Capítulo 56
SED DE SANGRE
NOZOMI
Me despierto y me doy cuenta de que no sé dónde estoy, hay palmeras encima de mi vista, siento que estoy flotando, pero no, estoy en una mecedora. Me duele el rostro y recuerdo haber visto a Efraín, siento un escalofrío correr por mi espalda y escucho la voz de una mujer cerca de mi oído.
—¡Volvímos!— suena siniestro e inmediatamente me hace sentarme.
Su voz me grita varias veces que nos vengará, que hará sufrir a todos los que nos hicieron daño. Me cubro los oídos de lo oscuro que suena e inmediatamente siento que me abrazan y ya no escucho la voz de la mujer, sino la voz de Cladis.
—Cladis—, respiro mal, —dime que todo estará bien...— quiero que me diga lo que dijo en el barco, que diga que piense en algo bonito.
—Si, todo estará bien, nos vengaremos— nos apartamos y la veo, se ve diferente, su vestuario es negro que la hace lucir siniestra, sus ojos están rojos y colmillos le salen de la boca.
Escucho un chasquido de dedos y me vuelvo para ver que Oliver está a un metro de las dos, y con ese chasquido mi mente se vuelve loca al recordar cosas que no tienen sentido.
—¡Haz que pare!— suplico cubriendome los oídos, escuchando tantas voces —¡detenlo!— vuelve a chasquear y con esto trato de calmar mi mente.
—Car...Nozomi—, Cladis habla —sé que esto es confuso ahora— lo es, no entiendo...esta no es Cladis, la miro a los ojos, sus ojos me aterrorizan.
—Pero te prometo que lo volverás a recordar todo y lo harás para que podamos...—
Oliver le interrumpe, —¿Que? ¿Qué van a hacer?— al parecer Oliver sigue siendo el mismo, sin embargo, en un momento dado veo que alguien le atraviesa el estómago con una flecha.
—Robny— gruñe Cladis, —nos vengaremos— me mira por última vez.
Siento una aguja pincharme detrás del cuello que hace que todo me empiece a arder.
—¡Sácala de aquí! y si puedes ve con Dereck— escucho que grita y veo que se acerca el agente que trataba de sacarme del barco.
—No, iremos con Francisco Elordi— menciona el agente, lo que hace que me de algo de esperanza.
—¡Ahora estamos del mismo equipo, imbécil!— le grita Cladis.
Me lleva en sus brazos porque ahora me siento debil, no puedo mover ni un solo musculo y siento que el líquido de esa aguja me está mareando, sobre todo porque corre a una velocidad impresionante, sin embargo, se detiene y siento que me estoy cayendo de rodillas al suelo.
—¡Agarrenla!— escucho que gritan.
Por el rabillo del ojo veo como el agente intenta defenderse de tres encapuchados y siento cadenas en mi garganta, miro hacia arriba y es Efraín.
—Me las pagarás— exclama con impotencia.
•••
Abrazo mis piernas para ocultarme de los ojos que me ven del otro lado de la jaula, trato de que mis cabellos oculten mi rostro y mientras me observan, veo mis pies descalzos, están ensangrentados de mi propia sangre.
—¿Cuánto tiempo duran aquí? — pregunta el vampiro a Efraín.
Miro mis manos y mis uñas tienen sangre. —¿Y ella? —
Tiemblo y entre mi cabello puedo ver a los dos vampiros observar mi persona.
«Por favor que no me lleve, por favor que no lo haga»
Me lleva con él y una cadena es lo que nos separa, me obliga a darme una ducha, me da de comer y siento que soy una nada, cuando yo debería serlo todo.
—Ten— veo al vampiro, tiene unas pastillas en las manos, —te harán sentir mejor—.
De pronto el escenario cambia y me veo en el jardín de la mansión. Mi cabello está empapado por la lluvia y camino entre el jardín recordando que él estaba en la caseta en la que se me declaró, corro y no lo veo, entro para pasar el rato mientras el agua se va, está lloviendo mucho.
—Me gustas...— susurra detrás de mi, sonrió y me volteo, pero no es él, en cambio es la chica que vi en el espejo hace tiempo, retrocedo temerosa a su presencia.
No logro ver su cara, pero tiene el cabello mas largo y veo una sonrisa que me inquieta.
—Me gusta que quieras recordar lo bueno que has vivido en este tiempo— dice mareando mi mente.
—¿Quién eres?— le pregunto con miedo.
—Increible lo que pudo hacernos ese líquido— Se quita los cabellos de la cara y me veo, dándome cuenta que esto es un espejo.
Abro los ojos percatandome que han sido sueños sin sentido y estoy en una habitación oscura, me incorporo sintiendo las cadenas en mis pies, en mis muñecas y en mi cuello, veo en el frente que estoy en una cárcel de mi tamaño, escucho que gritan de dolor y no sé quién es.
Me arde la garganta, siento que me quema y con mis manos agarro la cadena que me envuelve quemandome por dentro, me da la sensación de que quiero algo con desesperación.
Veo a Akemi frente a mi, ella también está en una jaula , pero la puerta está abierta, se ve muy mal, apenas respira y sangra porque al parecer sus heridas se han abierto.
Quiero decir su nombre, pero con solo abrir la boca siento que algo me puya las encías, lloro por el dolor que esto me provoca y veo que los que gritaban callan para escuchar mis gritos que se hacen cada vez más audibles y tediosos para el oído.
Me duele demasiado y mi sed se intensifica, me vuelvo loca y como puedo pateo las rejas de la jaula para destruirlas y poder salir, porque siento que si lo hago me voy a calmar, cierro los ojos emanando una fuerza que me libera de las cadenas, me tiro por la barandilla saliendo y caigo al suelo.
Respiro fuerte, hay un olor muy delicioso en el aire, levanto la cara y trato de buscar que es, pero lo único que veo es la sangre de todos los que están, reconozco quienes son.
—Nozomi...— murmura el chef Davis.
Gruño dejando mi cara contra el piso, no quiero que nadie me hable, solo quiero saciar esta sed que cargo y que no puedo controlar más.
—¿Nozomi? — Akemi despierta, se escucha que le duele todo.
Suelto lágrimas, creo saber comprender qué es lo que quiero, me incorporo y gateo con dificultad hacia ella quien levanta el rostro y a través de sus ojos temerosos puedo ver los míos que ahora son un rojo puro.
Con el dolor en mi corazón la sujeto de la camisa y la acorralo hacia los barrotes, ella está confundida y temerosa, los demás nos miran expectantes, pero nada me importa porque todo lo que veo es su garganta, hay un espacio intacto de rasguños que sin dudar muerdo, muerdo sin importar, sin importarme sus gritos y llantos, sé que hay culpa, pero esa misma sensación no me deja soltarla.
Akemi. Perdóname. Me aparto sintiendo su sangre, las lágrimas no se hacen esperar, dejo con delicadeza su cuerpo y ya no hay vida, vida que yo le arrebaté.
—¿Akemi?— trato de revivirla, la muevo —vamos reacciona— no puede ser que lo haya hecho, la muerdo en su garganta nuevamente con la esperanza de que reviva, pero ya no reacciona.
—Esas son las consecuencias de convertirse en el demonio— reconozco la voz, salgo de la jaula y me dirijo a una que está apartada de los demás.
Abro los ojos de sorpresa, —Verónica— se ve herida y tiene cadenas que atraviesan su pecho, cadenas que son antivampiros y sé que está sufriendo.
Me voltea a ver y mi pecho se contrae con el aroma de su sangre, —no— quiero morirme, no quiero beber más.
Y de pronto volteo a ver a su lado un cuerpo de cabellos rojos...¡Nethan! Me acerco a él y sin poder contenerme lo muerdo en la garganta tambien, pero no pasa nada.
—Está bien, acaba con este sufrimiento— su rostro es una súplica que me hace negar, me arrodillo y me acerco a ella para quitarle las cadenas pero estas me queman las manos.
—Por favor...— apenas puede hablar, —acaba conmigo, yo acabé con él— señala a Nethan.
Suspiro...No la conocí tanto, pero sé que es especial para los Elordi y en su momento lo fue para mi, me niego a perderla, pero las cadenas la tienen en un estado que no se reconoce si mejorará.
—Nunca quise esto...— susurra cuando estoy tomando su brazo para encajar mis dientes, —diles que hasta el último momento los odie a ambos— muerdo succionando su sangre que me sabe extraña, supongo que al ser ambas de la misma naturaleza esto es así, pero me encanta y no la suelto para nada hasta acabar.
Abro la boca y me siento tan bien, me falta un poco más para saciar mi fuego, salgo y veo a todos los de la mansión, estoy segura de que he visto y he sentido ese miedo antes...
«Detente » me digo a mi misma.
Miro los tres cuerpos, el de Akemi, Verónica y Nethan...Esto ha sido mi culpa.
Escucho pasos, sé que son los guardias, se que es Efraín con la boca abierta por la impresión viendo la sangre que tengo en la boca y en mis vestiduras.
—Creo entender tu odio— mi voz es apenas un susurro, a punto del llanto y él ordena que me aten, pero no me quedo y con mi fuerza solo con una mirada destruyo la pared que me muestra la salida.
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