Capítulo 13
Exhaló dos veces al menos antes de abrir sus ojos y encontrarse de nuevo una mirada clara como el agua rogándole algo que por muy efímero sonase, ella quería.
Sus palabras se perdieron en su garganta en el momento que Darío le dio a probar de su dulce sabor, despacio Maira fue saboreando esos labios jugando con sus lenguas en una batalla de aspiración por saber como se siente cuando un hombre te acaricia dejando entrever lo hermosa que es.
No hizo falta decir nada más.
Los dos estaban acalorados con sus respiraciones agitadas observándose con ternura.
El motor del auto de Darío no tardó en rugir y segundos después comenzó a conducir hasta su dúplex.
Temblorosa, Maira pasó dentro de la casa, aún su cabeza le estaba dando vueltas derivando entre su cordura y su cuerpo ardiente de poder continuar con aquella locura.
— Ven no temas, ponte cómoda.— Su voz era cálida y su mirada la abrasaba de una manera descomunal.
Su falta de inexperiencia hizo que se comportarse como un cervatillo desorientado sin saber que hacer ni qué decir.
Darío al percatarse de lo nerviosa que se encontraba, no dudó en dejar lo que estaba haciendo para ir con ella.
Volvió a besarla, quería tranquilazarla consiguiendo de algún modo que confiase en él.
De nuevo sus bocas se besaron, las manos de él quedaron quietas en sus mejillas acaloradas.
Aquello no fue suficiente para tapar el miedo y la vergüenza que sentía de tener que confesarle su pureza.
— Maira ¿Ocurre algo? Si lo deseas podemos irnos ahora mismo, lo mínimo que quiero es que estés incómoda.
— Estoy bien, es que...yo...me da vergüenza decirlo...
— Dime lo que tanto te preocupa, si es por la infelicidad, te prometo que esto no saldrá de aquí. Pero déjame tan solo una noche para disfrutar juntos. Sólo una noche.
— No es por mi marido, es que yo nunca he estado con un hombre. — Aquella revelación hizo de dudar a Darío. ¿Cómo era posible que Maira estando casada no tuviera relaciones con su marido?
Extraño volvió a mirarla preguntándole porqué.
— Es algo difícil de explicar. Te digo la verdad Darío, soy virgen.
«virgen» Repitió para sí mismo observándola de arriba abajo.
— Maira, si es la primera vez debes de estar segura y por supuesto sabes que debes confiar en mí. Yo no voy hacerte daño y mucho menos haré nada que tú no estés dispuesta a que te haga. Te respeto y deseo que disfrutes tanto como yo.
— Pero tú estás...digo ¿quieres hacerme el amor?
Sin duda era más ingenua de lo que él hubiera pensado. Sus gestos eran candoroso y su voz se quebraba de los mismos nervios.
— Me gustas mucho, y desde que te vi en el hospital por primera vez y analicé tus bocetos, sabía que detrás había una mujer sencilla, soñadora y de un noble corazón. Ahora me sorprendes con tu pureza, para mí será maravilloso ser el primero y hacerte sentir lo que tú me haces sentir. Pero esta noche, no vamos a llegar más lejos, quiero que seas tú quien esté segura y dispuesta ha continuar con esto.
Ahora déjame demostrarte lo mucho que me gustas ayudándome a descubrir lo que tan oculto tienes en cada rincón de tu cuerpo.
— De acuerdo. — Aquellas pequeñas palabras fueron la clara señal que en ese momento Darío haría que se sintiera vulnerable en sus brazos complaciéndola.
Dichoso, comenzó besándola extrayendo el elixir de sus besos, más despacio dejó su boca para seguir dándole pequeños besos en su cuello bajando hasta su clavícula donde ella seguía quieta sintiendo como su piel ardía, el calor la sofoca secándole la boca escapándose varios gemidos.
Con cuidado, le quitó su vestido dejándola solo con la ropa interior. Al intentar taparse sus pechos, Darío la paró, ocurriendo se una idea la agarró de su mano guiándola hacia su cama llevándose con él un pincel y un bote de témpera blanca.
Maira, dejándose hacer se sentó en el borde de la cama viendo como Darío se tomaba su tiempo quitándose la ropa quedando tan solo con los boxer puestos.
Debajo podía verse el gran bulto, lo que hizo que hasta la boca se le resecase a Maira.
— No temas cielo, en los lugares que pinte te besaré, necesito que confíes en mí y estes segura. Lo menos que deseo es hacerte daño.
— Lo siento pero no puedo Darío, yo...— El temor hizo mella en Maira. A pesar de querer hacer el amor con Darío su inseguridad hizo que se echase para atrás en su decisión.
Agarró su vestido volviendo a ponérselo. Abochornada se disculpó con Darío saliendo de la casa en busca de un taxi sin apenas dejar hablar a Darío.
Lo que duró el trayecto hacia la casa de Beatriz, Maira no dejaba de temblar jugando con sus dedos pensando en lo que podría haber sucedido entre ella y Darío.
Nada más ver a su amiga, Maira se abalanzó sobre ella llorando de los mismos nervios. Beatriz la invitó a pasar preocupada por ver en ese estado a su amiga.
— Maira cuéntame qué te ocurre para que estés llorando como una magdalena.
— Maira empezó a contarle a su amiga lo ocurrido con Darío. Su amiga al principio se mostraba preocupada, después comenzó a reírse ante la cara de asombro de Maira.
— A ver Maira. Es normal que sientas ese miedo de querer hacerlo, pero chica qué quieres que te diga, Darío es algo mayor que tú, tendrá experiencia y si quieres mi opinión, lo que presencié fue que él está muy interesado en tí.
— Beatriz, es que yo estoy casada y si llegase a enterar Yeray, Dios mío que vergüenza, yo no soy como mi madre. Yo...— Sus lágrimas rodaban por sus mejillas pensando en que su propio marido pudiera compararla con su madre. Algo, que desde siempre le fastidió perjudicándole en algunos aspectos de su vida.
— Maira, escúchame. Yo he estado contigo en el momento de tú boda, soy testigo de que tú marido no te merece, si al menos te quisiera algo intentaría darte al menos un poco de cariño intentando llevar un matrimonio "normal", y no escondiendo la verdad.
Maira, si en verdad quieres hacerlo con Darío, no dudes puesto que si te quiere te lo demostrará.
— Estoy asustada y confundida Beatriz.
— Te comprendo, pero mira tómate tu tiempo y piensa en lo que en verdad quieres.
Maira tomó un sorbo de su tila volviendo a pensar en Yeray y en Darío.
Había estado unos instantes con Darío, y a pesar de todo no podría descartar que se había sentido febril en el momento que la desnudó. Sin embargo ¿porqué no podía quitarse de la cabeza a su marido?
Después de pasar toda la tarde con su amiga, darse una ducha y ponerse algo de su ropa prestada, Maira se despidió de Beatriz aún cabizbaja, quedando en que pensaría bien las cosas antes de dar el paso.
Con sus pensamientos revoloteando en su cabeza, entró en su casa, lo primero que se encontró fue a su marido mirándola con rencor.
Parado mirándola desde su posición le preguntó donde había estado.
— Vaya, esto sí es novedad que te preocupes por mí.
— Claro que me preocupo por ti. Dime dónde y con quien has estado.
— Pero acaso me vas a creer o mejor me voy para mi cuarto y me ahorro todo esto.
— Dime dónde has pasado la noche. — Mirándola fijamente agarrándola de su codo le hizo de nuevo la pregunta.
— He estado con Beatriz después de ir a la galería donde expusieron algunos de nuestros trabajos y después fuimos a un pub a tomar algo. Era de noche y Beatriz insistió en que me quedase en casa. ¿Contento?
— No del todo. ¿Y ese hombre con el que bailabas quien era? Respóndeme.
— Y porqué debo de hacerlo si no te crees nada de lo que te digo.
Además no tengo que darte explicaciones de mi vida.
— Eres mi mujer, y no me gusta que andes coqueteando con otros hombres.
— ¿Celoso? Qué gracioso que eres Yeray. Además, tú mismo me has negado tú cariño, si eres inteligente sabrás que mientras que tú me rechazas hay otro hombre que sí me quiere dar lo que yo busco en ti.
Irritada por el comportamiento de su marido, Maira se fue hacia su habitación necesitaba estar a solas puesto que después de la discursión las cosas no se ponían de su parte.
Parado con su mandíbula tensa y sus puños apretados estaba Yeray notando en su interior celos clavados como puñales.
Descompuesto fue en busca de su mujer, aprovechó un descuido de ella para besarla con fervor agarrándola por su nuca.
Al separarse Maira le dio un bofetón.
— No vuelvas más Yeray y si tanto asco te doy déjame en paz.
— No puedo, tú no puedes imaginar lo que siento en estos momentos.
— Estás mal de la cabeza. No puedes venir hasta mi cuarto y besarme. ¿Qué pretendes que después de lo que me has dicho caiga rendida a tus pies? Pues te equivocaste. Ahora te pido que te marches necesito estudiar.
Echándole un último vistazo se fue a casa de Hilario, necesitaba desahogarse, sobre todo poner en orden aquellos sentimientos que tan desconcertado lo traían.
— Vaya cuánto tiempo sin verte amigo.
— Déjate de bromas y dame un trago, necesito que al menos el alcohol alivien este malestar que siento.
— Maira. ¿Verdad?
— Hilario me estoy volviendo loco. Estoy celoso desde ayer que la vi con otro hombre y siento que la voy a perder.
— Si te soy sincero, no estás actuando bien con Maira, ella se ve que te quiere y con tú actitud solo consigues alejarla.
Piensa que lo que tú te niegas a darle, lo va buscar en otro hombre y hay va ser cuando el poco cariño que te tiene desaparecerá.
Durante un rato más, Yeray estuvo hablando con su amigo hasta que por fin volvió a su casa.
Buscó a Maira por todos lados y no la encontró, de pronto unos hilos navegaron rápido por sus venas.
Primero de preocupación después de dudas y envidia mostrándose cada vez más encrespado.
Hasta que no la vio pasar, no pudo calmarse.
Si ni siquiera preguntarle la abrazó fuerte contra su pecho como si su vida dependiera de ello.
Ella pudo notar como el corazón de él martilleaba fuerte contra su pecho. Entonces comprendió que aunque no le dé una caricia, se preocupa de alguna manera por ella.
— Tranquilo solo he ido a tirar la basura y me entretenido hablando con la vecina.
— Maira discúlpame por como te he tratado. Quiero que a partir de este momento cambien las cosas entre nosotros y estoy dispuesto a poner de mi parte.
— Sorprendente por tu parte. Ahora sí me disculpas voy a terminar de hacer un trabajo.
Yeray la soltó despacio posando sus dos manos en su cuello quedándose mirándola con ternura inclinándose a su vez para degustar la golosina de sus labios.
No podía negar que aquel beso no la hacía vulnerable comenzando a notar como sus mariposas aleteaban deprisa en su estómago su piel se erizaba al contacto de las manos marido sobre su piel quedándose con más ganas de más, Maira hizo un esfuerzo acabando separándose excusándose que debía de ir atender una llamada.
No hubo palabras, sin embargo sintió como aquel poeta que no encuentra la inspiración siendo posible en el peor de los casos
le lastimaría su corazón. Cobarde en callarse porque le resulta más cómodo que engañarse a sí mismo admitiendo que había ganado la razón de lo que le dicta su corazón.
Como un mendigo buscando su pedazo de comida, empezó a empeñecerse sus ojos admirando por el cristal de la ventana las luces que se esparcían como puntitos de colores de la ciudad observando en un trozo de cristal un hombre distinto, el cual su amor debe quedar en silencio.
Dudas, celos, amor...un cocktail que iba formándose en su interior haciendo que en lo más profundo de su ser, desvanezca y en aparecía finga ser un hombre rudo con sentimientos de acero.
Como si se tratase de una margarita la cual sus pétalos caen despacio, Maira había sentido resucitar su corazón, su inseguridad permanecía ahí, dos caminos, dos hombres y cada cual expresa sus sentimientos de muy distinta manera.
Atrapaban su atención, anhelaba poder describir lo que es sentirse amada, pero su vida no era los versos de inspiración de un poeta, era su decisión.
Guardar lo que siente por su marido y aventurarse en una relación con Darío.
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