Ya eran más de las once de la noche. La chicas llevaban ya bastante rato en sus habitaciones. Solían dormir temprano, ya que las actividades de su día a día requerían de mucha energía, por lo que aprovechaban al máximo el tiempo que tenían para descansar.

Tzuyu, sin embargo, no podía conciliar el sueño. Se había pasado los últimos veinte minutos dando vueltas sobre su cama, repasando mentalmente su comportamiento en los últimos dos desayunos. Se reprochaba a sí misma por haber actuado tan nerviosa, y esperaba que Dahyun no se lo haya tomado a mal. Lo que menos quería hacer era disgustarla. 

Pasaron diez minutos más hasta que decidió que ya era suficiente. Iría a la cocina por algo caliente para tomar, y con suerte eso la ayudaría a dormir. Se colocó una casaca sobre su pijama, y salió de su cuarto intentando hacer el menor ruido posible.

Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no era la única que no podía dormir. Dahyun se encontraba en el suelo de la sala, con la guitarra de Chaeyoung entre los brazos y un papel puesto en el suelo frente a ella. Rasgaba las cuerdas de manera insegura, mientras tarareaba.

Tzuyu se aclaró la garganta y la coreana se sobresaltó. Sin embargo, al darse cuenta de quién era, le dedicó una sonrisa y la invitó a sentarse a su lado.

—No podía dejar de pensar en esto —explicó, mientras la menor se acomodaba sobre el suelo, abrazando sus rodillas—. No hay notas musicales, ni nada, pero de verdad suena precioso. Quería saber si podía encontrarle sentido, pero la verdad es que no soy muy buena con la guitarra... no le quise pedir ayuda a Chae porque lo sentí muy personal. Amaría saber quién me escribe.

Tzuyu la miraba absorta. Dahyun había dirigido nuevamente su mirada a la carta, y la estudiaba con detenimiento. Llevaba un crop top blanco y unos pantalones de pijama de dibujos animados, que la hacían ver muy tierna. Su cabello oscuro y largo caía lacio a los lados de su rostro, y la menor no pudo evitar pensar que se veía preciosa.

—Eh, mm, unnie...

La menor levantó la mirada hacia la otra chica.

—¿Sí, Tzu?

—Mm, creo que podría probar... es decir, si tú quieres...

—¿Con la guitarra?

Tzuyu asintió tímidamente.

—Eh, sí, podría intentar buscar el ritmo... sólo si tú quieres... tal vez se me ocurra algo.

Dahyun sonrió y le pasó la guitarra rápidamente. Llevaba más de una hora tratando pero no había llegado a nada. Esperaba que su amiga lo pudiera conseguir.

—¿Puedo? —pidió la menor, extendiendo su mano para alcanzar la carta. Dahyun asintió, y Tzuyu tomó el papel y lo puso frente a ella. Luego de una leída rápida suspiró, miró a la coreana, y dirigió sus manos a la guitarra.

Lo que sucedió a continuación dejó a Dahyun con la boca abierta. Tzuyu había tomado la guitarra y al primer intento se encontraba cantando la canción con la melodía perfecta. Su voz, dulce y encantadora, parecía haber sido hecha para cantar aquellas palabras. Había cerrado los ojos y seguía cantando casi en un susurro, concentrada en lo que estaba haciendo. Dahyun no sabía cómo reaccionar, no entendía del todo lo que estaba pasando. Cuando la menor acabó y abrió los ojos, se encontró con la mirada sorprendida y las mejillas sonrojadas de su amiga. En un segundo se dio cuenta de lo que acababa de hacer, y dejó la guitarra en el piso, espantada.

—Tzu, tú...

Pero Dahyun no tuvo respuesta, ya que Tzuyu se levantó y se fue corriendo hacia su habitación.