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Capítulo XXXIII: Discusión y Amenaza

La luna se encontraba en lo más alto del cielo nocturno, en el verdoso césped de uno de los jardines traseros del palacio, cercano al área de entrenamiento de los guardias, se encontraban recostados sobre un mantel de color rojo la feliz pareja.

Dakota y Dalilah, recostados uno al lado del otro, admiraban el estrellado cielo oscuro mientras disfrutaban de la compañía del otro.

—El cielo... se ve increíblemente hermoso, ¿no lo crees? —preguntó Dalilah.

—Sí... pero —Dakota giró su cabeza a la derecha para ver a Dalilah— tu eres mucho más hermosa.

Dalilah se sonroja y ve directamente a los amarronados ojos del herrero, mueve los dedos de su mano con delicadeza para así tocar los de la mano de Dakota.

—¿De dónde sacas tantos halagos? —preguntó.

—Estuve escuchando cada una de las frases que Nathaniel decía para conquistar a Sasha durante cinco años. Muchas se me quedaron grabadas y otras las improviso —contestó Dakota desviando la mirada al cielo.

—Pobre Sir Nathaniel —Dalilah mira a las estrellas—, ya van cinco años y aún nada. Debe tener una gran autoestima para soportar sus rechazos y amarla demasiado para seguir intentándolo. Es un poco triste si lo piensas.

—Quizás, pero eso a él no le importa. Está perdidamente enamorado de ella. Ha dejado ir a un montón de doncellas, condesas, hijas de hombres prestigiosos de Nordelia y otros reinos tan solo por sus sentimientos hacia la princesa Sasha. Es una pena que ella no se de cuenta.

—Vaya... Hasta me siento mal por él —dijo Dalilah.

Luego, con movimientos precisos, ella rodó hacia su izquierda para quedar sobre su vientre, acercó su mano derecha al rostro de su amado herrero y comenzó a jugar con los flecos de su cabello.

—Y dígame, señor Montero, ¿ha rechazado usted a alguna doncella? —preguntó juguetonamente provocando un leve risa de parte de Dakota.

—En realidad han sido pocas las que han estado conmigo. Una quería que dejara de ser herrero, no hace falta decir que la dejé; y la otra huyó a causa de mi padre.

—Ah, entonces fueron dos. Solo me habías mencionado a una —Dalilah entrecierra los ojos y observa a Dakota un poco seria—, ¿que otra cosa me ocultas, Dakota Montero?

Dakota sonríe dulcemente y la ve con ojos dormilones. Luego, levanta su mano izquierda para poder jugar con el cabello dorado de la princesa.

—A ver, ¿de verdad crees que te ocultaría algo? —preguntó Dakota.

—No lo sé, ¿lo harías? —inquirió Dalilah.

Dakota suelta el mechón de cabello rubio y lleva su mano al mentón de Dalilah, lo acaricia suavemente para no rasparla con su áspera piel, levanta levemente su cabeza y acerca el rostro de Dalilah al suyo.

—Nunca, mi vida —aseguró Dakota con una voz tenue.

Sus bocas rosan por unos instantes y ambos cierran sus ojos, poco a poco acercaron sus labios hasta unirlos por completo y terminar besándose.

Luego de unos segundos, Dalilah aleja un poco su rostro y Dakota vuelve a recostar su cabeza del suelo.

Ambos sonríen y Dalilah, luego de acomodarse, recuesta su cabeza del pecho de Dakota y suspira.

—Aun no puedo creer que mi padre y la reina te hayan permitido estar conmigo —confesó.

—Yo aún no puedo creer que siga con vida —admitió Dakota.

—Y yo aún no puedo creer que no se hayan percatado de mi presencia —pronunció una voz algo gruesa, esta captó la atención de la pareja.

Dalilah levanta su cabeza y alza la mirada, Dakota movió su cabeza hacia atrás, estirando su cuello al máximo para intentar divisar al hombre que había hablado.

Paso a paso el guardia se acercaba, al ser de noche no se podía apreciar bien quien era, pero la voz y la blanca melena lo delataban.

—¿Tobías? —dijeron al unísono.

—Así es —respondió el peliblanco.

Dalilah decide sentarte y Dakota también lo hace, solo que este se da media vuelta para ver a Tobías.

—¿Desde cuándo estás ahí parado? —preguntó Dakota.

—Desde que sintieron lastima por Nathaniel.

Dakota se levanta y le extiende la mano a Dalilah para ayudarla a ponerse de pie.

—Creo que el niño aquí presente vino a decirnos que fue suficiente por el día de hoy —comentó Dakota.

—Odio arruinarles el momento, pero sí. Fue suficiente por el día de hoy. Además, Dalilah está llegando algo retrasada a la cena; y en tu caso, herrero, tu cabaña queda algo lejos, deberías comenzar a irte antes de que se haga más de noche —sugirió Tobías.

—Bueno, bueno —exclamó Dakota, tomó las manos de Dalilah y la miró directo a los ojos—. Ya debo irme, mi cielo. Me quedaré en el taller esta noche para no cabalgar tanto y tampoco arriesgarme.

—Esta bien —Dalilah abrazó a Dakota fuertemente y lo besó en los labios—. Que descanses, mi príncipe.

—Descansa, querida —Dakota besa la frente de su amada y luego se separa de ella.

—Vamos, Dakota —dijo Tobías y comenzó a caminar.

Dakota lo siguió mientras que Dalilah los veía alejarse durante unos segundos para luego recoger la manta roja sobre la cuales estaban recostados y caminar hacia el palacio.

Un par de minutos después, Dalilah se adentraba al comedor, el cual se encontraba extrañamente desolado, no estaba su padre, la reina o alguna de sus hermanastras. Caminó curiosa hacia la mesa y miró a los lados, ni siquiera había mayordomos o sirvientes.

—Que raro, creí que llegaba tarde.

—Y lo haces —la voz de Victoria se hizo presente en el comedor.

Dalilah se da la vuelta y la observa de pies a cabeza. Victoria traía un vestido morado profundo con escote de corazón lleno de pedrería, sin mangas y con falda algo estrecha con algunas ondas generadas por algunos dobleces que tenía, pero con un detalle único: el tono morado de su falda se degradaba y cambiaba su tonalidad a un color azul oscuro en el borde. La princesa también tenía pendientes y un collar, ambos de diamantes, y sobre su cabeza una tiara un más grande y brillante que la que comúnmente portaba.

—¿Estás usando un vestido de gala? —preguntó Dalilah incrédula.

—En lo absoluto, es mi nueva bata de dormir. ¡Obviamente es un vestido de gala! —Victoria levanta sus manos y aplaude dos veces fuertemente.

Unas puertas dobles son abiertas y de esta sale un hombre bajo de piel blanca, contextura gruesa y cabello azabache corto, toda su ropa era de chef. Este hombre se acerca ala princesa Victoria y hace una reverencia.

—Buena noche, su alteza real —pronunció aquel hombre.

Su voz tenía una acentuación bastante distinguida y melodiosa, se podía sentir la vibración y delicadeza de la pronunciación de las palabras, esta portaba cierto ritmo que lo hacía sonar musical y de cierta manera elegante.

—Buena noche, espero no sea muy tarde —exclamó Victoria.

—No hay ningún problema, princesa Victoria. Ordene lo que desee y lo tendremos listo en un par de minutos.

—Que sea algo sencillo, solo seremos tres así que olvídate de las intrincadas recetas difíciles y sírvenos una cena de tres tiempos con mucho sabor sureño, y por favor danos cocoa caliente con el postre —pidió Victoria.

—Enseguida, su majestad —el chef hizo una reverencia y se retiró rápidamente del lugar.

—¿Solo seremos tres?—preguntó Dalilah.

—Así es. Solo Leicy, tu y yo —Victoria caminó hacia la mesa y se sentó en el asiento principal de la misma, el asiento de la reina—. La reina, el rey y Sasha están reunidos con algunos miembros del consejo real y el Sir Nathaniel en el salón de guerra, ninguno cenará con nosotras. Yo estaría presente en la reunión, pero estoy encargada de la milicia junto con el Sir Esaú, no de la salubridad. Además de que estuve muy ocupada el día de hoy al igual que Leicy. La tres estamos llegando tarde a la cena.

—Ya veo —Dalilah caminó hasta el asiento del lado izquierdo de la mesa cercano a Victoria—. Pero, ¿por qué estás sentada en el asiento de la reina?

—¿Y por qué no? Solo es un asiento, no es como si me hubiera sentado en el trono o puesto su corona. Eso si sería algo grave.

Justo después de que Victoria terminara su enunciado, unas puertas dobles, contrarias a las puertas de la cocina, fueron abiertas con fuerza.

—¡Ya estoy aquí! —exclamó Leicy algo agitada.

 La adolescente caminó rápidamente hacia la mesa y se sentó en el lado derecho de la mesa junto a su hermana Victoria. Jadeo tratando de recuperar el aliento y luego peinó con sus manos su cabello para que no se viera tan desaliñado.

—Recién pude terminar de practicar con el violín y vine corriendo desde el otro lado del palacio por pensar que llegaba tarde —comentó Leicy.

—Todas llegamos tarde a la cena, la diferencia son los motivos. Tu practicabas con el violín, yo escogía mi atuendo para el sábado y el domingo, además de que practicaba el baile, y Dalilah enamoraba a un herrero.

—¿¡Te dejaron estar con Dakota!? —preguntó Leicy emocionada.

—Así es, pero con cautela. Es por el tema de traspaso de poder, mi padre y la reina no quieren que el mandato de Sasha se vea tambaleado por alguna polémica que puedan generar los nobles sobre mi romance —aclaró Dalilah.

—Oh, comprendo —comentó Leicy—. ¿Y como fue? ¿Romántico? ¿Hermoso? ¿Mágico? —preguntó ilusionada.

—Bueno... un poco de todo realmente —Dalilah soltó una pequeña risa y siguió hablando.

Ella y Leicy siguieron hablando, mientras que Victoria analizaba algunas cosas acerca del comentario que realizó. Miró a Dalilah disimuladamente y frunció el ceño.

—«¿Polémica?» —pensó Victoria.

Poco a poco en el rostro de la princesa de cabello rizo una pequeña sonrisa con notable malicia hacía acto de presencia.

—«Me encanta esa palabra» —Victoria aclaró su garganta, interrumpiendo la conversación de Leicy y Dalilah quienes vieron a su hermana—. Disculpa, plebeya con tiara, ¿exactamente como piensas que tu romance con el herrero pueda perdurar si bien sabes que perteneces a la realeza y que por obligación debes desposar a un noble, Sir, príncipe o cualquier otro miembro de la nobleza?

—Hum...pues...

—Ni si quiera has pensado en ello, ¿cierto?

—Por supuesto que lo he pensado.

—¿Segura? De haberlo hecho me habrías respondido al instante, pero como no lo hiciste he de suponer que el herrero para ti solo es un juego, una diversión temporal.

—¿Diversión? —Dalilah frunce e ceño— Dakota no es mi diversión, lo que tengo con él es genuino y estable, estaremos juntos mucho tiempo.

—¿Genuino y estable? ¿Estarán juntos mucho tiempo? Entonces ya deben de haber pensado en el futuro juntos, seguro ya saben cuando se casaran, cuantos hijos tendrán, donde vivirán, el estilo de vida que tendrán y quien de los dos tendrá que sacrificar todo por lo que ha trabajado durante años mientras derramaba sangre, sudor y lágrimas tan solo para poder hacer feliz al otro.

Dalilah relajó su rostro, el enojo había dejado de ser perceptible, ahora su rostro trasmitía duda. Abrió su boca levemente para decir algo, pero Leicy fue más rápida.

—Victoria, ¿podrías dejar de decir tantas estupideces? Dalilah por lo menos tiene un romance, no como tú que no has tenido ni a un solo hombre en tu vida. Deja de atosigarla y compórtate, ¿o es que estás celosa? —dijo Leicy con el ceño fruncido y tono de voz autoritario.

—¿Celosa? ¡Ja! ¿Por que habría de estar celosa? Prefiero miles de veces cualquier caballero de poca monta antes que a un simple plebeyo.

—Dakota no es un simple plebeyo. Es un hombre con un millón de cualidades y valores morales de los cuales careces, querida hermana —dijo Dalilah con autoridad y con el ceño fruncido.

Victoria la miró fijamente, se podía sentir el odio y el desprecio en sus ojos cuando veía a Dalilah quien aun mantenía la mirada llena de enojo.

—Deja... de llamarme... hermana.

Las puertas de la cocina fueron abiertas y de esta salieron algunos mayordomos llevando el primer platillo a las princesas. Los hombres de elegante vestimenta colocaron frente a ellas las bandejas con una exquisita sopa de castañas y pollo. El chef principal también salió con ellos y les describió el platillo de entrada a las princesas.

La sopa de castañas y pollo estaba servido en una taza de cerámica con una linea dorada cerca del borde. La sopa contenía algunos trozos de ambos ingredientes se flotando en un caldo cremoso y de color dorado pálido decorado con algunas hierbas como la salvia y el tomillo añadiendo un toque verdoso, y por ultimo, una rama de tomillo fresca flotando justo en el centro.

—Bon appétit —exclamó el chef—. En cuanto terminen les traeré su platillo fuerte —dio media vuelta y se retiró, junto a los mayordomos, a la cocina.

El aroma de la sopa inundó las narices de las hermanas, este era delicioso.

—Huele increíble —expresó Leicy con una sonrisa para luego tomar la cuchara indicada para tomar sopas—. No sé ustedes, pero yo comenzaré a tomar esta sopa, si quieren seguir discutiendo háganlo en silencio, por favor.

—¿De qué sirve discutir cuando hay una exquisita sopa frente a mí? —preguntó Dalilah sonriente para luego tomar la cuchara para sopas—. Vamos, Victoria. Relájate un  poco y come.

Dalilah y Leicy comenzaron a comer a gusto, mientras que Victoria suspiraba.

—Por primera vez concuerdo contigo, ¿quien podría discutir con comida exquisita en su plato —concordó y tomó la cuchara para sopas para poder comer.

Mientras tanto, en el salón de guerra, tal dicho Victoria, la reina, el rey, la futura reina Sasha, el Sir Nathaniel y algunos miembros de la corte real estaban reunidos. Todos estaban al rededor de una mesa con el mapa del reino ilustrado en él con un punto rojo marcado en medio de una planicie cerca del límite norte del reino.

Sasha tenía ambas manos sobre el mapa, mientras hablaba y movía algunas fichas blancas con forma de carpas algo desgastadas sobre el mismo.

—Aquí, aquí y aquí —señaló tres lugares cerca del punto rojo con las figuras de carpas—. Ahí van a instalar centros médicos para atender a las personas, es probable que alguien se haya infectado a causa de la enfermedad. Luego cercaran esa granja y todos los que vivían ahí serán puestos en cuarentena, además de impedir que esos alimentos sean transportados a los pueblos. Ahora, ¿tienen alguna duda o sugerencia? ¿Debemos seguir hablando o ya podemos actuar antes de que la situación nos supere? —pregunta mirando a los nobles.

Los nobles intercambian miradas entre sí para luego mirar a la princesa Sasha.

—Proceda, su alteza —dijo el más viejo de los miembros de la corte real.

Sasha sonríe levemente y sigue hablando para aclarar unos últimos detalles antes de salir del lugar.

Media hora después, Sasha se encaminaba a su habitación seguida del Sir Nathaniel quien sostenía su casco bajo el brazo derecho.

—¿Puedo decirte algo? —preguntó Sasha con expresión de preocupación.

—Claro, lo que sea —dijo Nathaniel.

—Pero esto debe quedar solo entre nosotros —Sasha gira su cabeza para ver a Nathaniel—. Y lo digo en serio.

—Sasha, puedes confiar en mí —aseguró Nathaniel.

—Bien... yo... he recibido algunas... —Sasha duda.

Nathaniel coloca suavemente su mano izquierda en el hombro de Sasha.

—¿Que sucede, Sasha? Estás empezando a preocuparme.

Sasha piensa unos momentos, no estaba segura de contarle acerca de la situación que vivía. Sentía la necesidad de decírselo a alguien, pero... ¿A quien? ¿A la reina? ¿Al rey? ¿A sus hermanas? ¿A Nathaniel?

—Sabes... creo que solo son los nervios por mi coronación, solo faltan tres días —dijo.

—¿Tu nerviosa por la coronación? ¿Por qué habrías de estar nerviosa? Vi como planeabas afrontar la situación con esta plaga y también tu propuesta para los acueductos, te noto muy decidida y capacitada para el puesto... No creo que estés nerviosa por ello. ¿Hay algo que no me estés diciendo? —preguntó Nathaniel sin apartar la preocupación de su rostro.

—Calma, vaquero —exclamó Sasha con una sonrisa mientras se detenía frente a la puerta de su aposento y Nathaniel retira su mano del hombro de la princesa para pararse frente a ella—. Recuerda que por muy decidida que me veas sigo siendo una persona con temores y nervios como cualquier otro ser viviente. Me... siento muy nerviosa y ansiosa... ¿crees que de la talla?

—Tu no solo das la talla, serás una de las mejores reinas que Nordelia podría tener. Te preocupas por tu pueblo, los escuchas, los cuidas, eres justa, honesta, firme, defiendes los derechos de todos, pero no eres ingenua, sabes perfectamente lo que está bien y lo que está mal, no solo eres de palabras, eres de acción... En resumen: este reino es afortunado por tenerte como la heredera al trono —el vaquero extiende su mano y toma la de Sasha—. Sasha... sé que puedes con muchas cosas, pero recuerda que yo siempre voy a estar a tu lado para apoyarte en todo sin importar que... quiero que sepas que puedes decirme cualquier cosa, ¿sí?

Sasha lo ve tiernamente y deja ver una sonrisa, desvía la mirada al suelo y suelta la mano de Nathaniel para pasar sus dedos por detrás de su oreja derecha, acomodando levemente su cabello.

—Gracias por tus palabras, Nathaniel. Me reconforta mucho saber que puedo confiar en tí

—Me alegra saberlo. Ahora, si me disculpas, tengo un palacio que cuidar —Nathaniel toma su casco y se lo coloca—. Descansa, bombón —le lanza un beso y comienza a caminar.

Sasha pone los ojos en blanco, pero mantiene la sonrisa.

—¿Nunca vas a parar? —preguntó en voz alta.

—¡Jamás! —exclamó Nathaniel sin detenerse.

Sasha suelta una pequeña risa y abre la puerta de su habitación, pero la alegría y la calma que Nathaniel le había proporcionado se desvanecieron al ver su habitación. Ahora el temor invadió su cuerpo.

Se adentró a su habitación y no podía creer lo que observaba, su habitación, que antes era muy ordenada y zen, ahora se encontraba destruida, vestidos rasgados y tirados por doquier, macetas rotas, sabanas desgarradas, su escritorio volteado, plumas regadas, decorados rotos, libros quemados y paginas a medio quemar que fueron arrancadas esparcidos por todos lados, y un montón de cartas por todas partes manchadas de rojo, pero al fondo de la habitación había algo escalofriante.

A medida que se acercaba a la pared donde estaba el espejo del tocador pudo notar que estaba quebrado, su reflejo se distorsionaba, pero también vio unas palabras escritas en el.

Palabras escritas con sangre.

Su corazón comenzó a latir con rapidez y su respiración comenzó a agitarse.

—"Si no vienes ante mí, yo iré ante tí" —leyó, desvió su mirada hacia la esquina inferior derecha del espejo donde estaba escrito un nombre—. "David".

Un gran escalofrío recorrió su cuerpo, su cuerpo sudaba frío y temblaba. Comenzaba a entrar en pánico, retrocedió y se sentó en la cama con ambas manos en su cabeza mientras movía con rapidez su pierna izquierda por los nervios.

—¿Por qué? —balbucea— ¿Por qué no puedes dejarme en paz?


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