16. Piensa no creas
Mi primera noche en la casa de Ellie fue horripilante.
Por un momento creí que, si estaba en compañía de alguien, las pesadillas no darían tanto miedo a cuando tenía que enfrentarlas sola. ¡Qué equivocada estaba!
Nos fuimos a dormir tarde, ya pasaban las dos de la madrugada. Ellie estaba tan cansada, que, más bien su cabeza tocó la almohada, cayó dormida. Fueron sólo unos minutos los que tuvieron que pasar para que escuchara su respiración tranquila y cronometrada.
Al principio me costó dormir, me fue difícil acostumbrarme a una habitación distinta y a un colchón que no me pertenecía. Pero sólo necesité que el sueño me venciera para que esas razones ya no importaran.
Esta vez la pesadilla, o alucinación, sucedió en pleno día.
Me desperté porque la luz entraba por la ventana de la habitación, la cual estaba abierta de par en par.
Inmediatamente me atacó una sensación de extrañeza. Estaba segura que ayer, antes de acostarnos para dormir, Ellie había cerrado la ventana, e incluso la recordaba colocando el cerrojo.
¿Quién la abrió?, Ellie no podría ser, ya que ella seguía durmiendo plácidamente como una muerta.
Quise levantarme para cerrarla, y fue en ese entonces que comprendí que no podía moverme. ¿Estaba teniendo otra parálisis de sueño?
Busqué con los ojos a Ellie, quien seguía durmiendo sin percatarse de nada de lo que me sucedía. Quise gritar, quise llamar por su ayuda. Pero fue en vano. Mi voz no salía, era como si una mano invisible me aplastara el pecho y se cerrara alrededor de mi cuello.
Un segundo después, sentí que era liberada de la presión en mi pecho y cuello, entonces escuché algo que me heló la sangre.
A mí lado, se escuchó como si alguien o algo estuviera arrastrando enormes garras por el suelo, produciendo un sonido agudo y punzante, a tal grado doloroso para mis oídos. Sentía que el sonido de garras se hacía más distante, como si estuviera alejándose de mí, pero en dirección a la cómoda, haciendo chillar a la madera debajo de garras que no podía ver.
El ruido era insoportable.
Cuando creía que me desmayaría por la fuerte presión que generaba el chillido a mi cabeza, se detuvo de súbito, pero para arrojar todas las pertenencias que yacían por encima de la cómoda. Maquillaje, perfumes, espejo, todo se rompió en el suelo.
El ruido de la caída de las cosas provocó que Ellie se levantara asustada, e inmediatamente el control volvió a mi cuerpo, como si eso que estaba aprisionándome hubiera huido de la habitación.
Me levanté del colchón, todavía temblando por la experiencia.
Ellie caminó hasta donde se hallaban sus cosas tiradas para recogerlas. Tomó una botella de perfume, la cual había estallado por la caída, vaciando todo su contenido en el suelo.
— ¿Qué sucedió? — preguntó sumamente extrañada por la situación.
— No lo sé — dije —. La ventana está abierta — le indiqué.
Ella la miró intentando encontrar algo lógico en todo esto.
— ¿Habrá sido el viento? — preguntó mientras limpiaba el desastre.
Yo me acerqué a la ventana, intentando controlar mi cuerpo gelatinoso, para que Ellie no se percatara del temor que estaba invadiendo mi cuerpo y vida entera.
— Está muy tranquilo afuera — le indiqué. No había ni una pizca de briza. Su teoría parecía imposible.
— Mira — me indicó señalando algo en la madera de la cómoda.
Las huellas de unas finas garras se extendían por toda la superficie de uno de los lados de la cómoda.
— ¿Habrá entrado la gata de la vecina? — se preguntó a sí misma mientras analizaba la superficie alterada de la madera.
— No lo creo, a no ser que la gata de tu vecina sea tan grande como un caballo — le indiqué. Era imposible que esa marca fuera hecha por un gato. Era aterrador.
¿Mis sueños se estaban mezclando con la realidad?... ¿O acaso nunca fueron sueños?
No, no... esto debe tener una explicación. Piensa no creas.
— Sí, seguro fue la gata — dije segundos después contradiciéndome a mí misma.
Después de eso, Ellie pareció olvidarse del asunto, como si nunca hubiera pasado. En cambio, yo no podía sacarme esa mañana de la cabeza, cada vez que la recordaba, temblaba de terror. Las otras veces había sido de noche, pudieron ser sueños, pero esta vez, había sucedido de día, con el Sol en su mayor plenitud, empañando toda la habitación de su luz. Estaba despierta y sé que no fue un sueño... pero a veces es mejor convencerse a una misma que lo fue o que tiene una explicación lógica, sólo que no logramos descubrirla todavía, sí, es mejor pensar eso, que saber que en verdad hay algo, que no puedes ver, algo maligno, que te acosa y molesta noche tras noche.
Antes del desayuno, cuando Ellie se metió a bañar, comencé a revolver las cosas que había traído de mi antiguo monoambiente. Revisé cada bolsillo, bolsa y caja... pero nada. No estaba por ningún lado.
¿Dónde había quedado el anillo que me obsequió Chris?
¿Acaso lo había olvidado en mi monoambiente?
¿Había manera de recuperarlo?
Nunca creía que ese anillo tuviera poder alguno, pero estaba desesperada, me creía capaz de creer en cualquier cosa. Si ese anillo era la alternativa para dejar de tener pesadillas y alucinaciones, lo llevaría conmigo en todo momento y a todas partes. Pero desgraciadamente, ahora que había decidido usarlo, no lo tenía conmigo.
Después de desayunar, ambas nos alistamos para ir al restaurante de Richard.
El trabajo pasó sin ningún percance. Nada fuera de lo normal. Ni siquiera vino Chris a visitarme, ni tampoco lo vi a Malcolm. Al parecer mi amenaza había funcionado y había decidido dejar de acosarme. Por un lado, eso traía algo de paz a mi alocada vida, pero por el otro, me preguntaba si en verdad pensaba no volver nunca, y extrañamente me encontré a mí misma anhelando verlo de vuelta.
— No, Amanda, te estás volviendo loca — me dije mientras limpiaba las sobras de una mesa.
Intenté ya no pensar en él, porque cada vez que más lo pensaba, más lo anhelaba.
Cuando terminó mi turno en el restorán, me dirigí a la sucursal más cercana de Nigrum.inc. Pensaba solicitar trabajo allí, y si lo conseguía, solucionaría una gran parte de mis problemas.
La sucursal era enorme y estéril, fuera donde mirara. Ventanas altas, espejos a modo de decoración, plantas de interior y pinturas que parecían obras de artes sacadas de un museo antiguo. Al entrar en ese lugar me sentí pequeña e insignificante. Las personas que trabajaban allí, todas vestían bien. Estoy segura que el traje de la recepcionista valía cinco de mis sueldos trabajando en el restorán de Richard.
¿Era correcto pedir trabajo aquí?
Era obvio que yo venía de otro mundo, de uno menos estético y lujoso. La adaptación parecía imposible para mí, con sólo imaginarla. ¿Y la aceptación? ¿Los trabajadores de aquí me aceptarían como su semejante?, lo dudaba mucho, ya que ni me miraban cuando pasaba al lado de ellos, era como si yo fuera una mota de polvo sin importancia ni presencia.
Pero, no sólo el ambiente lujoso me hizo sentirme incómoda, había algo más pero no sabía explicar qué era. Algo muy en mi interior me hacía estremecer el espíritu por completo, como si algo muy malo estuviera allí entre esas paredes y me decía que debía huir lejos.
Esos sentimientos los adjudiqué a mis nervios. Pues, era mi primera entrevista en una empresa de este calibre.
Hice a un lado los prejuicios que yo misma me estaba adjudicando, y teniendo el valor que nunca tuve, me acerqué a la refinada recepcionista. Lucía unos años más que yo, pero exhalaba de su persona una autoridad y superioridad que me dejaron pequeña e insignificante a su lado.
— ¿Qué se le ofrece? — preguntó al percatarse de mi intrascendente presencia.
— Vine por la solicitud de trabajo.
— Bien — dijo y luego tecleó algo en su computadora —. Las entrevistas son en el quinto piso.
— Gracias — le dije y comencé a subir la escalera. Había ascensor, pero preferí evitarlo sin razón aparente.
Llegué algo cansada al quinto piso, y agradecí internamente por el agotamiento. Si estaba agotada, no tendría fuerza para ponerme más nerviosa de lo que ya estaba.
Había cinco personas esperando sentados a ser llamadas para la entrevista.
Me senté en una silla un poco alejada, y ocupé el tiempo que me restaba para organizar mi currículum. Era el mismo que había presentado cuando solicité trabajo para Richard, sólo me faltaba agregar la experiencia en el restorán. Espero que no se exalten mucho por hacer un agregado a mano alzada con lapicera.
Tuve que esperar a que pasaran todas las personas que habían llegado antes que yo, así que fue más de tres horas que tuve que esperar hasta que llamaron a mi nombre.
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