Capítulo XXVI: Parentesco - primera parte
Los habitantes del reino de Nordelia salían de sus casas como todas las mañanas para dar inicio a sus actividades cotidianas.
En la gran mansión del duque Andrés, todos los sirvientes hacían sus labores mientras que el duque y el conde recibían los trabajos de Dakota en la entrada.
-Solo tengo una palabra para decir -dijo seriamente el duque mirando con detenimiento a los bancos- ¡Magníficos! Estos bancos son muy elegantes e intrigantes -dirige su mirada hacia Dakota quien vestía el traje vinotinto elegante-. No tienes ideas de cuántos herreros he contratado para hacer esto, llegué a creer que era imposible, pero veo que solo buscaba en lugares equivocados.
-Comparto la opinión del duque, son algo fuera de lo común al igual que las estatuillas, son simplemente impecables -decía el conde.
-Muchas gracias, que digan eso de mis trabajos me alegra -exclamó Dakota sonriente.
-Guardias -pronunció el duque-, lleven el oro a la carreta del señor Montero.
Los guardias de la mansión se retiraron a buscar una caja ancha no muy alta y sellada con clavos donde estaba el oro destinado a pagar los trabajos de Dakota. Luego de tener la caja la llevaron a la carreta que se encontraba afuera.
-Nuevamente te damos las gracias, joven herrero. Ya sabemos a quien contactar cuando queramos más trabajos de este tipo -notificó el conde.
-Muchas gracias a ustedes por depositar su confianza en mi y si me disculpan debo retirarme, tengo algunos trabajos en mi taller.
-Por supuesto, puede retirarse -permitió el duque.
Dakota hace una leve reverencia, da media vuelta y baja los escalones para salir de la presencia del conde y el duque quienes entran a la mansión.
El joven Montero caminaba hacia las grandes rejas negras abiertas donde unos guardias custodiaban la entrada. Una vez que Dakota estaba afuera se dirigió a su carreta donde la caja ya estaba ubicada en la parte de atrás, Dakota la cubre con el manto oscuro y antes de que pudiera montarse, logra ver que un carruaje de la familia real estaba avanzando por la calle.
Dakota se cruza de brazos y espera tranquilamente a que el carruaje se adelantara para poder dar vuelta a su carreta para regresar al taller, pero se sorprende cuando el carruaje se detiene frente a él.
Se abre la puerta y sentada en el mullido asiento se encuentra una radiante y sonriente Dalilah con el vestido color coral de hombros descubiertos y mangas largas.
-Hola, Doki -saluda Dalilah.
Dakota abre los ojos como platos al verla vestida así, sonríe y da unos pasos hacia ella.
-Vaya... ¿Y ese vestido? -pregunta Dakota.
-Tengo un montón de vestidos para usar y este es uno de ellos -se baja del carruaje y da una vuelta completa para mostrarle el vestido a su amado-. ¿Te gusta?
-Me gusta cómo se ve en tí, es algo más atrevido que el vestido rosa. Te ves muy bonita -opina Dakota.
-Gracias -sonríe-. ¿Sabes? Hay un trabajo de herrería que hacer en el palacio y he escuchado que eres uno de los mejores herreros del reino así que no creo que haya alguien más capacitado que tú para hacerlo.
-¿De que clase de trabajo estamos hablando? -pronunció con picardía.
-Uno que te voy a mandar a hacer, pero tienes que ir a verlo por tí mismo -la rubia se acerca poco a poco a Dakota.
-¿A domicilio? Eso tiene un costo extra, lindura.
-¿Costo extra? Soy tu novia, debería ser gratis -comentó Dalilah siguiéndole el juego.
-Claro, claro. Eres una princesa, seguramente tu corona cuesta más que mi cabaña. Y ser mi novia no te garantiza un trabajo gratis.
Dalilah jadea y lleva su mano derecha a su pecho mostrando un fingido y exagerado impacto.
-¿Cómo te atreves? Me voy... no soy yo, eres tu, así que me iré. Fue lindo mientras duró -Dalilah se da la vuelta para irse indignada al carruaje.
Antes de que ella se montara en el transporte real, Dakota toma su mano y tira de ella pegando a Dalilah, quien reía, a su pecho, mirándole con dulzura y con ambas manos en su cintura.
-No te librarás tan fácilmente de mí, Lilah.
-Y tu no te librarás tan fácilmente de mí, Doki.
Sostuvieron las miradas tiernas hacia el otro, sintieron el impulso de abalanzarse por un beso, pero ciertos individuos estaban observando la escena.
-Eh... ¿Princesa Dalilah? -exclamó uno de los cocheros sentado a un lado del carruaje.
-¿Que está haciendo? -pregunta el otro cochero quien parecía el gemelo del primero sentado justo al lado de él.
Ambos lucen sus trajes aterciopelados en tonos negros y vinotinto, sus ojos son verdes y sus miradas curiosas. Uno de ellos tiene el ceño fruncido al igual que sus labios mientras que el otro, aunque tenía el ceño igual de marcado que su hermano, su boca mostraba una leve sonrisa.
Dalilah gira la cabeza y los ve con seriedad.
-Lacob, Jacob, ¿que hacen ahí sentados?
-Nada realmente, alteza -respondió Lacob.
-Pues levántense. Ustedes no vieron nada, ¿entendido?
-Por supuesto, alteza -dijo Lacob de manera relajada, se levantó y se acomodó en su asiento mirando al frente.
-No diremos nada, pero le aconsejaría que le dijera aunque sea a su padre que está viendo a este caballero, aunque sea un noble -aconsejó Jacob y se acomodó en su asiento justo al lado de su hermano.
-¿Noble? -repitió Dakota confundido.
-Es por tu vestimenta, pareces un Lord.
-Ah ya... Pues, me vean como me vean, los cocheros tienen razón -dijo Dakota-. ¿Cuando le dirás a tu papá que es mi suegro?
-No lo sé, quería intentarlo hoy, pero también tengo planeado algo más.
-¿Algo como qué? ¿Anunciaras que soy tu pareja en una fiesta o algo así?
-Claro que no, herrero. Es otro asunto -se separó de Dakota-. Se trata de Victoria, ella... no ha salido mucho de su habitación y cuando lo hace parece un zombie o algo similar. De hecho, anoche la vi entrando en una especie de pasadizo, es tan misteriosa, pero hablé con Leicy y Sasha esta mañana y me dicen que no me preocupe, que le dé su espacio y ella misma me lo explicará.
-¿Qué te explicará?
-Eso mismo les pregunté, pero no me supieron decir. Supongo que queda esperar.
-Bueno -Dakota se cruza de brazos-, yo solo espero que se le haya quitado la ridiculez de encima y te pida disculpas por lo que hizo.
Dalilah suelta una leve risa, coloca sus manos sobre el pecho de Dakota y roza levemente los bordes del saco vinotinto con bordados dorados que tenía su amado.
-Me encanta como te ves de vinotinto -admitió.
Dakota sonríe y con su mano derecha lleva algunos cabellos que caían libremente sobre la frente de Dalilah hacia detrás de su oreja, acaricia su mejilla, levanta su mentón y le da un beso justo en los labios. Luego acerca su boca al oído de la rubia.
-Te amo, Dalilah -susurró, provocándole a Dalilah algunas cosquillas acompañadas con un leve escalofrío.
-Yo también te amo, mi príncipe -susurró abrazando fuertemente a Dakota.
Se separan, pero no sueltan la mano del otro, antes se miraron con dulzura mientras que Dalilah retrocedía lentamente hacia el carruaje. Sus dedos aún se tocaban, pero una vez estando más cerca de su transporte, sus manos se soltaron.
-Debo irme, pero te veré otro día, cariño -sube al carruaje y se sienta.
Dakota se acerca y toma la puerta antes de que Dalilah la cerrara.
-¿Cuando? Presiento que será muy difícil verte seguido ya que tú estás allá entre lujos y joyas, mientras que yo estoy en el por acá entre fuego y carbón.
-¿Sabes hacer marcos de oro para una pintura? Es que la reina nos hará posar para un retrato familiar y creo que la escuché decir que quería un marco de oro. Sí lo haces podrías ir al palacio y le pediré a la reina que nos permita estar juntos aunque sea un par de horas.
-Sabes que por tí lo haría todo, solo me lo tienes que pedir.
-Que curioso que digas eso, hace un minuto me dijiste que sí quería que me hicieras algo tenía que pagarte -Dalilah se cruza de brazos.
-Podemos llegar a un acuerdo que nos beneficiará a ambos.
-¿En serio? ¿Y que clase de acuerdo sería ese? -preguntó Dalilah con curiosidad.
-No lo sé -Dakota se acerca y roza los labios de Dalilah con los suyo-. Habrá que pensarlo -susurró.
Ambos sonríen y juntan los labios para darse un beso de despedida.
-Nos vemos otro día, amor -pronunció Dakota.
Dalilah asiente y Dakota cierra la puerta del carruaje y camina hasta los cocheros para decirles que ya pueden avanzar, pero estos estaban jugando a las apuestas.
-La princesa Dalilah está esperando que avancen -dice interrumpiendo su juego.
Los cocheros se voltean y se acomodan en sus asientos.
-¿Ya terminaron? Pensé que iban a...
-¡Lacob! -Jacob interrumpe a su hermano y lo mira enojado. Luego ve a Dakota- Perdone, mi señor. Ya nos retiramos -tiró de las riendas y los caballos comenzaron a andar.
Dakota observa el carruaje mientras se aleja y no puede evitar reír.
-¿Mi señor? -siguió riendo y caminó hasta su carreta- Esos cocheros deben ser nuevos -se colocó la gran capa oscura para no manchar su traje, se montó en el asiento de la carreta y tiró de las cuerdas de Orión para ponerse en marcha.
-Si yo soy un Lord, entonces tu debes ser mi leal, valeroso y noble corcel, ¿o no, Orión?
Orión responde relinchando y comienza a cabalgar con más elegancia provocando una carcajada de parte de Dakota.
-Ay Orión, creo que entiendes demasiado bien el castellano -siguió riendo.
Después de unos minutos, Dalilah se encontraba recostada en la puerta del carruaje mirando por la ventana sonriente. Cada vez que veía a Dakota su humor se levanta, y ella lo sabía perfectamente, sabía que el herrero era el responsable de su felicidad.
-dos días nada más... Solo dos días juntos y ya parece que tengo años amándote, Dakota -suspira.
De la nada, una ventanilla fue abierta hacia un lado como las puertas deslizantes de los establos del palacio, Dalilah desvió la mirada hacia el frente y lo primero que ve es a uno de sus cocheros asomado en ella.
-¿Está enamorada, princesa?
-¿Me estaba escuchando? -preguntó ignorando la interrogante del ojiverde.
-No lo hice a propósito, pero sí escuché un murmullo, solo supuse que hablaba de aquel caballero, ¿acerté?
-Lacob, deja de molestar a la princesa -Jacob regañaba a su hermano sin apartar la vista del camino.
-No la estoy molestando, ¿o sí?
-Algo -reclina su torso hacia delante-. ¿Y desde cuándo hay ventanillas en los carruajes que puedan abrirse desde su lado? Creí que solo podían abrirse desde adentro.
-No necesariamente.
-Lacob, ¿que fue lo que te dije? Deja de molestar a la princesa o nos mandará a decapitar a ambos -advirtió Jacob.
-¿Decapitar? No, no soy tan despiadada, pero concuerdo contigo, Jacob. Lacob, deberías escuchar más a tu hermano, conmigo está bien que hables porque no me molestaré, pero con las otras princesas será mejor que no hagas eso de abrir la ventanilla.
-Oh, entendido. Gracias por decírmelo, es que es increíble trabajar para la corona real y aunque sé que hay cosas que no debo hacer me entusiama tanto estar...
-Y ya terminó la conversación -Jacob cierra la ventanilla para cortar la comunicación de Lacob con la princesa.
Dalilah empieza a escuchar los murmullos de la discusión que tenían sus cocheros adelante y se ríe levemente.
Al cabo de una hora, el carruaje ya estaba frente al palacio, los cocheros gemelos se posicionaron a ambos lados de la puerta y uno de ellos la abre, dejando a Dalilah bajar.
-Gracias... ¿Jacob? -pronunció dudosamente al no saber identificar quien es quien.
-Lacob -respondió el cochero con su nombre.
-Lacob. Perdón es que no se cómo diferenciarlos -confesó Dalilah.
-No se preocupe, princesa Dalilah -dijo Jacob.
-Pronto descubrirá que mi hermano y yo somos dos polos opuestos, podrá identificarnos sin siquiera preguntar nuestros nombres después de unos días -agregó Lacob y cerró la puerta.
-Aquí nos despedimos, su majestad. Que tenga un bello día -se despidió Jacob.
-Adiós, princesa -pronunció Lacob.
-Hasta luego, gemelos -Dalilah comenzó a caminar hacia la entrada del palacio.
Sube algunos escalones y llega a las grandes puertas principales custodiadas por guardias quienes abren las mismas haciendo reverencia para que Dalilah entrara.
Se adentra en el iluminado loby y la voz de su padre hace que se detenga.
-Dalilah -pronunció mientras bajaba la escalera de la derecha-. ¿Cómo estás, hija mía? ¿Cómo te fue en el paseo?
Dalilah se acerca al pie de la escalera para estar más cerca de su padre quien al terminar de bajar las escaleras abraza a su hija.
-Bien, estuvo muy tranquilo -repondió sonriente.
-Me alegro. ¿Y como se comportaron los cocheros? La reina me dijo que eran nuevos.
-Son muy simpáticos, aunque a mí parecer uno es más relajado que el otro, pero ambos son muy amables y chistosos por lo que pude escuchar.
-Que bueno es escuchar eso.
-Si, este... Padre, ¿te gustaría ir a tomar un poco de té a la terraza del patio? La terraza que está junto a los arbustos de rosas rosadas y blancas.
-Por supuesto que sí, hace tanto que no nos tomamos un tiempo para hablar.
-Perfecto, pidamos a alguno de los mayordomos que nos lleve el té o quizás algo cítrico con algún postre como la torta de piña volteada.
-La torta de piña volteada es mi postre favorito, ¿planeas decirme algo y me estás comprando con la piña, Dalilah? -el consorte Arthur se cruza de brazos, arquea una ceja y sonríe.
-Solo quiero hablar de...
-Consorte Arthur, Dalilah -la voz de Victoria interfiere en la conversación.
Ambos voltean y ven a Victoria aproximarse a ellos desde un pasillo lateral, una vez que la princesa de cabello rizado estuvo más cerca, hizo una reverencia.
-Disculpe mi intromisión, consorte; pero me gustaría hablar con Dalilah, a solas -pidió Victoria.
Dalilah parpadeó dos veces con rapidez, ¿será posible que Victoria ya está lista para disculparse?
-Me gustaría, pero justo iba a tomar algo con mi padre.
-No te preocupes, cariño. Habla con ella, podemos dejarlo para más tarde -dijo el consorte Arthur.
-De acuerdo -dirigió su mirada a Victoria-. ¿De qué quieres hablar?
-Sígueme -Victoria se da la vuelta y comienza a caminar.
Dalilah se despide de su padre con un beso en la mejilla y sigue a Victoria.
-¿A dónde iremos? -pregunta Dalilah.
-A la biblioteca, no solo necesito decirte algo, también debo mostrarte algo -respondió la princesa de vestido morado.
-Oh, ya veo.
El silencio hizo acto de presencia entre las hermanastras, lo único que se escuchaba era el taconeo de sus zapatos, era un momento algo incómodo.
-Debes odiarme -Victoria rompe el silencio.
-¿Odiarte? No, no hay espacio para el odio en mi corazón. Aunque admito que estaba algo molesta al principio, pero ya no.
-¿Y por qué no lo haces? Digo, expuse tu lado más débil frente a los miembros del consejo real y te arrebaté toda posibilidad de tener la corona -destacó Victoria mirándola de reojo.
-Yo nunca quise la corona en primer lugar; y en segundo, sí, me hiciste quedar mal, pero como dije, no hay espacio para el odio en mi corazón.
-Hum... -exclamó Victoria y volvió a mirar al frente.
El silencio se apoderó del ambiente nuevamente hasta que por fin llegaron a la biblioteca, la cual, por fortuna para Victoria, estaba sola.
-Dalilah... -pronunció Victoria deteniéndose en frente de una estantería.
Dalilah presta toda su atención, no sabía que le diría su hermanastra, pero el hecho de que le haya pedido hablar ya es un gran avance.
-No tienes idea de lo que me cuesta decirte lo que diré, pero... -suspira pesadamente, gira sobre su eje y mira a Dalilah- Yo... Lo... siento mucho, no debí... tratarte como lo hice. Fue muy inmaduro de mi parte, no hay excusas para lo que hice y me encargaré de arreglar tu reputación con los nobles en la próxima reunión, te doy mi palabra... ¿me perdonarías?
Dalilah analiza su expresión, parecía ser sincera y se notaba que había golpeado fuertemente su ego al rebajarse para pedir perdón. La rubia sonríe y pone su mano sobre el hombro de Victoria.
-Por supuesto que te perdono, solo estaba esperando y dándote un tiempo ya que no salias de tu habitación.
-Sí... Sobre eso... Sasha y Leicy cuando hablaron conmigo me hicieron ver algo que no había notado o que no le había dado importancia y ese algo es tu aspecto.
-Creí que mi aspecto fue lo primero que viste.
-Lo fue, pero me refiero más a tus fracciones, tu físico y luego fue tu actitud tan amable, cordial y gentil -explicó Victoria-. Me recordabas a...
-Tu padre... -completó Dalilah.
-¿Te lo contaron? No me sorprende -Victoria comenzó a caminar-. Ven.
Dalilah la sigue mientras siguen conversando.
-Como te decía, me recuerdas mucho a mi padre y eso me hizo recordar lo tiempos en los que era golpeada por su mano, me encerré en mi habitación a pensar el porqué, ya me había comportado así con otros, pero contigo fue mucho más personal. Así que estuve investigando la historia de nuestras familias.
Llegaron al mismo muro al que Victoria había ido la noche anterior, ella comenzó a empujarlo con fuerza y lo hundió, metió sus dedos en la ranura y tiró de ella para abrir la compuerta o entrada secreta.
-Este es uno de los pasadizos del palacio. Este en particular lleva a los sótanos y a la cripta. Nosotras iremos a uno de los sótanos -dijo Victoria.
Ambas entraron en el pasadizo y cerraron la entrada. El lugar era estrecho y oscuro. Victoria tomó dos piedras especiales de una estantería alta y una antorcha de la pared que estaba apagada. Se agachó, colocó la antorcha en el suelo y comenzó a golpear las piedras hasta que una chispa prendió la antorcha.
Le entregó la antorcha a Dalilah y colocó las dos piedras de vuelta en su lugar. Toma la antorcha y comienza a guiar a Dalilah a través de un pasillo cuyas paredes eran de piedra sólida y donde el sonido de sus zapatos rebotaba en las paredes, había eco.
Doblaron a la derecha y bajaron varias escaleras en forma circular hasta llegar a una puerta vieja no muy grande, pero si tenía decorados en hierro. Victoria buscó la llave en el marco superior de la puerta y al tenerla, abrió la misma y ambas entraron.
-Bienvenida al sótano de la historia familiar, aquí encontrarás cientos de pergaminos, pinturas, estatuillas, espadas, escudos viejos y oxidados, banderas, algunas prendas y la historia del linaje completo de los reyes de Nordelia, además de muchos retratos de los mismos -dijo Victoria.
El lugar no parecía ser muy grande debido a que el sótano del palacio estaba dividido en muchos compartimientos, en el lugar donde se encontraban había varias estanterías con documentos, estatuillas, prendas personales y viejas, pinturas polvorientas amontonadas una sobre otra, un escritorio con velas apagadas, papel, pluma y tinta.
-Por aquí -dijo Victoria y Dalilah la siguió.
Llegaron a un muro donde había una pintura cubierta por un mantel rasgado y sucio, no se podía ver quien estaba retratado en ella.
-Estuve investigando el linaje de los Russo, la familia de mi padre y la historia de tu familia, los Betancourt. Sé varias cosas de la vida Arthur por las historias que ha contado y... Creo que tú y yo somos más que hermanastras.
-¿A qué te refieres con eso?
-Creo que Reginald no solo es mi padre... -tiró del manto rasgado revelando el rostro de la persona que estaba retratada en la pintura.
Dalilah jadea levemente por el impacto al ver el aspecto de la persona que estaba allí.
-Creo que Reginald es tu verdadero padre.
La persona del marco era un hombre de vestimenta bastante elegante con fuertes tonos amarillos, pero lo que había impactado a Dalilah no era su atuendo. Era el parecido que tenían los dos.
Su cabello liso, largo y rubio, sus ojos azules, tenía algo de barba y bigote bien cortados, no mostraba sentimiento alguno, su mirada era dominante y profunda.
-¿¡Qué!? -exclama Dalilah.
Continuará...
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