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Capítulo 6

Playlist de Dama de un vampiro numero 12 (Balder - Power-Haus)

PRINCIPE CRUEL

Para el almuerzo no tuve que servir como lo hacían los demás, así que estaba en el comedor escuchando lo que el amigo de mi amo decía. Hay tantas formas de drenar a un humano, algunas las decía sorprendido y otras tan normales. Mi amo, por otro lado, parecía inmerso en sus propios asuntos.

―Y... ¿Para cuando vas a...? ― habla Fredom, viéndome. Apenas llevaba una noche y un día aquí, no quiero ni imaginar qué hará conmigo.

―Deberías callarte la boca― responde, molesto.

―¡Hay perdón!― se le burla.

Comienzan a discutir en voz baja. Creo que su amistad es así, algo llama mi atención: es Oliver.

Me está mirando y aunque nuestras miradas se han encontrado, no hace el mínimo esfuerzo de disimular. Por mi parte, me centro en el plato de verduras, esperando que no me siga observando. Cada segundo siento más su mirada, como si viera dentro de mí y me juzgara.

―Hoy en la noche saldrás ¿no?― le pregunta Fredom.

―Dirás, saldremos― lo corrige.

Pero este niega ―he no, yo estaré ocupado―.

Una vez más levanto la mirada. Aún sigue observándome, pero ahora que sabe que lo estoy viendo, baja la vista. Así que aprovecho para darle otro vistazo. No es muy alto, es delgado, pálido y de cabellos grisáceos, con ojos oscuros. Su carácter es fuerte, es lo primero que se puede notar. Parece estricto y carece del sentido del humor.

En ese sentido podría entenderle. Tampoco vería lo gracioso cuando en realidad estamos siendo obligados a hacer lo que no queremos.

Mi amo lo llama pidiéndole vino. Él lo atiende, pero se ve que no está del todo bien, porque levanta un poco la vista para mirarme y derrama un poco de vino en el piso. Unas gotas caen en el zapato de mi amo.

No sé si estaba tan sorprendido y asustado como yo, porque estaba comenzando a sentirme nerviosa por lo que podría pasar, más cuando la vista de los otros se posa en esta dirección, en esta mesa.

Uno de los vampiros se ve impotente con ojos rojos. Entonces me altero aún más cuando mi amo se levanta de la mesa, serio como la primera vez que llegó a La Esclavitud.

Oliver mueve la manzana de su garganta, nervioso. No sé si está en pánico, porque en su lugar estaría tirándome al suelo pidiendo perdón mientras lo limpio con mi ropa.

Fredom, el amigo de mi amo observa el comedor. ―Sería mejor que le des un castigo― murmura.

Me quedo en silencio pensando en la desgracia del chico.

Mi amo le entrega mi soga. ―Ya vengo― dice y se va con Oliver.

Los vampiros vuelven a sus asuntos como si nada hubiera pasado. Segundos después, llega Cladis para limpiar el desorden. Mientras tanto, siento su mirada pesada.

Me siento acalorada. Si esto de ser observada va a ser en todo momento, no va a ser fácil para mí. Esta mirada intensa que siento por parte de este vampiro me tiene mal. Siento que mi frente suda y lo hace más difícil que él esté tirando de la cadena. No exageradamente, pero lo hace de una manera que aterra y sé que sus intenciones son burlarse de mi miedo.

Lo peor es que varios de los vampiros empiezan a verlo como si lo incitaran a hacer algo malo.

―Hazlo, muérdela, no le diremos a Francisco―

Entro en pánico y no me muevo. Me mira la garganta y todo me tiembla.

―Me pregunto por qué Fran no te ha dicho― mira por el rabilo del ojo al resto, hace una mueca ―tengo que hacerlo― susurra. Me aparto sintiendo su cercanía, pero me acerca halando la soga.

―No te muevas, no llores y no grites― ordena. Siento un dolor en el hombro, pero lo extraño es que no siento que succione, solo siento una pequeña abertura que apenas arde, pero que hace brotar sangre.

Se relame los labios saboreándose y se muestra serio. Aunque luego mira a Cladis, la toma de la mano y, llevándosela a las piernas, empieza a beber de ella.

Respiro profundo. Dolió, pero creí que sería peor.

Escucho pasos atrás pensando en que podría ser él, así que escondo la herida con la blusa y parte de mi cabello.

Fredom levanta la mirada y sonríe como si nada. Él, por su parte, toma la soga y se despide de su amigo.

―¿A dónde vas? ― pregunta.

―Voy a relajarme antes de irme―

Nos alejamos del comedor. Empiezo a sentirme nerviosa en cuanto empieza a olfatear. Subimos las escaleras.

―¿Qué tienes? ―nos detenemos frente a la habitación.

Me pongo nerviosa. ―Nada...Francisco―. Aunque lo llame por su nombre, no lo hace feliz, ni conforme, él siente algo.

―Es inevitable sentir ese aroma, por favor dime que te cortaste o te tropezaste en lo que no estaba y si fue así, tengo que cubrírtelo lo antes posible―

Me quedo perpleja. No puedo creer que esté diciendo lo que acabo de escuchar. Parece considerado, pero esto no es una herida que me haya podido provocar. Esto es algo más, y creo que parece entenderlo.

Entramos a la habitación y lo primero que hace, después de cerrar la puerta, es levantar mi mentón para poder ver mi garganta. Al no ver nada extraño, olfatea de nuevo. Así que hace a un lado mi cabello y sus ojos se agrandan al ver la blusa con un rastro de sangre.

Suspira frustrado, mirando por un momento a las ventanas.

―No es necesario preguntar cuando es más que obvio que fue Fredom― dice su nombre. ―Ven― camina hacia la oficina tomando una caja que puedo saber que es un botiquín por la pequeña cruz roja que tiene la caja.

Muy raro que un vampiro tenga estas cosas.

―No es una herida grande, pero huele bien; ayúdame y quítate la gargantilla― dice y lo hago.

Nos sentamos en el sofá. Saca un algodón, colocándole un poco de agua oxigenada. Me pide relajarme y al sentir el algodón frío en la herida siento fresco y ayuda que aparte sus colmillos de mí, ya que en estos momentos los tiene afuera con la boca entre abierta.

Parece fuerte, sabe controlarse ante estas situaciones.

Termina apartándose de mí. ―Pronto dejará de doler― guarda el botiquín en su lugar.

Me quedo en el mismo lugar, tocando la pequeña venda.

―Nozomi― me llama ―no volverá a pasar― me asegura.

Me resulta extraño. ¿Qué le habrá hecho a Oliver? Todos los vampiros son crueles y él lo fue, pero conmigo no lo es. Pero algo me dice que tarde o temprano se va a convertir en ese príncipe cruel que tanto escuché en la esclavitud.

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