Capítulo 3
3 de Agosto, 9:10 am.
—¡No! —los gritos ahogados de mi vecina, me despertaron de mi hermoso sueño—.¿Por qué mi niña?.
Me levanté rápido al escuchar, "¿por qué mi niña?". Miré hacia la ventana de mi habitación, esta da hacia el patio trasero de mi vecina. Solo percibí a una señora delgada, con su cabello enmarañado y con su pijama aún puesta, arrodillada en el marco de su puerta trasera, llorando, negando con su cabeza, sus manos cubriendo su boca, en su rostro se apreciaba el terror, el coraje y la tristeza.
Miré hacia el lado derecho y vi a su pequeña hija colgada en el árbol, con su camisón de su pijama puesto y rasgado, sus pies y brazos se movían un poco debido a la leve corriente de viento que se presentaba, mi respiración se atoró cuando pude percibir que estos se encontraban sin dedos al igual que sus manos. Su cabello rubio caía por sus hombros y cubría parte de su cara, su perro estaba en el suelo, muerto de igual manera. Y los columpios se movían levemente de atrás hacia adelante.
—Asesina —otra vez, esa voz la escuché, susurrándome en mi oído, provocándome más miedo del que ya tengo—.Eres un monstruo.
—Yo no la maté —la imagen de la pequeña Mackenzie Blumer vino a mi cabeza. Atormentando mis pensamientos, al saber que una pequeña inocente murió.
—Asesina —ahora, la horrible voz comenzó a burlarse de mí, mis oídos comenzaban a doler, los mareos se hacían más persistentes.
—¡Yo no la maté! —grité a todo pulmón, me hice bolita en mi cama, tapándome los oídos, intentando silenciar las risas, eran las risas de una niña, no eran bonitas, al contrario, eran horribles, desgarradoras y provocaban pánico.
—Solo mírate la ropa...—vociferó.
Hice caso a lo que me dijo, caminé hacia el espejo colgado en mi pared, en el se reflejaba mi blusa blanca de pijama. Estaba manchada de sangre, mis pantalones, de la parte de arriba, estaban llenos de sangre. Levanté mi mirada hacia mi rostro y este estaba sucio y lleno de lagrimas, y a mi costado la niña de nombre Dalila con su sonrisa burlesca, marcada en su rostro y sus ojos blancos sin ningún signo de vida.
—¡Mamá! —esta situación comenzaba a ponerme histérica —.¡Mamá!
—Emily, mira cómo te pones con una simple niña muerta —soltó otra carcajada—.Imagínate lo que pasará más adelante. Esto solo es el principio.
¿Cómo rayos sabe mi nombre?
Me giré, enfrentándola, pero simplemente el temor era mas grande que mi valentía. Recargué mi espalda contra el vidrio, me deslicé hacia el piso, al mismo tiempo jalándome el cabello hacia atrás. Mi corazón comenzaba a acelerarse más y más, provocándome pequeños jadeos saliendo de mi boca. Comenzaba a formarse un ataque de pánico. No la miraba a los ojos, sino a mis pies, mis rodillas pegaban en mi pecho.
Tenía miedo, mucho miedo.
—Te lo advertí, pero como siempre, nadie escucha mis palabras —Dalila escupió con odio. Y sus risas volvieron a comenzar.
—¡Déjame en paz! —volví a taparme los oídos —.¡Lárgate! —no paraba de gritar y ella no dejaba de reír —.¡Ya para!, ¡por favor!
—Emily, tranquila —sentí los brazos de mi padre rodear mi pequeño cuerpo, estaba temblando, con lágrimas en los ojos —.Tranquila.
—Dile que deje de reírse —las risas no paraban —.Dile que pare por favor, duele, duele mucho.
Mi padre me miró al rostro, sus ojos verdes me escanearon por completo intentando entender de lo que estoy hablando. Su expresión era asustado y preocupado, al ver el estado en el que me encontraba.
—¿A quién? —mi padre me abrazó contra su pecho sintiendo su calor y percibiendo su olor a frutas con un toque a canela.
—Dalila —susurré y de pronto cerré los ojos dejándome llevar por la oscuridad.
Recomendación: A partir de aquí puedes leerlo con la canción que está en multimedia 😱.
Mi habitación, solo era iluminada por la pequeña lámpara. No recuerdo mucho, lo último, que estaba gritando y llorando pidiendo que parara y a Dalila burlándose de mí con su estruendosa risa.
Y como si me leyera la mente, una pequeña música comenzó a sonar, como la de un joyero musical, donde una bailarina hermosa daba vueltas en círculos. Sinceramente, la música me llamó la atención, pues mi joyero no estaba aquí, sino, en el sótano. Una parte de mí me decía que no fuera, pero por otro lado me pedía a gritos que fuera a investigar.
Respiré profundo, intentando calmar mis dedos temblorosos, pero esto es un intento en vano, comencé a sentir cosquillas en el estómago debido a la desesperación. Lentamente, salí de mi cama sin hacer tanto ruido, pues mis padres están dormidos, decido no colocarme los zapatos para evitar hacer ruido, doy pasos lentos, suaves. Abrí lentamente la perilla evitando todo el ruido posible, y al fin logré salir de la habitación, cada paso que doy mi corazón se acelera rápidamente.
Bajé las escaleras llegando hacia el sótano, la música se hacia más fuerte cada que me acerco. Antes esa canción me gustaba ponerla para dormir, cuando era más pequeña, pero sencillamente dejó de agradarme y decidí que cuando me cambiara de casa, la arrumbaría al sótano entre cajas y más cajas, claro, no quería venderla ni regalarla, era un regalo por parte de mi abuela y no era justo, se enteraría y jamás volvería a darme regalos.
Pero esta no era hermosa, sino era horrible y distorsionada. Mis dientes temblaban, sinceramente no sabía si era por el frío o por el miedo, sentía que mis piernas flaqueaban y mis palmas sudaban.
Me paré en el umbral de aquella oscura habitación, intentando mirar hacia el interior.
Bajé lentamente las escaleras del sótano, la madera se sentía rasposa bajo mis pies descalzos, en este lugar huele a humedad y suciedad.
La luz se encendió por sí sola, iluminando toda la habitación, las partículas de polvo se hacían visibles en los escalones y en algunas pertenencias abandonadas, como algunos muebles viejos y ropa sucia, rota, las vigas contenían telarañas y las ventanas estaba empañosas.
Al fin llegué a los últimos escalones, mis huellas de mis pies se marcaban en ellos y en ese instante la música dejó de sonar, dejando la habitación en un frío silencio, levanté lentamente la mirada de mis pies, encontrándome con lo que me ha estado atormentándome los últimos dos días.
En sus manos pálidas y delgadas, traía mi joyero musical de color rosa con dorado, la bailarina estaba quieta, con sus manos, vuelve a darle cuerda a la llave, y la música comenzó a sonar, inundando toda la habitación. En cualquier momento podría sufrir un paro cardíaco.
—Hola Emily —Dalila muestra una de sus mejores sonrisas, pero sinceramente parece más una mueca. Su cabello caía por sus hombros, ya no le cubría parte de su cara.
Inhalé profundo tranquilizando mi respiración, miré hacia mis pies de nuevo, evitando mirarla a los ojos.
—Dalila...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro