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Capítulo XXXVII: Alquimista nómada

Hace cinco horas...

—Escucha atentamente lo que te voy a decir, Sasha —dijo David con seriedad—. En el reino de Caelum, la familia real está empezando a tambalearse; en Miragora mis padres le cederán el trono a mi hermano menor, pero es muy impulsivo; en Artelis es todo lo contrario, el futuro rey es muy inocente e ingenuo, no tiene madera de rey; en Bellis están ocurriendo múltiples asesinatos en todo el reino, los plebeyos están al borde de derrocar a los monarcas y a los guardias aunque signifique que más de la mitad de su población se reduzca en gran manera; y en Nordelia la nueva enfermedad está empezando a brotar. Ya he perdido a varios de mis hombres.

Sasha da un paso atrás después de escuchar lo que David decía sobre sus hombres fallecidos, más nunca apartó la seriedad de su rostro. Su padre inmediatamente notó su movimiento y bajó la mirada.

—No estoy infectado si te preocupa enfermarte, hace meses que no los veía. Ellos fallecieron en las cercanías de las granjas del este, pero eso no es lo importante —levantó la mirada—. Hay tensión en el ambiente, este año los nuevos monarcas tomarán las riendas de sus respectivos reinos, ya sea por las buenas o por las malas. Tendrán que rehacer esa alianza antes de que alguno de los nuevos reyes o reinas decida ir en contra de alguno de sus camaradas monarcas. Mi hermano menor por ejemplo, su impulsividad podría llevar a la ruina su nación y llevarse consigo a alguno de los otros, o a tu reino.

—Pues ve y habla con él antes de que haga alguna estupidez —recomendó Sasha con algo de brusquedad.

—Ojalá fuera así de sencillo, ¿se te olvida que fui desterrado de ese reino? —inquirió David con un tono burlista.

—También fuiste desterrado de este reino, pero aquí estás —espetó Sasha con claro enojo.

—Valeria no me desterró, me dió por muerto al igual que tú —explicó David, pero esa contestación hizo enojar aún más a su hija.

—Es la reina Valeria para tí —corrigió Sasha tensando sus brazos y cerrando los puños.

—Como sea —David puso sus ojos en blanco y retomó el tema principal—. La alianza de los cinco reinos unió a las cinco naciones más poderosas del mundo entero en aquella época para no caer en conflictos devastadores y funcionó durante un largo tiempo, pero hace dos generaciones ninguno de los monarcas respeta ese lazo. Te sugiero que, como futura reina, tu primeras acciones sean, a parte de las sanitarias, reestablecer esa antigua amistad que alguna vez existió para que ninguna de las naciones se pierda por causa de alguna guerra estúpida o por no apoyarse para conseguir una cura pronto.

—Entiendo... Solo tengo una pregunta.

—Dime.

—¿Cuántos hombres perdiste? —preguntó Sasha, relajando sus puños.

David levantó la mirada y vió a Sasha sin apartar la seriedad de su rostro, pero aún así se podía ver en estos algo de preocupación.

—Más de treinta hombres...

De regreso al presente...

Sasha, después de recibir el pequeño regaño de Dalilah, le explicó todo, cada palabra que intercambiaron ella y David en aquella taberna, más los eventos en todo el trayecto se los confesó a su hermanastra quien por los momentos se había vuelto la persona a la que más confianza le tenía para guardar e secreto. Aunque, si Dalilah no la hubiera visto irse a escondidas, jamás le habría contando si quiera una palabra, pero hasta la fruta reina de Nordelia sabía que hay cosas que no se pueden controlar y esto era una de esas cosas.

—No puede ser —exclamó Dalilah tras escuchar a su hermana—. Tantas personas han muerto por la enfermedad y a tí solo te notificaron sobre una... ¿Cuántas personas no se harán infectado ya? —se preguntaba con preocupación.

Dalilah estaba sentada en la cama mientras que Sasha se terminaba de recoger el cabello mientras caminaba despacio por la habitación. Ella ya se encontraba lista para salir, tenía un vestido color verde como la primavera con falda no tan amplia, sus mangas largas dejaban al descubierto sus hombros, también portaba pedrería en el escote y en sus zapatillas blancas de tacón alto y colgando de su cuello tenía un collar de diamante al igual que sus pendientes.

—Lo sé, pensé que estábamos adelantados, pero es claro que no es así —caminó a su peinadora y tomó su tiara de plata para colocarla sobre su cabeza.

Dalilah se levanta y camina hacia Sasha.

—Sasha, sé que quieres mantener la calma, pero es claro que esta situación puede salirse de control, debes ordenar un toque de queda o incluso una cuarentena —sugirió Dalilah con seguridad.

—Lo sé, lo sé —se dió la vuelta y miró a Dalilah con seriedad—. Pero eso no es tan fácil, aún soy princesa, no la reina. Podría decirles todo esto al consejo, pero es mejor que se los diga alguien con más autoridad y esa autoridad la obtendré pasado mañana, obviamente le indicaré a nuestra madre que envíe médicos y guardias a la zona en cuestión con una orden de toque de queda y daré inicio a la renovación de los grandes hospitales como dijo Victoria.

—¿No crees que sería mejor una cuarentena nacional?

—Eso volvería loco al pueblo, querrá una explicación y si se enteran que lo ordené tan solo por treinta y seis fallecidos cerca de las granjas del este, me llamarán paranoica y no obedeceran, haciendo que ordene un toque de queda con multa para cualquiera que salga y eso hará que me vean como dictadora y eso es lo que menos quiero. Por eso atenderemos la zona este primero junto con sus linderos mientras reforzamos los demás pueblos con clínicas y hospitales funcionales y poco a poco ir hablando del tema para que se adapten.

—Entiendo, la idea es tener al pueblo de aliado y no de enemigo, pero sabes que si la enfermedad es agresiva, habrá que ser agresivos también, aunque a las personas eso no les guste —dijo Dalilah.

—Si la situación llega a estar al borde del descontrol entonces seremos agresivos y haré lo que me dices de la cuarentena, le guste o no a las personas. Ahora ve y encárgate de tus cosas, pero no le digas esto a nadie, absolutamente a nadie... eso incluye a Dakota.

—Entiendo que deba guardar silencio, pero si algo llega a pasar...

—Nada malo va a pasar, haré todo lo posible para mantener esta enfermedad a raya... Y contactaré a los herederos al trono de los demás reinos de la antigua alianza para renovar dicho tratado —Sasha sonríe levemente—. Me alegra poder contar contigo, me encantaría nombrarte mi mano derecha cuando sea reina, pero lo menos que quiero es crear otro conflicto entre tu y Victoria.

—"Conflicto" es el nombre del lenguaje con el que nos demostramos cariño —Dalilah suelta una leve risa contagiosa.

—Ven, acompáñame a la salida —pidió Sasha.

Dalilah asintió y ambas caminaron a la puerta. Se dirigieron a paso rápido por todos los pasillos y escaleras del palacio hasta llegar a la entrada donde el Sir Nathaniel, con un elegante traje de guardia con tonos azules oscuros y claros, blanco y negro, está parado esperando a Sasha junto con el carruaje real donde están sentados Jacob y Lacob, los cocheros gemelos.

—Finalmente —exclamó Nathaniel al ver a Sasha —. Princesa Sasha, venga. Tenemos que ir al hospital central.

—Claro, andando —dijo Sasha y caminó hacia la puerta del carruaje.

Nathaniel se mueve rápidamente y le abre la puerta para que ella suba. Y antes de cerrarla puerta, Nathaniel pensó un segundo al ver a Dalilah.

—Princesa Dalilah, si no es molestia, me gustaría que viniera usted también.

—¿Me necesitan?

—Considerando el hecho de que pasó gran parte de su vida en Florencia, sería bueno que viniera. Vamos —el vaquero señaló con la mano abierta el interior del coche.

Dalilah asiente con una leve sonrisa y camina al carruaje con rapidez. Una vez que ella y Sasha se encontraban cómodas, Nathaniel le indica a los cocheros que empiecen a moverse, acción que hacen mientras Nathaniel entra al coche junto con las damas y cierra la puerta.

—Muy bien, sé que no debo estar acá adentro con ustedes, pero debo ponerlas al tanto mientras llegamos al hospital.

—No hay ningún problema Nathaniel. Habla —indicó Sasha dejando las formalidades de lado.

—Bien. Anoche, Tobías y yo estábamos de camino al taller de Dakota cuando fuimos intercedidos por Esaú y otros dos guardias. Ellos nos llevaron al bosque donde encontramos una escena del crimen.

—¿Alguien fue asesinado? —preguntó Dalilah.

—¿Un caballo cuenta? Fue apuñaleado varias veces, su sangre estaba por todas partes, era... algo feo a la vista. En fin, la carretilla estaba volteada y con un manto. Cuando retiramos ese manto encontramos tres sacos repletos de oro y dos cofres: uno abierto en donde estaban varios trozos de vidrio y goteaba líquidos bastante extraños; y el segundo cofre estaba encadenado y con candado. Logramos abrirlo y esto fue lo que encontramos —Nathaniel metió su mano en uno de los bolsillos de su saco para luego retirarla y mostrarle a las princesas una botella cilíndrica pequeña sellada con un corcho.

El líquido de esta botella era de color morado imperial con algo de escarcha en el mismo, las princesas inclinaron sus torsos hacia la mano de Nathaniel para poder observa el el liquido del frasco.

Dalilah extiende su mano y toma el frasco, mientras que Sasha fija su mirada en Nathaniel.

—¿Solo eso? —preguntó Sasha.

—Son varios frascos, como veintiuno o veintidós, pero todos eran de distintos colores, algunos así brillantes, otros no lo eran e incluso habían unos cuantos traslucidos.

—Que curioso... —Dalilah acercó el frasco a su rostro y logró ver un escrito— "Muro di nebbia"... ¿Muro de niebla?

—Y justo por eso te pedí que vinieras —dijo Nathaniel haciendo que Dalilah lo vea—. El cofre tiene un mensaje en Florentino, al igual que todos los frascos... Es altamente probable que la joven también se Florentina.

—¿Joven? ¿También había  una joven? —preguntó Sasha.

—Sí, apareció justo cuando revisábamos la carreta. Ella nos miraba con un profundo dio, pero se notaba asustada, temblaba y su frente sangraba. Algo malo debió pasarle anoche y, como vimos los mensajes escritos en Florentino, imaginé que estaría más cómoda hablando con alguien amable, compasiva y que provenga del mismo reino —comentó Nathaniel.

—¿Y la futura reina acompañada de una de las princesas y guardias armados la hará sentir más cómoda que un simple bilingüe para poder hablar con ella? —preguntó Dalilah manteniendo una expresión seria.

—Creí que mi querida y amada cuñada me haría el gran favor de ahorrarme las molestias para buscar un traductor.

—¡Cuñada! —Dalilah enderezó su espalda, su mirada se había iluminado y una sonrisa apareció en su rostro.

—¿Cuñada? —repitió Sasha confundida—. A ver, ¿desde cuando tu y yo salimos como para que la consideres cuñada?

—¿Y quien dijo que hacía falta salir con usted para considerar a Dalilah como una cuñada? —preguntó Nathaniel entre risas—. Yo prácticamente me crié junto con Dakota, solo faltó que su padre me adoptara.

—Oh... —exclamaron las princesas al mismo tiempo desviando la mirada hacia las ventanas. Dalilah viendo la ventana de su derecha y Sasha la de su izquierda.

Dalilah se decepcionó un poco, por un momento creyó que Nathaniel y Sasha estaban saliendo, lo que la había emocionado. Mientras que Sasha se sintió algo apenada por pensar que el vaquero nuevamente se autodenominó pareja de ella, cuando realmente no era así.

—Volvamos al tema de la joven —sugirió Sasha para luego ver a Nathaniel—. ¿Como está ella?

—Estaba inconsciente cuando la dejé en el hospital con los demás guardias, los médicos le hicieron pruebas, pero nada indicaba que estuviera enferma, aunque todo su cuerpo tiene moretones, sin contar la herida de su cabeza —comentó Nathaniel.

El resto del viaje estuvieron hablando de todos los detalles acerca de la chica y de los frascos con líquidos raros. Las dos hacían preguntas que con mucho gusto contestaba el pelirrojo,aunque hubo algunas respuestas que no eran tan certeras debido ala poca información que tenían. Lo único que pudo decir ante esas preguntas era que ya algunos alquimistas investigaban esos coloridos fluidos, que los médicos ya estaban curando las heridas de la chica y que debían interrogarla para averiguar quién era, qué le pasó y qué eran esos líquidos.

Una vez que el carruaje llegó a la fachada delantera de un gran edificio pulcro y blanco de tres pisos de altura y una distancia que fácilmente podría representar cuatro casas de ancho y casi cinco de largo. Eso convertía a este hospital en uno de los más grandes del continente.

Nathaniel bajó del carruaje con rapidez para luego tomar de la mano a las princesas para que pudieran bajar, luego caminó hacia los gemelos y les indicó que los esperaran.

Entraron al hospital y se abrieron paso a través de los pasillos y escaleras para llegar a la zona restringida donde descansaba la joven en una habitación pequeña con dos canillas. En esta habitación también se encontraba Sir Esaú, Sir Tobías, los dos guardias que los acompañaban, una enfermera que terminaba de vendar la mano derecha de la joven y un doctor.

La joven ya no tenía ramas y hojas en su cabello, su pálida piel ya no estaba llena de tierra o sangre, en su frente había una venda y su vestimenta rasgada ahora era una bata celeste bastante sencilla y larga.

Todos, al ver que la futura reina Sasha y la princesa Dalilah, las saludaron con una respetuosa reverencia.

—Sus majestades, es un honor tenerlas en este hospital —dijo el doctor con una sonrisa.

—El honor es nuestro... ¿Sabe que le sucedió a la chica? —preguntó Sasha.

—Tiene múltiples hematomas en todo su cuerpo, unas cuantas heridas no muy profundas en su mano, torso y piernas, además de una gran herida en su cabeza que la dejó inconsciente... También tiene una cicatriz en su ojo derecho, pero eso ya tiene mucho tiempo.

—Entiendo —exclamó Sasha.

—Majestades —Tobías llamó la atención de las princesas. Entre sus manos estaba el cofre ya sin cadenas—. He de suponer que el Sir Nathaniel ya les indicó dónde y como la encontramos.

Sasha asintió y desvío la mirada para así poder ver al doctor y a la enfermera.

—Doctor, enfermera, ¿podrían dejarnos a solas un momento? —preguntó Sasha con amabilidad.

—Enseguida, su alteza —respondió el doctor.

Él y la enfermera hicieron una leve reverencia y se fueron del lugar.

Una vez que lo hicieron, Sasha le indicó a Tobías que abriera el cofre para que pudieran ver más de cerca los frascos que había mencionado Nathaniel.

—Permítame el cofre —pidió Dalilah extendiendo sus manos hacia el cofre.

Tobías se lo da y Dalilah empieza a buscar el mensaje escrito. Este resultaba estar justo bajo la cerradura.

—“Il bene e il male nello stesso posto” —leyó—. El bien y el mal en un mismo lugar...

La joven chica comenzó a moverse levemente, emitiendo algunas quejas muy sutiles mientras despertaba. El Sir Esaú se acercó a ella y la vio cubrirse el ojo derecho con su mano y, al darse cuenta de que no conocía el lugar donde estaba, se alteró.

Soltó un grito por la sorpresa y se sentó rápidamente en la camilla, pero retrocedió y se pegó a la esquina de la pared inmediatamente después de ver a los guardias y a las princesas. Su mirada de nuevo era agresiva, sus piernas recogidas como si cubriera su pecho, y sus manos estaban puestas sobre la camilla.

—Calma, no te haremos daño —dijo Esaú, tratando de tranquilizar a la chica.

—Dove sono!? Dove mi hanno portato!? —gritó enfurecida la joven.

—¿Que dice? —preguntó Tobías.

—“¿Dónde estoy? ¿A dónde me trajeron?” —tradujo Dalilah, luego vio a Tobías—. Y claramente está alterada. Intentaré hablar con ella —se acercó a la camilla.

La joven le lanzaba una mirada que podría pulverizar a cualquiera mientras Dalilah tranquilamente se sentaba en el borde de la camilla, colocó el cofre a un lado de ella, dónde la chica lo pudiera observar y entrelazó los dedos de sus manos. Miró a la chica con compasión.

—Buongiorno, signorina... Come stai? Come ti senti? —saludó y preguntó cómo estaba y como se sentía.

La chica la vio de arriba a abajo con rapidez y curiosidad, pero sin bajar la guardia o la intensidad de su mirada.

—Capisco che non vuoi parlare. Sei spaventata, non sai dove sei o chi siamo, ma ti assicuro che vogliamo solo aiutarti... Sono Dalilah Betancourt, principessa di Nordelia —Dalilah entendía que la joven podría estar asustada por no saber dónde estaba o quienes eran los que estaban allí, pero le aseguró que solo la querían ayudar. Y se presentó gentilmente.

—Parli fiorentino? —la joven preguntó si Dalilah hablaba florentino, quería saber si su vocabulario era extenso o limitado.

—Esatto —“Así es” respondió Dalilah— Ho vissuto qualche anno a Firenze, ecco perché mi hanno chiesto di venire a parlarti —explicó que ella vivió unos años en Florencia “Firenze” y que por eso le pidieron que fuera a hablarle.

La joven giró la cabeza, se quitó la venda de la frente con su mano libre y acomodó su cabello para cubrir el ojo derecho. Luego abrazó sus piernas.

—Chi crede di essere per venire a parlare con me? —el tono de voz de la joven ya no parecía ser tan agresivo mientras preguntaba quien creía que era ella para que fuera a hablarle—. È una principessa, dovrebbe avere cose molto più importanti da fare —dijo que seguramente tenía cosas más importantes que hacer al ser una princesa.

—Proprio per questo sono venuta... Voglio sapere chi sei e cosa ti è successo —Dalilah respondió diciendo que es justo por eso que fue, que quería saber quién era y qué le había pasado.

—Non è successo niente... —la joven alegó que no pasó nada al girar su rostro y ver enojada con su azulado ojo a la princesa rubia.

—Cara, è chiaro che è successo qualcosa —Dalilah sabía que algo había pasado con ella, era bastante claro—. Dimmi come ti chiami —pidió que le dijera su nombre.

—Non è affar suo... —negó la petición de Dalilah diciendo que eso no era de su incumbencia.

—Signorina, l'unica cosa che voglio... che vogliamo è aiutarti e non possiamo farlo se non ci dici cosa è successo —Dalilah le garantizó que lo único que quería, que querían era ayudarla y que no podían hacerlo si no les decía lo que pasó. Luego relajó sus manos, una la apoyó en la camilla y la otra la levantó a la altura de su busto con la palma hacia arriba—. Lasciami solo farti un paio di domande... solo questo... e poi ti lascerò in pace. —aseguró con una sonrisa que solo serían un par de preguntas, solo eso, y que luego la dejaría tranquila.

La joven suspiró.

—Va bene —decidió colaborar, luego vio a los guardias y a Sasha con el ceño fruncido—. Ma che se ne vadano... Tutti... Parlerò solo con te. —ella pidió que se larguen todos. Que hablaría solo con Dalilah.

Dalilah asiente y miró a los guardias y a Sasha quienes estaban confundidos al no entender lo que decían.

—Ella hablará, pero solo conmigo. Quiere que se vayan —dijo Dalilah.

—No podemos dejarla sola, princesa —dijo Esaú.

—Es solo una niña asustada. No me hará daño... Solo denme unos minutos para hablar con ella y si algo ocurre los llamaré —aseguró Dalilah.

Todos miraron a Sasha, esperando una respuesta de su parte.

—Está bien... Vamos, señores. Solo un par de minutos, nada más —concedió Sasha.

Ella salió de la habitación con los guardias detrás de ella, dejando a Dalilah a solas con la joven.

—Que listos fueron al llamarte —la joven habló en castellano, sorprendiendo a Dalilah quien gira su cabeza para verla—. Hubiera sido mucho más divertido ver cómo se comían las mentiras que les diría sobre mí y mis frascos, pero qué mas da —se acomodó para que sus piernas se cruzaran una sobre la otra y posó sus manos, con los dedos entrelazado, sobre su regazo.

—¿Hablas castellano? —preguntó Dalilah

—Algo... —exclamó la chica desviando su mirada a la pared.

—Pero hablas con normalidad, sin el típico acento florentino —destacó la rubia.

—No demos muchas vueltas, ¿quiere? Hágame las preguntas y déjeme ir.

—De acuerdo. ¿Cuál es tu nombre?

—La gente me llama de muchas formas distintas... Aunque mi nombre real es Érika —dijo la joven.

Parecía que finalmente iba a saber que pasó con ella durante la noche.

—Érika... ¿Cuantos años tienes?

—Dieciséis... Aunque me siento de mayor edad —respondió Érika.

—¿De dónde vienes? —siguió preguntando Dalilah.

—De muchas partes y de ninguna... Soy nómada.

—¿Algún pariente? —Dalilah ladeó levemente su cabeza hacia su derecha

—Sí, pero ya no está respirando —confesó con honestidad.

—Lo lamento.

—No te lamentes, tarde o temprano iba a suceder —admitió Érika sin apartar la seriedad de su rostro.

—¿Enfermó?

—Fue traicionado por un comprador... Gajes del oficio —añadió haciendo una mueca sin mucha importancia.

—¿Gajes del oficio? ¿Es normal que algún comprador lo traicionara? —inquirió Dalilah.

—Pues, cuando no estás ni de un lado ni del otro, es normal que ambos bandos intenten amedrentarte, extorcionarte, robarte o incluso traicionarte.

—¿Su trabajo era ilegal? —Dalilah no paró de interrogar

—Define “ilegal”... para muchos somos una esperanza poco usual, para otros la oportunidad de crear armas. Para unos una dulce, dulce venganza y para sus contrarios, la paz.

—¿Qué eres? —preguntó extrañada por lo que acababa de decir.

Érika sonríe lentamente con cierto tono malicioso, agacha la cabeza y retira el flequillo de su rostro, abre ambos ojos y levanta la mirada con lentitud. Resultaba que su ojo derecho era distinto a su azulado ojo izquierdo, no solo por la cicatriz que lo atravesaba, sino por su color, este era rojo oscuro.

Dalilah se impresiona al ver la diferencia de tonos en su mirada, jamás había visto algo igual.

—Bruja... Hechicera... Maligna... Engendro... Rareza... Me llaman de muchas formas... —soltó una leve risa— Que graciosa es la gente cuando le tiene miedo a lo desconocido, pero no les creas a ellos, créeme a mí... —recogió sus piernas y gateó hacia ella para poder sentarse y tomar el cofre para ponerlo en su regazo—. Soy una alquimista nómada —confesó.

Ambas estuvieron hablando un minuto más, Dalilah seguía preguntándole cosas con respecto a lo que le pasó la noche anterior y sobre el líquido de los frascos. Resultaba que fue atacada por unos supuestos compradores que le robaron múltiples componentes y posiciones, asesinaron a su caballo e intentaron asesinarla. Ella contó que tuvo que fingir estar muerta para que no la siguieran golpeando y una vez que creyeron que habían terminado con su vida, se llevaron varios sacos de oro que cargaba y algunos cofres con sus respectivas llaves.

Unos minutos después, ya los guardias y Sasha estaban con ambas en la habitación, pero se cubrió el ojo derecho con el cabello para que nadie más lo viera. Solo dió la descripción de sus atacantes y tanto ella como Dalilah guardaron silencio sobre su ojo y su labor, ya que la joven tenía miedo de que la tildaran de bruja.

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