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Capítulo 61


LIBERTAD DE ENSVILLE 

NOZOMI

Un trago de aire profundo me llena los pulmones mientras me pongo de pie, recta como una vara. El temor a que Francisco descubra lo que hice me carcome por dentro, pero sé que la única forma de unirnos es siendo sincera.

Cladis se aparta de mi lado, pero el murmullo de las voces entre la multitud nos congela en el sitio.

—¿Es la reina Carmesí?—, —¿No es esa la vampira que asesinó a un pueblo entero?—, se escucha entre la gente.

Retrocedo instintivamente al ver que algunos me reconocen. Uno de ellos, con un objeto metálico en la mano, intenta abalanzarse sobre mí. Cladis está a punto de intervenir, pero una sombra se interpone entre él y yo, impidiendo que ninguno de los dos avance.

Alzo la vista y, con un vuelco en el corazón, reconozco a Francisco

—¡Suficiente!—. Un silencio sepulcral se apodera del lugar tras el grito de Dereck. Las miradas se clavan en mí, llenas de una mezcla de miedo, rencor y curiosidad.

Tomo aire profundamente y doy un paso al frente, sintiendo el peso de las miradas sobre mí. El hombre que me amenazaba con el objeto metálico me observa con recelo, al igual que el resto de los humanos y miembros del clan de Dereck.

Sé que esperan una reacción violenta de mi parte, una muestra de la reina Carmesí que una vez fui, pero en lugar de eso, me arrodillo ante ellos.

Un murmullo de sorpresa recorre la multitud. Los humanos se miran entre sí, sin saber qué esperar. Los miembros del clan de la oposición me observan con una mezcla de confusión y desconfianza. Incluso aquellos que no recuerdan su pasado se ven afectados por mi gesto.

Con la voz entrecortada por la emoción, pronuncio las palabras que he estado ensayando en mi mente —Lo siento—, digo, luchando por controlar las lágrimas que amenazan con derramarse por mis mejillas. —No recuerdo todas las atrocidades que les hice...

Mi voz se quiebra y las lágrimas comienzan a fluir libremente. Me cubro el rostro con las manos, sintiendo el peso de mi culpa sobre mí. —Pero sé que les hice mucho daño—, continúo, mi voz apenas un susurro. —Perdónenme.

Siento una mano posarse sobre mi hombro y sé que es de él.

—¿Cómo podemos creerte?—, pregunta el hombre con el ceño fruncido y la voz llena de desconfianza.

Elevo mi barbilla con la firmeza de quien ha enfrentado mil batallas y respondo con una voz profunda que resuena en el silencio de la habitación —Yo también fui esclavizada.

Un murmullo de sorpresa recorre todos y las chicas que me rodean, algunas con miradas de complicidad, otras con lágrimas en los ojos.

—Fui golpeada, castigada y transformada—, continúo, sin rehuir la crudeza de mis palabras.

Las imágenes de Efraín y sus guardias azotando mi cuerpo, inyectándome la pócima que me convirtió en humana, aún vívidas en mi memoria.

—Sufrí como sus hijas y sus esposas—, confieso, sintiendo una punzada de dolor en el pecho. Reconozco en los ojos de algunas de ellas el reflejo de mi propio tormento, la marca imborrable de una época oscura en nuestras vidas.

—Pero...— hago una pausa, tomando aire para grabar mis palabras en sus mentes, —tuve que sufrir para aprender la lección.

—Sé que era incontrolable—, admito con vergüenza, aceptando mis errores del pasado.

—Fui la peor escoria del mundo—, sentencio, sin rodeos, sin excusas. —Pero todo cambió—, declaro con firmeza. —Gracias a Dereck y al príncipe Francisco Elordi, a quienes ustedes conocen muy bien, estamos a salvo.

Un sollozo ahogado escapa de mis labios mientras libero la carga de mi pasado. —He cambiado—, repito con convicción. Ya no soy su enemiga—, pronuncio con voz temblorosa pero firme, dejando que las palabras fluyan desde lo más profundo de mi ser.

—He cometido errores terribles, he causado dolor y sufrimiento, y por eso les pido perdón.

Lágrimas brotan de mis ojos, surcos de arrepentimiento que marcan mi rostro transformado. El hombre, con la mirada aún llena de desconfianza, baja su arma. Un gesto que me da un atisbo de esperanza, una pequeña luz en la oscuridad de mi pasado. Las chicas, aquellas que también compartieron mi cautiverio y dolor, se acercan a mí. Sus brazos me envuelven en un cálido abrazo, un gesto de sororidad y comprensión.

La gente a mi alrededor observa atónita la escena. Algunos no pueden creer que la mujer que antes era cruel y despiadada ahora esté implorando perdón. Incluso Cladis y Oliver, quienes me conocían mejor que nadie, se encuentran perplejos. Jamás imaginaron que pudiera experimentar un cambio tan radical.

Mi pasado me persigue como una sombra, un recordatorio constante de los errores que he cometido, pero yo no soy la misma persona que fui. He aprendido de mis errores, he sufrido las consecuencias de mis actos, y ahora anhelo con todo mi corazón la redención.

La voz de mi cabeza me asusta, susurrando cosas que me perturban.

La gente se aparta de mi y vemos a Dereck tomar el control de la situación. Se dirige a la gente, calmando sus ánimos y trazando un plan para el futuro.

Mientras él habla, me levanto, observando a mi alrededor. Mis ojos se posan en Fran, quien sostiene en sus brazos a una chica. Su rostro está pálido y respira con dificultad, pero una leve mejoría se aprecia en su semblante debido a la sangre que le dió de beber.

De repente, un murmullo recorre el lugar. —Robny ha escapado—, informa Dereck.

Un escalofrío recorre mi espina dorsal mientras la imagen de ese hombre cruel y despiadado invade mi mente, pero la pesadilla no termina ahí. Fredom y Marcos han sido capturados. El miedo se apodera de mí, asfixiándome como una garra invisible. La gente a mi alrededor se agita, buscando desesperadamente un enemigo al que culpar, un rostro al que dirigir su ira.

En medio del caos, me encuentro con la mirada de Cladis y Oliver. En sus ojos veo la misma incertidumbre y desolación que siento yo.

—La guerra no ha terminado—, declara, —Robny ha escapado y representa una amenaza para todos nosotros—.

Mi corazón late con fuerza en mi pecho, pero las palabras de Dereck me dan un atisbo de esperanza. —No estamos solos—, continúa. —Junto a la reina Carmesí, el príncipe Francisco Elordi y mi clan, vamos a encontrarlo.

—Así que deben irse, un grupo de nosotros los protegerá— Los humanos y las chicas que fueron esclavas miran a Dereck con ojos esperanzados. Saben que él tiene razón. No pueden quedarse aquí, esperando a que Robny los encuentre.

Los agentes de Fran comienzan a organizar la evacuación. Distribuyen comida y provisiones, guiando a los humanos hacia un lugar seguro. Ensville es una ciudad de experimentos, un lugar plagado de peligros. Comenzar de nuevo en otro lugar es la única opción, por el momento.

La agente de Francisco, aunque se encuentra mejor, aún se ve débil. Sé que necesita sangre, quiero ofrecerle mi sangre, pero no puedo ofrecerle la mía. La sangre de Robny seguía circulando por mi cuerpo, y podía sentir cómo me debilitaba con cada minuto que pasaba. Sin embargo, no podía ofrecerle mi propia sangre. No me atrevía a arriesgar a nadie más a los efectos de la sangre contaminada.

Fran, por otro lado, parecía no verse afectado en lo absoluto a pesar de que ya había bebido de mi. Se acercó a mí con una mochila en la espalda y sacó dos bolsas de sangre. Le lanzó una a su agente y me extendió la otra, sin mirarme a los ojos.

—Necesitas beber para volver a ser tu...—, dijo con voz ronca.

Sujeté la bolsa con manos temblorosas. La garganta me ardía con la necesidad de beber, pero me detuve en seco. Lo miré con vergüenza y le di la espalda.

—Está bien—, murmura. —Vampiros somos vampiros...— Fran se alejó sin decir nada más, dejando a la agente y a Cladis a mi lado.

—Se llama Allnot—, me dijo Cladis, refiriéndose a la agente. —Ahora o nunca—.

Tomé la bolsa de sangre y bebí con avidez. La sensación fría y espesa recorrió mi cuerpo, revitalizándome al instante.

—Francisco ha cambiado—, nos dijo Allnot, todavía recuperándose de su herida.

—¿Cómo era antes?—, preguntó Cladis, recostándose en la pared junto a ella.

Allnot suspiró y miró al cielo. —Era muy amargado, egocéntrico y demandante—, dijo. —Pero claro, tenía que serlo para liderar a su equipo. Sin embargo, ahora es extraño...—.

Cladis sonrió con picardía. —¿Extrañas a ese líder?—, preguntó, coqueteando con ella. A pesar de la situación, seguía siendo la misma de siempre.

—Pues espero que se comporte así ahora que vamos a rescatar a mi hermano—, respondió Allnot, bebiendo de su propia bolsa de sangre.

—¿Tu hermano?—, pregunté yo. —¿Quién es?—

—Fredom—, dijo Allnot. —Es mi hermano, al igual que Francisco.


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