Capítulo 62
CARMESÍES
NOZOMI
Observaba con desolación cómo cada uno de los ciudadanos abandonaba la ciudad, cargando consigo sus anteriores vehículos, alimentos y todo lo que antes les pertenecía. Un éxodo masivo que marcaba el fin de una era, de una vida que ya no volvería.
Mi mente se llenaba de recuerdos fragmentados, imágenes de gobernantes que ya no estaban, víctimas de la violencia que había azotado nuestra tierra. No los conocía a todos, pero era consciente de su posición privilegiada, de su origen aristocrático y al ver a las personas huir, a pesar de su estatus, me invadía una profunda culpa.
A mi lado, Oliver permanecía en silencio, su cabello blanco ondeando al viento como un reflejo de la desolación que nos rodeaba. Sus ojos seguían la estela de los que se marchaban, como si anhelara unirse a ellos, escapar de la pesadilla que había creado.
Un nudo se formó en mi garganta al recordar que yo era el responsable de su cautiverio, de haberlo convertido en mi esclavo. Las atrocidades que cometí contra su familia me atormentaban, llenándome de una vergüenza que me consumía.
—Oliver— Quise hablar, pedirle perdón, pero él me interrumpió.
—¡Cállate!—. Su voz fría y distante era un reflejo del dolor que yo mismo le había infligido. Comprendí su rencor, su desprecio. En su lugar, también sentiría lo mismo.
—Puedes irte con ellos si es lo que gustas—, le digo, tratando de sonar lo más sincera posible, pero su respuesta es tajante, llena de rencor y desprecio.
—No, sé que no recuerdas todo todavía, pero recuerda que me obligaste a ser tu esclavo y me diste la única llave, cuya libertad traería la muerte.
Su voz era fría me recuerda a lo que alguna vez dije —La muerte es la única salida, Oliver—.
Su mirada, llena de desprecio, me taladraba el alma.
—Así que cuando pueda voy a matarte—, susurró con un suspiro. —Y así acabar con los demonios de mi pasado.
Se alejó de mí, dirigiéndose hacia Cladis, dejándome sola con mis pensamientos y el peso de mis actos.
No podemos sentir algo que no es nuestro, repite la voz en mi cabeza. Tú y yo somos reinas, no debemos permitirnos albergar sentimientos tan triviales.
Un dolor punzante me atraviesa la cabeza, obligándome a bloquear la voz interior. En ese instante, siento una mano cálida sobre mi hombro y giro la cabeza para encontrarme con la mirada de Dereck. Su rostro, un calco perfecto del de mi padre, me observa con una expresión de profunda preocupación.
—¿Estás bien?—, me pregunta con suavidad.
Asiento con la cabeza, todavía aturdida por la voz, pero entonces me viene un recuerdo tan vívido.
Una habitación húmeda, con las paredes salpicadas de sangre que brillaba con una luz siniestra. Mis ojos, de un rojo intenso, contrastaban con mi cabello teñido de un rojo cobrizo, empapado de un aroma dulce y embriagador. Una sed insaciable, como una bestia desatada, consumía mi interior.
En un reflejo del espejo, me vi a mí misma, era una niña pequeña, sí, pero con una mirada feroz que revelaba la naturaleza que ahora me dominaba. La sed de sangre pura, el instinto vampírico, me había convertido en un monstruo.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al comprender la magnitud del horror que había cometido. Las víctimas, yacentes en el suelo, eran la prueba irrefutable de mi atrocidad.
Un escalofrío recorre mi espalda al escuchar pasos sigilosos a mis espaldas. Un instinto primal me hace girar sobre mis talones, lista para enfrentar cualquier amenaza que se atreva a perturbar mi festín.
Ante mí, la imagen me deja atónita, era mi padre, con su rostro curtido por el tiempo y la experiencia, se encuentra de pie, acompañado por un niño de cabello castaño y ojos vivaces. Junto a ellos, otros dos individuos emanan auras tan poderosas como la mía, auras que me hacen sentir una punzada de inquietud.
Mi mirada regresa al cuerpo inerte en el suelo, el que acaba de llegar se parece mucho al que está ahí. Un nudo de culpa se forma en mi estómago, empañando la satisfacción que momentos antes sentía por haber saciado mi sed.
—Tengo la impresión de que no estás bien, pequeña— sus cejas se hunden demostrándome su preocupación, una expresión que jamás le había visto a mi padre.
Su voz es distinta y al ver los cuerpos me siento un poco mal, solo quería saciar mi sed.
—Tu, mamá y mi...hermano...— digo tratando de sentirme mal, pero no lo logro del todo, solo me siento mal porque tengo mucha sed todavía.
—Lo sé, lo sé...— me carga entre sus brazos. —No soy tu padre, tranquila, pero era mi hermano— mira al suelo, asqueado de los cadáveres, —soy tu tío y ahora tu único pariente—.
Un silencio sepulcral se apodera de la habitación, roto solo por el goteo de la sangre y el latido acelerado de mi corazón.
—¿Mi tío?—, pregunto con voz temblorosa.
—Sí—, responde con voz grave, —Tu tío. No nos habian presentado antes, pero ahora soy tu único pariente cercano que queda—.
Mis manos tiemblan mientras las aprieto contra su cuello.
—No te sientas culpable por lo que has hecho—, continúa. —Mi hermano hizo lo mismo con nuestros padres cuando era joven. Es parte de nuestra naturaleza, pero debes aprender a controlarla. No dejes que te consuma.
En sus brazos, abandonamos la habitación, dejando atrás la escena macabra. Los hombres que lo acompañaban se apresuran a limpiar el desorden que he causado, moviéndose con una eficiencia mecánica que me hace sentir aún más fuera de lugar.
Salimos al patio, donde la luz de la luna llena baña el paisaje con un brillo plateado. Mi tío levanta la vista hacia el cielo nocturno, sus ojos brillando con un rojo intenso que me hace estremecer.
—¿Has visto la luna?—, pregunta con una voz ronca.
Asiento, sintiendo una extraña calidez que se extiende por mi cuerpo. La luna, siempre presente, siempre observando, ahora parece brillar con más intensidad que nunca.
—¿Sabes lo que significa?—, continúa, su voz llena de una solemnidad que me pone los pelos de punta.
Niego con la cabeza, sintiendo un nudo de nervios en mi estómago.
—Significa que la luna te ha elegido—, declara, mirándome con una intensidad que me deja sin aliento. —Te ha elegido como la próxima reina.
Mis palabras se ahogan en mi garganta. —¿Reina?—, articulo con incredulidad. —¿Papá también era un rey? —, pregunto con un hilo de voz,.
Mi tío sonríe, una sonrisa triste que refleja el peso de la responsabilidad que recae sobre mí. —No hay reyes en este mundo, solo reinas—, explica. —Y tú, mi querida sobrina, eres la siguiente en la línea.
Mi mente da vueltas, tratando de procesar la información. ¿Reina? ¿Yo? ¿Cómo puedo ser una reina si apenas puedo controlar mi propia sed? Me mira con una mezcla de tristeza y compasión. —Sé que esto es mucho para asimilar, pero no estás sola. Estoy aquí para ayudarte, para guiarte en este nuevo camino que te ha sido marcado.
Desde que me convertí en reina he sido alguien imparable. Fui nombrada la Reina Carmesí por la luna y no me sentiré culpable por haber acabado con mi familia, de hecho, eso es lo que ella quería, comerse monstruos para que solo quede uno, mi padre era un perverso asesino, mi madre y mi hermano cometían sus pecados en el silencio visto por mis ojos, por lo que ninguno merecía seguir con vida, yo crecí en una familia de gemelos, mi padre y Dereck, mi madre tiene a su gemela y yo tuve a mi mellizo.
Esos recuerdos deberían ser lejanos, pero ahora es tan claro como el agua.
Derek me acogió, me brindó un hogar y se esforzó por ayudarme a mejorar. Sin embargo, en el fondo de su mente albergaba la idea de que yo era un caso perdido. Desde mi nacimiento había estado expuesta a una realidad tan cruda y violenta que la consideraba normal, incluso digna. A pesar de sus intentos por guiarme hacia un camino diferente, yo me aferraba a mi forma de vida, incapaz de romper las cadenas que me ataban al pasado.
—¿No lo entiendes, Derek?— Un día discutimos y le cuestionaba con rabia. —¿Cómo puedes pretender que cambie después de todo lo que he vivido? Asesiné a mi propia familia, ¿qué más esperas de mí?—.
—Tienes que cambiar—. Pero yo no podía, no sabía cómo. La sed de sangre corría por mis venas como un río imparable, impulsándome a cometer actos atroces.
—Eres la Reina Carmesí—, me recordaba con firmeza, —pero eso no significa que debas asesinar indiscriminadamente. Tu coronación te otorga la responsabilidad de proteger a las demás criaturas, no de exterminarlas. Entiéndelo de una vez por todas—.
Sus regaños eran constantes, un eco de la desesperación que sentía al ver el monstruo en el que me había convertido.
—¡Tú también haces lo mismo!—, le grité en un arrebato de furia. —¿Cuál es la diferencia entre nosotros?—.
Derek suspiró, con la mirada cargada de tristeza y frustración. —La diferencia—, comenzó, —es que yo solo elimino a aquellos que te han hecho daño, a los que amenazan a los humanos...—. No le permití terminar.
—¡Los humanos son nuestro alimento!— exclamé con vehemencia. —¡Entiéndelo de una vez!—.
Salí corriendo de la habitación, dejando a Dereck con las palabras en la boca. A mi lado caminaba Marcos, otro adolescente como yo que aparentemente proyectaba una imagen de bondad. Sin embargo, en el fondo de sus ojos se ocultaba una oscuridad que yo reconocía con inquietud.
La ira me consume al escuchar su voz. —¿Nozomi?—, pronuncia, y yo me giro con furia contenida.
—¡No me llames así!—, le grito. —Soy tu reina, soy...—
Me interrumpe con frialdad —No, yo sirvo a Dereck. Tú eres solo mi amiga, nada más—
Mi corazón se contrae con dolor. —¿Solo una amiga?—, replico con amargura. —Entonces no me sigas, porque tampoco soy tu amiga—.
Me alejé de él, con la necesidad imperiosa de encontrar a aquellos como yo, hombres lobo, brujas y vampiros por igual. Si no deseaban unirse a mi causa, los convertiré en mis esclavos, tal como hice con Cladis. La cantidad de vidas que he tomado para llegar a ella me atormenta, pero su lealtad y apoyo como mi mano derecha son invaluables.
De regreso a la realidad, me refugio en los brazos de Dereck buscando consuelo. —Siempre quisiste que cambiara—, le digo en voz baja. —¿Y ahora estás feliz?—. Siento cómo niega con la cabeza, y la confusión nubla mi mente.
—No—, responde con tristeza. —Debiste haberme escuchado desde el principio y te habrías ahorrado tanto sufrimiento...—. Sus ojos se llenan de lágrimas, y yo las detengo con un gesto cariñoso.
—He sufrido igual o peor que Mari—, le confieso. Ella era su esposa, una humana llena de paz y bondad, con creencias inquebrantables y una alegría contagiosa. Era todo lo contrario a un vampiro, y su muerte a manos de Robny fue una de las primeras. No sé si eso lo llevó a unirse a los Elordi, pero creo que sí. Mari era un faro de luz en un mundo de oscuridad, y su ausencia dejó un vacío irreparable.
—Siento interrumpir, pero ya estamos listos—, anuncia Francisco con voz firme.
Dereck y yo nos separamos, asintiendo en señal de comprensión. Él llama a sus hombres, mientras que Cladis convoca al resto en mi nombre, ya que ella es quien tiene mejores relaciones con las demás brujas y mujeres lobo.
Mis ojos se posan en una bruja que se acerca a mí, arrodillada ante mi presencia. La reconozco de inmediato, compartimos la sección rebelde y una oleada de recuerdos me invade.
Veo a Francisco mirándome de reojo mientras camina junto a Dereck.
—Me alegra saber que estamos del bando bueno—, confiesa la bruja con voz temblorosa. —Sufrimos tanto...—. Sus ojos se llenan de lágrimas, y su voz se quiebra por la emoción. —Me arrebataron todos mis poderes, pero todavía tengo fuerzas. Le suplico que me lleve con usted. Quiero vengar a una chica a la que amé durante estos meses—, agrega, bajando la mirada con impotencia.
Supongo que el resto de mis hombres también han perecido, dejando solo a las mujeres. La guerra ha cobrado un precio terrible, y mi corazón se llena de dolor por la pérdida de mis compañeros.
—Si, con una condición—, respondo con la mirada llena de ansias. —No te arrodilles ante mí. Hoy, al igual que tú, soy una víctima. Juntas nos vengaremos por todos aquellos que han hecho daño a los que queremos—.
Se pone de pie y me abraza con fuerza. Siento su abrazo, tan lleno de impotencia y realismo a la vez.
Se limpia las lágrimas con determinación. —Para poder cambiar—, agrega con firmeza. Asiento en silencio, observando a las brujas y mujeres lobo que nos rodean.
Juntas observamos cómo Dereck y Francisco parten a una velocidad sobrenatural en la dirección que creemos que se encuentran nuestros enemigos.
—¿Listas?— pregunto a todas, recorriendo sus rostros con la mirada. Oliver sigue aquí, con una expresión de preocupación.
Entiendo que aquellos que antes eran mis súbditos aún lo son, y que están dispuestos a morir por mí sin dudarlo. Esto complica la situación para Oliver, ya que no podrá eliminarme fácilmente.
—Ya no somos los de antes—, declaro con voz firme mientras tomo la delantera, sintiendo una leve limitación en mis fuerzas pero con la determinación intacta. —Y lo que estaba perdido volverá.
Recordamos los tiempos, la cercanía con los humanos, la empatía que compartíamos. Sentimos el dolor de las pérdidas, la angustia de la guerra y la desolación de un mundo fracturado.
—Soy la Reina Carmesí—, proclamo, elevando mi voz para que todos la escuchen.
—Y nosotros, sus súbditos carmesíes—, responden al unísono las voces de mis leales seguidoras.
—Lucharemos contra ellos—, digo con fervor, sintiendo la adrenalina correr por mis venas.
No importa la fuerza que nos enfrente, no importa los obstáculos que encontremos en nuestro camino. No descansaremos hasta recuperar lo que estaba perdido: la humanidad.
Somos carmesíes. Somos los guardianes de la luz en un mundo de oscuridad y lucharemos con todas nuestras fuerzas hasta que la victoria sea nuestra.
FRANCISCO
Minutos antes de partir...
El que se hayan llevado a Fredom, mi equipo con el barco, el resto de los agentes que están por venir porque seguramente ya no se les dijo a tiempo que todo estaba bien, que Leilad viniera a este lugar y al final Nozomi...todo es un caos para mi.
Leilad está mirándome extraño, al igual Allnot, pero he de suponer que Leilad que ya se dio cuenta de su alrededor, ya sabe que es la única humana entre todos nosotros, por eso se encuentra en una esquina, viendo en quien confiar.
—Si Zona se entera ¿Qué pasará?— me pregunta Allnot, sujetando un celular con la localización de Fredom, aun no se muestra señal, toda este lugar está privada de la tecnología, pero el resto de mi equipo busca desbloquear eso, aunque los satélites de Zona nos vean, pero en este momento me importa un carajo, yo solo quiero recuperar a mi hermano.
—No todos van a aceptarnos, pero tengo buenos planes para todos nosotros— le digo, volteo a ver a Nozomi, está abrazando a su tío Dereck.
Se ve tan débil, tan frágil y temerosa como el día en que la conocí. Mi pecho empieza a latir fuerte de tan solo imaginarla con sus colmillos afuera, respiro hondo tratando de borrar esa sensación, no puede darme ternura eso, no puede...pero tratándose de ella es imposible, aparento ser fuerte, duro y un líder, pero con ella me he sentido pequeño e indefenso.
El aparato que Allnot sostiene empieza a sonar y veo que mis hombres corren hacia mi informando que han podido encontrar la fuente que nos negaba la señal desde un inicio, eso es importante, eso quiere decir que Ensville puede volver a funcionar de nuevo, ambos miramos hacia el teléfono viendo el rastro de Fredom, está a kilómetros, pero podremos llegar.
—Búsquenme un mapa más amplio, pasen por los satélites, quiero ver a cuantos nos enfrentamos— el estupido de William dijo que eran trescientos, pero podrían ser más.
Allnot asiente y con otros agentes empiezan a hacer lo suyo en las tabletas digitales.
—Señor le tengo una información— se acerca uno de mis hombres, escucho atentamente ya que se ve preocupado.
—Además de desbloquear la señal, encontramos un área subterránea, es muy extraño, la tecnología de allí no se le iguala a la nuestra—, su mirada me hace sentir que habla de algo más allá de todo esto, pero no tengo tiempo.
—Si después tenemos tiempo, miramos, pero hoy necesito que se enfoquen en Fredom—, esto último se los grito a todos, incluyendo a Leilad que se une.
—¿Qué tienes? — le pregunto, aunque sé de qué se trata.
Se acerca a mi para hablarme al oído, —¿Eres un vampiro también?—.
Suspiro, en estas circunstancias me gustaría decir que no, pero no voy a negar algo que pronto va a ver de mí.
—Si lo fuera ¿aun estarías de mi lado?— se aparta sorprendida, percibo decepción en su rostro y ahora temor.
—No voy a decirte que soy el bueno, ya lo he dicho antes y aun así nadie me lo cree, así que puedes pensar lo que quieras de mi— hablo, como cuando antes discutiamos cualquier tontera en la oficina.
—Coordenadas listas y contamos, hay un mínimo de doscientos cincuenta hombres alrededor de una especie de cueva—.
—Apenas alcanzamos su número, entre los dos— me digo así mismo, viendo a Dereck.
Camino hacia él y le informo que ya es hora de irnos, Nozomi y él se separan de su abrazo de reconciliación, Dereck camina conmigo y yo sin dejar de verla miro que se le acercan.
—Ya sabemos dónde están, así que tenemos que ir ahora, aunque debo decirte que no somos muchos—, le informo.
Asiente relajado, —descuida, la reina Carmesí irá con nosotros, podrán ser pocos y débiles, pero son Carmesíes— no sé qué significa eso, pero no le pregunto, solo me quedo preocupado, porque parece peligroso que venga con nosotros.
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
¡ADVERTENCIA! Los siguientes capítulos contienen agresión y lesiones fuertes.
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