Capítulo 57
APAGA MONSTRUOS
FRANCISCO
El clan de la Oposición, ahora se encontraba a mi merced, débiles y exhaustos. Mis agentes, con conocimiento parcial del plan, se afanaban en alimentarlos, una ironía cruel que no pude evitar una sonrisa burlona.
Al principio de esto, éramos nosotros los debilitados, los acorralados. Ahora, la situación era radicalmente distinta. Mi porte imponente, vestido con un traje impecable, inspiraba temor reverencial en aquellos que antes nos habían tratado igual.
—Tenemos bastantes bolsas de sangre para el regreso, señor— me informa Leilad, a quien tomo del brazo antes que se retire.
—¿Por qué estás aquí?— me mira temerosa —no deberías ser parte de esta misión— susurro para ambos.
—Con todo mi respeto, señor— Leilad se libera de mi agarre con un movimiento brusco, dejando claro su descontento. —No tiene la autoridad para expulsarme del equipo. Hemos triunfado juntos en innumerables misiones, y no me amedrentan estos vampiros, aunque admito que me desagradan, pero si su colaboración beneficia a la humanidad, estoy dispuesta a participar.
Una intuición me susurraba que el equipo aún no le había revelado todo realmente, pero no le digo nada, solo veo que se aleja.
—Hay sangre en las bodegas si la necesitas—, le ofrecí a Dereck, quien parecía profundamente agradecido por la generosidad con la que habíamos compartido nuestras provisiones.
—Estoy más que saciado, muchas gracias—, respondió, poniéndose de pie a mi lado. —Ahora solo anhelo dar comienzo a esta operación—.
William se aproximó a nosotros, y Dereck, sin perder tiempo, le pregunta si todos los humanos de las mansiones habían sido rescatados. William asintió con la cabeza, pero su expresión era sombría.
—Aquellos que se resistían a abandonar el régimen de Robny y se aferraban a sus corruptas reglas... os eliminamos—, declaró con frialdad. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al escuchar a los vampiros que lo acompañaban celebraron la noticia con macabros aplausos.
Con una mirada irónica, me dirigí a Dereck —¿Así que esta es la forma en que el Rey de la Era Antigua se divierte?—, pronuncié con sarcasmo. —Eliminando a los que no se someten a su voluntad—. Dereck me fulmina con la mirada, impasible ante mi burla.
—Parece que ya has aprendido a ocultar tus pensamientos—, comenta William con una ceja arqueada. —Una habilidad necesaria para sobrevivir en este nuevo mundo.
Tan solo lo vi tuve que reforzar mi poder, sería patético y vergonzoso que les diga mis pensamientos a mi gente.
Un agente me interrumpe, obligándome a dejar a Dereck y William para supervisar el viaje de Nozomi. Me dirijo a la cabina de control, tomo el micrófono y con voz firme pregunto.
—Aquí Alfa, ¿se encuentran bien Omega y N1?
Omega, el agente a cargo del cuidado de Nozomi, responde con calma —En línea Alfa, N1 y yo estamos cenando. Todo está en orden.
Un suspiro de alivio escapa de mis labios. La seguridad de Nozomi es mi máxima prioridad. —Deseo que tengan un buen viaje—, les digo con sinceridad. —Nos comunicaremos más tarde.
Apago el micrófono, liberando la tensión que se había acumulado en mi pecho. Ahora puedo regresar con Dereck, William y Marcos, listo para enfrentar lo que sea que nos depare el futuro.
Los tres me esperan en una oficina. Fredom se acerca a mi lado, su expresión sombría me inquieta.
—Me siento mal, presiento que algo va mal—, me susurra. Frunzo el ceño, sintiendo una punzada de preocupación.
—No arruines esto—, le respondo con tono seco. —¿Qué tonterías dices ahora?—.
Al entrar, nos encontramos con Dereck, William y Marcos sentados alrededor de una mesa. Dereck nos mira con atención.
—Ya les he explicado quiénes son ustedes y por qué nos van a ayudar—, declara con voz firme. —Así que podemos comenzar—. Toma asiento, expectante ante nuestras instrucciones.
Asiento con determinación. —Muy bien—, respondo con voz clara. —Comencemos.
Fredom, con un gesto dramático, apaga las luces de la oficina. La habitación se oscurece por completo, solo iluminada por el tenue resplandor de una pantalla que se enciende en la pared. William observa con fascinación la tecnología que aparece ante sus ojos, un mapa detallado de la ciudad de Ensville que se extiende a lo ancho de la pantalla.
—Como ya saben, se ha desatado una guerra—, explico, —Fredom y yo iniciamos las hostilidades al atacar a la princesa Airen, desencadenando una serie de eventos que han sumido a la ciudad en el caos—
Señalo en el mapa el castillo de Robny, indicando con firmeza —Aquí es donde se encuentra en este momento, rodeado de una gran cantidad de vampiros.
—Hemos enviado espías a la ciudad de Ensville—, continúo, —y nos han informado de un movimiento preocupante, la Sangre Blanca está siendo reunida en grandes cantidades. No sabemos con exactitud para qué, pero es evidente que debemos actuar de inmediato para evitar una tragedia.
Mi mirada recorre a los presentes, buscando su determinación. —Además de detener el plan de Robny, también me gustaría rescatar a las chicas que se encuentran cautivas en ese castillo.
Las luces de la oficina se encienden de golpe, iluminando las expresiones de los demás. Marcos asiente con determinación. —De acuerdo—, responde con voz firme. —Estamos contigo en esto.
William, por el contrario, frunce el ceño, evidenciando su descontento. —¿Por qué enviaste a tu gente sin consultarnos?—, pregunta con tono molesto. —Debías haber esperado a que todos estuviéramos aquí. Si actuamos por nuestra cuenta, sin conocer el terreno, podríamos perder.
Fredom interviene para calmar la situación —No se preocupe, señor William—, le dice con tranquilidad. —Nuestra gente conoce el área a la perfección, incluso mejor que nosotros. No traeríamos a nadie que no esté preparado para la misión—
William, sin prestar atención a las palabras de Fredom, pregunta con impaciencia— ¿Cuántos seremos en total?
—Mis agentes suman 186 en total. El resto viaja con las personas que salvamos en el camino— respondo con firmeza.
Dereck, dirigiéndose a William, comenta —Nosotros somos alrededor de cien. ¿Y tú?—
William suspira y responde con arrogancia —Me temo que los supero en número. Tengo trecientos hombres dispuestos a morir por mí.
—Aja, trecientos inútiles—, pienso para sí mismo. —Mientras que mi equipo ha sido entrenado desde el vientre materno, si se puede decir.
William, percibe la burla de mis pensamientos —Cuida tus pensamientos, Elordi.
Sin inmutarme, levanto los hombros con indiferencia. —Era mi intención que los escucharas—, respondo con sarcasmo.
—De acuerdo...—, declara Dereck, —Propongo que enviemos cien hombres de tu ejército, Rey William, y nosotros aportaremos cincuenta. Los otros cincuenta de nuestros hombres se quedarán aquí para proteger el área.
Marcos, siempre impulsivo, cuestiona la estrategia —¿Por qué no vamos con todos y acabamos de una vez?—, pregunta con tono impaciente.
Fredom me mira con preocupación. —Debemos ser cautelosos—, me explica. —Llevamos con nosotros tecnología avanzada y tememos que Robny pueda intentar robarla. Si dividimos nuestras fuerzas, podemos protegerla mejor.
Dereck, ansioso por comenzar la operación, interrumpe —Robny no tiene tantos hombres como nosotros—, afirma con seguridad. —Deberíamos iniciar el ataque ahora mismo sin contemplaciones.
Asiento con determinación. —Muy bien—, respondo. —Si ya todos han decidido quiénes irán, apresúrense a prepararse. ¡Salimos enseguida!
Dereck, Marcos y William se despiden y se dirigen hacia la playa. Cada uno tiene su propio escondite, por lo que los pierde de vista. Mientras tanto, Fredom ya ha preparado a los hombres que participarán en la misión.
—¡¿Listos?!—, pregunto a Fredom y al resto del grupo. —Ya saben las coordenadas. No olviden comunicarse si están en problemas.
Tengo un micrófono para comunicarme con los del otro barco y darles instrucciones para dirigirse al castillo. Todos los demás desaparecen, dejando solo al personal necesario para proteger la tecnología.
En ese momento, Leilad se acerca a mi con una expresión de preocupación. —Señor— dice, pero no la dejo hablar.
—Confío en ti, Leilad—, respondo. Sin más palabras, me marcho, dejandolas atrás con la responsabilidad de proteger a los que más quiero.
Corro a toda velocidad, mis sentidos agudizados por la adrenalina. Mi objetivo es alcanzar a Dereck y William, sentir su presencia y ofrecerles mi protección. Activo mi poder, extendiendo un escudo invisible sobre nosotros. Trecientos hombres, cincuenta míos, cincuenta de Dereck y doscientos de William, quedan envueltos en mi aura protectora.
La noche ha caído sobre la ciudad, envolviéndola en un manto de oscuridad. Me encuentro en las calles desiertas, junto a treinta de mis espías. Cada uno de ellos me informa a través del auricular —Todos los pobladores han sido reclutados en el castillo—.
Un escalofrío recorre mi espalda. ¿Qué está sucediendo? El pueblo parece un fantasma, vacío de vida.
—No hay nadie en las mansiones, señor—, informa uno de mis espías.
—¿Y la mansión Garden?—, pregunta Fredom con voz tensa.
—Nada, señor—, responde el espía.
Un murmullo de preocupación recorre al grupo. Me acerco al castillo, imponente y oscuro en la noche. A través de la penumbra, distingo la silueta de algunos vampiros rondando por sus alrededores.
De repente, la radio crepita. —¡Acaban de reportar que un grupo de vampiros ha salido de La Esclavitud!—, exclama uno de mis agentes. —¡Están persiguiendo a alguien!—
La tensión se dispara. ¿Quiénes son los perseguidos? Con determinación, aprieto el paso. Es hora de enfrentar la oscuridad y proteger a los inocentes de las garras de Robny y sus secuaces.
Un presentimiento recorre mi cuerpo. Algo no está bien —Encarguense—, les ordeno a mis hombres.
En ese instante, la radio crepita con una nueva noticia —Los hombres de Dereck ya están tras ellos—, me informan.
Mientras tanto, Fredom se acerca a mí con urgencia. —Ya tenemos rodeado el castillo—, me dice. —¿Proseguimos?—
Analizo la situación. Si dicen que no hay nadie en las mansiones ni en la ciudad, es probable que todos los enemigos se encuentren dentro del castillo. Estoy a punto de dar la orden de avanzar cuando un nuevo sonido irrumpe en la noche, el estruendo de disparos a lo lejos.
—¿Qué está pasando—", pregunta Fredom, alarmado.
Uno de nostros responde a través del auricular con voz temblorosa —Nos informan que el escuadrón siete hizo ruido y los han visto.
La situación se complica. Parece que el enemigo nos ha descubierto antes de lo esperado. Sin tiempo para deliberar, tomo una decisión rápida y contundente. —¡Adelante todos!—, grito con voz firme.
Las balas rebotan en los cuerpos de los vampiros, incapaces de penetrar su piel dura como el acero. Con una risa cruel, los vampiros revelan su verdadera naturaleza, sus colmillos afilados y sus ojos inyectados en sangre. Se lanzan sobre mis agentes que intentan abrirnos paso.
Corremos hacia la entrada del castillo, un laberinto de oscuridad y sombras. Uno de mis hombres enciende una linterna, iluminando brevemente el camino.
Agarro mi arma, una creación propia diseñada para una muerte rápida y silenciosa. Una flecha envenenada, jamás usada contra nuestra propia especie, pero en esta batalla, todas las reglas se rompen.
Los pasillos del castillo son interminables, sin ventanas en la parte baja, solo en lo alto. Divido a mis hombres en grupos, cada uno con la misión de encontrar a los cautivos o, si tenemos suerte, al mismísimo Robny.
Uno de mis hombres me sigue de cerca. —Pregunta por William y Dereck—, le ordeno. —No los he sentido desde hace un rato.
Escucho con atención mientras mi hombre informa sobre el paradero de William y Dereck. —Parece que ambos se han retirado del grupo principal—, dice. —Informan que están siguiendo a los que huyeron de La Esclavitud, y creen haber visto a Robny entre ellos.
—¡Es hora de actuar!—, exclamo con voz firme. —Tiren a matar a todos los vampiros que estén con Robny—, ordeno con determinación.
La mayoría de mis hombres asienten con solemnidad. La batalla ha llegado a un punto crucial, y no podemos permitirnos ni un solo error.
Abro la puerta con cautela, seguido de diez de mis hombres más confiables. Al entrar, alzamos nuestras armas, preparados para cualquier amenaza. Sin embargo, lo que encontramos no es lo que esperábamos.
Delante de nosotros hay un grupo de personas, vestidas con batas blancas. Sus rostros expresan terror y confusión. —Sangre Blanca—, susurro con reconocimiento.
Me acerco a ellos con cautela, tratando de calmar su miedo. —¿Qué hacen en el castillo de Robny?—
Uno de los Sangre Blanca, un anciano con la voz temblorosa, da un paso al frente. —Somos prisioneros—, explica. —Nos han traído aquí para ser... su alimento.
La ira se enciende dentro de mí. Robny no solo es un tirano despiadado, sino también un caníbal. No puedo permitir que este horror continúe.
—No se preocupen—, les digo a los Sangre Blanca con firmeza. —Están a salvo ahora. Los sacaremos de este lugar.
Doy una señal para que revisen la habitación que es enorme mientras que informo que todo estará bien, pero ninguno parece decir nada.
Veo a una chica de cabellos largos y de piel blanca y de porcelana, lo que me hace recordarla. Como quisiera que esto acabe ya, quiero estar con ella.
Tomo mi arma al escuchar pasos detrás de mi, es Fredom. —Encontramos más personas, pero ninguno quiere salir— me informa y presiento lo mismo aquí.
Mis hombres convencen y las agentes que traje tratan de persuadirlas, pero nada.
—Nina— llamo a una, —encárgate— asiente y se queda con el escuadrón 10 y 12, Fredom y yo vamos juntos hacia las otras habitaciones.
—Me siento mal— me dice de nuevo.
Me limpio el sudor de la nariz, me pone nervioso. En los siguientes pasillos aparecen otros escuadrones, seguro Nina los envió para nosotros.
Se adelanta un escuadrón, —no hay vampiros en el área— informan.
—Mierda— escucho que se queja Fredom, se recuesta en la pared y se toma de las costillas.
—Vigilen el área— ordeno a los que me siguen y uno de nuestros médicos se le acerca.
—¿Qué tienes? — ambos le revisamos quitándole la chaqueta.
—Desde temprano andas así...— le digo, pero niega.
—No, te dije que tenía un mal presentimiento— vuelve a quejarse del dolor.
—Señor, tiene un dardo— me mira y Fredom está pálido y cae al suelo.
¿Un dardo? ¿Será posible? ¿Sakit?
Levanto el rostro hacia los ventanales porque lanzan una bomba de humo, el médico me empuja lejos y veo como les cae a ambos dejándolos inconscientes.
—¡Están afuera, ataquen!— ordeno en el micrófono y los escucho, pero mi atención recae en Fredom, me lo voy a llevar, aunque pese toneladas.
Todos se silencian y no los oigo en el auricular, no me queda alternativa que tocar el botón de mi pantalón, botón que avisa a los barcos su retiro, botón que le informa a Leilad que se vayan.
El humo me vuelve loco, me siento débil y siento que pierdo mis poderes, veo mis brazos ¿Qué me sucede? Tomo a Fredom del hombro, se encuentra boca abajo.
—Hey— le hablo, pero no reacciona, veo el dardo y con debilidad lo sujeto y me doy cuenta que a él le dieron esto para que le afectara el humo.
—Fredom, levántate— de los dos físicamente es el más fuerte.
Una persona aparece con una máscara, tengo la esperanza de que sea uno de mis hombres, pero no lo es.
—Francisco Elordi, mi nuevo humano— es Robny.
NOZOMI
¿Por qué no me dejas salir? La voz en mi cabeza me molesta, pero aun así corro lo más que puedo para alejarme de Efraín y de los que me siguen.
Me siento sedienta, estoy loca por devorar algo y no quiero.
Me escondo en un callejón y las gotas de lluvia empiezan a caer, abro la boca para beber, pero algo me dice que esto no apaciguaran las ganas que tengo de beber sangre.
Mi cabeza es un lio y la lluvia no me deja pensar bien.
Déjame salir por completo. Exige la voz de mi cabeza.
No sé quién es la que habla, pero no soy yo, y le tengo mucho miedo.
Si no bebes algo moriremos. Me dice.
Niego, no lo volveré a hacer.
Escucho a lo lejos que vienen por mi, así que retomo la huida con pasos débiles, entro a una casa vacía y trato de buscar una habitación y poder recostarme.
Me siento muy mal. La lluvia se escucha y me hago una bola, ahora mismo me siento sucia por lo que le hice a Akemi y a Verónica...
Ambos hermanos te mataran. Me dice la voz.
No, Francisco nunca me haría daño.
¿Segura? Tu aparentas no hacer daño, pero mira lo que has hecho.
Yo...
Tu eres culpable, los Elordi te asesinarán por matar a una de ellos...Y lo sabes.
Me sujeto la cabeza, cuando habla siento dolor y pánico. Sigue hablando y diciendo como Francisco podría matarme y lloro pidiéndole perdón.
—¡No ha sido mi culpa!— siento que lo tengo enfrente con una mirada de odio y decepción.
—¡Te lo juro! ¡No pude controlarme! ¡Yo...!—
Abro los ojos al ver a Efraín, está en la entrada de la puerta con una mirada en shock y debe ser por mis ojos rojos y mis colmillos que los siento a la perfección.
Traga saliva, —no debiste volver— corre hacia mi para ahorcarme, —¡voy a matarte antes que recuperes todos tus poderes!— no puedo respirar, me estruja y me aprisiona contra el colchón de esta cama.
Como estoy débil no puedo manejarlo, pero siento una presencia oscura, lo cual hace que él me suelte y se vaya corriendo angustiado, tengo las ganas de hacer lo mismo porque se siente terrible, pero ya es tarde.
Veo unos ojos oscuros y es nada menos que Dereck.
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