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Episodio 7

Aceptar la propuesta de Dagan Elek parecía más como haber regalado mi alma al diablo.

Sabía que no iba a salir ilesa de semejante barbaridad tan fácilmente.

—Ya he terminado de dibujarte—dijo.

Fruncí el ceño y eché un vistazo a su bloc de dibujo. Y sí, efectivamente había terminado. Hizo un dibujo de mí en versión anime.

Con nerviosismo, hice su viva imagen de acuerdo a mis talentos artísticos, los cuales eran nulos.

—Mi cuerpo no consta de extremidades del grosor de un carrizo, ridícula—se quejó al verse retratado en mi bloc.

Anotamos nuestros nombres en las hojas y el profesor fue pasando por los lugares a recogerlos sin mirar las obras de arte salidas del basurero de cada uno.

Al finalizar la clase, volvimos al salón.

Tuve que despedirme de Brianna y verla partir al salón que le pertenecía a Dagan, mientras él iba junto a mí con expresión neutral.

Aparte de mi amiga, mis padres eran los que menos debían saber que iría a esa fiesta con Dagan, compartiendo un estúpido disfraz de Burrito con él.

Cuando terminaron las clases, monté en mi cuatrimoto, dispuesta a largarme cuanto antes de ahí, pero no esperaba ver a Dagan esperándome detrás de mi vehículo con su motocicleta. Por alguna razón, sentí que algo se me estaba olvidando.

—Iremos por los disfraces. Sube—ordenó. Tenía su casco en las manos y me miraba retadoramente.

—¿Sabes? Tengo mi propio medio de transporte y planes por la tarde—yo ya llevaba mi casco puesto y encendí el motor de la cuatrimoto para ahogar cualquier tipo de reclamos.

—Suerte que también tienes planes conmigo—desmontó su motocicleta y se acercó a mí.

—¿Qué haces? ¡No me toques! —chillé al tiempo que me tomaba de la cintura, apagaba el motor de la cuatrimoto y me colocaba en su vehículo—no iré contigo a ninguna parte.

La voz me sonaba ahogada por el casco.

Él se situó delante de mí y automáticamente mis piernas se cernieron alrededor de su cadera.

—No voy a dejar mi cuatrimoto aquí—espeté—deja que la deje en casa.

—Eso hará que perdamos más el tiempo—repuso.

—¿A dónde hay que ir por los disfraces? —pregunté—mis padres no saben que llegaré tarde.

—A Palm Springs—contestó y arrancó de golpe.

Pese al tirón brusco, me negué a abrazarlo. Preferí perder el equilibrio varias veces antes de tener que tocarlo de esa manera.

Sin embargo, aunque yo llevaba mi casco, ocultando mi rostro a los demás, las chicas que suspiraban por Dagan me enviaron miradas fulminantes al verme en su motocicleta con él.

Alcancé a ver a Polly Anderson con la cara roja de irritación.

En la salida del instituto, Dagan se detuvo por los demás coches de los alumnos que esperaban su turno de salir del estacionamiento y como el calor era insoportable, levanté la visera del casco y no pensé encontrarme con los ojos azules de Brianna, que iba en el coche de sus padres. Demonios. La había invitado a comer a mi casa y efectivamente la estaba plantando en sus narices. No por nada había sentido que algo se me olvidaba, pero, ¿por qué ella estaba en el vehículo de sus padres y no esperándome?

Dagan aceleró y lo último que vi de ella fue que su boca se abrió totalmente, atónita.

Varias calles más adelante, él paró junto a la misma cafetería donde tuve mi accidente con la malteada.

Desmontó y colocó un sujetador en la parte inferior para evitar que la motocicleta se fuera hacia un lado.

—Espera aquí—dijo. Y hasta ese momento me di cuenta que llevaba unos guantes negros de cuero. Se quitó el casco y lo dejó sobre el manillar sin verme si quiera.

También desmonté y dejé mi casco en el asiento. Él no entró a la cafetería, sino que fue al lugar continuo a esta. Un banco con cajero automático.

Palm Spring estaba a solo unos veinte minutos más o menos de Desert Hot Springs en coche. Y por lo que había visto en la manera de conducir de Dagan, tal vez llegaríamos en quince minutos o menos.

Me preocupaba la idea de acompañarlo hasta otra ciudad como si fuéramos amigos o algo más.

El teléfono no había dejado de sonar, pero sabía que era Brianna exigiendo una muy buena explicación, pero no podía hablar con ella en este momento, o al menos hasta que tuviera las fuerzas necesarias para enfrentarme a su interrogatorio. Ni si quiera a mis señores padres les daba tantas explicaciones como a mi mejor amiga. Lo único que hice fue abrir sus mensajes.

«En treinta minutos irán a dejarme a tu casa, iré a comprar golosinas»

Me mordí el interior de la mejilla. Lo envió justo cuando Dagan sacó mi inútil cuerpo de la cuatrimoto.

El otro mensaje fue después de verme con él, no tenía dudas.

«Espero que tus padres estén al tanto de tu descabellada huida con el homúnculo»

Dagan estuvo de vuelta a los cinco minutos. Su cabello azabache estaba alborotado y no tenía los guantes puestos. Su expresión sombría de siempre no me inquietó, sino el hecho de que tenía una sonrisa torcida en los labios, resaltando más su hoyuelo izquierdo. Guardé rápidamente el teléfono dentro de mi mochila.

—¿Por qué tuviste que ver disfraces en Palm Springs y no aquí? —pregunté, apartando la mirada de él.

—Allá fue donde encontré los mejores—se puso los guantes y el casco—y puede que encontremos otros que combinen con nosotros, vamos.

—¿Retiraste dinero? —quise saber. Dagan ayudó a que subiera y apresuré a ponerme el casco en cuanto él se montó.

—Tengo entendido que cuando vas a comprar algo, debes tener dinero—añadió con ironía.

Lo golpeé suavemente en el hombro y él se puso en marcha.

A diferencia de la vez anterior que monté en esa motocicleta con él, esta parecía ser una mejor experiencia, puesto que llegué a disfrutar el trayecto. Dejé que el aire cálido acariciara mi piel al igual que el sol. El panorama se miraba perfecto y excitante. No obstante, gracias a un brusco movimiento, tuve que abrazar a Dagan por la espalda y sentí el contorno de su ancha espalda debajo de aquella ropa oscura que le gustaba ponerse, aunque estuviéramos a más de cuarenta grados.

Tenía músculos bien formados y tuve que sacudirme la idea de tocarlo más de la cuenta.

Y efectivamente, llegamos en menos de veinte minutos a Palm Springs. La ciudad hermana de Desert Hot Springs.

Dagan zigzagueó entre los coches y tardamos diez minutos en encontrar donde aparcar.

Aseguró la motocicleta y dejamos los cascos en los manillares.

Mi cabello era un desastre, el suyo no. Traté de aplacarlo con los dedos, pero fue inútil.

Anduvimos por las calles hasta que llegamos a una tienda llamada «Festive Follies».

Recordaba habérsela escuchado mencionar a Brianna cuando recién la conocí. Festive Follies era una autentica y popular tienda de disfraces originales a los que las personas de Desert Hot Spring solían visitar en fechas festivas.

—Ya veo que te tomaste muy en serio esta celebración—bromeé.

Dagan entró al establecimiento seguido de mí. De pronto, las encargadas del lugar, se acercaron como abejas a la miel. Lo rodearon sin miramientos con unas sonrisas llenas de picardía y él les regaló la misma sonrisa. Obligué a mi estómago a no vomitar.

—Había dejado apartado dos disfraces—dijo Dagan con amabilidad. Jamás lo había visto fingir tan bien—uno de taco y otro de burrito.

—Por supuesto, ¿quieres venir a probártelo? —propuso una de ellas, la más coqueta de las tres.

—De hecho, prefiero buscar más opciones—respondió él y extendió su mano a mí—he traído a mi compañera de disfraz y lo elegiremos juntos.

Escandalizada, di un respingo cuando las tres féminas voltearon a verme con el ceño fruncido.

—Basta con verlo con mis propios ojos para creer cuan encantador eres frente a las chicas que están ciegas—carraspeé, siguiéndolo a un pasillo con decenas de disfraces.

—Ellas tienen buen gusto—replicó con arrogancia y se acercó hacia un traje de Mariachi, sí, un disfraz de Mariachi con bigotes incluidos—mira, este va bien contigo.

—Ah, pues este fue hecho especialmente para ti—señalé el disfraz de Calamardo que yacía junto al de Bob Esponja y Patricio—eres idéntico, no es necesario que finjas ser un cascarrabias.

Dagan arqueó una ceja y caminó hacia mí.

—En ese caso, podrías vestirte como Bob Esponja—dijo con una sonrisa lobuna—eres tan fastidiosa como él y entiendo perfectamente al pulpo.

Nos enviamos miradas llenas de desprecio por unos segundos.

Una de las chicas encargadas de la tienda intervino por gracia divina, rompiendo ese momento fúnebre entre Dagan Elek y yo.

—¿Gustan probarse los disfraces encargados y luego pedir opciones?

Volteamos a verla con los ojos en llamas. El primero en suavizar su semblante fue él y sonrió ampliamente, sin rastro de odio. Puse los ojos en blanco y me dediqué a fisgonear el disfraz de Elsa de Frozen, que venía con el muñeco de nieve «Olaf» pegado al vestido. Y tuve que reconocer que le peluca rubia, casi blanca del atuendo, estaba en mejores condiciones que mi propio cabello.

—Oye, vamos—escuchar la voz dulcificada de Dagan dirigida a mí, me erizaba los vellos de los brazos—debemos probárnoslos.

Y entonces comprendí que yo no debía estar ahí con él. Mis padres desconocían mi paradero y no faltaba nada para que llamaran a Brianna para preguntarle si estaba conmigo. Mi amiga iba a tratar de ayudarme, obviamente, pero la mentira jamás me dejaría estar en paz con mis progenitores. Dagan Elek estaba haciendo uso del chantaje. Si él quería rumorear el enamoramiento estúpido que tenía yo con el profesor Pierce, pues que lo hiciera.

—Me voy a casa, idiota—a grandes zancadas fui rumbo a la salida. A mi alrededor había cientos de disfraces hermosos y tuve que reprimir el impulso de quedarme a ver el de mi personaje animado favorito.

Escuché brevemente como Dagan se disculpaba y corría tras de mí. Alcancé la puerta cuando sentí su mano en mi hombro, deteniéndome.

—¿Por qué te marchas? —ladeó la cabeza en cuanto lo miré de frente.

¿Acaso era un retrasado mental de verdad?

—No seguiré con tu chantaje—lo empujé—por mí, puedes contarle a tu tío que me gusta y al resto del instituto. Él no me interesa en lo absoluto, de todos modos, no hay pruebas contundentes para esa acusación.

De pronto, una sonrisa de ironía adornó sus labios.

—¿En verdad creíste que iba a contar tu enamoramiento ridículo? —rio, hiriendo mi orgullo—por más que odie a Wyatt, no le haría perder su empleo solo por una tonta como tú.

—¿Y por qué quisiste manipularme para ir contigo a esa fiesta pagana? —espeté, cada vez más furiosa.

—La timidez es una condición ajena al corazón, una categoría, una dimensión que desemboca en la soledad y es totalmente peligrosa para aquellos que piensan que serán fuertes al enfrentarla—respondió con naturalidad, como si eso tuviera algún sentido a lo que yo le había preguntado.

—¿Qué? —fruncí el ceño.

—La soledad te va a corroer por completo y luego no podrás librarte de ella.

—Deja de hablar como galleta de la fortuna y llévame a casa—pateé el suelo.

Dagan se inclinó hacia a mí y apartó un mechón de cabello de mi rostro.

—Compremos los disfraces para irnos pronto a casa—dijo. Su voz no era suave, pero tampoco arrogante.

—¿Y eso qué tiene que ver con la soledad? —sisé, rehusándome a seguirlo.

—Dependes mucho de tus progenitores y de pelos de césped—tomó mi muñeca derecha y comenzó a caminar. Como yo estaba perpleja, dejé que me condujera hacia el centro de la tienda sin protestar—algún día tendrás que aprender a socializar con más personas y valerte por ti misma.

—Lo haré cuando sea necesario—musité—y tú no eres el indicado para darme cátedras de la soledad.

—¿Por qué no? —echó un vistazo hacia a mí por encima del hombro.

—Porque estás más solo que yo.

—Te equivocas. El hecho de que ame estar solo, no quiere decir que realmente lo esté—soltó por fin mi muñeca y cruzó los brazos tras detenerse—elige cualquier disfraz que te guste y yo haré lo mismo.

—¿Qué hay del burrito y el taco?

—Quedan descartados. Simplemente quería captar tu atención—extendió las manos hacia el disfraz de Jon Snow, un personaje de la saga de libros «Juego de Tronos». Junto a ese, estaba el de Daenerys Targaryen, su pareja. Sabía de la trama porque había visto la serie, más no los libros.

—Seremos Jon Snow y Daenerys Targaryen—sentencié. Dagan volteó a verme.

—Buena elección. Son los únicos que quedan—las tres chicas encargadas salieron de alguna parte y hablaron al unísono.

—¿Trae su dragón, la peluca y los lentes de contacto violeta incluidos? —pregunté.

—Por supuesto—asintieron y postraron la mirada en Dagan.

—Si es lo que ella desea, entonces llevaremos ambos disfraces—afirmó él, regalándoles una sonrisa torcida llena de coquetería.

Rodé los ojos y seguí al trío de chicas junto con Dagan.

Él se hizo cargo de pagar los trajes y cuando quise protestar, lanzó uno de los dragones del vestuario de Daenerys a mi cara. Se suponía que lo rentaríamos.

—Vendré por ellos pasado mañana como al medio día—anunció él.

Salimos de ahí a los pocos minutos. Eran las cuatro de la tarde. Estuvimos metidos ahí cerca de una hora y media o más. Ni si quiera tenía el valor de ver mi teléfono por las llamadas perdidas de mis padres.

El estómago emitió un gruñido y a continuación un gorjeo, señal de hambre. Quise pasar de inadvertida, pero Dagan parecía tener los sentidos muy agudizados porque enarcó una ceja en dirección a mi abdomen.

—Busquemos un sitio donde comer—arribó.

—Prefiero que me lleves a casa. Ya es muy tarde.

—Bien, pero después de comer. No conduciré con hambre.

Suspiré. ¿Desde cuándo yo seguía órdenes de ese idiota?

Jamás en la vida había tenido que verme involucrada con un chico, puesto que nunca tuve amigos y mucho menos varones, pero Dagan Elek ni si quiera podía verlo como un «amigo» ni nada por el estilo.

Era como un conocido que se estaba tomando muy en serio su papel de buena persona cuando realmente no lo era.

Comimos en un restaurante cercano, en donde vendían «tacos»; los cuales no fueron más que una burla a la comida mexicana y los tuve que engullir con el dolor de mi corazón. Dagan pidió una hamburguesa, la cual, por obvias razones, disfrutó más que yo. A eso de las cinco con cuarenta minutos de la tarde, emprendimos el viaje a Desert Hot Springs.

En el trayecto, nos encontramos con un sulfurado tráfico. Él se las ingenió por atravesarlo a las orillas de la carretera y mientras eso ocurría, la puesta de sol se hizo presente sobre nosotros en la lejanía. El cielo se estaba tornando naranja y el calor iba descendiendo por un poco de frescura.

De repente, frenó violentamente. Incrementé mi fuerza en el abrazo a su cuerpo, escondiendo la cara en la base de su cuello con pánico y cerré los ojos.

—¿Qué sucede? —balbuceé, negándome a abrir los ojos.

—Hubo un accidente—respondió con la voz apagada por el casco.

Abrí los ojos y estiré el cuello para ver lo que había sucedido.

Había ambulancias, policías y mucho escándalo. Los coches de atrás no tenía idea de por qué no avanzaban y los de adelante miraban con frustración el terrible panorama. Y lo más escalofriante de todo era que un tráiler había arrollado a un motociclista. La motocicleta estaba hecha pedazos y el casco del sujeto estaba quebrado, pero el cuerpo no estaba a la vista gracias a los peritos que tenían controlada la situación.

—Dios—me estremecí.

—Los humanos se matan entre sí y todavía le piden ayuda a una deidad que, de existir realmente, simplemente opta por observar las masacres sin hacer nada.

—Dagan, esto no es gracioso. Murió alguien y no es momento para que metas tu veneno contra Dios. Está bien que no creas en él, pero tampoco blasfemes—gruñí.

Dagan se rio entre dientes y se relajó en el asiento de la motocicleta. Apagó el motor y deslicé mis brazos lejos de su estómago porque no estábamos en movimiento.

Saqué mi teléfono, el cual tenía un poco de señal. Aproveché a llamarle a mis padres. Tardaron en responder, pero atendieron luego de cinco intentos.

—¿Se puede saber en dónde estás? —oír a mamá tranquilizó mi corazón—llamamos a Brianna y dijo que habías quedado en el instituto a hacer un proyecto con un compañero, pero ya está oscureciendo y no respondías.

—Mamá, lo siento—susurré, muerta de miedo y las sirenas de otra patrulla inundó el ambiente, desconcertando a mi madre.

—¿Qué fue eso? ¿Una ambulancia? —chilló, a través de la línea.

—Algo así, es una patrulla—froté el puente de mi nariz con los dedos—no estoy en Desert Hot Springs.

—¡¿Qué?!

—Escucha, no te asustes. Vine a Palm Springs por mi disfraz, pero ya voy de camino a casa...

—¿Con quién fuiste? No me digas que con ese chico problemático.

Mordiéndome el labio inferior, sacudí la cabeza. Pude sentir la tensión en el cuerpo de Dagan porque estaba a milímetros del mío.

—Dagan me acompañó, pero...

—Te quiero en la casa inmediatamente—vociferó y escuché un forcejeo.

—Mamá...

—Dile a ese bastardo que, si quiere seguir vivo, tiene que traerte en cinco minutos a la casa—ladró mi padre y tuve que alejarme del auricular.

—Ha ocurrido un accidente justamente a la mitad de la carretera a Desert Hot Springs—dije con voz temblorosa—llegaremos lo antes posible.

Colgué con el corazón desembocado antes de escuchar más reprimendas. Maldita sea. Estaba desobedeciendo muchísimo a mis padres por culpa de Dagan Elek.

Y la gota que derramó el vaso de mi cordura y paciencia fue la risa estúpida de él cuando guardé el móvil en la mochila. Debí haber quitado el altavoz y quitarme el casco.

—Te parece gracioso, ¿no? —le di un golpe en el omoplato derecho. Dagan rio más—mis padres van a matarme y todo por tu maldita culpa de raptarme sin mi consentimiento.

—También querías venir, no te traje a rastras—se defendió entre risas. Tenía suerte de que su cara estuviera fuera del alcance de mis palmas.

—Me sacaste de mi cuatrimoto y luego me montaste a tu motocicleta, ¿a eso le llamas consentimiento?

—Pues no es que estés muriéndote o algo parecido, ¿no? Estás bien y disfrutaste el viaje—suspiró y se quitó el casco. Tenía el cabello adherido a su cabeza gracias al sudor y trató de peinarse con los dedos, pero dejó un mechón levantado justo en medio.

Mi mano actuó por decisión propia. Le acaricié el cabello, domando ese mechón con suavidad y percibí el estremecimiento de sus músculos en cuanto lo toqué.

Retiré con rapidez la mano y él se apresuró a poner el casco. Encendió el motor y nos pusimos en marcha lentamente a pesar de que no lo teníamos permitido.

—No podemos seguir. Debemos esperar indicaciones—objeté, abrazándolo por instinto.

—¿Quieres que tus padres te castiguen? —hizo rugir el motor al acelerar.

—No, pero es necesario esperar.

—Bien, entonces tendrás que confiar en mí.

No supe a qué se refería sino hasta que vi cómo nos dirigía en dirección al muro de contención. Más adelante había un trozo libre del muro que daba hacia el desierto en su totalidad, en donde no era accesible al paso vehicular y menos peatonal; pero Dagan se encargó de irrumpir sin miramientos, llamando la atención de los otros motociclistas que aguardaban detrás de nosotros.

En el camino mantuve los ojos cerrados, escuchando el ronroneo de más motocicletas detrás de nosotros por diez minutos.

Sentí una sacudida y después el terreno arenoso desapareció debajo de nosotros. Abrí los ojos, dándome cuenta que habíamos rodeado el accidente y luego nos incorporamos varios metros después a la carretera.

Los motociclistas que nos siguieron le agradecieron a Dagan con la cabeza al rebasarnos. Eran cuatro. Sus luces traseras se perdieron a toda velocidad.

Posteriormente, entramos a Desert Hot Springs quince minutos después.

—¡Para, para! ¡Por favor! —le di varias palmadas en los hombros. Nos orillamos y de un salto, bajé de la motocicleta—iré caminando a casa.

—Se supone que ellos saben que estabas conmigo y lo lógico es que te vaya a dejar sana y salva hasta tu casa—Dagan frunció el ceño y a través del casco contemplé sus espesas pestañas alrededor de sus ojos color zafiro. Se miraba confundido.

—Si en serio no quieres tener problemas, vete a casa—me despojé del casco y sacudí la cabeza—mis padres también te matarán.

—Me gustan los problemas—sonrió maliciosamente y extendió su mano hacia mí—vamos, nos espera un fusilamiento.

Honestamente no pensé verlo tan dócil y servicial en mi vida, y menos cuando no había más personas a quién engañar, pero parecía hablar en serio. Él sabía que todo era su culpa y quizá quería enmendar su error de alguna manera.

Ni bien puse un pie en la acera de mi hogar, cuando mis padres aparecieron detrás de nosotros, sorprendiéndonos. Dagan no se asustó y lo que hizo fue desmontarse, quitarse el casco y acercarse a mí. Vaya, ¿en serio iba a recibir el regaño conmigo?

Mamá se apoderó de mi brazo y papá el de Dagan. Nos obligaron a entrar a la casa con brusquedad. Ninguno de los dos habló, mala señal.

Nos sentamos mecánicamente en el sofá y ellos en el de enfrente con la mirada ensombrecida de rabia. Y en algún lado de la casa se escuchó los ladridos de Koray, deseando bajar, pero algo se lo impedía. Probablemente lo dejaron encerrado en una habitación.

—¿Son novios?

Entorné los ojos cuando papá rompió el silencio con aquella incómoda pregunta fuera de lugar.

—No, ¿Qué te hace pensar eso? —titubeé, ruborizada de vergüenza.

—No tengo que mencionar lo obvio—gruñó papá, sin apartarle la mirada de encima a Dagan, quién yacía en una posición despreocupada en el sofá.

Por el rabillo del ojo, lo vi humedecerse los labios y sonreír diabólicamente hacia a mis padres. Dios. Dagan estaba preparándose para soltar su veneno.

—Después de lo que ha ocurrido entre nosotros, quiero aclararles que, efectivamente están en lo cierto, señores Powell—Dagan me miró con picardía—Luna y yo estamos saliendo.

Atónita, le devolví la mirada boquiabierta. ¿Qué demonios acababa de decir?

Dagan Elek había perdido el juicio.

Incorporándome del asiento, lo agarré del cuello de su playera y lo obligué a levantarse.

—¡Mientes! —exclamé y señalé a mis padres—¡diles que estás mintiendo! Nosotros ni si quiera somos amigos. Solo fuimos por esos disfraces.

Y acto seguido, Dagan deslizó el dorso de su mano en mi mejilla. Una caricia.

Di un paso hacia atrás, conmocionada. Sus ojos color zafiro emitieron un brillo extraño bajo la luz de la bombilla y parpadeé. Tenía las pupilas dilatadas y su sonrisa no auguraba nada bueno.

Pero para rematar más su locura, me atrajo hacia su cuerpo con facilidad, fundiéndonos en un abrazo. Lo primero que hice fue apartarlo, pero Dagan era una sanguijuela. En mis fallidos intentos por mandarlo al infierno, se inclinó a mi oreja y susurró lo más bajo posible para que solamente yo pudiera escucharlo.

—Estoy salvando tu trasero, coopera, ridícula—siseó—o tus padres de verdad van a aniquilarnos.

Me quedé quieta y tragué saliva. Él era muy listo, pero debió habérmelo contado antes para que la actuación saliera mejor.

Con manos temblorosas, lo abracé de vuelta, sonriendo lo mejor posible.

Lo único que agradecí fue que no se le ocurriera besarme porque ahí no sé lo que habría pasado.

—Esto es imposible. Hace más de un mes tú casi la matas en esa excursión—añadió mi madre, separándonos del abrazo—mi hija te odia.

—No es así—repuso Dagan y agarró mi mano, situándome a su lado como si en verdad fuéramos novios—el motivo de nuestros enfrentamientos era simple: no podíamos soportar la atracción que sentíamos entre los dos hasta que por fin lo afrontamos hace un par de días y decidimos intentarlo.

La palidez en la cara de mis padres revolvió mis entrañas. Ellos estaban cayendo redonditos en la patraña de Dagan Elek.

—¿Es eso cierto, Luna? —mamá me miró con la esperanza de que yo negara esa atrocidad.

—Es... cierto—logré decir, mirando la alfombra. No podía verlos a los ojos mientras mentía—Dagan me gusta mucho y es recíproco.

Y para hacerlo más creíble, él besó el dorso de mi mano y sin soltarla, la depositó dentro de su bolsillo del pantalón junto con la suya. Los colores se me subieron a la cara. Era la primera vez que estaba tan cerca de una relación y para mi mala suerte, era un show. Algo falso.

Mi destino estaba pasándola en grande al verme fracasar en todos los sentidos.

El primer acercamiento de mi vida con alguien del sexo opuesto era un montaje para salvarme de los castigos de mis padres. Irónico.

—Nuestra visita en Palm Springs fue espontánea. Queríamos vestirnos de manera original y se nos fue el tiempo—agregó Dagan tras el frío silencio.

—Pensé que irías con Brianna—susurró mamá, anonadada.

—Ella irá con Maggie... una amiga de la empresa de sus padres—respondí.

—El hecho de que hayan tomado la decisión de ser novios, no los exime de un castigo—masculló papá.

—¿Qué clase de castigo? —quise soltarle la mano a Dagan, pero él la afianzó con fuerza dentro del bolsillo.

—Tendrán horarios para verse—sentenció mi madre—y por supuesto que tienen prohibido salir sin permiso o a hurtadillas de nosotros.

Ambos enumeraron un sinfín de reglas estúpidas que supuestamente teníamos que acatar si queríamos ser «novios». Juré ante Dios no volver a mentirles a mis padres después de eso.

El colmo de la situación fue, que invitaron a Dagan a cenar y él aceptó.

Y solamente logré reñirle cuando mis padres se distrajeron en la cocina.

—No quiero continuar con la farsa. Se darán cuenta tarde o temprano.

—Ha sido una excelente idea. Así tendrás más libertad—se burló y en ese preciso instante, Koray bajó corriendo las escaleras.

Pero en vez de correr hacia a mí, se subió a su regazo, muy feliz de verlo.

—¿Por cuánto tiempo vamos a fingir? —pregunté entre dientes, observando con recelo a mi perro cambiarme por Dagan Elek—en la preparatoria me rehúso a ser tu novia de mentiras. Brianna enloquecería y tus seguidoras me lincharían.

—Estás exagerando. Es solo frente a tus padres y por un lapso corto—respondió, rascándole atrás de las orejas a Koray—ni si quiera Wyatt se va a enterar y así tendrás la oportunidad de conquistarlo.

—¡Cállate! —le di una patada en la espinilla, pero eso lo hizo reír.

Nos sentamos en el comedor, dispuestos a tener una cena verdaderamente incómoda. Mamá no dejaba de enviarle miradas desaprobatorias a Dagan cada que se movía o comentaba lo deliciosa que había quedado la comida.

Casi no probé bocado porque el estómago estaba a nada de devolver lo que había ingerido en el día.

—Buenas noches, ¿ya regresó Luna a casa...?

La cereza del pastel de la locura fue Brianna Morgan. Mi mejor amiga.

Ella apareció en el umbral de la puerta de manera precipitada. Nosotros solíamos dejar la puerta abierta y dejar la mosquitera cerrada, en donde todo se podía ver desde la calle.

—¿Qué demonios hace ese homúnculo sentado ahí? —aulló ella, horrorizada.

Mi padre, que se había levantado para dejarla pasar, se quedó quieto en su sitio y frunció el ceño hacia mamá.

Enseguida me puse en pie con la respiración agitada. Ella no se tragaría el cuento como mis padres.

—¿Homúnculo? —preguntaron mis padres al mismo tiempo.

—Déjenme hablar con ella—dije y miré a Dagan con desdén.

Corrí hasta Brianna y la obligué a subir a mi habitación a regañadientes.

Una cosa era mentirles vilmente a mis papás y que se creyeran mis palabras porque confiaban en mí, pero otra muy diferente era engañar a tu mejor amiga que te conocía perfectamente, incluso tus secretos más oscuros.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté, ganando tiempo.

—Vine a esperarte, tus padres estaban preocupados y tuve que mentirles—siseó.

—Te lo agradezco. Y discúlpame por dejarte plantada hoy.

—No importa, mejor cuéntame qué está pasando y por qué Dagan Elek está cenando con tu familia. Todavía no me queda claro por qué huyeron los dos a la hora de salida—Brianna estrechó los ojos, pensando mil cosas.

—Acepté disfrazarme con él el viernes y lo acompañé por los atuendos hasta Palm Springs—suspiré, tirándome a la cama—se armó un escándalo porque hubo un accidente y apenas vinimos hace un rato.

—¿Y cómo explicas que tus padres hayan permitido que entrara a cenar? —arqueó las cejas.

—Dagan, para evitar que me castigaran, fingió ante mis padres que era mi novio—oculté mi rostro en la almohada—y ahora ellos piensan que somos pareja.

—No me jodas—despotricó de lo lindo—¿acaso te has vuelto loca?

—Lo sé. Iba a contártelo mañana, pero apareciste en el momento menos oportuno, Brianna.

—Sabías claramente que no me tragaría esa mentira de que eran novios, ¿verdad? Por eso decidiste venir a hablar conmigo seriamente en tu habitación.

Asentí, derrotada.

—Te pido discreción. Esto solo es frente a mis padres. En la escuela no y en la vida real tampoco.

La vi asentir y se sentó junto a mí.

—Y a todo eso, ¿en serio serás un burrito y él un taco? —rio.

—No. Elegimos vestirnos como dos personajes principales de Juego de Tronos—resoplé—Jon Snow y Daenerys Targaryen.

Los ojos de Brianna se abrieron como platos.

—¡Qué impresionante! Solo espero que no haya mucho calor pasado mañana para que no se derritan dentro de esa ropa—bromeó.

Un rato después, bajamos a la sala, en donde Dagan dominaba una conversación interesante con mis padres. Disimulé bastante bien mi asombro, pero Brianna no y tuve que darle un codazo.

—Se quedará a cenar—anuncié, agarrando a mi amiga de los hombros.

Ella ocupó el asiento vacío y se sirvió la cena, sin dejar de mirar con cólera a Dagan y viceversa.

—Hacen una bonita pareja dispareja—le oí decir a Brianna.

Tosí falsamente y bebí un sorbo de agua.

—Gracias, aunque nosotros dos, si quisiéramos tener hijos biológicos, podríamos tenerlos sin problema—repuso Dagan con toda la intención, dándole un mordisco a un pan.

Mis padres se mostraron confundidos y tuve que calmar a Brianna con la mirada antes de que perdiera el control.

—Fíjate que, a por ahí leí que nunca te quedas con tu primer amor, puesto que solo sirve para evitar nuevamente tropiezos en el futuro—Brianna contraatacó y deseé huir de ahí—Luna encontrará a alguien digno de ella, pero primero debe experimentar con homúnculos para que no tenga errores después.

Dagan alzó las cejas, hasta casi llegar al inicio del cabello. Estaba claro que Brianna lo había vuelto a impresionar con sus crueles palabras.

—Muchas gracias por la cena, suegra, ha estado delicioso—él cambió radicalmente el tema y se limpió elegantemente los labios con la servilleta—y con todo el debido respeto, me retiro.

Permanecí sentada, picando un vegetal con el tenedor y gracias a la patadita de mamá en el pie, parpadeé, dándome cuenta que era mi obligación como «novia» despedirme de él en la puerta. Ni si quiera porque era mentira podía tener un minuto de tranquilidad.

Dagan se despidió cortésmente de todos, excepto de Brianna. A ella la ignoró, pero a mi amiga no le importó porque estaba ocupada comiéndose la cena.

Lo acompañé hasta la puerta bajo el escrutinio de mis padres.

—Nos vemos mañana—dijo muy amable.

—No tienes que fingir. Ellos ya no te ven—bufé.

—Mañana hablamos—y besó mi mejilla, dejándome ensimismada.






«En otra parte»

La luz roja que emitía el nuevo comunicado que el «complejo» le había enviado no lo dejaba pensar con claridad. Se rehusaba a leerlo porque eso mandaría una señal hacia ellos de que él estaba al tanto de las nuevas órdenes, puesto que todavía no había cumplido con la misión más importante.

El «Ripper» que mandaron a vigilarlo y a protegerlo en lo que ejecutaba su cometido, se estaba involucrando más de lo debido con los humanos, en especial con una hembra.

Y él, como fiel «Hunter» del ejército subterráneo de Agartha, tenía que terminar lo que había comenzado, con o sin el Ripper.

Hunter escondió el dispositivo debajo de su cama y continuó observando la calle desierta, sin rastro alguno de su protector, que llevaba horas sin aparecer.

No obstante, el sonido chirriante de otro nuevo mensaje del complejo lo hizo estremecerse.

Sacó otra vez el dispositivo y lo abrió con rapidez.

«Ya no podemos contener por más tiempo esto. Les otorgamos tres meses y hasta la fecha, no han hecho nada más que vagar entre los humanos sin cumplir la misión. El «Kafa» está muy nervioso por no saber noticias suyas. Ejecuten el plan o enviaremos a más Ripper's y Hunter's más especializados que ustedes.»

Hunter apretó los dientes y lanzó el aparato al suelo. Si su Ripper se negaba a cooperar con la misión, lo enviaría de vuelta y exigiría una destitución absoluta por su negligencia.

La era de los seres humanos estaba por llegar a su fin.

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