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Capítulo XXX: Preocupación por el futuro

En uno de los bosques de Nordelia, el trío de amigos, con sus vestimentas ya limpias, se encontraban caminando para llegar al pueblo. Conversaban y reían sin parar mientras se aproximaban a la entrada de la aldea. Los guardias de la entrada saludaron a los amigos y los dejaron pasar sin problema.

—Ojalá pudiéramos hacer esto todo el tiempo —dijo Tobías.

—Excepto por la parte donde decías que conquistarías a Dalilah, lo demás si quisiera repetirlo —admitió Dakota.

—Ay Tobías, ya sabes que Dakota no está para juegos —comentó Nathaniel.

—Tu no puedes hablar mucho porque igual fuiste cómplice —aclaró Dakota.

—La pregunta es de quién fue cómplice, pues me dejó solo y te animó a matarme —destacó Tobías.

—Ey —exclamó Nathaniel.

—Para después decir que ese lío era nuestro y que no se iba a meter en la pelea, pero vaya que le encanta provocar a uno —mencionó Dakota.

—¡Ey! Sabes que lo hicimos para que salieras del taller —se defendió el pelirrojo.

—Pero no es la primera vez que alientas a uno para que pelee, te encanta vernos así —argumentó Dakota.

—Para qué decir que no si es así, supongo que me divierte —admite Nathaniel.

—Oigan, miren eso —Tobías señaló al frente.

Nathaniel y Dakota observaron que habían varias personas y guardias en el lugar. Decidieron acercarse y vieron a las cuatro princesas del reino vestidas elegantemente con tiaras brillantes sobre sus cabelleras.

Estaban de pie con guardias a su diestra y siniestra, detrás de ellas se encontraba un local reformado con un listón azul marino. El trío de amigos decidió caminar hasta el frente y gracias a la autoridad que portaban Nathaniel y Tobías, no hubo problema alguno, permitiendo también que Dakota y Nathaniel vieran a sus amadas.

Dalilah y Sasha cruzan miradas con Dakota y Nathaniel, ambos les sonríen. Dakota lanza un beso al aire, mientras que Nathaniel guiña un ojo con picardía, las reacciones de las princesas fueron totalmente diferentes, Dalilah sonríe dulcemente y disimula atajar el beso y llevarlo a su pecho, mientras que Sasha con su cara seria frunce el ceño, pone los ojos en blanco, pero no puede evitar sonreír levemente.

Tobías miraba las acciones de sus amigos, las reacciones de las princesas, a los guardias, a los plebeyos y no podía creer que nadie hubiera notado lo que acababa de pasta.

—¿Me van a decir que fuí el único que lo notó? Estas personas deben estar ciegas —comentó Tobías.

Sasha aclaró su garganta y alzó su voz con seguridad.

—Buenos días, súbditos de Nordelia. Soy la princesa Sasha de La Vega y estoy aquí para daros unas nuevas buenas. Cómo su futura reina he hablado por ustedes ante la corte real hace un par de días e hice una propuesta, una que los beneficiará altamente. A lo largo y ancho del reino he movilizado a cientos de obreros para reformar locales abandonados y así poder habilitar locales donde todas sus necesidades sanitarias puedan ser atendidas —señaló con sutileza el local detrás de ella—. Este es tan solo uno de los pequeños centros que estaremos inaugurando durante esta semana y en base a los resultados, y beneficios que ustedes habitantes Nordelianos reciban, autorizaré la apertura de centros de salud aún más grandes y amplios para atenderlos en masa.

Los plebeyos, emocionados, comenzaron a aplaudir al escuchar la noticia.

—Y esa no es la única buena noticia, estoy planeando mejorar la situación con el agua, aunque quizás no tengamos problema alguno para obtenerla, no podemos quedarnos atrás, así que después de mi coronación destinaré algunos fondos del reino para iniciar la construcción de acueductos, es un proyecto grande, pero sin duda alguna ayudará a simplificar el proceso de obtención de aguas claras. Sin más nada que decir, declaro la apertura de esta clínica —los plebeyos aplaudieron.

Un guardia real de tez morena se acercó a la cinta azul con una tijeras grandes de oro y la cortó, varias enfermeras se aproximaron a las puertas y las abrieron mientras las princesas se apartaban del camino, entraron algunos doctores y detrás de ellos varios plebeyos entraron, algunos con niños en brazos o tomados de la mano, adultos de mediana y avanzada edad también.

—Es la primera vez que veo que un miembro de la familia real, próximo a gobernar, viene a un pueblo, que no es el capital, a inaugurar un local, que no es muy grande —comentó Dakota pausadamente.

—Es que mi bella princesa quiere demostrar que tiene madera para gobernar. Se está ganando el apoyo del reino —mencionó Nathaniel quien comenzó a caminar hacia las princesas.

Tobías y Dakota siguieron al pelirrojo mientras que las princesas se acercaban a un carruaje real, Leicy sube y justo después sube Victoria, pero antes de que Dalilah y Sasha se suban al transporte, la voz del guardia vaquero las hace voltear.

—He sido afortunado el día de hoy pues se me ha permitido verte, princesa Sasha —comentó Nathaniel.

—Aaw —exclamó Sasha—, que dulce Sir Nathaniel, pero sabes que...

—Que no le gustan mis empalagosas frases, lo sé, pero no puedo evitarlo porque...

—Porque le es imposible no adularme, eso ya lo ha dicho antes, pelirrojo —completó Sasha levantando la comisura izquierda de su boca formando una leve sonrisa.

—Que lindo, saben lo que el otro va a decir —mencionó Dalilah acercándose a los tres amigos—. Buenos días, herrero —pronunció coquetamente—, ¿tendrás un tiempo libre?

—Para tí, hermosa dama, todas las horas que compongan el día y la noche —respondió Dakota.

—Aaw, que bonito, cuánto amor —exclamó Tobías con un tono irónico—. Ustedes están bien felices con sus parejas y luego estoy yo cuya única relación que he tenido ha sido con mi catre.

Una risa se escuchó desde adentro del carruaje, todos voltearon a ver a la Victoria quien reía con su mano derecha cerca de su boca, la princesa de morado gira levemente la cabeza para mirar al guardia peliblanco.

—Se podría decir que es igual que un cactus en un campo de flores, nadie se acerca a usted —comentó Victoria con una risa altiva.

Tobías dio un par de pasos hacia el carruaje y, sin perder su comicidad, le devolvió el comentario a la princesa de morado.

—Oh, dulce, dulce Victoria, tan radiante como siempre con sus comentarios tan hilarantes. He de suponer que usted sabe mucho de cactus, después de todo, de los presentes, usted es quien más espinas tiene —comentó Tobías.

Leicy, quien estaba sentada a la izquierda de Victoria, soltó una leve risa. Esto provocó que Victoria girara su cabeza para ver a Leicy con su ceño fruncido. Leicy dejó de reír drásticamente, pero no dejó de sonreír.

—Vamos, Victoria. El Sir Tobías no lo decía para mal, en realidad es gracioso porque es cierto —dijo la joven princesa de celeste.

—Sasha —Victoria ignoró el comentario de su hermanita y miró a Sasha con seriedad—. ¿Ya nos vamos?

—¿Te molestó que te dijeran tus verdades, hermanita? —preguntó Dalilah de brazos cruzados y con un toque de malicia en su voz.

—No abuses de nuestro convenio, hermanastra —se levantó de su asiento y se acomodó en los mullidos asientos frente a ella para no ver a los demás.

—¿Convenio? —preguntó Dakota.

Dalilah mira a su amado herrero dulcemente y se acomoda un mechón de cabello por detrás de su oreja izquierda.

—Luego te cuento, pero primero quería que fueras al palacio. Le pedí a la reina que me permitiera solicitarte para realizar un par de trabajos y dijo que estaba bien —dijo Dalilah.

—Déjame buscar mi traje e iré enseguida —Dakota sonríe.

—Recuerda que estás en público, Dakota —comentó Nathaniel interrumpiendo el tierno momento que la pareja había creado.

Sasha se acercó a la rubia

—Concuerdo con el pelirrojo —la princesa heredera cruzó su brazo izquierdo con el brazo derecho de Dalilah—. No niego que sea hermoso lo suyo, mucho menos algo legítimo, pero es mejor que sean precavidos estando acá afuera.

—Tienes razón, los nobles aprovecharían cualquier detalle indebido para abalanzarse contra la corona real, sobre todo en el traspaso del poder —destacó Dalilah y Sasha asintió.—. Te esperaré en el palacio, Dakota —sonríe tiernamente.

—Nos vemos en el palacio, caballeros —Sasha se despidió y comenzó a caminar con Dalilah hacia el carruaje.

Leicy se levantó de su asiento y se sentó a la derecha de Victoria para dejar que sus hermanas entrarán y se sentarán sin problemas. Una vez que Dalilah y Sasha estaban en el carruaje, cerraron la puerta y desde adentro le indicaron a los cocheros gemelos que partieran de regreso al palacio.

—¿Notaron lo mismo que yo? —Nathaniel rompió el silencio con una encantadora sonrisa—. Díganme, ¿lo notaron?

—¿Que cosa? —preguntaron sus amigos al unísono.

—Tobías dijo que tú —señaló a Dakota— y yo éramos felices con nuestras parejas.

—Sí, eso dije.

—Perfecto y ¿sabes cómo reaccionó Sasha?

—No dijo nada —contestó Dakota.

—Exacto, no lo negó, significa que no odia la idea de que seamos pareja. Ya lo veran, en un par de meses se celebrará la boda entre nosotros.

Tobías y Dakota comenzaron a reír sin contemplación ante el comentario de Nathaniel quien los ve muy seriamente y ríe sarcásticamente junto con ellos hasta que se detienen.

—Miren como se burlan, después no se quejen cuando yo lo haga de ustedes. Sobre todo tu, niño. Recuerda que yo sé de quién estás enamorado empedernidamente —advirtió el pelirrojo.

—Oye, juraste no decirlo —recordó Tobías.

—¿Jurar? No recuerdo haber jurado eso.

—Claro que lo hiciste, dijiste "juro que no le contaré a nadie de esa chica"

—Yo no me acuerdo.

—Mientras ustedes siguen discutiendo iré a buscar mi traje, no pienso dejar a Dalilah esperándome más de la cuenta —comentó Dakota retrocediendo un par de pasos.

—Mejor te acompañamos, así nos vamos todos al palacio de una vez —dijo Nathaniel.

—Sí, hagamos eso —exclamó Tobías.

Ambos guardias comenzaron a caminar hacia el taller de Dakota en busca de su traje para luego dirigirse directamente al palacio.

Mientras caminaban en búsqueda del traje de Dakota, en el carruaje las princesas entablaban una conversación con ciertos matices de seriedad.

—Espero que las clínicas funcionen —comentó Sasha—. Sí lo hacen, la corte real permitirá la construcción de cedes de sanidad mucho más grandes para atender a las masas.

—Ten fé, Sasha. Funcionarán a la perfección —Dalilah animó a su hermana.

—Yo opino que debiste abrir los centros grandes de una vez, no sabemos por cuánto tiempo más la peste se mantendrá lejos del reino —dijo Victoria con seriedad.

—No podía dejar que los pueblos de menor inquisición monetaria quedaran sin protección sanitaria, por eso abrí estás pequeñas clínicas —se defendió Sasha.

—Lo sé, pero te repito que, por lo que hemos escuchado, esta peste no es algo que se cure tan fácil y es de alto riesgo contagioso, no esperes a la aprobación de la corte real, inicia la rehabilitación de los edificios más grandes para hacer los centros hospitalarios lo antes posible —sugirió Victoria.

—Entiendo tu preocupación, pero mientras no sea reina no podré hacerlo. El domingo, cuando me coronen, autorizaré todas las construcciones posibles —Sasha giró su cabeza y miró al pueblo a través de la ventana a su derecha—. Además, no quiero asustar a los plebeyos, ¿qué crees que ocurriría si supieran lo que se avecina?

—Sasha —Dalilah llamó la atención de su hermana—, no es por querer ir en contra de tu decisión, comprendo que un pueblo asustado puede ser difícil de manejar, pero Victoria tiene razón. No digo que pases por encima de los nobles, pero el reino necesitará de esos centros de salubridad lo antes posible, tendrás que implementar las medidas e ir hablando con el pueblo sobre la peste.

—Sasha —Leicy alzó la voz—. ¿La peste es tan mala como dice Edward? —preguntó con preocupación.

Sasha mira a Leicy y estira sus brazos hacia ella y toma sus manos con delicadeza.

—No voy a mentirte, hermanita. Los síntomas de la enfermedad que ronda en algunos reinos son serios, las personas han terminado postradas en sus camas o incluso yacidas muertas, pero no debes temer. Haré lo que esté en mi poder para mantener al reino a salvo, incluyéndote —sonríe levemente—, pero necesito que mantengas la frente en alto, eres la encargada de las relaciones públicas, el puente que conecta el reino con sus monarcas, así que necesito que resplandezcas tanto como siempre lo haces.

Leicy sonríe y mira a su hermana con notable admiración.

—Lo haré.

Victoria levanta su brazo derecho y con este acerca a Leicy a ella para darle un abrazo.

—No debes preocuparte, Leicy. Tus hermanas están aquí para cuidarte —comentó Victoria.

Sasha, Leicy y Dalilah sonrieron por lo que había dicho Victoria, está se percató de que la veían y frunció el ceño al ver a Dalilah sonreír.

—Que conste que aún no te considero hermana, lo dije para darle ánimos a Leicy —argumentó Victoria.

Sasha dejó de sonreír y miró a Victoria con seriedad, mientras que Dalilah soltó una leve risa.

—Admiro tu capacidad de arruinar un momento conmovedor y fraternal en fracciones de segundos —Dalilah siguió riendo.

Victoria comenzó a reír sarcástica y pausadamente.

—Ustedes jamás se llevarán bien, ¿Cierto? —preguntó Leicy entre risas.

—¿De que hablas? Somos las mejores hermanas del reino entero, hablamos siempre, nos divertimos juntas, no podemos vivir sin la otra cerca —respondió Dalilah con notable alegría.

Victoria la miró confundida.

—¿Que comes que alucinas? —preguntó Victoria provocando la risa de Leicy y Dalilah.

Sasha pone los ojos en blanco aunque deja ver una sonrisa en su rostro.

—«Al menos las risas alejan la preocupación de Leicy por el cercano futuro» —pensó Sasha.

Durante todo el viaje estuvieron presentes las risas y ciertos roces entre Victoria y Dalilah, aunque la rubia ya no le prestaba tanta atención y terminaba por zafarse de la discordia con un chiste y así no terminar discutiendo con su “hermana más querida”.

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