Capítulo XVIII: estocadas
Los pasillos del palacio se encontraban en total silencio, los guardias custodiaban las entradas, los nobles, cortesanos y demás individuos de la alta clase que estuvieron presentes en la reunión con la reina ya se habían retirado, lo único que se escuchaba dentro de los muros del palacio eran los gritos de rabia y enojo que provenían de la habitación de Victoria.
Las princesas Sasha y Leicy estaban paradas muy cerca de la puerta pegando el oído a la misma para intentar escuchar la fuerte discusión que su hermana y su madre tenían, la reina se escuchaba furiosa debido a las acciones de Victoria y el hecho de que no encontraban a Dalilah en ningún rincón del palacio hacia que se encrespara aun más.
-¡No es culpa mía que se haya ido del palacio! -dijo Victoria.
-¡Sí lo es! -gritó la reina- No solo hablaste mal de ella frente a la corte real, sabes que ella no puede recordar nada de su pasado ¡y se lo sacaste en cara para "reafirmar" tu punto!
-Madre, sabes tan bien como yo que una persona que no se conoce, no es segura de si misma y no tiene idea de como ser princesa es la peor opción para ser reina -argumentó Victoria.
-No estamos hablando de que sea o no una buena opción para ser reina, estamos hablando de tu comportamiento ¿por qué actuaste así? -preguntó la reina con seriedad.
Victoria comenzó a caminar a su enorme y acolchada cama con dosel, cuyos postes de madera subían hasta un techo del cual colgaba cortinas semitransparentes color blanco. La cama tenía sabanas de ceda color magenta y almohadas blancas robustas.
-No confío en ella -dijo Victoria y tocó con su delicada mano derecha un poste de madera rojiza de la cama.
-¿Por qué no? -preguntó la reina sin dejar de fruncir el ceño.
-Vamos, madre -Victoria dio media vuelta y enfocó su vista en la reina-. Creo que sabes que pasó la última vez que alguien actuó como ella.
El silencio se hizo presente en la habitación, la reina relajó su rostro impactada por lo que Victoria había dicho, sus palabras trajeron desgarradores recuerdos a su mente. Respiró profundamente y caminó hasta Victoria.
-Reginald fue un terrible desperdicio de ser humano, todos aquí lo sabemos, pero Dalilah no es Reginald -aclaró la reina.
-Pues se parece -Victoria frunció el ceño-. Su enorme sonrisa, su gran gentileza, su bondadoso corazón, su azulada mirada, hasta su lacio cabello rubio es similar al de él -se cruza de brazos.
Sasha y Leicy se miraron confundidas ante la comparación que había hecho Victoria.
-¿Por eso la trata mal y no le habla? -preguntó Leicy en voz baja.
-Eso parece -respondió Sasha.
-¿Princesas? -una voz masculina las sorprendió y se dieron la vuelta rápidamente para ver quién era.
-Rey Arthur -exclamaron las princesas al unísono al ver al consorte real.
-Escuchar conversaciones ajenas es de mal gusto -Arthur dio un par de pasos hacia ellas-. Además, es tarde. Deberían estar en sus habitaciones.
-Lo sentimos, majestad -dijo Leicy llevando sus manos detrás de su espalda y bajando la cabeza.
-Ya nos retiramos, consorte -Sasha hizo una reverencia al igual que Leicy y ambas comenzaron a caminar.
El Rey observó como se retiraban del lugar para luego fijar su mirada en la puerta de la habitación de Victoria por unos segundos antes de irse.
Sasha acompañó a Leicy a su habitación donde dos sirvientas la esperaban con su bata de dormir.
-Descansa, Sasha -se despidió Leicy dándole un abrazo a su hermana.
-Tu también descansa, Leicy. Nos vemos mañana -se separaron y Leicy entró a su habitación con las sirvientas.
Sasha siguió su camino mientras pensaba en lo que Victoria había dicho, no podía creer que comparara a una bestia como Reginald con un pan dulce como Dalilah.
-«Es una locura que crea que Dalilah sea igual que Reginald solo por su parecido físico» -pensó-. «Admito que su parecido es innegable, pero ella no es igual a él. Es mejor persona, incluso mejor persona que todos en este palacio» -admitió.
Sabía lo que Victoria sentía y la comprendía hasta cierto punto, pues no era la única que portaba resentimiento y odio en su corazón.
Siguió caminando por el extenso pasillo oscuro, pero se detuvo abruptamente al ver que frente a la puerta de su habitación estaba la silueta oscura de un hombre alto con dos espadas. Tragó saliva y puso un pie hacia atrás preparándose para un posible enfrentamiento o una persecución donde sabía perfectamente que ella era la presa.
-«D-Da... ¿David? ¿Será él?... No, no puede ser» -Sasha contuvo la respiración mientras su corazón se aceleraba-. ¿Quién es? -preguntó alzando su voz sin temor, aunque por dentro tenía miedo.
El hombre avanzó saliendo de las sombras mientras bajaba las espadas, resultaba ser el Sir Nathaniel.
-¿No me reconoces, princesa? Soy su pelirrojo favorito -fanfarroneó Nathaniel con el traje de entrenamiento puesto.
Sasha respiró aliviada al ver que solo era Nathaniel, pero de igual manera lo iba a reprender.
-Más bien el pelirrojo más irritante, ¡casi me matas del susto! -Sasha tensó sus brazos y cerró sus puños con enojo.
-Perdón, preciosa. No quería asustarte -se disculpó con una inocente sonrisa-. Solo vine a decirte que hoy será tu primera lección de espada.
-¿Primera lección? ¿Ahora? ¿No crees que es muy tarde? ¿No deberías estar buscando a Dalilah? Es más, ¿no deberías estar en la enfermería? -Sasha interrogó a Nathaniel quien mantenía su sonrisa.
-Este es el momento perfecto para practicar, nadie nos verá o interrumpirá. No estoy en la enfermería porque quiero fastidiar a Víctor. Y no estoy buscando a Dalilah porque sé que no le va a pasar nada malo -respondió Nathaniel.
-¿Cómo que no le va a pasar nada malo? ¿Sabes acaso dónde está? -siguió interrogando a Nathaniel quien se mantenía relajado.
-No sé exactamente donde está, pero tengo una corazonada y mis corazonadas nunca fallan. Tu tranquila, bombón -aseguró Nathaniel guiñando el ojo izquierdo.
-No me llames "bombon", ¿quieres? No estoy de humor para tus halagos -Se cruzó de brazos.
-Estas de malhumor, lo entiendo -Nathaniel se acercó al rostro de la princesa sin previo aviso quedando a solo unos centímetros. Sasha lo veía con curiosidad- ¿Sabes que me gusta hacer cuando estoy estresado o de malhumor? -Sasha negó levemente con la cabeza-. Entrenar.
-¡Genial! Ahora apártate de mi rostro -ordenó Sasha a lo cual Nathaniel obedeció y le acercó la espada de su mano derecha.
-Vamos, princesa. Créeme cuando te digo que te sentirás mejor -insistió Nathaniel.
Sasha veía la espada, podía notar como se reflejaba la mitad de su rostro en ella. Recordó aquellas cartas que quemó en la chimenea y la sensación que tuvo al pensar que delante de su puerta estaba parado David y, aunque no fuera él, sintió pánico. Suspiró y vió a Nathaniel.
-Esta bien. Espérame en el patio detrás del establo, pero no quiero que me estés halagando cada milisegundo, ¿puedes? -dijo para luego darle la espalda.
-¡Claro que puedo! Allá te espero, dulzu... digo... princesa -Nathaniel soltó una leve risita nerviosa para luego retirarse con rapidez.
Después de aproximadamente una hora, Nathaniel estaba reclinado del tronco de un árbol admirando la luz de la luna con las dos espadas en sus manos apuntando hacia el suelo. Estando ahí a su mente llegaron los rostros de los sujetos de la pelea en el callejón, esto trajo consigo momentos de juventud cuando era acosado por todos, sobre todo por ellos tres. Pero antes de perderse en sus pensamientos, la voz de su amada llegó a sus oidos.
Nathaniel dirigió su mirada a la izquierda para encontrarse con Sasha quien ya no traía un vestido, ahora tenía unos pantalones oscuros, botas altas de color negro, una camisa manga larga y de cuello alto de color verde musgo, guantes negros, un cinturón negro de hebilla plateada y su lacio cabello oscuro ahora estaba atado con una cinta verde opaco. Toda esta ropa marcaba su figura de reloj de arena.
Nathaniel al ver a Sasha con esa vestimenta se mordió el labio inferior para intentar contenerse, jamás había visto a Sasha vestir otra cosa que no fueran vestidos, quedó sorprendido por verla diferente y le encantó. Dio un par de pasos hacia ella y le dedicó una sonrisa.
-Siento la demora -se disculpó Sasha-. Habían varios guardias en los pasillos y estuve buscando por dónde venir sin ser vista.
-No te preocupes por ello... madame -dijo Nathaniel frenando sus ganas de halagarla por lo hermosa que se veía.
-Bueno -Sasha le arrebata la espada de la mano derecha de Nathaniel-. Será mejor que comencemos, pelirrojo. La noche no durará toda la vida -le dio la espalda a Nathaniel y se alejó unos cuantos pasos.
-Como quisiera que durara toda la vida -susurró Nathaniel.
Se ubicaron en el centro del patio y comenzaron las lecciones de espada. Nathaniel le enseñó algunas estocadas y como bloquear los ataques de los contrincantes. Le enseñó a moverse con agilidad y destreza para esquivar las estocadas enemigas y distraerlos.
Pasaron unas horas y a Sasha, debido a su previo conocimiento en el arte de la espada, se le hizo bastante fácil aprender los movimientos que Nathaniel le mostraba. Él estaba encantado con la capacidad de la princesa para blandir la espada con tal destreza, lo que le confirmaba lo que pensaba de ella.
-Sabía que debajo de esa elegancia -Sasha interrumpió a Nathaniel colocando la punta de la espada debajo de la barbilla del pelirrojo.
-No te atrevas a terminar la frase -Sasha lo mira con seriedad.
-¿Y que me harás si lo hago? -preguntó Nathaniel con picardía.
-Voy a derribarte -contestó Sasha con seguridad.
-Sabia que debajo de esa elegancia había una fiera que quería despertar -Nathaniel la retó con la mirada.
-Tú te lo buscaste -Sasha sonríe, retira la espada y se prepara para pelear.
Nathaniel hace lo mismo e instantáneamente comenzaron a chocar las espadas.
Estocada tras estocada era lo que se presenciaba en ese momento, esquivaban los ataques del otro y reían, disfrutaban de la compañía del otro.
Siguieron intercambiando ataques hasta que Nathaniel logra derribar a Sasha haciendo que tropezara y cayera de espalda terminando sentada en el suelo, pisó la espada de ella y luego con la suya apuntó al pecho de Sasha.
-Buen intento, princesa -dijo Nathaniel, retiró la espada y extendió su mano hacia Sasha-. Déjame ayudarte.
Sasha tomó su mano y este la ayudó a levantarse, se sacudió el polvo del pantalón y miró sonriente a Nathaniel.
-Ganaste esta vez, pero la próxima lo haré yo -afirmó con seguridad cruzándose de brazos.
Nathaniel soltó una pequeña risa al escuchar el comentario de Sasha y llevó su mano a la nuca.
-No te la dejaré fácil, pero no te rindas. Seguro algún día me ganas -dijo Nathaniel sonriendo y guiñando el ojo izquierdo.
-Y así será -decretó Sasha con firmeza.
La princesa dio media vuelta y recogió la espada, miró a Nathaniel y se la entregó.
-Oye... Quería preguntarte y respetaré si prefieres no decirme, pero quería saber por qué de repente quisiste que te ayudara a perfeccionar el arte de la espada -inquirió Nathaniel tomando la espada que Sasha le entregaba.
-No me malinterpretes. Es un asunto personal del cual realmente no me gustaría hablar -respondió Sasha dándole la espalda.
-Comprendo, pero cuando lo mencionaste en la enfermería me pareció verte triste y preocupada por ese asunto -dijo Nathaniel y se acercó a Sasha colocando ambas manos con delicadeza en los hombros de la princesa-. No es bueno que te guardes esas cosas en tu interior, terminarás en un bucle sin fin de emociones negativas.
Sasha sintió su cálido tacto y escuchó sus palabras con atención. Sabía que tenía razón, pero no estaba segura de hablar.
-Gracias por preocuparte, pero estaré bien -se separó de él y lo vio a los ojos-. Te lo contaré cuando esté lista para hablar, lo prometo.
-Está bien -Nathaniel desvió la mirada al horizonte y se percató de que había una franja celeste con toques amarillos-. Será mejor que regreses a tu habitación, falta poco para que el sol salga.
Sasha miró al horizonte y observó lo que Nathaniel veía.
-Será lo mejor -Sasha se despidió de Nathaniel estrechando su mano con la de él-. Nos vemos más tarde -se dio la vuelta y se alejó.
-Nos vemos, princesa amada -dijo Nathaniel en voz baja mientras Sasha se alejaba.
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