Abrazando a la locura,

Sobre un cielo de estivales espasmos viajo

A través de los senderos trémulos del universo.

La quintaesencia de la muerte tejida a mi costilla,

En la piel de una gota se hospeda todo lo que he perdido,

Mamando de las ubres laceradas de una loba,

La mañana es un himno silencioso a la desesperación.

A través de los cauces invisibles

Que inundan con angustia mis pensamientos,

Dejo mi alma sobre un papel mojado como manifiesto,

Y de nuevo vuelvo a ser presa de una desconocida y demagoga melancolía.

Sangre de mis venas

Inunda mi carne putrefacta,

Pues soy un paria; he aquí mi prosa,

Pues soy un enfermo; he aquí mi testamento.