Capítulo 24
Durante toda la tarde Feliciano se la había pasado corriendo de un lado a otro por el jardín junto con otros niños.
Tanto Salomé como los demás empleados de la casa trabajaban a contra reloj para tener todo a punto para la noche.
Al llegar a casa, como siempre discutiendo Yeray y su madre, éste por no escucharla más se fue hacia el jardín.
Sus ojos divisaban con poco entusiasmo como la empresa encargada del catering, trabajan meticulosamente para que todo esté listo.
En ese momento Yeray se quedó parado pensando en su vida en general y como el destino se ha encargado de poner ante él a la mujer que ama.
De pronto un pequeño cuerpo se abalanzó sobre él dándole un gran abrazo.
— Feliciano, qué bien que estés aquí campeón. — Yeray abrazó al pequeño como si fuera algo suyo.
— Yaray, mira mi avión preferido.
— Vaya, tú también coleccionas aviones. Sabes Feliciano, vamos a decirle a Salomé que hoy verás un avión de verdad, te enseñaré la cabina, los mandos y el panel del control. ¿Quieres acompañarme?
— Siiiii. —Feliciano no podía creer que fuera a ver un avión de verdad. Por lo que no le quedó de otra a Maira que darle permiso cuando Salomé la llamó contándole lo ocurrido.
Feliz, agarrado de la mano de Yeray, Feliciano miraba asombrado todo lo que le mostraba Yeray.
El pequeño pudo sentarse en uno de los sillones donde se encontraban los mandos del avión, habían demasiados botones, luces y varias pantallas pequeñas. Feliciano no paraba de preguntar para que servían aquellos aparatos.
Entre carcajadas, Yeray le explicaba todo con detalle sentando al niño en sus piernas.
De pronto el avión empezó a moverse, Yeray le daba instrucciones de cómo debía pilotar.
El niño no podía salir de su asombro, reía mirando con devoción a Yeray.
Solo fue una vuelta en la pista, y aquello significó mucho para Feliciano.
Los dos empezaban a entenderse de maravilla y para Yeray pasar tiempo con Feliciano y poder estar cerca de un niño tan dulce y cariñoso era todo una bendición.
En ese momento se encontraba despreocupado comiendo hamburguesa y patatas fritas con Feliciano.
Su móvil no deja de vibrar, todos lo esperaban para dar comienzo a la fiesta.
Quizás debería irse, aunque por otro lado aquel circo no iba demasiado con él.
Por lo cual prefirió quedarse un rato más viendo como Feliciano jugaba en las atracciones del establecimiento.
Después de un rato grande, ya montandos en su coche, Feliciano se quedó dormido.
Mientras aparcaba el auto, Yeray contempla con adoración al niño como dormía plácidamente, le acarició su cabello sintiendo ternura hacia él.
Lo agarró entre su brazos y se lo llevó hacia su habitación para que siguiera durmiendo.
Al cerrar la puerta, Genoveva molesta empezó a echarle por cara a Yeray el plantón que le había dado.
— Por favor Genoveva no es para tanto, tampoco hace falta que estés así de molesta. Ahora me doy una ducha y bajo a saludar a los invitados.
— Como puedes ser tan grosero. ¿Has preferido estar con ese mugroso niño antes que cumplir con tus obligaciones?
— No me alces la voz y mucho menos insultes al niño. Y para serte sincero, he preferido estar con él antes que estar en mitad de todo este circo que habéis preparado mi madre y tú para daros prestigio.
— Vaya, ¿qué te ocurre Yeray, acaso no quieres una fiesta como todas nuestras amistades?
— ¿Acaso te ha importado lo que yo quiero? No verdad. Has seguido con tus ideas y yo he tenido que verlo todo bien.
— No sé que te ocurre Yeray, pero ahora mismo vas a bajar conmigo, vas a saludar a nuestras amistades puesto que no estoy dispuesta a que mi fiesta quede arruinada porque tú no quieras exibirte prefiriendo estar con...ese niño. El sobrino de una sirvienta, por favor. — Sin añadir nada más Genoveva se marchó haciendo resonar sus tacones fuerte en el suelo.
Mientras tanto Yeray furioso veía como Genoveva dándose importancia y superioridad saludaba a los invitados mostrándose cariñosa.
Aquello fue la gota que colmó el vaso de agua.
Su enfado no había desaparecido ni mucho menos, y a pesar de disimular mostrándose cortés con los invitados, Yeray seguía preocupado por como estaba transcurriendo la fiesta cuestionándose si en verdad llegaría a ser feliz junto a Genoveva.
Un mujer hermosa, de eso no cabía la menor duda, pero...¿Entonces porque se siente abatido?
Su respuesta no se hizo esperar cuando llegó Maira buscando a su hijo.
Al verla se quedó pensativo e hipnotizado por lo hermosa que lucía.
La había visto por la mañana, la había conocido años atrás, y ese brillo que la hace inigualable lo hacía enloquecer.
Mientras ella andaba mirando para todos lados buscando a Salomé y a su hijo, Yeray se acercó hasta donde se encontraba ella parada haciéndole entrega de una copa de champagne.
— Muy amable Yeray.
— ¿Qué te trae por aquí Maira?
— Venía buscando a Salomé y...
— Salomé está algo ocupada, si lo deseas puedo hacerte yo compañía. De hecho quiero hablar contigo.
— ¿Conmigo? — Preguntó ella algo tenebrosa.
El mirándola como un gavilán a punto de coger su presa se acercó a ella, con sus labios muy cerca de su oído, Yeray se percató de inmediato del temblor de su pálpito, lo que sentía cuando estaba cerca de Maira, no era ni una semejanza con lo que apreciaba cuando está con Genoveva.
— Sí, me gustaría saber cómo te ha ido en todo este tiempo. — Su aliento rozaba suavemente su piel logrando perturbarla de tal modo que sin darse cuenta sus bocas estaban unidas.
Al separarse sus miradas describían a la percepción la atracción que sentían uno por el otro.
Al ver la escena Genoveva empezó a caminar rabiosa hacia donde se encontraba Yeray hablando con Maira.
Proyectando un estado de soberbia, Genoveva se puso delante de Yeray enfrentándose a Maira.
— ¡¿Qué pretendes viniendo hasta aquí.?!
Yeray es mi prometido y vamos a casarnos, nos queremos y no voy a permitir que tú vengas a estropearlo todo. Lárgate ahora mismo de aquí.
— ¡¡Basta ya Genoveva!!
No te voy a consentir que le hables así a Maira. Debo recordarte que ella es mi ex mujer. Y si no quieres seguir poniéndote en evidencia ya puedes ir a representar tu papel de mujer feliz.— Aquello le prestó muy mal a Genoveva y más que la ofendiera de la manera que lo había hecho Yeray ante Maira.
Por lo cual recogiendo todo su orgullo se volteó fulminando a Maira agarrando del brazo a Yeray para marcharse juntos.
Para no dar más escándalos, Yeray empezó a caminar juntos dejando atrás a Maira paralizada por lo sucedido.
Acto seguido, Maira se fue a buscar a Salomé, después de hablar con ella se fue hacia la habitación en busca de su hijo.
Al cerrar la puerta cargada con su hijo en brazos Maira tropezó con Andrea.
Ésta observó al niño y después a ella, una pequeña bola se fue agrandando en su garganta ante el miedo de que aquel niño podría ser su nieto.
Ñññ
Al ver que Andrea estaba más blanca que la pared, Maira se marchó sin dirigirle la palabra. Pero no llegó muy lejos puesto que la duda la atraía.
— Ese niño...es...
— Este niño es mío, Feliciano es mi hijo. Y ahora déjeme marchar no me apetece mucho hablar con usted.
Echándose hacia una lado, Maira continuó caminado cargando a su hijo hasta que pudo salir de la casa sin ser vista.
Lo que menos deseaba era tener que dar explicaciones, ella había elegido el rumbo de su vida, le gustaba su vida tal cual y era feliz junto a su hijo. ¿Qué más podía pedirle a la vida?
— No te voy a perdonar el haberme dejado en evidencia Yeray. ¿Cómo has podido hacerme algo así?
— Cálmate Genoveva. Antes de nada, Maira está de regreso por su trabajo y lo segundo y lo más importante, nos llevamos bien.
— ¿Aún la amas Yeray? — Los ojos negros de ella brillaban de pena, Genoveva era demasiado orgullosa como para permitir que una mujer llegara y le arrebatara al hombre que ama.
— Estoy confundido Genoveva.
— Eso quiere decir que nuestra boda nunca se va celebrar, me vas a dejar plantada...No puedes hacerme esto Yeray, seré el centro de críticas, de pena...Si necesitas tiempo, te dejaré tomarte tu tiempo hasta que decidas y pongamos la fecha para nuestra boda.
Yeray no supo que responderle, permaneció callado mientras ella terminaba de maquillarse.
Acto seguido, se marchó dejándole solo reflexionando sobre la conversación mantenida anteriormente, luchando consigo mismo contra sus sentimientos.
Sensaciones emitidas por una mujer la cual lo transporta a otro mundo cuando está cerca de ella, al besarla su corazón latió con demasiada fuerza.
Una fuerza algo fallida porque él debía de continúar con su vida.
Maira desapareció de su vida hace cinco años y Genoveva pasó a convertirse en su amiga a novia, y pronto deberá casarse con ella.
Todo lo que sentía por Maira debía guardarlo en un baúl tirando la llave al mar, porque solo son esos, recuerdos, experiencias y errores.
En el despacho de su abogado no se oía nada, Yeray había recibido una llamada de él comunicándole que debían de hablar.
Su abogado, miraba papeles, consultaba su ordenador, seguía leyendo pasando páginas expaciéndolas por la mesa.
— Enric, esto...que uno tiene que ir a trabajar si eso me paso en otro momento.
— No, si ya lo tengo. Tan sólo estaba comprando unos detalles, y sí era lo que yo pensaba.
— Pues dime, ¿Qué ocurre?
— Resulta que no te puedes casar con Genoveva, porque aún sigues casado con Maira.
— No puede ser. Los dos firmemos el divorcio.
— Exacto. Pero el problema es que no lo hicesteis juntos y ante un juez o notario. Por lo cual, vuestro matrimonio no es nulo. A día de hoy vuestro matrimonio está en vigor. Los dos seguís casados.
Abriendo sus ojos al máximo, Yeray no podía creerse que aún estaba casado con Maira. Aquello era ilógico, no podía ser. Agobiado se levantó, confundido volviendo hacer la misma pregunta a Enric.
— ¿De verdad sigo casado con Maira?
— En efecto. Tanto tú como Maira firmaron los papeles del divorcio a través de los respectivos abogados pero no ante un juez o notario, y por su puesto juntos. Por lo que me consta, que sin la nulidad del matrimonio ustedes siguen casados legalmente.
Mirando al suelo, Yeray empezó a pensar en la información que le había dado su amigo y abogado.
Por un instante había dado todo por perdido, se iba a casar con Genoveva aún amando a Maira.
Tal vez estaría loco, aquella información le alegró. Tanto como que no pudo aguantar ni un minuto en organizar una cena con Maira para saber si ella siente lo mismo por él.
Si ella ha regresado otra vez a su vida, en esta ocasión no va tener miedo para amarla, si no que iba hacer hasta lo imposible por entregarle el cariño que en su día le negó.
A pesar de intentar por todos los medios no querer asistir a la cena con el supuesto cliente. Humberto le aconsejó a Maira que al menos debería agradecer el haberle comprado todos sus cuadros.
Resignada, Maira aceptó la invitación, aunque no sabía con quién se iba a encontrar en el restaurante.
Eran pasadas las 7 cuando Maira llegó al restaurante que le había indicado la secretaria de Humberto.
Estaba nerviosa, e intranquila por si Feliciano la extraña.
Antes de tomar asiento en la mesa llamó a Salomé para saber cómo estaba Feliciano.
— Hola mi amor, cómo estás.
Espero que te portes bien. Yo también te extraño mucho mi cielo, te prometo que cuando acabe mi compromiso me reuniré contigo. Un beso muy grande te quiero.
Acto seguido se fue hacia la mesa que le indicó el camarero.
Mientras Maira tomaba asiento, Yeray la observada dolido. Para qué mentirse, saber que hay otro hombre en su vida lo pone celoso.
Dejó a un lado los malos pensamientos y se sentó justo enfrente de Maira, dándose el placer de ver como lo miraba extrañada mientras él aguantaba una sonrisa.
— ¿Tú eres mi cliente?
— Exacto. He pensado que si te lo pedía yo no ibas aceptar, por eso he echo este teatro.
— Tampoco era necesario, no hubiera tenido ningún problema en cenar contigo.
— ¿Así? Me sorprendes.
— Yeray somos adultos, estuvimos por llamarlo de alguna manera casados, tú ahora tienes novia y pronto te casarás. ¿No veo nada de malo que cenemos juntos mientras a tú novia no le moleste?
— O a tú novio. Antes te he escuchado hablar cariñosamente con alguien. Supongo que será tú pareja.
— Yo no tengo pareja, pero si hay un hombre en mi vida al que adoro y quiero con toda mi alma.
— Vaya. — Gruñó para sus adentros por haber averiguado que en verdad hay otro hombre al que ama.
Cuando el camarero les tomó nota, éste desapareció dejándoles una botella de vino y otra de champagne.
A pesar de sentirse nerviosa, Maira intentó hablar con normalidad con Yeray a pesar de sentir el deseo de prenderse entre sus brazos debía contener de algún modo sus emociones.
Él, no tenía ningúna honestidad en mirarla de forma diferente, sonriendo le, rozando su mano incluso limpiarle con delicadeza la comisura de su boca.
El peligro la acecha, no quería dejarse vencer por la seducción de Yeray puesto que su mente enloquecida no dejaba de anunciarle la química que había entre ellos la conduciría al peligro de verse metida en las sábanas con él.
Quizás lo mejor sería levantarse y marcharse cuanto antes.
La sola presencia de Yeray, su tacto sobre su piel...emanaba el poder de la atracción y no podría echarse hacia atrás.
Al finalizar la cena, Maira hizo amago de levantarse, la mano de él impidió que se moviera.
Ambos estaban parados uno enfrente del otro, sus iris verdosos se perdían en aquellos ojos avellana que tan fascinante le resultaban. Sus bocas estaban demasiado cerca, peligrosamente Yeray besó a Maira, un beso apetecible, tierno y cálido.
— Te deseo Maira. ¿Quieres que pasemos la noche juntos?
Maira se retiró lo suficiente como darle la respuesta.
— No puedo Yeray. Esto es una locura y...miramos nuestras vidas han cambiado, además...
— ¡¡Shuuu!! No hables más. Solo déjate llevar por lo aquello que deseamos y sentimos uno por el otro.
— Yo...yo...también te deseo, ansío poder desvanecerme entre tus brazos, poder sentir aquel cariño que me negaste.
Sin embargo, esto termina aquí Yeray.
— Esto no ha terminado Maira.
No puedo echar el tiempo para atrás, pero si algo quiero y necesito es reparar todo el dolor que te causé dándote mi cariño haciéndote mía.
La espalda de ella chocó con la puerta del coche, Yeray había atrapado su boca y con su mano puesta en su cintura y la otra en su nuca la besaba con fogosidad, estimulando cada poro de su piel induciendola hacia la intimidad de la habitación donde solo serían él y ella idolatrando lo que por tanto tiempo llevaban guardando en lo más profundo de sus corazones.
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