.
—Entonces, ¿Qué te parece princesa?
Ruedo los ojos.
—Vete al infierno, Finn.
Se ríe y yo aplano los labios para que no note lo mismo en mí.
—Si fuera a ir, te extrañaría el triple de lo que te extrañé durante días —susurra contra mi oreja y lo aparto de un empujón.
Con eso caigo en cuenta de que no me molesta su presencia sino la marea de emociones que causa en mí con solo palabras. Tendré que tener el doble de cuidado.
—Cállate, Finn Lamberg.
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