Capítulo 12
"En un mundo loco, solo los locos están cuerdos"
—Madeleine Roux
Dalila, estaba parada frente a mí, mirándome con sus ojos azules, sin vida, su cabello estaba peinado detrás de sus orejas, mostrando sus cortadas en los laterales de su rostro.
Hace algunos minutos, Susan salió, hacia la cafetería, dijo que llamaría a mis padres, yo solo asentí, con la cabeza, sin mirarla. Ella me echó una última mirada posiblemente asegurándose que estuviera bien y abandonó la habitación.
Dalila, comenzó a caminar alrededor de mi cama. Yo estaba sentada, en ella, con mi espalda recargada en almohadas. Pero ya comenzaba a molestarme tal posición.
—Casi lograba matarte —susurró, con coraje, al no lograr su objetivo. Su voz hizo eco en mis oídos, doliéndome un poco —.Si no hubiera sido por la estúpida de tu hermana, hoy estarían enterrando tu cuerpo.
—Lo hubieras terminado, así ya no podré volver a verte —Dalila sonrió burlándose de mí. Solo quería que me dejara en paz, que mi vida regresara a como era antes.
—No quise matarte rápido —el monstruo calló, caminó hacia el lugar donde Susan antes estaba sentada, pero ella permaneció de pie —.Porque quiero que seas mi títere.
—No quiero...
No terminé mi frase, cuando Dalila, llevó sus manos hacia un buró, donde ahí estaba el control remoto y algunos medicamentos para el dolor de cabeza y músculos. Ella tomó el diario en su mano, giró su vista hacia mi, analizándome con la mirada, sacudió el diario frente a mi, como si este se tratara de un premio que uno desearía ganar.
—Si quieres salvar a tu familia, deberás de leer mi diario
—¿Cómo sabes eso? —Dalila volvió a sonreí, soltando una ligera carcajada
—Pensaste que no sabría lo que planeabas —Dalila negó con la cabeza, frunciendo los labios, en una fina línea —.El otro día, fuiste con Sebastian, o , ¿me equivoco? —yo no respondí ante su pregunta —.Fueron con un bruja, yo escuché todo lo que dijo, y tiene razón, así que debes leer mi diario, solo así te desharás de mi. Entonces...—vaciló un poco —.¿Aceptas o no?
Yo me quedé callada, pensando bien las cosas, si lo leía terminaría con ella, y si no lo hacía, seguiría viéndola, atormentándome todos los días. Baje mi mirada hacia mis manos que posaban en mis muslos, estas las sentía frías, mi cabeza de nuevo me daba vueltas ante tanta presión. Solo quiero evitar que más personas mueran.
—Emily...—Dalila llamó mi atención, mis ojos se dirigieron hacia ella, pero lo que vi fue su diario, a centímetros de mi, solo para tocarlo y cerrar nuestro trato.
—Acepto.
Tomé el diario, entre mis manos, sinceramente tenía mucho tiempo que no lo tocaba. Su pasta era dura, tal como lo recordaba, lo abrí, sus hojas igual de amarillas y arrugadas por la antigüedad.
—Disfrútalo —fue lo último que dijo Dalila antes de que desapareciera.
Hojeé el libro, buscando la última página que había leído.
— 1 de octubre de 1835 —leí en voz alta, aunque sabía que nadie me escuchaba, pero aún así lo hacía, me concentraba más leyendo en voz alta que en mi mente —.Mis padres de nuevo han discutido, esta es la quinta vez en el mes. Y la causa siempre soy yo, porque no entienden que ya estoy "curada", pero mi madre siempre es la que se queja de mi con mi padre, metiéndole cosas negativas hacia mi persona. Pero sencillamente eso no me quita mi gran sonrisa que se formó al ver como asfixiaba a mi vecina, para después colgarla, o incluso, como aventé a mi institutriz fuera de mi vista cayendo escaleras abajo. Mi madre volvía a sospechar de mi, y por eso de nuevo platicaba con mi padre. Ellos decidieron llevarme a un psicólogo, ya había visitado a muchos y a casi todos lograba matarlos, pero siempre llegaban mis padres a impedirlo, poniendo en fin, metiéndome a un hospital psiquiátrico.
Salté sobre mi lugar al escuchar a mis padres correr dentro de la habitación. Ellos se detuvieron a menos de un metro de mi, mirándome.
La televisión de pronto se encendió, mostrando un programa de competencia sobre cocineros profesionales.
—Emily...¿qué hacias? —mi madre se acercó a mí, tomándome de las manos, cuando me di cuenta que el diario de nuevo ya no estaba.
—Estaba leyendo —respondí encogiéndome de hombros, sin darle importancia alguna.
—¿Qué leías? —mi padre preguntó, acomodándose su corbata roja ya que se encontraba un poco chueca —según yo no era mucho de tu agrado leer
—El diario de Dalila —respondí. Mi madre frunció el entrecejo —.El diario de la niña que vive en nuestra casa —aclaré.
—Emily no estés jugando —mi padre me reprendió, yo solo lo miré, demostrándole que decía la verdad, el solo se tensó, al ver mi expresión.
—No es un juego, ella existe, ella prendió la tele —señalé hacia la televisión, esta estaba sin volumen, solo se veía las imágenes de los chefs moviéndose por todos lados, preparando platillos para los comensales.
—Mamá, papá, ¿puedo hablar con ustedes?—Susan habló, nerviosa. Mis padres la miraron un segundo, luego entre ellos intercambiaron miradas, mi padre asintió sin omitir palabra alguna.
—En un momento volvemos cariño —yo solo asentí con la cabeza. Ellos desaparecieron por la puerta, dejándola entre abierta
26 de Agosto, 1:10 pm
Han pasado dos días, desde que salí del hospital. Cuando el doctor llegó a mi habitación diciéndome que ya podía irme, sonreí, ya que por fin dejé esta cama de hospital, que para mi gusto, era un poco incómoda.
Sebastian, ya no me fue a visitar, tal vez porque ya no podía, o porque su mamá se enojó, por una vez se quedó todo el día conmigo.
Me encontraba en mi habitación, arreglando algunas cosas mías, que estaban regadas por si ningún lado, como mi ropa sucia, incluso estaba mezclada la limpia y zapatos, que asquerosa soy.
Me giré hacia mi ventana, para ver si había viento, cuando vi que de esta entró un avión de papel, que aterrizó con cuidado en mi cama.
Corrí hacia ella, tomé el avión de papel entre mis manos, abriéndolo, este estaba perfectamente doblado, elaborado con una hoja de cuaderno a rayas.
"Te espero en la cafetería que está a cinco cuadras, con cariño, Sebastian"
Sonreí, doble el papelito en cuatro, para después guardarlo en unos de mis cajones de mi buró.
Cepille mi cabello antes de salir corriendo por mi puerta, pero antes tomé una botella de fragancia olor a sandia, para no oler feo. Mi corazón me palpitaba fuerte, no sabía si por los nervios o por la emoción.
Baje trotando las escaleras, mis manos sudaban y sentía que me temblaban las piernas. La verdad es que era la primera vez que un chico me citaba a un lado. ¿Sería una cita? No lo sé, pero para mí si lo es.
Pero me paré en seco, cuando escuche la voz de mi madre, más seria de lo que lucía hablar. Observé hacia las escaleras, para verificar si no estaba Susan mirándome, pero no había nadie.
La puerta de la cocina estaba semi abierta, así que me recargué en la pared para poder escuchar mejor de lo que estaban hablando mis padres.
—Cálmate Sara por favor —esa era la voz de mi padre, se escuchaba suave y pacífica, pero no dejaba de oírse gruesa.
—Allan ¿por lo menos me estás escuchando?, lo que dice nuestra hija no es normal —esa era la voz de mi madre, con preocupación y temblorosa, como si estuviera a punto de llorar
Tal vez estén hablando de Susan
—Estas hablando de nuestra pequeña, de Emily —mi padre calló, respirando un segundo. Y yo estaba que moría de los nervios.
—Allan, amor, por favor —mi madre bufó desesperada —.Emily necesita ayuda, lo que ella dice que ve, no es normal
—Estas tachando a mi hija de loca —mi padre se enojó con ella —.Yo no la enviaré a un hospital psiquiátrico.
—Y yo no te estoy pidiendo que lo hagas, solo te digo que la llevemos con un psicólogo, para ver qué es lo que pasa, posiblemente es el cambio a una nueva vida, empezar de cero, y a lo mejor por eso dice que ve esas cosas —los tacones de mi madre sonaron, como si se estuvieran acercando hacia mi padre, y cuando lo hizo ya no se escucharon —.Puede que lo haga para llamar la atención, ambos sabemos que no estamos con ellas todo el tiempo que deberíamos de estar. Allan por favor hazlo, te lo pido
No se escuchaba palabra alguna, solo el golpeteo de mi corazón. ¿Porque querían llevarme con un loquero?, yo estoy bien, no necesito ayuda, ¿que he echo mal para merecer esto?.
—Esta bien Sara, la llevaremos con un psicólogo —y eso bastó para correr hacia mi habitación a echarme llorar. Ya no podía con esto.
¿Porque me hacían esto? Los odio, ellos me creen loca, ellos ya no me quieren.
Yo no estoy loca
Yo no soy como Dalila
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