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Capítulo XXIV: Decisiones y salidas nocturnas

El sol se posaba en el horizonte, los nobles seguían en la corte real debatiendo varios temas, sobre todo la sequía de los reinos cercanos y la peste de la cual se está rumoreando, medidas de prevención para mantener el reino a flote y los comienzos de investigaciones médicas.

-¿Está usted segura de lo que dice, princesa? -preguntó un concejal de edad avanzada.

-Así es. El territorio del reino de Nordelia fue bendecido con grandes lagos, manantiales, cascadas y ríos que nos proporcionan el agua suficiente para prevenir cualquier futura sequía y con la construcción de un sistema de acueductos seguro, nuestra calidad de vida mejorará exponencialmente -explicó Sasha-. Además de que en nuestro reino hay múltiples eruditos de la medicina, si nos aliamos con los médicos de los otros reinos creo que podemos encontrar una cura para esta nueva enfermedad que está surgiendo y como medida de prevención propongo que cualquier visitante que desee entrar al reino tendrá que ser puesto en aislamiento y vigilancia durante dos semanas; y quisiera abrir algunos locales médicos en los pueblos para que el acceso a los tratamientos sea mucho más rápido.

-Son muy buenas ideas, querida hija -dijo la reina sonriente al ver a su hija aportando opciones bastantes viables para mantener seguros a los habitantes.

-Gracias, majestad -agradecía Sasha con una pequeña sonrisa.

Minutos después, los cortesanos, concejales y demás personajes nobles se retiraron a sus respectivas mansiones. Sasha, la reina y su chamberlain caminaban por un sendero de piedra con varios arbustos y arboles frutales.

-Lo hiciste muy bien hoy, Sasha -su madre la felicitó nuevamente.

-Para ser la primera reunión creo que sí, estuve bien -dijo Sasha.

-Tonterías -interfirió el chamberlain-, usted estuvo magnifica, es muy ingeniosa, princesa. Esas ideas que propuso seguro nos mantendrán a salvo.

-Así es, Edward. Y si siendo princesa es muy ingeniosa solo imagina como será cuando sea reina este domingo -mencionó la reina impactando a Sasha.

-¿Domingo? ¿E-este domingo? Creí que celebraríamos mi cumpleaños el domingo -comentó Sasha.

-No, tesoro. Celebraremos tu cumpleaños el sábado y el domingo será tu coronación -la reina se detuvo-. ¿Nos dejas un momento, Edward? -preguntó la reina mirando al chamberlain.

-Por su puesto, su alteza real -Edward siguió caminando por el sendero para ir al palacio.

La reina esperó unos segundos mientras que el chamberlain se dirigía al palacio dejándolas a solas

-Sasha... Deberías comenzar a buscar un esposo -sugirió la reina

-¿Esposo? -pronunció Sasha dudosa.

-Así es. No creas que te presiono para casarte o que te lo exijo, pero si es necesario para ganar aliados y asegurar una descendencia. Sin embargo, quiero que te cases con alguien que verdaderamente te ame y no te busque por la corona o el poder. Que te busque por quien eres, te escuche y comprenda, que sea alguien de gran corazón y mucha nobleza -aconsejó.

-No sé si quiera casarme, empiezo a creer que los hombres que se vuelven consortes reales se vuelven locos y deseosos por el poder.

-Davidson y Reginald no solo se volvieron locos, fueron cegados por completo gracias al poder que creyeron tener, mas no todos los que se ponen la corona son maniáticos, mi padre fue un buen hombre, Arthur es un buen hombre. Ninguno se ha atrevido a colocarle una sola mano encima a sus familiares -defendió la reina a su esposo y a su padre.

-Y no lo pongo en duda, mi abuelo y Arthur, mi padrastro; son los únicos hombres en los últimos años que no enloquecieron, pero no lo digo solo por eso -Sasha se cruza de brazos-. Sencillamente no me gusta la idea de vivir atada a un hombre porque sea un deber, si decido casarme quiero que sea porque de verdad amo a ese hombre y deseo pasar el resto de mis días con él y ser la madre de sus hijos.

-Entiendo lo que me dices, hija mía -la reina coloca ambas manos en los hombres de Sasha quien levanta la mirada-. Pero también debes entender que las necesidades del reino son mayores a las nuestras y los matrimonios entre los hijos de los diversos reinos garantizan unión y un fiel aliado -aparta de la frente de su hija unos pocos cabellos que se encontraban fuera de lugar y los acomodaba-. Además, hay un millar de hombres nobles y príncipes literarios que de seguro te llamarán la atención.

-Ah... Por eso invitantes a tantos príncipes a mi cumpleaños, ¿no?

-Nunca dije que los invité para que te enamores de ellos, pero si algo llegase a suceder entonces ten en mente lo que te dije, que sea alguien que te valore, no queremos que la historia se repita -dijo la reina y señaló el camino con su mano abierta-. ¿Vamos?

-No creo que algo romántico pase, pero está bien. Lo intentaré -Sasha comenzó a caminar seguida de la reina.

-«¿Casarme?» -pensó Sasha-. «No es que no quiera casarme, me encantaría hacerlo con alguien a quien ame, pero sé que si algo llegase a pasar con la pronta sequía o la llegada de la peste necesitaré ganar aliados y la reina, es decir, yo tendré que ceder mi mano o incluso... la mano de mis hermanas»

A pesar de que había dicho que lo intentaría, Sasha sabía en su interior que eso no era lo que quería, ya había aceptado ser reina antes de tiempo por falta de opciones y no quería tener que aceptar otra cosa que no le parezca del todo, quería ir un paso a la vez, pero sabía perfectamente que, de ser necesario, habría una boda.

Mientras caminaban, Sasha voltea a su izquierda y vió varios guardias reales entrenando, entre ellos logró divisar la anaranjada cabellera de Nathaniel quien practicaba con su espada junto con otro guardia de tez morena.

-Madre, ¿me disculparías un momento? Recordé que tengo que hacer algo aquí en el patio de los guardias.

-Claro, hija. Pero no tardes, los cocineros ya deben estar haciendo la cena.

-No lo haré, descuida. Nos vemos en el comedor -Sasha se retira y se aproxima a los guardias.

Se escuchaban las estocadas y los golpes que daban a medida que se acercaba a los caballeros.

A pesar de que el oponente del pelirrojo era bastante bueno, no se comparaba con la maestría que Nathaniel portaba con la espada.

El sonido de las espadas al tocarse con ferocidad era agudo y repetitivo, incluso satisfactorio para algunos de los presentes, pero Nathaniel logró desarmar a su contrincante y lo pateó en el pecho derribándolo.

-Y el pelirrojo sigue invicto -Nathaniel envaina su espada y la cuelga en su pantalón.

-Wow -la voz de Sasha llegó a los oidos de Nathaniel quien inmediatamente volteó a verla-. ¿Estás invicto? Debes ser bastante bueno con la espada.

-Debo serlo, su alteza. Usted y su familia merecen ser resguardados por los mejores guerreros del reino -comentó Nathaniel quitandose el sudor de la frente.

-Ya veo -se cruzó de brazos y frunció el ceño-. ¿Pondríamos hablar un momento a solas?

-Desde luego, princesa -respondió el pelirrojo.

-sígueme -ordenó Sasha dándose la vuelta y caminando seguida de Nathaniel.

Mientras que la princesa Sasha y el Sir Nathaniel caminaban hacia un lugar privado, la luna y las estrellas se hicieron presentes, sus destellos iluminaban la oscuridad que arropaba al reino. Los habitantes entraban a sus casas y Dakota cabalgaba por el bosque para llegar a su cabaña. Tenía una leve sonrisa en su rostro mientras galopaba los últimos metros montado sobre Orión.

Una vez llegó a la cabaña, fue directo al patio trasero para dejar a Orión bajo el techo de la habitación a un lado del taller que funcionaba como establo, pero al llegar ahí, se impactó al ver a su padre vestido con su capa oscura atando con fuerza una gran manta negra a su carreta la cual estaba sujeta a la montura de Odín, el caballo de Joseph.

Se notaban varios bultos bajo el manto. Dakota se baja de Orión y se acerca a su padre lentamente.

-¿Papá? -pronunció Dakota provocando que su padre se sobresaltara.

-¡Ay!, hijo. Me asustaste -admitió Joseph dando media vuelta con su mano izquierda en el pecho.

-¿Que haces? Es muy tarde para salir -comentó Dakota.

-Pues sí, es tarde para estar afuera -Joseph frunce el ceño-, por eso estoy molesto.

-¿Molesto?

-¡Molesto! ¡Sí!. Unos sujetos vinieron y no solo pidieron ¡exigieron que les entregara la chatarra que tenía guardada! -se cruza de brazos-. Realmente no me importa deshacerme de los metales viejos, pero considero que es una gran falta de respeto que me exijan la entrega de estás cosas tan tarde, las personas duermen.

-¿Quién te dijo que salieras a esta hora? -preguntó Dakota acercándose a la carreta.

-Unos imbéciles porque eso es lo que son -Joseph suspira y se sienta en el borde de la carreta-. Hijo... -tose levemente.

-¿De nuevo esa tos? Deberías ir a revisarte -sugirió el herrero.

-No, no, descuida. Estoy bien -Joseph se pasa la mano por el cabello-. Lo que quería decirte es que no voy a regresar sino hasta pasado mañana o quizás después, el lugar a donde voy queda algo lejos y los desgraciados no me quisieron esperar, pero no te preocupes por mí, ¿si? Tendrás unos días sin mí y así podrás traer a Dalilah, solo asegúrate de que se divierta -soltó una risa risa ante su propio comentario.

Dakota pone los ojos en blanco aunque no puede evitar colocar una sonrisa en su rostro.

-No voy a traer a Dalilah, de hecho pensaba en entregar eso por tí, solo debes...

-No, no, no. No hace falta -se levanta de la carreta y se dirige a Odín, su corcel-. Ya debo irme, entregaré esto y quizás me desvíe a Florencia a ver una amiga de años.

Dakota se levanta y camina hacia él, le dió unas palmadas en el lomo a Odín y luego miró a su padre.

-Bueno, cuídate -dice Dakota mientras su padre se montaba sobre Odín.

-Está bien -Comenzó a cabalgar-. Cásate antes de darme un nieto -soltó una carcajada.

-Y tú no me vayas a dar hermanos. Ya estás viejo para la gracia -se cruzó de brazos provocando aún más risa de parte de su padre.

No se volvieron a dirigir ni una sola palabra más. Dakota observó como su padre se marchaba con aquella carreta llena de objetos que, aunque despertaban curiosidad en el joven herrero, no tuvo mucho interés en saber lo que era, se conformó con lo que había dicho su padre.

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