| ❄ | Capítulo once
La Ceremonia de Inicio resultó más interesante de lo que había creído en un principio: el maestro de ceremonias, un hombrecillo que pareció salir de la nada, y que atendía al nombre de Herrmann, hizo su entrada triunfal con un elaborado cofre entre las manos, respaldado por dos guardias con los colores de la Corte de Otoño.
El monarca anfitrión, Eógan, pidió silencio antes de lanzarse a otro apasionado discurso como la noche anterior, en esta ocasión sobre la llegada de la nueva edición del Torneo de las Cuatro Cortes. Una oleada de excitación se fue extendiendo por todos los invitados cuando Herrmann, quien parecía ser el custodio del contenido de aquel lujoso cofre, lo puso entre las manos del rey de Verano, quien había permanecido en un discreto segundo plano hasta ese importante momento; el padre de Oberón lo abrió con cuidado, como si fuera un objeto demasiado delicado, desvelando su contenido: un grueso volumen antiquísimo que era el Códice de las Estaciones. Aquel objeto milenario atesoraba un gran poder y era el símbolo del Torneo de las Cuatro Cortes, que pasaba de unas manos a otras, permaneciendo en la corte anfitriona hasta que llegaba una nueva edición y debía ser transmitido hasta el próximo hospedador.
Todos contuvimos el aliento cuando Rhydderch y Eógan se acercaron el uno al otro ante la atenta mirada de Herrmann. El rey de Verano extendió el Códice hacia el anfitrión, en un simbólico gesto que pretendía representar el cambio, la tregua que tantos años atrás nuestros antepasados habían alcanzado en pos de un futuro en el que no se derramara más sangre inocente; mis manos cosquillearon cuando los dedos de Eógan se cerraron alrededor de la ajada cubierta de aquel pesado libro y, así de sencillo, dio comienzo la Ceremonia de Inicio.
Herrmann se interpuso entre los dos reyes y unió las palmas mientras su mirada recorría a la multitud allí reunida.
—El momento ha llegado —su voz resonó con firmeza, llegando a cada rincón del patio—. Cuatro jóvenes valientes, uno por cada noble corte, tendrán que triunfar a las pruebas que se les impondrán.
»Cuatro pruebas, una propuesta por cada corte. Ninguno de los reyes puede ayudar a ni uno solo de los campeones: deberán mantener silencio sobre en qué consistirán las pruebas, tampoco podrán intervenir para favorecer a ni uno solo de los campeones. La última prueba, propuesta por la corte anfitriona, será quien sentenciará quién de los cuatro participantes debe convertirse en el Campeón del Torneo.
»Recordad que no se permitirá ningún tipo de comportamiento deshonroso, y si descubrimos que alguien trata de romper las reglas, tendrán que enfrentarse a las correspondientes consecuencias. Pero, por favor, ha llegado el tan esperado momento de conocer a los campeones; que dé un paso al frente el primero de ellos.
La facción que pertenecía a la Corte de Verano, la anterior anfitriona, bulló de emoción al saber que era su hora. Recorrí con la mirada la hilera de rostros, cuestionándome si alguno de ellos sería el elegido por el rey para convertirse en el campeón de su corte; la tensión pareció incrementar hasta que un joven se abrió paso entre la multitud, que le jaleó mientras avanzaba hasta situarse frente a la masa de nobles pertenecientes a la Corte de Verano.
Estudié su cabello rubio oscuro, su piel pálida y sus ojos de color avellana. La complexión que podía intuirse bajo sus ropajes indicaba que no era un enclenque, y que posiblemente hubiera sido entrenado desde niño en el arte de la espada; su rostro no me resultaba en absoluto familiar y una gran parte de mí estaba ansiosa por conocer su identidad.
—Aldeur, heredero de Bryne —su voz resonó con claridad y sin un ápice de temblor—. Campeón de la Corte de Verano.
Un nutrido coro de gritos de ánimo se elevó desde los cortesanos de aquella corte que habían acompañado a su rey; la calurosa aceptación de sus congéneres hizo que el recién presentado campeón sonriera con satisfacción mientras se colocaba donde Herrmann le indicó con un gesto de mano.
Las voces fueron apagándose gradualmente cuando llegó el momento de conocer al segundo de los participantes. Todas las ansiosas miradas se clavaron en la multitud que pertenecía a la Corte de Otoño, esperando que el elegido por el rey diera un paso adelante e hiciera el Juramento; Eógan esbozó una sonrisa misteriosa mientras los segundos transcurrían y...
Otro noble, quizá un par de años mayor que Aldeur, se separó del grupo en el que se encontraba. Su cabello negro parecía atrapar la luz que ardía a lo largo del jardín y hacía relucir su piel, no tan clara como la de su oponente; sus ojos grises estaban fijos en su rey, ante quien se detuvo en primer lugar y dedicó una solemne inclinación de cabeza antes de pronunciar:
—Ileiss, heredero de Glauco, lord de Castenev —sus pasos lo alejaron de la multitud que antes le había rodeado, de su gente—. Campeón de la Corte de Otoño.
La emoción de los anfitriones por su representante fue menos explosiva que la que había hecho gala la Corte de Verano: hubo algunos aplausos que parecieron hacer sonrojar a Ileiss mientras ocupaba su lugar en el círculo que debían formar alrededor del maestro de ceremonias.
Todo mi cuerpo bulló de energía cuando llegó la hora en que la Corte de Invierno tenía que presentar a su propio campeón. A mi alrededor pude percibir las emociones que desprendían las personas que me rodeaban, la agitación disimulada por desvelar aquel enigma que tantas habladurías y apuestas habían generado desde que el Torneo estuviera tan cerca; clavé mis ojos en mi padre, cuya postura tranquila no traicionaba sus propios sentimientos al respecto; al contrario que las otras dos cortes, nuestro elegido no hizo esperar a la multitud: reconocí la inconfundible figura del primogénito de lord Hamish, Leann, abriéndose camino para reunirse junto al resto de campeones.
—Leann, hijo del frío y el hielo —anunció con pomposidad, levantando un par de suspiros, entre los que creí reconocer a algunas de mis doncellas—. Campeón de la Corte de Invierno.
No pude evitar poner los ojos en blanco ante aquel arranque de héroe romántico con el que había realizado su Juramento, convirtiéndose en nuestro representante. La elección, sin lugar a dudas, había resultado ser de lo más interesante... e inesperada; todas las apuestas habían señalado a otra persona bastante más distinta y que, en aquellos instantes, tenía su intensa mirada clavada en Leann con una expresión de disimulado disgusto. ¿Qué le había hecho escoger a mi padre a ese muchacho y no a Airgetlam? Cualesquiera que hubiesen sido los motivos que se escondían tras aquella sorpresiva decisión, no habían convencido a todo el mundo.
Cuando llegó el turno de la Corte de Primavera, los últimos en presentar a su elegido, apenas presté atención. Mi encontronazo con su heredero regresó a mi mente en aquel instante; el Caballero de Primavera se encontraba en las primeras filas junto al resto de su familia, con una actitud solemne y la mirada clavada en la figura de Herrmann, quien aguardaba pacientemente al cuarto de los campeones.
Apenas unos segundos, que se me antojaron eternos, el elegido para representar a la Corte de Primavera se separó del pequeño grupo que conformaba la familia real; reconocí al joven como uno de los primos de Kalimac, un tipo con pinta de bruto que atendía al nombre de Gawain.
Compartía la complexión robusta con su padre y los cabellos castaños con su tía, la reina Inghean, y sus tres hijos. Su tamaño pareció convertirse en su pequeña ventaja frente a los otros tres jóvenes, lo que pareció provocarle una sonrisa de satisfacción que resultó algo grotesca.
—Gawain, de la sangre de la corona de Primavera —sus osadas palabras levantaron una pequeña cacofonía de susurros escandalizados: la reina Inghean había conseguido anexionarse a la familia real mediante matrimonio; por sus venas no corría ni una gota de sangre azul. Pero no era ningún secreto el amor fraternal que sentía Caerwyn hacia su sobrino mayor, hasta el punto de considerarlo como un hijo más—. Campeón de la Corte de Primavera.
Cerca de mí escuché los murmullos de un par de nobles que todavía comentaban la elección de palabras que había escogido Gawain para hacer el Juramento que lo vincularía al Torneo.
—Inaudito —decía uno de ellos, cubriéndose la boca con el dorso de la mano para ahogar su voz e impedir que alguien ajeno que pudiera pertenecer a cierta corte pudiera leer sus labios.
—No ha hecho más que demostrar la prepotencia que gastan todos ellos —respondió el otro, imitando a su compañero en la técnica de ocultar sus labios de miradas ajenas—. Recuerda lo que comentaban de la reina cuando consiguió comprometerse con el futuro monarca: era algo que buscaba, tanto ella como su familia.
—Las raíces deben estar podridas, Gibhan —dijo el primero—. Observa la satisfacción de lord Darach...
Reconocí vagamente el nombre por ser uno de los primos de la reina. Mis ojos no tardaron en encontrarlo entre la multitud: un hombre alto, de cabello y ojos castaños, en compañía de su esposa y sus tres hijos —uno de ellos una jovencita que parecía tener mi edad—, estaba atento a la ceremonia y a los cuatro campeones, que rodeaban a Herrmann, haciéndolo ver diminuto debido a su estatura.
Aunque su rostro era una máscara de cuidada indiferencia, el brillo de inconfundible orgullo por ver a uno de los miembros de su familia siendo el protagonista de un momento tan solemne e importante como aquél.
—El joven Gawain ha sido elegido por la reina, amigo mío —habló el noble que atendía al nombre de Gibhan—. Ella intercedió por su sobrino y se aprovechó de la estima que tiene Caerwyn hacia el muchacho...
—Ya veremos qué tal lo hace —atajó el otro y ambos guardaron silencio.
Herrmann esperó pacientemente a que el silencio se hiciera de nuevo en el jardín antes de volver a tomar la palabra. Mis oídos zumbaban después de una noche tan cargada de sorpresas que apenas pude distinguir una sola de sus palabras; fue mi madre quien me hizo saber que la ceremonia había llegado a su fin colocándome una mano en el hombro, haciendo que su contacto me sacara de mis pensamientos y me hiciera regresar al presente.
—Es hora de retirarnos —me indicó.
Ahora que aquella primera parte del Torneo había acabado, casi todo el mundo regresaría a sus dormitorios para poder digerir lo sucedido... y descansar sus pesados cuerpos tras otra noche de desenfreno. Sin embargo, estaba segura que algunos de los presentes —entre los que, apostaba, se encontraría algún campeón— decidirían alargar un poco más la noche para poder celebrar su participación y posible victoria.
Asentí de manera mecánica, descubriendo lo mucho que deseaba abandonar aquel enorme patio y refugiarme en los aposentos donde me alojaba hasta que regresáramos a casa.
Seguí a mi madre mientras ella se deslizaba entre la comitiva que había viajado junto a nosotros hasta la Corte de Otoño en calidad de séquito; no esperé a ver al rey acompañándonos: un par de consejeros se le habían acercado sigilosamente para comentar con él la elección del joven Leann como campeón de la Corte de Invierno. No en vano uno de ellos era el padre de Airgetlam y parecía ansioso por hablar con mi padre.
La reina y yo dejamos atrás a la multitud, cruzando las puertas que nos condujeron al interior del palacio. Allí nos cruzamos con otros invitados que también se dirigían a sus propios dormitorios; mi madre saludó brevemente a algunos de ellos, sin tan siquiera detenerse. Sin embargo, mis pies se quedaron clavados en el suelo al descubrir el furibundo rostro de Airgetlam al fondo de uno de los pasillos, lo suficientemente apartado para que nadie que no se fijara bien pudiera verle gesticulando frente a dos jóvenes que, supuse, debían ser amigos suyos.
La furia de Airgetlam despertó mi curiosidad, haciendo que recordara cómo su padre casi se había abalanzado sobre mi padre al final de la velada. Todo el mundo había dado por supuesto que Airgetlam sería nuestro campeón en aquella edición del Torneo, una de mis damas de compañía había parecido muy segura al afirmar que él ocuparía ese lugar; los rumores habían apuntado hacia ese nombre casi desde el principio.
—Perdonadme un momento, madre —le dije y ella enarcó una ceja en una muda pregunta—. Creo haber visto a la princesa Carys y me gustaría agradecerle su amabilidad esta noche...
La media verdad se deslizó por la punta de la lengua con una facilidad pasmosa. Sin embargo, la expresión complacida que encontré en el rostro de mi madre fue suficiente para que adivinara que había sido testigo —no me habría quitado el ojo de encima en toda la velada, temerosa de que pudiera estropearlo aún más— de mi encuentro con la Dama de Otoño; casi elevé una plegaria a los elementos para agradecerles que no hubiera podido oír nuestra conversación.
Tras una advertencia para que no me retrasara, reanudó el camino sola hacia las escaleras que la conducirían al piso superior. No aparté la mirada de su figura hasta que desapareció de mi vista y me encontré vía libre para poder deslizarme como una sombra hacia el pasillo donde Airgetlam continuaba sacando su frustración frente a su reducido público.
Procuré que mis zapatos no hicieran demasiado ruido sobre la madera y me refugié en la oscuridad hasta que la exaltada voz del joven noble me llegó con meridiana claridad, lo suficiente para poder distinguir sus palabras y no arriesgarme a que me descubrieran por acercarme más.
—¡... me lo prometió! —estaba diciendo en aquel momento—. ¡Mi padre me aseguró que mi participación en el Torneo estaba cerrada y que contaba con el beneplácito del rey!
Me pegué aún más a la pared, atraída por la mención de mi padre y por la confirmación de que la primera opción —para Airgetlam, la definitiva— para ser campeón de la Corte de Invierno había sido él.
Entrecerré los ojos, contemplando las idas y venidas de un enfurecido —y aturdido— Airgetlam en aquel pasillo apartado de miradas indiscretas. La pregunta sobre qué había motivado a mi padre a escoger a otro volvió a rondar por mi mente, avivada por las frustradas palabras del noble.
Airgetlam hundió sus manos en su pulcro cabello rubio.
—Esto era lo que necesitábamos —continuó soltando exabruptos—. Todo estaba convenientemente planeado: me presentaría en el Torneo, participaría en él... —hizo una breve pausa donde sentí a mi corazón acelerándose—. Campeón de la Corte de Invierno y su futuro rey.
Sus últimas palabras cayeron sobre mí como bloques de hielo. Tuve que buscar apoyo en la pared para no caerme cuando la verdad que escondía aquella declaración resonó por todo mi cuerpo, agitando el poco contenido que tenía en el estómago; el aire que tenía en mis pulmones se escapó entre mis labios en un silencioso gemido mientras Airgetlam proseguía lamentándose de la traición del rey por haber cambiado de opinión, eligiendo a otro —«un escuchimizado que no sería capaz de ganar ni la primera prueba», fueron sus palabras exactas— sin tan siquiera avisarle, humillándolo e hiriendo su orgullo masculino.
Aterida y todavía oculta entre las sombras, apenas pude seguir prestando atención a sus lamentos por haber perdido tal oportunidad, el primer paso que le conduciría al trono de la Corte de Invierno... y antes a mi propia mano. En mis oídos lo único que escuchaba era un profundo pitido que ahogaba cualquier otro sonido, incluyendo la vocecilla que no paraba de repetir «Campeón de la Corte de Invierno y su futuro rey»; tendría que haber adivinado las intenciones de aquel tipo y las de su padre, aquella víbora que vestía la piel de consejero y lo único que buscaba una oportunidad para hundir sus malditas garras en una fuente de poder como lo era la corona.
Había oído suficiente y no podría soportar escuchar un segundo más a aquel noble egoísta y ávido de escalar posiciones.
Respiré hondo, intentando calmar mi desembocado corazón, antes de reunir las fuerzas suficientes para abandonar la seguridad que me proporcionaba la pared y deshacer el camino que había hecho hasta allí.
Sentí un extraño frío extendiéndose por todo mi cuerpo mientras avanzaba entre los invitados que trataban de llegar a sus propios dormitorios. Apreté los dientes y me abracé a mí misma, consciente de los temblores que sacudían mis extremidades, a pesar de que la temperatura no había disminuido ni un grado.
Logré alcanzar y cruzar las puertas de mis aposentos antes de que el frío se congregara en las palmas de mis manos, volviéndose terriblemente doloroso; cuando bajé la mirada hacia ellas, ahogué un sonido en el que se entremezclaba la sorpresa y el horror por no poder controlar lo que estaba sucediéndome.
Una fina capa de hielo las cubría, tal y como había intentado hacer tras espiar a la princesa Carys, pero yo no era capaz de pararlo.
* * *
¡Feliz San Valentín a todes, pajarillos! Creo que, de haberlo planeado, nunca me habría salido tan redondo que el capítulo fuera tan apropiado para semejante celebración
Ah, qué recuerditos de cierta Ceremonia de Inicio, en cierta corte... con cierta participante...
Mamma mia... ¿Qué les enseñan desde la cuna a estos chicos que están haciendo complots casi desde que van en pañales?
(Por cierto, ojito con el dramatismo de algunos campeones a la hora de anunciarse, parfavar... No sé a quién se parecerán)
(Por último, de verdad lo juro, Wattpad parece creer que le he hecho algo, ya que no suele notificarme bien y no sé si a alguien más le pasa esto... pero si seguís Vástago de Hielo, he decidido hacer doble actualización con DDI y VDH)
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