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Capítulo XXVIII: Trío de amigos

En el pueblo capital de Nordelia, Dakota se encontraba limpiando su taller. El traje vinotinto yacía doblado sobre una silla mientras limpiaba junto con Diana quien tenía una gran sonrisa en su rostro.

—Aun no creo que les hayan gustado los trabajos, ¿de verdad les encantaron? —preguntó Diana con luz en su mirada mientras levantaba varios atizadores.

—Por supuesto que sí, ¿dudas de nuestro trabajo? —inquirió Dakota recogiendo un saco con carbón.

—De tu trabajo jamás dudaría, del mío sí... Nunca había realizado algún trabajo de herrería para gente tan importante —confesó Diana colocando los atizadores de manera vertical junto a la mesa de trabajo donde habían mandarías, cadenas, metales y demás—. De hecho... Al ser mujer es muy difícil conseguir clientes, los que tenía eran porque me vieron crecer y forjar junto a mi padre.

—Pues te enseñó bastante bien. Forjas de maravilla —alagó Dakota.

Diana se sonroja y ve a Dakota por encima de su hombro mientras este colocaba el saco con carbón en un almacén pequeño.

—¿De verdad lo crees? —preguntó Diana, a lo que Dakota voltea y la ve con empatía en su mirada.

—Por supuesto que sí. Eres talentosa y tu habilidad con la forja artística es muy buena —Dakota se acerca a ella y le da unas cuantas palmadas en su espalda—. Relájate, les encantó el trabajo y seguramente tendremos más pedidos pronto.

—Sería increíble tener más pedidos de los nobles, nuestra reputación como herreros subirá de nivel —Diana se acerca aun más a Dakota y termina por abrazarlo—. ¿Te lo imaginas? Tu y yo, Dakota y Diana Montero, ¡los mejores herreros del reino! Tendrías que abrir un taller más grande y emplear a más hombres porque la enorme cantidad de trabajos que nos pedirán.

—¿Diana Montero? —Dakota arqueó una ceja y le lanzó una mirada llena de seriedad.

—¿Dije "Diana Montero"? —ríe nerviosamente—. Perdón, me confundí. Quise decir: Dakota Montero y Diana Dupain. Es que cuando hablo rápido muchas veces me como algunas palabras o incluso las confundo.

—Claro, hagamos como si eso fuera lo que pasó porque sabes que tengo pareja y no te atreverías a interferir, ¿cierto? —preguntó Dakota sin apartar la seriedad de su rostro.

—Yo jamás me atrevería a interferir en una relación tan linda como la que tienes con la princesa —Diana llevó su mano al pecho—. ¡Jamás!

Varios toques a la puerta del frente del taller interfirieron en la conversación que tenían los herreros, Dakota se dirigió a la misma mientras seguía hablando.

—Eso espero —el herrero abrió la puerta y se sorprendió al ver quienes eran.

—Hola, príncipe encantador —pronunció Nathaniel con su atuendo de vaquero y su infaltable sombrero.

—Hemos venido a secuestrarte —comentó Tobías quien traía ropa más cómoda.

Su vestimenta estaba compuesta por un pantalón ancho color beige y botas altas marrones, una camisa manga larga blanca y un chaleco de cuero marrón, su cabello blanco estaba más alborotado que de costumbre.

—¿Príncipe encantador? ¿Secuestrarme? ¿Tomaron antes de venir? —interrogó Dakota provocando la risa de Tobías.

—Para nada, de hecho, estamos libres el día de hoy así que aprovecharemos para divertirnos como en los viejos tiempos —dijo Tobías.

—Así que arréglate, Monterito. Hay que alocarnos —comentó Nathaniel con una gran sonrisa.

—Señores, tengo trabajo —alegó Dakota mientras Diana se acerca por su espalda.

—Hola, Sir Nathaniel. ¿Ya se recuperó? —preguntó Diana.

—Todavía tengo algo de molestia, pero estoy excelente.

—Me alegra oírlo —toca dos veces a Dakota con su dedo—. Oye, deberías tomar la oferta de Nathaniel y salir a divertirte. Me iré para que puedas cerrar el taller y no tengas preocupaciones.

—Ya oíste a la doncella, vamos —insistió Tobías.

—No lo sé —Dakota, titubeante, no sabía que responder.

—Si no vienes me quedo con Dalilah —amenazó Tobías con una pícara sonrisa.

—¿Qué dijiste? —Dakota frunce un poco el ceño.

—Pobrecito, tantos mandarriazos te están dejando sordo. Dije que, si no vienes, me quedo con tu amada Dalilah —repitió Tobías.

—Dakota, yo no me quedo con esa —comentó Nathaniel.

—Niño, no eres capaz de quedarte con ella. No juegues.

—¿Seguro? Sí estuvo dispuesta a salir con un herrero creo que tengo una oportunidad para conquistarla.

—Dakota, te quiere bajar a la novia —Nathaniel se aleja de Tobías poco a poco.

—Estás jugando con fuego, Tobías —advirtió Dakota ya algo molesto.

—No, amigo. Esto es la pura verdad. Es una hermosa princesa después de todo, cedoso cabello dorado, mirada como el cielo, una voz tan melodiosa, personalidad unica e inigualable y su bello rostro me está invitando a tomarla para mí. Y cabe recalcar que soy un Sir, puedo pedir su mano en cualquier momento y la misma reina organizaría el encuentro.

—Dakota, se está metiendo contigo. Se quiere quedar con Dalilah, te la quiere quitar, arremete contra él, Dakota. Defiende lo tuyo, Dakota —Nathaniel alentaba a Dakota para que se abalanzara contra Tobías.

—Retira lo que dijiste o ya verás —Dakota señala a Tobías con enojo.

—¿Veré qué, herrero? No estás casado con ella y su romance es secreto, ¿quién impediría que saliera con la rubia más hermosa del reino? Respuesta: nadie. Estás invitado a nuestra boda, te apartaré un asiento en primera fila —Tobías retrocedía paso a paso con una expresión de burla.

Nathaniel jadea llevando su mano izquierda a la boca para cubrirla y mirar a Dakota quien ya se había hartado del peliblanco. Dakota toma el brazo de Diana con poca fuerza para no lastimarla y la saca del taller. Toma las llaves de su bolsillo y se da la vuelta para cerrar la puerta.

—¡Ajá! ¡Ya está! ¡Se armó el toro! —exclamó Nathaniel frotando las palmas de sus manos rápidamente.

Tobías daba pequeños brincos y estiraba sus piernas para empezar a correr apenas Dakota se diera la vuelta. El herrero terminó de cerrar la puerta, guardó las llaves en su bolsillo y se dió la vuelta rápidamente para agarrar a Tobías, este lo esquiva por poco y comienza a correr.

—¡¡¡REGRESA AQUÍ, IDIOTA!!! —gritó Dakota persiguiendo a Tobías.

—¡¡¡CORRE, TOBÍAS!!! —Nathaniel comenzó a reír, tomó la mano de Diana y le plantó un beso en el dorso de la misma—. Nos vemos, bella dama, debo evitar que maten a alguien —soltó su mano y comenzó a correr a toda velocidad en la misma dirección en la que corrieron sus amigos para alcanzarlos.

—¡¡¡PENDEJO, DEJA QUE TE AGARRE!!! —gritó Dakota.

—¡¡¡NI LOCO!!! —exclamó Tobías riendo.

—¡¡¡ESPERENME!!! —decía Nathaniel más atrás.

Tobías se escabullía por los callejones, se metía en el camino de las carretas, saltaba cajones y esquivaba a las personas, Dakota hacia lo mismo al igual que Nathaniel.

Las personas del pueblo, al verlos correr tan agitados, se apartaban de su camino para no ser golpeados o derribados por ellos, algunos incluso les gritaban por atravesarse.

Tobías corría hacia las afueras del pueblo capital, terminando en un pequeño valle con una camino de tierra que conectaba el pueblo capital con otro pueblo más lejano. Bajaba colinas y saltaba rocas sin dejar de ser perseguido por Dakota quien al mismo tiempo era seguido por Nathaniel.

Dakota ya estaba más cerca de Tobías, estiraba su mano y esta rozaba el chaleco del peliblanco. Nathaniel también estaba cerca de ambos.

—¡Agárralo! —animó Nathaniel a Dakota.

Dakota siguió intentando hasta que por fin tomó el chaleco y tiró de el, pero el impulso que tenían los hizo tropezar y encima de ellos también cayó Nathaniel, está caída hizo que los tres rodaran colina abajo.

Y ahí quedaron los tres, uno al lado del otro totalmente exhaustos por la persecución. Sudaban, toda su vestimenta estaba llena de tierra, tenían algunos raspones y en sus cabelleras estaban totalmente desaliñadas.

—Corres muy rápido, Dakota —exclamó Tobías quien yacía tirado boca arriba en el suelo con el rostro rojo.

—No creas que me he olvidado de lo que dijiste, imbécil —dijo Dakota jadeando para recuperar el aliento mientras intentaba levantarse, pero las piernas de Nathaniel estaban sobre él.

—Vamos Dakota, sabes que el niño no es capaz de quitarte a Dalilah —dijo Nathaniel para tratar de calmar un poco a Dakota.

Él se encontraba con las manos hacia atrás para mantener elevado su torso, pero sus piernas estaban sobre Dakota causándole molestia.

—Quita tus piernas, quiero pararme —exclamó Dakota.

Nathaniel procedió a quitar sus piernas permitiendo así que Dakota se levantara. Tobías también se levantó y Dakota se lanzó a su espalda derribándolo, giró poniendo a Tobías sobre él, con sus piernas inmovilizó las del peliblanco y le hizo una llave en el cuello no muy fuerte, pero si lo suficiente para asustarlo.

—¡Dakota! ¡Dakota! ¡Mi cuello! —Tobias trataba de zafarse, pero no podía.

—¡Arrepiéntete de lo que dijiste y te dejo! —exclamó Tobías.

—¡Esta bien, está bien! ¡Me arrepiento!

—¿De que? —preguntó Dakota

—De lo que dije —respondió Tobías.

—¿Qué dijiste? —siguió preguntando el herrero.

—Que me quedaría con Dalilah.

—¿Y lo harás?

—¡Jamás! —aseguró Tobías.

—¿Seguro?

—¡Seguro!

—Voy a creerte —Dakota lo soltó confiando en su palabra.

Tobías rueda a un costado para bajarse de Dakota y sentarse a recuperar el aliento. Dakota, por su parte, también se sienta.

—Oye, Nathaniel —Tobías miró al pelirrojo quien estaba sentado con las rodillas de sus piernas elevadas observándolos.

—¿Sí?

—¿Por qué no hiciste nada? —preguntó Tobías.

—¿Tenía que hacer algo? Ese lío era entre tu y él, yo no estaba incluído —se excusó Nathaniel.

—Pero te encanta alentar a uno para que se pelee con el otro —dijo Dakota.

—Tobías me dijo que lo hiciera y me pareció excelente.

—Si no te provocábamos te hubieras quedado en el taller todo el día y eso no lo podíamos permitir, mucho menos en el día en que tanto el vaquero como yo estamos libres —añadió Tobías.

—¿Entonces me hicieron enojar solo para sacarme del trabajo? —preguntó Dakota.

—Así es —dijeron los caballeros al unísono.

—Y ahora que estamos más cerca, propongo ir a beber algo de vino a tu cabaña y seguir bromeando, correteando y peleando como los mal portados que somos —propuso Nathaniel.

—Y lo dice Sir Nathaniel, un guardia condecorado de la corona real —dijo Dakota.

—Eh, solo actuo así con ustedes. De resto soy un guardia formidable, de no ser así, la reina ya me habría dado de baja —explicó Nathaniel.

—Ajá, claro —exclamó Tobías—. Vamos a hacer desastres por ahí. Anímate, Dakota.

Dakota pensó un momento.

—Ya que, vamos —cedió ante la petición de sus amigos y se levantó.

Nathaniel y Tobías soltaron un grito de júbilo no muy fuerte y se levantaron, ambos se acercaron a Dakota y pusieron sus manos en los hombros del herrero.

—Esto es genial, ¡a divertirse! —exclamó Nathaniel.

Al cabo de dos horas, los tres amigos ya estaban en el patio de la cabaña de Dakota, bebiendo vino y parloteando sobre cualquier tontería. Dakota estaba sentado en una de las tumbonas mientras que los guardias, Nathaniel y Tobías, probaban su fuerza en una lucha de brazos sobre otra tumbona.

Se notaba que aplicaban bastante fuerza ya que en sus brazos temblaban y se marcaban las venas de ambos, así duraron casi dos minutos hasta que por fin Tobías logró bajar el brazo de Nathaniel hasta la tumbona.

—¡Ja! ¡Te gané! —Tobias se levantó.

—Una de diez —aclaró Nathaniel levantándose también.

—Sigue siendo victoria —caminó hasta la tumbona que se encontraba a la derecha de Dakota y se sentó en ella tomando su copa de vino y bebió de ella.

Nathaniel hizo lo mismo, pero con la tumbona en la que estaban compitiendo.

—No puedo creer que el niño me haya ganado la última —dijo Nathaniel.

—Se esforzó y ganó después de un tiempo, es buena moraleja —comentó Dakota.

—Pero malo para mí, estaba invicto —aclaró Nathaniel.

—Cuando alguien gana, otro pierde, así es la vida —mencionó Dakota.

—Y también el amor —agregó Tobías—. Tu pudiste en menos de un mes lo que Nathaniel no ha podido en cinco años y aún cree que tiene oportunidad con la morenaza más bella del reino.

—¿Disculpa? —preguntó Nathaniel confundido.

—¿Eso que tiene que ver con lo que dije? No competimos por la misma chica —dijo Dakota.

—Nada, pero es curioso que el pelirrojo siga soñando con la morena coronada —respondió y luego vio a Nathaniel—. Admítelo, la princesa Sasha ha de tener un montón de pretendientes más listos y caballerescos que tú.

—¿Que quieres decir con un montón de pretendientes más listos y caballerescos que yo? —preguntó Nathaniel frunciendo un poco el ceño.

—¿No lo entendiste? Lo voy a reformular: Ella seguramente tiene otras personas en mente, no pienses que eres el único que ama a Sasha o que la pretenda, sobre todo sabiendo que es la heredera.

—Por lo menos yo lo intento, tu solo la conquistas a la mujer que amas en tus sueños —Nathaniel tocó la rodilla de Dakota—. En estos días lo ví durmiendo y diciendo el nombre de una mujer, pero lo decía con una pasión uf. Adivina quién.

—Eso es mentira, yo no hablo dormido —se defendió Tobías.

—El nombre empieza con “v” y termina con “a” —dijo Nathaniel.

—Mentira, yo no amo a nadie —Tobías mantenía su rostro serio.

—Pero di el nombre, no me dejes con la intriga —pidió Dakota.

—¿Que nombre vas a inventar ahora? —vaciló Tobías.

—¿Inventar? —miró a Dakota— Mira, herrero. Este niño el otro día se había quedado dormido en la sala de guardias después de trabajar, estaba cansado, era entendible. Ahora, yo paso a la sala para buscar mi sombrero y veo que sigue dormido, no lo molesto. Estoy buscando el sombrero en mi catre y noto que Tobías está hablando y moviéndose, me acerco y lo primero que escucho es a este decir “ven aquí preciosa” —relató Nathaniel.

—Mentira —negó Tobías quien parecía ponerse nervioso.

—“Oh, amada mía, déjame llevarte a pasear” —decía Nathaniel fingiendo que tenía a una doncella entre sus brazos. Dakota también comenzó a reir—. “Te amo...” “Seré tu caballero de brillante armadura” “Eres la más bella del reino” —Nathaniel no aguantó la risa, Tobías se enojó y sus mejillas se ruborizaron.

—E–eso no es cierto —dijo nerviosamente el peliblanco.

—Di nombre, di nombre —insistió Dakota.

—Bien, su nombre es “Vi...” —Tobías se lanzó sobre Nathaniel, derribándolo de la tumbona, antes de que terminara la oración.

—¿¡Quien te dijo!? —preguntó Tobías montado sobre Nathaniel.

—Tu mismo, idiota —Nathaniel comenzó a reír.

—Pero... ¿Quien es? “Vi” puede ser cualquiera —comentó Dakota.

—Ella es...

—¡¡¡CÁLLATE!!! —gritó Tobías cuyo rostro ya parecía tomate.

—¡No! —Nathaniel se quitó a Tobías de encima y comenzó a correr y a burlarse de Tobías.

—¡El niño está enamorado! ¡El niño está enamorado! —cantaba Nathaniel siendo perseguido por Tobías.

Dakota no pudo evitar reír por la absurda persecución en círculos que tenían sus amigos.

—Estos amigos que tengo —siguió riendo.

La persecución no duró mucho tiempo, pero proporcionó muchas risas. Después de un rato correteando, ambos se detuvieron y Nathaniel le juró a Tobías que no lo diría, juramento que decepcionó a Dakota porque quería saber quién era la mujer de los sueños de Tobías, pero entendía que el peliblanco quería tener privacidad en cuanto a algunos temas.

El resto del día estuvieron jugando, corriendo, compitiendo, retando, charlando y sobre todo riendo, pasaban un excelente rato juntos.

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