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Capítulo XXXVI: Miedo - tercera parte

Después de salir del palacio, sin ser vista por algún guardia que recorriese los pasillos, tomó su caballo del establo real, el cual portaba un bello tono acaramelado en su pelaje acompañado de oscuras crines, y salió por uno de los pasadizos traseros del jardín.

Una vez fuera de las rejas, cabalgó velozmente hacia un pueblo alejado del centro. Tardó varias horas aún cabalgando rápido y sin detenerse por ningún motivo.

Sasha miró a sus alrededores, la zona en la que se encontraba era muy humilde. Las estructuras de las casas eran muy sencillas e incluso carecían de carisma, habían personas apostando en los callejones, animales vagabundeando por las calles en busca de un lugar para dormir.

—Nigthfort —susurró Sasha y se aseguró de que la capucha la cubriera bien.

Cabalgó un par de minutos hasta llegar a una taberna de aspecto oscuro y silencioso. Se acercó a la entrada, se bajó de su corcel y lo ató al barandal de madera que rodeaba el lugar exceptuando.

—Si alguien te toca ya sabes que hacer —dijo Sasha acariciando el cuello del caballo.

Se separó de él y comenzó a caminar a la puerta de la taberna, pero antes de que entrara, un hombre que desprendía el fétido olor a bebida fermentada. Este hombre la ignoró por completo y se fue del local tambaleando como si estuviera bailando un rato baile consigo mismo mientras se retiraba a lo que Sasha asumió que era la casa del hombre.

Luego de eso, ella abrió las puertas dobles de madera gruesa con herrajes de hierro y decoradas con cristales de múltiples colores. Se detuvo un momento para analizar el ambiente del lugar, todo parecía muy tranquilo. Solo se escuchaban leves risas, murmullos y una que otra canción de parte de los mismos hombres cuya bebida ya se habia encargado de trasladar su mente a las nubes.

Se abrió camino hacia el bar entre los hombres y algunas mujeres que trabajaban de mesoneras bajo la mirada de dos hombres parados en las esquinas de la barra. Estos la miraban con mucha curiosidad.

Una vez que Sasha llegó al bar, se sentó en un banco, apoyó sus codos en la barra y posó sus brazos. Se mantuvo en silencio hasta que el bartender llegó a ella.

—¿Qué tenemos aquí? Una bella mujer sentada en una taberna como esta —dijo el bartender con una voz amigable mientras limpiaba una copa.

Este hombre tenía una vestimenta sencilla compuesta por ropa ligera: una camisa blanca abotonada y de manga larga, un chaleco gris también abotonado, pantalón negro largo y zapatos de vestir. Su piel estaba ligeramente bronceada, su cabello era abundante, castaño y con muchas hondas, ojos verdosos, se le notaba una leve montaña en el tabique y tenía algunos vellos en su barbilla.

—¿Es mal visto? —preguntó Sasha sin levantar la mirada.

—No... Solo es poco común, sobre todo cuando la bella dama usa una capa para cubrirse —respondió el bartender para luego dejar la copa y el trapo en la barra para apoyarse en la barra con ambas manos—. Su voz... Me suena muy familiar... ¿Ha venido antes? —preguntó.

Los dos hombres que la observaban intercambiaron miradas y con las mismas se hicieron señas para acercarse a Sasha con discreción.

—hmm... ¿Cuál es la bebida más cara que tiene? —preguntó ignorando el comentario del hombre.

—Veo que no está de humor para responder mi pregunta —el hombre retrocedió y tomó de nuevo la copa junto con el trapo para seguir limpiándola—. Aguardiente de caña —respondió.

—¿Es cara por ser buena? —inquirió Sasha

—Es cara porque es capaz de partirte la cara si te excedes —contestó con honestidad el bartender.

—Dame un trago —pidió sin pensar.

—¿No querrás algo más suave?

—Solo quiero un trago pequeño, no la botella.

—De acuerdo, pero luego no digas que no te lo advertí —dijo el hombre para luego irse.

Unos segundos después, el bartender regresa con un pequeño vaso de cristal bastante sencillo y una botella hecha del mismo material.

El hombre coloca frente a Sasha el vaso y le sirve un poco de aguardiente proveniente de la botella. El color de esta bebida era oscura, parecía caramelo. Su olor era bastante fuerte, se podía persivir el dulzor y el alcohol mezclados de una manera que podría dar náuseas por lo desagradable y penetrante de su aroma.

Sasha estira su mano hacia el vaso, lo levanta, lo observa durante unos segundos, jamás había tenido frente a ella una bebida de aroma tan repulsivo e intenso, pero debía admitir que tenía curiosidad por probarla, más no lo hizo.

—¿Que sucede? ¿Se le fue la valentía? —bromeo el bartender.

—No tengo el dinero para pagar está porquería.

—¿Porquería? ¿Tienes idea de lo difícil que es hacer esta bebida?

—Uy, ahora me harás sentir mal —Sasha arrojó el vaso detrás de ella haciendo que se quebrara y derramara la bebida en el suelo.

Está acción llamó la atención de todos en la taberna.

—¡Ey! ¡No puedes hacer eso! ¡Vas a pagarlo! —exclamó enojado el bartender.

—El dinero no es un problema para mí —se levantó del banco y miró a el bartender directo a los ojos.

Este se dió cuenta inmediatamente de quién se trataba, abrió sus ojos como platos ante la sorpresa.

—No puede ser, su al...

—Sh, sh, sh, sh, shhh —exclamó Sasha antes de que el bartender concretará su oración—. No quiero un escándalo, solo busco a...

Los dos hombres que la vigilaban se acercaron y se pegaron a ella. El más corpulento de cabello corto alborotado naranja al igual que su barba frondosa y aliento horripilante la rodeó con su enorme y velludo brazo.

—Hola, señorita. Veo que estás causando problemas —dijo aquel hombre con una sonrisa pícara.

Las demás personas en el local siguieron en lo suyo al ver que la situación estaba "controlada", aunque el algunos aún volteaban por curiosidad.

—No eres el único que lo notó, camarada —el segundo hombre que se acercó a ella era de cuerpo más formado, su cabeza tapada y con una barba oscura mucho más estilizada—. Dinos, cariño. ¿Que te trae por aquí? —preguntó el hombre cruzado de brazos.

—Si tu amigo no me quita el brazo de encima se lo voy a cortar —advirtió Sasha.

Los dos hombres se burlaron del comentario, pero el bartender les ordenó que se callaran.

—Yo no haría eso sí fuera ustedes —dijo el bartender.

—No te preocupes por mí, buen hombre. Y ustedes seguramente saben algo de David —Sasha miró de reojoa a ambos sujetos.

—¿Que David? —preguntó el hombre con calvicie.

—¿Se los tengo que explicar con manzanas? Creo que saben perfectamente quién es el David que busco...

—¿Buscas a David de Miragora? —preguntó el bartender.

—¡Cállate y piérdete! —ordenó el hombre con escasez cabellera.

El bartender se resignó y obedeció. Una vez que se fue, los hombres miraron a Sasha con enojo.

—¿Quien te crees que eres para preguntar por él? —preguntó el hombre de cabello naranjo.

—Viejo gordo, tu osico apesta a muerte —comentó Sasha.

—¿Cómo te atreves? —preguntó el hombre con sobrepeso para luego quitarle la capucha de golpe.

Se queda intrigado al ver quien era, pero eso solo incrementó su picardía.

—Miren nada más. Ya te había visto antes, pero nunca tan de cerca... Que hermosa eres —el pelirrojo soltó una leve risa.

Pero antes de que pudieran hacer algo, la voz de un hombre se alza entre la multitud causando que todos guardaran silencio.

—¡Quita tus asquerosas manos de ella! —pronunció aquel hombre con autoridad.

Esta voz gruesa causó en Sasha un gran escalofrío, cerró sus puños con fuerza mientras que las pisadas de dicho hombre se hacían más fuertes.

Los dos sujetos que se habían acercado a Sasha giraron sus cabezas por sobre sus hombros para poder ver al hombre, mas Sasha no lo hizo, jamás creyó volver a oír esa voz.

—Señor, solo queríamos darle una gran bienvenida a esta invitada especial —se excusó el hombre de cabello naranja sin soltar a Sasha.

—Si no le quitas tu brazo de encima te lo voy a cortar —dijo el hombre de tono autoritario con enojo.

El hombre robusto no tuvo otra opción, apartó su brazo y retrocedió.

—Date la vuelta, te he estado esperando desde hace mucho —colocó su gran y oscura mano sobre el hombro de Sasha con brusquedad, causándole un sobre salto—. Querida, hija.

Sasha, aunque detestó escuchar las palabras "querida, hija" de la boca del hombre que la hizo sufrir durante años, se resignó y se dió la vuelta para verlo con el ceño fruncido.

—David... —pronunció.

Este hombre era más alto que ella, su cuerpo estaba en forma, su piel era un poco más oscura que la de la princesa, su cabello tenía un estilo afro bajo en la coronilla y en degradado en los costados, también portaba la sombra de una barba bien rasurada. Sus ojos eran oscuros como el caramelo, su vestimenta, a pesar de ya no ser un miembro de la nobleza, era digna de tal al ser tan elegante, con su saco negro con botones dorados y hombreras doradas y una camisa abotonada que se podía ver en las mangas y en el cuello de saco, pantalón rojo opaco y zapatos de vestir. Se veía exactamente igual a la última vez que Sasha lo había visto, la diferencia era que ahora portaba algunas arrugas en su rostro.

—No vuelvas a llamarme así —ordenó Sasha con fuerza en su voz.

—Arreglemos este asunto en mi oficina.

—No pienso ir contigo a ningún lado. Dime lo que me vas a decir y desaparece de mi vida de una vez por todas.

—Está bien, quédate aquí y diviértete con tu nuevo amiguito. De todas maneras estaré allá y si te llegas a ir sin lo que te diré entonces tendré que ir al palacio y decírtelo frente a todos en tu coronación —dijo David.

Aquel hombre procedió a darse la vuelta y dirigirse a un pasillo donde estaba el bartender mirando a Sasha con normalidad, incluso se podía notar que estaba algo preocupado.

Sasha puso sus ojos en blanco y suspiró con frustración.

—Debí tomarme el trago —caminó con sus puños cerrados y una mirada enojada hacia el pasillo.

El bartender muy amablemente se ofreció a llevarla a la oficina de David mientras que todos los demás en la taberna volvían a sus asuntos haciendo de que nada fuera de lo común estaba ocurriendo.

Una vez que el bartender llevó a Sasha a la oficina, este le abrió la puerta y la dejó pasar haciendo una leve reverencia con la cabeza. Ella entra y él cierra la puerta después.

La oficina no era muy grande, pero tenía sus pequeños lujos, como estatuillas, una gran biblioteca con libros, espadas y una alfombra de oso justo en el centro del lugar, pero Sasha ignoró todo eso y caminó hasta el escritorio observando a su padre con enojo.

—Ya estoy aquí, vine sola, te complací. Ahora compláceme tu a mí diciéndome lo que con tanta afán debías decirme —ordenó Sasha.

—¿Por qué tan enojada?

—No lo sé, ¿será porque durante años estuviste agrediéndome y a mí madre, casi nos matas la última vez que nos vimos y que de la nada comienzas a escribirme, amenazarme e incluso destruir mi alcoba y dejar un mensaje escrito con sangre en el espejo?

—Ese no fuí yo, fue Frank.

—Tu, Frank, Pepe o Patricia, no me interesa que persona lo haya hecho, todos tenían tu nombre. Ahora dime, ¿qué es lo que quieres?

David sonríe a causa de la actitud que su hija había tomado.

—Que lindo ver que, aunque te criaste con tu madre, aún conservas algunas actitudes mías —se levantó de su asiento—. Seré breve para que te largues de mi vista, no eres la única que no desea ver a la persona que tiene en frente —apoyó ambas manos en su escritorio—. Escucha, las cosas en el mundo están empezando a tornarse un poco peligrosas, sobre todo en los reinos como Miragora, Caelum y Bellis gracias a algunas disputas que se han estado generando entre los gobernantes, sus familias, plebeyos, esta nueva enfermedad que surgió e incluso la antigua enemistad que existía entre los cinco reinos está comenzando a asomarse nuevamente.

—Veo que tienes horribles fallas en Matemáticas —dijo Sasha enarcando una ceja— Miragora, Caelum y Bellis son solo tres reinos.

—Y yo veo que tienes serios problemas cuando se trata de historia. ¿Te suena conocido algo llamado "La alianza de los cinco reinos" o tengo que darte clases? —David frunció el ceño

—No tengo problemas con la historia, la conozco bien. Usted fácilmente pudo decir "La alianza de los cinco reinos" en lugar de mencionar solo tres reinos y luego decir que cinco reinos tenían enemistad. Por algo el castellano contiene reglas para comunicarse correctamente, ¿pero qué sabrás de comunicarse correctamente? Que yo recuerde siempre hablabas como un campesino borracho que acaba de perder sus terrenos en una apuesta que hasta un niño pudo ganar —Sasha seguía enojada y no pensaba dejar tranquilo a David.

—¿Podrías dejar tu odio y repulsión hacia mi persona por solo un par de minutos? Esto es serio.

Sasha suspira frustrada.

—Está bien, termina...

Estuvieron hablando no menos de media hora aproximadamente, pero cada palabra, aunque algo distorsiona, fue escuchada por el bartender que estaba pegado a la puerta muy atento ante cualquier persona que por allí pasara o algún ruido provocado por el movimiento que Sasha y David hicieran.

A la mañana siguiente...

En el palacio de Nordelia, la princesa Dalilah caminaba de un lado a otro frente a la puerta de la alcoba de Sasha, la vigilaba debido a que ella aún no había regresado y la preocupación por su hermanastra aumentaba con cada segundo que transcurría.

—Sasha... —susurró— ¿Dónde estás? Me prometiste que estarías aquí a primera hora —abrió la puerta de la habitación de Sasha y le fa un vistazo rápido para luego volverla a cerrar—. «Aún no llega y ya recorrí cada rincón del palacio, no está en ningún lado. ¿Dónde se habrá metido? ¿Le habrá pasado algo? ¿Que haré si alguien pregunta por ella? ¿Que pasaría si no regresara? ¿Sería culpa mía por no decir nada? ¿Habrá... Muerto? ¡Si regresa y está viva yo misma la mataré por llegar tarde!» —dijo en su mente.

—¿Dalilah? —pronunció Nathaniel dándole un sobresalto a la princesa rubia.

—¡Nathaniel! ¡No vuelvas a hacer eso! —ordenó Dalilah con el ceño fruncido.

—Lo lamento, no pensé que te asustaría —confesó Nathaniel.

—Está bien, no debí alzarte la voz, solo estoy... Olvídalo —se dió la vuelta y siguió caminado.

Dalilah aún se preguntaba que habría pasado con Sasha hasta que tres toques a una puerta la sacaron de sus pensamientos. Giró sobre sus talones y vio que era Nathaniel quien golpeaba la puerta de la habitación de Sasha.

Ella corrió y se puso justo enfrente de él para evitar que entrara a la alcoba.

—¿Que haces? —preguntó Nathaniel confundido.

—Lamento ponerme aquí, pero lo cierto es que no puedes pasar —dijo Dalilah con mucha calma.

—Tengo que informarle acerca de algo interesante que encontramos algunos caballeros y yo anoche. Y los monarcas me dijeron que estaba aquí.

—Así es, ella está aquí, pero está un poco indispuesta en estos momentos.

—¿Indispuesta? ¿Se siente mal? —Nathaniel se preocupó.

—No, no. Solo está cansada, no ha podido descansar bien.

—Eso me dijo anoche, quizás debería hablar con ella.

—Lo lamento, Nathaniel, pero me dijo que cuidara la puerta para que nadie la molestara.

—Estoy seguro de que tengo las palabras indicadas para que se sienta mejor.

—No sé si decir que eres perseverante o terco —admitió Dalilah.

La puerta de la habitación de Sasha se abrió, sorprendiendo a Dalilah quien gira su cabeza para ver por qué se había abierto. Resultaba ser Sasha con su bata de dormir y cabello suelto algo desaliñado.

—Yo diría que es un poco de ambas, Dalilah —pronunció Sasha con una sonrisa para luego ver a Nathaniel—. Buen día, Sir Nathaniel —saludó mientras que Dalilah tenía un leve tip en el ojo al ver a su hermanastra.

—Buen día, ¿se siente bien? —preguntó Nathaniel.

—No mucho, pero gracias por preguntar. ¿Necesitas algo? —inquirió Sasha.

—De hecho sí, algunos caballeros y yo encontramos algo que podría ser de su interés —informó el pelirrojo.

—Hum... Entiendo... ¿Podrías adelantarte? Es que necesito arreglarme y eso podría tardar un poco —dijo Sasha llevando su mano a la nuca

—Soy paciente, puedo esperar —insistió Nathaniel.

—No te preocupes, llevo en este palacio desde que nací, solo dime en dónde me necesitas y ahí iré luego.

—De acuerdo, la estaré esperando en la entrada con un carruaje.

—Muy bien, allá te veo —Sasha tomó el brazo de Dalilah y la llevó adentro para luego cerrar la puerta.

—Uh... E-esta bien —exclamó Nathaniel.

Él se alejó caminando del lugar algo extrañado.

Mientras que él se iba, Sasha se aseguraba de cerrar la puerta con todos los pasadores para que nadie entrara.

—Bien, ahora escucha —Sasha se da la vuelta, pero Dalilah ya estaba frente a ella con las manos en su pecho con una mirada preocupada.

—Antes que nada, dime qué estás bien y que nada malo te pasó allá. Y no mientas —pidió Dalilah.

Sasha pone ambas manos en los hombros de Dalilah y la mira con gentileza.

—No te preocupes, no me pasó nada malo, no me tocó si quiera un cabello. Estoy perfectamente bien —aseguró Sasha.

—Me alegra oír eso —dijo sonriente la princesa rubia para luego quitar las manos de Sasha de sus hombros y fruncir el ceño—. Ahora, escucha: no pude dormir en toda la noche pensando en lo que hacías, estuve parada en tu puerta desde hace tres horas esperando que aparecieras, todo el mundo se antojó de venir a verte, TODOS —levantó su mano derecha y comenzó a enunerar—. Los reyes, Benjamín, varios sirvientes, algunas costureras, Leicy e incluso Victoria —se cruzó de brazos—. Y sabes perfectamente que ella siempre está dispuesta a discutir conmigo —señaló a Sasha—. Más te vale que haya valido la pena ir con ese tipejo.

—Comprendo tu enojo y te agradezco por cubrir mis espaldas, prometo que te lo compensaré muy pronto, pero antes debo decirte lo que me dijo David mientras aún lo tenga fresco en mi mente —dijo Sasha.

—¿David? O sea... ¿Davidson? ¿Tu padre? —inquirió Dalilah con intriga.

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