Capítulo XV: Un favor y la renuncia
En la enfermería, Nathaniel agradecía que Dakota se llevará a Diana y a Dalilah para él tener un momento a solas con Sasha, aunque fueran solo un par de minutos, pero aprovecharía cada segundo para apreciar su belleza y escuchar su dulce y melodiosa voz.
—Entonces, princesa, ¿este reporte es para la reina? —preguntó Nathaniel.
—Sí, aunque lo hago principalmente porque, como te dije, soy la futura reina y debo asegurarme de que mis soldados estén bien —dijo Sasha
—Wow... Futura reina... —exclamó Nathaniel.
—No es gran cosa —aclaró Sasha con una mirada seria mientras se sentaba en la camilla.
—¿Y por qué no lo es? ¿No te sientes feliz por ser reina? —preguntó Nathaniel.
—Son más los nervios que la emoción. Además, faltan como diez años más para ser reina —confesó Sasha.
—Entiendo... Pero déjame decirte que eres una gran persona y seguramente serás una estupenda reina —dijo Nathaniel.
—Todos dicen eso —Sasha respiró y se inclinó un poco sobre el pecho de Nathaniel—. Necesito pedirte algo extraoficialmente.
—Pídeme lo que quieras, princesa. Incluso si es bajarte la luna para que montes tus delicados pies en ella —coqueteó Nathaniel.
—Enséñame a pelear con espada —pidió Sasha.
Nathaniel se quedó un momento en silencio, no podía creer que ella le pidiera eso.
—¿Que te enseñe a pelear con espada? —repitió Nathaniel confundido.
—No necesito extensas clases de cómo pelear con ella, solo necesito alguien que no se limite al pelear conmigo. Mi antiguo entrenador solo me enseñó defensa propia y después de eso me estanqué, no me quiso enseñar más, por eso te pido que me ayudes —confesó Sasha.
Nathaniel soltó una pequeña risa y bajó su rostro para que Sasha no le viera los ojos. Ella frunció el ceño al ver el gesto que acababa de hacer Nathaniel.
—¿Crees que es chiste? Te lo pido de verdad, no es broma —aclaró la princesa con algo de molestia en su voz.
Nathaniel levantó su rostro para verla con una pícara sonrisa en su rostro y una mirada matadora como si hubiera descubierto algún secreto.
_Sabía que debajo de tanta elegancia había un fiera salvaje luchando por salir a —Sasha cubrió la boca de Nathaniel con su mano para evitar que siga hablando.
—No empieces, ¿quieres? —dijo Sasha con los ojos a medio cerrar para luego abrirlos casi por completo—. Solo necesito a alguien que me ayude, no que intente conquistarme con frases tan... irritantes —Nathaniel asintió y Sasha retiró su mano.
—¿Exactamente para que quieres aprender espada? —preguntó Nathaniel.
—Los motivos por los cuales quiero mejorar en el arte de la espada no son de tu incumbencia, pelirrojo —Sasha dejó de estar inclinada y se sentó erguida, se encogió de hombros y se cruzó de brazos—. Además.. no me gusta hablar de ello —volteó su rostro mientras relajaba su postura para ver a Nathaniel—. ¿Me ayudarías?
Nathaniel inclinó levemente el rostro a su izquierda, analizaba la expresión de Sasha, parecía algo triste, como si lo único que solucionaría esa situación fuera aprender espada, esto causaba curiosidad e intriga en Nathaniel, pero decidió no forzarla a hablar y aprovecharía el momento que estén solos, y en mas confianza, para preguntarle acerca de "eso". Se sentó como pudo, acercó su rostro al de Sasha y la miró con ternura.
—Lo haré solo porque me lo pides, no hace falta explicación alguna —le dedicó una dulce sonrisa a Sasha provocando que en ella se reflejara una pequeña sonrisa
Ella giró el rostro para que Nathaniel no la viera a los ojos y se levantó de la camilla.
—Bueno, creo que debemos dejar esta conversación hasta aquí —comenzó a caminar para alejarse, pero antes, se detuvo para ver a Nathaniel una ultima vez—. Cuídate mucho y recupérate —agregó y siguió caminando hasta salir de la enfermería.
Mientras tanto, en el salón real, la reina Valeria estaba hablando con su chamberlain Edward acerca de una situación alarmante.
—No puede ser —exclamó la reina.
—Mucho me temo que sí, su alteza —dijo Edward.
Edward era un joven hombre de cabello marrón, lentes con carcasa negra y su uniforme era de terciopelo rojo oscuro con negro. Era la mano derecha de la reina.
—¿Esta información cuándo la recibiste? —preguntó la reina.
—Hace unos instantes, mi reina. Vine lo antes posible para informarle sobre lo que puede acontecer en el reino —dijo Edward.
La reina tomó una bocanada de aire para luego soltarla con algo de preocupación.
—No puedo creerlo, esto podría traer una crisis al reino, no puedo permitir que eso pase, pero...
—¿Que sucede, majestad? —preguntó Edward dando un paso hacia la reina.
—La última crisis fue hace treinta años cuando comenzaba mi reinado, en ese momento tenía la mente fresca y llena de ideas nuevas. Después de dos matrimonios fallidos, el maltrato y la opresión que sentí todas esas ideas se esfumaron... Y mis ánimos también —comentó la reina y se dió la vuelta para ver su trono majestuoso y brillante trono—. Además, ya estoy mayor para esto.
—¿A qué se refiere con eso, su alteza? —preguntó Edward intrigado.
—Tal vez sea hora de abdicar el trono —respondió la reina.
—¿¡QUE!? Pero, reina Valeria, su mandato aún no termina, le quedan unos diez años más —recalcó Edward.
—Eso lo sé —la reina se volteó para ver a Edward—, pero mis hijas tienen más estudios, nuevas ideas, valía y han tratado más con los habitantes que yo. Estoy segura de que cualquiera de ellas está lista para el trono.
—¿Cualquiera de ellas? ¿Está diciendo que no le dará la corona a Sasha, su primogénita? —Edward seguía preguntando confundido.
—En vista de que está por llegar una crisis económica y sanitaria al reino debo evaluar cualquier posible candidato al trono. La única que no podra tener oportunidad para heredar será Leicy ya que es muy joven, pero Sasha, Victoria y Dalilah tienen cualidades muy notables. Cualquiera podría gobernar justa y sabiamente —explicó la reina.
—¿Cree que abdicar es la mejor opción para enfrentar esta crisis? —preguntó Edward.
—¿Que otra opción me queda? —preguntó la reina con el ceño fruncido debido a la falta de opciones—. Tu sabes por las cosas que pasé, sabes que esos ánimos de seguir adelante con la corona abandonaron mi cuerpo desde hace años, después de que enviudé sentí un gran alivio, pero ya era una mujer mayor. Ni aunque quisiera podría retomar mi antigua vida, mi cabeza ya no tiene esa capacidad y mi cuerpo mucho menos, pero mis hijas sí. Todas fueron adoctrinadas por los mejores eruditos del reino, yo misma me aseguré de ello. Ellas tienen la mente más fresca y enfocada, tienen más oportunidades que yo para superar este aprieto —explicó la reina.
—De acuerdo, pero... ¿Quien será la próxima reina? —preguntó Edward.
La reina se quedó en silencio unos segundos, sabía perfectamente que Sasha es su primogénita y que por derecho el trono le pertenece, aunque esta crisis necesitaba una persona más atrevida y sagaz como Victoria, pero ella portaba algunas actitudes poco aceptables, por otro lado, Dalilah es respetada y honrada por la caballería, se ha familiarizado con los súbditos con el poco tiempo que tiene de ser princesa y porta un gran corazón, pero Sasha fue dotada de sabiduria e inteligencia, es mucho más estratégica que sus hermanas. Mientras más pensaba más vueltas daba su cabeza, todas tenían cualidades excepcionales, pero también debilidades. Necesita que la siguiente reina fuera determinada, eficaz, sagaz, respetable, honorable, justa, honesta, condescendiente, compasiva, gentil, sabia e inteligente. Suspiró algo frustrada debido a que tanto pensar le generaba dolor de cabeza.
—No puedo tomar una decisión, todas tienen cualidades que las hacen la candidata perfecta, pero no sé cuál es la más indicada para abordar este problema. Tendré que convocar una junta en la corte real para elegir a la próxima reina —dijo la reina.
—Entiendo, su majestad. Le haré saber a todos que habrá una junta —comentó Edward.
—diles que vengan lo antes posible, no quiero tener que esperar a que el caos invada el reino antes de que alguna de ellas porte la corona —añadió la reina.
—A sus ordenes, su alteza. Con su permiso me retiro para llamarlos a la corte y luego volveré a informarle la hora en la que se llevará a cabo la junta —comentó Edward.
—Tienes mi permiso para retirarte. Vuelve rápido con una respuesta —exigió la reina.
—Desde luego, su majestad —hizo una reverencia, dió media vuelta y caminó rápido para ir en busca de los nobles que conforman la corte real.
La reina miraba a su concejal mientras se escuchaba cada paso que daba hasta que llegó a las puertas y las cerró, el silencio invadió la habitación, la reina se había quedado sola en aquel lugar tan grande y luminoso, se dió la vuelta y comenzó a caminar hasta el trono principal, el trono en el que se sentaba, al lado de este trono se encontraba el otro trono, el de su esposo Arthur. Subió tres escalones y pasó su mano delicadamente por el reposabrazos derecho, miraba cada detalle del trono, sentía el frio del metal y la suavidad del terciopelo.
Luego, subió lentamente ambas manos a su cabeza hasta sentir el terciopelo que tenía la base de su corona, la levantó y se la quitó, la sostuvo con ambas manos frente a ella.
La corona es grande y brillante, hecha por completo de plata pura con múltiples zafiros y diamantes que la adornaban, terciopelo tan sedoso como el algodón y lineas negras como mechones que rompían esa pulcritud del blanco, pero no le quitaba elegancia. También portaba cuatro florines con zafiros grandes en el centro de cada uno y diamantes a su alrededor, además de un orbe cruzado encima y debajo de este se podía apreciar la tela de ceda azul y brillante con perlas esparcidas.
La reina respira profundamente con los ojos cerrados y luego exhala lentamente, el aire que generó movió levemente el terciopelo de la corona. Abrió los ojos, vio la corona y se la volvió a colocar sobre su cabello.
—Ahora que lo pienso, deberíamos de aliarnos con reinos de occidente para asegurarnos de no tener problemas cuando llegue la plaga. Hablaré de eso en la corte —se dio la vuelta y comenzó a caminar.
Llegó a las grandes puertas de madera tallada, las abrió y luego las cerró, siguió caminando en busca de su esposo para darle la noticia de la junta con la corte real y su renuncia al trono.
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