Capítulo 8
Aria
La noche calló sobre el bosque como un sinuoso manto negro. Los últimos rayos del sol se adentraron por la ventana de la habitación mientras yo terminaba de coser el vestido con el que me escapé de la aldea. Drake me prestó una caja llena de hilos y agujas para la tarea, y yo, que había aprendido a coser cuando era niña, aproveché para sustituir las cuerdas de la parte trasera por botones. De esta forma, me protegería un poco más del frío que se aproximaba. El verano había terminado y habíamos entrado de lleno en el otoño, por lo que el frío no tardaría en hacer acto de presencia.
Mientras me centraba en mi labor, intenté no pensar en que Drake me había visto en ropa interior mientras sustituía el vestido por una de sus túnicas de noche (porque definitivamente tenía que ser suya) y en que había deshecho mi peinado el día que llegué (porque cuando desperté tenía el cabello completamente suelto), pero desgraciadamente mi imaginación me traicinó en varias ocasiones, por lo que mis mejillas se tiñieron de rojo.
Era un hombre extraño con un nombre aún más inusual: Drake. Vivía solo en el bosque, a días de los pueblos más cercanos, sumido en un aislamiento y un silencio que se me antojaba peor que el mío en la aldea. No era hombre de muchas palabras. A lo largo de la tarde, mientras preparaba las provisiones para el viaje, me asomé en varias ocasiones por el marco de la puerta, que ahora permanecía abierta. Se movía con una destreza absoluta, casi sin emitir ningún sonido más allá de las pocas pisadas que rechinaban en el suelo de madera. Si no fuera porque mis ojos no me engañaban, en ocasiones podría haber pensado que se había ido sin mi.
De todas formas, no creí que la idea le hiciera mucha gracia. ¿Dejar a una mujer desconocida en su casa sin vigilancia alguna? No parecía un hombre al que le gustase que husmearan entre sus cosas sin su consentimiento. Aunque, bueno, ¿a quién le podría dar igual algo así?
Estaba concentrada en mi tarea, pero la cabeza la tenía en otra parte. Estaba dividida entre tantos temas... Primero, en el hombre que me había salvado la vida. Ya sabía que era misterioso, frío, un amante del silencio y el orden, y solitario. A pesar de ello, Drake en el fondo no me parecía mala persona. ¿Quién en su sano juicio se habría preocupado de traer consigo a una desconocida herida en medio del bosque? Probablemente solo él. Por lo menos, me había disculpado y le había dado las gracias por lo que había hecho por mi. Esperaba que fuera suficiente.
Por otro lado, no dejaba de formularme preguntas acerca del viaje. En la inmensidad del bosque había aldeas de las que ni siquiera conocía su existencia. Era consciente de que para llegar de Redwood a Springwood eran necesarios tres días de viaje, que ya me parecía mucho. Pero, ¿ocho o nueve? Me parecía que aquel prueblo se encontraba a una distancia demencial. Tal vez ni siquiera era cierto, pero Drake no me parecía un mentiroso. Si de verdad conocía a alguien que podría ayudarme a entender aquella conexión con el bosque, no dudaría en poner mi vida en riesgo para entenderlo.
Realmente, lo que más me preocupó fue que Drake mencionara devolverme a la aldea. No soportaría regresar, observar los rostros de decepción de mis seres queridos, o ver mi vida echada a perder. Debía de haber pasado poco más de tres semanas desde que me fui. Emma estaría preocupada porque no regresé, tal como expresé que haría para que me dejara marchar, pero estaba segura de que ella entendía mejor que nadie mis razones. Tenía la certeza, conociéndola, de que no perdía la esperanza, de que creía con todo su corazón que yo aún vivía.
Una ráfaga de viento hizo vibrar los cristales de la ventana. Lo tomé como una confirmación a mis pensamientos, y me tomé un momento para sonreír, mientras observaba como los últimos tonos ocres del bosque se tornaban de oscuros grises y azules. Me dieron unas ganas increíbles de llorar al recordar a mi prima por un momento. "Algún día regresaré, Emma. Te lo prometo", pensé.
Finalmente, terminé de coser el vestido. Me le probé por encima de la túnica (que realmente me servía como camisón) e hice volar la falda ligeramente. Decidí probármelo, simplemente para asegurarme de que me seguía quedando bien. Efectivamente, el vestido encajaba como un guante en mi cuerpo. Me acerqué a la ventana, tratando de ver mi reflejo en los cristales, pero una voz a mitad de camino me sobresaltó:
—Veo que has terminado —con un giro de ciento ochenta grados, encaré sorprendida a Drake. El pelinegro estaba apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados. Su rostro no había cambiado ni un ápice; era frialdad e inexpresividad. Todos los poros de su piel lo indicaban—. ¿No tienes algo más abrigado?
—Tenía una chaqueta de lana cuando me escapé...
—Tenías una bolsa de cuero cuando te encontré. Nada más.
—Debí de perderla cuando el lobo me atacó. En la bolsa solo llevaba agua y comida —murmuré, sintiendo la intensidad de sus ojos negros penetrar en mi cabeza, como si pudiera leer todos mis pensamientos.
—Tengo una capa de sobra, pero te quedará grande —suspiró—. Supongo que te servirá mientras te cubras bien.
—Gracias —dije, sonriendo ligeramente.
—No es necesario que me agradezcas todo el rato —gruñó con molestia. Acto seguido, abandonó la habitación, pero solo para regresar con una bandeja en las manos. Contenía un plato humeante de sopa de puerro y hierbas, una hogaza de pan y un vaso de agua—. Te he preparado algo de comer. Puedes seguir durmiendo en mi cama aunque estés recuperada, pero debes estar lista antes del amanecer.
El caldo desprendía un olor realmente maravilloso, y tenía una pinta apetecible. No me extrañaba que un hombre que vivía solo en medio del bosque supiera cocinar, pero como en la aldea ninguno sabía, tomé la bandeja algo escéptica. No me parecía algo malo pero si que me resultó un hecho... Curioso.
Justo cuando estaba a punto de agradecerle de nuevo, recordé sus palabras y me mordí la lengua. Seguro que no estaba acostumbrado a la gratitud de otras personas y por eso se le antojaba extraño. Estaba segura de que, durante nuestro viaje, acabaría aceptándome, aunque la idea de llevarme consigo no le gustase ni un poquito. Por otro lado, caí en su última oración y le miré con asombro.
—Pero, si esta es tu cama, ¿dónde has estado durmiendo todos estos días? —cuestioné, mordiéndome el interior de la mejilla, ciertamente avergonzada por el hecho de haber dormido en la cama de un hombre que no conocía.
—Abajo, junto a la chimenea —dijo, pasándose la mano por el pelo para apartar los mechones traviesos que le cubrían los ojos—. No más preguntas. Come y duérmete.
Dicho aquello, salió de la habitación y bajó las escaleras sin decir nada más. Suspiré; realmente parecía un hombre con un carácter irascible y complicado. No estaba segura de cómo sería la convivencia durante el viaje. Podía respetar que era un hombre austero que llevaba viviendo en soledad mucho tiempo y por eso encontraba paz en el silencio, pero definitivamente no iba a cambiar mi forma de ser por él. Era curiosa y extrovertida por naturaleza.
Decidí no darle más vueltas al tema; no sacaría nada de provecho si me quedaba despierta toda la noche rumiando sobre Drake y su tosco carácter. Lidiaría con él lo mejor que pudiese e intentaría hacerle caso, pues al fin y al cabo, se notaba que tenía experiencia en el bosque y que sería mi fuente de protección durante el viaje.
Me comí la sopa mojando trozos del pan en ella y me bebí el agua de un trago al terminar. Luego, me metí en la cama y traté de conciliar el sueño... No sin que mis sueños volviesen a perturbar mi descanso.
•••
Hace cientos de años que la paz se instauró. Una guerra murió y una maldición renació.
Un lobo solitario.
Nadie puede ofrecerle cobijo ni darle alimento.
La venganza y la ira son dueños de su corazón. La soledad, su única compañera de viaje. La verdad, su despreciable tormento.
Un lobo solitario con un corazón frío y vacío.
Escóndete y no hagas ruido. Reza para que no te encuentre.
Todo el mal que haga, se deshará por la mañana, cuando despiertes.
•••
—Oye... Venga, ¡despierta!
Abrí los ojos con necesidad. Mis vías respiratorias parecieron abrirse de repente, como si llevaran tiempo sin recibir oxígeno. Un sudor frío me recorría el cuerpo, y una luz anaranjada me dañaba la vista. Me incorporé en la cama como un resorte. Drake estaba de pie a mi lado. Parecía ser él quien me había despertado, y vestido con ropas holgadas y oscuras, sostenía una lámpara de aceite a pocos centímetros de mi rostro.
—¿Estás bien? No parabas de murmurar incoherencias y de moverte. Parecías un gusano.
—Yo...
Me callé de repente. Sabía que había tenido una pesadilla, pero era diferente a las que tenía normalmente. Esa vez... Fue como si me hubieran estado narrando el sueño en la cabeza. Me había asustado mucho porque sentía la voz tan cerca que pensaba que me había tocado. Sin embargo, ahora que había despertado, pude darme cuenta de que tan solo era Drake, tratando de despertarme.
Me llevé la mano derecha a la cabeza y limpié el sudor que goteaba por mi frente. La intensidad de aquella pesadilla me había dejado exhausta y confundida, sobre todo porque no la entendía. Bueno, no entendía ninguno de mis sueños.
—Solo ha sido una pesadilla —murmuré—. Estaré lista en seguida.
—Te espero abajo —dijo Drake, asintiendo. Pude ver de refilón la mirada cargada de desconfianza que me dedicó antes de marcharse de la habitación.
Era comprensible que pensara que estaba loca; ni siquiera era el primero. Salvo Emma y, al parecer, Thiago Lewis, todos en la aldea pensaban que lo estaba. Incluso mi tía Katie y mi madre de vez en cuando me habían dicho que me faltaba un tornillo. Aunque lo dijeran en tono de broma, para mi no tenía gracia, menos aún cuando yo realmente sentía la llamada del bosque, cuando sufría aquellos terrores nocturnos, y no podía comunicárselo a nadie. Sé que Emma no me juzgaba pero... Tampoco le gustaba mucho hablar del tema, por lo que procuraba guardármelo todo para mi.
Dejando mis pensamientos a un lado, mojé un paño en la palangana de agua y me lavé para quitarme un poco el sudor del cuerpo. Después, me puse el vestido y las botas y salí de la habitación dejando las sábanas de la cama de Drake estiradas y el trapo sucio cubriendo la ventana de nuevo. Esperaba haber dejado todo como estaba antes de mi llegada. Me recogí el cabello en una trenza y me apresuré a bajar las escaleras. No quería retrasar mucho más el viaje, partir cuanto antes era también mi prioridad.
Drake me esperaba junto a la puerta principal de la cabaña. No tuve tiempo de apreciarla porque en cuanto descendí el último peldaño de la escalera, me tendió mi bolsa de cuero (mucho más pesada que la última vez que la cargué) y él se colocó sobre el hombro otra más grande y seguramente más cargada que la mía. Después, abrió la puerta, salió al exterior seguido de mi, y una vez respirando de nuevo el aroma puro y limpio del bosque, cerró. Se guardó un manojo de llaves en la bolsa, bajó los tres escalones que separaban el frío suelo del tímido porche de madera de la cabaña, y comenzó a andar, esperando que le siguiera.
—¿Viajaremos a pie? —cuestioné, apresurándome para alcanzarle. Con sus enormes piernas daba zancadas que eran como diez pasos míos, por lo que a ese ritmo acabaría agotada a la media hora.
—Hasta Toolwood, si —masculló—. Compraré un par de caballos y reduciremos el viaje a tres días desde allí.
—¿Toolwood?
—Es una aldea cercana a Springwood —explicó—, tampoco cierran las puertas de su muralla y tienen un intercambio comercial muy extenso con otras aldeas, tanto cercanas como lejanas. Es el mejor pueblo para abastecerse. Está a tres días de camino hacia el sur.
No dije nada más porque sabía lo importante que era el silencio para Drake. Respiré profundamente y comencé a caminar con más vitalidad, con más ganas, pisando fuerte en la tierra.
Mi aventura comenzaba.
La libertad ya era más que un simple sueño: era un hecho.
***
La cosa empieza a ponerse interesante...
No olvidéis votar y comentar :)
Abrazo de oso, Vero~~
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