Capítulo 16
A pesar de no haber dormido lo suficiente la noche anterior, Maira se despertó alegre.
Qué sentido tenía mantener un estado amargo,si de por sí los momentos que vive en su día a día ya lo son. En ocasiones.
Nada más levantarse, se fue directa hacia el baño.
Se metió en la bañera dándose una larga ducha donde el vaho le impidió ver que no estaba sola en el baño.
Aquella mañana Yeray esperó a Maira. Si algo tenía claro era que pese a la negación de su mujer, él siempre acabaría saliéndose con la suya.
Con una toalla liada a su cintura, Yeray empezó a afeitarse cuando vió detrás suyo a Maira con sus mejillas rosadas, cara de espanto y avergonzada de que la viera desnuda.
— ¿Qué haces aquí? — Inquirió ella tapándose todo lo que le permitía el trozo de toalla.
— No ves, afeitándome.
— Podrías esperar a que yo termine de arreglarme, necesito mi espacio.
— Pues lo siento, mi baño no hay agua caliente y como comprenderás con este frío no me voy a duchar con agua fría. Además debo recordarte que estamos casados, no me voy a espantar por verte desnuda.
— Espabila, necesito el baño, tengo que secarme el pelo.
— Tranquila si ahora termino. — Sin ningún pudor, Yeray dejó caer la toalla al suelo mostrándose totalmente desnudo ante su mujer.
Los ojos de Maira quedaron fijos en el cuerpo atlético de él y en especial en su miembro.
Abochornada se giró intentando aplacar aquel remolino que se había formado en su interior.
Él, sabiendo el efecto que tiene sobre ella se metió tranquilo en la ducha, mirando a rabillo de ojo como empezaba a brotar su rebeldía.
A pesar de haberle provocado misteriosas sensaciones, Maira no estaba dispuesta ha salir huyendo. Por lo que dispuesta a seguir con lo que estaba haciendo,agarró el secador para ponerse a secarse su melena.
Mientras ella se secaba su cabello, Yeray la miraba mientras se vestía.
Por el reflejo del espejo, Maira podía admirar el cuerpo de su marido, como sus dedos vagan despacio secándose su cuerpo algo que por extraño que le pareciera sus inquietud la llevaba a no apartar sus ojos de su marido notando a la vez como su corazón galopa en su pecho.
Paulatinamente, Yeray se acercó a ella dándose el gusto de aspirar el olor de su cabello, sus miradas volvieron a encontrarse en sus ojos resistiendo la confusión, pero nada más rozarla su impulso lo llevaba a desear más y más de ella.
Retirándole un mechón de su cabello hacia un lado posó sus labios en sus cuello, de nuevo sus miradas volvieron a encontrarse avivando el sentimiento del amor tan oculto que está en su interior. Sus dedos acariciaron con delicadeza la suave piel de ella logrando estremecer la, siguió con sus besos hasta llegar a su clavícula donde volvió a cruzar su mirada con ella, ella intentaba resistirse, todo lo que le hacía Yeray la enloquece, pero no estaba dispuesta a rendirse en sus brazos a pesar de cuando la roza pierde todo su dominio.
— Déjame Yeray.
— Me gustas más con tu cabello rizado. — Le dijo él con la expresión en su mirada de querer más.
— No sabía que te fijaras en mí. Pero bueno de todas maneras me voy hacer una trenza. Ahora si me disculpas me tengo que ir para mis clases.
— ¿Porqué huyes de mí Maira? Mírate, los dos deseamos lo mismo.
— No te equivoques Yeray, antes, posiblemente sí ansiaba que me dieras tú cariño, pero ahora ese sentimiento comienza a desaparecer, y no creo que tú quieras hacerme tuya, cuando lo que quieres lo obtienes acostándote con otras mujeres. Ya es tarde Yeray. — Sin apenas mirarlo, Maira salió del baño para ir a buscar sus pertenencias e irse a la universidad.
Necesitaba alejarse cuanto antes de Yeray, o terminaría cayendo bajo su hechizo.
Las clases le fueron bien, Maira ponía toda su atención y esfuerzo en poder sacar buenas notas y obtener una beca, para seguir estudiando.
Mientras tanto, en su oficina, Yeray jugaba con su boli entre dedos pensativo.
Las palabras de Maira le habían transpado de una manera descomunal empezando a sospechar si tenía un amante.
En ese instante pasó Hilario cargado con carpetas. De primeras, hablaron con tirantez, después tras ver cómo su amigo se hallada perdido en sus pensamientos decidió bajar la guardia y escucharlo.
— Aver, qué te ocurre ahora para qué estés en la inopia.
— Es por Maira, no me cabe la menor duda que tiene un amante.
— ¿Y? No veo nada de malo que ella esté con otro hombre, dado si mal no recuerdo tú le diste tu consentimiento.
— Exacto. Y ahora me arrepiento. He sido un idiota Hilario.
— Qué pena que te hayas tenido que dar cuenta cuando la has perdido. Debiste de aprovechar tú oportunidad cuando ella te repetía que te amaba.
— No sé qué hacer Hilario. Estoy perdido sin saber qué decisión tomar.
— Dale el divorcio, para qué prolongar algo que no va llegar a ningún puerto.
— Ni de broma le doy el divorcio a Maira. Si lo hago estaría dándole la mitad de la fortuna de mi familia.
Antes prefiero seguir soportando está situación.
— Una pregunta Yeray. ¿Cuánto tiempo aguantarás sabiendo que la mujer a la que te negaste darle tú cariño, lo recibe de otro hombre?
Yeray no pronunció palabra alguna, se levantó revolviendo su cabello encrespado.
Quería a Maira, había visto en ella la mujer que podría compartir su vida y sus desconfianzas, la manera de negarle algo tan simple como un poco de afecto y ternura prohibidose a sí mismo ser feliz, lo estaba pagando con creces, puesto que sus celos desatan en él una lucha interna entre el amor y el odio.
La puesta de sol anunciaba que pronto debeía de irse a su casa, a pesar de encontrarse a gusto junto a Darío.
Había ido a sus clases como siempre, y un rato después el apetito de poder rozar sus pieles, sentir sus caricias dejando que el deseo fluya por cada poro de su piel, ansiando en poder delitarse con todo lo que le proporciona Darío, la hacía de querer seguir adelante con aquella aventura.
Después de vestirse, Darío se fue hasta ella rodeándole por detrás su cintura, apoyó su cabeza en su hombro y le preguntó si todo iba bien.
Con una cálida sonrisa dándole un beso, Maira le daba a entender que todo iba perfectamente.
Una vez en la calle, Beatriz llamó a Maira para ir a bailar, puesto que mañana no tendría clases.
Maira aceptó encantada, no le vendría nada mal poder divertirse.
Horas más tarde, y con la ayuda de su amiga que le prestó un atuendo y la peinó dándole un ligero maquillaje se marcharon hacia una disco.
Las dos amigas nada más pasar a la discoteca fueron directas hacia la barra donde se pidieron una cerveza. Acto seguido se fueron a mitad de la pista para bailar seguidas por algunas miradas de algunos de los asistentes masculinos.
Tanto Beatriz cómo Maira, bailan, reían pasándoselo bien, sin percatarse que un grupo de tres hombres no dejaban de observarlas.
Era evidente sus intenciones, tanto que cuando ellas fueron de nuevo a sentarse a una mesa para terminar de beber sus bebidas, los tres hombres se sentaron junto a ellas sin ser invitados.
— Hola preciosidad, te traigo otra cerveza. ¿Aceptas? — Empezó hablando uno de los tres hombres.
— No. Y déjenos en paz, ahora mismo nos vamos. — Indignadas, Beatriz y Maira fueron a levantarse, cuando uno de los hombres, el más atrevido fue agarrar de la muñeca a Beatriz con la intención de mofarse de ella provocando irritación.
Maira al ver que ese hombre tenía agarrada a su amiga, no dudó en sacudirle un pisotón seguido de un empujón.
Intentando poder escapar de aquella situación sin éxito. En menos de dos segundos los tres hombres la rodearon, burlándose de ellas intentando sobrepasarse. De la nada, alguien tocó el hombro de uno de aquellos, sin darle tiempo a reaccionar un puño fue a parar directo a su cara. Seguido se puso delante de Beatriz encarando aquellos hombres.
— ¿Estáis bien? — Preguntó Hilario.
— Creo que tenemos algo de miedo y preocupación por tí, son tres contra uno. — Era evidente que Hilario había provocado una pelea, pero con la ayuda de Yeray, pudieron poner en su lugar aquellos hombres.
— Maira cómo estás. — Preguntó Yeray abrazándola acariciándole su espalda.
— Creo que bien, muchas gracias. Pero cómo sabías que estamos aquí.
— Solemos venir a este lugar de vez en cuando. Y...porque te estaba espiando.
— Me creo más lo segundo. — A pesar del susto que se habían llevado, Beatriz se fue junto a Hilario, Yeray y Maira se marcharon hacia el paseo marítimo.
A pesar del frío, los dos caminaban mirando a las estrellas.
Ambos se sentían a gusto, no había palabras ofensivas, si no halagos y una conversación amena.
— Ves aquel yate de allí, es mío, quieres que vayamos y pasamos la noche navegando.
— Yo...creo que mejor me quedo en tierra.
— Venga ven, vayamos.— Tirando de ella, Yeray la condujo hasta el yate.
Una vez dentro, Yeray habló con el guarda comunicándole que lo usaría él.
Minutos después, Yeray comenzó a navegar por el mar, dejando prendada a Maira, la cual nunca había visto el mar tan cerca y más de noche, y más, siendo privilegiada en presenciar como Yeray manejaba los mandos con habilidad y destreza.
— Te gusta, es relajante.
— Sí, es maravilloso y se respira tanta paz.
— Tienes hambre, hay algo de comida en la mini cocina. — Asintiendo con su cabeza, Yeray desapareció dentro del yate para ir a preparar unos bocadillos parando el motor, dejándola sola y el yate quedase flotando.
Una vez listos los bocadillos, Yeray tomó asiento junto a Maira dejando la bandeja con la comida encima de una pequeña mesa.
Los dos empezaron a degustar la comida dejando que el mar tranquilice sus pensamientos al mismo tiempo que sus miradas se perdieran intentando alcanzar los pensamientos uno del otro.
Lo que no sabían ninguno, era que el motor que genera sus latidos, había comenzado hace unos instantes a acelerarse su pulso.
Tan sólo las estrellas y la Luna eran testigos de como de algún modo habían cambiado sus vidas, rogando para que el tiempo, que ahora estén juntos se detuviera.
Sus miradas se cruzaban debiendo callar lo que sienten, aunque no es sencillo querer alejarse de lo que siente sus corazones.
Había sido emotivo poder ver un amanecer junto a Yeray.
En toda la noche él no dijo ni intentó nada para fastidiarla, si no todo lo contrario, había sido cortés, amable tratándola con delicadeza y ternura.
El yate ya estaba en el puerto, Yeray aprovechó para ir a comprar algo para desayunar, al verla dormida preferió dejarla que descanse.
En el momento que ya estaba preparada Maira, miró hacia el sofá donde había dormido su marido. Ella misma le pidió que durmiera ahí, quería comprobar si en verdad Yeray la desea, pero no era como ella creía.
La había defendido, se ha había portado gentil con ella, pero ese fuego que siente ella cuando está cerca de él, al aparecer Yeray no siente los mismos sentimientos.
Apenada, se disponía ha preparar un café cuando al coger una tasa cayó al suelo.
Buscó por todos lados donde se encontraba los utensilios de limpieza y cuando los encontró escuchó una voz femenina llamando a Yeray.
Nerviosa, sin saber cómo actuar, pensando en lo que le respondería aquella mujer cuando la viera.
Una mujer alta, rondando los cuarenta y cinco años, su rostro lucía explendido y bien maquillada con una figura esbelta y su cabello castaño claro le caía en cascada sobre sus hombros.
Acercándose a Maira le preguntó por Yeray.
— Disculpe, señorita — La voz de la mujer llegó a sobresaltar a Maira apunto estuvo de caerse el cepillo y la pala al suelo.
— Sí dígame señora. ¿En qué puedo ayudarla?
— Pregunto por el señor Kreiser.
— El señor no se encontra en estos momentos y no sé por cuánto tiempo se ausente.
— Bueno no importa esperaré a mi hijo aquí. No le molesto para que siga limpiando. — Maira se quedó atónita, había quería reconocer aquella mujer de haberla visto en algún lugar, acababa de descubrir que se trataba de la madre de Yeray.
Y al parecer la había confundido con la muchacha de la limpieza.
Pasado un rato, el cual para Maira fue larguísimo, apareció su marido cargado con unas bolsas. Nada más ver a su madre en el yate, Yeray se quedó frío, puesto por nada del mundo esperaba ver a su madre allí y más estando disfrutando de la compañía de su esposa. O... más bien, intentando conquistarla.
— Madre qué hace aquí. — Despacio Yeray dejó los paquetes en la mesa auxiliar y seguido miró a Maira.
— A qué voy venir hijo, a prepararte tú fiesta de cumpleaños. Y he pensado que este año podría celebrarse en el yate.
— Vaya, veo que al menos te has acordado de mí cumpleaños, pero no deberías molestarte en preparar una fiesta ya soy muy grande para ello.
— Venía porque ya es el momento de que te cases, y dejes el papel de Casanova. Anka, está de regreso y he hablado con sus padres para cenar juntos, pienso que debéis daros una oportunidad.
Sin apartar su vista de Maira, Yeray empezó a encorelizarse debido a la conversación, o más bien exigencia por parte de su madre.
— Anka ya es pasado madre. — Fue en lo único que pudo defenderse Yeray ante la exigencia por parte de su madre se volver a retomar una relación ya pasada.
Mientras madre e hijo continuaban hablando, Maira desapareció, yéndose hacia la habitación donde había dormido para coger sus cosas y marcharse de aquel lugar cuanto antes.
Sus planes no salieron como ella esperaba. Fuera empezaban a llegar algunos amigos de Yeray para decorar el yate y dar comienzo a lo que sería la fiesta de cumpleaños de Yeray.
En la proa, uno de los amigos de Yeray reconoció a Maira, se acercó a ella preguntándole si también había ido para dibujar. Por su tono de voz era más que evidente que estaba burlándose de ella.
Andrea sin saber nada sobre el asunto y aún creyendo que Maira era una chica de la limpieza, al escuchar que pintaba, siendo tan caprichosa habló con ella quedando en verse en su casa para que le pintase un retrato.
— Madre no crees que estás molestando. — Gruñó Yeray poniéndose por medio.
— Anda hijo, no exageres. Verdad bonita que no te vendría mal pintarme un retrato de echo te pagaré. — Los puños de Yeray comenzaban a ponerse blancos, sus labios ya eran una línea y su cólera circulaba a gran velocidad por sus venas, por tener que escuchar aquellos disparates por boca de su madre. Él, no estaba dispuesto a dejar que Maira se humillase, por lo que le prohibió a su madre seguir con esa absurda idea.
Pero Andrea, no escuchó a su hijo. Aprovechando que hablaba con un amigo, salió detrás de Maira dándole alcance. Ella, al ver que andaba sobrando de aquel lugar, se marchó lo más rápido posible.
— Espera un momento bonita. Mira, yo no hago caso a lo que me dice mi hijo. Toma esta es mi tarjeta, aquí está la dirección de mi casa y el número de móvil. Te espero mañana por la tarde, no veas las ganas que tengo que de verme plasmada mi rostro en un retrato.
— Me lo pensaré. — Abochornada, Maira intentaba deshacerse de Andrea, pero ella de ideas fijas, insistió intentando convencer a Maira para que la pintara.
Al final, no le quedó de otra que aceptar y quedar en verse mañana por la tarde.
Parada observando como se pierde en el horizonte el mar, Maira pensaba en su vida en general, en sus sentimientos referente a su marido y en la aventura que estaba manteniendo con Darío.
Justo en ese momento, su móvil le avisó que tenía un mensaje, era de Darío.
✓ Hola Maira cómo llevas el día. Te he extrañado mucho, necesito verte mañana por la tarde. Quedamos en mi casa. Besos.
Entendiendo que se encontraba en una encrucijada, Maira no respondió al mensaje.
Guardó su móvil en el bolso y continuó admirando el mar.
Necesitaba estar sola, quería poder gritar cuanto quiere a su marido, pero lo mejor era guardar silencio puesto que ya nunca más desvelará sus sentimientos, estaba dispuesta a enfrentarse a él cada vez que se acercara. Pero había un problema.
¿Cómo puede alejarse de la persona que ama?
Se puede, debía hacerlo aunque su resentimiento la hubiera lanzado a los brazos de otro hombre.
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