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Capítulo 45


Debido a que Nozomi no se acuerda de los inicios de la esclavitud, será Verónica quien cuente la crueldad en la que los doblegaron a perder sus derechos y dignidad, entonces sabrán que el arrepentimiento de Verónica al ser un vampiro ha sido real.

OJO POR OJO parte 2

Mis padres, arrebatados de mi lado en un abrir y cerrar de ojos. Sus cuerpos yacían inertes en el suelo, víctimas de la sed insaciable de los vampiros. Mis gritos de dolor se mezclaron con el fragor de la batalla, mientras observo a mis guardaespaldas caer uno a uno, presa de las garras de aquellos seres abominables.

Un instinto me impulsa a correr hacia mis padres, con la tenue esperanza de encontrarlos aún con vida, pero mi carrera se vio abruptamente interrumpida por un par de manos que me sujetaban con rudeza y me lanzaban sin contemplaciones contra la acera. En ese instante, una ola de impotencia me invadio al comprender la cruel realidad, la mayoría de los jóvenes presentes estamos siendo reclutados, obligados a formar parte de una sociedad que ahora pertenece a los vampiros.

El silencio se apodera del lugar, solo interrumpidos por los sollozos de algunos y la respiración agitada de otros. La resistencia se ha esfumado, dejando paso a una resignación desesperanzadora. De pronto, una figura imponente emerge de las sombras. Un vampiro alto y erguido, con ojos que brillan con un rojo intenso y penetrante.

Su voz resonó con una autoridad inquebrantable —Es momento de que surjan los vampiros, humanos. Ustedes deciden en aceptar la nueva sociedad o convertirse en mis enemigos.

El horror de esa noche se intensifica con cada detalle. La confianza depositada en los cazadores se convirtió en una cruel traición, sellando nuestro destino como cautivos. Aquel edificio con la macabra inscripción —Bienvenidos a La Esclavitud— se erguía como un símbolo de nuestra opresión.

La fila interminable de jóvenes, convertidos en meros números en un macabro juego de poder. La presencia de la vampiresa, única entre su especie, exudaba un aura de terror que solo intensificaba la desesperación del momento. La brutalidad de los vampiros, saciando su sed con la sangre de los hombres hasta la muerte, era un espectáculo terrofico que helaba la sangre.

La preferencia por las mujeres entre sus víctimas generaba interrogantes sin respuesta. Un silencio sepulcral reinaba en el lugar, ahogado por el miedo y la incertidumbre. Nadie se atrevía a cuestionar la crueldad que se cernía sobre nosotros.

En medio de todo mis ojos se posaron en una niña pequeña que, con lágrimas en sus mejillas y un temblor en su voz, suplicaba por piedad.

Sin pensarlo dos veces, corrí hacia ella y me arrodillé a su lado. La vi encogerse de miedo, sus ojos llenos de terror, y en ese momento la tomé en mis brazos, tratando de calmarla con palabras suaves y caricias en su cabello. Le prometí que todo estaría bien, que no la dejaría sola.

En ese instante, una vampiresa se acercó a nosotros. Su belleza era cautivadora, pero sus ojos brillaban con una frialdad que me heló la sangre. Se inclinó hacia la niña, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, y le susurró palabras extrañas. La niña, aún en mi regazo, se aferró a mí con más fuerza, como si intuyera el peligro que se cernía sobre ella.

La vampiresa tomó a la niña de mis brazos y la levantó con suavidad. Le dio un último beso en la frente y luego, sin decir una palabra, se la llevó consigo. Observé cómo se alejaban, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Una sensación de vacío y desolación me invadió, presagiando un terrible desenlace.

No sé exactamente qué ocurrió después, pero la noticia de la muerte de la niña se propagó como un incendio por la jaula. Se decía que había sufrido una muerte horrible, una de las peores que se había visto. La crueldad de la vampiresa me dejó atónita, confirmando mis peores temores sobre la verdadera naturaleza de estas criaturas.

Desde ese día, mi desconfianza hacia los vampiros se solidificó. Las historias románticas que había escuchado sobre ellos se convirtieron en una burla, una ilusión creada para adormecer a los humanos y hacerlos más vulnerables. Los vampiros no eran seres compasivos capaces de amar. Eran monstruos despiadados que solo buscaban satisfacer su sed de sangre.

En la jaula, nosotras las mujeres fuimos sometidas a condiciones inhumanas. Cadenas apretaban nuestras gargantas, privándonos de la respiración. Azotes y hambre eran nuestra rutina diaria. Nos encerraron como animales en jaulas, esperando ser seleccionadas por los vampiros para su próximo festín.

El miedo se convirtió en mi compañero constante. Cada día, observaba con horror cómo mis compañeras desaparecían, una a una, víctimas de la insaciable sed de los vampiros. La impotencia me consumía, carcomiendo mi alma. Me reprochaba no haber luchado junto a mis padres, hubiera preferido morir en ese instante.

Las noches en La Esclavitud eran interminables cuando ella estaba, cuando elegía a alguna para hacernos sufrir, reía cuando alguien emitía dolor y llanto. No fui capaz de defenderme a mi misma, por lo tanto, ya no estaba dispuesta a hacerlo por alguien más.

Siempre nos decía cosas como: —ustedes nacieron para servirnos, porque no son nada y lo mínimo que son para nosotros son esclavas— todo esto para lavarnos la mente y aceptar que este era nuestro destino.

Ella me eligió por quinta vez de su juguete una última noche, tomó de mi cabello arrastrándome hacia las afueras del pasillo, desgarrando mi vestimenta hasta quedar desnuda frente a todos ellos.

—¿Qué opina el Príncipe Francisco? — habló ella a un hombre que se encontraba detrás de mi, apenas pude voltear a verlo, pero supe que había alguien más a su lado.

Este siniestro personaje no dijo nada, solo me miró con unos ojos que denotaban maldad, pero el hombre a su lado habló.

—Si Francisco no la quiere, yo sí— este se acercó a mi, con temor dejé que me tomara entre sus brazos, pero sinceramente temblé como a un perro a quien le tiran un balde de agua y no ha comido en meses.

Ellos me llevaron, me cuidaron y me hicieron sentir que no estaba sola y desde ese entonces no la había vuelto a ver más.

Tomo ambos ojos con mis manos y se los arranco, sus gritos desgarradores son mi hambre, siento que desde que no como bien, este es mi mejor alimento, la venganza; lo que responde a muchos asesinos, si, la venganza es tan dulce, dulce como la sangre.

Ahora está sin sus amados ojos, amarrada a la cama y en el suelo, descubriendo que los Elordi han creado una vampiresa y que están en contra del reinado del Gran señor Robny.

—Tenemos que irnos de inmediato, por el momento estoy cubriendo todo esto con mis poderes, pero no lo vamos a poder ocultar si los demás escucharon algo— informa Fran.

Pasos se asoman al pasillo, todos volteamos notando al sirviente de cabellos blancos, Oliver, primero nos observa con un rostro que no sé si es de asombro o de felicidad, pero luego corre hacia Nozomi y ayuda a la chica con sus heridas.

—Sugiero que empaquen sus cosas— ordena él, a lo que Cladis corre a la habitación a tomar un bolsón con cosas.

Fran asiente —Nozomi, llévala a la habitación, Fredom, después de empacar vengan conmigo—, se voltea al sirviente. —Oliver, tu vienes con nosotros—.

—En lo que hacen esto, iré por Nethan— les digo, pero Fredom me detiene.

—No, estas muy herida, luchaste contra un purasangre, me sorprende que sigas de pie— su mirada esta llena de preocupación, algo que siempre tuvo conmigo.

—Gracias Fredom, pero ya no recibo ordenes tuyas— me dirijo a la ventana, algo herida, pero salto y empiezo a correr a dirección de Nethan.

Me siento libre, soy libre después de mucho tiempo.

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

Se acabó la vida buena en la mansión para nuestros cinco protas. 

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