la daga
Pensé en mandarte un poema a la cárcel, mas se me olvidó que no sabes leer.
Pensé después en regalarte unas alas, más no volaste por miedo a caer.
Te prendí entonces una vela, más no hay más ciego que el que no quiere ver.
Sacaste entonces una daga, y yo no lo quise ver, pero de mi cuerpo surgieron rosas, de la daga clavada en él.
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