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🧸ᵗʳᵉᶜᵉ

Desde la percepción de Wooyoung, el tiempo había pasado demasiado lento para su gusto. Siempre disfrutó de las pequeñas cosas y apreciar cada momento al máximo, eso era algo así como el lema de vida que le acompañaba día a día; pero vaya que estar arrodillado sobre la rígida y fría madera hace aproximadamente una hora no era su cosa favorita en el mundo.

Sus rodillas de verdad empezaban a hormiguear al punto de arder y su cuerpo a resentir la posición en la que se encontraba. Y esa no era la peor parte; lo peor de todo es que aún se encontraba muy duro y deseoso de ser tocado por San. Como sea. Donde fuera. Pero lo necesitaba en estos momentos. Y el hecho de que seguramente el mayor estuviera muy enojado por haber perturbado su video llamada, le prendía más.

Bastó con cerrar sus ojos para que su imaginación lo transportara a ese escenario morboso donde San corrompía su estrechez como sólo él podía y sabía hacerlo; sin ningún tipo de piedad y esa brutalidad llevada de la mano con la torpeza que lo apoderaba cuando se encontraba frustrado o molesto. Y claro, Wooyoung siendo un masoquista de primera era quien en repetidas ocasiones le provocaba, siendo travieso como hace unas horas o rompiendo una que otra regla apropósito.

Mordió su labio inferior cuando sintió la asfixiante tela de sus pantalones ajustados ejercer presión contra su desatendida erección. No lo resistió más. Él intentó ser bueno, pero las circunstancias le orillaron a romper una regla más; tocarse sin el consentimiento de papi.

Un vaivén de caderas dio inicio, empujándose de arriba a abajo con delicadeza creando esa fricción en donde encontró el alivió que lo llevó a un centenar de suspiros escapando por sus labios. Su diestra vagó por debajo de su camisa tanteando su delgado vientre y subiendo de a poco, disfrutando de cada roce regalado hasta topar con sus rosados y sensibles botoncitos, los cuales consintió atrapándolos entre sus yemas y haciendo presión en ellos amasando a su gusto.
Suspiró frustrado moviendo algunos de los mechones desbalagados por su frente y se dedicó a observar el techo tumbado en la frialdad. Trataba de concentrarse en otras cosas, tales como sus lindos peluches o sus golosinas favoritas, o cual fuera la cosa que cruzará por su mente, él sólo trataba de ignorar su erección y la necesidad que crecía dentro de sí de ser llenado por la larga y venosa masculinidad de San, pero al pasar de los minutos le resultaba cada vez más asfixiante.

Su frustración fue tanta que empezó a consumirlo y materializarse con actos; se removía quejoso sobre la madera mientas puchereaba con sus comisuras extendidas hacia abajo. Sus ojitos se volvieron cristalinos y experimentaban una leve picazón a los bordes. Su papi no estaba para complacerlo en todo como lo hacía siempre, lo más seguro es que dejarlo sólo en aquella gran habitación tanto tiempo, era parte de su castigo y eso lo ponía muy triste.

De un momento a otro y sin previo aviso, el rubio se vio sorprendido al ser tomado y jalado fuertemente por la tira de cuero negro que adornaba su lechoso cuello, obligándole a retomar su posición inicial de rodillas contra el piso. Tragó duro. Al instante miró hacia arriba con ojitos de borreguito bebé y su puchero permaneció instalado en sus labios dándole una estética más adorable e irresistible para San, quien consideró olvidar lo que su pequeño había hecho y simplemente llenarlo de mimos hasta el cansancio. Pero no. Debía ser duro y recto con su bebé.
No respondió. En cambio comenzó a jugar con sus manitas sobre su regazo. Por más atrevido que fuera en algunas ocasiones, San siempre lograba intimidarlo a tal punto de sumergirlo en un estado de completa sumisión ante su presencia.

- ¿Qué te he dicho sobre hacer berrinches?

— Te hice una pregunta. —habló entre dientes, susurrando frente al cohibido rostro del menor.

— A-a... A papi no le gustan los berrinches. —respondió esta vez bajando su mirada.

— Exacto. —se reincorporó en su sitio, parándose erguido aun sujetando con firmeza el cuero que posaba sobre el cuello de Wooyoung , demandando que este se colocará de pie, cosa que acató a duras penas, ya que sus piernas se hallaban entumecidas.

— Y tú, pequeño malcriado. —jaló nuevamente del cuero, dejando el rostro de Wooyoung a centímetros de su pecho, debido a la visible diferencia de estatura, y él terminó por inclinarse hacia el oído sensible del menor— Sigues buscando maneras para desobedecerme. ¿Tú crees que me pareció gracioso? Me hiciste quedar como imbécil frente a mis empleados. —susurró con cierto salvajismo en sus palabras, y las piernas de Wooyoung no hicieron más que temblar.
— Veo qué no has entendido quién manda aquí, bebé. —dijo mientras una sonrisa burlona se extendía por sus comisuras causándole un escalofrío al espectador de sus acciones, del cual se posicionó detrás dando pasos firmes. Este último no hizo más que callar clavando la vista a sus pies que jugaban tímidamente entre ellos— Papi tendrá que enseñarte algo de modales, pequeño.

Dicho esto, el dominante se sentó en la cama dejando a un confundido Wooyoung de pie. San observaba el pequeño cuerpo frente a él de pies a cabeza, deleitándose por el bello y bien proporcionado cuerpo de su bebé. Wooyoung sentía la pesada mirada del mayor devorándolo entero, congelando sus sentidos por completo ante los escalofríos que está le causaba. Siguió así por segundos evitando a toda costa el voraz pelinegro frente a él, hasta que este habló, tan confiado e imponente como siempre.

— Desnúdate.

No lo pensó dos veces cuando ya estaba quitando sus zapatos de forma torpe y tonta, seguido de ellos se vinieron abajo sus pantalones de un tirón, quedando solamente en esas bonitas braguitas de encaje negro, que hacía un perfecto contraerse con su lechosa piel. San no tuvo reparo en mirar con descaro cada centímetro de Wooyoung , mordiéndose el labio y sintiendo como algo oscuro dentro de sí se apoderaba de su mente siendo embriagado por la lujuriosa imagen de su pequeño.
Los mofletes del rubio se encontraban al rojo vivo y decidió voltear a otro lado para ocultar su vergüenza. El pelinegro a unos metros de él, conocía cada parte de su cuerpo, hasta la más mínima, y también visto en todas las posiciones existentes en el mundo; inclusive su primera vez fue con él, pero eso no quitaba el cúmulo de explosiones dentro de sí cuando se hallaba con los lascivos e inamovibles cristales negros de Choi.

Jugueteó con el borde de su camisa, vacilando en quitarla hasta que se animó quedando expuesto y vulnerable ante Choi, a excepción de las bragas que aún lo acompañaban, por lo que bajó lentamente sus manos por su cintura y cadera tomándose el tiempo de contornear su esbelta figura hasta tomar los bordes de la prenda y de igual forma jugar un poco con estos.

— Alto. —ordenó y Wooyoung acató de inmediato— Ven aquí.
Se posicionó entre las piernas de San mientras entrelazada sus propias manos a nivel de su regazo. Las toscas manos del mayor reclamaron la estrecha cintura y acabaron el poco espacio que existía entre sus cuerpos.

San contemplaba la tímida actitud del rubio desde abajo, amando el hecho de ser el único capaz de controlarlo de esa manera.
Wooyoung disfrutaba con sus ojitos cerrados y respiración entrecortada cada roce y caricia otorgado, pero le arrebataron todo aquello cuando su dominante poseyó sus caderas dándole la vuelta y con el mismo impulso tomó los bordes de la última prenda que cubría su anatomía y la arrancó, llevándolo a ahogar un gemido debido al abrupto contacto de su miembro erecto chocando contra su vientre.

San volvió a tener el control sobre el pequeño y liviano cuerpo al depositarlo boca abajo sobre sus piernas. Wooyoung se mordió el labio expectante a lo que vendría y alzó sus caderas para que su mayor tuviera mejor acceso a su apetitoso trasero.

El azabache no perdió tiempo y arremetió su palma contra la sensible piel del cachete derecho de su pequeño haciendo que se removiera en su regazo.
Sonrió complacido al escuchar a su bebé. Con su zurda tomó ambas muñecas sin complicaciones, al ser éstas tan delgadas, y las posicionó sobre la cabellera rubia no con intenciones de soltarlas.

— ¡Mngh! U-uno...

— Te consiento demasiado, ¿lo sabías? —preguntó, realmente no esperando una respuesta y su diestra volvió a someter la carne vulnerable y de un tono carmesí.

— D-dos...

De nueva cuenta golpeó su trasero rebosante en escozor, esta vez no midió la fuerza en su tacto, logrando dejar la silueta de su mano en la zona y que por consecuencia, Wooyoung se removiera queriendo liberar sus manos sujetas sobre su cabeza, pero San se lo impidió afianzando su agarre.

- Te parece divertido jugar con la cordura de papi ¿Ah? -retó.

— Mngh. P-papi, por favor...

A este punto Wooyoung solo balbuceaba incoherencias muy sumido en el dolor plenamente satisfactorio que ejercían sobre mullido trasero. Su polla palpitaba entre ambas anatomías, y esta misma se retorcía golpeando suavemente su vientre y el muslo del mayor, generando una leve pero calmante estimulación conforme a los azotes avanzaban y subían de nivel, probando su resistencia al dolor y tratando de llevarla al límite hasta llegar a enloquecerlo.

Un último azote fue dado, tan preciso como el primero pero no tan doloroso, llevando consigo el chicloso sonido del impacto, cosa que encendió una chispa en Wooyoung que lo recorrió por completo causándole insoportables escalofríos, y explotó en la punta de su falo, liberando consigo tiras y tiras de su esencia dulce manchando su abdomen y parte del pantalón de San. Sintió su garganta raspar debido al terrible gemido que detonó en el acto ocupando cada rincón en la habitación.

— ¡Aah papi~! Mgh... v-veinte...—
San rió por lo bajo debido a la sensibilidad de su pequeño.

Suspiró satisfaciendo sus pupilas de la maravillosa escena audiovisual que le otorga su bebé; espalda perfectamente curvada con pequeñas constelaciones marrones adornándola, seguido por un culo firme y voluptuoso, marcado en un tono rojizo por sus demandantes manos de una forma exquisita e irrealmente poética. Y ni hablar de la quita sinfonía que eran sus sollozos y gemidos ante los oídos incautos del azabache, esos que sólo conseguían embriagarlo hasta hacerlo perder la razón y convertirse en su esclavo.

Wooyoung cayó rendido en los muslos del mayor, importándole poco caer sobre su propia viscosa sustancia, y cerró sus ojos, aun tratando de regularizar su respiración, estando extremadamente exhausto por la actividad anterior.

San acarició sus dorados cabellos y se inclinó hasta plantar un suave beso ahí.

— Buen chico bebé.—
En respuesta no hizo más dedicar una cansada pero sincera sonrisa, aún con sus mejillas sonrojadas y el rastro de sus lágrimas en ellas.

San lo cargó en sus brazos con suma delicadeza, tratándolo como la joya que ya era para él. Lo depositó en la cama, donde la seda amortiguó su descanso y encontró una postura más cómoda para su adolorido trasero. Antes de poder cubrirlo con una manta, San se encargó de limpiarlo y colocarle otras braguitas para que durmiera cómodo.

— Papi... —pronunció adormilado.

— ¿Sí?

— ¿Wonnie puede tener mimos antes de dormir?

— Claro que sí.

Dicho eso, se apresuró a quitarse las prendas para no hacer esperar más a Wooyoung , quedando solamente en bóxer. Se recostó junto a su bebé y lo atrajo a sus brazos hasta que lo tuvo sobre él, con sus piernas separadas a los costados de su cuerpo y su cabeza escondida en el rincón de su cuello, inhalando el cálido aroma que desprendía su dominante.

Poco a poco Wooyoung se fue perdiendo en sueños entre caricias, pequeños besos y susurros de lindas palabras en su oído.






























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