Capítulo VI: La revelación
Al día siguiente, todos en el palacio estaban montando decoraciones, ordenando mesas, colocando sillas en el patio, preparando el menú, limpiando y puliendo cada rincón del salon de baile, esto solo por si comenzaba a llover.
Las princesas se encontraban duchandose, arreglándose y sus sirvientas las ayudaban a escoger entre sus prendas los vestidos más bonitos, pero adecuados para la boda de su madre, Dalilah por otro lado estaba ayudando a su padre a lucir brillante para la noche más importante de su vida.
-Querida, sabes que aquí tenemos sirvientes, no tienes que ayudarme -decia el duque mientras Dalilah lo peinaba.
-Lo sé, pero no puedo resistirme a hacerte lucir galán para tu boda -soltó el peine en el tocador.
-¿Y que hay de tí? También debes arreglarte.
-Lo haré en un rato, por ahora me encargo de tí. ¿O acaso quieres que la reina salga corriendo al verte de pie en el altar?
-¡Ja! Que graciosa -se levanta del asiento-. ¿Bailaras con alguien en el festín después de la boda? -pregunta con una sonrisa.
-No lo sé -acomodaba el cuello del atuendo de su padre-. Tendría que conocer a alguien primero ya que a los únicos que conozco en este lugar son a ti, a la reina, a las princesas y al Sir. Nathaniel
-¿Solo a nosotros? ¿No conoces a nadie más? -la sonrisa que tenía se le borró del rostro.
-¿En todo el reino? Solo a ustedes, porque aún confundo a algunos sirvientes -dio un par de pasos atrás-. Listo. Te ves perfecto.
El duque se ve en el espejo, pero los pensamientos impiden que haga gestos.
-¿Que pasa? ¿No te gusta cómo te ves? -pregunta Dalilah pasando su mano derecha por su cabello.
-Claro que me gusta -gira hacia ella-. Solo pensaba.
-¿Sobre qué?
-Tu no te preocupes -sonríe y abraza a Dalilah-. Gracias por ayudarme a lucir bien para la boda, ahora deberías ir a arreglarte, vienen personas de otros reinos y no debemos lucir menos que ellos.
-Por supuesto, padre. Iré a cambiarme -comenzó a caminar a la salida-.Hablando de ellos, ya deben de estar por llegarar. Nos demores mucho en salir de aquí. Nos vemos en un rato.
Dalilah abre la puerta y se va de la habitación, el duque ve la puerta y se refleja algo de decepción en su rostro, suelta un suspiro y se mira en el espejo.
-No te preocupes tanto, Arthur. Así fue al principio contigo, también será igual para Dakota y para ella.
Se acercaba el atardecer y varios carruajes comenzaban a llegar, de estos bajaban Lores y Ladys, condes y condesas, vizcondes, barones y demás nobles del reino. Además de algunos nobles como duques, condes y príncipes de otros reinos.
Benjamín, junto con otros mayordomos, llevaban a los invitados al patio dónde se realizaría la boda.
Habían músicos esperando el momento en que la reina hiciera su entrada.
El duque se dirigió al patio dónde Benjamín lo presenta ante todos y camina al altar mientras saludaba cordialmente a los invitados, algunos de ellos le preguntaron si sabía quién fue la persona que habia hecho el escudo famuliar de plata que estaba en lo mas alto de la fuente, este les conresta que fue un joven herrero del reino de nombre Dakota quien conoceran en un rato.
Siguió caminando y saludando hasta que vio a las princesas Sasha, Victoria y Leicy, se veían preciosas con sus vestidos. Sasha con un vestido verde olivo con escote de corazón y su cabello recogido, Victoria traía un vestido sirena color lila con pequeñas mangas de tul que estaban por debajo del nivel de sus hombros, su cabello estaba recogido con flequillos a los lados de su rostro y Leicy tenía un vestido de falda ancha color azul pastel con su cabello suelto.
-Se ve excelente, duque Arthur -dijo Sasha.
-Muchas gracias, ustedes también se ven muy elegantes.
-Siempre lucimos elegantes, duque; pero está es una ocasión especial -dijo Victoria.
-¿Ahora vas a ser nuestro padre? -preguntó Leicy.
-No planeo imponerme como su padre si no me quieren ver así, pero sin duda alguna me esforzaré para ser su figura paterna, aunque ya estén mayores.
Siguieron conversando mientras que Dakota y Nathaniel estaban en la habitación de invitados donde el herrero pasó la noche.
Nathaniel vestía un traje verde musgo con su típico sombrero vaquero, mientras que Dakota se vestía dentro del vestidor.
-Date prisa, Dakota. La boda empezará y tú todavía Estarás cambiándote.
-No tienes por qué apresurarme -salió del vestidor-. Las costureras hicieron un buen trabajo.
Vestía un traje vinotinto bastante elegante con zapatos de tacón y se había peinado el cabello.
-Uf, con ese traje Dalilah se derretirá al verte -dijo sarcásticamente con una sonrisa
-Cállate, imbécil -dijo Dakota mientras caminaba al tocador.
Nathaniel empezó a reír y caminó hasta Dakota.
-¿Por qué tan agresivo? -siguió riendo- Solo estoy jugando. Seguramente te verá atractivo, pero no intentes hacer que te recuerde, solo te tomara por loco si le insistes.
-Ya me tomó por loco anoche -se dió la vuelta hacia Nathaniel-. Pero no pienso ceder. No seré tan directo ni tampoco le voy a insistir, pero si pienso reconectar con ella.
-Será difícil ya que ella vive aquí en el palacio y tú allá en el bosque, además de que eres un plebeyo, yo por lo menos soy Sir y trabajo para la corona real como guardia.
-Ya veré como hago, por ahora me conformaré con que hablemos.
-Como digas. Vámonos que empezarán sin nosotros.
Los amigos salieron de la habitación y se dirigieron al patio, tomaron sus asientos, el duque esperaba en el altar y los músicos comenzaron a tocar anunciando la entrada de la reina. Ella estaba vestida con un hermoso vestido de línea A color marfíl con pedrería en todo el escote, collar de diamantes, cabello recogido con un velo brillante con pedrería que caía por su espalda hasta el suelo, en sus manos un ramo de flores blancas y azules.
Todos la veían mientras caminaba hasta el altar, en el rostro del duque se reflejaba una sonrisa al igual que en el rostro de la reina. Al llegar, el sacerdote comenzó a hablar, la pareja leyó sus votos y finalmente llegó el momento más esperado, la pregunta del "si, acepto", se miraron dulcemente, pero también con deseo por el otro.
-Ahora los declaro marido y mujer, puede besar a la novia -dijo el sacerdote.
El duque toma por la cintura a la reina, la acerca a su pecho y la besa dulcemente en sus labios mientras que los presentes aplaudían.
Todos se trasladaron al salón de baile para el festín y para bailar en honor a la reina y al nuevo consorte real, la reina aprovecho para presentar a Dakota ante todos.
-Buenas noches a todos -decia la reina- primero que nada, gracias por haber asistido a esta mi boda con el duque, aprecio mucho que se Allan tomado el tiempo para venir. Y en segunda, sé que muchos de ustedes se han estado preguntando quién habrá sido el creador de este nuevo escudo y las esculturas del mismo -decia señalando el escudo familiar de oro que se encontraba en la pared arriba de los tronos-. Pues esta ardua labor fue llevada a cabo por un joven herrero de mucho talento de mi nación: Dakota Montero.
Nathaniel llevo a Dakota cerca de la reina mientras que los presentes aplaudían y murmuraban entre ellos, aunque la mayoría parecian estar impresionados ya que no se esperaban que un joven fuera el creador de estos escudos.
Dakota no pudo evitar sonreír al ver que a todos les gustaba su trabajo.
-¿Ves, joven Dakota? -exclamó la reina- Todos aquí les gusta tu trabajo, tal vez consigas muchos otros contratos con estos nobles.
-Eso creo. Muchas gracias, majestad -dijo Dakota.
-No hay de que -la reina levantó su mano derecha para que cesarán los aplausos-. Podemos seguir con el festín -chasqueo los dedos y los músicos comenzaron a tocar música.
El duque se acercó e invitó a bailar a la reina y mientras ellos bajaban los escalones para bailar Dakota se percató de que Dalilah lo veía, ella tenía un vestido línea A color rosa viejo con una tiara plateada y una gema azul, ambos cruzaron miradas y Dalilah se dió la vuelta para salir del lugar.
Unos minutos después, Dalilah se encontraba en un balcon del patio algo oscuro, habían plantas, un par de faroles, pero nada más, ella veia la luna, las estrellas y nubes que pasaban por delante de la luna. Ella estaba reclinada sobre el muro de piedra y con una mano sosteniendo su quijada.
Dakota se la vio y decidió acercarse para hablarle.
-¿Princesa? -Dalilah se dió la vuelta y vio a Dakota- ¿Se encuentra bien?
-Claro, solo necesitaba algo de aire -respondió Dalilah.
Dakota da un par de pasos hacia ella y se coloca a su izquierda.
-¿Está segura? Puedes hablar conmigo si algo pasó
-¿Eres amable conmigo porque soy la princesa?
-No. Siempre soy amable con todos sin importar su título.
-Pero esa amabilidad que usas conmigo no es con la que todos tratamos a las demás personas normalmente, es más como empatía o cariño y no puedes decir que tratas con cariño a todos los que se crucen en tu camino.
-Es cierto, no trato a todos con cariño. Solo a los que de verdad les tengo cariño los trato así.
-¿Me tienes cariño? -Dalilah miro fijamente a los ojos de Dakota .
-Claro que sí, Dalilah. Desde el día en que te conocí... Y no me refiero al lunes.
-¿Desde cuándo nos conocemos? -preguntó Dalilah.
-Desde muy niños y no te confundo con alguien más como dijiste anoche. Tu y yo éramos mejores amigos.
-Siento que dices la verdad, pero no estoy segura, no sé que creer.
Dakota pensó un segundo, miro alrededor como si buscará algo y señaló la gema azul que tenía en su collar.
-Esta gema la tienes desde hace años, es un zafiro y siempre la usas con todo, sin importar si combina o no. Originalmente no tenía diamantes, solo una cuerda de cuero negro algo desgastado.
-¿Cómo sabes eso? -preguntó Dalilah.
-Yo fui quien te lo regaló y siempre la llevabas a todos lados... Incluso el día en que te mudaste... La muerte de tu madre fue un duro golpe para ti y para tu padre, así que decidieron mudarse uno o dos meses después de su partida. Prometimos que nos volveríamos a ver, pero jamás volviste. Incluso te envié cartas, pero nunca recibí respuesta alguna, como si no quisieras hablar conmigo. Quería visitarte, pero nunca pude salir del reino.
-¿Cartas? ¿Tu enviabas cartas? ¿Con dibujos, petalos y así? -preguntó
-Sí. ¿Las recibiste? ¿Por qué nunca me contestaste?
Dalilah se entristece, se da la vuelta y levanta la mitad de su cabello revelando una gran cicatriz cerca de la nuca.
-¿Tines una cicatriz? -Dakota se preocupó- ¿Que te pasó?
-Tuve un accidente en el carruaje con mi padre hace diez años -solto el cabello y se dió la vuelta hacia Dakota-. Desperté dos semanas después. No sé cómo fue el accidente o por qué, solo se que cuando desperté no recordaba nada... Ni siquiera quien era yo. Y hasta el sol de hoy sigo sin saberlo, solo sé lo que se supone que debo ser, más no sé quién soy en realidad... No me conozco a mi misma.
Dakota se entristece, nunca se había imaginado que su amiga habría pasado por un accidente o que perdiera la memoria.
-No es que te haya olvidado, es que realmente no puedo recordarte. Pero te confieso esto porque siento que puedo confiar en tí, no sé porqué siento eso, pero lo siento -agregó Dalilah.
-De haber sabido eso hubiera buscado la forma de encontrarte en Florencia.
-Descuida... Aunque lo hubieras hecho no te podría haber reconocido.
-Puedo ayudarte a recordar.
Dalilah nego con la cabeza.
-Los médicos dijeron que jamás podré recordar lo que fue mi vida antes de ese accidente, solo destellos y con mucha suerte. Este collar es uno de esos destellos, una casa en el bosque es otro destello, pero lo demás es trivial.
-De acuerdo, tal vez no puedas recuperar tu memoria, pero puedo ayudarte a que te conozcas a ti misma. Probablemente fue tu padre quien te ayudó, pero faltan las otras cosas que hiciste y jamás contaste a tu padre.
-Si hacemos cuentas yo me mudé cuando tenía once años, ¿que podría recordar?
-Tu vida de campo, tu vida antes de la nobleza, la etapa más feliz de tu vida seguramente y también nuestra amistad.
-¿Me ayudarías a recordar?
Dakota toma sus manos y la ve fijamente a los ojos con dulzura.
-Haré mi mejor esfuerzo -Dalilah sonríe ante el gesto de Dakota-. Será un duro trabajo, vamos a tener que estar hablándonos y tal vez debamos volver al campo para ayudarte a recordar.
-Eso suena a cita -dijo Dalilah.
-¿Cita? Claro que no. Solo te pido que caminemos solos tu y yo por el campo y tal vez comer algo -Dalilah suelta una pequeña risa.
-Eso suena como una cita -Dalilah comenzó a sonreír
-Claro que no -dijo Dakota seriamente.
-Golpearme solo me quitó la memoria, no mi capacidad de análisis.
Dalilah empieza a reír y Dakota se une a ella. Así estuvieron toda noche, hablando y conversando.
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