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4. Damaged lynx.

Hola mis chiquitos~ como costumbre, viernes de clase que en algún punto terminan en procastinación así que acá estamos, no me tenía tanta fe guiando esta trama pero puedo decir con más o menos certeza que tendrá alrededor de 15 capítulos, los enfocados en Ash empiezan con Damaged y los enfocados en Eiji empiezan con Broken y de esos se nos vienen pronto, muchas gracias por el cariño.

Espero que les guste~

Los linces están dañados.

Son depredadores hondamente solitarios cuyas dietas se constituyen a base de animales indefensos como los conejos y es curioso, porque ahora que lo considera esta tragedia se encontraba anunciada desde el inicio, más, se permitió ser débil, realmente débil y evitó verla.

Un lince y un conejo no pueden ser amigos, Blanca se lo advirtió y por más que lo odie, él tenía razón.

Aun así, no esperaba que las cosas terminaran con ellos compitiendo para ver quién puede matar la mayor cantidad de objetivos en Corsa, están sentados frente a frente en el tren hacia el sur pero su competencia no significa nada.

«Mi alma siempre estará contigo».

—Mentiroso.

Clama para sí mismo como si la palabra fuera lo suficiente para apartar esos pensamientos intrusivos que hierven en su cabeza, se lo repite una y otra vez aferrándose a esa suposición ya que es tolerable asumir que Eiji lo olvidó dado que él no vale la pena, que lo usó, que lo drenó hasta que no le fue de utilidad ¿pero aceptar que pasó otra cosa? Su cerebro no está listo y menos su corazón, bendito sea aquel politraumatismo que es una perra, no obstante, de tanto recordar a Eiji los síntomas no tardan en llegar por lo que debe clavar su espalda a las fundas del asiento para permanecer acá. No lo logra.

Se va, se va, se disocia.

Joder, creyó que había aprendido a digerir su pasado y la caja de pandora que sus memorias implican puesto que intentó hacerse impune al revivir en una tortura autoimpuesta los estímulos traumáticos mientras aún vivía con Jessica y Max, sí, durante esas noches se obligaba a recordar porque anhelaba que de tanto recordarlo le dieran igual, nunca pasó, no se volvió insensible pero sí se volvió un pulcro mentiroso acerca de esto tirando chistes de sus violaciones como si disfrutara hundir sus dedos ante sus llagas, si se abría las heridas más fuerte, más sádico y más violento que nadie no dolería que los otros lo hicieran. Pero Eiji duele.

Eiji duele mucho todavía.

Mierda.

No quiere pensar en Eiji en estos momentos.

No quiere pensar en esos ojos cafés que lo maravillaron en un bar de mala muerte ni tampoco quiere pensar en esos cabellos esponjados que se curvan hacia el sol y saltan sobre sus pestañas brunas, ni en esas manos gentiles que reescribieron sobre un cuerpo que juraba irreparable. Dañado. Tan roto.

No quiere pensar en lo mucho que le duele el corazón porque se lo rompió.

No quiere pensar en Eiji nunca más.

Pero sus ojos vagan inmediatamente al asiento de enfrente en el tren y le arde el alma, Eiji se aprecia tan encantador con la luz moribunda de la ciudad empapando su silueta, el sol agonizante ha mojado su piel haciéndola ver de cobre a dorado, luce etéreo, igual que cuando saltó con esa tubería oxidada y le salvó la vida, sus mechones espesos se bambolean hacia la escarcha del cristal, tiene frío, lo nota por cómo se acurruca contra la ventana y sus labios tiritan incluso entre sueños, dos años mayor, ja, pues parece un niño al que su madre olvidó abrigar, la imagen le genera una ternura entrañable, de repente se encuentra a sí mismo sonriendo, había olvidado lo adorable que puede ser Eiji cuando lo desea. Injusto, vuelve a pensarlo. Eiji es injusto.

—¿Qué? —Entonces las mejillas de Eiji se tiñen de rojo y presume que es por la escarcha, más no se traga su mentira, sus ojos oscuros se apartan de la ventana del tren para chocar con jade, el contacto es tan abrumador que lo desbarata al instante—. ¿Por qué me miras tanto?

Porque te amo.

Porque te amo y odio amarte, me rompiste.

—No es nada. —Las palabras escapan a duras penas de su boca, la tiene seca y atiborrada de escozor por el café que yace entre sus manos y sus labios se juzgan adormecidos como si estuvieran zurcidos.

—¿Es todo lo que almorzarás? —La preocupación arde en su voz, se aparta de la ventana, están más que atrapados en ese viaje de días hacia Nebraska en busca del primer objetivo—. No has almorzado ni comido nada desde que nos subimos.

—No es tu problema. —Gruñe, tensando sus palmas alrededor de la porcelana, hundiéndose dentro de su abrigo sin atreverse a sostener una mirada, hay una oleada de emociones estrangulándolo, si lo observa sabe que será el final. No seas débil, no te rindas, no lo dejes ganar.

—Lo lamento. —Pero entonces hace justamente lo que no debe y Dios... Eiji, ¿por qué debe hacerlo sentir tan especial?—. No lo preguntaba para lastimarte, estoy preocupado.

—No somos nada para que te preocupes.

—Cierto. —Su corazón se hace trizas cuando Eiji se encoge en su propia butaca de cuerina, se aprecia tan herido, como si acabase de recibir un disparo en el pecho.

Recibiste un disparo en el pecho por mí.

¿También fue mentira? No te entiendo.

—¿Por qué no acabamos con el objetivo ahora? —El hombre al que deben matar yace en la primera clase del tren, lleva trabajando en el ordenador desde que empezó la ruta, el pedófilo es sumamente gordo y feo como la mayoría de sus clientes, se pregunta si será pariente de Marvin y ríe.

—Porque si lo matamos en pleno tren en movimiento sería ser atrapados por gusto, es obvio. —Ash bufa, ¿acaso Blanca no le enseñó nada? Son reglas básicas de supervivencia, lleva años lidiando con el supuesto nuevo discípulo de ese psicópata por su presunto talento y sin embargo, Eiji actúa igual que un novato o incluso peor—. Hay que ser estratégicos en este mundo.

—Ya veo. —Sus manos sudan nerviosas encima de su regazo, se está comportando muy sospechoso para ser un presunto sicario de élite, un mal presentimiento se retuerce entre sus entrañas y sube hacia su garganta para atorarse ahí—. Entonces lo vigilamos de cerca por mientras.

—Haz lo que quieras mientras no llame la atención porque cuando lleguemos a Nebraska comenzará el verdadero juego de caza en el hotel.

—Podríamos hablar con él.

—¿Qué?

—Podríamos hablar con él. —Repite.

—¿Acaso estás loco? ¿Por qué querrías hablar con el objetivo?

—Si vamos a matarlo, ya sabes... —El moreno se acaricia el cuello erráticamente, raspando de arriba hacia abajo sus mechones oscuros bajo sus yemas—. Al menos me gustaría escucharlo.

—Cierto. —Recuerda—. Tú eres bastante directo con el aproximamiento a tus víctimas.

—¿A qué te refieres?

—Cuando nos reencontramos estabas tomando tragos con el objetivo y luego invitaste a Evanstine a bailar, eres directo. —Eiji ladea la cabeza perplejo y da una serie de parpadeos curiosos que hacen que sus ojos luzcan todavía más brillantes atrapando el fulgor de la nieve en sus pupilas.

—¿Tú qué haces? —Ríe con brusquedad, ¿por qué diablos compartiría su estrategia con el enemigo? No es estúpido y se ha vuelto precavido.

—Los observo antes de dar el golpe de gracia. —Pero ese es Eiji—. Los distraigo, ellos adoran el sexo y los entretiene, eso me da una oportunidad para matarlos, al estar tan concentrados en otras cosas no me ven llegar y no alcanzan a defenderse, es efectivo.

—Ash. —Ash-u, es tan familiar que le roba una sonrisa nostálgica—. ¿Realmente estás bien con esos métodos?

—¿Con qué métodos? —Desafía.

—Teniendo sexo con ellos antes de matarlos, siempre odiaste que te tocaran sin tu...

—Me encanta. —Miente—. Es lo único que sé hacer. —Pero no miente del todo.

—Aslan. —Aquel nombre le deja la sangre helada ¿cuánto ha pasado desde que alguien lo llamó con una voz tan tierna?—. Perdón, no debería llamarte así.

—No, no deberías.

—Lo lamento.

Yo también.

El corazón se le astilla ahogado en semejante incomodidad, las manos se crispan alrededor del tazón de porcelana y sus yemas queman, está lo suficientemente cálido para enrojecerle los dedos aunque no los aparta, necesita conectarse con algo porque esto no tiene sentido, así que... o Blanca se volvió un terrible maestro para saltarse las reglas básicas o está pasando otra cosa, ¿acaso es su problema? No, ellos no están asociados y por ende, mientras no se metan en el camino del otro estará perfecto.

—¿Cómo está Max? —La pregunta hace que sus manos tiemblen alrededor de la taza, no se imaginó que mencionaría ese nombre y la pregunta lo deja sumamente desnudo, ja, no es un niño para sentir que está vulnerable, es un homicida—. Hace mucho no sé de él.

—No te interesa. —El rencor escurre por sus dientes—. Ni siquiera sabes de Ibe. —La boca del nipón tirita, su mirada se clava en la ventana, en los copos de nieve cayendo lentamente hacia los bordes metálicos del tren en una ciudad paralizada.

—Lo dices como si hubiera sido sencillo para mí apartarme.

—¿No lo fue?

—No. —Eiji lo observa con una frialdad que lo atraviesa entero—. Pero a veces hay que tomar esta clase de decisiones y tú deberías entenderlo mejor que nadie, son tu estilo.

—¿Eso qué significa?

—Que no soy el mismo Eiji que recibió una bala por ti.

—Tal vez. —El aire está pesado, el ajetreo de las ruedas retumba entre sus tímpanos taladrando ese baúl de recuerdos que tanto se ha esforzado por enterrar—. Pero eres el mismo Eiji que se niega a sanar la herida. —Eiji se para, pasea su mirada entre las hileras de butacas soltando un suspiro que termina transparentado en una bruma ¿cómo terminó así? ¿cómo pueden desconocerse tanto?

—Voy a seguir al objetivo hacia la sala de recreación.

—Es peligroso.

—Supongo. —Sonríe—. Pero no somos nada para que te preocupes.

Lo deja.

Lo deja otra vez.

Ja.

La tensión le revuelve las entrañas, de pronto su cuerpo se siente pesado casi como si fuera un ancla arrastrándolo al fondo de un océano de traumas, se siente cabreado y disociado porque Eiji tiene la razón con lo que dijo y es Ash quien se ha encargado de resaltarla una y otra vez, sin embargo, poder escucharlo de sus labios fue diferente, fue doloroso, fue una confirmación de que efectivamente las cosas han cambiado y Eiji no volverá a recibir una bala por él, por ende Ash tampoco debería ser ese mismo idiota que apretó el gatillo contra su cabeza para garantizar su seguridad.

Se para sin entender bien porqué, hace frío en el vagón, da pasos perdidos y completamente a ciegas mientras el piso se mueve como si fueran tablas en el agua, debe afirmarse de los asientos del resto de los pasajeros para llegar hacia ¿dónde? No tiene idea.

—Eiji.

Muy tarde se da cuenta de que lo ha seguido, patético, es incluso hilarante haberse arrastrado a sus instintos más básicos, Blanca sabía que Eiji lo afectaría de esta manera, probablemente lo convirtió en su aprendiz por eso, sabía que si alguien podría derrocar al lince de Nueva York sería aquel conejo que lo domesticó y...

—¿Quieres que te sirva algo? —El bartender le está hablando, regresa de golpe a la realidad, intenta nadar hacia la superficie, aunque siendo franco lleva siglos en la ilusión de una carcasa congelada.

—Un whisky. —Musita, apoyándose contra la barra, observando cómo Eiji no solo se ha acercado hacia el objetivo sino que está riendo a su lado mientras coquetean a través de las cartas y claro que lo hace ¿acaso sabe jugar póker?—. Apuesto que solo se está haciendo el lindo.

—¿Hablas de esos dos, guapo? —El cantinero es un hombre de sonrisa encantadora y relajada.

—Sí. —Ash recibe esa bebida, dándole un primer sorbo, sintiendo a su garganta arder por el alcohol, no ha comido nada sólido en días, esto es imprudente y lo sabe—. Es una pareja extraña.

—No confiaría en un sujeto que me doblara la edad. —Bufa, inclinándose con coquetería hacia la barra, a Ash le han bastado tres segundos para descifrar que quiere tomar algo de él, un acostón de forma segura, el barman lo repasa de arriba hacia abajo como si fuese su presa, la lujuria que exuda le retuerce las entrañas—. ¿Tú en quién confías, guapo?

—¿Eh? —El barman se inclina con descaro, entrelazando sus dedos por encima del mesón, el sudor se le ha enmarañado alrededor del flequillo, se ha puesto pálido. No me toques, basta, basta, basta.

—¿En quién confías? —Repite en un ronroneo.

—En mí mismo. —Gruñe, intentando zafarse.

—¿En nadie más?

Se le vienen a la mente ojos cafés rebosantes de ternura y sonrisas de caramelo.

—En mí mismo y en...

Suéteres de abuelo con estampados horrendos, ensaladas de aguacates y camarones, anécdotas de calabazas de Jack y boletos hacia lugares seguros.

—Y...

Brazos fuertes de un cuerpo más pequeño que el suyo, lo suficientemente fuertes para abrazarlo en miles de ocasiones donde sintió que se rompería, para frenar sus temblores tras la violación de Fox en la bodega, para envolverlo ligeramente en el techo cuando seguía en ese ridículo traje de médico y acababa de escapar del instituto de Salud Mental, con el alma vacía, exhausta y pisada, sintiéndose como un niño de ocho años otra vez, siendo abrazado como siempre deseó. Eiji estaba ahí, Eiji jamás ha dejado de estar, ni en la pelea de Arthur en Coney Island, ni en el escape de la mansión de Golzine, ni cuando lo anunciaron muerto, ni cuando cayó en prisión y se robó su primer beso, ni siquiera tras recibir no uno, sino que dos disparos. Eiji siempre ha estado ahí.

¿Entonces por qué dejó de estarlo?

—Debo irme.

Se aparta de la barra, se ve atraído irracionalmente hacia el sillón donde Eiji está hablando con aquel sujeto grasiento, se parece a Golzine de cierta manera: calvo, panzón, feo y escalofriante, igual que todos los senadores en el gobierno estadounidense, vaya patriotismo.

—Eres un chico bastante agradable, Eiji. —No puede creer que haya dado su nombre real, Aslan se ha atragantado de whisky mientras finge que se ha sentado a sus espaldas por casualidad—. ¿Tienes otros intereses además de la fotografía? Yo me encuentro fascinado por la lectura clásica, es un arte sublime que debería ser más reconocido y renombrado.

—También me fascina la lectura clásica. —Mentira, la última vez que lo vi leer algo fue plaza sésamo.

—¿Cuáles son tus trabajos favoritos? —El japonés tararea, golpeteando las cartas con una melodía reconfortante y agradable sin siquiera separar los labios.

—Soy fanático de Hemingway, islas a la deriva es de mis trabajos preferidos, mi "tutor" me lo enseñó para que aprendiera de la soledad humana, no lo comprendí del todo, aunque fue interesante. —Ni siquiera debería sorprenderle que Blanca le haya mostrado ese libro—. Y un poco triste también.

—Veo que eres un conocedor.

—Gracias.

—Eres un chico culto, bonito y además exótico.

—¿Exótico?

—Sí, tus ojos rasgados te delatan, eres un asiático ¿verdad? —Ash lo siente deslizarse justo a la oreja del nipón para susurrarle—. He escuchado que los orientales son una delicia ¿no me dejarás probar?

—¿Eh? —La sonrisa de Eiji cesa—. ¿A qué se refiere?

—No te hagas el inocente, viniste a abordarme y soy un hombre importante, te puedo recompensar con creces si vienes conmigo y ¿quién sabe? Si me das un buen servicio incluso podrías quedarte, se te haría la vida mucho más fácil si me dejaras patrocinarte.

—¿Patrocinarme? —Eiji traga duro y el senador no pierde la oportunidad para acomodar una palma sobre su muslo, Ash tensa las manos alrededor del vaso provocando que el cristal cruja, pero no, no piensa exponerse saboteando su preciada identidad, además, Eiji es su enemigo, no le importa si va a acostarse con ese hombre.

—Acompáñame a mi cuarto, no está muy lejos.

—Estoy bien. —Pero el sujeto insiste y lo levanta, envolviéndolo de la cintura.

—Te trataré bien.

—No me toque. —Pero Eiji está temblando como si fuese un conejito herido y su corazón se quiebra.

—Deja de hacerte el difícil, ninguna puta es tan costosa.

—Acá estás. —Aslan odia lo fácil que es de manipular.

—Ash. —Genial, el senador conoce su nombre ahora—. ¿Qué haces acá?

—Te estaba buscando.

—¿No ves que estábamos en algo? —El hombre se mira visiblemente molesto—. Largo. —Desearías.

—Lamento que le haya causado problemas pero ahora yo me encargaré de él. —Aslan abraza a Eiji de los hombros y se lo lleva a su cuarto.

Blanca debe estarse muriendo de la risa por este patético acto de impulsos y debilidad, seguramente le ordenó a Eiji fingir ser tan despistado y descuidado a ver cómo reaccionaba ante la idea de dejarlo irse con alguien más y les dio justo lo que quería: un animal receloso y dañado, supone que los viejos hábitos son difíciles de desentrañar y lo piensa más que nunca al entrar al vagón compartido tomado de la mano con Eiji, sus ojos repasan cada centímetro del interior en busca de alguna trampa, cierran la cortina de la habitación, tantea la mugrienta butaca hacia el sillón cama, mira el menú y los pocos electrodomésticos, solo cuando está 100% confiado de que no hay trampa lo suelta para enfrentarlo porque ¿qué carajos?

—¿Qué fue eso?

—Mi estrategia.

—¿Qué?

—Mi estrategia. —Y el bastardo más encima lo dice orgulloso, ja.

—¡Esa fue una estrategia de mierda! ¿Qué planeabas hacer? Te dije que no lo podíamos matar sobre el tren ¿tanto querías ir a su habitación?

—Yo no... —De repente Eiji tensa los puños, se encoge sobre sí mismo—. Te dije que quería hablarle, necesitaba saber la clase de persona a la que mataríamos.

—¿Y cómo resultó? —Ríe con rabia ¿por qué está enrabiado?—. ¿Te gustó lo que conociste?

—Me trató como un prostituto.

—Es lo que acostumbramos en este mundo, ¿verdad? Es algo que Blanca debería haberte enseñado.

—Lo hizo. —Silencio—. Mis ojos ¿son muy feos?

—¿Eh? —La pregunta sin duda lo toma por sorpresa.

—Creo que son demasiado rasgados para pasar desapercibidos o tal vez lo miré de una manera...tal vez le di una impresión equivocada, no quería insinuarme, sé que fue tonto, lo siento, no fue adrede si lo miré como si quisiera algo más, no lo quería. —Si antes estaba confundido ahora su confusión es mucho peor—. Siempre me han acomplejado mis ojos.

—Tus ojos son lindos. —Brama por instinto—. Tus ojos son los ojos más gentiles que conozco, no lo viste de una manera "insinuativa" el cerdo quiso entender lo que quiso entender, pero tus ojitos no tuvieron nada que ver con eso, son lindos, grandes y brillantes. —Alza el mentón al darse cuenta de la tremenda idiotez que acaba de soltar para encontrarse con un rojo furioso recubriendo cada fibra del nipón en una vergüenza tan primeriza que lo remonta otra vez a su apartamento.

¿Dónde más ha visto esa expresión?

Parece que es mejor para mí si te quedas. Aunque te mandase de regreso a Japón, seguiría estando preocupado por ti. Así que prefiero tenerte aquí, donde pueda verte.

Entonces a Eiji le costó responder, el atardecer estaba coloreando sus mejillas mientras esos grandes ojos cafés poco a poco se abrían con suma sinceridad, sus labios tiritaron por el goce e incredulidad al haberle ganado a Ash en una contienda, en esa ocasión se permitió ser egoísta y le pidió quedarse.

¿Y qué le respondió Eiji?

—Eso me ha gustado, dilo otra vez. —Eiji se inclina, descarado—. Aunque siempre he creído que tus ojos son mucho más bonitos, Ash.

—No te pases de listo. —Gruñe, arrojándose al sillón—. No cederé solo por un par de tus cumplidos.

—Sí, Sí. —Se burla—. ¿Quieres ordenar algo para cenar? Ya que estamos juntos podríamos volver a comer como cuando estábamos... ya sabes.

—No como nada. —Vuelve a sacar las defensas, le ha permitido ver demasiado durante esta primera misión, es inevitable, instintivo y entrañable bajar la guardia con Eiji, no puede, le costará demasiado recomponerse una segunda vez, no sobrevivirá y debe cuidarse—. Estoy bien.

—Bien. —Eiji baja el menú sin siquiera haberlo tomado de la mesa—. Entonces no comeremos nada.

—Es importante que tú lo hagas, debes mantenerte fuerte para la misión. —¿Por qué le dice esto a su enemigo? Mierda, es patético.

—Si tú no comes, yo tampoco.

—Lo mío es diferente, tengo anorexia ¿sabes?

—Si tú no comes, yo tampoco.

—¡¿Por qué eres tan irracional?! —Ash se desborda, agarrando el menú en sus manos—. Negándote a comer en una misión, se supone que eres el mayor. —Refunfuña, mirando el restringido catálogo que ofrece el tren, deteniéndose en los perritos calientes, logrando que su estómago ¿gruña? Tonto, se las ha arreglado para no sentir hambre física en años, la enfermedad lo devora hasta los huesos.

—¿Elegiste algo que te gusta? —Pero Eiji se ha inclinado hacia su hombro, hojeando el catálogo con una sonrisa jodidamente adorable, transmitiéndole su preocupación al ponerse en riesgo porque es un terco que no valora su propio bienestar.

—Perritos calientes con mostaza. —Ríe ante la mueca que esboza—. Eso quiero.

—Bien. —Se mantiene orgulloso—. Eso pediremos.

Charlan de cosas banales hasta que llega la orden, Ash se ha tomado su tiempo para examinarlo, no tiene sentido, Eiji no tiene los ojos de un asesino, son fáciles de distinguir porque los aprecia al cruzar miradas con su reflejo, son ojos nublados por el tormento, fríos, vacíos y pétreos, son ojos de carcasa congelada y no hay nada congelado en Eiji, es cierto que son diferentes, pero siguen viéndose cálidos y es casi como si lo esperaran, pero Yut-Lung...

¿Eiji y Yut-Lung?

¿Eiji, Yut-Lung y Blanca?

Hay algo extraño.

—¡La mostaza está muy fuerte! —Eiji le ha dado un mordisco a su perrito caliente, ha apretado tanto su nariz como sus párpados para podérselo comer sin que el picor lo haga llorar, las lágrimas ya han empapado el pan y perdido entre los condimentos.

—Qué mocoso, llorando por la mostaza. —Se burla—. No has cambiado en nada.

—No. —La incomodidad se hace real—. He cambiado bastante.

—¿Lo has hecho?

—Ni siquiera te lo puedes imaginar.

Se quedan en silencio encogidos en el sillón, sus hombros apenas se tocan mientras devoran la cena en una atmósfera que los asfixia, son innumerables los recuerdos que llegan de golpe dado lo vívidos de los estímulos, solían atragantarse con este tipo de comida chatarra en su lugar seguro ¿no? Sobre las escaleras de la biblioteca de Nueva York y Ash solía sentarse en esta posición ya que adoraba ver sus muecas de sufrimiento por la mostaza. Las cicatrices se abren. El amor mata.

—No he podido regresar a la biblioteca o al carrito de hot dogs ¿sabes? —Y tal como si Eiji estuviese pensando lo mismo suelta esas palabras—. No es lo mismo sin ti, Ash. —¿Entonces por qué?, ¿por qué me dejaste cuando más te necesitaba?

—No es un sitio grandioso para comer.

—Para mí lo era.

—No he podido llevar a nadie más que tú. —No sabe qué ha dicho—. Ni siquiera a Shorter, se siente como si hubiese sido nuestro lugar. —Pero ha sido lo suficiente para que Eiji luzca a punto de romper en llanto.

—Me alegro. —Murmura—. Para mí también es nuestro lugar.

Nuestro.

Se van a acostar sin intercambiar otra palabra, Ash usa el sillón y Eiji arma la cama, se han quedado juntos con la excusa de vigilar al contrario, de asegurarse de que no se vaya a asesinar al objetivo mientras exista una grieta o un descuido, la idea es estúpida y vaga, deben salir del tren para consumar aquel homicidio y lo saben, pero cuando Blanca los acomodó juntos no protestaron.

—Ash. —La cicatriz se expande en carne viva—. Me alegra volver a pasar tiempo juntos aunque sea así. —La sangre escurre hasta forjar una poza hacia sus pies.

—Lo mismo digo. —Gotea y gotea, goteando un poco más—. Eiji...

—¿Si?

Y hay tanto que Ash quiere preguntarle, si es a propósito esta competencia, si fue en serio ese anhelo de huir juntos a Japón, si es su culpa que sea un asesino, si lo amó, si se arrepiente, si lo repetiría, si tenía la intención de quedarse a su lado, si incluso siendo un conejo quiso a un lince dañado.

—Buenas noches. —No dice nada de eso ¿para qué? Nada cambiará.

—Descansa.

No le pidió un «para siempre», sino un «solo por ahora».

Solo por ahora, se repite antes de irse a dormir.

Para este punto antes de entrar en lo más denso tengo que advertirles dos cosas: el personaje que más radicalmente cambia de povs es Ash porque como es canon, sus defensas no duran mucho con Eiji y por otro lado Eiji está en una parada bien sofocante. Les recuerdo que estos tipos han pasado por situaciones sumamente brigidas y su salud mental/emocional/física está por los suelos entonces no les pidan tampoco que actuen como personas sanas si no lo están ni estarán por arte de magia. Pero ya, mi última advertencia.

El domingo seguimos en el tren y luego nos vamos con Eiji si todo anda bien~

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