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Capítulo IX: Conversaciones y té

El sol indicaba que eran cerca de las tres de la tarde en el reino de Nordelia. Dalilah, Sasha y Leicy se encontraban en el patio, estaban sentadas sobre una manta en el césped conversando acerca de cualquier cosa que cruzara por sus mentes. También tenían algunos bocadillos y té para que la plática fuera más amena.

-Oigan y ¿qué les pareció la boda? -preguntó Leicy.

-Fue muy bonita y conmovedora, sobre todo los votos -decia Sasha-. Aunque aún me duelen los pies gracias a los nobles con quienes bailé.

Leicy se ríe un poco al escuchar a su hermana.

-Por cierto, el último con quién bailaste creo que se había enamorado de tí -dijo Leicy.

-¿Quien? ¿El ruido? Era lindo, pero me disgusta que interrumpan mi lectura.

-Creo que tú pareja perfecta sería un personaje de tus libros -dijo Dalilah causando la risa de Leicy.

-No lo dudes. Sasha sería capaz de casarse con alguno de ellos si fuera real -dijo Leicy.

-Claro que no -nego Sasha-. Aunque no estaría mal que alguno de ellos existiera en la vida real.

-!Ahi están! -pronuncio una voz.

Las chicas voltearon a sus espaldas y vieron a Victoria parada con las manos en ambos lados de su cadera, tenia una expresión seria en su rostro.

-Las estuve buscando toda la tarde, creí que nos íbamos a probar los vestidos hoy -dijo Victoria.

-¿Era hoy? -preguntó Leicy.

-Sí -dijo Victoria con una leve sonrisa-. ¿Que esperan? ¡Vamos!

-Victoria, con gusto iremos contigo, pero más tarde, estamos en medio de un pequeño picnic -dijo Sasha.

-¿Quieres unirte? -preguntó Leicy.

-¿Unirme? -dijo Victoria con su mano derecha sobre su pecho.

-Claro -dijo Dalilah sonrientemen-. Ven, hay espacio para una más.

Victoria no reacciona ante el comentario de Dalilah, solo la ve de arriba abajo con algo de desprecio y aclara su garganta.

-No, gracias. Prefiero esperar a que terminen.

-Animate, hermana. Sería más divertido si estamos las cuatro juntas -dijo Leicy.

-Ya dije que no -dijo Victoria frunciendo levemente el ceño-. Las espero a ti y a Sasha en mi habitación, habrá fresas y chocolate -se da la vuelta y se retira del lugar.

Las chicas la ven irse seriamente, Dalilah se sirve una taza de té, mientras que Sasha y Leicy se veían con algo de pena reflejada en sus rostros.

-Lamentamos el comportamiento de nuestra hermana, no debió excluirte -dijo Sasha.

-Sí, no te molestes con ella. Siempre es así con todos al principio -dijo Leicy.

-¿Quién dijo que estoy molesta? -Dalilah toma un sorbo de té-. No es la primera vez que me tratan así, después de todo nací en el campo. Muchos nobles me juzgan a mi y a mi padre por no ser de sangre azul, pero aquí sigo.

-Te juzgan mucho, ¿cierto? -preguntó Sasha.

-Lamentablemente sí.

-No entiendo porqué te juzgarían. Eres muy amable, gentil, bonita y mucho más noble que otros de sangre azul pura -dijo Leicy.

-La triste realidad es que muchos verán solo aquel detalle que te hace diferente al resto y a muchos eso les disgusta. Mi detalle es que soy una plebeya de nacimiento y no cualquier plebeya, una chica de campo. Hay mucha más presión sobre mi ya que lo que se espera es que cometa un error y aún cuando actuó mejor que otros herederos seguirán viendo a una chica de campo jugando a las princesas.

-Vaya... -exclamó Leicy- No tenía idea de la presión que tienes encima.

-Ni yo... -dijo Sasha.

-Descuiden, no suelo hablar esto con cualquiera.

-Eso significa que Dakota lo sabe -dijo Sasha tratando de cambiar de tema.

-¿El herrero? -preguntó Leicy.

-Sí, si lo sabe -respondió Dalilah.

-Te contaré un secreto, Dalilah -Sasha se acerca al oído de Dalilah y comienza a susurrarle-. Leicy está enamorada de él.

-¿Qué? -dijo Dalilah y comenzó a reír.

-¿Qué le dijiste Sasha? -Preguntó Leicy.

-Nada... Solo tu atracción por los Hércules de la vida real -dijo Sasha sirviéndose una taza de té.

Leicy no entendió lo que quiso decir Sasha, solo pestañeo dos veces tratando de analizar lo que ella habia dicho

-No comprendo lo que... ¡OYE! -se dió cuenta y se sonrojó-. Dalilah, no es cierto. Es una mentirosa.

Sasha empieza a reír por la acusación que Leicy acababa de hacer.

-Tus mejillas me dicen otra cosa -Dalilah sigue riendo luego de decir eso.

-Él es muy mayor para tí, como diez años mayor -dijo Sasha.

-Si te refieres a lo que dije anoche, me refería a que tiene un buen físico. Nunca dije que lo quisiera para mí - se cruza se brazos y mira para otro lado algo indignada, pero aún sonrojada.

-Esta bien, si tú lo dices -dijo Sasha.

Las tres siguieron hablando hasta que se terminó el té y los bocadillos para luego ir al palacio, Sasha y Leicy a la habitación de Victoria y Dalilah a su habitación.

Ya había caído la noche en el reino. En la cabaña de Dakota, él ya había terminado la hojilla de la espada, esta era de doble filo y con dos acanaladuras a cada lado, un diseño muy común de las espadas de la guardia y caballeros del reino, y su padre lo había ayudado a hacer el mango de la espada. Se la colocaron a la espada e hicieron un diseño de trenzado con cuero sobre esta empuñadura para que sea más fácil agarrar la espada y para terminar, ambos colocaron "Montero" donde la hojilla emerge de la empuñadura, justo arriba de esta y a ambos lados de la espada.

-Wow... -exclamó Nathaniel al ver la espada terminada- Una espada hecha por los dos mejores herreros del reino no tiene precio.

-Ahora que lo dices -Joseph pone su mano izquierda sobre el hombro de Nathaniel-. ¿Cuánto y cuando pagarás por esto?

-¿A poco debo pagar? -soltó una risa- No se preocupen, el dinero está en la montura de Ráfaga.

-Menos mal, mi padre es capaz de romper la espada si no pagas -dijo Dakota cruzado de brazos.

-Ya no, no tengo la misma fuerza que antes, pero igual puedo ponerte en tu lugar si no pagas je je.

-En ese caso mejor corro a buscar el dinero. Ya vuelvo -dijo Nathaniel.

El vaquero pelirrojo empezó a caminar para buscar el dinero.

-Hace tiempo que no hago un trabajo de herrería contigo -dijo Dakota.

-Sí... Recuerdo que cuando eras un niño de siete años intentaste ayudarme a recoger las cosas después de forjar una espada y lo único que lograste fue manchar toda tu ropa y cara de carbón -Joseph soltó un risa, pero también tosió después de reír.

-¿Estás bien, padre? ¿Te traigo un vaso con agua?

-Sí, por favor.

Dakota se movilizó a buscar un poco de agua para su padre. Una vez que Dakota se fue, Joseph siguió tosiendo un poco más hasta que entró Nathaniel.

-¿Está bien, seño Montero? -preguntó Nathaniel.

-Sí, estoy bien -dijo Joseph.

Dakota llegó y le entregó el agua a su padre, este la tomó y le entregó el vaso a Dakota.

-Gracias, hijo.

-Deberias descansar, estar despierto desde que llegastes aquí -dijo Dakota.

-Estoy de acuerdo, debería descansar -dijo Nathaniel.

-Sí, creo que será lo mejor -dijo Joseph.

-Bien, ve al cuarto del final del pasillo, a la derecha -dijo Dakota señalando la dirección.

-Esta bien -Joseph comenzó a caminar hacia la habitación-. Descansa, hijo; descansa, pelirrojo.

-Descanse, señor Montero.

Joseph se retiró del lugar dejando a Dakota y Nathaniel solos. Nathaniel toma la espada y la ve detenidamente.

-Oye, te agradezco por la espada. A ti y a tu padre. Ustedes de verdad que tienen una buena mano para estas cosas.

-No tienes porqué agradecer.

-Claro que sí -Natganiel le entrega a Dakota un saco con oro adentro-. Aquí tienes tu pago. Será mejor que me vaya, mañana tengo guardia a primera hora y jamás llego tarde.

-No hay problema. Te acompaño afuera.

Ambos caminaron hasta afuera de la cabaña donde se podían ver la luna y estrellas brillando en lo alto del cielo. Nathaniel envaina su espada y se monta sobre su caballo.

-Espero que tu y tu padre descansen -dijo Nathaniel acomodando su sombrero.

-Igual tú.

-Mañama veré si logro hacer que te llegue algún trabajo del palacio para que puedas ir a ver a tu amada.

-Aceptaré tu apoyo y ayuda, pero déjame decirte que solo es mi amiga, no mi amada.

-Ajá -exclamó Nathaniel con algo de sarcasmo-. Nos vemos en la semana.

Tiró de las cuerdas de su caballo y comenzó a galopar para ir a su hogar. Dakota se le queda viendo mientras se va y luego vuelve a entrar a su cabaña, se acerca a la habitación donde le dijo a su padre que se quedara y ahí estaba.

Su padre estaba dormido en la cama con ropa ligera y Artemis estaba sobre la cama recostada cerca de los pies de su amo. Cierra la puerta y sube las escaleras para llegar a su habitación.

Una vez allí, se pone ropa ligera y antes de recostarse a dormir se asoma por la ventana, admiraba la luna y las estrellas, un viento frío hace que su cabello se mueva mientras que el rostro de Dalilah llegaba a su mente, sonríe y suelta dos palabras.

-Descansa, Dalilah...

Se retira de la ventana, se recuesta y cierra los ojos para dormir.

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