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26. Desnudos en la misma cama

Sentí el cuerpo pesado y con contracturas en cada músculo que existía. Mi cabeza dolía como si fuera perforada por una agujereadora eléctrica. Las drogas y el alcohol son mala combinación.

Me removí un poco mientras me quejaba por la luz que dañaba mis ojos, aun permaneciendo mis párpados cerrados.

El velo que vedaba mis recuerdos fue cayendo de a poco, y la memoria se hizo, de apoco, más clara para mí.

Lo recordé todo de repente. Las imágenes de lo que fue ayer asaltaron mi mente como una película a alta velocidad.

Mi cuerpo fue impulsado por una descarga de nervios. Me senté y en aquella posición, la pequeña sábana que me cubría cayó a mis muslos revelando para mí misma que estaba desnuda. Miré a mi derecha al sentir que alguien se removía sobre el colchón.

Mis ojos se abrieron por la sorpresa al encontrar a Malcolm, durmiendo plácidamente sin ninguna preocupación. Él también estaba completamente desnudo como yo.

Esto estaba mal. Muy mal.

Llevé mis manos a mi cabello y quise arrancármelo de los nervios. Pero me contuve, antes de dejarme calva a mí misma.

— ¿Qué sucede, cariño? — preguntó una voz desconocida.

Levanté la vista asustada mientras volvía a tomar la sabana de manera apresurada para cubrirme el pecho descubierto.

Había un chico desconocido parado frente a la cama, que me miraba con una sonrisa en los labios. Su cabello era largo y caía sobre sus hombros como una cortina de seda negra. Su rostro hermosamente andrógeno estaba iluminado por el metal de varios piercings que perforaban la piel de su labio, ceja y orejas. Su piel se veía indecente y atractiva, sus labios eran como los de una mujer y sus ojos guardaban una seducción particular, que sería capaz de envolver a cualquiera, sin importar que fuera hombre o mujer. Me quedé embobada mirándolo, era tan hermoso. Nunca me atrajeron los hombres de su tipo, pero este chico tenía una belleza extraña. Era como si todo en el estuviera allí únicamente para seducir.

El chico se subió a la cama sin un ápice de pudor. Al parecer, el hecho de que hubiera dos personas desnudas en una cama no era nada incómodo para él. El chico gateó hasta colocarse en medio de nosotros.

Yo no pude hacer ni decirle nada. En cualquier otra circunstancia hubiera gritado, seguramente. Pero me sentía inmovilizada por su belleza.

¿Por qué últimamente sólo conocía personas malditamente atractivas?

— ¿Te parezco atractivo? — me preguntó mientras se recostaba en medio de nosotros.

Yo sólo pude abrir la boca a modo de respuesta. Me encontraba perpleja por todo lo que estaba sucediendo.

— ¿Tal vez ahora podamos hacer un trío? — dijo y su sonrisa perversa aceleró mi corazón.

— Cierra la boca, afeminado — escuchar la voz de Malcolm me trajo de vuelta.

El chico delgado se giró en dirección a Malcolm mostrándole un gesto ofendido.

— ¿Acaso no soy lo suficientemente atractivo para ti?

— No, los trucos de un clase baja no funcionarán en mí — dijo sentándose, sin pudor de mostrar su torso desnudo.

El chico, al igual que yo, sólo pudimos desviar la vista a su pecho marcado. Mierda, tenía un muy buen cuerpo, ayer por la euforia de las toxinas y la noche no había podido percatarme de aquello. No sólo tenía un rostro atractivo, su cuerpo estaba de muerte.

— Ni siquiera sé por qué sigo siendo tu amigo, eres tan malo conmigo — masculló el chico haciendo un puchero.

— Porque eres un idiota — le respondió Malcolm de manera aburrida y el chico fingió sentirse ofendido por su comentario.

— Bueno, creo que sólo seremos nosotros dos, ¿qué dices? — dijo giñándome un ojo mientras descansaba el peso de su cabeza en su mano.

— Lo siento, pero no será posible — le dije mientras apretaba la sabana aún más fuerte contra mí. Ni siquiera sabía por qué me disculpé, no era como si el chico pudiera sentirse herido por haberlo rechazado.

Mis ojos miraron a Malcolm. ¿Cómo se sentiría él de que otro chico me ofreciera sexo justo frente a sus narices?, pues al parecer no le afectaba en lo más mínimo, sólo se encontraba ocupado buscando sus pantalones mirando primero por el interior de las sábanas hasta que dio con ellos en el piso.

Habíamos tenido sexo anoche, y, al parecer, eso no había significado nada para él. Y comprender que para él no era absolutamente nada, incluso dudaba que me considerara una amiga siquiera, era doloroso.

Fruncí el ceño ofendida para segundos después sorprenderme de mí misma. ¿Por qué debía sentirme ofendida si no recibía atención de su parte?, pues, no somos nada y es mejor que continuemos no siéndolo por mucho tiempo más. Él no me convenía.

— ¡Qué aburridos! — dijo el chico levantándose de la cama mientras giraba los ojos en un gesto de aburrimiento.

— Ya vete, Jared.

Así que ese era su nombre, ¿Jared?

Jared me miró de manera extraña, y se mordió la piel de su dedo pulgar de manera nerviosa. El chico tenía las uñas coloreadas con esmalte negro y una pequeña sombra negra pintaba los párpados de sus ojos. ¿Qué le sucedía?, lucía algo hambriento.

— ¿Estás bien? ¿Luces hambriento? — le dije.

— Sí — me dijo y su voz sonó algo rasposa.

— Busca con quien saciar tu hambre en otro lado, afeminado — le dijo Malcolm caminando alrededor de la cama hasta posicionarse frente a nosotros dos. Sólo se había colocado el pantalón, todavía permanecía descalzo y sin camisa.

Jared se levantó de la cama y caminó hasta la puerta con la cabeza bien en alto.

— Eso pienso hacer — dijo luego de hacer un gesto de superación. Un segundo después dejó de fingir su enfado y me miró con una sonrisa enorme —. Ojalá en algún momento cambies de opinión — dijo lanzándome un beso al aire.

Jared desapareció por la puerta después de que Malcolm lo ignorara cuando también le lanzó un beso a él.

Ahora que estábamos solos de vuelta pude volver a pensar en lo que había sucedido ayer y me sentí mal conmigo misma. Me había emborrachado, drogado y tenido sexo con un chico peligroso que no conocía de nada. Si mi madre estuviera despierta, seguramente se decepcionaría mucho de mí.

Mi madre. Pensar en ella me hizo volver a la realidad. Ella estaba peleando por su vida, y yo aquí, perdiendo el tiempo enrollándome con un chico del bajo mundo, el cual sólo se acercaba a mí para llevarme por mal camino y hundirme en un mundo oscuro al cual no pertenecía.

Una humedad cálida tocó mi cuello y fue suficiente para sacarme de mis pensamientos. Malcolm había comenzado a besar la piel de mi cuello y yo me sobresalté a su tacto.

Lo sentí sonreír contra mi clavícula. Al parecer le divertía mi reacción.

Su mano tomó las sábanas que me cubrían y tiró de ellas para descubrir mi pecho. El frío se resintió en mi desnudez.

Malcolm comenzó a tocarme de manera íntima y yo me sentí desfallecer por el fuego que se encendía en mí.

No podía. Tenía que parar esto, pero mi corazón latía por su contacto, con antelación y anhelo.

No. Debía ser fuerte ante la tentación. No podía caer una segunda vez en sus redes. Tenía que volver a ser la Amanda de antes.

— No — dije, pero Malcolm no se detuvo en lo que estaba haciendo, talvez había negado muy despacio y no me había hecho escuchar, o simplemente, estaba ignorándome, no lo sabía.

Se escapó de mí un gemido cuando el fuego de mi interior comenzó a quemar. No podía dejar que las cosas avanzaran más, o sino no sería capaz de detenerlo a tiempo antes de cometer otra equivocación.

— Espera — dije con poca voz —. Es suficiente — esta vez lo dije con más fuerza haciendo que él me oyera e incluso logré apartarlo con mis manos.

Malcolm me miró sin expresión, como si mi actitud le resultara infantil, e incluso exasperante.

— ¿Qué sucede? — preguntó al fin separándose de mí completamente y mirándome de manera aburrida.

— No quiero volver a verte — solté de manera tajante y escueta. No creía tener valor para decir lo mismo con una palabra más ni menos. Ya de por si era muy difícil mantener la cordura y el poco decoro que me sobraba en su lugar.

— Eso dijiste la última vez, y mira ahora, estamos desnudos en la misma cama.

Mi corazón se sintió explotar ante aquellas palabras. Me sentía débil... tan débil. Era pequeña y manipulable, lo sabía y al parecer sólo podía serlo con él, es que él, me envolvía de una manera... no sabía qué era, si por su atractivo, su voz, su personalidad oscura o si había algo más que se escapaba a mi entendimiento. Si no hacía acopio de mi propia voluntad, tenía miedo de que pudiera entregarme completamente a él y ya no pertenecerme a mí misma.

— Esto ha llegado demasiado lejos — dije mientras recogía mi ropa del suelo y no tardaba mucho en ponérmela de vuelta.

Tuve que evitar mi propia vergüenza al ser consciente que Malcolm me miraba fijamente mientras cubría mi cuerpo de la desnudez, que ayer le había entregado como si fuéramos creados el uno para el otro, pero hoy, a la mañana siguiente, las cosas se sentían diferente. Ahora era consciente de mi estupidez.

— Cierto — concordó Malcolm conmigo y me sorprendí que así lo hiciera. Me volteé con un giro de casi noventa grados para verlo de frente, más que sorprendida —. Pero cuando más te hundes, más difícil es escapar — dijo y me imaginé a mí misma hundida hasta la cintura en arenas movedizas, las cuales me iban absorbiendo y adhiriendo, con cada segundo, más a mí. Malcolm caminó hasta mí y se acercó a mi rostro de manera peligrosa, tan cerca que despertaba los latidos desenfrenados de mi corazón, una vez más en esa maldita mañana —. Ya estás muy hundida en mí. No te será tan fácil escapar — dijo y me sonrió de manera malévola y yo me sentí estremecer por sus palabras y por su cercanía casi inexistente.

Él era peligroso. Siempre lo intuí, pero nunca fui capaz de alejarme en todo este tiempo, pero estaba segura que todavía no era muy tarde para perder todo contacto con él. Tenía que liberarme de él, tenía que volver al camino correcto, escapar de las arenas que me hundían y me llevaban a una oscuridad ineludible.

Fruncí el ceño intentando poner mi mejor cara determinada. Tenía que demostrarle que esta vez hablaba en serio.

— No eres una buena persona — le dije.

— Lo sé — dijo sin ningún remordimiento.

— Por eso no me conviene continuar viéndote. Lo digo en serio y será mejor que esta vez no vuelvas a acercarte a mí — le dije muy cerca de su rostro, soportando ese deseo pecaminoso de volver a caer en él y probar sus labios una vez más. Pero yo era fuerte. La tentación no podía vencerme, no una vez más.

— ¿Tú qué sabes lo que te conviene? — se rio alejándose por fin de mí. Se acercó hasta la mesa de luz, la cual estaba repleta de vasos y botellas vacías, rebuscó en el interior del cajón y sacó una caja de cigarrillos.

No tardó mucho en tener un cigarro encendido entre los labios, y esa sonrisa socarrona dedicada a mí, como si fuera digna de su burla. Pues no, no era una niña tonta, estaba convencida de lo que decía y lo sostendría.

Caminé hasta la puerta mientras era observada por Malcolm, quien continuó fumándose la cerilla de manera tranquila.

— Adiós, Malcolm. Ya no me busques — dije y con eso salí de ese mundo, pensando en no volver nunca.

El camino de vuelta a la casa de Ellie me sirvió para meditar sobre todo lo sucedido y replantearme mis errores y los cambios que debía hacer en mi vida.

— Lo juro — hice un juramento, donde yo era la única parte del contrato —. Ya no volveré a verlo.

Me pregunté si era pecado jurar lo imposible.

Pero no importaba que tan imposible fuera, lucharía contra mí misma, para hacerlo real.

Mi teléfono móvil vibró en el interior de mi bolsillo. Lo saqué y mi corazón se aceleró cuando vi el remitente de la llamada.

Era una llamada del hospital. 

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