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Capítulo XIV: En la enfermería

La mañana siguiente en la capital de Nordelia, la lluvia se había detenido, pero aun se sentían frívolas ventiscas, esto alertaba a los habitantes del reino de que el verano estaba por llegar a su fin. Las personas empezaron a abrir las ventanas y a salir de sus hogares para volver a sus responsabilidades laborales y hogareñas.

Dakota sale del taller y se dirige a una panadería con un pequeño saco tejido el cual era apenas del tamaño de su mano. Llevaba en el varias piezas de oro para comprar pan, pero antes de entrar a la tienda escucha las herraduras de los caballos golpeando contra el suelo, y no eran personas cualquiera, eran los guardias, venían rápidamente apartando a las personas del camino.

Ellos cabalgaron rápidamente hasta que pasaron frente a Dakota quien se percató de que Nathaniel tenía la cabeza baja y que las cuerdas de su caballo las tenia otro caballero, sumado a eso también vio una mancha de sangre que corría por la montura del caballo.

—¿Nathaniel? —fue lo único que fue capaz de expresar Dakota.

La guardia siguió su camino, excepto por Esaú quien llevaba en su caballo a la joven Diana, la mujer de Truhanía. El Sir detuvo su caballo cerca de Dakota para hablar con él.

—Dakota —exclamó el jefe de la guardia para llamar su atención—. El Sir Nathaniel me dijo que te llevara a la enfermería del palacio.

—¿Que le pasó a Nathaniel? —preguntó.

—Fue apuñaleado en una pelea, tres contra uno.

—¿Solo tres? Nathaniel a peleado contra seis, ocho o hasta diez al mismo tiempo, ¿quien lo apuñaleó?

—Dijo que te contaría allá. Apresúrate —dijo Esaú para luego ver a Diana—. Y tu sujétate fuerte, iremos al palacio —Comenzó a cabalgar rápidamente para alcanzar a su grupo.

Dakota corrió hacia su taller, lo cerró y se montó sobre Orión para ir al palacio, no había tiempo de cambiarse la ropa, así que tenía que alcanzar a los guardias para que lo dejasen entrar con ellos para así poder ver a su amigo.

Un rato después, los guardias estaban entrando y Dakota apenas llegó cuando cerraban las rejas, Esaú habla por él y lo dejaron pasar, luego de eso, dejan a sus caballos en un establo y ellos junto con Diana se dirigen a la enfermería de los caballeros del palacio.

Una vez allí, los tres aprecian como dos guardias tomaban los brazos de Nathaniel mientras estaba sentado en la camilla y se acercaron a él.

—Nathaniel, ¿estas bien?, ¿que te pasó? —preguntó Dakota.

Nathaniel levanta levemente su cabeza, se notaba pálido, había perdido mucha sangre debido a la puñalada y por no haber sido atendido inmediatamente, sus ojos a medio cerrar observaban a Dakota mientras sonreía de lado.

—Estoy bien... Descuida —Dijo Nathaniel en voz baja—. Solo cansado.

Un médico de piel bronceada, cabello corto azabache y barba rasurada se acercó a Nathaniel desde el otro lado de la camilla colocándose detrás y con una cuchara de metal al rojo vivo, le hizo una seña con la mirada a los guardias que tenían agarrado los brazos de Nathaniel para que no lo soltaran e impedir que él se moviera. Luego, sin previo aviso, pegó la cuchara caliente.

Nathaniel pasó de pálido a rojo en menos de un segundo, apretaba los dientes con fuerza al igual que sus ojos, su ceño estaba fruncido y, aunque trataba de controlarse, no pudo evitar contraer sus brazos y enderezar su espalda tratando de alejarse del metal caliente que le generaba un gran dolor y ardor en su ser.

El medico, luego de unos segundos, retiró la cuchara y Nathaniel respiraba agitadamente tratando de recuperar el aliento perdido. El medico colocó la cuchara dentro de una taza de barro con agua, mientras que Nathaniel levantaba la mirada.

—Víctor —exclamó Nathaniel para luego mirar hacia atrás por sobre su hombro.

—Sorpresa, sorpresa —exclamó el medico para luego retirarse.

—¡Te odio con toda mi alma! —dijo Nathaniel.

—¡Corrección: me adoras! —dijo el medico antes de salir de la enfermería.

Dos enfermeras con tónicos a base de hierbas y vendajes se acercaron a Nathaniel. la mas baja y de cabello rojizo comenzó a vendar a Nathaniel, mientras que la otra de cabello rubio le entregaba al vaquero el tónico para que recupere fuerza.

—Voy a matar a ese sujeto exclamó Nathaniel mientras lo atendían.

Los guardias soltaron sus brazos y retrocedieron dejando que Dakota junto con Diana se acercaran a él para hablarle.

—Me alegra ver que el color regresó a tu rostro —dijo Dakota.

—Y pensar que creí que lo más grave que me hicieron fue partirme el labio, me equivoqué, lo peor que me ha pasado es conocer a ese médico —su mirada se dirigió a Diana—. Cada vez que vengo con algún corte o puñalada viene con esa bendita cuchara a cauterizar la herida, pero siempre es él, nadie más, ¡él! Es como si le gustara verme así —se quejaba.

Las enfermeras se retiraron y los guardias se despidieron de Nathaniel, incluyendo Esaú. Solo quedaron Nathaniel, Diana y Dakota.

—Oye, me has contado que has peleado contra varios a la vez, ¿como es posible que estos tres sujetos lograron derribarte y herirte? —preguntó Dakota.

—si no hacía algo esta bella dama iba a sufrir mucho —contestó Nathaniel para luego ver a Diana—. ¿Ya te revisaron?

—No es necesario, ya me siento mejor —dijo Diana con una sonrisa.

—Me alegra saber eso —dijo Nathaniel, luego pocedió a presentarlos—: Diana, él es Dakota, el mejor herrero del reino y mejor amigo de tu servidor; Dakota, ella es Diana, una habitante del pueblo de Truhanía.

—Un gusto conocerte, señorita —dijo Dakota.

—El gusto es mío, caballero —dijo Diana.

—Ahora bien —dijo Nathaniel—. A Diana la iban a atacar tres sujetos que conocí cuando vivía en Truhanía. Los que me molestaban a cada instante, ya te había hablado de ellos. No los reconocí en un principio, pero luego me acerqué y supe que eran ellos. Creo que eso me desconcentró y por eso me derribaron.

—Oh, ya sé a quienes te refieres —dijo Dakota.

En ese momento, las princesas Dalilah y Sasha llegan al lugar con rapidez para ver como se encontraba Nathaniel.

—Nathaniel —dijeron al unísono.

—¡Majestad! —exclamó Diana haciendo una reverencia.

—¿Estas bien? —preguntó Dalilah.

—Fue un leve rasguño, no es para tanto.

—No hace falta que hagas reverencia, joven doncella —dijo Sasha para luego caminar hasta Nathaniel y tomar su mano con delicadeza —¿Seguro que no fue nada, Sir Nathaniel?

—El simple hecho de que usted se haya tomado la molestia de venir a verme hace que me sienta mil veces mejor —dijo Nathaniel con una dulce sonrisa.

—No te hagas ilusiones, pelirrojo. Cómo futura reina debo saber cómo se encuentran mis soldados y eso te incluye —aclaró Sasha.

—Igual cuenta —dijo Nathaniel provocando que Sasha soltará una leve risa.

—Bueno —exclamó Dakota—. Me alegra que estés bien, pero necesito irme —retrocedía lentamente mientras le hacía señas con la mano a Dalilah y a Diana para que también se fueran con él.

—Sí, yo también debo retirarme, mi padre me había dicho que lo ayudara en algo. Y Diana, creo que el Sir Esaú te buscaba para hacer un reporte o algo así. Deberías venir.

—Oh, claro. Cuídate Nathaniel.

—Lo haré, gracias por venir. Hablamos más tarde —dijo Nathaniel.

—Yo me quedo —dijo Sasha y volteo a ver a Dalilah, Dakota y Diana—. Tengo que hacer un reporte y luego te alcanzo, Dalilah

—Está bien, nos vemos después —dijo Dalilah.

Nathaniel le daba las gracias a Dakota con las manos juntas y sin soltar una sola palabra para que Sasha no lo escuchara, sabía que Dakota había hecho eso para que él tuviera un momento a solas con Sasha, aunque fuera solo unos minutos. Dakota, Dalilah y Diana se retiraron dejándolos solos.

Unos minutos después, Esaú estaba hablando con Diana mientras que Dakota y Dalilah se encontraban hablando sentados en un banco de madera en el patio.

—¿Como te ha ido en tu nueva vida de princesa? —preguntó Dakota.

—Bien —contestó Dalilah—. Sasha y yo ya nos llevamos mucho mejor y Leicy es como la hermana menor que nunca tuve. Aunque Victoria sigue sin querer hablarme, no sé por qué no le caigo bien.

—No me sorprende que te trate así. Según, dicen los rumores, su padre era una persona muy amable y gentil, pero cuando cruzaba las puertas del palacio era otra historia. No sé sabe si hubo golpes, pero algo tuvo que pasar. Trataron de mantenerlo a puertas cerradas para que nadie se enterara de lo que acontecía en el palacio, pero qué sé yo... Solo soy un plebeyo que vive apartado.

—Eres más que un simple plebeyo, Dakota —Dalilah colocó su mano sobre la de Dakota y lo miraba dulcemente.

Esa sonrisa provocó que Dakota también sonriera con las mejillas algo rojas, en verdad le agradaba estar cerca de ella.

—Dalilah. Yo...

—Buenos días, majestad -dijo Benjamín interrumpiendo a Dakota. Apareció sin que ellos se dieran cuenta—. Disculpe la intromisión, princesa. Su padre la solicita en el salón real.

—¿Urgente? —preguntó Dalilah.

—Sí —respondió Benjamín.

—Está bien —Dalilah acercó su rostro al de Dakota y depósito un pequeño beso en la mejilla—. Nos vemos otro día, Dakota.

—Debo decir que ustedes dos se ven excelentes juntos —dijo Benjamín mientras que Dalilah se levantaba—. Y no se preocupen por mí, soy un caballero y los caballeros tenemos mala memoria. Sígame, princesa.

Benjamín se da la vuelta y empieza a caminar junto con Dalilah quien se despide con la mano de Dakota para luego seguir su camino.

Dakota apoyo sus codos en las rodillas mientras que sostenía su mentón con la mano izquierda con sus dedos en la mejilla que había sido besada por Dalilah y suspiró mientras se pintaba una sonrisa en su rostro.

—Debo admitir que me tiene loco —dijo Dakota, pero la voz de una mujer le impidió seguir hablando.

—Dakota —decía Diana mientras se acercaba rápidamente a él.

Dakota se levanta para recibirla con un apretón de manos, pero ella se tropieza y Dakota, con un movimiento rápido, la atrapa antes de que golpeara su cabeza con el banco.

—¿Estás bien? —pregunta Dakota.

Diana se sonroja y suelta una pequeña risa nerviosa, estaba apenada por lo que acababa de pasar.

—S-sí, estoy bien —dijo aún sonrojada.

Dakota la levantó y se apartó de ella.

—Debes tener más cuidado por dónde caminas —dijo Dakota.

—Lo tendré en cuenta —dijo Diana para luego darle un rollo de papel casi amarillo y con un listón rojo—. Nathaniel me dijo que tú me podrías ayudar con un trabajo. Este es un permiso para trabajar firmado y sellado por mi padre un gran herrero de la familia Dupain —Dakota toma el rollo, lo abre y empieza a leerlo—. Me preguntaba si me podrías ofrecer un puesto de trabajo en tu herrería.

Dakota se pasa la mano por el cabello mientras examinaba el permiso, parecía ser verídico así que levantó la mirada y vio a Diana «no parece herrera, tendré que ponerla aprueba para ver sus capacidades primero» pensó.

—De acuerdo —volvió a enrollar el permiso, lo ató con el listón y se lo devolvió a Diana—. Tendré que ponerte aprueba antes de darte algún trabajo.

—Póngame todas las pruebas que usted quiera, le demostraré que puedo con ello —dijo Diana entusiasmada.

Dakota soltó una pequeña risa antes de hablar.

—Solo será una —aclaró.

—De acuerdo —dijo Diana.

Se quedaron hablando unos minutos más mientras que Sasha y Nathaniel conversaban. Dakota quería ver a Nathaniel una última vez antes de irse así que esperaría a que estuviera disponible. Dakota sabía que nadie iba a visitarlo mientras estuviera recuperándose, solamente él y quizás Tobías.

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