Episodio 21
Anhelaba besarlo, abrazarlo y acariciarlo.
En contra de mis deseos, me vi obligada a rechazarlo. Coloqué ambas manos sobre su pecho para mantener una distancia entre nosotros. Si yo dejaba que Dagan me besara, perdería por completo mi autocontrol y con ello, también a mí madre.
—Déjame calmar tu dolor, Luna—le oí susurrar mientras deslizaba sus manos sobre las mías, las cuales seguían sobre su pecho, evitando su cercanía—la especialidad del Kafa es hacer sufrir a cualquier ser viviente y si no me dejas ayudarte, caerás por completo a sus pies y no habrá marcha atrás.
Le regalé una mirada herida. Él tenía razón. El Kafa me traicionó, devolviéndole la vida a mi padre en contra de mi decisión y todo lo que estaba pasando era por su culpa.
—Por favor—supliqué una vez más—márchate.
No obstante, la puerta de mi habitación se abrió de golpe y mi madre apareció en el umbral. Sus ojos viajaron enseguida a Dagan.
—¡¿Quién eres tú y qué haces en la recámara de mí hija?! —gritó, enfadada y corrió a empujar a Dagan lejos de mí.
—Señora Powell—dijo Dagan con calma, alzando las palmas de sus manos—sé que en este momento no sabe quién soy, pero usted me conoce...
—¡Lárgate de mi casa! —vociferó mi madre con muchísimo coraje.
Pero en vez de que Dagan obedeciera como cualquier persona normal, él se atrevió a caminar hacia ella. Mi madre enloqueció al verlo acercarse, posicionándose como escudo entre él y yo.
En los ojos de Dagan no había ningún tipo de brillo malicioso, sino más bien, destilaba preocupación.
—¡Te lo advierto...!
Mamá se quedó perpleja cuando Dagan le dio un ligero golpecito en la frente.
—¿Mamá? —la agarré cuando se tambaleó. Ella parpadeó varias veces y enfocó la vista con dificultad.
Y en ese instante comprendí lo que él hizo: le había devuelto la memoria a mi madre.
El reconocimiento llegó a sus ojos en cuanto volteó a ver a Dagan y después, probablemente, absolutamente todo lo que había ocurrido con mi padre.
—Luna, ¿Qué está pasando? —trató de caminar, pero volvió a tambalearse y esta vez Dagan también la sostuvo—eres Dagan Elek, ¿verdad? el novio de mi hija...
Dagan asintió, sin mirarme.
—¿Recuerdas absolutamente todo? —le pregunté con suavidad.
—Todo—parpadeó y se mordió los labios— ¿tú padre está bien?
Quizá aquello habría sido una conversación muy dura para comenzar y le hubiese dejado toda la carga a Dagan, pero un segundo después, se escuchó un ruido estruendoso en la planta baja, como una explosión.
Acto seguido, percibí la tensión en el cuerpo de Dagan y su expresión se ensombreció.
—¡Fulek, sácalas de aquí! —exclamó, al tiempo que el recién mencionado saltara por la ventana de mi habitación y nos asustara de muerte.
—Hola, Luna—me saludó cálidamente y sin darme tiempo de replicar, tomó entre sus brazos a mi madre sorpresivamente y saltó con ella por el mismo sitio de donde había entrado.
Corrí a la ventana a supervisar que se encontraban bien y nuevamente lo tuve en el alféizar, dispuesto a llevarme consigo.
—Sé que me extrañaste más que a Dagan, ahora vámonos, dejemos al maestro del engaño trabajar—añadió con petulancia y en un ágil movimiento, también me cargó sin esfuerzo, lanzándose al vacío conmigo incluida. Ni si quiera me dio tiempo de gritar del miedo cuando yacía en la parte de atrás del departamento, junto a los contenedores de basura.
Mi madre estaba temblando en un rincón y alcancé a ver otra silueta en la oscuridad.
—¡Amiga! —la voz enloquecida de Brianna surgió y corrió a abrazarme con muchísima fuerza.
Estaba enmudecida. No podía hablar por el shock. ¡Todo iba rumbo a estropearse! Yo estaba feliz de verlos, pero era peligroso.
Fulek se volvió hacia a nosotras sin borrar la sonrisa de su rostro.
—Vámonos—nos instó. Solo Brianna obedeció en seguirlo, por lo que se detuvieron a vernos— ¿Qué pasa, Luna?
Arriba, se escuchó otra explosión y un sinfín de pisadas corriendo tanto adentro como afuera del edificio, en busca de nosotras. Maldita sea.
Si eran los Ripper's y Hunter's del Kafa, estábamos perdidos.
—Hice un maldito trato con el Kafa—repuse con los nervios de punta—váyanse ustedes con mi madre, yo me quedaré a afrontar las consecuencias...
Me hallaba en pijama, descalza y tal vez con un poco de mascarilla oscura en algunas partes de mi cara y morir en esas fachas no era tan importante.
La mano de Fulek se cernió sobre mi codo justo cuando yo planeaba echar a correr al departamento para enfrentarme al Kafa y al volverme para encararlo con desdén, él tiró de mí hacia atrás, haciendo que rodara por el suelo junto a Brianna y mi madre, quiénes me ayudaron a incorporarme.
Lo que pasó a continuación me dejó completamente helada.
Fulek arremetió de lleno contra un par de Hunter's que en ningún momento vi frente a mí al segundo de querer regresar al departamento.
El amigo de Dagan tenía mucha habilidad para lograr haberles asestado un puñetazo a cada uno y salir ileso del contraataque.
—¡Váyanse de aquí! —gritó Fulek con ira, sin dejar de pelear contra ellos.
Gracias a que Brianna salió antes que yo del ensimismamiento, empujó a mi débil cuerpo para huir y agarré a mi madre para correr las dos juntas de la mano hacia la calle detrás de ella.
Y para nuestra mala suerte, sujetos con vestimenta tanto negra como gris, nos bloquearon el paso. Eran diez en total y ninguno necesitó portar armas de fuego para asustarnos, puesto que contaban con poderes sobrenaturales con el que someternos. Detrás de nosotras aparecieron más: nos tenían rodeadas. No había escapatoria.
¿Cómo es que ninguna persona estaba cerca para auxiliarnos? Pero era mejor así. No quería que hubiera más involucrados.
De todos esos bravucones, dos de ellos tenían pasamontañas color negros. Eran dos Hunter's y lo sabía por el color de sus vestimentas: grises. Y de ambos, uno era muy bajito y parecía ser una fémina.
—Si quieren matar a alguien, que sea a mí—mascullé—dejen ir a mi madre y a mi mejor amiga.
—Aquí los únicos que morirán son ellos—canturreó una voz familiar entre ellos. Fruncí el ceño sin comprender. Era la voz de... Assan Darik y vi como la de apariencia femenina con pasamontañas me guiñaba el ojo para luego arremeter contra los suyos.
¿Qué estaba pasando?
Los que llevaban oculto el rostro comenzaron a pelear con los demás, dándonos tiempo para correr a protegernos.
En eso, ni bien habíamos llegado a la esquina, cuando Siegrid Wiebke apareció enfrente de mí con una mueca.
—Eh, rubia, haz lo que acordamos o te patearé el trasero—la amenazó Brianna, agarrándome de la mano.
—Solo porque amo a Dagan—espetó y me miró fijamente—es bueno verte en una pieza, asquerosa humana.
—Lo mismo digo—carraspeé.
—Aléjense lo más que puedan y cúbranse los oídos—ordenó la rubia antes de lanzarse hacia el caos sin miedo.
—¿Qué está sucediendo? —balbuceó mi madre sin comprender.
Nadie le respondió y continuamos corriendo. Brianna encabezó la huida porque aparentemente habían hecho un plan antes de ir a rescatarme y lo único que podía hacer era seguirla. Atravesamos las calles, escuchando el claxon de los coches y varias groserías de los conductores por no tener cuidado al cruzar.
Parecía que todo marchaba bien, que ya estábamos a salvo...
Y un grito desgarrador hizo temblar el suelo, los edificios y horrorizar a las personas en un segundo.
Nos detuvimos a mitad de la acera y obligué a mi madre a cubrirse las orejas.
Era Siegrid Wiebke.
—¡Por aquí! —exclamó Brianna.
—Tienes que contarme el plan—repliqué, hiperventilando cuando paramos en seco frente a un vehículo.
—Suban—nos instó mi amiga y obedecimos.
Dentro del coche, mamá nos agarró del brazo a las dos y nos miró con cólera y miedo al mismo tiempo, impidiendo que Brianna encendiera el motor.
—¿Qué está pasando? ¡Hablen, ahora mismo! —gruñó.
—Mamá, no es el momento para dar explicaciones, debemos escapar mientras podamos—musité—Brianna, vámonos...
—Esto no es normal, ¡nada de lo que pasó hace unos minutos es normal! —gritó mi madre, alterada— ¿Quiénes eran esos hombres extraños? ¿por qué huimos de ellos? ¡Sin mencionar que dejamos al pobrecito de Koray!
Brianna hizo caso omiso a sus parloteos y encendió el coche, dispuesta a sacarnos de ahí, pero sucedió algo que, efectivamente, dejó estupefacta a las tres, en especial a mí.
A unos cuatro metros de distancia, divisé a un hombre caminando hacia a nosotras. Iba bien vestido, como acabara de salir de una junta importante en alguna empresa y hubiera tenido el éxito que esperaba. Llevaba puesto un pulcro traje de lino gris sin ninguna arruga, al igual que la camisa azul rey y la corbata plata. Tenía el cabello bien cortado y peinado de diferente manera. E incluso se miraba como diez años más joven. Y lo tétrico no era que se dirigía hacia nosotras con la mirada fría como un tempano de hielo y una sonrisa psicópata en los labios, sujetando elegantemente una pistola, sino que detrás de él, venían alrededor de veinte Hunter's y Ripper's, acompañándolo.
—¿Ese no es tu padre? —preguntó Brianna.
—¡Da marcha atrás! —grité, horrorizada— ¡Y si tienes que pasarles el coche encima, hazlo!
Brianna se movió torpemente y chocó contra otro vehículo, pero logró estabilizarse y acelerar de golpe, arrollando a dos de ellos. Mamá gritó al ver como se volvían a reincorporar.
Mi amiga aceleró lo más que pudo, pero el trafico nos encajonó en la esquina y miré como venían lentamente a matarnos.
—Detén el coche, Brianna, ¿por qué estamos huyendo de él? —dijo mi madre—es Owen, tu padre, Luna...
—Mamá, él no es papá—la agarré de los hombros, obligándola a verme.
—¿De qué estás hablando? —frunció el ceño.
—Papá murió—susurré con tristeza—y la persona que ves allí, no es más que un títere. No es él.
Y para que mi madre terminara por creerme, mi padre disparó hacia los neumáticos y no tuvimos más opción que descender bruscamente del coche.
—¡Vamos! —jalé a mi madre para que corriera a nuestro ritmo, pero ella iba llorando mientras el cuerpo de mi padre disparaba al azar, puesto que sabía que el Kafa nos quería vivas y tal vez le había dado órdenes de atraparnos sin herirnos.
Corrimos hasta llegar a un maldito callejón sin salida. Todo estaba oscuro y resbalamos varias veces, siendo conscientes que venían pisándonos los talones. Ni si quiera sentía el dolor de mis pies, los cuales estaban levemente ensangrentados por tanto correr en el pavimento.
—Owen, ¿Qué demonios te pasa? ¿no te das cuenta que estás asustándonos muchísimo? —mi madre se puso a la defensiva, mándame atrás de ella junto con Brianna— ¿por qué estás haciendo esto?
—En mi vida pasada fui Owen Powell—carraspeó él, ladeando la cabeza con curiosidad—ahora soy Naum y le pertenezco al Kafa, el rey de Agartha, el mundo subterráneo y tengo órdenes exactas de llevarlas conmigo, excepto a la chica de cabello verde. A ella podemos asesinarla.
—¡Haz enloquecido! —gimió mi madre y solo consiguió hacerlo sonreír de manera más demente.
Los Ripper's y Hunter's comenzaron a avanzar hacia a nosotras con los puños apretados y los rostros pétreos. Dios. Parecían robots.
Afiancé mi mano a la de mi madre y también a la de Brianna. Si aquel era el fin, entonces que así lo fuera, pero estando las tres juntas.
Cerré los ojos, percibiendo como ellas temblaban con horror mientras ellos avanzaban febrilmente hacia nosotras. Pensé en lo buena que había sido mi vida a mis diecisiete años y en lo que pude haber vivido de no ser por ese tonto «Kafa» que quería asesinar, no solo a mí, sino al resto de la humanidad.
De repente, solo se alcanzó a escuchar varios golpes sordos y uno que otro gemido de dolor, seguido de varias ráfagas de aire que despeinaron mi alborotado cabello. No me atreví a abrir los ojos por temor a presenciar alguna escena escalofriante.
Me encogí cuando, a través de los párpados, vi una silueta frente a mí y luego una mano gentil y suave acarició mi barbilla con ternura.
—En este momento, están a salvo.
Abrí los ojos y vi a Dagan frente a mí. Tenía sangre por todas partes, su ropa estaba hecha jirones y parecía estar adolorido hasta las pestañas, pero, aun así, fue capaz de regalarme una hermosa sonrisa.
Para ese entonces, ya había soltado las manos de mi madre y de Brianna para abrazarlo y confirmar al mismo tiempo de que realmente se hallaba allí conmigo.
Por el rabillo del ojo, vislumbré a Fulek abrazando a mi mejor amiga. Y al parecer, tampoco logró salir ileso, porque estaba casi en igualdad de condiciones con Dagan, pero con menos intensidad, puesto que llegó a pelear mucho después.
Miré a mi madre acercarse al cuerpo inerte de mi padre con los ojos llorosos. Deshice el abrazo de Dagan para ir con ella.
—Mamá...
—Señora Powell—Dagan deslizó su mano hacia la mía—si viene con nosotros, prometo ponerla al tanto de todo—prometió con nerviosismo.
—¿Por qué no me lo explicas justo ahora? —volteó a verlo con desconfianza. Estaba llorando y se me partió el corazón mirarla así. Vulnerable, junto al cuerpo de su esposo.
—Porque no hay tiempo. Vendrán más como ellos y no estoy preparado para otro ataque—replicó Dagan y volteó a verme en busca de ayuda.
—Por favor, vamos, mamá—extendí la mano que tenía libre hacia ella.
El rechinido de neumáticos acercándose a toda velocidad, nos desconcertó. Y más cuando vi que una enorme camioneta oscura aparcó en la salida del callejón, dejándonos atrapados.
Miré a Dagan con miedo, pero él me sonrió con tranquilidad. ¿Qué estaba pasando?
Fruncí el ceño al ver como se abrían las puertas y saltaban a la vista tres agarthianos que estaban de nuestro lado, o al menos eso parecía. No podía fiarme de la rubia de Siegrid, pero sí de Aneska y de Assan Darik.
El trío de chicos se acercó a nosotros con preocupación.
—Lamentamos llegar diez minutos tarde, pero el tráfico de aquí es horrible—se quejó Aneska y en cuanto cruzamos miradas, sonreímos—es bueno verte, Luna Powell.
—Tenemos que ponernos al corriente de los hechos—agregó Assan, dispuesto a abrazarme, pero Dagan arqueó una ceja en su dirección—lo siento—rio—solo era un abrazo de colegas, yo estoy saliendo con Aneska.
—No vas a tocar a Luna a tu antojo—carraspeó Dagan.
—Debería llamar al Kafa si siguen de idiotas—espetó Siegrid, cruzándose de brazos.
—¿Qué haces tú aquí? —gruñí.
—No vine por voluntad propia a salvarte el trasero, pero tenía que hacerlo o ellos me entregaban al Kafa para matarme—respondió con petulancia—y si no nos largamos ya, moriremos todos y será en vano lo que hicimos por ti.
—Odio decirlo, pero la rubia oxigenada tiene razón—terció Brianna—vámonos.
—Vayan subiendo—dije—ahora mismo los alcanzo.
Asintiendo, los chicos se retiraron hacia la camioneta, excepto Dagan. Él se quedó conmigo para convencer a mi madre de marcharnos y al verla tan asustada, dedujimos que sería imposible.
Sé que era duro ver el cuerpo de mi padre tendido en el suelo con un enorme agujero en el pecho y con mucha sangre, pero si nos quedábamos, el Kafa enviaría a más de sus hombres y no habría manera de salir vivos de esa carnicería.
Apreté la mano de Dagan y él volteó a verme, captando lo que quería que hiciera.
«Quieres que la haga dormir, ¿verdad?»
Habló dentro de mi mente y asentí.
«Se enfadará cuando despierte, ¿no importa?»
Negué con la cabeza y el asintió.
—Lo siento, señora Powell. Pero usted vendrá con nosotros. Luna la ama y si no nos acompaña, ella se pondrá triste y lo que menos quiero es verla así, por lo que...
Mi madre abrió la boca para protestar, pero Dagan la agarró rápidamente de la espalda y de las rodillas al tiempo que ella aflojaba el cuerpo para quedar inconsciente.
Nos pusimos en marcha en la camioneta.
Y Brianna se dio a la tarea de ponerme al tanto de lo que había sucedido en mi ausencia de esos días.
Resulta que, cuando mi padre optó por raptarme con Maggie, Fulek esperó varios minutos para avisarle a Dagan, tal como se lo pedí y la única que perdió la cabeza con la noticia fue Brianna, porque en lo que respectaba a Dagan, él se dio cuenta que, tal vez teniéndome lejos, estaría yo a salvo, dándole tiempo de pensar en alguna medida de seguridad para eludir los posibles ataques que el Kafa haría en su contra. Y que esa misma noche volvió a Agartha por todas las investigaciones e inventos de sus padres, ocultándolas en un lugar seguro en la superficie, porque sabía de antemano que el trabajo de sus progenitores podía destruir a la jerarquía de Agartha y crear un desastre.
Y ahí fue donde Aneska y Assan se unieron al nuevo plan para rescatarme y metieron a Siegrid a la fuerza, amenazándola con enviarla directamente con el Kafa, cosa que se negó y aceptó a regañadientes.
—Dagan descubrió «algo» delicado del Kafa y no quiere contárnoslo—susurró Brianna—supongo que a ti sí te lo dirá.
Assan iba conduciendo y en el asiento del copiloto iba Dagan. Fulek decidió ir atrás con nosotras, pero era más para cuidar de Brianna y mantener a raya a Siegrid, y al parecer, Aneska resultó ser más ruda y aplacar a la rubia con solo una mirada.
Yo me resguardé junto con Brianna, hasta el fondo con mi madre a un lado, cuidando de que su cabeza no golpeara la ventana.
—Mis padres están al tanto de lo que está pasando—dijo mi amiga y alcé las cejas.
—¿En serio?
—Sí, no entramos en detalles, pero les imploré que se fueran a Escocia por unos meses, en lo que todo volvía a la normalidad—explicó—claramente se opusieron, pero Dagan tuvo que persuadirlos, por lo que me adueñé de nuestro departamento que tenemos en Columbus, y ahí es a donde nos dirigimos ahora mismo.
—¿Qué? ¿Iremos a Ohio?
Ella asintió.
—Pero son como ocho horas...
—Bueno, ya estamos acostumbradas a viajes largos, ¿no? —se burló.
—Aunque vayamos al fin del mundo, ese idiota nos encontrará—me estremecí.
Brianna se inclinó a mí para susurrarme en el oído:
—Con lo que descubrió Dagan, podremos arremeter con el Kafa, de eso estoy segura.
Me encogí de hombros.
Podría ser que estábamos a salvo de momento, pero lo que no paraba de darle vueltas dentro de mi cabeza era lo que Dagan había dicho sobre la vida ficticia que supuestamente el Kafa le otorgó a mi mamá y que ella volvería a morir precozmente.
—Necesito hablar con Dagan—suspiré.
—Oh, claro, le diré a Fulek para que cambien de sitio—me palmeó el hombro, pero antes de saltar por los asientos, se dio a la tarea de abrazarme sorpresivamente—estoy feliz de verte de nuevo, Luna.
Sonreí.
Y en lo que ella hablaba con su novio, dediqué los segundos a acariciarle el cabello a mi mamá. Había música clásica en el estéreo, lo cual me puso un poco sentimental, pero era normal. Nadie que no hubiera pasado por momentos traumáticos podría haber soportado tanto.
Cinco minutos después, vi a través del rabillo del ojo, y aun en movimiento la camioneta, como Dagan saltaba a los asientos traseros y Fulek ocupaba su lugar. Brianna se quedó junto a Aneska para fulminar a Siegrid con la mirada, vigilando sus movimientos.
Dagan se deslizó con dificultad a mi lado y recordé lo herido que estaba, igual Fulek, aunque los miraba más animados, y quizá se debía a que eran muy fuertes. Y una ligera punzada de dolor en las plantas de los pies hizo que recordara lo mal que estaban por tanto correr descalza, pero le resté importancia.
—Hola.
—Hola.
—¿Querías hablar conmigo?
Asentí, mordiéndome el labio inferior.
—Perdóname por haberte traicionado.
Él frunció el ceño.
—No me has traicionado.
—Claro que sí. Planeaba entregarte al Kafa—de solo pensarlo sentía vértigo.
—Fue a base de engaños. Él logró manipularte con la situación de tus padres—vacilante, extendió su mano y la colocó en mi mejilla, en donde yo recargué mi rostro, disfrutando su caricia que tanto anhelaba—y me hierve la sangre de solo pensar en lo mal que debiste pasar estando tú sola con ese cretino—apretó las mandíbulas.
—Quedé como una tonta—titubeé y desvié la mirada—ni si quiera logré darles una segunda oportunidad real a mis padres de vivir y te causé más problemas.
—Yo puedo devolverle la vida «normal» a tu mamá, Luna.
Aquello me tomó por sorpresa y alcé la vista a él.
—¿De qué hablas?
—Los métodos que usa él, son muy arcaicos, pero mis padres, al descubrir ese asqueroso secreto del Kafa, se dedicaron a encontrar la manera de revertirlo y conseguir con éxito lo que tanto buscaba: inmortalidad.
—Pero yo no quiero que mi madre sea inmortal...
—Solo los Agarthianos podemos serlo, no te preocupes y por lo que leí en los escritos de mis padres, en los seres humanos funciona diferente. Puedes traerlos a la vida sin perjudicar a nadie y sin hacerlos inmortales. Pero si mueren por segunda vez, ya no será efectivo el método otra vez.
—¿Puedes ayudar a mi mamá? —sentí que había un rayo de esperanza en esa oscuridad.
—Por supuesto. En el departamento de Brianna lo haremos y tú me ayudarás.
—De acuerdo.
—Ah, y te tengo una sorpresa—dijo y ladeé la cabeza con curiosidad. Él se inclinó hacia debajo de uno de de los asientos y extrajo algo de ahí.
Entorné los ojos al ver a Koray dormido.
—¡Lo has salvado! —chillé, acariciándolo.
—Lo hice dormir porque estaba muy nervioso, ¿quieres que lo despierte?
—No, déjalo descansar—sonreí y Dagan lo colocó entre nosotros dos—muchas gracias...
—Jamás había estado tan asustado en mi vida, Lu—revolvió mi cabello con ternura—y no por mí, sino por ti. El plan que hice no resultó al cien por ciento, pero al menos te tengo nuevamente conmigo y nadie salió herido de gravedad.
—Fulek y tú recibieron la peor parte—me lamenté.
—Sanamos rápido gracias a nuestra naturaleza, no te preocupes.
—Ojalá que también yo tuviera esa cicatrización—bromeé.
—¿Estás herida? —se desconcertó y enseguida comenzó a evaluarme con la mirada, buscando algún orificio en mi cuerpo.
—No. Solamente que no tengo zapatos y corrí muchísimo—le señalé los pies.
Dagan les echó un vistazo y frunció el ceño.
—Debiste decírmelo—dijo, enfurruñado.
—Es algo banal. No importa.
—Aneska puede curarte...—hizo el ademán de levantarse y llamarla, pero lo agarré del brazo.
—No, está bien. Solo quédate conmigo el resto del viaje, por favor.
Dagan sonrió levemente y volvió a sentarse a mi lado.
—Eh, Dagan, ponte esto—le dijo Aneska desde los otros asientos y le lanzó una playera roja a la cara. Él la agarró exitosamente en el aire—y tú también, Fulek, cámbiate—se volvió hacia su hermano menor, a quién también le había lanzado otra playera similar.
Dagan se despojó de su playera casi desecha y ensangrentada, tirándola al suelo y tuve que ayudarlo a ponerse la limpia porque los golpes que tenía en los brazos y en el pecho estaban al rojo vivo e hizo una mueca al moverse. Uno que otro moretón adornaba en su preciosa cara, pero parecían ir desapareciendo poco a poco.
—El Kafa no estaba en tu departamento, pero envió a muchos Ripper's y Hunter's por nosotros—me informó luego de un momento de silencio—es por eso que salí vivo de allí. Tampoco estaba Wyatt.
—Pensé que de verdad te habían atrapado—me encogí en el asiento.
—Ellos hicieron todo a propósito. De haber querido atraparme, me habrían sorprendido antes de ir por ti—dijo—es extraño, pero prácticamente el Kafa está jugando con fuego.
—¿Qué?
—Lo que no sé si el fuego es él, nosotros o la humanidad—Dagan se quedó mirando a la nada por un segundo y después parpadeó.
—¿Te refieres a que estamos siguiendo algún tipo de plan descabellado de él?
—Exactamente, pero tengo uno mejor—sonrió para tranquilizarme—y es gracias a mis padres.
—Brianna me contó que regresaste a Agartha por las cosas de tus padres.
—En efecto. Volví por todo lo que ellos investigaron y descubrieron para que el Kafa no le ponga las manos encima. Y créeme, fui muy idiota por no haberle echado un vistazo a esos papeles guardados en el baúl de mis padres antes—carraspeó—me pude haber evitado estos problemas.
—Supongo que no nos hubiéramos conocido—dije, intentando que mi voz no sonara decepcionada.
—Me arrepiento de muchas cosas, debo admitir—suspiró, mirándome mientras el movimiento del coche nos hacía movernos levemente de un lado a otro, pero sus ojos estuvieron fijos en los míos—pero jamás de haberte conocido, Luna Powell, la chica más ridícula, y obstinada de ambos mundos.
Aquella broma me hizo sonreír y de pronto, la mano de él viajó con seguridad hacia mi rostro, tomándome desprevenida. Sus ojos estaban seriamente dilatados y por un solo segundo, me perdí en la manera en la que se humedeció los labios.
Sentí como se fue acercando con lentitud, y de manera automática, cerré un poco los ojos para no verme tan desesperada.
No obstante, la tonta risa de Fulek rompió el mágico momento.
Hice una mueca, y abrí los ojos con frustración. ¿Acaso nunca podría besarlo?
Quise alejarme, pero Dagan recobró la compostura y sin pensarlo dos veces, me acercó más a él y posó sus suaves labios sobre los míos, dejándome sorprendida.
Quedé paralizada cuando sentí como su boca demandaba la mía con posesión. Cerré los ojos, dejándome guiar por él, aunque de antemano, sabía que tampoco contaba con demasiada experiencia. Pese al movimiento del coche, no nos impidió besarnos en la oscuridad. Pronto Dagan aventuró a acariciar mi lengua con la suya, haciendo que me faltara ligeramente el aliento, pero no me importó. Al fin estaba besándolo.
—Ya era hora—canturreó Brianna, muy cerca de nosotros.
Dagan gruñó y nos apartamos para mirarla. Nos asustó verla a escasos cincuenta centímetros de distancia. Mi mejor amiga estaba recargada en el respaldo, mirándonos con una enorme sonrisa.
—¿Desde cuándo estás ahí, pelos de césped? —masculló Dagan, bajando el cristal de la ventana para ocultar su rostro ruborizado y acalorado.
Cubrí tontamente parte de mi cara con el cabello, mirando a mi madre como excusa, quién continuaba inconsciente en mi regazo.
—He visto lo suficiente para saber que ustedes por fin están juntos oficialmente—respondió ella con arrogancia y sin borrar la tonta sonrisa de sus labios.
—Yo jamás he estado de chismoso cuando Fulek y tú se besan—espetó Dagan, volteando a verla con incertidumbre.
—Es porque no nos importa mostrarle al mundo que estamos juntos—se encogió de hombros.
—A decir verdad, todos vimos el beso—arribó Aneska, mirándonos por encima del hombro.
Me hundí en el asiento, muerta de vergüenza y Dagan quiso disimular la incomodidad, pero no lo logró.
—Incluso Fulek y yo—vaciló Assan desde hasta delante, puesto que él iba conduciendo.
La única que no dijo nada fue Siegrid. La rubia se hallaba de brazos cruzados, mirando furtivamente por la ventana y a juzgar por lo huraña que se miraba, ella también presenció nuestro acercamiento.
—Cuando lleguemos al departamento de los señores Morgan, tendrán bastante tiempo para estar a solas y reponer los días que estuvieron separados—bromeó Fulek.
—Basta—musité, al borde del colapso de nervios.
—Ya, ya—sentenció Brianna al verme abrumada—dejemos este tema por la paz, ¿de acuerdo? Luna no se siente cómoda con nuestros comentarios.
—Yo tampoco—siseó Dagan.
Pero Brianna lo ignoró.
No podía agradecerle nada a mi amiga, porque ella había comenzado con toda esa tontería, pero al menos logró remendar su error y se cambió de lugar para dejarnos en paz.
Y en lo que respectó a Dagan y a mí, nos pusimos demasiado tímidos como para hablarnos, solo sonreíamos cada que cruzábamos miradas por accidente y decidimos, por separado, disfrutar el largo viaje de más de ocho horas.
Pero luego de un tiempo, quedé profundamente dormida y cuando desperté, me encontré con la mejilla recargada en el pecho de Dagan. Sin embargo, no es que él se hubiera acercado a colocarme la cara ahí, sino que movió a mi madre a los otros asientos y después me situó sobre él para que pudiera descansar.
¡Dormí encima de él, es decir, sobre su pecho!
Estaba amaneciendo, el cielo estaba un poco oscuro con algunos colores rosáceos y noté que los demás dormían, excepto el que conducía y ese era Fulek. En algún punto del viaje había cambiado de lugar con Assan.
Lentamente me aparté de Dagan y me senté al borde del asiento. Ahogué un bostezo y busqué a mi madre.
Ella continuaba dormida y a un lado, Koray también. La verdad es que todos dormían, excepto la persona que iba conduciendo y yo. La camioneta era enorme, ideal para viajes largos y asientos disponibles para alrededor de quince personas o más.
—Pensé que dormirías por más tiempo—dijo Fulek desde el asiento del conductor.
Volteé a verlo y asentí, aun adormilada.
—¿Ya estamos cerca? —pregunté, saltando varios asientos hasta llegar cerca de donde él estaba para no alzar la voz.
—En veinte minutos más o menos—respondió y noté que Assan estaba en el copiloto, totalmente dormido— ¿quieres comer y beber algo?
No me dio tiempo de contestar y me pasó una bolsa de plástico en donde había bebidas y bocadillos comprados en alguna tienda de 24 horas. Me enjuagué la boca con agua y me senté a devorarme algunos panecillos y un yogurt de fresa.
—¿Cómo te sientes? —le escuché preguntar. Nuestras miradas se encontraron en el espejo retrovisor y suspiré.
—Creo que la que debería preguntar eso, soy yo. Ustedes se enfrentaron a los idiotas del Kafa y...
—Estamos bastante bien. Nuestras heridas sanan más rápido—replicó con orgullo—pero yo no me refería a tu estado físico, sino emocional y mental, Luna.
—El Kafa convirtió a mi padre en un títere y lo vi morir por segunda vez—dije con voz trémula—me siento del carajo, pero no puedo dejar a mi madre con ese peso sola y no pienso verme débil. Necesita de mí y yo de ella...
Claramente desperté sintiéndome mejor, pero con aquella simple pregunta de Fulek, provocó que las emociones de anoche se arremolinaran en mi pecho en ese momento. Tuve que guardar silencio para guardar la calma.
—Lamento muchísimo haberlas involucrado en nuestros problemas—repuso Fulek con severidad—tampoco Brianna merecía esto.
—No. Cada quién es culpable de sus propios problemas—me obligué a sonreír con las tremendas ganas de llorar que tenía atascada en la garganta.
No obstante, Fulek continuó mirándome a través del espejo retrovisor y yo distraídamente vi el frente del camino y grité del susto al ver que, a unos pocos metros, yacían varios vehículos oscuros obstruyéndonos el paso.
—¡Fulek, cuidado!
Él rápidamente frenó de golpe y todos despertaron con tremendo movimiento brusco, incluidos Koray y mi madre.
—Chicos, despierten, tenemos problemas—masculló Fulek, apretando las mandíbulas.
Dagan saltó los asientos para colocarse detrás de mí y Assan apenas había abierto los ojos.
—Así que este era el plan del Kafa—carraspeó Dagan y se revolvió nervioso.
—¿Qué ocurre? —preguntó Brianna con irritación.
—¿Nos emboscaron? —espetó Aneska y Siegrid palideció.
Mi madre frunció el ceño a punto de hablar, pero le hice señas para que guardara silencio. Ella abrazó a Koray y se quedaron quietos al fondo de la camioneta.
—¿Puedes dar la vuelta? —le preguntó Dagan a Fulek.
—Puedo hacerlo, pero es riesgoso. En cuanto yo eche a andar un solo centímetro la camioneta, ellos vendrán contra nosotros sin miramientos.
—Son cinco camionetas y a juzgar por la determinación que destilan, el Kafa está allí y también Wyatt—observó Dagan. Tenía el cabello alborotado y los ojos un tanto enrojecidos por el sueño.
—Podríamos enfrentarnos...—propuso Assan, completamente despierto y a la defensiva.
—No podemos dejar a las chicas solas—siseó Fulek.
—Pelos de césped—la llamó Dagan y Brianna gruñó—tomarás el volante a partir de ahora, ¿está bien? Y vas a dirigirte a tu departamento como acordamos.
—Está bien, pero...
—Nada de peros—le cortó Dagan—cámbiate de lugar con Fulek.
Se cambiaron de lugar rápidamente, y para ese entonces, yo estaba temblando de pies a cabeza.
—¿Qué hay de ustedes? Son solo tres, por Dios—dije—ellos les ganan en número.
—Pero no en resistencia—terció Assan, animado.
Sin embargo, nadie se puso a pensar que estábamos perdiendo tiempo valioso y fue solo hasta que sentimos como nos elevábamos en el aire, nos percatamos que era demasiado tarde para escapar.
Mamá se horrorizó y me las arreglé para ir hasta donde ella estaba y abrazarla. Koray lloriqueó, sintiendo las malas vibras de aquel hombre psicópata. Y en un movimiento rudo, una de las ventanas traseras se deslizó a un lado, abriéndose y sentí como mi cuerpo era atraído hacia allí, es decir, hacia el hueco de la ventana.
Grité, aterrorizada y mi mamá intentó agarrarme, pero la fuerza era demasiada, e incluso Aneska se unió, y fue inútil. Y en lo que Dagan saltaba los asientos, salí despedida a la carretera sin hacerme daño. Levité en el aire y después mi torpe cuerpo fue nuevamente atraído en dirección a las otras camionetas mientras que yo no dejaba de gritar.
Dagan, Fulek y Assan salieron corriendo de la camioneta con los ojos en llamas.
—¡Déjala ir! —oí a Dagan gritar y la fuerza con la que era atraída incrementó y quedé suspendida en el techo de una de las camionetas.
Las puertas de los demás vehículos se abrieron y saltaron a la vista varios Ripper's y Hunter's, todos con el rostro endurecido de odio y vestidos deportivamente con sus colores característicos: negro y gris.
Y finalmente, Wyatt Pierce bajó, seguido del Kafa. Ambos vestidos elegantemente, como si fueran a asistir a un cóctel de negocios.
Desde mi posición, alcancé a percibir como Fulek le daba la señal a Brianna para marcharse. No pude verle el semblante a mi amiga, pero estaba segura que se moría de miedo y no quería dejarme, pero lo hizo. Aceleró sin miramientos y se las ingenió para rodear las camionetas. Varios de los Ripper's y Hunter's siguieron con la mirada la travesía de ella, pero luego volvieron a ponerse a la defensiva con Dagan, Fulek y Assan.
El Kafa esbozó una sonrisa demencial y alzó la mano en dirección opuesta a Dagan y se escuchó un grito de horror. Volví el rostro y el alma se me cayó a los pies.
Mi madre había salido de la camioneta de la misma manera que yo y la acercó levitando.
—Ella también me pertenece—dijo él.
—¡Con mi madre no te metas, imbécil! —le ladré y posteriormente, le escupí con asco.
La saliva le cayó en la mejilla, pero pareció no importarle. Solo se limpió con una servilleta y continuó ignorándome, mientras mi madre no dejaba de gritar, presa del pánico.
El Kafa ni si quiera tenía que mirarnos para mantenernos levitando; muestra de su gran poder. Maldito.
Y para rematar, Brianna no se marchó. Se estacionó más adelante y todas bajaron. No estaba preocupada por Siegrid o Aneska, pero si por mi mejor amiga. Ella era humana, no tenía poderes ni resistencia.
—Maten primero a las tres féminas—ordenó el Kafa a sus subordinados—pero necesito que se quede un Ripper y un Hunter, para que con junto con Wyatt, se encarguen de estos tres.
—Eres tan cobarde que no te enfrentas también tú—sisé.
—Si lo hago, querida Luna, la pelea terminaría en un abrir y cerrar de ojos—canturreó, risueño—y yo quiero que sufran.
Sus palabras me dejaron helada y mamá me miró con desasosiego.
Pero antes de si quiera cavilar lo que pasaría a continuación, el Ripper y el Hunter se despojaron de sus sudaderas y Wyatt se quitó el saco con arrogancia.
Miré rápidamente a Dagan y a los chicos: estaban más que listos, en posición de ataque. Y todo parecía estar bien, exceptuando el hecho de que seguían débiles de la pelea de anoche.
Y no estaban en igualdad de condiciones: Dos Hunter's y un Ripper contra dos Ripper's y un Hunter; puesto que los Hunter's son de categoría más alta en cuestión de resistencia, pero los Ripper's en habilidades.
En eso, Fulek fue el primero en correr hacia adelante, pero tomando una dirección diferente. La tirada de él no era pelear contra esos tres, sino ir a salvar a Brianna.
Los demás Hunter's y Ripper's no se tomaron la molestia en correr hacia las chicas, sino que prefirieron caminar, con el único propósito de asustarlas y acorralarlas.
—¡Fulek! —gritó Dagan, desconcertado.
Tuve que cerrar los ojos cuando Fulek se enfrentó de lleno a todos esos sujetos, tomándolos por sorpresa. Aneska y Siegrid también se unieron a él, incluso nos vimos obligadas mi madre y yo a cubrirnos las orejas ante el poder de la rubia, el cual funcionó unos segundos para contraatacar.
Dagan y Assan también se unieron a la pelea, corriendo a toda velocidad alrededor de las camionetas, atrayendo la atención de Wyatt y los dos sujetos que pretendían atacarlos.
Una onda expansiva provocada por Fulek hizo que el poder de telequinesis del Kafa perdiera efecto y tanto mi madre y yo, nos proyectamos con fuerza al techo de las camionetas y luego al suelo. Caí sobre mi brazo derecho, sintiendo un angustiando dolor que me paralizó por unos segundos. Mamá rodó sobre el cofre y se incorporó a tiempo de que el Kafa extendiera su mano a ella.
Una segunda onda expansiva sacudió el suelo y nos arrastró hacia un costado.
Agradecí ese lapso para poder arrastrarme por debajo de la camioneta junto con mi madre.
Las vibraciones del grito de Siegrid también fueron de ayuda, aunque nos dejó aturdidas al momento de echar a correr hacia la pelea, lejos del Kafa; ya que era más peligroso quedarnos con él.
¡Era un caos!
A cada uno le tocaba pelear contra seis y era imposible ayudarlos. Assan era el que más atacaba físicamente, pero también recibía. Las ondas expansivas de Fulek iban perdiendo fuerza y en cuanto me di cuenta de la razón por la que no paraba de hacerlo, me quedé sin aliento. Fulek protegía a Brianna de los Ripper's y Hunter's, mientras ella yacía inconsciente junto a la camioneta. Un hilillo de sangre comenzaba desde su cuero cabelludo y se perdía por debajo de su cuello.
Y Dagan usaba su fuerza asombrosa y telequinesis para defenderse; pero estaba realmente agotado, se notaba en sus movimientos cada vez más lentos.
De pronto, alcancé a ver unos lengüetazos de fuego sobre unos Hunter's que corrían horrorizados intentando apagarlo. Busqué con la mirada a quién había hecho eso y me llevé la sorpresa de ver a Aneska. Ella podía controlar el fuego.
—¡Idiota! —espetó Siegrid en mi oreja y tiró del brazo de mi madre y del mío al interior de la camioneta.
Casi quise abrazar a la rubia de la felicidad. O me estaba volviendo loca o la situación estaba tan mal como para ponerme contenta de verla.
—Brianna está herida—balbuceé una vez dentro y vislumbré como el Kafa se encaminaba a nosotras con el rostro pétreo, señal de que estaba realmente encolerizado—Dios mío...
—Traeré a Brianna, quédense aquí.
La agarré del hombro, deteniéndola. El Kafa venía directamente a nosotras.
—El Kafa va a asesinarte, no salgas—murmuré en un hilo de voz.
—Soy de Agartha y puedo defenderme, patética humana—esbozó una sonrisa arrogante, pero en vez de salir por la puerta, saltó por la ventana. Siegrid podría ser tonta, pero no una idiota.
Pero acto seguido, el rostro de ese hombre lunático apareció en mi campo visual y enseguida Koray se le fue encima ladrando.
—Maldito bicho—masculló él al tiempo que alzaba a Koray en el aire y lo agarraba de su diminuto cuello—estoy harto de ti.
Y en un movimiento rápido, Koray aulló y un ligero "crac" sonó. La cabeza de mi perro cayó floja hacia un costado.
Mamá gritó y yo me quedé inmóvil en mi lugar, incapaz de creer que ese malnacido le había roto el cuello a mi mascota sin miramientos y ningún tipo de remordimiento.
—Es solo basura del mundo—le oí decir y después lanzó el cuerpecito de Koray a la carretera, como si se tratara de algo sin valor—ahora, ustedes dos, vendrán conmigo o no querrán que erradique a sus amiguitos, aunque ganas no me faltan.
—Maldito infeliz, ¿Quién demonios te crees para hacer todo esto? —le espetó mi madre con rabia.
Él volteó a verla y ella se mostró intimidada ante sus ojos castaños carecientes de humanidad.
—Tomaré lo que me pertenece. No merecías una segunda oportunidad—dijo con suavidad y extendió su mano a mi madre, y no sé de donde saqué el valor, pero aventuré a agarrarle su extremidad y colocarla sobre mi pecho— ¿Qué haces?
—Si vas a tomar su vida, entonces toma la mía.
—A ti no te presté una nueva vida, a ella sí—se sacudió mis manos y se centró nuevamente en mi madre.
—Por favor, no—imploré, a punto de llorar—me quistaste a papá gracias a ese virus, no lo hagas con ella, te lo ruego...
—Jamás tuviste el virus—se echó a reír y bajó la mano—solamente les inyecté un patógeno de plaquetas, similar a lo que ustedes usan en los hospitales cuando se les baja las defensas. Si en serio les hubiese administrado el virus, habrían muerto en segundos y a estas alturas, la humanidad no existiría.
—¿Qué clase de monstruo eres? —chilló mi madre.
Dios. Aquello fue lo que colmó el último grano de paciencia de ese idiota. La sonrisa burlona de sus labios se esfumó y agarró del cuello a mi madre con fuerza.
—Basta ya. Todo acabará justo ahora—sentenció.
Abrí los ojos como platos al presenciar como ahora, en vez de otorgarle vida a mi madre, se la extraía y de manera más aterradora. Y por más que grité y golpeé al Kafa, este no cedió. Ni si quiera me miró, estaba concentrado asesinándola que no le importó que le arañara la cara; solo hizo algunas muecas.
—¡No! ¡Déjala! —grité, llena de pánico. Mi madre comenzó a aflojar el cuerpo y a perder el color de su piel.
Me regaló una última mirada llena de tristeza y de miedo antes de dejar escapar varias lágrimas y su último aliento.
Cuando él soltó la garganta de ella, apresuré a abrazarla. Le verifiqué el pulso y rompí a llorar.
—¡Eres un maldito infeliz! —le grité con todas mis fuerzas—lo pagarás en el infierno...
El Kafa se alejó unos pasos de la camioneta y sonriendo lobunamente, alzó el puño y luego, con una fuerza increíble, azotó la carretera, ocasionando un enorme sismo y grietas gigantescas en el asfalto.
—¡Momento de irnos! —vociferó, deteniendo la pelea de sus hombres—ya tengo algo que quería. Después regresaremos a terminar con esto.
Chasqueó los dedos y de inmediato los Ripper's y Hunter's caminaron detrás de él, incluido Wyatt. Los imbéciles apenas y tenían rasguños.
Temblando como niña pequeña, ignoré a los demás y permanecí abrazada a mamá.
Escuché muchas voces, pero parecían ser lejanas.
Alguien me abrazó fuertemente, y, aun así, no me importó.
Prontamente el vehículo se puso en movimiento y lo que yo tenía solamente en mi mente era mi madre. La había perdido por segunda vez y en ninguna de las dos veces logré hacer algo por ella. Koray fue más valiente que yo al enfrentarse a ese maldito loco y ahora él también estaba muerto. Por mi culpa.
No entendía qué hacía yo en medio de una pelea que no era mía. Amaba a un chico que no pertenecía al mundo humano y los suyos me arrebataron a toda familia y ahora estaba sola. Completamente sola.
—¡Luna! ¡Eh, Luna! —las palmadas en mis mejillas hicieron que reaccionara y enfocara la mirada a la persona que estaba frente a mí. Dagan.
Él me miraba con sus ojos zafiro, muy preocupado. Tenía severos golpes en la cara y el resto de su cuerpo, pero al parecer, yo era más importante que su estado físico.
Parpadeé y me acunó el rostro entre sus manos.
—Traeré de vuelta a tu madre y a tu mascota—prometió.
Negué con la cabeza.
—No son un juguete—rechacé sus caricias y abracé con más fuerza el cadáver de mi madre y vi que también estaba ahí Koray, como si estuviera dormido—ya no quiero saber nada de ustedes...—sisé, mirando a todos y luego reparé en Dagan, quién no dejaba de mirarme con tristeza—y para que lo sepas, yo sí me arrepiento de haberte conocido.
Un silencio sepulcral nos invadió en cuanto dije la última palabra.
Volví el rostro hacia mi mejor amiga quién todavía no recuperaba el conocimiento y estaba sobre el regazo de Fulek, pero él no estaba tampoco bien. Parecía ido, distante, como si hubiese recibido algún golpe fuerte y lo había dejado aturdido. Aneska iba en el volante con Assan de copiloto; mientras que la rubia estaba en los asientos traseros, atenta a nuestra conversación. Todos estaban heridos, pero no de gravedad.
Dagan apretó los labios y asintió, dándome mi espacio.
Por supuesto, Siegrid se regocijó en darle su apoyo incondicional después de que yo mandara a Dagan al infierno. De reojo los vi sentarse juntos al fondo, pero le resté importancia.
De pronto, sentí la caricia de alguien en mi mano y di un respingo.
Era Fulek Stradik.
Le sonreí sin despegar los labios y él me devolvió el gesto, con cierta rigidez. Al parecer estaba recuperándose.
Agarró mi mano y la depositó sobre su corazón, junto con la de Brianna.
—Perdónanos por causarles tantos problemas—murmuró—Brianna y tú, merecen más que esta mierda. Jamás estarán a salvo con nosotros.
—Solo quiero que mis padres regresen—sollocé. Cada que hablaba con Fulek, me daba vómito verbal y era muy sincera con él—desearía rebobinar el tiempo y así evitar todo esto, lo digo en serio.
Fulek miró hacia atrás, por encima del hombro y recordé que Dagan podía escucharnos perfectamente bien y resoplé.
Pocos minutos después, la camioneta se detuvo frente un edificio. Ya habíamos atravesado la ciudad de Columbus y no me di cuenta.
—Esta es la llave—dijo Fulek a Aneska, quién fue la primera en bajar—encárguense de abrir el garaje para que entremos todos sin llamar la atención.
Sin lugar a dudas, el departamento en Ohio del que Brianna era dueña, era muy grande y espacioso.
Fulek se dio a la tarea de llevarla a una recámara para limpiarle la herida de la cabeza y yo opté por tomar la siguiente habitación para estar al pendiente de ella, pero lo único que hice fue buscar ropa limpia para ducharme y después ir a la sala donde estaba el cuerpo de mi madre y el de Koray. Probablemente fui la única en asearse, puesto que los demás estaban todavía muy perturbados para hacer algo, pero yo tenía que sepultarlos.
Alguien les había puesto una sábana blanca encima y miré con recelo a los que estaban cerca.
—Necesito sepultarlos en alguna parte, no pueden estar a mitad de la sala—logré decir con un nudo en la garganta— ¿podrían ayudarme?
Lo más curioso es que no vi a Dagan y ni a Siegrid, solo a Assan y a Aneska.
—Luna, cálmate—Aneska se acercó a mí y se puso de cuclillas para estar a mi altura, ya que yo estaba arrodillada junto a mamá—vamos a solucionar esto, ¿sí? —sonrió, pero hizo una mueca de dolor y advertí que tenía varios golpes en la cara y brazos.
Me llevé una mano a la frente, incapaz de seguir siendo fuerte. Todo mi interior estaba desmoronándose. Quería llorar, gritar, patear y golpear a quién sea, pero nada de eso servía porque no iban a regresar mis padres y tampoco mi vida volvería a la normalidad jamás.
Pasados quince minutos, Assan y Aneska me dejaron sola porque tenían que asearse y para ese momento, escuché las voces de Siegrid y Dagan entrando al departamento.
Dagan se detuvo en seco al verme y no nos dirigimos la palabra, pero salté a la defensiva al verlo caminar directamente a mi madre e intentar cargarla.
—¿Qué crees que haces? —espeté, con veneno.
—Reparando tu corazón—respondió. Me quedé perpleja ante su respuesta y dejé que se llevara a mi madre en sus brazos, por lo que no tuve más remedio que seguirlo.
Siegrid también fue con nosotros, llevando consigo a Koray. Podría haberla corrido, empero no lo hice. La verdad es que ya no me interesaba pelear por el amor de Dagan. No tenía cabeza para nada que no fuera mi madre.
Salimos al exterior y asombrada por ver que había un pequeño patio trasero en aquel edificio, escudriñé a los alrededores. Era una calle privada, al parecer.
Dagan colocó a mi madre sobre el césped fresco y le quitó la sábana
Fruncí el ceño en cuanto reparé en los cuatro recipientes que yacían alrededor de mamá. Había agua, tierra, una vela encendida y... nada. El último estaba vacío.
—¿Qué es todo esto? —quise saber, retrocediendo distraídamente y tropecé contra algo duro. Volví el rostro atrás y vi un baúl algo antiguo con una cerradura enorme.
Siegrid depositó a Koray junto a mi madre y nos dejó solos a regañadientes.
Dagan, por su parte, se pasó la playera sucia por encima de la cabeza y quedó con el torso desnudo, el cual estaba gravemente lesionado de golpes y cortadas, pero parecía no importarle. Tenía el labio reventado y el pómulo izquierdo hinchado. Maldita sea. Ni si quiera lo noté por estar tan devastada.
—Así como el Kafa logró profanar nuestra esencia como seres del submundo para su propia conveniencia, mis padres descubrieron toda la verdad acerca de él y también los escritos originales de los primeros Agarthianos—dijo de pronto, muy cerca de mí.
—¿De qué verdad hablas?
—El Kafa no es un Agarthiano de sangre pura como nosotros—carraspeó él—es un estafador.
Fruncí el ceño.
—No comprendo...—volteé a verlo y nuestras narices se rozaron.
—Nosotros no necesitamos robarle el alma a otro para ser longevos, puesto que lo llevamos en la sangre, Luna—explicó—el Kafa fue un humano y usurpó el puesto del verdadero Kafa, profanando los conocimientos antiguos para tener poderes como nosotros y vivir a base de las muertes de los nuestros.
—¿Cómo es eso posible? ¿Cómo lo descubrieron tus padres?
—En unas de sus excursiones, pero eso te lo voy a contar después—farfulló—ahora es más importante traer de vuelta a tu madre y a tu perro. No podemos perder el tiempo o será inútil.
—¿Qué harás? —titubeé.
—Amamos a la naturaleza y, asimismo, la respetamos, porque nos da todo lo que necesitamos para vivir—dijo, arrodillándose para quitar la sábana—los cuatro elementos del mundo son: fuego, tierra, agua y aire. Y ellos mismos dan y quitan vidas. Confía en mí.
Me senté junto al baúl y él lo abrió con facilidad, sin necesidad de una llave. Extrajo varias hojas muy antiguas, que incluso parecían a punto de volverse polvo y unos frascos oscuros muy extraños.
Rodeó a mi madre y a Koray y comenzó a esparcir el contenido de esos frascos a su alrededor. Parecía sal.
A continuación, acomodó los cuatro recipientes exactamente en cada punto cardinal, manteniendo en el centro a los cuerpos.
Luego, regresó al baúl y de ahí saco un pesado recipiente cúbico metálico y él se colocó por encima de mi madre y le untó algo parecido a un aceite en la cara, brazos y piernas, al igual que Koray. Era plena luz del día y si alguien nos miraba, pensarían que estábamos en medio de un ritual satánico diferente al que se supone que se hace en la madrugada.
Y en cuanto terminó de hacer eso, guardó los frascos y el recipiente cúbico de metal de vuelta al baúl. Cogió los papeles y leyó en voz alta lo que estaba escrito, pero para mi sorpresa, fue algo que no pude entender. Parecía alguna lengua muerta u otro idioma.
Dagan saltó lejos del pequeño círculo que se había formado en torno a ellos y se situó a mi lado.
Entonces, cuando yo iba a replicar porque no pasaba nada, el árbol cercano comenzó a mover sus hojas sin que hubiera corrientes de aire que pudieran moverlas. Incluso sus ramas se movieron en dirección al cuerpo de mi madre yaciente en el césped, como si quisiera recogerla y arrullarla.
Fue un escenario increíble. Me froté los ojos para salir del ensimismamiento, y podía jurar haber visto que gotas de agua dorada se deslizaba de las ramas y hojas del árbol sobre mamá y Koray con total delicadeza.
Por un segundo se me vino a la mente la escena de la película "Avatar" cuando intentaron revivir a una mujer con ayuda de todos y en especial de su preciado árbol. ¿Acaso había algo de similitud?
Y así como ese momento se hizo presente, asimismo se desvaneció, volviendo todo a la normalidad.
Dagan se acercó lentamente a verificarles el pulso e hizo una mueca cuando le tocó revisar a Koray.
Sin embargo, el corazón me dio un vuelco al escuchar toser a mi madre. Cubrí mi rostro con las manos y empecé a llorar.
—¿Cariño?
No lo pensé dos veces y me le fui encima, abrazándola.
Quizá ella tuvo el último recuerdo antes de morir, y me abrazó más fuerte.
—¿Estás bien? ¿Qué pasó? —preguntó, desorientada.
—Nada, mamá. No pasó nada—sorbí por la nariz, negándome a soltarla. Y miré como Dagan negaba con la cabeza al sostener a Koray.
—Lo siento, el perrito no pudo volver—se lamentó él.
Tuve un pensamiento egoísta al no sentirme tan triste por Koray y estar feliz por mi madre, pero creo que cualquiera que estuviese en mi lugar también lo haría. Un perro jamás se compararía con tu madre, por mucho que lo amaras.
—Necesito que me digan absolutamente todo—ordenó mamá con cara de pocos amigos.
—Dagan, ¿podrías contarle a mi madre lo que está pasando, con lujos de detalles? —le pedí, casi en suplica—yo prepararé algo de comer para todos y luego sepultaré a Koray.
Dagan suspiró, sin contradecirme y asintió.
En el interior del departamento había bastante silencio. Fui a la cocina y hallé a Siegrid leyendo un libro de postres, muy concentrada como para escucharme entrar y al verme, se asustó.
—Tienes mejor cara y eso quiere decir que tu madre fue revivida con éxito al igual que el perro—dijo.
—Solo mi madre—hice una mueca y abrí la nevera. Para ser un departamento que no era habitado por nadie, tenían mucha comida congelada, tal vez se debía a que le pagaban a alguien para hacer limpieza, puesto que todo estaba limpio también. No se me apeteció nada de allí, así que cerré la nevera nuevamente y me crucé de brazos.
—Hiciste mucho drama—increpó la rubia.
—Dale gracias a que estoy de buen humor o de lo contrario, esto estaría atravesándote la garganta—le enseñé un cuchillo carnicero que encontré en la isla de la cocina. Ella rio y se encogió de hombros.
—Dagan sabía que, reviviendo a tu madre, lo perdonarías—añadió con ironía—y es por eso que voy a dejarte en claro una cosa, idiota.
Rodeó la isla de la cocina para acercarse lo suficiente a mí y chocar su frente con la mía, sintiendo como sus ojos grises me penetraban el alma.
—Si le rompes el corazón a Dagan, yo haré añicos el tuyo y no estoy hablando metafóricamente—deslizó su mano hacia mi cuello—es una advertencia, humana ridícula. Estoy resignándome a que él jamás se fijará en mí, no lo arruines con tu estupidez.
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