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Capítulo 19



Mi cuerpo se encontraba de pie, frente a la casa de Sebastian, pero...

«¿Qué?»

Cállate Emily, odio escuchar tu voz en mi cabeza —la voz quejosa de Dalila retumbó, tocó el timbre, y este resonó por toda la casa.

«Eso hubieras pensado antes de adueñarte de mi cuerpo».

Dalila soltó una carcajada, y una sonrisa se dibujó en mi rostro. Ella traía puesto uno de mis vestidos que casi no usaba, este era de color amarillo pastel, en la parte de abajo traía el borde en color blanco.

—Que horribles vestidos tienes, este es el único que me agradó —gruñó Dalila.

Sebastian abrió la puerta. Sonrío al verme de pie y Dalila frunció el ceño.

—Emily —murmuró él, sonriente.

«No, Sebastian, ella es Dalila»

Esto es imposible, intente controlar mi cuerpo, pero no sentía nada.

«Él no te escucha inútil».

Hey, ¿qué haces? —Dalila señaló dentro de la casa. Y después posó su vista en la persona enfrente de ella.

—Solo haciendo lo deberes —Sebastian no dejaba de sonreír —.Hace mucho que no te veo, pasa.

Dalila sonrió, pasando aún lado de él, y después borró su sonrisa sustituyéndola por una mueca de desagrado. Cuando la puerta se cerró, ella se giró hacia él, y volvió a sonreír falsamente.

—¿Están tus padres? —Dalila preguntó, Sebastian negó con la cabeza.

—Están en la empresa, tuvieron problemas —Sebastian pasó a mi lado —.Debo cambiarme esta camiseta, apesta a sudor.

Yo asentí con la cabeza, sin omitir palabra. Sebastian corrió escaleras arriba, yo tenía miedo. Mis pies se movieron hacia lo que yo creo era la cocina, Dalila tarareaba una canción, su típica canción que hacía que mis odios dolieran.

—Perfecto —Dalila sonrío cuando encontró un cuchillo en la tabla de cortar, estaba un poco salpicado de jitomate ya seco. Me encogí de hombros si darle importancia, lo tomé entre mi mano derecha dirigiéndome hacia la habitación de Sebastian.

La casa estaba en total silencio, las televisiones estaban apagadas. Mis pies se dirigieron hacia los escalones, evitando hacer el menor ruido posible.

—¿Dónde está su habitación? —Dalila preguntó , buscando entre las diferentes puertas que se encontraban en la parte de arriba.

«No lo sé, y si lo supiera, no te lo diría».

Dalila bufó molesta, pero de pronto una sonrisa apareció en mis labios. En uno de los cuartos se escuchaban ruidos.

—Bingo —ella se adentró al cuarto sin importarle lo que hacía Sebastian. Ella escondió el cuchillo detrás de sí.

—Emily, creí que estabas abajo —Sebastian se giró llevándose una mano al corazón, su camisa fue sustituida por una azul cielo, estilo polo.

—Me aburrí —respondió ella.

«Sebastian...

Siéntate en esa silla —con mi mano libre señalé una que estaba a un lado del ropero. Sebastian levantó las dos cejas divertido, se encogió de hombros e hizo lo que le ordené.

Dalila caminó a pasos lentos hacia él, el silencio reinaba en la habitación, solo se escuchaban los pasos que daba ella.

«Detente, detente»

«¿Por qué habría de hacerlo?»

Ella se paró enfrente de Sebastian, él me miraba impaciente y a la vez no entendiendo el por qué mi comportamiento.

Dalila se sentó a ahorcadas encima de Sebastian, apoyándose con la mano libre en uno de sus hombros. Él al contrario se tensó, manteniendo sus brazos a sus costados, su respiración se aceleró su pecho subía y baja al compás.

Lo miré a sus ojos color miel, una dulce sonrisa se formó en mis labios. Acaricié su hombro, lentamente.

—¿Emily que haces? —Sebastian murmuró nervioso.

Dalila se acercó a su oído, acariciando este con mis labios.

—Asesinándote —murmuró sin una pizca de sentimiento, y en un segundo encajó el cuchillo a su costado. Sebastian soltó un grito ahogado cerrando los ojos, se retorció cuando Dalila sacó el cuchillo.

«¡No!, ¡No, ¡No!».

Sus ojos se posaron en la mancha escarlata que caracterizaba el cuchillo, su camisa lentamente se manchaba. Él respiraba entrecortada mente luchando por aquel dolor que le recorría en su sistema.

—Tu no eres mi Emily —Sebastian gruñó con dolor, se llevó su mano a su costado.

—Soy Dalila —susurró y volvió a enterrar el cuchillo en su abdomen.

«¡Mierda!, Dalila, ¡detente!».

—¡Deja de gritar Emily! —ella gritó, se levantó del regazo de Sebastian, llevándose mis manos a mi cabeza.

«¡Para!».

Intentaba controlar mi cuerpo, pero solo sentía que golpeaba un cristal que se atravesaba en mis acciones.

Sebastian se tumbó al suelo, retorciéndose de dolor, su mano apretaba la herida para evitar que más sangre saliera desparramada. Gruñidos salían de su boca, junto con algunas súplicas.

Dalila se acercó a él, sentía que mi corazón palpitaba a mil por hora, mis manos temblaban de la adrenalina que sentía el monstruo, apreté con mis nudillos el objeto punzo cortante.

Sebastian se giró hacia mi anatomía, su rostro lucía pálido, sus ojeras comenzaban a marcarse, su labio manchado con su sangre temblaba.

—¿Cómo es posible?, tú eres un fantasma —Sebastian gemía y apretaba los ojos.

—El diario, esta maldito y Emily hizo un trato conmigo.

Mis ojos miraban la escena, con los nudillos ella acariciaba el mango del cuchillo, manchado de un poco mis dedos con el líquido escarlata.

—Emily, si me escuchas —dijo duras apenas, su voz se escuchaba cansada —.Tienes que acabar con ella.

Dalila rugió lanzándose hacia él, y volvió a enterrar el cuchillo, pero esta vez, en su pecho. Lo encajó con tanta fuerza, que mis nudillos tomaban un color amarillo. Repitió la acción dos veces más.

«¡No!, ¡Sebastian!, ¡Sebastian! ».

Y de pronto.

Sus ojos se cerraron.

Gotas de sudor corrían por mi frente hasta llegar a mi mentón. Mi pecho subía y baja.

Dalila sonrió complacida al ver su acto.

—Así no se ve tan bonito —murmuró Dalila, tomó el cuchillo con más fuerza, acercándola al rostro de Sebastian, comenzó a cortar alrededor de su rostro, a lo largo de sus mejillas y frente —.Listo ahora es más bonito.

Sonrió

—A deshacernos del cuerpo —susurró para ambas.

Y yo aún seguía peliando para poder tener el control de mi cuerpo, pero entre más lo lograba mis esperanzas se iban perdiendo.

Dalila suspiró, arrojó el cuchillo a alguna parte de la habitación, tomó los tobillos de Sebastian y comencé a arrástralo hacia la puerta.

—Si que pesas, cierto, lo olvidaba —soltó risas moviendo la cabeza —.Un cuerpo sin vida es más pesado.

«¡Maldita!».

Dalila me ignoró, como todas las veces anteriores. Ella se adentró a un cuarto, sonrío cuando descubrió que era el baño.

Dejó el cuerpo debajo del marco de la puerta, se acercó a la bañera, abrió el grifo y esta comenzó a llenarse.

Ella tarareaba la misma canción de hace rato, mientras movía la cabeza al ritmo de su canción, miró el cuerpo de Sebastian.

—Que pena, comenzabas a agradarme, y solo por eso, no fui tan cruel contigo.

«¡Maldito monstruo!».

La bañera término de llenarse, cerró el grifo y caminé hacia el cuerpo de Sebastian, lo tomé de los tobillos acercándolo hacia la bañera. Coloqué mis manos debajo de sus axilas para cargarlo y meterlo al agua.

El cuerpo comenzó a sumergirse lentamente, y la sangre manchando el agua.

—Fue divertido —se burló.


Comencé a sentir mis manos, entumecidas, y mis piernas. Dalila ya no tenía el control.

Me arrodillé hacia la bañera, sacando el cuerpo de Sebastian, lo senté en ella y lo abracé. No importaba si me manchaba de sangre, ya no importaba nada.

—No me dejes, no me dejes —sollocé, mis lagrimas caían por mis mejillas hasta llegar a mi barbilla —.Prometiste nunca hacerlo.

Me separé un poco, acaricié la frente de Sebastian moviendo sus cabellos que la cubrían. Su piel estaba fría, pálida sus ojos estaban cerrados.

—No me dejes, Sebastian, te necesito —sollocé abrazándolo. Sentía mucho dolor en mi pecho, mis manos temblaban y mi labio inferior las acompañaban. Un nudo se formó en mi estomago.

Mi vestido ya estaba mojado y manchado de sangre.

Y ahí fue cuando comprendí, todo es mi culpa, no debía de involucrarlo. Él no se merecía esto, merecía mucho más. Nunca merecí su ayuda, ni mucho menos el cariño que me tuvo.

Y ahora, Sebastian estaba muerto.

¿Ahora que haré sin él?

Él era el único que entendía mi situación, él único que quería de verdad ayudarme, él me hizo sentir una manera diferente, me hizo sentir querida por un chico.

Sebastian era fuerte, pero esta vez, no pudo serlo.

Recuerdo cuando nos conocimos, esa primera vez me pareció bastante lindo, pero nunca creía que su sonrisa y todo él se enterrarían en lo profundo de mi corazón.

—Lo siento, lo siento, lo siento —susurré, lo abracé más apretando sus hombros —.Perdóname, perdóname.

«Nunca debí meterte en esto, todo esto es mi culpa.

Besé su frente, su nariz, sus mejillas y por último, sus labios.

Seguí llorando, escondiendo mi rostro en su cuello. Mis dedos ya estaban arrugados debido al agua, y el anochecer no tardaba en aparecer.

—Te quiero Sebastian.







N/A

Espero les haya encantado el capítulo, a mí en lo personal me encantó. Cuando lo estaba escribiendo, no pude evitar soltar algunas lágrimas.

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Comencé una nueva historia, titulado:

Gemelas Perversas.

Sinopsis:

Los Wright deciden adoptar a dos niñas.

A Elisa no le agradan las personas, y Arleth solo hace lo que su gemela le dice.

Ambas físicamente iguales.

Personalidades diferentes.

Arleth no era una niña normal. Ella tenía un problema y ese era Elisa.

Si quieres saber; ¿qué pasa por la mente de estas pequeñas?, te invito a que te pases por mi perfil y leas mi nuevo proyecto. Y te enamorarás de estas criaturas.

Sin más, me despido.

Muchas Gracias por leer.

L@s amo.

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