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Capítulo 51


AGENTE

FRANCISCO

Tres años atrás...

Continente Villall: Nebaj

Me encuentro frente a una multitud de personas. La mayoría pertenece a la entidad a la que yo mismo estoy afiliado. Mi equipo, compuesto por cerca de cien individuos, se acerca a mi posición. Sin contar a mis hermanastros e iguales, todos vestimos de traje negro y botines, y estamos armados hasta los dientes. Esto es lo que más me gusta de Zona, al ser un país más grande que todos los demás, alberga la asociación de agentes más extensa que pueda existir, y yo, junto a mi equipo, me encuentro en el top uno.

Ciertamente, existen miles de asociaciones, ya sean militares o policiales, pero nosotros somos especiales. Somos como los que dicen, los jinetes del apocalipsis. Demonios disfrazados de personas comunes, pero que en su interior son asesinos despiadados. Y nosotros, como cazadores, nos dedicamos a atrapar al peor tipo de escoria imaginable.

—Quiero darle las felicitaciones correspondientes al equipo de Francisco Elordi— pronuncia la voz resonante del jefe de la asociación, seguida de aplausos ensordecedores que llenan la sala. —Por tan increíble trabajo atrapando al maldito de Land— agrega, con una mirada de orgullo dirigida hacia nosotros.

Fredom y yo intercambiamos un apretón de manos y una sonrisa victoriosa. La emoción recorre a nuestro equipo como una ola contagiosa, celebrando el éxito de la misión.

—Felicitaciones— me dice Leilad, una de mis mejores detectives, acercándose para darme un fuerte abrazo. Su entusiasmo es palpable.

—Muchas gracias— respondo, correspondiendo el abrazo con calidez.

A pesar de los aplausos y la alegría, un sentimiento de culpabilidad me invade. Agradezco las felicitaciones, pero me escabullo entre la multitud y me dirijo a las oficinas.

La captura de Land ha sido un gran éxito, sin duda, pero no puedo evitar sentir una punzada de remordimiento cada vez que celebramos este tipo de victorias. Todos creen que nos conocen, pero la verdad es que la mayoría de mis hombres y yo ocultamos un secreto, somos los verdaderos demonios.

Detrás de nuestras sonrisas y trajes impecables se esconden ojos que enrojecen cuando hay sed y colmillos que afloran cuando la necesidad de morder se vuelve imperiosa.

Desde la ventana de mi oficina, observo la celebración que se desarrolla a lo lejos. Más de cuatrocientas personas, la mitad de ellas de mi misma naturaleza, festejan nuestra victoria. Entre ellos hay más de cincuenta que desconocen nuestra verdadera identidad, que nos ven como detectives comunes que combaten el mal.

Tomo una copa del refrigerador y la lleno con sangre de la botella que lleva mi nombre, la única que nadie se atreve a tocar. La sangre de las donaciones de los hospitales es nuestro único alimento, nuestra fuente de vida. Bebo con sed, tratando de calmar la inquietud que me atormenta.

—Príncipe...—

Me giro de inmediato, tratando de ocultar la botella que aún sostengo entre mis manos. No logro distinguir quién es la figura que se encuentra frente a mí, pero sé que no se trata de ninguno de mis hombres ni de un miembro de la asociación de agentes.

Con un movimiento rápido, desenfundo mi arma y la apunto hacia el intruso. La oscuridad me impide ver su rostro con claridad, pero puedo sentir su presencia amenazante.

—¿Quién eres y por qué estás aquí?— pregunto con voz firme, tratando de ocultar el temblor que recorre mi cuerpo.

La paranoia se apodera de mí. No puedo evitar pensar que he dejado libre a algún demonio que ahora busca venganza, tal y como me han advertido tantas veces.

El hombre que se encuentra frente a mí es de mi misma altura y complexión. Ambos emanamos una fuerza palpable, un aura de guerreros experimentados.

—No se alarme...por favor— La voz del intruso me sorprende, interrumpiendo mi tensa espera. Agacha la cabeza y extiende las manos en señal de paz. —Estoy desarmado y no tengo nada contra usted—.

—¿Quién eres?— pregunto de nuevo.

—Soy Dereck— responde, con la mirada fija en mí.

Trato de hurgar en mi memoria, buscando en el mar de rostros que he visto a lo largo de mi vida, a algún Dereck que haya conocido, pero ninguno de ellos coincide con la figura que tengo frente a mí.

—¿Dereck qué?— insisto, sin bajar la guardia.

—Solo Dereck— responde con una sonrisa melancólica. Sus ojos se enrojecen de repente, y de su boca emergen unos colmillos afilados.

—Soy como usted y como su hermano— confiesa, dejándome anonadado. —Y vengo en son de paz, para pedirle ayuda urgentemente— agrega, con un tono desesperado que no puedo ignorar.

Mi mano baja lentamente, apartando el arma de su rostro. Aunque no confío plenamente en él, sé que esta arma no me protegerá si realmente es como yo.

—¿Qué quiere?— pregunto, con voz fría y distante, pero con un dejo de aflicción en mi interior. ¿Cómo me ha encontrado? La asociación es el lugar más seguro y escondido del mundo, nadie debería saber de nuestro paradero.

—Si no tuviera los problemas que tengo le juraría que no vendría aquí a pedirle favores a mi última opción —confiesa Dereck, con una voz cargada de desesperación.

—Tengo mis propios problemas— respondo con brusquedad, sin dejarme conmover por su súplica.

A pesar de mi desconfianza, saco mi celular del bolsillo con cuidado, sin alarmarlo. Antes de que pueda reaccionar, marco el número de mi hermano. —Llamo a mi hermano, ya que lo mencionó, lo involucra a él también— le indico, sin apartar la vista de sus ojos.

Tomo el celular entre mis manos y observo al vampiro frente a mí con atención. El timbre suena y, tras un breve instante, Fredom contesta la llamada.

—No preguntes, ven a mi oficina inmediatamente, sin nadie más— le ordeno, con un tono de urgencia que no admite dudas.

—Ok— responde él con voz tranquila, sin cuestionar mi petición. Cuelgo el teléfono y me dirijo a Dereck, con una mirada penetrante.

Fredom irrumpe en la habitación, cerrando la puerta de golpe detrás de él. Su mirada se posa inmediatamente en el hombre desconocido que se encuentra frente a nosotros, con una postura defensiva que refleja su instinto protector.

—Es uno de nosotros— le informo, tratando de calmar su evidente tension. —Es un vampiro— agrego, revelando la naturaleza del intruso.

La sorpresa se refleja en el rostro de él, quien nunca antes había visto a este hombre.

—Por favor no se alarmen— interviene Dereck, con voz temblorosa. —Solo vengo aquí como mi último recurso— dice de nuevo, buscando aliviar la tensión. —Una vez conocí a su madre— continúa, dejandonos atónitos.

—¿Cómo la conoció?— pregunta Fredom, con un tono de incredulidad en su voz.

—Nos conocimos en un bosque en llamas— relata Dereck, con la mirada perdida en los recuerdos. —Ella llegó de la nada y yo estaba allí— continúa, describiendo el encuentro fortuito con ella. —Sandra era su nombre— revela un dato que solo nosotros conocemos. —Y sé que son sus hijos porque llevan la misma aura— concluye, con una admiración evidente en su voz.

Un silencio sepulcral se apodera de la habitación mientras Fredom y yo digerimos la información revelada por Dereck. El nombre de "Sandra" nos trae a la memoria a nuestra madre, una figura que siempre ha estado envuelta en un halo de misterio. Saber que ella tuvo un encuentro con este vampiro desconocido despierta en nosotros una mezcla de curiosidad.

Dejo que Dereck continúe, sin interrumpirlo. Su conocimiento del nombre real de nuestra madre, un nombre que solo nosotros dos conocemos, me indica que no está mintiendo. Su aura de desesperación y la mención de nuestra madre me inclinan a escucharlo, a pesar de las dudas que aún me asaltan.

Nos sentamos alrededor de la mesa, el mismo lugar donde Fredom y yo hemos planeado tantas misiones y estrategias. El peso de la historia que está a punto de ser revelada se hace sentir en el aire.

Dereck comienza a contar su segundo encuentro con nuestra madre, en compañía del Coronel Jefferson, nuestro papá. Nos revela que ella le pidió que, en caso de necesitar ayuda, acudiera a nosotros.

—Nunca se nos mencionó tal cosa— le respondo, con un tono de incredulidad. La información que nos aporta Dereck nos desconcierta, ya que no tenemos ningún recuerdo de tal promesa.

—Pienso que no, eso fue mucho tiempo atrás— responde, comprendiendo nuestra confusión. Nos mira a ambos con una intensidad que nos obliga a prestar atención.

—Pero no vengo aquí a pedirles así por así— continúa, con una voz que se torna solemne. —Les voy a contar todo lo que sucede, porque créanme que, si lo dejamos así, este continente se verá implicado y toda la paz que la humanidad ha creído tener, se acabará—

Fredom y yo intercambiamos una mirada de complicidad. Sin necesidad de palabras, ambos sabemos que debemos escuchar atentamente lo que Dereck tiene que decir.

—La raza humana está a punto de desaparecer en mi país, una isla. Un vampiro como nosotros, pero con sed de poder, está convirtiendo a todo ser humano en esclavos, en los que pondrá a la venta a mucha gente para que los vampiros poseen como si fueran mascotas y comida, todo se salió de control porque las muertes de los esclavos son demasiado rápidas y solo hace unos meses que empezó todo esto. Los cazadores que mantenían a salvo a los humanos se han unido a ellos, y están doblegándolos a todos, ya sea perder sus derechos humanos o darles un lugar pero que sirvan, pero falta poco para...—

La voz de Dereck se apaga abruptamente, interrumpida por el sonido de la alarma de la central. Un escalofrío recorre mi cuerpo, presagio de la urgencia que se avecina.

Uno de mis hombres irrumpe en la habitación, con el rostro marcado por la preocupación. —Mi señor, lo necesitan en la cámara— informa, con voz entrecortada por la premura. Su mirada se posa en Dereck, con una mezcla de curiosidad.

—¿Todo bien?— pregunta, llevando la mano instintivamente hacia el arma que carga en su cinturón.

Asiento con la cabeza, confirmando mi comprensión de la situación. La seguridad de mi territorio es mi máxima prioridad, y cualquier amenaza requiere mi atención inmediata.

—Voy para allá— respondo, con un tono de autoridad que no deja lugar a dudas. Me levanto de la mesa y me dirijo hacia la puerta, instando a Fredom a que se quede con Dereck.

—Quédate aquí con él— le ordeno, con una mirada significativa. Fredom.

Al entrar en la cámara de control, me encuentro con mis superiores reunidos frente a una serie de pantallas. La atmósfera está cargada de tensión y preocupación. Se hacen a un lado para que pueda ver lo que ellos están observando, y mi sangre se congela en mis venas.

Las imágenes que se proyectan en las pantallas son dantescas. Multitudes de personas corren despavoridas por las calles, perseguidas por figuras altas y oscuras que las atacan. La sangre salpica por todas partes, creando una escena de horror indescriptible.

—El satélite captó esto, es de hace unos tres meses aproximadamente— me informa uno de los técnicos, con la voz temblorosa.

Un escalofrío recorre mi espina dorsal. La magnitud de la tragedia que se está desarrollando ante mis ojos es abrumadora. Estos vampiros, que se creía que eran solo leyendas, están sembrando el caos y la destrucción.

Mi pecho sube y baja con dificultad mientras mi mente lucha por procesar la información. La paz y la seguridad que he mantenido durante tanto tiempo en mi territorio están en grave peligro. Estos "infelices", como los llama el técnico, me van a complicar la existencia de una manera que jamás hubiera imaginado.

Un coro de gritos y exclamaciones de horror inunda la cámara mientras los presentes observan las terribles imágenes que proyectan las pantallas. El satélite ha perdido la señal, pero lo que ha captado hasta ahora es suficiente para sembrar el pánico.

—Imposible— murmuran algunos, incrédulos ante la evidencia que tienen ante sus ojos.

—Nuestro satélite no pudo captar más, mi señor— informa el técnico, con la voz temblorosa por la impresión. —Tal parece que se ha perdido señal, pero antes de nada nos lo mandó y hasta ahora nos ha notificado el servidor de esto—.

Me siento acorralado por la realidad que se impone. Las palabras de Dereck resuenan en mi mente, vampiros como ellos se están apoderando de la humanidad.

—Esto es mayor a lo que nos hemos enfrentado— afirma uno de los presentes, con voz grave. —No se trata de asesinos cualquiera—.

Un murmullo de inquietud recorre la cámara. La amenaza que representan estos vampiros sedientos de sangre es innegable. me siento juzgado por la mirada de mi superior, Mayer, quien sabe la verdad sobre mi naturaleza vampírica. La presión me abruma, y agacho la cabeza en señal de vergüenza.

—Quiero creer que no eres como ellos— me dice Mayer, con un tono que mezcla la duda.

Me debato entre la verdad y la mentira. He sentido la sed, he mostrado los colmillos, pero lo he hecho solo con los demonios que cazo, nunca con inocentes.

—Este es un trabajo para ti y tu hermano— menciona —pero no sé, no quiero involucrar a nadie, no es una guerra que los humanos debamos pelear—, me mira —pero al ser ustedes como ellos, deben de ir— añade, mirando alrededor de la habitación como si buscara una confirmación que no llega.

—Esto no sale de aquí— demanda con firmeza antes de que salgamos de la cámara de control.

—De ver toda esa injusticia que sucede en ese lugar, voy a ir, pero antes de entrar— nos detenemos frente a mi puerta —hay un hombre como nosotros...—

Abrimos la puerta, Fredom está con él, ambos nos observan y mi superior está asombrado. Sin embargo, los tres nos sentamos a la espera de la explicación del vampiro.

La voz de Dereck resuena en la habitación mientras se dirige a nosotros como "príncipes". La palabra nos incomoda un poco, ya que hace tiempo que nadie nos ha llamado así, pero ahora Mayer lo sabe. Nuestra familia fundó Zona, y por ende, somos los legítimos herederos, los príncipes de esta tierra, de Nebaj Villall. Sin nuestra sangre, este lugar no sería nada.

Además, nos sorprende que Dereck diga que trabajó con mi padre. No sabíamos de una asociación designada únicamente para vampiros.

—¿Y?— le pregunto a mi superior, Mayer, él nos observa con atención.

—No importa que sean los fundadores— responde con firmeza. —Ustedes saben que si hacemos esto todos corremos peligro. Por como lo pinta este hombre, no es trabajo de Zona, es de ustedes— respira profundamente, tomando conciencia de la gravedad de la situación.

—Nadie debe saber de su existencia— continúa, con preocupación en su voz. —El satélite los captó a la perfección, por ende, no puedo enviar a mi gente a morir. Tienen que idear bien un plan—.

Un silencio incómodo se apodera de la habitación.

—Pero si no hacen nada— insiste Dereck, con urgencia en su tono. —A cómo van las cosas, no solo Ensville será presa, si no este lugar— informa.

Nos encontramos entre la espada y la pared. No podemos arriesgarnos a que la otra mitad del mundo sepa de nuestra existencia, ni la Zona, por muy buena que sea, debe saber que sus fundadores son peores que los que cazan.

Mi cerebro empieza a trabajar a toda velocidad, buscando una solución que satisfaga a todos. Un plan que lo deje todo, pero que nos permita cumplir con nuestro deber y proteger a la humanidad.

—Tengo una idea— digo, con una voz firme que refleja mi determinación.

El plan: Debemos fingir nuestro abandono. Zona creerá que renunciamos, que nuestro tiempo ha terminado y que es hora de dar paso a las nuevas entidades. Esto generará molestia, incluso en mi propia familia, que no desea retirarse, pero no tendrán otra opción.

Los cincuenta que no son vampiros como nosotros serán reclutados en las nuevas entidades, incluyendo a Leilad.

Fredom y yo adoptaremos el título de Príncipes. Seremos como vampiros que buscan verificar si existen esclavos y que desean probarlos. Para ganar la confianza de Robny, nos convertiremos en sus socios y asumiremos el papel de vampiros despiadados.

Dereck nos advierte que infiltrarnos en la boca del lobo conlleva riesgos y beneficios. Si molestamos a los líderes, nuestro plan de tomar el control se acelerará, pero también nos exponemos a un gran peligro.

—Vamos a atorarlo de problemas y cuando sea la hora todos nos reuniremos—.

Al llegar a Ensville, la impresión inicial fue de desolación. Un paisaje desértico y un ambiente hostil nos envolvían. Caminamos con cautela hasta llegar al centro del pueblo, donde encontramos al Gran Señor Robny rodeado de su séquito. Su apariencia intimidante y la tensión en el aire nos hicieron pensar en lo peor.

Sin embargo, decidimos acercarnos y entablar conversación. Les explicamos nuestra curiosidad por el lugar y nuestra disposición a ayudar en lo que fuera necesario. Al principio, Robny nos miró con recelo, pero nuestra aura lo convencieron de nuestras intenciones.

Las semanas transcurrieron. Ayudábamos en las tareas de los vampiros y poco a poco nos íbamos integrando a la comunidad. Sin embargo, un tema me inquietaba, la compra de esclavas. Fredom fue el primero en caer en esta práctica, y luego yo mismo.

Observé que los vampiros compraban esclavas con frecuencia, y comprendí que debía seguir su ejemplo para no levantar sospechas. Fingí la muerte de las mismas, creando rumores de un veneno letal que utilizaba. En realidad, las enviaba en secreto a Dereck, quien las protegía en un lugar seguro.

Así, durante catorce meses, continué con esta farsa. Enviaba a las chicas a Dereck y fingía sus muertes. Pero con el tiempo, el peso de la culpa y la repugnancia por la práctica de la esclavitud me abrumaron. Decidí ponerle fin.

Durante el siguiente año, compré cinco esclavas más, pero esta vez las envié a Dereck sin fingir sus muertes. Al tercer año, ya no pude soportar más la compra de esclavas. Me negué rotundamente a seguir participando en este vil comercio, que solo aumentaba la adquisición de mas chicas.

Me asignaron un nuevo puesto en el que podía influir en la vida de los humanos, alargando su sufrimiento antes de convertirlos en esclavos. Esta nueva función me permitió conocer de cerca el edificios de La Esclavitud, un lugar donde se compraban y vendían humanos como si fueran objetos.

Fingí interés en cada una de las divisiones, haciéndoles creer que estaba interesado en aportar algo, hasta que llegué a la Sección de las Rebeldes. Allí, las mujeres eran diferentes. Entre ellas, Nozomi.

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